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[Bree] Los que sufren. (2 octubre)
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[Bree] Los que sufren. (2 octubre)
No empezó de golpe. Se fue colando en las casas y en los corazones de sus víctimas muy poco a poco, robándoles el aliento.
Primero llegaban las fiebres y la debilidad. Después el mareo y los dolores de cabeza junto a la dificultad de respirar. Al principio parecía un resfriado de pecho, pero a los 4 o 5 días empeoraba y los pacientes eran llevados de nuevo a los sanadores que habían recetado remedios para las fiebres sin que hicieran efecto. Pocos días después, sencillamente, ya no podían respirar y morían. Primero enfermaron los más débiles, afectados por el hambre y otras enfermedades. Después aquellos que los cuidaban. Así hasta que en familias enteras se sentían demasiado débiles para cuidar unos de otros.
Enfermó uno, y luego dos más. Después cinco y cuando Octubre comenzó ya eran muchos. Y a cada hora que pasaba un nuevo habitante de Bree se llevaba la fría mano a la frente ardiendo y entonces lo sabía. Él también moriría.
Primero llegaban las fiebres y la debilidad. Después el mareo y los dolores de cabeza junto a la dificultad de respirar. Al principio parecía un resfriado de pecho, pero a los 4 o 5 días empeoraba y los pacientes eran llevados de nuevo a los sanadores que habían recetado remedios para las fiebres sin que hicieran efecto. Pocos días después, sencillamente, ya no podían respirar y morían. Primero enfermaron los más débiles, afectados por el hambre y otras enfermedades. Después aquellos que los cuidaban. Así hasta que en familias enteras se sentían demasiado débiles para cuidar unos de otros.
Enfermó uno, y luego dos más. Después cinco y cuando Octubre comenzó ya eran muchos. Y a cada hora que pasaba un nuevo habitante de Bree se llevaba la fría mano a la frente ardiendo y entonces lo sabía. Él también moriría.
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Aquellos días la casa de Athela era un hervidero de gente. Acudian a ella como último recurso, en la desesperación de saber que posiblemente no existía cura. Guerreros, niños, madres, ancianos, muchachos que hasta hacía pocos días disfrutaban de buena salud. Bree estaba infestada de enfermos.
El corazón de Athela se partía en mil pedazos cada vez que una vida se esfumaba entre sus manos. La tristeza engullía cada atisbo de esperanza de poder ayudar a esa pobre gente, y un temor inundaba su mente, ¿Y si las fiebres llegaban a ella?. Phortor, el curandero anciano de Bree,había sucumbido ante dicha amenaza. Ella, no sería diferente.
Necesitaba ayuda... ¿Pero dónde hallar respuestas?. Solo se le venía a la mente una solución: elfos. Milenios de sabiduría enfrascadas en cuerpos inmortales.
El pequeño Renoir, temblaba entre sus brazos. Su madre lloraba desconsolada por la impotencia de ver marchar a su hijo, hecho que impedía que Athela pudiera siquiera articular palabra alguna. Respiraba con dificultad, hasta que un último aliento dió por sentado la cruda realidad. El pequeño, ahora inerte en los brazos de Athela, reflejaba paz en su inocente cara pálida. Se limitó a cerrar sus ojos.
Esperó a que marchasen. La casa quedó entonces vacía, pero los llantos retumbaban en la mente de Athela como tormentas ensordecedoras, y como tormenta de verano comenzó a llorar lágrimas de desolación. Sin pensarlo dos veces, preparó su zurrón con lo necesario, agarró su capa y salió de allí en busca de Arlan, su caballo. Los elfos la esperaban, así tuviera que recorrer toda la Tierra Media para encontrarles.
El corazón de Athela se partía en mil pedazos cada vez que una vida se esfumaba entre sus manos. La tristeza engullía cada atisbo de esperanza de poder ayudar a esa pobre gente, y un temor inundaba su mente, ¿Y si las fiebres llegaban a ella?. Phortor, el curandero anciano de Bree,había sucumbido ante dicha amenaza. Ella, no sería diferente.
Necesitaba ayuda... ¿Pero dónde hallar respuestas?. Solo se le venía a la mente una solución: elfos. Milenios de sabiduría enfrascadas en cuerpos inmortales.
El pequeño Renoir, temblaba entre sus brazos. Su madre lloraba desconsolada por la impotencia de ver marchar a su hijo, hecho que impedía que Athela pudiera siquiera articular palabra alguna. Respiraba con dificultad, hasta que un último aliento dió por sentado la cruda realidad. El pequeño, ahora inerte en los brazos de Athela, reflejaba paz en su inocente cara pálida. Se limitó a cerrar sus ojos.
Esperó a que marchasen. La casa quedó entonces vacía, pero los llantos retumbaban en la mente de Athela como tormentas ensordecedoras, y como tormenta de verano comenzó a llorar lágrimas de desolación. Sin pensarlo dos veces, preparó su zurrón con lo necesario, agarró su capa y salió de allí en busca de Arlan, su caballo. Los elfos la esperaban, así tuviera que recorrer toda la Tierra Media para encontrarles.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Cruzar la ciudad suponía enfrentarse con el dolor y la miseria. La situación era grave y pronto las autoridades tomarían medidas en el mejor de los casos, como deshacerse de los cadáveres, pero de momento eran las familias las encargadas de la tarea y las procesiones fúnebres eran discretas y apresuradas, muchas veces con pocos miembros de la familia pues quedaban enfermos en casa.
Athela montó su caballo y éste la llevó a la plaza principal de Bree, a las puertas de El poney pisador. La curandera debía ahora elegir qué vía tomarían sus pasos. Al norte el camino llevaba hasta Fornost, a poco más de un día de camino. Al sur, el Camino Verde podía llevarte a hasta la mismísima Mordor. Al oeste aguardaba La Comarca y el Camino del Este terminaba en el Bosque negro. Las puertas de la posada se abrieron entonces de par en par y el propio Mantecona salió empujando a un borracho.
- ¡Aquí nadie bebe sin pagar!- exclamó indignado, con su gran barriga temblando por el esfuerzo.
Athela montó su caballo y éste la llevó a la plaza principal de Bree, a las puertas de El poney pisador. La curandera debía ahora elegir qué vía tomarían sus pasos. Al norte el camino llevaba hasta Fornost, a poco más de un día de camino. Al sur, el Camino Verde podía llevarte a hasta la mismísima Mordor. Al oeste aguardaba La Comarca y el Camino del Este terminaba en el Bosque negro. Las puertas de la posada se abrieron entonces de par en par y el propio Mantecona salió empujando a un borracho.
- ¡Aquí nadie bebe sin pagar!- exclamó indignado, con su gran barriga temblando por el esfuerzo.
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
A lomos de su caballo Arlan, Athela mantenía los ojos fijos en el suelo justo delante del animal. Llantos y sollozos se oían de fondo como una música ya habitual en la ciudad. Su paso era lento y oscilante, como el movimiento de los árboles al viento.
Por su cabeza repasaba una y otra vez aquellos síntomas, aquellas muertes que erróneamente se atribuía. Su pelo corto pelo blanco cubría su vista ayudado por la cabeza gacha y su capucha negra, siempre negra. Hallándose en la plaza alzó su vista, el camino que debía elegir condicionaría su viaje y su buena ventura.
Fuera el camino que fuera, el viaje sería peligroso. Podría contar con la ayuda de su hermano, pero, ¿Ponerle en peligro a él también? No, no podría cargar con esa carga. ¿Pero dónde buscar? Las puertas del Pony se abrieron de pronto sobresantando a la curandera y a su animal. Aquel hecho podría ser mera casualidad, o una señal del destino hacia ella.
Bajó de su caballo acercándose a Mantecona, llamando su atención antes de que el buen hombre volviera a su taberna. Era de sobra conocido en todo Bree, si alguien podría tener información sobre elfos debía ser él.
- Disculpad... - Procuró sonreír con timidez. Posó una mano sobre el hombro del posadero y le giró con suavidad a espaldas de la plaza, en dirección a la pared. Continuó hablando en voz baja. - Bien sabéis que soy curandera, y bien conocéis el mal que acecha esta ciudad, nuestra ciudad. Necesito de vuestra ayuda para encontrar una solución a esta tragedia antes de que las fiebres terminen con todos. - Tragó saliva, quizá su pregunta sería complicada, pero si realmente Mantecona tenía la fama que parecía poseer entre los rebeldes, podría ayudarla.
Bajó el tono aún más, casi inaudible más allá de dos pasos alejado de ellos. - ¿Conoceis algun elfo? ¿Sabeis donde puedo encontrarles? ...
Por su cabeza repasaba una y otra vez aquellos síntomas, aquellas muertes que erróneamente se atribuía. Su pelo corto pelo blanco cubría su vista ayudado por la cabeza gacha y su capucha negra, siempre negra. Hallándose en la plaza alzó su vista, el camino que debía elegir condicionaría su viaje y su buena ventura.
Fuera el camino que fuera, el viaje sería peligroso. Podría contar con la ayuda de su hermano, pero, ¿Ponerle en peligro a él también? No, no podría cargar con esa carga. ¿Pero dónde buscar? Las puertas del Pony se abrieron de pronto sobresantando a la curandera y a su animal. Aquel hecho podría ser mera casualidad, o una señal del destino hacia ella.
Bajó de su caballo acercándose a Mantecona, llamando su atención antes de que el buen hombre volviera a su taberna. Era de sobra conocido en todo Bree, si alguien podría tener información sobre elfos debía ser él.
