[Campamento Mestizo] Un punto de color (S4 Mayo - Hecate)

23 de Mayo - A 28 días del Solsticio...

Se acercaban las fiestas de La Primera Cosecha y los campos de fresas despedían un aroma dulzón irresistible. Desde el desayuno, muchos campistas, especialmente de las cabañas 4 y 19, se paseaban con cestos llenos de frutos de los matorrales que posteriormente serían empaquetados y vendidos en la gran ciudad.

Cuando Hecate se hizo paso entre ellos, al principio no le hicieron caso. La mayoría llevaban gorras o sombreros de paja para protegerse del sol que estaba en todo su apogeo en el firmamento. Fue cuando Hecate tropezó con una chica que caminaba sin mirar al frente, cuando todos se volvieron a mirar.

La chica soltó un bufido al caer y contempló, horrorizada, como la mayoría de las fresas se desparramaban por el suelo. No estaba segura de si el Señor D toleraría que las pudiera recoger de nuevo y las lavara. Tenía muy mal genio.

- ¿Por qué no miras por donde vas? - le replicó antes de mirarla. - ¿Dónde está tu cesta? - y entonces cayó en la cuenta de algo más - ¿De qué cabaña eres?

Cuando entró en el Hudson era de noche pero cuando los abrió, agotada, se dio cuenta de que el sol brillaba intensamente. Hacía calor y había un aroma en el ambiente que hizo despertar el hambre de la chica incluso antes de abrir los párpados.

Se encontraba tirada en el suelo, estaba muy cansada y no entendía bien dónde había ido a parar porque parecía estar sobre tierra pero ¿desde cuándo el río cruzaba algún territorio así?.
De repente se acordó de la extraña criatura que la perseguía, la visión de sus ojos de reptil hizo que a pesar del cansancio se levantara rápidamente y mirara alrededor mientras la angustia que había sentido antes de lanzarse al río volvía a hacerse con ella.

Miró a izquierda y derecha. Una suave brisa le mecía el pelo, ya seco, mientras el sol hacía brillar los campos de fresas que había frente a ella, se respiraba un ambiente tranquilo... ¿Fresas? nunca las había visto antes en la ciudad y, en un instante, la pequeña fruta y el enorme sentimiento de desorientación hicieron que se desvaneciera el miedo que había experimentado segundos antes.

Se giró entonces, ya que frente a ella sólo había campos de fresas, y descubrió un lago donde se suponía que debía haber un río, ¿dónde estaba el Hudson?. Quizá habría ido a la deriva y hubiera llegado al campo pero tendría que haber estado a merced de las corrientes durante mucho, mucho tiempo... Y se habría ahogado antes.
Se dio la vuelta de nuevo encarando los campos de fresas, debía encontrar a alguien que le dejara hacer una llamada a casa para que fueran a buscarla ¡sus padres estarían preocupadísimos! y ella misma se sentiría mejor tras oír la voz de su madre... Comenzó a caminar sin ninguna dirección fija y, puesto que no parecía haber nadie por allí y que tenían tan buena pinta, de vez en cuando se agachaba para coger alguna que otra fresa. Estaban ácidas y parecían ayudarle a despabilarse un poco.

La ropa le molestaba, la camiseta estaba completamente seca pero los pantalones aún estaban húmedos y la hacían sentirse incómoda; sobre todo cuando pensaba en la cantidad de mierda que debía haber en el Hudson...
No dejaba de mirar alrededor en busca de algún tipo de camino o carretera, pero no había nada... Tras caminar un rato, que no habría podido jurar si había sido largo o corto, divisó a lo lejos a un grupo de gente. En seguida una sonrisa cruzó su rostro ¡por fin un ser vivo!. Echó a correr hacia ellos con la esperanza de encontrar ayuda, no llevaba dinero ¿pero quién le negaría a una pobre chica perdida una mísera llamada de teléfono?.


Cuando estaba a sólo unos metros decidió ralentizar el ritmo hasta volver otra vez a caminar. Se atusó un poco la ropa, aunque estaba completamente manchada de tierra, sobre todo la parte delantera del cuerpo donde había estado apoyada a saber cuánto tiempo. Se arregló un poco el pelo y caminó decidida hacia ellos.

Le extrañó que fueran todos tan jóvenes pero quizá estaba en los campos de alguna granja familiar. Sin embargo le pareció aún más raro que no reaccionaran de ninguna manera ante su presencia. Se limitaban a coger las fresas, Hecate se limpió las manos disimuladamente en la ropa por si hubiera algún resto del jugo rojo de la fruta, y siguió andando en busca de algún adulto.
Mientras los observaba trabajar tuvo la mala suerte de chocar con alguien y no tardó en ver los pequeños frutos esparcirse por el suelo.

Miró al frente y se encontró con una chica que parecía bastante molesta por el accidente, aunque aún seguía mirando las fresas caídas mientras le hablaba. Se dio cuenta de que en ese momento el resto de los chicos la miraban, no era una persona tímida pero si quería ayuda de esa gente no había empezado con buen pie.

- Lo siento, perdona no me di cuenta... - No le dio tiempo a decir más cuando aquella muchacha le hizo un par de preguntas que no entendió ¿cesta?, ¿cabaña?. Ah vale, esto debe ser un camping o algo así... - Ehm... No, no. No estoy en el camping - negó levantando la diestra - es que me he perdido, vengo del lago y bueno me preguntaba si alguien podría dejarme llamar a casa... ¿En qué zona está esto? -
Miró a la chica con cara de pena, no es que fingiera, es que realmente necesitaba su ayuda para saber dónde estaba y para poder comunicarse con sus padres.

Los chicos empezaron a susurrar, aunque aquellos susurros eran perfectamente audibles para Hecate. "Una nueva" decían. "Es una nueva" se oía musitar a cada cabeza que se volvía hacia otra.

La muchacha caída aceptó la mano y observó con detenimiento las ropas manchadas de ella.

- Rhode Island - respondió tras pensar que aquella respuesta no le hacía ningún daño a nadie - ¿Quienes son tus padres? ¿Cómo es que has llegado desde el lago? ¿Venías en barca o algo así?

Los ojos color avellana de la muchacha castaña recorrieron ahora su rostro. ¿Quién era? ¿Y cómo había conseguido atravesar las protecciones?, le preguntaban indirectamente aunque para ella solo le llegara un claro mensaje de recelo.

- Buscad a Quirón o a Argos - le dijo a un par de chicos que también cargaban cestas y se habían parado a mirar - Decidle que ha llegado una nueva desde el Lago. - luego se volvió hacia la recién llegada - Tendrás que esperar aquí hasta que lleguen ellos. ¿Dónde has dejado a tu sátiro?

