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[Bree] La plaga (3 Octubre)
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[Bree] La plaga (3 Octubre)
La noche de viaje, pese a la lluvia, transcurrió tranquila pues pocos eran los que atrevían a cabalgar bajo la tormenta. Amaneció en el camino y al alcanzar los alrededores de Bree era ya mediodía pese a que el cielo permanecía nublado, como si el sol no se atreviera a dirigir sus rayos a la villa.
Desde lejos se oía un clamor. Eran las voces de las personas que pugnaban por salir de la ciudad amurallada. No tenían éxito, pues se había clausurado y nadie podía salir de ella por orden de Helechal. De Camrus se contaba que se había encerrado en sus aposentos a solas, con provisiones y que no saldría hasta que la epidemia se resolviera de un modo u otro. También se había dado orden a los soldados para que se deshicieran de los cadáveres en grandes piras a las afueras, por lo que esa puerta, la del sur, fuertemente defendida, era la única entrada posible. Pocos intentaban entrar, de todos modos, y eran disuadidos con palabras de enfermedad y muerte. Los guardias mantenían a raya a los ciudadanos pero la situación era desesperada.
De la puerta sur salía ahora un carro cargando los restos de las víctimas, seguido de una carreta con grandes pilas de leña. En la misma entrada, dos guardias apostados fuera vigilaban el camino, pues no se temían peligros del exterior. La mayor parte de la fuerza que ahora defendía la empalizada se encontraba dentro.
Desde lejos se oía un clamor. Eran las voces de las personas que pugnaban por salir de la ciudad amurallada. No tenían éxito, pues se había clausurado y nadie podía salir de ella por orden de Helechal. De Camrus se contaba que se había encerrado en sus aposentos a solas, con provisiones y que no saldría hasta que la epidemia se resolviera de un modo u otro. También se había dado orden a los soldados para que se deshicieran de los cadáveres en grandes piras a las afueras, por lo que esa puerta, la del sur, fuertemente defendida, era la única entrada posible. Pocos intentaban entrar, de todos modos, y eran disuadidos con palabras de enfermedad y muerte. Los guardias mantenían a raya a los ciudadanos pero la situación era desesperada.
De la puerta sur salía ahora un carro cargando los restos de las víctimas, seguido de una carreta con grandes pilas de leña. En la misma entrada, dos guardias apostados fuera vigilaban el camino, pues no se temían peligros del exterior. La mayor parte de la fuerza que ahora defendía la empalizada se encontraba dentro.
Re: [Bree] La plaga (3 Octubre)
La Eldar avanzaba silenciosa a un paso constante, con la mirada perdida en la penumbra de su capa. No decía nada mas lo escuchaba todo. El rugido del pueblo de Bree resonaba en su cabeza desde hacía ya cierto tiempo, y ahora notaba que se hacía perceptible incluso para los oídos humanos. No era tan solo un rugido, no, era el lamento desesperado de aquellos que sienten la muerte cerca y la temen como la peor de las maldiciones. Los sollozos de las madres, al no poder salvar a sus hijos, se mezclaban con la rabia de los padres, impotentes. La malicia del Señor Oscuro se había apoderado de todos, y el desorden reinaba ahora.
Silvara podía sentir todo aquel dolor de tan cerca que apenas se le hacía soportable. Se sentía capaz de cargar con su propio dolor pero no con este… ¿Por qué los Edaín se abrazaban tanto a la vida cuando ella misma ansiaba al fin encontrar el reposo? Ella también había creído en la esperanza, y aún podía creer en ella, pero eran tantos los que habían caído. Tantos rostros que en su día habían sido radiantes y luminosos…todos se habían apagado, dejando paso a la nívea expresión de la muerte. Y también eran tantos los que se habían marchado repitiendo sin cesar que ya nada quedaba aquí. Aquellos que había amado habían encontrado un final distinto al suyo, un destino más allá del Mar, incluso él.
Las puertas del Sur se abrieron, sacando a la Elfa de sus pensamientos. Suspiró.
- Este lugar esta maldito por la muerte y la desolación, Athela. Podrás entrar, pero solo los Valar saben si podrás salir. ¿Estás segura de querer continuar? Nada te obliga hacerlo, y tal vez nada te retenga tampoco. – Silvara continuó observando el carro, después, posó su mirada sobre los guardias. – Si vas a venir conmigo, ha de ser ahora. Podemos ocultarnos en el carro cuando vaya a volver a entrar, nadie mirará adentro. O tal vez podamos despistar a aquellos guardias.
La Montaraz los miró con atención. No quería atacarlos. El miedo y la duda los hacía actuar de esa manera, y sin embargo, no eran más que dos víctimas de todo aquel mal. De haber podido, presentía que se habrían marchado con el primer síntoma, pero el temor lograba volverlos crueles.
