[Campamento Mestizo] ¡Amigo o enemigo! (Maryan - S3 Mayo)

OMEGA
17 de Mayo - A 35 días del Solsticio...

Se había parado a descansar al lado del pino que había a la entrada. Ofrecía una buena sombra en momentos de calor como aquel. Su trabajo distaba mucho de ser monótono. Cuando no montaba guardia en los lindes del bosque, tenía que seguir a los chicos a New York o custodiarles hasta algún otro punto concreto del país.
Se rascó el ojo que tenía al lado de la boca mientras seguía pensando. Entonces lo oyó. Un ligero crack, casi imperceptible. Demasiado cerca, pensó. Se puso rígido, estirándose de todo lo alto que era, y se caló la gorra. Cogió la ballesta, que ya estaba armada, y dio dos pasos. Los que se perdían en el bosque no solían pasar cerca por casualidad. El campamento no estaba al lado del camino precisamente.

- ¿Quién anda ahí? - bramó con voz ronca - ¡Muéstrate!

En aquel momento los noventa y ocho ojos de Argos desaparecieron en una tupida barba falsa. Con los dos que tenía sobre la nariz le bastaba para reconocer a quien estuviera merodeando por allí. Si resultaba que era un simple animal, le serviría para llenarse el buche.

MARYAN

Estaba ya hasta las narices de caminar. Al final el vuelo había sido lo más relajante. Luego había empezado un periplo hasta dar con la primera pista para encontrar el campamento. Y llevaba un rato intentando ubicarse entre ramas y árboles hasta que por fin intuyó que iba por buen camino.

Tensó la cuerda de su arco mucho más rapido de lo que pensaba ser capaz. La voz la había sorprendido en medio de su búsqueda. Aunque la flecha no se movió de su sitio. Quizás no era buen momento para ganarse con tanta facilidad enemigos.

Se mostró, tal y como se lo habían ordenado. Pero no por ella había recogido el arma, sino que se mantuvo a la defensiva.

- Ya me ves. Qué quieres de mi? Por qué me detienes en mi camino, y con qué derecho lo haces? Estoy buscando un campamento, igual en vez de detenerme sin razón puedas ayudarme...

OMEGA

- Porque puedo - replicó Argos. No estaba acostumbrado a que le plantaran cara y ni mucho menos le amenazaran - Porque soy el guardián de la puerta. Baja ese arco, niña. No se puede entrar armado al Campamento. Es recinto sagrado. Y no veo a tu sátiro por ningún lado. ¿Acaso has encontrado este lugar sola?

El guardián se quitó la gorra y la barba postiza. No había duda de que era una semidiosa. Dejó al descubierto una buena parte de sus ojos que miraban, todos ellos ceñudos, a la joven. Había en ella algo diferente a los otros chicos que solía vigilar. Podía olerlo. Pero, ¿qué era?

MARYAN

No soltó el arco sino que este se le cayó de sorpresa tanto por las palabras del hombre como de la impresión que le dio ver tantos ojos en un mismo rostro. Le recordó a uno de tantos hombres que habían pasado por la vida y la cama de su madre .. no no, ese hombre era feo, pero no tanto como lo que tenía delante. Se planteó el calificar siquiera aquello de '' hombre''

- Sátiro? - preguntó cuando salió por fin de su asombro - No sé nada de ningún sátiro, eso son historias, leyendas para niños ... - mientras hablaba se daba cuenta de que, en vistas de lo que tenía ante ella, las leyendas bien podrían ser ciertas - He llegado sola. He hecho un largo viaje desde mi casa en busca del campamento. Te agradecería que me dijeras donde está.

Ya ni se planteaba la duda de que ese campamento podía existir. Visto lo visto.

- Qué eres? - preguntó entonces sin tapujos.

OMEGA

- Veo que la impresión te dificulta la audición - dijo Argos, usando su humor particular - Soy el guardián de la puerta de ese lugar que andas buscando. Si te crees capaz de entrar, crúzala, no seré yo quien te lo impida. Pero solo si eres capaz.

