Escena A: Aula 4-14

El aula cuatro catorce se encuentra al fondo de un pasillo en la parte más alta del edificio. Es un aula con una única ventana con rejas desde el cual se ve el inmenso parque del Pradolongo, con su estanque, su iglesia, sus canchas, su templete chino, sus arbolitos y su jardín botánico. Todo lleno de vida en contraste con una sala con diez pupitres con forma de trapecio, una rejilla con dos fluorescente y una pizarra blanca donde hace mucho tiempo alguien escribió con un permanente rojo: ANDREA MARTEL ES UNA PUTA, y en azul un poco más abajo: LOS HONESTOS SON INADAPTADOS, NUNCA FALTA ALGUIEN QUE SOBRA y en negro: COLABORE CON LA JUSTICIA, PÉGUESE SOLO.

Frente a la pizarra sentada sobre un pupitre con las piernas cruzada hay una chica vestida con el mono fluorescente, es morena, con la cara un poco rara con la boca y la nariz un poco extraña, con el pelo azabache recogido en una coleta, excepto un flequillo recto que cae sobre sus cejas. El que entra el primero en la clase ve como ella oculta algo detrás de su culo y le mira fijamente, tras detectar el mono fluorescente saca la mano de detrás de su espalda con una cigarrillo liado, un fuerte olor a marihuana llena todo el cuarto:

- ¿Fumas?

Se sentía un gilipollas con aquel mono fluorescente. La ligera resaca que perduraba desde el sábado hacía que todo a su alrededor adquiriese un aspecto levemente borroso e irreal, lo que ayudaba a que no se sintiera demasiado irritado por tener que estar allí y por tener que vestir aquel estúpido traje, como si lo viese todo desde una prudencial distancia.

¿Cuánto tiempo iban a ser? ¿Dos meses vestido como un anormal? Menuda mierda. Pero cuanto antes empezase, antes se olvidaría de todo este asunto. Abrió la puerta del aula, esperando encontrarse ya a un grupo de gente, pensando ya en saludar levemente y sentarse en el primer lugar que encontrase libre. En cambio se topó de frente con una chica morena, vestida con un mono similar al suyo y que parecía esconder algo.

Iba a preguntarle si aquella era el aula indicada, por decir algo, más que nada. O también podía sentarse en un rincón a esperar a que llegase quien tuviera que hacerlo, como había pensado. Los primeros planes suelen ser casi siempre los más acertados. Pero la chica descubrió su mano y le ofreció un porro.

Solo tuvo que dar dos pasos en su dirección y estirar la mano para coger el cigarrillo que despedía un aromático humo blanco de entre los dedos de la joven. Con dos profundas caladas Ibai hizo que las brasas se volvieran incandescentes, las observó un instante mientras notaba sus pulmones llenarse de humo, y ofreció el canuto a su generosa propietaria, con un leve gesto de asentimiento, que bien podía pasar por un simple movimiento involuntario. Se sentó sobre el pupitre junto al de la joven, balanceando despacio las piernas, con la mirada clavada en la punta de sus zapatillas.

- Me llamo Ibai.

- ¡Hola Ibai! ¡Soy Leo!

Si Ibai levantaba su vista desde la punta de las zapatillas podía descubrir que frente a él se encontraba un chaval mirándole tras unas enormes gafas de pasta negras y con una desconcertante sonrisa que ocultaba la incomodidad que le producía realmente encontrarse allí… No era consciente de que estaba cortando la incipiente relación entre Ibai y la chica del pupitre de al lado para realizar una presentación que nadie le había pedido. Había llegado demasiado pronto aquella mañana y ya había tenido tiempo de darse un par de vueltas por el centro y encasquetarse el ridículo mono amarillo del servicio comunitario. No se subió la cremallera hasta arriba del todo, dejando a todos los interesados ver el dibujo de su camiseta, que mostraba una pantalla del juego “Space Invaders” en todo su esplendor. En la mano llevaba su smartphone, donde unos segundos antes había “tuiteado” su llegada al centro social, para que todas sus ficticias amistades fuesen conscientes de dónde se había metido: “Mi primer day en el social center. Este sitio es tan retro que hasta tiene papel pintado en las paredes”. El halo de “chico malo” que podría darle en las redes sociales aquel mensaje mitigaba en parte el nerviosismo que sentía en aquellos instantes.