- Disculpad... - Procuró sonreír con timidez. Posó una mano sobre el hombro del posadero y le giró con suavidad a espaldas de la plaza, en dirección a la pared. Continuó hablando en voz baja. - Bien sabéis que soy curandera, y bien conocéis el mal que acecha esta ciudad, nuestra ciudad. Necesito de vuestra ayuda para encontrar una solución a esta tragedia antes de que las fiebres terminen con todos. - Tragó saliva, quizá su pregunta sería complicada, pero si realmente Mantecona tenía la fama que parecía poseer entre los rebeldes, podría ayudarla.
Bajó el tono aún más, casi inaudible más allá de dos pasos alejado de ellos. - ¿Conoceis algun elfo? ¿Sabeis donde puedo encontrarles? ...
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
- ¿Eh? ¿Qué? - dijo el sorprendido Mantecona en voz alta al verte llevado suavemente contra la pared por la curandera. - Ah sí, sí. ¡Maldita plaga, me está dejando sin clientes! ¡¡¿Elfos?!! - exclamó antes de poderlo evitar, pues no era famoso por su discreción.
Entonces fue él quién agarró del brazo a Athela con mayor fuerza de lo esperado se acercó bruscamente a la cara de la mujer.
- ¿Estás loca, mujer? - dijo en un susurro. - Si quieres ver elfos vete a buscarlos allí donde vivían, pero a mi déjame en paz, no quiero problemas. -Le dio un nuevo empujón para alejarla de él. - ¡Y largo de aquí charlatana!- gritó para que todos la oyeran.- Y ojalá que las raíces del bosque pudran tus huesos.
Le guiñó el ojo y desapareció en la penumbra de su taberna.
Entonces fue él quién agarró del brazo a Athela con mayor fuerza de lo esperado se acercó bruscamente a la cara de la mujer.
- ¿Estás loca, mujer? - dijo en un susurro. - Si quieres ver elfos vete a buscarlos allí donde vivían, pero a mi déjame en paz, no quiero problemas. -Le dio un nuevo empujón para alejarla de él. - ¡Y largo de aquí charlatana!- gritó para que todos la oyeran.- Y ojalá que las raíces del bosque pudran tus huesos.
Le guiñó el ojo y desapareció en la penumbra de su taberna.
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Recibió el empujón del tabernero y sus siguientes gritos. Miró acto seguido a los lados, observando como transeúntes y mercaderes fijaban su vista en ella. El rubor subió rápidamente a su rostro, dejando sus mejillas sonrojadas. Se cubrió con su capucha y subió rápidamente a su caballo, espoleandole hacia las puertas de la ciudad evitando aquella situación.
Habiendo galopado lo suficiente hasta las afueras de Bree paró en seco. Miró atrás comprobando que nadie la siguiera. No soportaba ser el centro de atención, sin embargo aquella situación incómoda parecía haber pasado. Pensó entonces en las palabras del tabernero y en su guiño final.Después de todo, el hombre lanzó un atisbo de luz a su búsqueda.
Y ojalá que las raíces del bosque pudran tus huesos.
Solo había un bosque en el que buscar, un bosque en el que antaño elfos habitaron sus recodos. Pero era bien conocido, que aquel bosque no es lo que era antaño. La luz que aportaban los elfos había desaparecido dejando oscuridad al dominio de Sauron. Era una opción demasiado peligrosa para ella.
Volvió la vista atrás, a la ciudad de Bree. Columnas de humo se alzaban sobre sus casas, nubes negras de dolor y muerte que llevaban consigo almas inocentes. Se armó de valor, tomó aire entonces aferrándose con sus manos a las riendas de su caballo, espoleó de nuevo con sus talones, no había tiempo que perder.
Habiendo galopado lo suficiente hasta las afueras de Bree paró en seco. Miró atrás comprobando que nadie la siguiera. No soportaba ser el centro de atención, sin embargo aquella situación incómoda parecía haber pasado. Pensó entonces en las palabras del tabernero y en su guiño final.Después de todo, el hombre lanzó un atisbo de luz a su búsqueda.
Y ojalá que las raíces del bosque pudran tus huesos.
Solo había un bosque en el que buscar, un bosque en el que antaño elfos habitaron sus recodos. Pero era bien conocido, que aquel bosque no es lo que era antaño. La luz que aportaban los elfos había desaparecido dejando oscuridad al dominio de Sauron. Era una opción demasiado peligrosa para ella.
Volvió la vista atrás, a la ciudad de Bree. Columnas de humo se alzaban sobre sus casas, nubes negras de dolor y muerte que llevaban consigo almas inocentes. Se armó de valor, tomó aire entonces aferrándose con sus manos a las riendas de su caballo, espoleó de nuevo con sus talones, no había tiempo que perder.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
El camino hacia el este pasaría al sur del Bosque de Chez y de Moscagua hasta llegar directamente a la reconstruida torre de la Cima de los Vientos, habitada por esbirros del Señor Oscuro. Más allá continuaba hasta cruzar el Fontegrís y llegar al Bosque de los Trolls donde las Montañas Nubladas permitían ser cruzadas en el Paso Alto. Cruzando después el río Gris llegaría al Bosque Negro. Era una viaje de muchas jornadas, más si se quería evitar a las huestes de Amon Sûl y tomar todas las precauciones necesarias.
El cielo densamente cubierto de nubes no parecía presagiar nada bueno, pero Athela había tomado una decisión y espoleó su caballo. No hubo problemas a la salida de Bree si bien despertó algunas miradas curiosas por parte de los guardias. Sin embargo, la sanadora era conocida en la ciudad y no era extraño que partiera en ocasiones a buscar hierbas. Los propios soldados estaban ocupados preocupándose por sus familias y dieron por hecho que la mujer se estaba dedicando a sus quehaceres. El joven guardia que hacía solo un día la había escoltado a ver a Helechal le dedicó una sonrisa triste al verla partir. Su compañero se rió de él al ver su expresión.
- Ahí va tu dama de níveos cabellos, Dave. - dijo entre risas mientras la curadora se alejaba al galope.
A su izquierda se extendían las lindes del Bosque de Chez y al día siguiente alcanzaría la Cima de los vientos. Convenía determinar la ruta a seguir. El camino estaba transitado por algúna que otra carreta de víveres y pequeños grupos de soldados. Sería conveniente no llamar la atención.
El cielo densamente cubierto de nubes no parecía presagiar nada bueno, pero Athela había tomado una decisión y espoleó su caballo. No hubo problemas a la salida de Bree si bien despertó algunas miradas curiosas por parte de los guardias. Sin embargo, la sanadora era conocida en la ciudad y no era extraño que partiera en ocasiones a buscar hierbas. Los propios soldados estaban ocupados preocupándose por sus familias y dieron por hecho que la mujer se estaba dedicando a sus quehaceres. El joven guardia que hacía solo un día la había escoltado a ver a Helechal le dedicó una sonrisa triste al verla partir. Su compañero se rió de él al ver su expresión.
- Ahí va tu dama de níveos cabellos, Dave. - dijo entre risas mientras la curadora se alejaba al galope.
A su izquierda se extendían las lindes del Bosque de Chez y al día siguiente alcanzaría la Cima de los vientos. Convenía determinar la ruta a seguir. El camino estaba transitado por algúna que otra carreta de víveres y pequeños grupos de soldados. Sería conveniente no llamar la atención.
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Arlan no era un caballo rápido, ni fuerte. Athela conocía bien sus limitaciones, y sabía, que no debía abusar demasiado del animal. Dejó de espolear permitiendo que el animal trotase a su ritmo. Fue entonces cuando se giró, observando a los guardias que acababa de adelantar, parecían rumorear algo a su paso. Frunció el ceño bajo su capucha fijando su vista en ellos, escasos mechones de su corto cabello ondeaban sobresaliendo de la lana negra que los cubrían.
Frenó su corcel, y con un suave tirón de su riendas le hizo girar. Se encontraba a bastante distancia de los guardias, suficiente como para no oírles hablar ni tan siquiera chillar. Retiró su capucha, dejando ver su rostro y su pelo, que fácilmente la identificaría desde la lejanía. No quería tener problemas con los guardias, ni que bajo ningún concepto la pudieran seguir.
En aquel momento pensó, que el favor que Helechal le debía bien podrían haber sido una escolta para aquel viaje. Era tarde para volver y tramitar con aquel bastardo, cada minuto perdido eran muertes añadidas a sus espaldas. Giró su caballo y reanudó su viaje.
El camino del sur del bosque de Chest sería sencillo, no hablar con nadie, no parar en el camino, reglas que debía cumplir si no queria tener problemas.Después debería desviarse del camino, hacia las colinas del viento. Senderos menos concurridos alejados de Amon Sûl y de los peligros que conllevaba. Tenía esperanza en que Arlan no flaqueara en sus fuerzas, pero nada era seguro en aquella inesperada aventura.
Frenó su corcel, y con un suave tirón de su riendas le hizo girar. Se encontraba a bastante distancia de los guardias, suficiente como para no oírles hablar ni tan siquiera chillar. Retiró su capucha, dejando ver su rostro y su pelo, que fácilmente la identificaría desde la lejanía. No quería tener problemas con los guardias, ni que bajo ningún concepto la pudieran seguir.
En aquel momento pensó, que el favor que Helechal le debía bien podrían haber sido una escolta para aquel viaje. Era tarde para volver y tramitar con aquel bastardo, cada minuto perdido eran muertes añadidas a sus espaldas. Giró su caballo y reanudó su viaje.