En cuanto terminó de preguntarle por el teléfono y la zona a la chica los demás se pusieron a hablar por lo bajo, aunque no tanto como para que ella no lo oyera. ¿Una nueva?, ¿nueva dónde?, ya les había dicho que no era del camping ¡y tampoco pensaba quedarse!, sólo quería situarse para poder volver a casa.

La desconocida le miró la ropa durante unos segundos antes de responder y en cuanto ésta lo hizo Hecate puso cara de no entender nada
- ¿Rhode Island? - Su voz sonaba tranquila, pero había un gran tono de incredulidad en ella. - Eso no puede ser, allí no hay campos ni fresas... Ni nada de esto - ¿Acaso estarían todos algo tarados? ¡y además mentían muy mal! ¿quién se creería que aquello estaba en Rhode Island?. El resto de preguntas extrañas le hicieron desconfiar, qué más le daría a aquella gente quién eran sus padres... Pero bueno, debía ser amable con los únicos que podían ayudarla. El cómo había llegado hasta allí era lo más sensato que aquella chica había preguntado - Pues James y Umiko Sharp... ¿Me dejaréis hacer una llamada?, deben estar muy preocupados... En cuanto a la barca pues no tengo ninguna... - Mejor no contarle que se había lanzado al río Hudson porque algún tipo de monstruo terrorífico la perseguía...

Notaba que la miraban con cautela, quizá no estuvieran acostumbrados a gente nueva pero eso no sorprendía mucho a Hecate. En Japón había pueblos por donde nunca pasaba ningún extranjero y toda la persona nueva que llegaba era vista con desconfianza y cautela hasta que se demostrara lo contrario.
La chica volvió a hablar, mandó llamar a alguien y Hecate sintió algo de alivio cuando oyó aquellas palabras. Seguramente llamarían a los responsables del grupo, ellos podrían ayudarla. Si hubiera estado más atenta se habría dado cuenta de que al menos uno de esos dos nombres le sonaba de algún que otro mito clásico.

Aquél sentimiento de alivio desapareció en cuanto le preguntaron por ¿un sátiro?. A lo mejor era alguna metáfora de algún tipo de animal o algo así, jerga de campo.

- Sí claro, esperaré aquí a los responsables, gracias... En cuanto a lo del sátiro pues no sé a qué te refieres pero no tengo de eso - extendió los brazos dándole a entender que no tenía más que lo que veía: la ropa que llevaba.

Muchos de los campistas, al oír las últimas palabras de Hecate se echaron a reír. Fue entonces cuando, en vista del desconcierto evidente de ésta, otra joven del grupo se acercó para responder a sus preguntas.

- Todos estamos algo confusos la primera vez que llegamos aquí. Estate tranquila, aquí estás segura. Normalmente nos acompaña un sátiro la primera vez que nos ayuda a encontrar este lugar, aunque últimamente muchos de vosotros se ve que no lo necesitáis. Soy Camille, jefa de la cabaña cuatro. - la joven rubia le tendió una mano enguantada y aparentemente limpia. Tenía el rostro surcado de pecas y de sudor - ¿Te gustan las fresas? Estamos ahora en temporada de recogida. Dicen que las primeras son las mejores. Coge algunas si quieres. Habitualmente hay que lavarlas antes pero te aseguro que estas no tienen ningún aditivo raro; como mucho probarás algo de tierra.

Se quitó uno de los guantes y se llevó una mano a la frente, cubierta por el sombrero de paja.

- No creo que haya ningún tipo de problema porque llames a tus padres pero supongo que Quirón querrá hablar contigo primero. Espero que no te importe. Es más seguro si primero se resuelven determinadas cuestiones elementales frente a la llegada de un nuevo.

La joven hizo un gesto del que parte del grupo entendió el significado y volvieron a su trabajo. También la chica con la que se había tropezado Hecate, marchó aunque más remolona que el resto. Un tercio de los curiosos, sin embargo, se mantuvieron donde estaban. Seguían susurrándose cosas y mirando a la recién llegada con atención pero al menos ahora eran algo más disimulados.
Al final volvió a aparecer uno de los chicos que había ido a alertar a los responsables. Venía corriendo y avisó, cuando ya estaba cerca, de que Quirón estaba en camino.

Por lo visto el tema del sátiro era importante allí, porque todos se rieron sin ningún disimulo ante su respuesta. Aunque no parecían hacerlo con mala intención Hécate se sintió aún más perdida ante aquél grupo de gente ¿cuánto tardarían los responsables en llegar?...

Una chica rubia algo acalorada se acercó entonces a ella y le tendió una mano enguantada de forma amistosa tras presentarse. Por lo visto era la jefa de alguna de las cabañas del camping así que se alegró de su presencia. De hecho sus palabras eran amables de verdad, no como las de la otra chica a la que le había tirado las fresas, y aunque no entendió ni la mitad de lo que le decía en su interior debía admitir que, a pesar de que todo era tan raro, se sentía segura; tal y como Camille había dicho. Era difícil no sentirse así en aquellos vastos y tranquilos campos de fresas, el sol calentaba y no se oía ni un coche, no le pareció extraño que la gente se fuera allí de camping.

Le estrechó la mano esbozando una ligera sonrisa - Yoy soy Hécate, gracias por informarme, de verdad que eres muy amable pero yo no buscaba este lugar, ya le dije a tu compañera que no soy del camping - se mostró amable con la chica, al igual que ella, pero volvió a repetirle lo que le había dicho a la de las fresas: ella no era del camping, ella no estaba buscando ese lugar.
Entonces le ofreció fresas y aquello hizo que sonriera algo más, la verdad es que no se había dado cuenta del hambre que tenía. Al despertarse junto al lago ya se encontraba extrañamente agotada pero se había obligado a aguantarse hasta encontrar a alguien, ahora que lo había hecho sólo quería descansar y comer algo.

- Pues... - se sintió un poco avergonzada - la verdad es que he cogido unas pocas antes. Creo que vengo de lejos y no he comido nada... ¡Pero vuestras fresas están muy buenas, las mejores que he probado nunca! - dijo en un intento de tapar con halagos el hecho de que ya había comido antes de que nadie le ofreciera.

El hecho de que le dijera que podía llamar a sus padres en cuanto hablara con el encargado la tranquilizó muchísimo, era normal que tuvieran que informarse primero de quién era y todo eso antes de llamar a casa - ¡Claro!. Hablaré con el encargado y de verdad que siento ocasionaros estos problemas. No me he colado aquí queriendo ni nada... Os aseguro que me recogerán tan pronto como sea posible. -

Estaba claro que la rubia ostentaba algún tipo de autoridad allí porque a su señal la mayoría de los jóvenes se pusieron de nuevo a trabajar, sólo unos cuantos parecieron seguir atentos a la pareja que conversaba.