- ¿Nos darán una clase de educación para la ciudadanía? – empezó a hablar sin saber muy bien lo que decía mientras se sentaba en un pupitre - ¡Ey! ¡Con estos monos me siento como si viajase a los 80! – Miro a la pizarra y siguió su cháchara - ¡Ja, no me gustaría ser esa Andrea Martel! ¿O a lo mejor sí? Seguro que nunca se aburre…- siguió riéndose de su estúpido comentario.

Si Ibai se encontraba fuera de lugar en aquel centro, el chico que había debido entrar tras él tampoco tenía la pinta de lo que había pensado que se encontraría por allí. Probablemente estaba nervioso. O tal vez fuera idiota, simplemente. Cualquiera de las dos opciones aclararía el problema de la incontinencia verbal. Así que despacio levantó la vista desde la punta de sus zapatillas, pero se volvió antes hacia la joven morena, dudando un segundo antes de levantar girarse hacia aquel friki.

- Qué tal tío? -se levantó del pupitre con un pequeño salto, acercándose a la pizarra.-A ver si lo adivino: eres nuevo por aquí ¿eh? ¿Todos lo somos, no? -se volvió ahora, de nuevo, a la chica. Dudó un segundo, luchando contra las ganas de salir por la puerta, pero sabía que de esto no se iba a librar tan fácilmente. Volvió al mismo pupitre que había ocupado poco antes y se sentó nuevamente, apoyando el pie en la silla.

- Igual tenemos suerte y esa Andrea se pasa por aquí para contarnos qué cojones tenemos que hacer. - Esperar sin saber exactamente a qué no era la especialidad de Ibai. Cerró los ojos, pensando que otra calada de aquel canuto no le vendría mal.

La chica se encontraba con el porro en la boca echando una ojeada al chico cuando este se presentó, iba a soltar el aire cuando oyó como otro tipo se presentaba. No le había visto entrar y eso le causo que tragara el humo de golpe, le dieron ganas de toser, pero las reprimió. Notaba un cosquilleo inaguantable en la garganta.

Les escuchó hablar hasta que se le calmó la garganta, entonces tras toser un poco les respondió con un marcado acento gallego.

- Esto es un asco. Mi prima, que es asistente social, me ha contado. Nos van a hacer pringar en todos los trabajos que el ayuntamiento ha decidido no pagar, limpieza del parque, asistencia de viejos y minusválidos, restauración de edificios públicos. Cosas que puede hacer cualquiera y por la que prefieren no pagar. Vamos lo mismo que lo que han hecho con los parados, pero con nosotros, eso si, nosotros no cobramos ni el paro. Solo llevan seis meses con esta movida y los muy cabrones se han ahorrado miles de euros. – dio una breve calada y echó el humo – ¿Quieres... Leo? – miró a Ibai con la mano extendida donde apenas quedaba un par de tiros de maría – Por cierto, yo soy Aixa.

Sin perder la sonrisa bobalicona que había esbozado desde el primer momento, Leo tomó el porro e hizo aprecio del mismo ante sus nuevos compañeros. En realidad no le gustaba y el humo que llenaba la sala le estaba dando picores de garganta desde hace rato, pero su falta de personalidad le empujó a aceptar gustosamente la invitación de Aixa.

- Yo que pensaba que esto iban a ser unas vacaciones… - dijo con sorna ante el comentario de su compañera – Ya sabéis… Estas cosas siempre se supone que tienen algo de “ejemplar” y de humillación pública… Por eso nos han dado estos “uniformes” tan chillones. Para que las señoras del barrio nos señalen con el dedo y digan “¡ay, esta juventú!”

Tosió y alguna lágrima se le escapó de los ojos. No perdió la compostura y continuó su vacío discurso. Miró a su alrededor, el resto de pupitres seguían vacíos.

- Pero, oye… ¿hemos llegado los primeros o es que no han pillado a ningún otro pringado para esta movida? – miró a Ibai y Aixa y se encogió de hombros mientras reía como un idiota – Perdonad, quería decir… jajaja… que… no digo que seamos unos pringados pero que… bueno…jajaja… nos tocará pringar de todas maneras…

Esas últimas frases no las iba a “tuitear”, pensó.