El camino del sur del bosque de Chest sería sencillo, no hablar con nadie, no parar en el camino, reglas que debía cumplir si no queria tener problemas.Después debería desviarse del camino, hacia las colinas del viento. Senderos menos concurridos alejados de Amon Sûl y de los peligros que conllevaba. Tenía esperanza en que Arlan no flaqueara en sus fuerzas, pero nada era seguro en aquella inesperada aventura.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
La vieja oteó el cielo desde el pescante de su carreta y murmuró una maldición. Iba a llover. Eso significaba que tendría que acurrucarse dentro del carro con todos los trastos y enseres que transportaba y que de la humedad le dolerían los huesos durante días. Maldijo de nuevo a los hados y escupió a un lado del camino. Sonrió complacida. Pese a quedarle pocos dientes, aún era capaz de echar un buen escupitajo de vez en cuando.
- ¡Arre Afortunado! - le dijo con su voz rasposa al viejo poney, que con desgana volvió a tirar del carro que traqueteó por el camino. Era un carro pintado de amarillo con una lona que antaño fue blanca en la que habían estampado el dibujo de una gran mano blanca.
Avanzaron cansinamente, la vieja quería llegar a un buen sitio donde pasar la noche antes de que las nubes descargaran sus lágrimas sobre el mundo. Ese sitio al sur de Moscagua era bueno y podía poner trampas antes de que anocheciera para tener unas liebres gordas que comer los próximos días. Resopló. Hacía días que no se topaba con nada interesante y se empezaba a aburrir, como siguiera así tendría que ir a alguna ciudad para ganar unas monedas. Quizá Fornost o Tharbad. Incluso Bree, aunque allí había poco negocio.
Se vio el primer relámpago surcando el cielo y se oyó el primer trueno. Empezaba la tormenta. Se arrebujó bien en su capa oscura y le dio una vuelta más a la bufanda, apretándose hacia atrás para quedar cubierta bajo el pequeño techo que ofrecía la lona sobre el pescante. Un viajero que comenzaba a empaparse venía de frente, en un caballo que le pareció garboso.
- ¿Ves Afortunado? Eso sí es un corcel.- le dijo al poney, que la ignoró. Cuando estuvieron un poco más cerca abrió la boca de la sorpresa, estirando su cara morena llena de arrugas. ¡Era una mujer!
- ¡Mirad, ya cambia nuestra suerte! - exclamó palmoteando alegre. Las riendas cayeron sobre sus rodillas al ponerse de pie. - Eh, tú, chica. ¡Te vas a mojar!
La lluvia parecía caer más fuerte.
-
- ¡Arre Afortunado! - le dijo con su voz rasposa al viejo poney, que con desgana volvió a tirar del carro que traqueteó por el camino. Era un carro pintado de amarillo con una lona que antaño fue blanca en la que habían estampado el dibujo de una gran mano blanca.
Avanzaron cansinamente, la vieja quería llegar a un buen sitio donde pasar la noche antes de que las nubes descargaran sus lágrimas sobre el mundo. Ese sitio al sur de Moscagua era bueno y podía poner trampas antes de que anocheciera para tener unas liebres gordas que comer los próximos días. Resopló. Hacía días que no se topaba con nada interesante y se empezaba a aburrir, como siguiera así tendría que ir a alguna ciudad para ganar unas monedas. Quizá Fornost o Tharbad. Incluso Bree, aunque allí había poco negocio.
Se vio el primer relámpago surcando el cielo y se oyó el primer trueno. Empezaba la tormenta. Se arrebujó bien en su capa oscura y le dio una vuelta más a la bufanda, apretándose hacia atrás para quedar cubierta bajo el pequeño techo que ofrecía la lona sobre el pescante. Un viajero que comenzaba a empaparse venía de frente, en un caballo que le pareció garboso.
- ¿Ves Afortunado? Eso sí es un corcel.- le dijo al poney, que la ignoró. Cuando estuvieron un poco más cerca abrió la boca de la sorpresa, estirando su cara morena llena de arrugas. ¡Era una mujer!
- ¡Mirad, ya cambia nuestra suerte! - exclamó palmoteando alegre. Las riendas cayeron sobre sus rodillas al ponerse de pie. - Eh, tú, chica. ¡Te vas a mojar!
La lluvia parecía caer más fuerte.
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Gurtrun- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Localización : Itinerante
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Había perdido la noción del tiempo durante el camino. Las nubes emborronaban el cielo sin posibilidad de ver al menos cuanto de largas eran las sombras de los árboles y calcular las horas de sol que le quedaban al dia. El cielo se tornó negro y las primeras gotas comenzaron a caer.
Athela agarró con una mano su capa aferrandola a su cuerpo, manteniendo la cabeza gacha, mientras con la otra mantenía las riendas de Arlan firmes en su montura. Sin duda, pareciera que el destino estaba en contra de su voluntad. Alzó la vista, de frente, un carro de color claro y alguien pequeño subido en él. ¿Un hobbit? ... Afinó la vista hasta ver que se trataba de una anciana que procuraba llamar su atención con una voz particular.
- Parece que no seré la única, buena señora - La lluvia caía con más fuerza. Miró extrañada la carreta de la anciana, y miró seguido a los lados, comprobando que efectivamente estaba sola. ¿Pero qué hacía una anciana sola en aquel camino?. - ¿Que haceis por aquí? Los caminos son peligrosos para... - Buscó la palabra menos ofensiva que pudiera encontrar.- ... una agradable anciana como vos. No se cual es vuestro camino, pero por favor buena mujer, no os dirijáis a Bree. Los habitantes caen presos de fiebres que devoran sus almas hasta llevarlos con la madre tierra. - Miró entonces con gesto aprensivo a la mujer, preocupada por el distino al que el camino la llevaría.
Athela agarró con una mano su capa aferrandola a su cuerpo, manteniendo la cabeza gacha, mientras con la otra mantenía las riendas de Arlan firmes en su montura. Sin duda, pareciera que el destino estaba en contra de su voluntad. Alzó la vista, de frente, un carro de color claro y alguien pequeño subido en él. ¿Un hobbit? ... Afinó la vista hasta ver que se trataba de una anciana que procuraba llamar su atención con una voz particular.
- Parece que no seré la única, buena señora - La lluvia caía con más fuerza. Miró extrañada la carreta de la anciana, y miró seguido a los lados, comprobando que efectivamente estaba sola. ¿Pero qué hacía una anciana sola en aquel camino?. - ¿Que haceis por aquí? Los caminos son peligrosos para... - Buscó la palabra menos ofensiva que pudiera encontrar.- ... una agradable anciana como vos. No se cual es vuestro camino, pero por favor buena mujer, no os dirijáis a Bree. Los habitantes caen presos de fiebres que devoran sus almas hasta llevarlos con la madre tierra. - Miró entonces con gesto aprensivo a la mujer, preocupada por el distino al que el camino la llevaría.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
La vieja rió a carcajadas ante el comentario de la mujer de cabellos blancos. ¿Que los caminos eran peligrosos? Desde luego esa chica era una joya, advirtiéndola sobre su seguridad en el camino y todo.
- Ay chica... hace ya tiempo que la vieja Gurtrun no ser reía tanto.- dijo enjugándose las lágrimas causadas por el ataque de risa. Señaló con el pulgar el lateral de la carreta, con la mano blanca de Saruman estampada. - Ahí tienes mi salvoconducto. Harías mejor en preocuparte por ti y no por mi. Soy tan vieja, tan pobre y tan fea que dudo que despierte el interés de nadie. Pero tú eres una muchacha bien guapa. Aunque te falte un ojo, seguro que lo de entre las piernas no lo tienes seco como yo. - rió de nuevo escandalosamente, allí bajo la lluvia, sobretodo por la cara de la mujer.
Sin embargo, su hilaridad terminó de golpe.
- ¿¡Fiebres!? ¡Por Eru! - gritó Gurtrun llevándose la mano al pecho en un gesto protector.- No me extraña que huyas de ahí, estás demostrando ser una chica sensata. Ata tu caballo al carro y sube al pescante, te mojarás menos. Vamos a un sitio donde pasar la noche y hablaremos de todo un poco por el camino. ¿Qué te parece?
La muchacha sería una buena compañera, así que la vieja no dudó un momento en invitarla a compartir su transporte. Parecía tener buen corazón y la cabeza bien puesta sobre los hombros. Estaba bien, para notar la diferencia.
- Me llamo Gurtrun.- dijo y las arrugas de la cara sonrieron. - ¿Qué destino llevas, hermanita?
- Ay chica... hace ya tiempo que la vieja Gurtrun no ser reía tanto.- dijo enjugándose las lágrimas causadas por el ataque de risa. Señaló con el pulgar el lateral de la carreta, con la mano blanca de Saruman estampada. - Ahí tienes mi salvoconducto. Harías mejor en preocuparte por ti y no por mi. Soy tan vieja, tan pobre y tan fea que dudo que despierte el interés de nadie. Pero tú eres una muchacha bien guapa. Aunque te falte un ojo, seguro que lo de entre las piernas no lo tienes seco como yo. - rió de nuevo escandalosamente, allí bajo la lluvia, sobretodo por la cara de la mujer.
Sin embargo, su hilaridad terminó de golpe.
- ¿¡Fiebres!? ¡Por Eru! - gritó Gurtrun llevándose la mano al pecho en un gesto protector.- No me extraña que huyas de ahí, estás demostrando ser una chica sensata. Ata tu caballo al carro y sube al pescante, te mojarás menos. Vamos a un sitio donde pasar la noche y hablaremos de todo un poco por el camino. ¿Qué te parece?
La muchacha sería una buena compañera, así que la vieja no dudó un momento en invitarla a compartir su transporte. Parecía tener buen corazón y la cabeza bien puesta sobre los hombros. Estaba bien, para notar la diferencia.
