[A50] Camino a ninguna parte [S4 Prometeo]

PROMETEO

Notaba el cuerpo entumecido, del frío del viento, de la postura..... poco a poco fueron bajando, planeadnos hasta cerca del agua.

¿Qué era eso del campamento mestizo? ¿Que era lo que decía de su madre?...pronto lo averiguaría.

Gracias por salvarme.... ¿sabes algo de Herbert?

No creía que le contestara pero no perdía nada con intentarlo y le preocupaba la suerte de su compañero.


Sintió la caída del agua, cálida, y mil agujas atravesaron su piel, por el contraste de temperatura. Pronto un remolino de burbujas se formó a su alrededor, empujándole hacía la orilla.

¿Sois las náyades?

Cuando finalmente llegó se tumbó sobre la arena, siendo arrullado por las olas, lo único que le apetecía era dormir, estaba exhausto, del viaje, de las emociones, de todo. Aunque algo parecía que lo mantenía despierto, el conocer a su madre, la que le había abandonado y la que ahora le había ayudado. Sus sentimientos estaban encontrados.

Avanzó unos metros por la orilla arrastrándose, poniéndose lejos del alcance de las olas.
 

OMEGA

Nadie respondió a su pregunta y al final Prometeo llegó a la orilla sin más complicaciones. Le costó volver a recuperar el ritmo normal de la respiración aunque agradecía disponer de la cantidad de oxígeno a la que estaba acostumbrado. Se tumbó sobre la arena y, de lo extenuado que estaba, se quedó dormido con las olas de la orilla lamiéndole los pies. No fue consciente de que un hombre de cien ojos le vio al pasar, le recogió y se lo llevó costa adentro.

Era noche cerrada cuando Prometeo despertó sobre una cama. Ésta tenía el dosel echado aunque no le fue difícil retirarlo para ver dónde se encontraba. Salvo por las velas, aquello se veía como una enfermería. Prometeo se incorporó ligeramente y se miró las manos. Durante el viaje accidentado no había sido consciente de los cortes que había sufrido. Tenía los brazos cubiertos de una sustancia pegajosa que le aliviaba y, al palparse la cara, se dio cuenta de que esta también.
Cuando se acostumbró a la penumbra y a la luz de las velas, distinguió alguien conocido sobre otra cama. Era Herbert. Los ángeles también debían haberle salvado aunque presentaba un aspecto deplorable. Llevaba un brazo vendado y la cara cubierta de moratones.
 

PROMETEO

Herbert ¿estás bien?, cuanto me alegro de que estés vivo ¿como saliste? ¿Donde estamos?

Prometeo intentó levantarse de la cama, quería acercarse al sátiro y de paso curiosear un poco

OMEGA

El sátiro soltó un quejido. Se le veía muy magullado. Prometeo se dio cuenta, al acercarse a él, que un trozo de la cara se le había quedado petrificado. Herbert debía de haber mirado ligeramente a la gorgona al despegarse de ella. O tal vez esta le hubiera obligado.

Prometeo contempló otras camas ocupadas por personas que dormían. Todo se veía en silencio, hasta que se escucharon unas pisadas que se acercaban y una voz le increpó.

- ¿Qué haces fuera de la cama? ¡Deberías estar descansando!

Al volverse vio frente a sí a un muchacho de tez severa que le hacía una seña para que se volviera a tumbar.

- No molestes a Herbert. Ha tenido mucha suerte de salir vivo. - le dijo.
 

PROMETEO

Prometeo asintió con la cabeza y se dirigió a su cama. Echaría una cabezadita y después ya se preocuparía por el estado de salud de Herbert y el suyo propio, además no quería molestar al resto de ocupantes de la enfermería.

Tenía muchas preguntas por hacer, muchas respuestas por conocer. ¿Qué eres ese campamento? ¿Conocería a su madre? y lo más importante de todo ¿quién era?

OMEGA

Prometeo consiguió volver a dormirse con todas esos pensamientos rondándole por la cabeza. Cuando despertó ya había vuelto a salir el sol y había cierta actividad en la enfermería. Un par de chicos parecían hacer la ronda como enfermeros. El joven rubio miró hacia la cama de Herbert y vio que no estaba solo. El sátiro seguía tumbado, inmóvil, mientras una chica le mantenía cogida la mano derecha y se la estrechaba.
Prometeo no pudo ver a esta la cara pues se la tapaba la larga melena negra. Parecía que ella también conocía a Herbert.