Aquello iba a ser cualquier cosa menos unas vacaciones. Después de mucho tiempo sin hacerlo, se había descubierto a sí mismo, la pasada noche, anhelando volver a Iruña y a juntarse, otra vez, con todos sus colegas, con los que a duras penas mantenía la relación gracias a su forzado destierro madrileño. Aunque no parecía ser el único allí que no provenía de la capital. Miró a Alixa con curiosidad mientras hablaba y respondió a su saludo con un gesto de su mano. Pero Leo volvió a reclamar la atención general rápidamente, gracias a sus toses y aspavientos.

Ibai se fijó en las pintas del pequeño grupo que formaban. Era tan llamativo como ridículo vestir aquellos trajes para hacer trabajos de asistencia a ancianos (ni siquiera quería pensar qué se escondería realmente tras un nombre así, pero no debía ser nada que conllevara necesariamente el uso de buzos reflectantes, apostaría por ello).

- Me parece que algún cabrón ya ha decidido quienes van a ser aquí los pringados este verano -sonrió por primera vez, sin alegría- pero siempre hay formas de pasarlo bien, no? - dijo señalando el canuto ya casi terminado en manos de un lloroso Leo, y ahora rió abiertamente.

- A mí me la suda que no me paguen. ¿Porqué iban a pagarme nada, si no pienso hacer una puta mierda? Dos meses no es tanto tiempo, o qué? -¿se habría notado que no estaba nada convencido de sus propias palabras? Joder, mejor haría quedándose calladito, ¿porqué había tenido que dejar su cartera con todo el tema en el vestuario?

Aixa sonríe ante la imitación de la abuela por parte de Leo y finalmente rie al ver como el chico tosía como un fumador inexperto. Mientras ambos seguían hablando ella se acercó a la ventana negando con la cabeza y agitándola de adelante hacia atrás para usarla de modo de abanico. No era demasiado útil, pero algo ayudaba. A continuación cuando Ibai señala el porro ella asiente.

- Si os apetece pillar en el barrio tengo un colega que tiene de lo mejor. Tiene una plantación en Pinto, de la mejor calidad, la he visto con mis propios ojos. Ya veréis el colocón que vamos a tener todos cuando llegue la tipa que nos va a vigilar.


Cuando dice lo de no trabajar. Ella se queda pensativa.

- Sep. Supongo que habrá forma de escaquearse. – ella les mira – ¿Y vosotros que habéis hecho para estar aquí? La verdad es que esperaba encontrarme gente chunga, pero parecéis majos.

Cuando Aixa preguntó el motivo de encontrarse allí vistiendo el amarillo, Leo, algo mareado por la calada, visualizó en su mente una estatua dedicada a Quevedo cuya base se encontraba en gran parte cubierta de orina.

- Ah, bueno… Tuve unos… problemillas con un agente. Hice algo… bastante “simbólico” y él no lo entendió bien – estaba tratando de hacerse el interesante omitiendo el verdadero motivo de su enfrentamiento - Tuvimos una discusión que no recuerdo demasiado… pero de todas formas fue una noche inolvidable para mis amigos y para mí… Bueno, no inolvidable en el sentido de recordarlo todo, pero… ya sabéis… Que la guardo para mi biografía… Aunque me ha salido un poco cara… Ah, y gracias por lo de majo… - volvió a sonreír como un pardillo.

A pesar de la desidia que envolvía a Ibai y de los coqueteos de Aixa con sustancias ilegales, Leo también se alegraba de no haberse topado de buenas a primeras con gente de tan mala catadura como la que había esperado encontrar en aquel agujero… Probablemente en esas circunstancias la orina hubiese salido de forma involuntaria y habría teñido la entrepierna de su mono con otro tono de amarillo más apagado.

- ¿Y qué hay de vosotros? – preguntó con curiosidad.

Ibai se sorprendió al escuchar que Leo parecía estar allí a causa de problemas con un poli. Viéndole le pegaba más que lo hubieran multado por mearse en la calle, pero nunca se sabe...

