Camino sin retorno [S15 - D¿?]

Casi a la vez que el impacto de Erin contra el suelo, las luces y los sonidos cesaron. Una calma inquietante tan solo rota por el sonido de los materiales cediendo lentamente. Un sonido mecanico que retumbaba en todos los niveles que la brecha habia logrado abrir. Erin miró a su espalda, la luz de Amanda deslumbraba como si de un lugar santo se tratase, creando una fina linea de penumbra tras la que apenas se podia ver en la oscuridad más absoluta.

Escuchó algo, algo que le hizo reaccionar apuntando sin demasiado atino hacia adelante. No poseía ya su armadura, cualquier incidente podría dejarle una buena herida. Su corazón parecía salirse de su pecho, el cansancio mermaba su estado físico y su concentración, no quería reconocerlo, pero estaba asustada. ¿Y si aquello era algo, infectado? ¿Pero infectado de qué?

Se la tenía que jugar. Lo más probable es que lo que se escuchase fuese un civil herido... Un civil... Sus ojos se abrieron como platos, si era él, si era él prometería a Amanda entregarse a su causa de por vida.

- Agente Erin Blake, Cuerpo de Contención... Identifíquese... - Su voz sonaba impaciente, nerviosa, tantas y tantas sensaciones que era imposible controlar. Su pulso temblaba al igual que su arma. Era el cansancio, demasiadas horas sin dormir, sin tan siquiera parar. Debía ser eso. Aquella pesadilla tenía que acabar o seria ella misma la que encontrase su fin en aquel asqueroso lugar.

La oscuridad la engulló sin titubeos y una sensación de soledad comenzó a abatirla. El entorno parecía parte de un laboratorio de investigación, a juzgar por la gran cantidad de matraces y enseres de cristal que se encontraban esparcidos por el suelo. Un par de cámaras de gel se mantenían encendidas mediante algún sistema eléctrico de emergencia y el incesante murmullo de las entrañas de la Colmena la acompañaban a cada paso.

Cuando se acercó más al origen del movimiento, un sonido se hizo mucho más audible.

Parecía un crujido, algo similar a un perro masticando algo. Nadie respondió ante la pregunta de la agente y, sin querer admitirlo, comenzó a ponerse nerviosa. El sonido estaba acompañado de un gorgeo gutural, casi agónico. Armándose de valor, Erin caminó hacia allí. El sonido provenía del interior de un habitáculo pequeño, probablemente un cuarto de baño.

Entró en él y el sonido fue plenamente nítido, pero no lograba enfocar lo suficiente para comprender qué ocurría. De repente las luces regresaron durante un instante y volvieron a apagarse después.


La imagen quedó grabada en su retina. El sonido de la agonía de aquel hombre penetró en sus oídos.

Intentó emitir sonido, gritar, chillar, gruñir, pero fue imposible. Abrió la boca y una arcada hizo acallar cualquier ruido. Se llevó una mano hasta sus labios, mientras con la otra bajaba el arma casi por su propio peso. Sus ojos atónitos fijaron la mirada en aquel hombre hasta que las luces volvieron a apagarse.

Caminó hacía atrás sobre sus propios pasos, giró rápidamente la cabeza a ambos lados de la sala. Activó la visión nocturna de su visor dándole a todo ese macabro ambiente una monocromía verde. Pipetas, instrumental, matraces, precipitados... ¿pero qué cojones era aquello?

El sonido, ese sonido que hacia estremecer hasta al más valiente no cesaba. Erin chasqueó la lengua, ladeó la cabeza y frunció el ceño en gesto de desagrado y duda. Sin pensarlo dos veces entró de nuevo al baño y apuntó a la cabeza del hombre, dedicándole un certero disparo que terminase con su agonía, con la agonía de ambos.

No quiso ni mirar. Quería salir de allí. Ese hombre podría estar herido, o.. ¿Enfermo? ¿Era eso un infectado? ¿Estaría ella también infectada? No, estaba herido, seguro. Los nervios de nuevo tomaban el control. No no no Erin no, negaba con la cabeza intentando retomar el control. Ian de nuevo la había dejado sola, le necesitaba. Pero ahora estaba sola y sola tendría que salir de allí.