Sabía que lo era, de lo contrario no le estaría viendo tal y como le veía pero quería probarla, ver si tenía la valentía suficiente. Aquel campamento no era un lugar corriente, la gente que lo habitaba distaba mucho de ser corriente y no convenía bajar el perfil. Los dioses lo sabían, por eso solo guardaban y protegían a los más aptos; lo que por otro lado no tenía mucho sentido pues eran los más desprotegidos y torpes los que necesitarían su máxima atención.

Spoiler:

Argos se echó a un lado, mirando con todos sus ojos a la muchacha que se debatía entre confiar en él o no. A él le daba igual lo que hiciera, pero le hacía gracia probar a los muchachos. Ahora, delante de ella se alzaba una vieja puerta de mármol con unas inscripciones en griego. Si ella podía también leerlas, sería otra señal de que estaba en el lugar indicado. La puerta no estaba amurallada sino que se había levantado sobre una pradera verde, con un pino como único centinela (aparte de Argos). Tras ella, se divisaba una casa grande de madera, tal vez un viejo almacén, cercano a un río cuyas aguas discurrían cantando entre las piedras.

MARYAN

Se quedó primero mirando recelosa a la extraña criatura, luego la puerta, y finalmente más allá de ella. Dio un paso atrás cuando su cabeza le ordenaba que lo diera hacia delante. Tuvo un momento de duda. ¿Por qué razón iba a entrar a un sitio desconocido donde seguramente la estarían esperando infinidad de problemas?

Entonces reaccionó. Un paso hacia delante. Una madre que no la quería. Otro paso más. Las voces en la oscuridad. Un tercer paso, más seguro, más firme. Un mundo que nunca había entendido y de cual sentía no formar parte. Las razones se agolpaban en su mente, haciéndola caminar sin vacilar esta vez. Olvidó a Argos y sus sarcasmos, olvidó prácticamente la vida que había sido la suya con anterioridad. Una extraña sensación le decía que estaba haciendo lo correcto, del mismo modo que le indicaba que no habría marcha atrás. ¿Es que acaso quería que la hubiese? No, no, no, decididamente no. No había motivos ni miedos para no cruzar esa puerta.

El instante en el que notó el arco de piedra casi sobre su cabeza, entrecerró los ojos, sin detenerse. Levantó entonces la vista hasta posarla en la inscripción, en griego, idioma que reconocía por haberlo estudiado en el instituto, aunque lamentó no haber prestado más atención a las clases. No pensó que le fuese útil, pero había quedado demostrado que se equivocaba.

- Soy capaz - dijo girándose hacia el guardian con un gesto envalentonado, antes de pasar un pie más allá, cruzando entonces la puerta.

OMEGA

- Busca a Quirón o al Señor D - le informó Argos - Si no los encuentras, pregunta a los campistas. Son fáciles de localizar, casi siempre están en la Casa Grande. Y guarda ese arco si no quieres que te confundan con un enemigo. Será en ocasiones muy especiales cuando necesites utilizarlo de verdad, la gran mayoría fuera de este Campamento. Buena suerte, semidiosa.

Dicho esto volvió a darle la espalda y siguió erguido, guardando la entrada.
Maryan debía seguir avanzando. El camino de la colina iba descendiendo hasta alcanzar un riachuelo cuyo fondo se veía nítido y rocoso. Entonces el sendero discurría al margen derecho, usando el agua como guía. A los dos lados crecían chopos y fresnos y algún que otro sauce. Las raíces de estos últimos llegaban a introducirse en el agua, formando pequeños puentes naturales.
La Casa Grande no estaba muy lejos. Era una gran mansión construida en madera y pintada de blanco con un techo de paja, como si fuera un granero viejo. Había diversos grupos de chicos diseminados por los alrededores. Algunos salían de su interior, otros entraban, pero la gran mayoría estaban tendidos en la hierba, posiblemente esperando algo.

Muchos de los chicos miraron a Maryan al pasar con mucha curiosidad, pues no era habitual ver a una desconocida con un arco a los hombros, incluso allí.