- A mí me la lió la pasma también. Nada grave, si no no estaría aquí preparado para limpiar cagadas de paloma de los bancos del parque -pensó en varios amigos que sí habían tenido problemas, problemas de verdad con la bofia y a los que tardaría tiempo, años, en volver a ver. Pero no dijo nada al respecto; se limitó a señalar los bonitos monos amarillos que tanto juego daban en la conversación, como si en lugar de señalarlos como culpables de delitos menores los identificara como las víctimas de un castigo desproporcionado.

- Hostia, aquí no va a venir nadie o qué? -levantó los brazos, exasperado. Si aquella maría era de la mejor, podía empezar a dejarse notar cuando quisiera- ¿y tú qué?- dijo con un tono algo hostil a Alixa, que ahora se las daba de ser el chochito de algún camello de tres al cuarto.

- Soy victima de las marujas. Tuve una movida con mi novio y mi vecina me denunció por hacer ruido a las tres de la mañana. Además cuando llegó la policía me pillaron con algo de maría encima. – hizo una mueca de asco y bajo su cremallera metiendo la mano dentro para sacar una bolsa con hierba – Cuando lleguen, llegaran y si es por mi que el monitor no llegue nunca. No se porque estás tan ansioso. – añadió tras guardar en el interior la bolsa y empezar a atusar lo que tenia en la mano.

Leo decidió levantarse por ninguna razón en particular y al hacerlo sintió un pequeño mareo que le desequilibró al principio. Eran los efectos de tratar de integrarse, siempre acompañados de la degustación de algún tipo de matarratas alcohólico o de canutos de todos los sabores. Desconocía qué era lo que estaba causando el ansia de Ibai por que comenzase aquella reunión o lo que quiera que fuese que iban a hacer allí. No entendía el porqué de ese tono de voz irritado, Leo pensaba que estaba siendo más guay que nunca y no se reconocía como uno de los factores causantes de que el otro tío anhelase que llegase más compañía.

Justo en ese momento vio como Aixa hacía gala de una bolsa llena de aquella hierba que había colaborado en su condena a servicios sociales.

- ¡Jo, tía, pero si llevas una plantación ahí debajo! ¿Qué vas a hacer aquí con tanta hierba? ¿Se la vas a vender a los abueletes del tai-chi diciéndoles que es terapéutica? – se rió una vez más considerando las consecuencias – Imaginaos después, jajajaja… “El amanecer de los yayos fumetas”… - comenzó a imitar el paso de los zombies de las películas de serie B - Entonces este agujero molaría un poco más, ¿qué no?

La historia de las marujas y sobre todo la aparición de la bolsa de maría parecieron calmar un poco los desquiciados nervios de Ibai. No quería estar allí, pero como no había forma de evitarlo, quería pasar el trago lo más rápidamente posible. De ahí su impaciencia y su actitud poco colaboradora. Pero ahora sonrió, algo forzado, al ver a Leo en una de sus payasadas que Ibai sospechó que podían ser habituales.

- Leo, son abuelos que hacen tai-chi. No creo que estén esperando a que vayamos nosotros a enseñarles lo que es un porro. Pero seguro que más de uno está dispuesto a hacer un trueque. A esas edades la mayoría son alijos andantes, ¡y todo legal! -una risa breve escapó de su boca, suavemente. Luego miró a la joven, que parecía concentrada en su tarea.

- Oye, lo siento, no quería ser tan brusco. No es que tenga ganas de empezar con esto...lo que quiero es terminar cuanto antes, nada más -una mueca de hastío le cruzó el rostro, antes de parecer alegre de nuevo. - Eso tiene pinta de ser contagioso -bromeó señalando los movimientos zombies de Leo.

Juaniyo pasó de largo por la puerta del aula, pero cuando vio por el rabillo del ojo varios monos como el suyo volvió a asomar la cabecilla y echó una ojeadilla. Si, tenía que ser esta, porque las demás estaban cerradas o vacías. Se internó en la clase sin decir nada, mirando por encima a los tres que ya había allí, fijandose sobre todo en el chavalillo con las gafotas esas.

- ¡Illo qué dise er Flipy der Hormiguero! - Dijo, levantando la mano en dirección al trío. Sonriendo, volvió a meter las manos en los bolsillos y se fue hasta la mesa "del profe", o la que era más grande y daba al resto del aula. Detrás, había una enorme pizarra de color verde oscuro, parecía no haber sido usada demasiado.