Agudizó la vista para no perder detalle en visión nocturna. Buscó papeles, documentos, algo que pudiese llevar una firma conocida, con suerte un mapa de las instalaciones con las típicas salidas de emergencia, algo que pudiera servirle, y sobre todo, la puerta. Que la puerta de ese laboratorio hubiera quedado a este lado de la falla y no al otro, era lo más importante.

Lo único que se escuchó tras el estruendoso disparo fue un goteo distante.

El cadáver del hombre convulsionó violentamente justo antes de marchitarse. No llevaba ninguna identificación y, a juzgar por su vestimenta, parecía más bien un civil normal y no un habitante de la Colmena. Erin salió de aquel cuarto y comenzó a examinar su alrededor. Era complicado moverse sin arrastrar algún cristal o sentir cómo se partía uno bajo su bota. En una de las paredes encontró un mapa de las instalaciones. Parpadeaba de forma intermitente y la potencia del holo que lo mantenía era muy baja, por lo que apenas podía distinguirse nada.

Según el mapa debería haber una salida a las Tres desde su posición actual. Miró hacia allí y lo único que vio fueron escombros. Se acercó ligeramente más para allá y entonces sintió cómo la plataforma chirriaba bajo sus pies. Tras todos aquellos quejidos artificiales, escuchó pasos en la distancia, al otro lado de los escombros. Se acercó allí y un par de intentos le bastaron para percatarse de que no podría mover aquel amasijo de hierros, estaba atrapada.

Algo se movió en la habitación.

El contraste de luces y sombras dificultaba la visión nocturna. Cada vez que miraba hacía la grieta el resplandor cegaba el visor haciendo casi imposible poder mantener la calma en aquella situación. Tenía las manos llenas de polvo blanquecino, intentar mover aquellos escombros era imposible. Restregó sus manos contra sus muslos tiznando el traje de tela interior de la armadura, lo único que le había quedado tras el salto.

Retiró el visor. Prefería ver luces y sombras que ver resplandores que la cegaban a cada movimiento. Un ruido la alertó. Quedó en completamente quieta, ni siquiera respirar hacia mover su pecho. Tomó aire muy despacio expulsándolo de igual forma.

El sonido incesante de aquel goteo parecía contar de una forma macabra los segundos de vida que debían quedarle. Cerró los ojos, deseó no estar en aquel lugar con todas sus fuerzas. Un temblor bajo sus pies la devolvió a la atroz realidad. Abrió los ojos y apuntó hacia donde pareció oír el ruido. Apuntar a un rincón de oscuridad no era desde luego inteligente, pero al menos era algo.

Sin dejar de apuntar se acercó hasta la brecha, donde al menos disponía de algo más de luz. Fuese lo que fuese lo que la acompañaba en aquella habitación, si no sabría cómo salir de allí, estaba muerto. A tomar por el culo el puto protocolo de la SCAR.

- No dudaré en disparar hijo de puta. Así que habla. Me da igual quien cojones seas. Habla.

Algo similar a una carcajada con un filtro metálico sonó en la habitación. La sensación que aquel ruido provocó a Erin era algo inexplicable, como si la certeza de la muerte hubiera anidado en su corazón. Empezó a sentir una gran tensión, como si la ropa la asfixiara, como si su pistola pesara demasiado. La habitación estaba en una penumbra que parecía cada vez más densa y, de nuevo, algo se movió en la habitación.

Sus reflejos se activaron inconscientemente, disparando en la dirección del ruido. El disco de metal se clavó en el suelo y, poco a poco, perdió su incandescencia. De nuevo aquel sonido...

¿Hay alguien ahí?- la voz de la mujer sonó al otro lado del amasijo de hierros. A continuación alguien golpeó varias veces sobre una placa de metal que había en el pasillo exterior. -¿Podrías estar quieto? He oído algo...- la mujer pareció acercarse más a los escombros y, de nuevo algo se movió frente a Erin.

Atónita, contempló cómo los restos del mobiliario se apartaban bruscamente, como si una mano invisible los apartara con violencia. Podía sentir unas pisadas acercarse hacia ella lentamente, en aquella misma habitación. Un peculiar olor inundó su alrededor.

-Ese olor...- las pisadas de la mujer se alejaron a gran velocidad mientras el hombre susurraba una última palabra antes de imitar a su compañera. -Mathose

El sonido del disparo ensordeció durante un instante a Erin, y sin embrago, los latidos de su corazón parecían resonar con tanta fuerza que cualquiera cerca de ella podría oírlos. Su respiración se aceleraba, ya no había posibilidad de inyectarse nada, todo su equipo había quedado arriba…, su refuerzo, sus sensores, todo.