- No me extraña que os vengáis aquí de camping, yo también vendría aquí en verano si pudiera. El calor en NY en esta época del año es insoportable... - Quizá el calor fuera el mismo que allí pero no se sentía del mismo modo:el asfalto ardiendo, el ruido de los coches, el ir y venir frenético de la gente... Todo eso parecía alimentar junto al calor el sentimiento de asfixia.
Camille no tuvo tiempo de contestar antes de que llegara el chico que se había marchado antes, les anunció que el tal Quirón estaba de camino.

Camille respondió al mensaje del chico con un breve gesto de pánico.

- ¡Un momento! ¿Va a venir hasta aquí con la silla de ruedas o como...?

No había acabado la frase cuando otro chico, que debía ser también un campista, bajó a toda velocidad la cuesta de la colina, transportando a un hombre en una silla; Quirón, ponía en la tarjeta de plástico que tenía colgada al cuello.

- Gracias, Buster - dijo a su acompañante con un evidente gesto de fatiga. - Muy buenas, ¿quién es la recién incorporada?

- Se llama Hecate - respondió Camille tomando la iniciativa - Dice que solo quiere hacer una llamada.

- ¿Ah, sí? - Quirón esbozó una sonrisa cómplice - Muy bien, Hecate. ¿Te importa si dejamos a estos chicos trabajar mientras hablamos? Están en plena temporada de recogida y por nada del mundo me gustaría interrumpirles. Siguen un horario bastante estricto.

El tal Quirón era un hombre barbudo y de melena castaña y greñuda. Tenía unos ojos marrones cálidos que parecían haber visto muchas cosas. Sonrió a Hecate mientras se alejaban y a la vez empujaba con sus dos brazos vigorosos las ruedas de la silla.

- Veo que vienes algo mojada. Si quieres podemos acercarnos a la Casa Grande y que te den unos shorts secos y limpios para que estés más cómoda mientras esperas. - sorteó con habilidad un par de raíces de un arbol que parecían querer cortarle el paso y continuó inmutable la conversación - Así que vienes del lago, sin sátiro, imagino que sin saber cómo narices has llegado hasta aquí desde donde fuera que vinieras. ¿Cuántos monstruos te perseguían? - preguntó sin tapujos.

De repente las ganas de ver al hombre aquél se esfumaron, la rubia parecía preocupada así que seguramente era algún tipo de encargado con mala uva y que gritaba a todo el mundo, aunque la pregunta de que si iba a ir con la silla de ruedas desconcertó un poco a la recién llegada. ¿Con silla de ruedas?, eso parecía estar en medio de ninguna parte, si el hombre tenía que desplazarse hasta allí de esa manera no era de extrañar que Camille estuviera preocupada ¡debería llegar de muy mal humor!.

Antes de que el improvisado recadero fuera capaz de contestar a la encargada de no sé qué cabaña otro chico joven llegaba a toda prisa empujando una silla de ruedas, obviamente ese debía ser Quirón, y así lo confirmaba su tarjeta identificativa en el cuello; aunque no ponía qué cargo ostentaba en aquél sitio.

La joven esperó a que Quirón se dirigiera a ella, limitándose a sonreír al hombre, y también al tal Buster por haberle hecho recorrer todo aquello llevando la silla.

- Sí - asintió secundando las palabras de la rubia. - Ya le dije a su encargada que no quiero molestar, sólo quiero llamar a casa porque está claro que me he perdido... Y bueno, no tengo teléfono ni dinero... -
Así que tenían un horario muy estricto de recogida,¿eh?. De repente aquél sitio no le pareció tan bonito, igual era algún tipo de campo de trabajo o algo así para jóvenes de reformatorios, pero claro seguro que estaban mucho mejor allí, aunque tuvieran que trabajar, que encerrados entre cuatros paredes.
- Sí, claro - se limitó a responder siguiendo al hombre que ya se había puesto en marcha. Se dio la vuelta y sacudió la mano a modo de despedida, mirando hacia Camille y los otros dos chicos - Gracias por todo- se despidió.

Mirando a aquél hombre no parecía haber razón alguna para estar asustado, quizá Camille fuera una exagerada porque de momento se estaba mostrando muy amable. Sorteaba bien los obstáculo del camino, ahora le parecía menos cruel tener a una persona en silla de ruedas yendo de aquí para allá en medio del campo; aunque seguía sin ser muy práctico...
Se dio cuenta de que su ropa aún no estaba del todo seca y le ofreció alguna prenda, desde luego era un buen anfitrión
- Pues se lo agradecería mucho si no es molestia.- Volvió a acordarse de las negras y turbias aguas del Hudson ¡bleh!. Se vio obligada a dar una explicación ante tanta amabilidad - Es que me metí en el lago, como hace tanto calor y llevaba tanto tiempo caminando creo que no lo pensé mucho... Pero no tengo ningún sátiro de esos, aunque no sé exactamente qué es eso para vosotros.- Le sabía mal mentirle a esa gente tan maja, pero obviamente no podía decirles la verdad.

Seguía el ritmo de la silla con tranquilidad pero las últimas palabras de aquél tipo hicieron que se detuviera durante un instante, en cuanto se dio cuenta volvió a andar como si no fuera nada importante mientras su mente empezaba a pensar en todo lo que esa pregunta podría significar...
¿Todo eso era imaginación suya o estaría inconsciente aún en la orilla del Hudson perdida por NY?. ¿Habría sufrido un golpe de calor o le había fallado el oído?, cosa normal después de todo lo que le había pasado...
Lo que más le asustaba era el hecho de que aquél hombre se lo había preguntado tranquilamente ¡Ains!, igual aquello era un correccional de verdad ¡o un psiquiátrico!
La mejor opción, por supuesto, era la negación.

- ¿Ehm? Pues no sé a qué se refiere, ya le dije, me perdí sin nada y comencé a buscar a alguien por los alrededores, como tenía tanto calor pues me metí en el lago... - Tenía que llegar a la Casa Grande esa como fuera, allí estaría el teléfono. Sin saber por qué se separó un poco del desconocido, aunque se sentía segura allí no le inspiraba mucha confianza aquella conversación...

- No te preocupes por el dinero, Hecate. - contestó Quirón sonriéndola - No tenemos ningún problema en que uses nuestro teléfono. Informar a tu familia de donde estás debe de ser tu prioridad.

El hombre paró de mover la silla de pronto y se quedó cruzado en el camino.

- Así que no sabes nada de lo que está pasando, ¿no? - las cejas espesas del hombre se crisparon unos segundos, dando a entender que estaba ligeramente disgustado - Bueno, lo difícil sería que lo entendieras todo. Te aseguro de que toda esa mugre no se consigue bañándose en el lago, porque esas aguas distan de estar tan enlodadas. - suspiró y buscó los ojos de la muchacha - Preferiría que no me mintieras. Estamos siendo amables contigo, te hemos recibido, queremos ayudarte... Entiendo que tengas miedo pero no somos nosotros los que pretendemos hacerte daño.