Sus instintos más profundos de su época en el instituto estallaron, y se colocó frente a esta con una tiza en la mano.

- ¿Ustede' también estái' aquí pa' lo de los trabao' sosiale' de'eso, no? - Decía, con su acento andaluz, de espaldas a ellos y sin mirarles. Ensimismado en el arduo trabajo que estaba haciendo. - Yo me parese que he conosío ar monitó, pero vaya. E' un personahe... er que manda e' su perro, er Peke.

Para cuando terminó de hablar, su obra ya estaba casi concluída.

Spoiler:

Aixa se sonrió ante la imitación de Leo e hizo un gesto con la mano quitándole importancia a lo de Ibai. Pero su cara cambió cuando vio entrar al chico nuevo y este habló. Miró a sus dos compañeros con cara de desconcierto. No parecía haberse enterado de lo que había dicho.

Entonces empezó a pintarrajear mientras ella miraba a Ibai que era el que más cerca de ella estaba.

- ¿Qué dice? – pregunta en voz muy baja a su oído

Cuando termina el dibujo ella lo ve y para evitar mostrarle su desconcierto agacha la cabeza para continuar trabajando en su hierba.

La satisfacción por la aceptación que sus tonterías subculturales habían tenido entre sus nuevos compañeros se había convertido en estupefacción ante la entrada en acción de aquel tipo de verbo ininteligible por su acento tan cerrado. Desentrañando sus frases como jeroglíficos, entendió que parecía querer disputarle el rol de graciosillo del grupo que tanto se estaba esforzando en conseguir. En su favor estaba que Ibai y Aixa tampoco parecían entender una mierda de lo que estaba diciendo el recién llegado.

-Perdona… ¿Qué me has llamado?

El infantil y excesivamente fálico dibujo de Juaniyo parecía decir mucho de su modo de pensar y sorprendentemente era más entendible que su modo de hablar. Leo no pudo reprimir su sonrisa ante una ilustración tan simple, que distaba mucho de las proezas que él mismo podía realizar con su tableta gráfica y un buen programa de edición. Confiado ante la despreocupada apariencia de su nuevo compañero se dirigió a él con los brazos cruzados y mirándole por encima de las inmensas gafas.

- Sería interesante que nos volvieses a explicar todo eso en nuestro idioma… Aunque no te preocupes, tengo un traductor en el móvil – miró el dibujo con condescendencia – Deja que adivine, ¿no te habrán condenado por falsificar pinturas rupestres? Vaya, ¿y ese pokémon con la tranca tamaño XL? No lo conocía…

Más tranquilo ante la tácita aceptación de sus disculpas, Ibai se tomó la llegada del nuevo compañero con optimismo, ya que todo avance parecía una mejora en aquel momento, aunque por otro lado, iban a tocar a menos porro para cada uno...

- Ehm...no lo tengo muy claro, algo ha dicho del monitor, pero creo que no es él, sino no llevaría el mono - susurró a su vez a la chica - Una pena no? Podría haber sido divertido.

En cambio el amigo Leo parecía no encontrarle la gracia a la nueva presencia por ningún lado, y como un niño que quisiera asegurarse el continuar siendo el centro de atención ante la llegada de adultos desconocidos, se hinchó como un pavo y tomó una actitud claramente desafiante. Solo que en este caso el adulto desconocido era el personaje que a modo de saludo había pintado aquellos monigotes con pene en la pizarra. Y luego la fama se la llevaba la buena de Andrea Martell...

Si el nuevo quería bronca, Leo se lo había puesto fácil, pero Ibai no pensaba mover un dedo por el gafotas listillo, de momento. Se arrellanó en el pupitre, esperando la respuesta del chico andaluz, con una media sonrisa en la cara. Ya solo faltaba el canuto, para que la mañana mejorase por momentos.

Aquí es...- me paré directamente delante de la puerta donde mi futuro polvo se había metido. Para endulzar más el momento, me bajé la cremallera del mono dejando ver mi par de globos negros. Si aquel ninio era la mitad de macho de lo que parecía, caería a mis pies sólo con medio ver mi par de tetazas.