Aquella era la debilidad de los hombres: se temían entre ellos, se odiaban y se amaban, y a menudo sus propios sentimientos los llevaban a cometer tanto las mayores atrocidades como los actos más generosos. Se corrompían con la misma facilidad con la que se ayudaban y no lograban mantenerse firmes y constantes. Eran tan egoístas como desinteresados y con dificultad se podía leer lo que sus corazones eran verdaderamente capaces de hacer. A pesar de todo, eran la esperanza de la Tierra Media, siempre lo habían sido, y siempre se había confiado en ellos. Tal vez aquello no cambiase jamás…
Silvara podía sentir todo aquel dolor de tan cerca que apenas se le hacía soportable. Se sentía capaz de cargar con su propio dolor pero no con este… ¿Por qué los Edaín se abrazaban tanto a la vida cuando ella misma ansiaba al fin encontrar el reposo? Ella también había creído en la esperanza, y aún podía creer en ella, pero eran tantos los que habían caído. Tantos rostros que en su día habían sido radiantes y luminosos…todos se habían apagado, dejando paso a la nívea expresión de la muerte. Y también eran tantos los que se habían marchado repitiendo sin cesar que ya nada quedaba aquí. Aquellos que había amado habían encontrado un final distinto al suyo, un destino más allá del Mar, incluso él.
Las puertas del Sur se abrieron, sacando a la Elfa de sus pensamientos. Suspiró.
- Este lugar esta maldito por la muerte y la desolación, Athela. Podrás entrar, pero solo los Valar saben si podrás salir. ¿Estás segura de querer continuar? Nada te obliga hacerlo, y tal vez nada te retenga tampoco. – Silvara continuó observando el carro, después, posó su mirada sobre los guardias. – Si vas a venir conmigo, ha de ser ahora. Podemos ocultarnos en el carro cuando vaya a volver a entrar, nadie mirará adentro. O tal vez podamos despistar a aquellos guardias.
La Montaraz los miró con atención. No quería atacarlos. El miedo y la duda los hacía actuar de esa manera, y sin embargo, no eran más que dos víctimas de todo aquel mal. De haber podido, presentía que se habrían marchado con el primer síntoma, pero el temor lograba volverlos crueles.
Aquella era la debilidad de los hombres: se temían entre ellos, se odiaban y se amaban, y a menudo sus propios sentimientos los llevaban a cometer tanto las mayores atrocidades como los actos más generosos. Se corrompían con la misma facilidad con la que se ayudaban y no lograban mantenerse firmes y constantes. Eran tan egoístas como desinteresados y con dificultad se podía leer lo que sus corazones eran verdaderamente capaces de hacer. A pesar de todo, eran la esperanza de la Tierra Media, siempre lo habían sido, y siempre se había confiado en ellos. Tal vez aquello no cambiase jamás…
Isabella Fortuna- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: [Bree] La plaga (3 Octubre)
Cabalgó a su lado en completo silencio. No sabía como afrontar la difícil situación, pero no estaba sola y eso era algo que la reconfortaba. En ocasiones miraba a la elfa, era enigmática. Jamás había visto a una, y ninguna de las leyendas que se contaban sobre ellos se acercaba lo más mínimo a lo que Athela sentía en aquel instante.
- Estoy segura de lo que quiero hacer. Mi pueblo no tiene esperanza alguna si no hago algo por ellos. Si he de perecer lo haré junto a mi pueblo, que la voluntad de los Valar decida mi destino. - Miró al frente, a las puertas. Su gesto podría resultar altivo, mas no lo era. Sentía miedo de lo que pudiera esperar al otro lado de las puertas.
Se percató de la presencia de los guardias. Eran conocidos para ella, y si en su corazón aun quedaba esperanza para Bree no le pondrían objeción a su entrada. Acarició su zurrón de cuero recordando el regalo de la anciana.
- Acompáñame de cerca, y no hables más de lo necesario. Tus palabras te delatan. - Miró a la elfa y sonrió de medio lado. Si los Valar la habían puesto en su camino, es que era de su voluntad que saliera todo bien.
Espoleó su caballo hacia los guardias denotando nerviosismo. Se retiró la capucha para que pudieran ver bien de quien se trataba. - ¡Dejadnos pasar! - Alzó su voz parando ante ellos. Sacó de su zurrón uno de los saquitos de hierbas que portaba mostrandolo en alto. - Si el destino esta de nuestro lado, Bree aún tiene esperanza. - Les miró alternativamente a uno y otro a modo de súplica. - Ella viene conmigo, no hay tiempo que perder. - Procuró no dar más importancia a su compañía, esperando la reacción de los hombres.
- Estoy segura de lo que quiero hacer. Mi pueblo no tiene esperanza alguna si no hago algo por ellos. Si he de perecer lo haré junto a mi pueblo, que la voluntad de los Valar decida mi destino. - Miró al frente, a las puertas. Su gesto podría resultar altivo, mas no lo era. Sentía miedo de lo que pudiera esperar al otro lado de las puertas.
Se percató de la presencia de los guardias. Eran conocidos para ella, y si en su corazón aun quedaba esperanza para Bree no le pondrían objeción a su entrada. Acarició su zurrón de cuero recordando el regalo de la anciana.
- Acompáñame de cerca, y no hables más de lo necesario. Tus palabras te delatan. - Miró a la elfa y sonrió de medio lado. Si los Valar la habían puesto en su camino, es que era de su voluntad que saliera todo bien.
Espoleó su caballo hacia los guardias denotando nerviosismo. Se retiró la capucha para que pudieran ver bien de quien se trataba. - ¡Dejadnos pasar! - Alzó su voz parando ante ellos. Sacó de su zurrón uno de los saquitos de hierbas que portaba mostrandolo en alto. - Si el destino esta de nuestro lado, Bree aún tiene esperanza. - Les miró alternativamente a uno y otro a modo de súplica. - Ella viene conmigo, no hay tiempo que perder. - Procuró no dar más importancia a su compañía, esperando la reacción de los hombres.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
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