Sabía que iba a tener que mostrarse tal cual era pero prefería hacerlo en el momento oportuno. Seguramente la chica había sufrido demasiadas emociones en los últimos días. Intentaba aparentar calma y tranquilidad pero el hombre ya había visto a muchos chicos en la misma situación que ella y estaba curado de espanto.

- Es difícil entrar en el Campamento así como así. Para la mayoría de la gente, no es visible. Para los que logran llegar a los límites, les salta una alarma en la cabeza que les indica que deberían estar en otro sitio. Unos y otros evitan este lugar y simplemente no pueden cruzarlo. Pero tu sí. Tú lo has hecho, inconscientemente. Así que te volveré a preguntar y espero que esta vez me seas totalmente sincera. ¿Quién te perseguía?

Ya tenía la sensación de que no debía preocuparse por el dinero, de hecho tenía la sensación de que no debía preocuparse por nada, allí se respiraba más tranquilidad incluso que en los silenciosos paisajes de Japón. Cuando aquél hombre le sonrió ella le devolvió la sonrisa, la verdad es que había algo en él que llamaba a la confianza.

La silla le bloqueó el paso segundos después de haberle mentido y haberse alejado un poco de él, sólo por precaución.
La mugre, la suciedad, en resumen ¡la mierda del Hudson!, sí, aquello la había delatado... Se miró la ropa en un gesto inconsciente cuando le dijo aquello, era verdad que allí era imposible haberse manchado así, uff... Olía tan raro, y eso que probablemente hubiera dejado la mitad de la basura que llevaba encima en su lago.
Hecate era una persona muy agradecida, desde luego eso no lo había aprendido de la cultura de su padre, pero en Japón no era como en EEUU y la educación y las tradiciones se respetaban por encima de todo, obviamente dar las gracias es algo básico. Así que cuando aquél paralítico, para más inri, le acusó de mentirle después de estar ayudándola la joven no pudo hacer otra cosa que ceder un poco mientras sostenía la mirada de Quirón

- Mire es verdad, le he mentido pero es que no entiendo bien lo que me ha pasado... Tuve problemas y necesitaba irme de donde estaba y, aunque parezca una locura, el Hudson me pareció la mejor opción... - Suenas como una loca, por lo menos tienes la ventaja de poder correr... Era un pensamiento cruel, normalmente no lo tendría, pero esta no era una situación normal. Continuó hablando - No quiero parecer una desagradecida, si quiere en cuanto llame y me cambie de ropa - sí,por favor - puedo ayudar a los otros con las fresas o con otra cosa mientras vienen mis padres. -

Y entonces aquella extraña explicación sobre el campamento, así que al final aquello no era un camping, después de todo.
Era una explicación rara, muy rara, tan rara como lo que le había pasado a ella aquella noche, tan raro como la criatura que le hizo tirarse, sin pensar, al río. Por lo visto aquél sitio no era para todo el mundo y además estaba asegurado con "alarmas que se te metían en la cabeza"... Y luego estaba el comportamiento de aquél hombre. Le hablaba de todo aquello con naturalidad, parecía que lo hubiera hecho durante mucho tiempo... Se acordó de la reacción de los chicos que recogían fresas "Una nueva" les oyó decir en voz baja, las palabras amables pero también extrañas de Camille...
Bueno ¿qué tenía que perder?. De todos modos tendría que contarle eso a alguien alguna vez, quizá a un psicólogo a 100 dólares la hora, así que no perdía nada contándoselo a aquél hombre. Esta vez se agachó un poco, para estar a la altura de sus ojos

- Todo lo que acaba de decir es muy extraño, igual que lo que han dicho los chicos que recogían fresas... Pero como también es extraño lo que me ha pasado se lo voy a contar, luego ya si quiere se lo puede contar a mis padres o no para que me manden a un psicólogo... - Suspiró como cogiendo fuerzas y siguió - Estaba en casa sola la otra noche y me asomé a la ventana, todo el mundo miraba los fuegos con mucho interés, ya sabe, como siempre. Había una mujer que, sin embargo, me miraba a mi y en ese momento no pude evitar bajar a la calle para verla más de cerca, una curiosidad enooooorme... Tonta de mi bajé y me acerqué un poco, aquella mujer era impresionante, muy atractiva, me sonreía pero algo me dijo que no podía fiarme de su sonrisa, igual que hay algo que me dice que sí puedo hacerlo de la suya. - Se apartó un poco del hombre y empezó a gesticular - De repente sus ojos parecían los de una serpiente ¡y le salió cola! ¡cola!, saltó delante de mi y supe que tenía que huir como fuera de aquella cosa. Me persiguió no sé cuánto tiempo y como estaba desesperada oí el río y no se me ocurrió otra cosa que lanzarme al agua... -

Pues si quería una explicación ya la tenía toda, total iba a perder lo mismo si se lo contaba todo o sólo una parte así que decidió desahogarse del todo - Por eso huelo mal y por eso le agradecería más que nada en el mundo esa ropa limpia que me ofreció antes, aunque creo que ya dejé algo de toda esa mie...De toda esa suciedad en este lago, y lo siento, pero ni siquiera sé cómo llegué a él...- Ahora, después de todo el discurso, se notaba el estómago hasta más vacío que antes - Sólo sé que tengo hambre y me duele todo el cuerpo, huelo mal y la gente de aquí se ríe de mi porque no tengo un sátiro de esos - eso le había dolido más de lo que se pensó en un primero momento ¡se ve!. - Quiero llamar a mis padres y decirles que estoy bien aunque no sea del todo verdad porque deben estar muy preocupados. -

- Vaya, pensé que sería más difícil tirarte de la lengua - el hombre volvió a reír y giró de nuevo las ruedas para continuar el camino - Tal vez haya aprendido de todos estos años con vosotros. Como sea, hazme el favor de seguirme. Primero te daremos la ropa y luego llamarás a tus padres. Pero antes, déjame que te explique una cosa. No estás loca y no necesitas un psiquiátrico. Todos los que estamos aquí hemos visto algo parecido y no es que estemos encerrados en un sanatorio. Lo que sucede es que somos una minoría dentro de una mayoría que camina ciega y no ve ni le afecta el interés de esos monstruos.

El camino continuaba a través de más árboles. Entre ellos se podía ver una cabaña enorme y blanca. Quirón seguía avanzando, posiblemente dirigiéndose a ese lugar.

- Si tu descripción concuerda, viste un lestrigón. Suelen ser bastante persuasivos para que te acerques a ellos, pero una vez que estás cerca no pueden contenerse y muestran su verdadera apariencia. Podrías estar corriendo por un centro comercial delante de uno de esos que los demás solo verían a una chica escapando de un agente policial o algo así. ¿Suena a locura? Sí. ¿Es por ello menos cierto? No. Pero dudo que me creas si no te presento una prueba, así que no perdamos tiempo.