-¿Qué pasa niniooo?- abrí la puerta esperándome encontrar a mi machote con el mono ya bajado, listo para darle candela a este culito. Pero no. Mi cantaor estaba junto a la pizarra, dibujando algo muy extraño. Junto a él y en postura de gallito malformado había un cuatro-ojos. ¿Qué? Me la pica que haya mucha gente con gafas en el mundo, si es un cuatro-ojos, es un cuatro-ojos.
También había una zorrita con aspecto de yonkarra masajeando una bolsita de yerba, pero bah... otra con granos hinchados en vez de tetas. Y junto a ella... ¡Ay oma, qué rico! Fue la primera vez que vi a Ibai. En ese momento no sabía dónde mirar. En el fondo de mi garganta empezó a aparecer un sabor dulzón y, si no llevara bragas, mis labios habrían empezado a dar palmadas como aletas de foca. ¿Pero qué comen estos chiquillos?

Todo esto lo pensé yo durante demasiado tiempo. La gente se me quedó mirando demasiado y yo, que estaba babeando por todos lados, preferí subirme la cremallera con cara de despiste.

-Hola, chavales.- me fui para la mesa grande y sonreí a mi cantaor, que aunque me molara que el malote me partiera en dos, mi Juaniyo era mi Juaniyo. - Yo soy la Lady, de aquí del barrio.- miré al cuatro-ojos con las cejas levantadas. -¿Qué tal?

Finalmente, le puso la R a "Monitor". Observó el dibujo con una amplia sonrisa, satisfecho, mientras empezaba a olisquear ligeramente.

- No ve' que peste a porrooooo, ¿no? - Dijo, riéndose y con su tono de voz. Cuando el chaval de las gafas se le puso al lado le dirigió una miradilla de un segundo, sin mucho aprecio, mientras se sacudía las manos. - Po' eso, er Flipy der Homiguero. Ese que e' así feillo y con las gafona' esa' rara', que hase lo' ehperimento'. E' una peshá reí. - Se le quedó mirando fijamente esta vez. No era muy alto, la verdad, pero nunca había necesitado su altura para achantar a cualquier tonto, ni en su casa ni aquí. - Te lo disho en españó, má' concretamente en andalú, y si no te'ntera po' te compra un mono y lo peina. O te mete' er móvi' ese por er culo, ya como tú vea'. Pero a mí no me vasile'.

Alzó ligeramente la barbilla, mirándolo por unos momentos. Ahora sí sonrió, pasando por su lado sin darle más importancia al tontillo aquel y mirando a la que tenía la hierba en las manos y el chaval de su lado.

- Qué va ío, yo no soy er monitó... ¿Po' no ve' que llevamo' er mismo uniforme este? E' un gordo que me lo'ncontrao' en lo' vestuario' con er perro, er colega estaba frito en un cagadero, fíte. - Señaló al gordo de la pizarra, como si fuera evidente que se trataba de él. - Ara lo veréi', e' iguá'.

Ahora por la puerta entró la chavala esa que había visto antes, que en realidad era feilla. No sabía si era gitanilla o no pero era el tipo de ganado que había en el barrio de su ciudad natal y, por lo visto, en muchos otros de Madrid. A él le daba igual, si él siempre iba a su bola.

El quillo tiene dos dedos de frente y la cosa no pasa a mayores con Leo. Mejor así. Pero el gráfico dibujo de la pizarra no deja de ser inquietante. Si el monitor al que parece referirse el chico con su cerrado acento se parece lo más mínimo a su representación gráfica las cosas solo pueden empeorar rápidamente.

Como si los acontecimientos quisieran dar la razón a Ibai, la puerta se abre y deja paso a una chica morena con el consabido mono amarillo...abierto casi hasta la cintura dejando a la vista un par de grandes tetas apretadas dentro del sujetador y una cara que lleva escrito "problemas" en la frente. Por suerte no tardó mucho en subirse la cremallera como el resto, pero el daño ya estaba hecho. Mejor centrarse en el andaluz, ya que parece que le está contestando a él.

- Si claro, el Flipy. Unas risas, el tío -para un niño de ocho años, claro. - A ver si el gordo se queda sobando un rato y no viene a tocar los cojones en un rato, que aquí ya estamos suficientes para organizarnos por nuestra cuenta y pasar la mañana tranquilos. - Más que suficientes, por desgracia. Joder, que largo va a ser el verano.