- Me llamo Gurtrun.- dijo y las arrugas de la cara sonrieron. - ¿Qué destino llevas, hermanita?
Gurtrun- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Localización : Itinerante
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Por alguna razón, no entendió la risa de la mujer. Bajó sus cejas sospechando de la anciana, aquella actitud no le gustaba. Tan solo pretendía avisarla del peligro. Miró entonces la mano blanca del carro, frunció más el ceño, rematando con el comentario impertinente de la vieja que hizo que de forma inconsciente se llevara la mano a la boca escandalizada.
- ¡Señora! - Exclamó aún tapándose la boca por la desfachatez de aquella anciana. - Siento decirle que yo no huyo. - Su tono sonó con orgullo. Ella no dejaría a sus paisanos morir de aquella forma, encontraría la solución tarde o temprano.
La lluvia comenzaba a calar en su capa de lana, y el frío, a meterse en sus huesos. Bajó de su caballo y lo ató a uno de los postes del carro, subiendo a él para refugiarse de la manta de agua que comenzaba a caer. Se destapó entonces la capucha, sentada al lado de la anciana.
- Viajo hacia el bosque negro.Allí encontraré la solución para esas fiebres, y mi pueblo podrá vivir tranquilo de nuevo. - Sentenció. - Athela, mi nombre es Athela...
- ¡Señora! - Exclamó aún tapándose la boca por la desfachatez de aquella anciana. - Siento decirle que yo no huyo. - Su tono sonó con orgullo. Ella no dejaría a sus paisanos morir de aquella forma, encontraría la solución tarde o temprano.
La lluvia comenzaba a calar en su capa de lana, y el frío, a meterse en sus huesos. Bajó de su caballo y lo ató a uno de los postes del carro, subiendo a él para refugiarse de la manta de agua que comenzaba a caer. Se destapó entonces la capucha, sentada al lado de la anciana.
- Viajo hacia el bosque negro.Allí encontraré la solución para esas fiebres, y mi pueblo podrá vivir tranquilo de nuevo. - Sentenció. - Athela, mi nombre es Athela...
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Ya que la muchacha parecía haberse ofendido al reírse de ella controló la expresión de su cara y la ocultó mirando a un lado del camino. De no haber querido ser amable, se hubiera carcajeado de nuevo en las narices de la chica.
- Válganme los hados. - musitó en voz ininteligible y carraspeó. Se mantuvo unos minutos en silencio mientras conducía el carro. Por suerte el camino se mantenía en buenas condiciones y no era probable que se atascaran en el barro, aunque traqueteaban bastante.
- Bonito nombre, Athela, como la hoja de reyes. -comentó, dejando pasar el tiempo antes de preguntar lo que realmente interesaba. No estaba de más contar con un curandera en el camino. Examinó en la oscuridad creciente a la mujer. No tenía pinta de ser muy buena. Mejor ponerla a prueba y asegurarse.
-Entonces debes ser curandera. Me vienes muy bien, hermanita. ¿Sabes qué puedo tomar para el dolor de huesos? Me duelen las articulaciones a rabiar cuando empeora el tiempo. ¿Y cómo es que la cura está en el Bosque Negro? ¿Alguna flor mágica quizá? - preguntó maliciosamente.
Sonrió con satisfacción antes de soltar la gran noticia.
-Espero que tu flor mágica crezca también en otras tierras, pues al Bosque Negro solo se podría llegar cruzando el paso de Rohan, las Montañas Nubladas no son una broma y están plagadas de trasgos y lobos huargo. No soy más que una vieja ignorante, pero diría que tu plan es una locura. ¿Pero quién soy yo para juzgar la locura ajena? -ahora si se permitió una pequeña carcajada. -Llevo muchos años recorriendo los caminos y las sendas, y mi consejo es que busques en otro sitio la respuesta que buscas. ¡No te pongas triste, hermanita! Esta noche te haré un regalo, ¿qué te parece?
Empezaba a pensar que Athela había tenido la gran suerte de su vida. De no haberse encontrado se encontraría de camino a la Cima de los Vientos, donde sería interceptada por las huestes de Sauron. Y contando con que sobreviviera por algún azar del destino, sería comida para trasgos al intentar cruzar las montañas. Casi se sintió conmovida por la inocencia insensata de la muchacha. Pero si sintiera pena por cada loco que se topaba en el camino, no hubiera llegado a su digna edad.
- Válganme los hados. - musitó en voz ininteligible y carraspeó. Se mantuvo unos minutos en silencio mientras conducía el carro. Por suerte el camino se mantenía en buenas condiciones y no era probable que se atascaran en el barro, aunque traqueteaban bastante.
- Bonito nombre, Athela, como la hoja de reyes. -comentó, dejando pasar el tiempo antes de preguntar lo que realmente interesaba. No estaba de más contar con un curandera en el camino. Examinó en la oscuridad creciente a la mujer. No tenía pinta de ser muy buena. Mejor ponerla a prueba y asegurarse.
-Entonces debes ser curandera. Me vienes muy bien, hermanita. ¿Sabes qué puedo tomar para el dolor de huesos? Me duelen las articulaciones a rabiar cuando empeora el tiempo. ¿Y cómo es que la cura está en el Bosque Negro? ¿Alguna flor mágica quizá? - preguntó maliciosamente.
Sonrió con satisfacción antes de soltar la gran noticia.
-Espero que tu flor mágica crezca también en otras tierras, pues al Bosque Negro solo se podría llegar cruzando el paso de Rohan, las Montañas Nubladas no son una broma y están plagadas de trasgos y lobos huargo. No soy más que una vieja ignorante, pero diría que tu plan es una locura. ¿Pero quién soy yo para juzgar la locura ajena? -ahora si se permitió una pequeña carcajada. -Llevo muchos años recorriendo los caminos y las sendas, y mi consejo es que busques en otro sitio la respuesta que buscas. ¡No te pongas triste, hermanita! Esta noche te haré un regalo, ¿qué te parece?
Empezaba a pensar que Athela había tenido la gran suerte de su vida. De no haberse encontrado se encontraría de camino a la Cima de los Vientos, donde sería interceptada por las huestes de Sauron. Y contando con que sobreviviera por algún azar del destino, sería comida para trasgos al intentar cruzar las montañas. Casi se sintió conmovida por la inocencia insensata de la muchacha. Pero si sintiera pena por cada loco que se topaba en el camino, no hubiera llegado a su digna edad.
Gurtrun- Mensajes : 15
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Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Se mantuvo en silencio. Escuchaba a aquella anciana hablar y hablar, mientras sus sentidos se hallaban centrados en el sonido de la lluvia al caer sobre los árboles. La situación no era de su agrado, el ritmo de viaje era lento y ella no tenía tiempo que perder. Al menos mientras que durase aquella tormenta, estaría bajo cubierta. Aspiró profundo el olor a tierra húmeda, y respondió entonces a la palabrería de la mujer.
- No busco flores mágicas. - Su gesto amargo y preocupado se notaba en su voz rasgada, en sus gestos derrotados, y en su mirada perdida en el vacío del camino. - Se que allí encontraré alguien que pueda ayudarme, solo eso. Ojala lo encuentre antes... - Dejó un silencio para pensar. - Se que el camino es peligroso. Se... que va a ser duro. Pero creo que merecerá la pena si con ello consigo salvar a mi pueblo. - Agarró su capa de lana negra y la abrazó contra ella, tapandose más por el frío y quizá, por la vergüenza de saber que lo que contaba era efectivamente, de locos.
Si Aldebrán conociese su plan, jamás la hubiera dejado partir. Escuchaba una y otra vez su voz en su cabeza, advirtiendola de los peligros de salir de la ciudad. Entristeció por haber traicionado su palabra: no te expongas al peligro. Pero aquella situación era realmente grave. Su pueblo sufría demasiado por la presión del Señor Oscuro, ¿Y ahora? Otra desgracia que se sumaba a sus humildes vidas.
Sumida por completo en sus pensamientos, durante unos segundos, volvió a mirar a la anciana.
- ¿Qué clase de regalo? No os molesteis buena mujer, es de agradecer el gesto, pero creo que cuando escampe continuaré mi camino. - Esbozó una triste sonrisa, buscó entonces bajo su capa en los compartimentos de su zurrón de cuero, una bolsita con unas hierbas que tendió hasta las manos de la anciana. - Son tallos de Arpsusar, tomados en infusión, aliviarán sus dolores.
- No busco flores mágicas. - Su gesto amargo y preocupado se notaba en su voz rasgada, en sus gestos derrotados, y en su mirada perdida en el vacío del camino. - Se que allí encontraré alguien que pueda ayudarme, solo eso. Ojala lo encuentre antes... - Dejó un silencio para pensar. - Se que el camino es peligroso. Se... que va a ser duro. Pero creo que merecerá la pena si con ello consigo salvar a mi pueblo. - Agarró su capa de lana negra y la abrazó contra ella, tapandose más por el frío y quizá, por la vergüenza de saber que lo que contaba era efectivamente, de locos.
Si Aldebrán conociese su plan, jamás la hubiera dejado partir. Escuchaba una y otra vez su voz en su cabeza, advirtiendola de los peligros de salir de la ciudad. Entristeció por haber traicionado su palabra: no te expongas al peligro. Pero aquella situación era realmente grave. Su pueblo sufría demasiado por la presión del Señor Oscuro, ¿Y ahora? Otra desgracia que se sumaba a sus humildes vidas.
Sumida por completo en sus pensamientos, durante unos segundos, volvió a mirar a la anciana.