Dio a un botón que había sobre el mango de la silla y sonó un click. Quirón apoyó cada mano en un pomo y tiró hacia arriba, como si quisiera echar a andar. La manta de la silla cayó al suelo y dejó en evidencia unas zapatillas pegadas a los soportes, sin ninguna otra cosa que las sujetara. Cuando se incorporó del todo, parecía mentira que aquello hubiera salido de la silla. Su parte inferior correspondía a la de un caballo, cola incluida.
Quirón volvió a sonreír ante la cara de asombro de la muchacha.

- ¿Crees que tus ojos te engañan? ¿También te engañaron viendo al lestrigón? Sí, chica, soy una criatura de la fantasía. Pero a diferencia de otros elementos, yo existo. Soy un centauro. Y tu eres una semidiosa.

Aquél hombre se tomó todo lo que había relatado con inquietante tranquilidad, con naturalidad, incluso soltó algunas carcajadas; por lo visto pensaba que había sido demasiado fácil que le contara todo aquello. A pesar de ser tan raro aquella risa espontánea volvió a dar algo de respaldo y tranquilidad a Hecate, que continuó caminando al lado de la silla, un poco más cerca que antes.

Guardó silencio mientras escuchaba lo que Quirón le estaba contando. Aquél hombre no sólo veía normal todo lo que le había pasado, incluso tenía nombre para la criatura que le había atacado - ¿Un lestrigón? - preguntó por lo bajo, más para ella misma que para que su interlocutor la escuchara. Dentro de toda aquella locura le pareció lógico lo que decía porque recordaba que la gente de alrededor no había dado señales de ver a ningún monstruo, aquella mujer pasaba de los demás, estaba centrada en ella, y los demás, a su vez, también pasaban de ella... Sí, la verdad es que tenía lógica.

Estaba a punto de contestarle que, aunque parecía una locura, le creía, pero se quedó callada en cuanto dijo aquello de "Pero dudo que me creas si no te presento una prueba, así que no perdamos tiempo." Retrocedió un paso mirando alrededor como si esperara que alguno de esos monstruos apareciera por allí pero lo único que sobresaltó la tranquilidad del lugar fue un leve "click" salido de la silla de ruedas.
Hecate volvió a centrarse en el hombre, que parecía querer levantarse por estúpido que pareciera. Entonces la manta que cubría sus piernas delató que verdaderamente no cubría nada ¡las zapatillas estaban en la silla,pero no había piernas!.
De repente se levantó mientras la joven no paraba de mirarlo a la cara con la boca abierta, tuvo que mirar hacia arriba para no perder el contacto visual ¡pero qué hombre más alto!, y de repente sus ojos repararon en que no era un hombre... Cuando bajó la vista para verlo en pie, sin la silla, no fueron piernas ni pies lo que vió ¡eran patas y pezuñas!. Aunque parecía un hombre de cintura para arriba, más o menos, ¡de cintura para abajo era un caballo!. La joven se vio abrumada por la situación, a pesar de lo que había visto antes, y trastabilló un poco hacia atrás alejándose un poco de él. Estuvo a punto de caerse pero por suerte no lo hizo, consiguió cerrar la boca aunque no los ojos ¡un centauro!. Ahora sí se acordaba de ese nombre y de lo que era un maldito sátiro ¡y Argos!; sí, ahora todo tenía sentido aunque fuera imposible.

El centauro continuó hablando mientras ella no podía dejar de mirar esas cuatro patas propias de un equino. Efectivamente era una criatura de la fantasía pero estaba segura de que era real ¡ahora lo estaba!, y obviamente aquello significaba que ese monstruo también lo era; irremediablemente comenzó a sentir miedo, por su vida y la de su familia.
Claro que todas estas preocupaciones fueron menos cuando le dijo que era una semidiosa, eso sí no lo podía creer.

- Mira... - Se acercó un poco más a él, para que viera que no le tenía miedo - Yo... Yo te veo - claro que lo veía, aquello era una estupidez pero no acertaba a decir nada mejor - Quiero decir, te creo, eres eso... Eres un centauro, con tus patas y pezuñas y todo... - Eres como lo que vi se contuvo antes de decir eso, porque éste no quería matarla así que obviamente no podían ser iguales -Pero yo no soy una semidiosa, mírame, no tengo cuatro patas, ni vuelo ni nada. Lo único de lo que puedo presumir es de tener buena salud pero ni tengo superfuerza ni tiro rayos ni nada... -

Qué estúpida se sentía diciendo que no tiraba rayos por los ojos ¿qué tipo de conversación era esa?, si lo raro sería poder tirarlos no el no poder hacerlo... Se quedó mirándolo encogiéndose de hombros, nunca había destacado por ninguna característia ¡y mucho menos sobrehumana! así que eso no podía ser - A lo mejor vuestra alarma no ha funcionado bien, o algo así... -

Quirón, ya como centauro, echó una larga carcajada.

- Lo sé, lo sé. Demasiada información que asimilar. Uno viene con ganas de pasar este mal trago y lo único que le ofrecen es un mundo patas arriba. Pero tranquila, tengo todo el tiempo del mundo para que lo asimiles. Aprovecharé para ponerte sobreaviso. Este lugar está protegido por los dioses. Puede que no creas en ellos, pero existen. Los únicos con acceso a él son los semidioses. En todos los años que este Campamento ha estado abierto, nunca y repito, nunca, se ha colado un mortal. Bueno, hubo una vez que lo logró, pero el pobre se encontró con la protección de Dioniso y nunca volvió a ser el mismo. Me refiero a su cabeza... - hizo un gesto con un dedo de su mano sobre su cabeza para ejemplificar a qué se refería - Así que no quedan muchas más opciones. Eres una semidiosa simplemente porque has podido cruzar el umbral. Te lo creas o no, uno de tus padres es un dios. No me refiero a los padres con los que vivas habitualmente, sino a aquel que conoció a tu padre o madre mortal y te engendró. Para más señas, ese lestrigón estaba interesado en ti, como muchos otros monstruos que te cruces en tu camino, precisamente porque eres hija de un dios. ¿No puedes hacer nada sobrehumano? De acuerdo, dices que te lanzaste al río Hudson y has aparecido en el Canal de Long Island. ¿Sabes cuantos kilómetros hay de un sitio a otro? ¿Puedes explicarme cómo lo hiciste? Hay muchas cosas que desconoces de ti misma, estoy seguro de que tienes mucho potencial. Yo no me mostraría tan categóricamente convencida de que sabes quién eres y qué puedes hacer. No pretendo ofenderte, pero muchos de los chicos que llegan en tu situación arguyen todas esas excusas que me has mencionado.