Una vez más le traicionaba su actitud sabiondil, que en realidad era más aparente que real, y se dio cuenta demasiado tarde de que el chaval podría haberle partido las gafas sin mucho esfuerzo. Pero sólo se había limitado a contestarle. Leo abrió la boca, pero se quedó en blanco porque realmente no sabía muy bien que le había contestado el andaluz… Tan sólo había pillado algo de un mono peinado y un móvil susceptible de ser encajado en su propio culo. Sonaba lo suficientemente amenazante como para que se esforzarse en una buena disculpa.

- Ah… Lo siento, tío. Era broma, ¿vale? Era broma… Pensaba que no te lo tomarías mal, ya sabes, los andaluces siempre os reís mucho, y contáis chistes… y… esas cosas…

Juaniyo, cuyo nombre aún no conocían los integrantes de la patrulla del mono amarillo, explicó a Ibai que él no era el monitor, sino que era aquel gordo dibujado en la pizarra.

- Tu dibujo es… - Leo, que quería terminar de congraciarse con el andaluz, se quedó mirando la pizarra en busca de un adjetivo que no encontraba - … muy gracioso. ¿Así que ese es el monitor? ¿Suele llevar la picha fuera normalmente?

En mitad de aquella sarta de bobadas se presentó la siguiente “invitada”, una voluptuosa choni cuya aura barriobajera parecía llenar buena parte del aula, aunque las dos “amigas” que traía debajo de la cremallera también colaboraban bastante. El hecho de que se dirigiese a él le pilló por sorpresa, dejando a Leo totalmente desarmado de su insustancial verborrea.

- ¿Lady? Ah… esto… Yo soy Leo. Bien, bien… todo bien… Bueno, claro, salvo por toda esta historia de la condena – se señaló el mono y sonrió – Sí, la hemos cagado bien, ya ves…

Por alguna extraña razón, mis dos hombretones decidieron dejar para más tarde cualquier charla conmigo. Era normal, aparecer allí con los globos al aire les habría dado una mezcla de miedo y excitación. Sonreí. Estaba segura de que si miraba a alguna que otra entrepierna me encontraría un buen mástil... pero mis experiencias con Bob hicieron que me lo pensara un par de veces. Al parecer el gafa-pasta se puso nervioso cuando le hablé. Bien pensado no era tan feo el chico.
Me fui para él, apoyando el culito sobre la mesa y agarré su cremallera sonriendo sensual.

-Bueno, a lo mejor no hemos tenío tan mala suerte.- ya lo tenía en el bote. Entonces, me sentí observaba por aquellos dos Mario Casas en potencia, solté la cremallera del rubio y me subí cruzando las piernas a la mesa grande. -¿No ha venido todavía la Lola? Bueno chavalines, no os preocupéis porque en este centro son unos tiraos de la vida, tardan siempre mazo en hacer cualquier cosa. ¿Cómo os llamáis vosotros, ninios?- miré para Ibai y Juaniyo, necesitaba saber sus nombres o me daría algo.

Aixa se mantiene en tensión ante el encontronazo entre ambos. Por suerte Leo es tan gafapastas como parecía y no le respondió. Aunque ella no parecía haber entendido ni jota de lo que había dicho el andaluz su tono había sido intimidatorio. .

Entonces entró una nueva invitada en la clase. La observó con la ceja alzada mientras veía sus enormes pechos intentando escapar del mono, pero cuando ella le dirigió la mirada ella decidió estar más interesada en sacarse un cigarrillo para hacerse el porro.

De todos pareció que el único que estaba dispuesto a presentarse era leo, así que ella alzó la mano después de haber vertido el interior del cigarrillo sobre la maria y saludo con el mechero entre los dedos.

- Yo soy Aixa.

Luego inclinó su cabeza de nuevo centrándose en mezcla con una mano mientras con la otra buscaba un papelillo en su bolsillo.

Entonces por la puerta entró Rob con su aspecto feucho y miró a todos con una sonrisa tímida.

- Hola... – dijo dirigiéndose al pupitre más alejado de Lady.