- ¿Qué clase de regalo? No os molesteis buena mujer, es de agradecer el gesto, pero creo que cuando escampe continuaré mi camino. - Esbozó una triste sonrisa, buscó entonces bajo su capa en los compartimentos de su zurrón de cuero, una bolsita con unas hierbas que tendió hasta las manos de la anciana. - Son tallos de Arpsusar, tomados en infusión, aliviarán sus dolores.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
La niña era una joya. De buen corazón y con deseos de ayudar, estaba claro. Como tomando una resolución asintió para sí misma mientras olía los tallos que le había dado Athela.
- Está decidido, muchacha, te haré el regalo y tu me lo agradecerás. - dijo la vieja con sus sonrisa desdentada, desviando el carro para tomar una senda hacia el sur. - Descansarás esta noche en mi carreta, seca y a salvo, y mañana verás las cosas diferentes. Está decidido, ¿verdad Afortunado?
Rió escandalosamente ahora dándole golpecitos con las riendas al poney empapado.
Llegaron por la senda después de casi una hora a una zona que quedaba protegida de la tormenta por una formación de rocas al borde del camino. La vieja desmontó y renqueando desató al poney, que se alejó unos metros para pastar y resguardarse. Ya había anochecido. Gurtrun se metió dentro de la carreta y salió con un poco de leña seca y un par de bolsas, además de un recipiente de agua.
En silencio, encendió la hoguera en la zona más cerca de la pared de piedra, bajo un saliente. Hizo un nuevo viaje a la carreta y trajo algunos enseres de cocina, poniendo el agua a hervir. Sacó entonces de su manga un afilado cuchillo que brilló junto a la hoguera y con él picó cebollas silvestres y champiñones en la olla, a la que añadió carne seca de animal desconocido y algunas hierbas. Se acurrucó entonces junto a la hoguera para secarse y cerró los ojos mientras el guiso se hacía. Roncó un par de veces y despertó sobresaltada. Enfocó la vista y recordó dónde estaba y con quién.
- ¿Por qué tiene que ser el Bosque Negro? ¿No te sirve otro sitio? - preguntó la mujer entonces sacando unos pequeños pergaminos rígidos y desvaídos del bolsillo- ¿Y qué clase de plaga es esa?
Jugueteó con ellos un rato, observándolos de uno en uno y quitando las manchas con saliva. Después le ofreció el mazo a la muchacha.
- Piensa en tu problema y elige tres.- ordenó mostrando de nuevo esa sonrisa maliciosa.
- Está decidido, muchacha, te haré el regalo y tu me lo agradecerás. - dijo la vieja con sus sonrisa desdentada, desviando el carro para tomar una senda hacia el sur. - Descansarás esta noche en mi carreta, seca y a salvo, y mañana verás las cosas diferentes. Está decidido, ¿verdad Afortunado?
Rió escandalosamente ahora dándole golpecitos con las riendas al poney empapado.
Llegaron por la senda después de casi una hora a una zona que quedaba protegida de la tormenta por una formación de rocas al borde del camino. La vieja desmontó y renqueando desató al poney, que se alejó unos metros para pastar y resguardarse. Ya había anochecido. Gurtrun se metió dentro de la carreta y salió con un poco de leña seca y un par de bolsas, además de un recipiente de agua.
En silencio, encendió la hoguera en la zona más cerca de la pared de piedra, bajo un saliente. Hizo un nuevo viaje a la carreta y trajo algunos enseres de cocina, poniendo el agua a hervir. Sacó entonces de su manga un afilado cuchillo que brilló junto a la hoguera y con él picó cebollas silvestres y champiñones en la olla, a la que añadió carne seca de animal desconocido y algunas hierbas. Se acurrucó entonces junto a la hoguera para secarse y cerró los ojos mientras el guiso se hacía. Roncó un par de veces y despertó sobresaltada. Enfocó la vista y recordó dónde estaba y con quién.
- ¿Por qué tiene que ser el Bosque Negro? ¿No te sirve otro sitio? - preguntó la mujer entonces sacando unos pequeños pergaminos rígidos y desvaídos del bolsillo- ¿Y qué clase de plaga es esa?
Jugueteó con ellos un rato, observándolos de uno en uno y quitando las manchas con saliva. Después le ofreció el mazo a la muchacha.
- Piensa en tu problema y elige tres.- ordenó mostrando de nuevo esa sonrisa maliciosa.
Gurtrun- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Localización : Itinerante
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Una vez resguardados del temporal. Desató a Arlan dejandole suelto, por su docilidad sabía que no se alejaría demasiado de ella. La anciana caminaba de un lado a otro son una sorprendente velocidad. Si algo podría decirse de la mujer, es que estaba bien preparada para todo tipo de situaciones.
Aprovechó entonces para acercarse hasta el límite donde la piedra cubría de la lluvia. Miró con recelo alrededor, la oscuridad cubría con su manto negro todo lo que la vista alcanzaba. Sin embargo, los sonidos llenaban todas las sensaciones que la vista negaba. La melodía de las gotas caer sobre hojas y charcos, la suave canción del viento entre los árboles, lejanos acordes de animales nocturnos, sonidos que para Athela eran más verdaderas delicias. Sonrió para si.
Se giró al oír uno de los ronquidos de la mujer, acercándose al fuego hasta sentarse frente a ella. ¿Se había dormido sentada? Bajó la vista al fuego justo cuando la mujer habló de nuevo.
- Buena mujer, me servirá cualquier lugar donde pueda encontrar a un elfo. - Pausó su frase, consciente de su difícil búsqueda. Bajó entonces el tono de voz. - A pesar de saber, que en estos tiempos ya.. es casi imposible encontrar uno. Las fiebres, no se sabe de donde provienen, tan solo que se lleva a todo el que es tocado por ellas. - Frunció el ceño al mirar al fuego. Quizá no era la mejor solución, pero al menos, había una pequeña esperanza.
Se percató de los pergaminos con los que la anciana parecía jugar entre sus manos. Asintió a sus palabras, pensó detenidamente en su problema. Realmente no entendía el porqué de todo aquello. Dudaba mucho que aquella mujer pudiera hacer algo, pero no perdía nada por intentarlo.
Pensó entonces en todos los enfermos que por sus manos pasaron, todos los que en sus manos exhalaron el último aliento, todos los que sin una solución podrían morir sin esperanza alguna, todas y cada una de las columnas de humo que quemaban cuerpos inertes regados por lágrimas de sus seres queridos. Trés pergaminos tomó, al azar. Los miró en sus manos y seguido a la anciana.
- ¿Y bien? - Ladeó la cabeza, como el animal que mira a su dueño sin entender la orden dada.
Aprovechó entonces para acercarse hasta el límite donde la piedra cubría de la lluvia. Miró con recelo alrededor, la oscuridad cubría con su manto negro todo lo que la vista alcanzaba. Sin embargo, los sonidos llenaban todas las sensaciones que la vista negaba. La melodía de las gotas caer sobre hojas y charcos, la suave canción del viento entre los árboles, lejanos acordes de animales nocturnos, sonidos que para Athela eran más verdaderas delicias. Sonrió para si.
Se giró al oír uno de los ronquidos de la mujer, acercándose al fuego hasta sentarse frente a ella. ¿Se había dormido sentada? Bajó la vista al fuego justo cuando la mujer habló de nuevo.
- Buena mujer, me servirá cualquier lugar donde pueda encontrar a un elfo. - Pausó su frase, consciente de su difícil búsqueda. Bajó entonces el tono de voz. - A pesar de saber, que en estos tiempos ya.. es casi imposible encontrar uno. Las fiebres, no se sabe de donde provienen, tan solo que se lleva a todo el que es tocado por ellas. - Frunció el ceño al mirar al fuego. Quizá no era la mejor solución, pero al menos, había una pequeña esperanza.
Se percató de los pergaminos con los que la anciana parecía jugar entre sus manos. Asintió a sus palabras, pensó detenidamente en su problema. Realmente no entendía el porqué de todo aquello. Dudaba mucho que aquella mujer pudiera hacer algo, pero no perdía nada por intentarlo.
Pensó entonces en todos los enfermos que por sus manos pasaron, todos los que en sus manos exhalaron el último aliento, todos los que sin una solución podrían morir sin esperanza alguna, todas y cada una de las columnas de humo que quemaban cuerpos inertes regados por lágrimas de sus seres queridos. Trés pergaminos tomó, al azar. Los miró en sus manos y seguido a la anciana.
- ¿Y bien? - Ladeó la cabeza, como el animal que mira a su dueño sin entender la orden dada.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
La anciana cogió los pergaminos y os colocó en el suelo, entre las dos. Los tres pergaminos mostraban imágenes de los Valar: Aulë, Yavanna y Varda habían quedado, tras la colocación de las cartas por parte de Gurtun, boca abajo respecto a la posición de ésta y mirando a Athela.
Mientras Athela podía vislumbrar una sonrisa en el rostro de los valar dibujados, la anciana solo podía entrever rostros mucho más serios y tristes de lo que recordaba.
Antes de que ninguna de las dos alcanzara a decir nada más, movida como por una pequeña ráfaga de viento que ninguna había notado, la imagen de Yavanna se elevó en el aire y, como si levitara, acabó en las manos de Athela. Solo entonces las dos mujeres sintieron el escalofrío de la brisa que lo había provocado.
Mientras Athela podía vislumbrar una sonrisa en el rostro de los valar dibujados, la anciana solo podía entrever rostros mucho más serios y tristes de lo que recordaba.