Su explicación pareció hacerle gracia por las carcajadas que soltó. Cuando siguió hablando continuó mostrándose tan comprensivo como antes, así, hablando con un centauro, Hecate intentó comprender poco a poco todo lo que Quirón le iba diciendo.
Por lo visto allí estaba a salvo, nadie que no fuera un semidiós, algo que la hizo convencerse un poco más de que aquella criatura tenía razón, podría entrar y obviamente las extrañas alarmas que usaban hacían que los humanos normales - se le hacía raro no ser una de ellos - se alejaran de la zona o sufrieran algún tipo de ataque grave; al menos eso entendió por las palabras y los gestos del centauro.

Uno de sus padres era un dios, aquellas palabras resonaban en su mente ¿cómo podía ser eso?. Sus padres estaban juntos desde antes que ella naciera y obviamente eso no decía nada bueno de su relación, alguno de los dos había sido infiel al otro y además no podía saber cuál; aunque le daba lo mismo... Una buena parte de su vida se vio afectada por esas palabras, siempre había pensado que sus padres se querían, pero de verdad, y resulta que todo aquello no era así, como ella creía, como siempre había visto.

Desvió la mirada del hombre, bueno, del hombre-caballo, y miró hacia los vastos campos de fresas mientras cavilaba sobre lo que acababan de decirle. Semidiosa, hija de un dios o una diosa y capaz de hacer cosas sobrehumanas; cosas de semidioses ¡claro!.
- Brrff... - resopló con fuerza cuando pensó en lo que Quirón le decía. Como en todo lo demás parecía tener razón, se había tirado al Hudson y había aparecido allí, muy muy lejos... Era cierto que estaba cansada pero se veía capaz de volver a hacerlo de nuevo si el lestrigón, u otra cosa parecida, volviera a aparecer.

- No lo había pensado así - admitió - Es cierto que esto está bastante lejos y bueno, al fin y al cabo me encuentro bien después de todo... -
Y ahora quería soltarle un millón de preguntas - ¿Entonces quién es mi padre o mi madre?. No, no, mejor ¿por qué no se preocupó de salvarme de aquél monstruo en lugar de dejar que me las arreglara sola?. Yo ¡contra un monstruo! y él o ella un dios ¡sin hacer nada!. - Conforme hablaba iba enfadándose más y más. - ¡Se supone que los padres se preocupan por los hijos!, ¡mis verdaderos padres lo hacen... aunque sean humanos! - El centauro no tenía culpa de todo aquello, él no era su padre y además había sido muy amable con ella pero había tenido la mala suerte de estar cerca.

Podría seguir despotricando durante un largo rato, no le importaba estar cerca de la Casa Grande y ni se daba cuenta de que iba alzando la voz, estaba realmente indignada con quién quiera que fuera su madre o su padre. Estaba enfadada y ¡joder! asustada. No encontró mejor manera de sobrellevar todo aquella nueva información que ponerse como una furia.

La expresión del centauro fue cambiando mientras le escuchaba. Daba la impresión de que se volvía más triste.

- No lo sé. Puedo hacer mis suposiciones pero si el que sea no te reconoce, nunca podrás estar segura. Existe una ley divina que les ata en cuanto a lo de interceder por sus hijos. No pueden enfrentarse a los monstruos de forma directa ni resolveros los conflictos. De esa forma sois libres de tomar vuestras propias decisiones; es lo que implica precisamente ser libre. Pero no creo que se crucen de brazos mientras ven cómo atacan a su prole. - salían de entre los árboles, quedándoles muy poco hasta llegar a la casa blanca - Cada uno hace lo que puede, trampeando esa ley, con tal de veros vivos. ¿Qué me dices de ti? Si no sabías qué lugar era seguro y aun así has llegado aquí, ¿quién no te dice que fuera tu padre o tu madre el que te guiara? No les juzgues con tanta severidad. Es cierto que podrían no tener hijos para evitarles problemas futuros, pero este tipo de decisiones rara vez son tan simples.

Varios campistas saludaron con efusividad al centauro. Había un tipo rubio con bermudas atrigradas que se tomaba una coca-cola en el porche. Quirón pasó de largo y siguió hablando:

- Mi padre mató a su padre porque subyugaba a su mujer y a sus hijos, pero luego se convirtió en un monstruo similar. Mantuvo encerrada a su madre y se comió a seis de sus hijos. Llevó el caos hasta los cielos y gobernó de forma errática. Se volvió asustadizo y temoroso hasta de su sombra. Uno de sus hijos le destronó y le condenó al peor de los lugares, el Tártaro, por comerse a sus hermanos. Pero la historia se repite una y otra vez. Ese hijo ahora prohíbe a los suyos que hagan su voluntad. - miró con interés cómo se tomaba aquello la chica antes de continuar - Estoy seguro de que cualquiera de esos héroes que luego se volvieron villanos, vieron que las soluciones que debían tomar eran simples. Pero, ¿mi padre solo quería poder? ¿Lo hizo porque ya no podía mas al ver que su padre era cruel con su familia? Hay muchas teorías y todas ellas seguro que son muy válidas. La rabia lo simplifica todo, Hecate. ¿Vas a juzgar a tu padre o madre sin darles opción a explicarse solo porque crees que no actuó cuando debiera haberlo hecho?

Aquellas palabras no la tranquilizaban ¿como que si no la reconocían?. Él mismo le había dicho que si estaba ahí era por ser hija de un dios o una diosa ¿cómo iban a tener la poca vergüenza de dejarla así, sin saber quién era su progenitor?
Sí le calmó un poco saber que había una ley que "regulaba" eso, más bien que prohibía a los dioses ayudar a sus hijos. Por lo visto se la saltaban cuando podían, no era difícil de imaginar si sabías algo sobre las leyendas y los mitos clásicos, que a partir de ahora se habían convertido en historias y datos reales para la joven.

Ya estaban cerca de aquella casa blanca y también se veía algo más de actividad, se cruzaron con algunos jóvenes que saludaron a su guía. Lo saludaron efusivamente, estaba claro que era alguien querido allí.

El centauro parecía algo menos animado, seguramente debido a todo lo que le había soltado, así que Hécate se obligó a tranquilizarse, tenía mucho que aprender aún y si se ponía así no lograría quedarse con todo lo importante.
Además Quirón tenía razón, ella no sabía cómo había llegado exactamente hasta allí, quizá su padre o madre se hubiera saltado un poco la ley para ayudarla; era muy probable... Y bueno, obviamente su enfado parecía algo ridículo comparado con la historia que le acababa de contar aquella criatura ¡eso era increíble!. Si no tenía mala memoria él debía ser hijo de Cronos, aunque nunca había oído que ningún centauro fuera hermano de Zeus;probablemente las leyendas no fueran del todo exactas.