Aquellas escaleras se le habían hecho eternas gracias a lo incómodo que era el mono y a que se preguntaba a cada dos peldaños, prácticamente, qué se encontraría allí arriba. Realmente esperaba que no todos llevaran navajas, el encuentro con Lady le había puesto un poco nerviosa; puede que ella también hubiera hecho cosas mal pero joder ¡nunca había agredido a alguien! y aunque no estaba segura tenía la impresión de que allí arriba se iba a encontrar con gente muy diferente a ella...

Ya en los últimos escalones del cuarto piso se podían escuchar algunas voces, distinguía unas tres o cuatro diferentes, estaba claro que sus compañeros ya habían llegado porque las voces eran jóvenes y las viejas del primer piso no habrían podido llegar con vida hasta allí.
En ese momento sonó el teléfono de Marcos que se detuvo para contestar a la llamada, ella le hizo un gesto con la cabeza indicándole que iba a entrar.

- Bueno... - dijo en voz baja segundos antes de cruzar el umbral de la puerta. Echó una mirada rápida al grupo, mucho más variado de lo que cabía esperar, y dijo un desganado - Hola - luego se fue hacia una de las mesas vacías del fondo. Olía a porro ¿pero en qué coño estaba pensando esa gente?, en seguida buscó con la mirada la fuente del humo y encontró a una chica terminando de liar un canuto. Había que ser gilipollas, y mucho, para fumarse un porro en una situación así; desde luego ella no iba a dar la cara por ninguno de los que allí había y no pensaba comerse ningún marrón por una desconocida.
Entonces sus ojos se encontraron con los globos de Lady Boobies - ¿Aún no ha llegado el monitor? - estaba claro que no, era una pregunta estúpida pero se sentía forzada a decir algo...

Mientras esperaba la respuesta de la navajera le echó un ojo a la pizarra, ¿pero qué?... ¿Qué era eso?. Lo único que se distinguía bien era una pollaza enorme corriéndose encima de una vaca... Ah no, ponía "Monitor" Joder... Quien hubiera dibujado eso no era muy listo, Lola esperaba que al menos lo borrara antes de que llegara su monitor; quizá no fueran la misma persona pero no le haría mucha gracia ver eso.
Arrugó las cejas mientras se preguntaba quién sería el tal "Peke", conociendo a los tíos seguro que se sentía orgulloso al verse reflejado con semejante tamaño en esa mierda de garabato.

La chica que se encontró en las escaleras entró antes que él en el aula, Marcos quiso ir antes al baño, no sintió su llamada, pero sí la de la novia, y pasaba de hablar en medio de un pasillo.

Una vez hubo acabado, se guardó el móvil en el bolsillo del "chino" que llevaba y se puso otra vez el mono encima, aquel odioso mono amarillo.

Desde el baño se podía oir a la gente que serían sus nuevos compañeros. No pensaba en ellos, simplemente no le importaba como fueran, y aún menos por qué estarían ahí, no le interesaba.

Marcos asintió a modo de saludo general cuando entró por la puerta. <<Vaya zoológico que tienen montado>>. Había de todo, desde la mujer gorila, al "hipster gafapastas", pasando por la porreta, el gitano que suponía era con el que se había cruzado en el pasillo, y... ¿Cómo calificar a la chica de la escalera? No lo sabía muy bien. Había también otro tipo más feucho, y un chico que parecía normal, cosa rara allí.

Parbulario, aquello parecía parbulitos... ¿En serio que habían dibujado al monitor en la pizarra con un pene enorme? Marcos estaba flipando, no se había fijado hasta que una vez entró, estaba demasiado ocupado viendo la fauna y flora. <<Uséase, que el tipo que estaba en el vestuario era el monitor >> al menos de algo había servido aquel dibujo ilustrativo de niño pequeño.

Aquello daba muestras de la clase de gente con la que se iba a rodear, y no le gustaba nada. Intentando que no se le notase el asco, se sentó cerca de la chica escalera, con la que, al menos, había intercambiado alguna palabra que otra.

Si Juanfro (Juan Froilán) o Franja (Francisco Javier) estuvieran allí para verle rodeado de esa chusma se partirían el culo de él, y él haría lo mismo si estuvieran en la misma situación. Aún le quedaba la dignidad de saber que no era como sus nuevos "compis".