Antes de que ninguna de las dos alcanzara a decir nada más, movida como por una pequeña ráfaga de viento que ninguna había notado, la imagen de Yavanna se elevó en el aire y, como si levitara, acabó en las manos de Athela. Solo entonces las dos mujeres sintieron el escalofrío de la brisa que lo había provocado.
Yavanna- Mensajes : 68
Fecha de inscripción : 27/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
- Es peligroso jugar a invocar a los Valar. Siempre están atentos, siempre están presentes, y pueden ver incluso lo que uno anhela mantener oculto.
La hoja del sable acarició los rostros de los Valar hasta acabar colocándose entre las dos mujeres. Los susurros del viento se habían unido al sonido de los pasos de la exploradora, y nada había podido delatar su presencia hasta aquel preciso momento. Inclinó la cabeza, mientras se quitaba la capucha, dibujando una sonrisa pausada, amigable, mientras sus ojos estudiaban a aquellas dos risueñas criaturas que tan pocas primaveras habían vivido.
Había estado siguiendo aquel carruaje desde hacía un tiempo. Los árboles, a pesar del mal que padecían, la habían mantenido oculta de miradas indiscretas, mientras ella vigilaba, acompañándola en el camino y susurrándole a escondidas secretos que solo ellos sabían.
Observó a ambas. La que parecía de menor edad de las dos tenía el semblante más sombrío, con más cicatrices, como el de una flor que ha sufrido demasiado pronto la dureza del invierno. Su rostro no podía ocultar el dolor de un pasado demasiado reciente y sin embargo mantenía la vitalidad de una joven, ansiosa por conocer lo que el mundo podía mostrarle.
En cambio, la otra mujer, parecía haber abandonado todo rastro de bondad, cediendo el paso a la malicia que tan solo los golpes del tiempo son capaces de dar.
La montaraz retiró la espada y volvió a enfundarla, bajo la mirada atenta de los Valar.
- ¡Feliz encuentro, sobre todo en estos días nefastos y sombríos! Bienaventurados son los ojos que pueden ver como a pesar de desasosiego que reina en los corazones, aún se encuentran gentes buenas que tienden la mano a los desconocidos!
La hoja del sable acarició los rostros de los Valar hasta acabar colocándose entre las dos mujeres. Los susurros del viento se habían unido al sonido de los pasos de la exploradora, y nada había podido delatar su presencia hasta aquel preciso momento. Inclinó la cabeza, mientras se quitaba la capucha, dibujando una sonrisa pausada, amigable, mientras sus ojos estudiaban a aquellas dos risueñas criaturas que tan pocas primaveras habían vivido.
Había estado siguiendo aquel carruaje desde hacía un tiempo. Los árboles, a pesar del mal que padecían, la habían mantenido oculta de miradas indiscretas, mientras ella vigilaba, acompañándola en el camino y susurrándole a escondidas secretos que solo ellos sabían.
Observó a ambas. La que parecía de menor edad de las dos tenía el semblante más sombrío, con más cicatrices, como el de una flor que ha sufrido demasiado pronto la dureza del invierno. Su rostro no podía ocultar el dolor de un pasado demasiado reciente y sin embargo mantenía la vitalidad de una joven, ansiosa por conocer lo que el mundo podía mostrarle.
En cambio, la otra mujer, parecía haber abandonado todo rastro de bondad, cediendo el paso a la malicia que tan solo los golpes del tiempo son capaces de dar.
La montaraz retiró la espada y volvió a enfundarla, bajo la mirada atenta de los Valar.
- ¡Feliz encuentro, sobre todo en estos días nefastos y sombríos! Bienaventurados son los ojos que pueden ver como a pesar de desasosiego que reina en los corazones, aún se encuentran gentes buenas que tienden la mano a los desconocidos!
Isabella Fortuna- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Un escalofrío recorrió la columna de la vieja, en apariencia provocado por una brisa, pero Gurtrun alcanzó a sentir algo más profundo. Se arrebujó en la capa ajada y se dispuso a hablar cuando un nuevo sobresalto alcanzaba a las mujeres. Una voz y una espada aparecieron de la nada lanzando advertencias. Para esto sí estaba preparada, y con una velocidad que parecería impropia de sus dedos torcidos palpó bajo su capa una diminuta cánula.
- Ciertas son tus palabras. -dijo en un tono de voz seco y grave que hasta entonces Athela no había oído. - Pero también es peligroso abordar a desconocidos en la oscuridad.
En un abrir y cerra de ojos extrajo del pequeño tubo una aguja de hueso, que sujetó con firmeza entre dos dedos. Si el visitante la atacaba, no se iría sola al otro mundo. Esperó tensa a que aquella figura manifestara sus intenciones. Sintió que la examinaban, más allá de lo que permitía ver de si misma a la mayoría.
-Te estás tomando tu tiempo. - dijo incómoda, ante el escrutinio al que estaban siendo sometidas.
Finalmente la espada se retiró y Gurtrun respiró aliviada ante las palabras amables del desconocido. Si hubiera sido su deseo cortarles la cabeza en ese mismo instante, no habría podido hacer nada para impedirlo. Se entretuvo devolviendo la aguja a su sitio y recogiendo sus cartas mientras sentía una oleada de gratitud hacia los Hados que le habían permitido vivir un día más. Alzó entonces la cabeza para responder.
- Feliz encuentro tengamos, pues. Descansa tus huesos junto a nuestra hoguera y comparte nuestra com... - en el tiempo que tardó en discernir los rasgos del visitante en la oscuridad descubrió varias cosas. Uno, era una mujer. Dos, era una elfa.
Llevándose una mano al pecho presa del susto exclamó:
- ¡VALGÁNME LOS VALAR Y LOS MAIAR Y LOS QUE LES RECORTAN LAS BARBAS!
Con los ojos como platos y la boca abierta dejando ver los huecos en su dentadura lanzó lejos de sí el mazo de pergaminos que sujetaba, como si quemaran.
- Ciertas son tus palabras. -dijo en un tono de voz seco y grave que hasta entonces Athela no había oído. - Pero también es peligroso abordar a desconocidos en la oscuridad.
En un abrir y cerra de ojos extrajo del pequeño tubo una aguja de hueso, que sujetó con firmeza entre dos dedos. Si el visitante la atacaba, no se iría sola al otro mundo. Esperó tensa a que aquella figura manifestara sus intenciones. Sintió que la examinaban, más allá de lo que permitía ver de si misma a la mayoría.
-Te estás tomando tu tiempo. - dijo incómoda, ante el escrutinio al que estaban siendo sometidas.
Finalmente la espada se retiró y Gurtrun respiró aliviada ante las palabras amables del desconocido. Si hubiera sido su deseo cortarles la cabeza en ese mismo instante, no habría podido hacer nada para impedirlo. Se entretuvo devolviendo la aguja a su sitio y recogiendo sus cartas mientras sentía una oleada de gratitud hacia los Hados que le habían permitido vivir un día más. Alzó entonces la cabeza para responder.
- Feliz encuentro tengamos, pues. Descansa tus huesos junto a nuestra hoguera y comparte nuestra com... - en el tiempo que tardó en discernir los rasgos del visitante en la oscuridad descubrió varias cosas. Uno, era una mujer. Dos, era una elfa.
Llevándose una mano al pecho presa del susto exclamó:
- ¡VALGÁNME LOS VALAR Y LOS MAIAR Y LOS QUE LES RECORTAN LAS BARBAS!
Con los ojos como platos y la boca abierta dejando ver los huecos en su dentadura lanzó lejos de sí el mazo de pergaminos que sujetaba, como si quemaran.
Gurtrun- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Localización : Itinerante
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Miró atenta las tres figuras de los Valar, se encontraba totalmente fascinada por las imágenes. Su mirada brilló emocionada, quizá aquella vieja era una estafadora o quizá, era alguien especial. Prefirió pensar lo segundo en aquel momento, disfrutando de la ilusión que el momento le brindaba. Una de las imágenes llegó a sus manos. ¿El viento? ¿La brisa? No podía ser de otra forma... no podía... Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras entre sus manos, Yavanna la miraba con gesto afable.
Rápido supuso que el escalofrío fué causado por la presencia de aquella espada. Se aferró a la imagen de Yavanna y alzó su mirada aterrada. No sabía luchar, no sabía reaccionar ante situaciones de peligro. Simplemente se bloqueó. Su corazón se salía del pecho y su rostro reflejó el pánico de quien sabe que va a morir. Qué poco había durado su hazaña.
No articuló palabra, era incapaz. Escuchó las palabras que ambas dedicaban, hasta que parece que la mujer enfundó su espada y su tono se volvió amigable. Soltó todo el aire que retuvo, aliviada. Pensó que su corazón se había parado, pero por suerte no fué así.
Miró a la anciana, que de repente comenzó a chillar. Athela no había mirado siquiera a aquella mujer guerrera, se incorporó de un salto poniéndose de pié. Fue entonces cuando miró a la mujer de cabellos claros.
- U... ¿Una elfa? - Demasiadas sensaciones a al vez. Fijó su mirada en la montaraz como si de la propia Yavanna se tratase.
Rápido supuso que el escalofrío fué causado por la presencia de aquella espada. Se aferró a la imagen de Yavanna y alzó su mirada aterrada. No sabía luchar, no sabía reaccionar ante situaciones de peligro. Simplemente se bloqueó. Su corazón se salía del pecho y su rostro reflejó el pánico de quien sabe que va a morir. Qué poco había durado su hazaña.
No articuló palabra, era incapaz. Escuchó las palabras que ambas dedicaban, hasta que parece que la mujer enfundó su espada y su tono se volvió amigable. Soltó todo el aire que retuvo, aliviada. Pensó que su corazón se había parado, pero por suerte no fué así.