- Bueno... Tienes razón, probablemente me haya ayudado a llegar hasta aquí porque de otra manera no entiendo cómo hubiera sido capaz, pero me preocupa eso de que no me reconozca ¿eso puede pasar?, ya que soy hija de un dios o una diosa qué mínimo que saber quién, después de haber roto todos los esquemas de mi vida... - Se quedó unos segundos en silencio - Siento mucho lo de tu familia Quirón - suponía que habría pasado hacía eones, pero daba igual, lo sentía por él de todos modos - y oye, estás muy bien para ser tan viejo,¿sabes? - No estaba contenta con su comportamiento y además le agradecía que le hubiera contado todo aquello - Intentaré seguir tu consejo y no dejar que la rabia lo simplifique todo, quizá aún tenga la oportunidad de conocer a quien me engendró, si algún día sé quién es... Pero ahora lo que más me preocupa son mis padres mortales y los monstruos. Supongo por lo que ha dicho antes que a ellos no les atacarán pero no sé qué voy a contarles sobre este sitio... ¿Qué se supone que hacen todos estos semidioses aquí? -

- No es habitual. Antes podía suceder pero ahora suelen dejarlo claro de aquí a tres días que estés en el campamento. - Quirón sonrió ante el halago - Gracias. Algunas criaturas nos mantenemos mejor que otras con el paso del tiempo. Debe de ser una virtud. O tal vez un regalo de mi padre.

Ya en la puerta a la casa, Quirón se paró aunque no llegó a subir los escalones que conducían al interior.

- Tus padres están seguros, tienes mi palabra. En cuanto a cómo contarles esto, te sugiero que indagues con tacto cual de los dos conoció al dios o diosa. Tal vez ninguno lo sepa, no siempre lo saben, o tal vez... - no sabía como sugerir aquello así que prefirió que ella entendiera lo que quisiera - Como este es el lugar más seguro para vosotros, muchos vienen a pasar aquí largas temporadas de tiempo. Así pueden convivir con más gente como ellos, compartir experiencias y entrenarse para salir ilesos de determinados peligros. A los monstruos se les puede combatir si sabes cómo. Aquí aprenderás parte del cómo, el resto se consigue a través de misiones.

- Ah, bueno... - soltó en voz baja. - Ah, espera, espera ¿entonces tengo que quedarme aquí? - Lo dijo sin pensar pero luego, recapacitando, se dio cuenta de que quizá no era tan mala idea. Supuestamente era una semidiosa y tenía ciertos poderes o habilidades sobrehumanos que desconocía ¿qué mejor sitio para aprender sobre todo aquello que allí?. Quirón le había dicho que allí aprendían a luchar contra los monstruos, así que le iban a dar viento fresco al examen de guitarra porque obviamente sobrevivir era prioritario. - Bien... Se lo diré a mis padres, aunque no tengo ropa ni nada, espero que no os importe prestarme algo -

Sus padres estarían a salvo, confiaba en la palabra del centauro a pesar de que sólo lo conocía de unos minutos. Se notaba que él tampoco sabía bien cómo tratar el hecho de que, obviamente, uno de los dos había sido infiel al otro; y lo habría estado engañando a lo largo de toda la vida de Hecate... Aunque por lo visto quizá sus padres ni lo supieran, lo cual sólo dejaba a su madre como candidata, puesto que ella no era adoptada y era obvio que se parecía mucho más, físicamente, a su madre japonesa que a su madre norteamericano.
No sabía qué pensar sobre aquello, tendría que improvisar algo mientras hablaba con ella ¿sabría con quién la habría engendrado o no tendía ni la más mínima idea?

- De momento me conformo con saber de quién soy hija y controlar las habilidades que se supone que tengo... - Espero que lo de las misiones sea voluntario... No tenía ganas de morir tan joven - ¿No entras conmigo? - se detuvo al subir los escalones, prefería que lo hiciera y aquello se pudo notar en el tono de su voz.

- No es obligatorio que te quedes pero sí sería conveniente. Ese lestrigón no será la última cosa que vaya a perseguirte. Aquí al menos estarás segura de que no van a aparecer nuevos monstruos.

Quirón se guardó de añadir "por el momento". No era algo que no hubiera sucedido alguna vez, que los monstruos rompieran esa barrera y sembraran el peligro y el pánico allí también. Solo que si precisamente quería inspirar confianza y serenidad en los jóvenes, no tenía sentido ser brutalmente sincero.

- No hay problema. En el Campamento tenemos camisetas y pantalones para los campistas. Solo tendrás que solicitar un par de prendas completas en la lavandería que sean de tu talla. Las chicas de Afrodita también pueden prestarte ropa. Tienen un armario inmenso. Y en cualquier caso, siempre puedes encargar algo a los que vayan a la ciudad. Te lo traerán a su vuelta.

Quirón volvió a sonreír para demostrarle su apoyo en sus intenciones. Luego señaló sus cuartos traseros antes de responder.

- Me temo que no puedo entrar así. Esa puerta no está hecha para híbridos como yo. Tardaré un rato en volver a convertirme en ese simpático hombre de silla de ruedas. Creo que es mejor que entres y no pierdas tiempo. Si pretendes quedarte te convendría que te hicieran un tour antes de la cena.

No habría problema con la ropa según le dijo, aunque prefirió no pedirle nada a nadie de momento, hasta que al menos conociera un poco cómo era el campamento.- Lo pediré en la lavandería en cuanto termine con la llamada. - Viendo el panorama tendría que visitar la lavandería muy a menudo si sólo le daban un par de mudas.

Asintió un par de veces ante la explicación de por qué se quedaba fuera, era totalmente lógico que siendo lo que era tuviera un poco complicado el acceso a ciertos edificios - Ah claro, ¡no me había dado cuenta!. Creo que me quedaré aquí, supongo que mi madre ya tendrá pensado algo que decirle a mi padre para que no se angustie... O eso espero. Cuando termine de hablar con ellos ¿a quién tengo que pedirle que me haga ese tour? -

Miró alrededor, varios jóvenes iban y venían en varias direcciones pero ella no conocía a nadie ni sabía dónde estaba nada, era una pena que Quirón no pudiera seguir haciéndole de guía.

- Pregunta por un jefe de cabaña. Están acostumbrados a enseñarles esto a los nuevos. Si no te importa voy a ir a recoger mi silla. La dejé por el camino. Suerte con esa llamada.

Hecate se quedó allí, en el umbral, sin saber muy bien a donde tenía que acudir. Decidió entrar, puesto que era dentro donde supuestamente encontraría lo que buscaba. Le recibieron dos personas discutiendo.

- Mis chicos tienen esa hora programada para el ensayo.

- Pues tendrán que aguantarse, porque el anfiteatro estaba reservado con mucha más antelación.

Las que discutían eran dos mujeres. Una se veía más mayor que la otra, de melena oscura y tez tostada. La que parecía ir ganando era la rubia de ojos grises.