La voz de la mujer sonó al otro lado. Hubiera jurado que era la misma voz de la mujer rubia que arriba les avisó, pero dadas las circunstancias, ya no estaba segura ni tan siquiera de si aquello era un puto sueño del que jamás podría despertar.

-Aquí!! Estoy aquí!! - Refirió sin dejar de apuntar a donde anteriormente había disparado. - Soy Erin Bl... - El sonido de los escombros no dejó terminar la frase. Se encogió sobre sí misma procurando no dejar de apuntar. El sonido de las huellas, el olor, todo era una maldita pesadilla. Respiraba muy rápido, el miedo y la impotencia se hacían hueco en ella y todas esas sensaciones solo llevaban a un único camino para Erin, el camino que no quería tomar.

Escuchó a las únicas personas que había encontrado con vida huir a gran velocidad, ella hubiera vendido a toda la SCAR por esa misma opción. Eran dos, maldita sea eran dos. No sabía de qué hablaba el hombre antes de correr, pero desde luego no le sonaba de nada ¿Mathose? ¿Qué cojones era eso?. El olor era cada vez más fuerte. Arrugó el gesto de su cara a modo de asco y mientras con una mano continuaba apuntando con el revés de la otra se tapó la boca y la nariz.

Descargó parte de su cargador en una ráfaga de tiros en dirección a la oscuridad. No sabía hacía donde correr, no sabía ni tan siquiera a qué disparaba. Necesitaba a Ian a su lado, ella sola jamás saldría viva de un lugar como aquel.

Cuanto más se acercaba aquella criatura invisible, más nítido era un distante zumbido cuyo origen no podía determinar. El olor era similar al dulce olor de la muerte, como si un cadáver de varias semanas caminara hacia ella. Erin reaccionó con desesperación y vació su cargador contra el aire.
Tras la descarga todo quedó en silencio. La oscuridad parecía haber engullido las balas ya que, incomprensiblemente, no había ni rastro de los impactos por la habitación. Segundos después, un gran peso muerto cayó sobre el suelo frente a ella haciéndola trastabillar. El profundo olor a muerte se intensificó invadiendo la estancia y haciendo que Erin apenas pudiera contener lo poco que había comido aquel día.

Y de nuevo el silencio.

Permaneció varios segundos así, sin comprender qué había ocurrido, escuchando sonidos distantes y temblando ante ellos como si de una niña pequeña se tratara. Entonces... lo sintió. Una picadura especialmente dolorosa en su nuca. Se llevó la mano hacia allí, aquejada por el dolor y, cuando abrió el puño vio algo que no esperaba ver.


Conocía aquella criatura, en el Museo de Ciencias Naturales tenían algunos especímenes transgénicos... abejas. De repente, como si el veneno de aquella criatura fuera algún tipo de elixir esclarecedor, Erin observó su alrededor. No había ni un solo mueble que no estuviera cubierto por completo de aquellos insectos. Caminó aterrada en círculos, pisando cadáveres crujientes de aquellas criaturas y tropezó con algo mucho más grande que ellas... Frente a ella, donde estaría aquella criatura abatida, había un poderoso enjambre cubriendo por completo su cuerpo. La masa informe de abejas zumbaba alrededor de su enemigo como advirtiéndola de que algo mucho peor estaba por venir.

El tiempo se agotaba y un pesado sopor iba haciendo mella en su cuerpo.

Rugidos en la distancia... pesados pies que caminaban hacia ella desde algún lugar de la Colmena... no tenía mucho tiempo que perder.

Su arma se quedó sin munición. Ráfaga tras ráfaga hacia lo que aun no sabía ni entendia que era. Escuchó el clic característico del arma, que tras ser disparada, no posee munición alguna. Varios de estos clics se escucharon antes de que lanzase el arma a un lado con desesperación. No poseía ninguno d esos artilugios de la SCAR, todos los dejó para poder hacer el salto. Esperaba al menos, que Ian los aprovechase o se los diese a aquella inútil en potencia.

Tras aquella impresión de notar como algo caía al suelo, Erin se llevó las manos a la boca. El nauseabundo olor llegaba hasta lo más profundo de su cuerpo, un olor que jamás había percibido y desde luego, que jamás olvidaría.