Miró a la anciana, que de repente comenzó a chillar. Athela no había mirado siquiera a aquella mujer guerrera, se incorporó de un salto poniéndose de pié. Fue entonces cuando miró a la mujer de cabellos claros.
- U... ¿Una elfa? - Demasiadas sensaciones a al vez. Fijó su mirada en la montaraz como si de la propia Yavanna se tratase.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
La exploradora continuó en silencio mientras las dos segundas nacidas manifestaban variadas impresiones al reconocer su origen. Hacía largo tiempo ya que no trataba con los Edaín, o desde luego no con ninguno poco acostumbrado a los de su raza, así que decidió aguardar con calma a que recobraran el sentido. Reconoció el miedo en aquellos rostros, el miedo a lo desconocido, a un ser demasiadas veces imaginado pero que lamentablemente no encajaba en lo que ellas creían, quizás, sus monótonas vidas.
Sin embargo, leía algo más en ellas. Propósitos por encima de una vida sencilla, un ansia de alzarse por encima de lo común y participar en algo más grande… más bello y luminoso en el caso de la más joven.
La más audaz sin duda pareció ser la más anciana, y sin embargo había algo turbio en su mirada. Tal vez quedaban resquicios de bondad en apariencia, pero no lograba ver una mirada transparente ni un corazón afable.
La oscuridad. Aquel manto que invadía ahora la Tierra Media estaba tan extendido que incluso en aquel sendero aquella humana podía verla. No pasaba desapercibida para nadie aunque no para todos causaba el mismo temor.
- No dejeís que la Oscuridad nuble vuestros corazones. No todo lo desconocido tiene porqué ser perverso, ni todo lo bueno está libre de causar daño. Las apariencias a menudo engañan.
La elfa no sonreía. Hacía tiempo que pocas cosas lograban dibujar una sonrisa en su rostro. Le habían infligido demasiado dolor, demasiada pena como para que recuperase la jovialidad que adivinaba en aquellas jóvenes mujeres.
- El peligro nos rodea, es cierto, y sin embargo nada os ha retenido en algún lugar seguro. Decidme, ¿Por qué os aventuraís en tan sombríos tiempos, a tomar inhóspitos caminos? – dirigió su mirada hacia la insignia del carruaje y volvió a posar una mirada sombría sobre la marchita humana.
Sin embargo, leía algo más en ellas. Propósitos por encima de una vida sencilla, un ansia de alzarse por encima de lo común y participar en algo más grande… más bello y luminoso en el caso de la más joven.
La más audaz sin duda pareció ser la más anciana, y sin embargo había algo turbio en su mirada. Tal vez quedaban resquicios de bondad en apariencia, pero no lograba ver una mirada transparente ni un corazón afable.
La oscuridad. Aquel manto que invadía ahora la Tierra Media estaba tan extendido que incluso en aquel sendero aquella humana podía verla. No pasaba desapercibida para nadie aunque no para todos causaba el mismo temor.
- No dejeís que la Oscuridad nuble vuestros corazones. No todo lo desconocido tiene porqué ser perverso, ni todo lo bueno está libre de causar daño. Las apariencias a menudo engañan.
La elfa no sonreía. Hacía tiempo que pocas cosas lograban dibujar una sonrisa en su rostro. Le habían infligido demasiado dolor, demasiada pena como para que recuperase la jovialidad que adivinaba en aquellas jóvenes mujeres.
- El peligro nos rodea, es cierto, y sin embargo nada os ha retenido en algún lugar seguro. Decidme, ¿Por qué os aventuraís en tan sombríos tiempos, a tomar inhóspitos caminos? – dirigió su mirada hacia la insignia del carruaje y volvió a posar una mirada sombría sobre la marchita humana.
Isabella Fortuna- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
La vieja permaneció con los ojos como platos un rato más, hasta que la idea de lo que estaba viendo se abrió paso en su mente confusa y su respiración comenzó a calmarse. Tardó más de lo que jamás reconocería al contar la historia en recuperar su habitual aplomo pero al fin lo consiguió. Rebuscando de nuevo en los pliegues de su capa sacó una pequeña bota de piel, le quitó el tapón con manos temblorosas y echó un trago. Luego se lo lanzó a Athela sin más comentarios, dando por hecho que necesitaba un reconstituyente tanto como ella. Con el aliento todavía apestando al fuerte licor retomó la conversación.
- Siéntate al calor del fuego, amiga elfa. -volvió a ofrecer con un gesto. - Sírvete tú misma todo el guiso que quieras. La carne es de ardilla. ¡No todos los días tengo junto a mi hoguera a un miembro de los Primeros Nacidos!
Rió por lo bajo al oír los consejos de la bella elfa.
- Das consejos como más de una anciana que he conocido en mis viajes. -observó sin perder la sonrisa. - ¡Tú sí debes ser vieja y no yo! Pero te conservas muy bien, eso sí. A decir verdad, eres lo más bonito que han visto estos ojos en muchos años, salvo esta buena moza de aquí, que tiene un corazón puro. Ya te lo digo yo.
No mentía, pues la belleza y la pureza no abundaban esos días, precisamente. Y cierto era, pues Gurtrun era consciente de no reunir ninguna de esas dos cualidades.
- Ya no quedan lugares seguros. -dijo ahora con voz seca y mirada dura. - Da igual recorrer los caminos que ocultarse temblando bajo la colcha que tu madre tejió para tu boda. ¿Qué te trae a esta alegre reunión, elfa? - añadió, pero ni sus palabras ni el tono que fueron dichas tenían ni pizca de alegría.
- Siéntate al calor del fuego, amiga elfa. -volvió a ofrecer con un gesto. - Sírvete tú misma todo el guiso que quieras. La carne es de ardilla. ¡No todos los días tengo junto a mi hoguera a un miembro de los Primeros Nacidos!
Rió por lo bajo al oír los consejos de la bella elfa.
- Das consejos como más de una anciana que he conocido en mis viajes. -observó sin perder la sonrisa. - ¡Tú sí debes ser vieja y no yo! Pero te conservas muy bien, eso sí. A decir verdad, eres lo más bonito que han visto estos ojos en muchos años, salvo esta buena moza de aquí, que tiene un corazón puro. Ya te lo digo yo.
No mentía, pues la belleza y la pureza no abundaban esos días, precisamente. Y cierto era, pues Gurtrun era consciente de no reunir ninguna de esas dos cualidades.
- Ya no quedan lugares seguros. -dijo ahora con voz seca y mirada dura. - Da igual recorrer los caminos que ocultarse temblando bajo la colcha que tu madre tejió para tu boda. ¿Qué te trae a esta alegre reunión, elfa? - añadió, pero ni sus palabras ni el tono que fueron dichas tenían ni pizca de alegría.
Gurtrun- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Localización : Itinerante
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
De pie, frente a la elfa, Athela continuaba petrificada. Era una elfa... ¡Una elfa!.. los dioses habían oído sus plegarias y una elfa la había encontrado. Era el destino, un ápice de luz que regaba la ciudad de Bree desde el propio asombro de Athela. A sus manos cayó de pronto la bota de piel que la anciana le lanzó. Bailó entre sus manos a punto de caer al suelo, la destapó y bebió un largo trago, acompañándolo de un gesto de amargura mientras el licor atravesaba su garganta. Dejó entonces la bota en el suelo y se fué directamente a por la elfa.
Mientras la vieja hablaba Athela interceptó el camino de la elfa antes de que tomara asiento. Agarró sus manos,mirándola devota como si de los propios Valar se tratase. Su respiración continuaba agitada por los nervios y sus manos temblaban pese agarrar las de la elfa.
- ¿Que qué le trae a esta reunión anciana? - Repitió las últimas palabras de la mujer. Parpadeó sin retirar la vista de aquella elfa. - ¡El destino y la buena fé de los Valar la han traído hasta aquí! Estamos salvados... El pueblo de Bree está salvado... - Alternó su mirada desde la anciana hasta la elfa varias veces. Su visible emoción podría conmover a las presentes, su inocencia, destacaba sobre aquellas mujeres llenas de sabiduría.
Mientras la vieja hablaba Athela interceptó el camino de la elfa antes de que tomara asiento. Agarró sus manos,mirándola devota como si de los propios Valar se tratase. Su respiración continuaba agitada por los nervios y sus manos temblaban pese agarrar las de la elfa.
- ¿Que qué le trae a esta reunión anciana? - Repitió las últimas palabras de la mujer. Parpadeó sin retirar la vista de aquella elfa. - ¡El destino y la buena fé de los Valar la han traído hasta aquí! Estamos salvados... El pueblo de Bree está salvado... - Alternó su mirada desde la anciana hasta la elfa varias veces. Su visible emoción podría conmover a las presentes, su inocencia, destacaba sobre aquellas mujeres llenas de sabiduría.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Una ráfaga de viento del Oeste sopló trayendo consigo aromas de los bosques y, como si hubiese sido una señal de aviso, las oscuras nubes comenzaron a desplazarse en lentos y armoniosos movimientos. Sobre ellas, lograba verse un pequeño claro en el que se divisaban, unas pocas estrellas difuminadas en aquella oscura bóveda celeste. Brillaban con fuerza, como queriendo asegurarse que a pesar de las sombras, ella permanecían, siempre vigilantes, siempre dispuestas a iluminarnos el camino. Y en ellas estaba la respuesta, en ellas estaba la esperanza.