- Ya veremos qué dice el Señor D, Susan.

- Pues dirá que le dejes tranquilo. - respondió la tal Susan - ¿Por qué no reconoces que no tienes opciones?

- Mis chicos van a ensayar ese día, lo quieras o no. Y van a ensayar ahí. - dijo la morena ignorando aquel último comentario.

- ¿Tenéis todo el espacio del mundo y necesitáis ensayar justo allí cuando hacemos nuestra representación?

- La acústica es mejor y lo sabes.

- No voy a ceder, Lisa. - replicó la rubia llamando a la otra por su nombre.

- No espero que lo hagas. Pero yo tampoco lo haré.

- Vale, preguntaré por un jefe de cabaña- recordó entonces las palabras de Camille, quizá todos fueran tan majos como ella - Gracias por todo Quirón, nos veremos por aquí, supongo - le sonrió y levantó la mano a modo de despedida.

Se quedó unos segundos viendo como el centauro se alejaba en busca de su silla y luego se dio la vuelta dispuesta a entrar en la casa. Lo que encontró no fue muy esperanzador: había dos chicas discutiendo. Hecate se acercó sigilosamente hacia ambas mientras miraba alrededor en busca del teléfono.
Al parecer discutían por algún espacio que las dos querían que "sus chicos" ocuparan, resultó ser el anfiteatro. Ella no entendía a qué tanta discusión, si la tal Lisa lo tenía reservado con antelación ¿por qué la otra pensaba que llevaba razón?.

Cuando pareció que iban a dejar al menos unos segundos de tregua para respirar intervino ella - Hola - dijo más alto de lo que lo haría normalmente para sacarlas de la discusión y que se dieran cuenta de que estaba allí. - Quirón me ha dicho que aquí podría encontrar un teléfono y algún jefe de cabaña para que me enseñara el campamento... Soy nueva. ¿Podéis ayudarme? - cuando terminó de hablar dirigió su mirada a Lisa sin pensar.

Las dos se volvieron a mirar para ver quién les interrumpía. El rostro de la rubia enseguida se encogió en una sonrisa divertida.

- ¡Oh, claro! ¡A Lisa le encanta ayudar! ¿Verdad que sí, Lisa?

Lisa, que parecía ser la morena de ojos castaños, no respondió a la provocación aunque sí resopló, dando a entender que se le estaba acabando la paciencia.

- Ya hablaremos de esto - replicó a la otra. La rubia le volvió a sacar la lengua y se marchó - ¿Así que buscas un teléfono? El gracioso que te haya dado pie a la broma se debe de estar riéndose mucho. No hay teléfonos en el Campamento. Nosotros usamos los mensajes Iris. Imagino que al ser nueva no tendrás ni idea de cómo funcionan, ¿verdad? Bueno, por si no te ha quedado claro, yo soy Lisa Botucci, de la cabaña siete.

Lisa examinó en uno de los bolsillos de su shorts y sacó una moneda dorada y reluciente que le enseñó a Hecate.

- Esto es un dracma. Se usan como ofrenda a la diosa Iris cuando intentas establecer conexión con la persona con la que quieras hablar. Primero debes hacer un pequeño arcoiris. Espera - buscó un rayo de sol que atravesara la ventana y apuntó con el dracma, proyectando un haz de luz a la pared que enseguida se fragmentó en los siete colores del arco - Una vez formado, debes lanzar la moneda hacia él. Así.

Para sorpresa de Hecate, la moneda no golpeó en la pared sino que la traspasó. Lisa parecía muy acostumbrada a aquellas cosas pero desde luego para la joven aquello era uno de los mejores trucos de magia que hubiera visto nunca.

- Ahora debes de pronunciar la ofrenda. Deberás memorizar estas palabras. Siempre son las mismas. "¡Oh, diosa Iris, acepta mi ofrenda!" - si aquello había surtido efecto o no, el tiempo lo diría. Por lo pronto, el arcoiris se había tragado la moneda como si se tratara de una cabina de teléfonos - Pronuncia el nombre de la persona con la que quieras hablar. Date prisa. El tiempo de margen es muy limitado.

A la rubia debieron parecerle divertidas sus palabras, o simplemente sería por seguir jorobando a al tal Lisa. Susan dio por concluido el asunto, de momento, y se fue sin siquiera despedirse... Afortunadamente, a pesar del humor en el que se debía encontrar la morena, atendió amablamente a Hecate.

- Pies ha sido Quirón... Bueno y Camille, me dijeron que podría usar el teléfono... - Se sintió un poco tonta, y frunció el ceño,¡le habían timado!, por lo visto allí no había ningún teléfono.
Lisa de la cabaña 7 repitió mentalmente - Yo soy Hecate Sharp - respondió mientras veía como sacaba una moneda dorada de sus pantalones.
- Un dracma, vale... -

Lisa hablaba demasiado deprisa, como si aquello fuera de lo más normal del mundo; para ella lo sería pero la joven recién llegada no tenía ni idea de para qué serviría eso de "hacer un arcoiris". A lo que sí llegaba era a que para ello debía colocar la moneda en un haz de luz, como hizo la propia Lisa. Por lo visto Isis, la diosa, se encargaba de comunicar a unas personas con otras pero Hecate tenía algo de miedo ¿eso sería como una conversación telefónica?, ¿a su madre le sonaría el teléfono o dónde leches escucharía su voz?...

Mientras se preguntaba todo eso Lisa pronunció unas palabras sencillas para hacerle la ofrenda de la moneda a la diosa y, de repente, lanzó el metal hacia el arcoiris ¡y desapareció!. Después de haber visto un centauro ya debería poder sorprenderse por cosas cosas pero acababa de llegar y eso, como todo allí, superaba la lógica.
Abrió los ojos como platos, o bien Lisa era una magnífica prestidigitadora o la moneda había llegado hasta Isis de alguna forma, alguna forma físicamente imposible.
Aún estaba alucinando cuando la chica le apremió para que dijera el nombre del receptor de la llamada y Hecate se dio prisa sin pensar en cómo llegaría esa extraña llamada a su madre -¡Mizuho Sharp! - no pudo evitar gritar al pronunciarlo, como si pensara que su voz debía ser escuchada por la diosa, allá donde estuviera.

Se quedó en silencio mirando el arcoiris que se había tragado la moneda ¿y ahora qué?...

Curiosamente la voz de una mujer llegó desde la otra parte de la pared y empezó a formarse una imagen nítida ahí donde había estado el arcoiris.

- ¿Sí? ¿Hecate?

Parecía asombrada de verla allí aunque no mencionó como era que podía verla. Tal vez prefería obviarlo. Se veía esperando una respuesta de la muchacha al otro lado. Le reconocía, claro. Era su madre.

Lisa, por otra parte, decidió darles la espalda, como si no le gustara ser partícipe de algo que no iba con ella.