El aplastante silencio hizo que Erin diese pasos hacia atrás, lentos, como quien cree que por no hacer ruido, nadie le va a ver. Entonces aquel pinchazo, se sacudió el cuello rápidamente. ¿Qué cojones era eso? Se fijó en la palma de la mano y abrió los ojos tanto como pudo. Primero la penumbra le hizo dudar, después, la certeza de reconocer lo que en su mano yacía.

Aquellos bichos... aquellos insectos que solo aparecían en libros. Isoka no poseía ese espécimen, era imposible. ¿De dónde habían salido? Miró a su alrededor, y el asco en el sentido más puro de la palabra, recorrió cada una de sus células nerviosas. El bello de punta, las pupilas dilatadas, y el cuero petrificado. Si, petrificado. Incapaz de tan siquiera moverse, el pánico se apoderó de ella solo de pensar que podrían cubrirla del mismo modo que cubrían aquellos muebles.

Fue consciente de que no solo los muebles eran cubiertos por esas asquerosas criaturas, sino también aquello a lo que parecía haber abatido. Quería luz, quería salir de allí, quería despertar de esa pesadilla, y quería no volver a ver un bicho de esos en su puta vida.

Miró hacía la brecha. Se acercó hasta allí, por un lado buscar aire fresco, que no estuviese tan viciado como lo estaba en esa sala. Algo de luz se agradecía. Miró a los lados, por algún sitio podría saltar, se acercó hacia una de las paredes quizá con suerte, podría agarrarse a algo para saltar a la habitación contigua. Asomó la cabeza hacia abajo, la distancia era enorme, pero desde luego allí no se podía quedar.

El vacío parecía reclamarla como su trofeo más preciado. Erin intentó desplazarse alrededor de la brecha, aferrándose a los salientes que la profunda herida había dejado en la estructura. Desde allí podía sentir cómo la Colmena se tambaleaba sobre las frías aguas del Lago Infecto. La luz de Amanda se derramaba sobre las aguas, reflejándose después hacia ella, como si alguien deseara que fuera capaz de ver todo lo que estaba ocurriéndole.


Con dificultades fue avanzando por la accidentada pared y, a medio camino, escuchó un nuevo estallido. No obstante, no se trataba de una explosión, más bien de un derrumbamiento, una colisión a gran velocidad. El enjambre de aquellas criaturas comenzó a moverse a gran velocidad, zumbando tan rápida e intensamente que Erin apenas podía escuchar su propia respiración. Podía sentir que algo examinaba la habitación en la que se encontraba hacía unos segundos.


Cerró los ojos y pudo sentir las lágrimas manando de los mismos. Aquello era superior a todos los entrenamientos... aquello era algo a lo que no podía hacer frente. Continuó avanzando, al parecer sin ser detectada, en parte por el estruendoso ruido que las abejas provocaban, y en parte porque no había sentido el menor movimiento durante varios segundos.


Su pie pisó entonces un hierro suelto y la pared pareció ceder bajo su peso. A toda velocidad comenzó a moverse, desprendiendo en el camino amasijos de hierro que sobresalían de la estructura. Se dio un fuerte golpe en una de las rodillas mientras uno de aquellos hierros caía al vacío. El recién llegado pareció escuchar el estruendo...


Erin se movió todo lo rápido que podía intentando huir de aquella cosa y, de paso, no caer al vacío. La próxima cornisa estaba cerca... sólo un poco más.
Su mano se dirigió directamente hacia el punzante saliente y el hierro atravesó de lado a lado la palma de su mano. El dolor y el terror que sintió en ese momento no hizo más que acrecentarse cuando, con total facilidad, la pared de la habitación a la que deseaba llegar cedió ante la fuerza del cazador. Las fuerzas la abandonaron y, sin poder remediarlo, Erin cayó al vacío...

... pero...

... alguien la agarró...


El tacto de aquella garra estremeció a Erin. Su cuerpo pendía de aquel brazo como la espada de Damocles. La diferencia era que ésta vez, era la espada quien parecía la víctima. Aquel brazo la alzó con total facilidad y Erin se encaró, frente a frente, con el mayor horror de todos... El enjambre de abejas cubría su cuerpo impidiendo ver qué forma tenía hasta que, poco a poco, los insectos fueron apartándose de su trayectoria visual...






-Buenos días, bella durmiente...- el hombre sonrió.