- No hay consejo que pueda daros, ni ahora en tiempos oscuros, ni bajo las eternas luces de los dos árboles, pues tan solo en uno mismo están las respuestas. No soy consejera. – La joven Edaín tomó las manos de la Primera Nacida. Silvara se detuvo, quizás algo sorprendida ante el acercamiento, ante la efusividad que mostraban los de su raza. Sin embargo, sonrío amablemente, acariciando con dulzura el rostro mutilado de la mujer. - Más no temáis, si vuestros corazones son puros, si vuestra determinación es suficientemente fuerte, lograreís encontrar ese sendero hacia vuestro destino. Los elfos no pueden daros las soluciones que esperais, más no nos impedirá caminar a vuestro lado.
Los elfos siempre habían caminado a su lado, aunque no siempre se habían inmiscuido en los problemas de los mortales. Sus hogares permanecían ocultos e inquebrantables, sus artes eran consideradas Magia por la gente de fuera, hasta incluso por algunos habían sido tachados de hechicería. Los Eldar a menudo se encontraban más en armonía con los seres de la naturaleza que con aquellos que más se les asemejaban. Pero todas las obras élficas, humanas o de cualquier tipo terminaban siempre por perecer y todo lo que antaño había sido hermoso acababa extinguiéndose… Nada perduraba, tan solo seres solitarios condenados a ver caer todo lo que un día fue bello, todo lo que un día pudieron llegar a amar.
La Eldar soltó las manos de la mujer con suavidad, consciente de haber creado un silencio mientras recordaba… No, ellas no lograrían entender. Ni siquiera con treinta vidas humanas lograrían comprenderlo.
- Podeís llamarme Silvara. – Inclinó ligeramente la cabeza a modo de saludo.- ¿Qué mal acecha a los hombres de Bree, que no se asemeje al de todos los demás pueblos? ¿Que nubla vuestro corazón?No debeís cargar vos sola con los tiempos que nos han tocado vivir. Sin duda la mano del Señor Oscuro ha llegado hasta este lugar. ¿Qué otra cosa os haría encontraros en semejante camino, en esta noche oscura, sino? ¿Qué habeís visto?
Dirigió ahora su mirada sobre la más anciana.
- Vos en cambio veniís de lejos, debeís de estar fatigada, ¿Acaso no esperabaís encontrar cobijo en Bree? ¿Qué hace una anciana viajando de noche y sola? Tan solo el deber podría ser el causante de semejante imprudencia…
- No hay consejo que pueda daros, ni ahora en tiempos oscuros, ni bajo las eternas luces de los dos árboles, pues tan solo en uno mismo están las respuestas. No soy consejera. – La joven Edaín tomó las manos de la Primera Nacida. Silvara se detuvo, quizás algo sorprendida ante el acercamiento, ante la efusividad que mostraban los de su raza. Sin embargo, sonrío amablemente, acariciando con dulzura el rostro mutilado de la mujer. - Más no temáis, si vuestros corazones son puros, si vuestra determinación es suficientemente fuerte, lograreís encontrar ese sendero hacia vuestro destino. Los elfos no pueden daros las soluciones que esperais, más no nos impedirá caminar a vuestro lado.
Los elfos siempre habían caminado a su lado, aunque no siempre se habían inmiscuido en los problemas de los mortales. Sus hogares permanecían ocultos e inquebrantables, sus artes eran consideradas Magia por la gente de fuera, hasta incluso por algunos habían sido tachados de hechicería. Los Eldar a menudo se encontraban más en armonía con los seres de la naturaleza que con aquellos que más se les asemejaban. Pero todas las obras élficas, humanas o de cualquier tipo terminaban siempre por perecer y todo lo que antaño había sido hermoso acababa extinguiéndose… Nada perduraba, tan solo seres solitarios condenados a ver caer todo lo que un día fue bello, todo lo que un día pudieron llegar a amar.
La Eldar soltó las manos de la mujer con suavidad, consciente de haber creado un silencio mientras recordaba… No, ellas no lograrían entender. Ni siquiera con treinta vidas humanas lograrían comprenderlo.
- Podeís llamarme Silvara. – Inclinó ligeramente la cabeza a modo de saludo.- ¿Qué mal acecha a los hombres de Bree, que no se asemeje al de todos los demás pueblos? ¿Que nubla vuestro corazón?No debeís cargar vos sola con los tiempos que nos han tocado vivir. Sin duda la mano del Señor Oscuro ha llegado hasta este lugar. ¿Qué otra cosa os haría encontraros en semejante camino, en esta noche oscura, sino? ¿Qué habeís visto?
Dirigió ahora su mirada sobre la más anciana.
- Vos en cambio veniís de lejos, debeís de estar fatigada, ¿Acaso no esperabaís encontrar cobijo en Bree? ¿Qué hace una anciana viajando de noche y sola? Tan solo el deber podría ser el causante de semejante imprudencia…
Isabella Fortuna- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: [Bree] Los que sufren. (2 octubre)
Viendo que a Athela le llevaría un tiempo recuperarse de la impresión, Gurtrun se sirvió un cuenco de guiso y comenzó a comer sin esperar a nadie.
"La elfa es todo un hallazgo, desde luego lo más interesante que nos hemos topado en años, salvo aquél maldito avellano que me puso la zancadilla aquella vez. - bufó al acordarse. - Maldito árbol y malditas avellanas. No las has vuelto a probar, ¿eh vieja?. Las nueces sí, aunque quizá deba buscar más porque casi no quedan. Son muy buenas para el cuerpo, las nueces. Y la carne de ardilla, una vez bien remojada tampoco está mal. Pero no sabe a nueces, aunque las ardillas las coman. Vete a saber por qué. Aunque es una suerte, no me gustaría comerme una chuleta de cerdo y que sepa a la porquería que les dan de comer."
En esas estaba cuando la elfa se dirigió a ella, sacándola de sus pensamientos.
- ¿Eh? ¿Qué dices, guapa? ¿Fatigada? - la anciana no se lo podía creer. ¡Un oído dispuesto a que le contara todos sus males! -Te lo puedes imaginar. ¡A mis años! Aunque bueno, en realidad si tu fueras humana a saber cómo estabas... pero mira, tengo un dolor de huesos que no puedo con él, y con la humedad hay mañanas que no me puedo ni mover. Se lo contaba antes de Athela y me ha dado unas raíces para tomar en infusión. Es una sanadora muy buena. Y luego el dolor de espalda, no te lo pierdas tampoco, de ir todo el día en la carreta sin una cama decente. Y cuando tengo que cambiar la lona tengo que comer doble ese día, porque no hay forma. Y el año pasado me caí y estuve un mes dolorida. ¡Aún cojeo! Y la vista, uff, es como vivir entre la niebla. Los dioses me conservan el oído, eso sí, pero hija mía... qué suerte tienes. ¡No te hagas vieja! ¡Juventud, divino tesoro!
Después la elfa volvió a preguntar por sus asuntos en los caminos y Gurtrun frunció el ceño. Ya iban dos veces.
- Mis asuntos en la carretera son solo míos. ¡Qué modales! -gruñó. - En estos momentos estoy cenando, no viajando. Y tampoco te he pedido opinión sobre si es prudente o imprudente, así que muchas gracias por el interés, pero si quieres saber a qué me dedico tendrás que descubrirlo por ti misma.
Y con una mirada airada a las dos que permanecían en pie, volvió a su cena.
"La elfa es todo un hallazgo, desde luego lo más interesante que nos hemos topado en años, salvo aquél maldito avellano que me puso la zancadilla aquella vez. - bufó al acordarse. - Maldito árbol y malditas avellanas. No las has vuelto a probar, ¿eh vieja?. Las nueces sí, aunque quizá deba buscar más porque casi no quedan. Son muy buenas para el cuerpo, las nueces. Y la carne de ardilla, una vez bien remojada tampoco está mal. Pero no sabe a nueces, aunque las ardillas las coman. Vete a saber por qué. Aunque es una suerte, no me gustaría comerme una chuleta de cerdo y que sepa a la porquería que les dan de comer."
En esas estaba cuando la elfa se dirigió a ella, sacándola de sus pensamientos.
- ¿Eh? ¿Qué dices, guapa? ¿Fatigada? - la anciana no se lo podía creer. ¡Un oído dispuesto a que le contara todos sus males! -Te lo puedes imaginar. ¡A mis años! Aunque bueno, en realidad si tu fueras humana a saber cómo estabas... pero mira, tengo un dolor de huesos que no puedo con él, y con la humedad hay mañanas que no me puedo ni mover. Se lo contaba antes de Athela y me ha dado unas raíces para tomar en infusión. Es una sanadora muy buena. Y luego el dolor de espalda, no te lo pierdas tampoco, de ir todo el día en la carreta sin una cama decente. Y cuando tengo que cambiar la lona tengo que comer doble ese día, porque no hay forma. Y el año pasado me caí y estuve un mes dolorida. ¡Aún cojeo! Y la vista, uff, es como vivir entre la niebla. Los dioses me conservan el oído, eso sí, pero hija mía... qué suerte tienes. ¡No te hagas vieja! ¡Juventud, divino tesoro!
Después la elfa volvió a preguntar por sus asuntos en los caminos y Gurtrun frunció el ceño. Ya iban dos veces.
- Mis asuntos en la carretera son solo míos. ¡Qué modales! -gruñó. - En estos momentos estoy cenando, no viajando. Y tampoco te he pedido opinión sobre si es prudente o imprudente, así que muchas gracias por el interés, pero si quieres saber a qué me dedico tendrás que descubrirlo por ti misma.
Y con una mirada airada a las dos que permanecían en pie, volvió a su cena.
Gurtrun- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 26/01/2013
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