[Rivendel] El antiguo hogar [3 de octubre]

Recorrió con lentitud el estrecho desfiladero apoyando las manos contra las paredes de piedra que se elevaban dejando únicamente una estrecha franja luminosa muchos metros por encima. Avanzaba con pasos tambaleantes y lentos, sosteniendo su peso más con los brazos que con las piernas, cuyos dolorosos calambres eran ya casi insoportables. No era la fuerza de sus músculos la que la mantenía en pie y la hacía avanzar hacia la luz que le llamaba al final del desfiladero, si no la de su voluntad. Era la fuerza de su voluntad la que permitía avanzar a la elfa que, de no ser así, haría mucho que habría caído, moribunda, en algún camino.

Las paredes a ambos lados iban abriéndose poco a poco con cada paso, hasta el punto en que fue incapaz de apoyarse en ambas paredes a la vez, pero su avance no se detuvo. Sus pies se arrastraban, descalzos y ensangrentados, pasó tras paso lenta, pero inexorablemente hasta que, por fin, el desfiladero acabó de pronto abriéndose en un profundo barranco y un camino que descendía hasta su mismo destino.

Había regresado. Tras largos años, había regresado a su hogar. Pero aquel ya no era su hogar, ni el de nadie. La antaño magnifica Imladris era un cúmulo de ruinas tomadas por la naturaleza, aun así, conservaba cierta oscura belleza que ni el mal más poderoso de la Tierra Media había sido capaz de arrebatar.

El camino que le habría llevado algunos minutos recorrer le costó horas y, cuando por fin sus pies pisaron la antigua ciudad de los elfos, el sol ya se encontraba en lo más alto del firmamento.

La magnífica Rivendel conservaba su encanto, pero eran muchos los edificios que habían sido derrumbados hasta no ser más que un montón de escombros o que permanecían ennegrecidos por el fuego, pero a pesar de todo el mal que había invadido aquella tierra, la naturaleza había logrado abrirse camino, no una naturaleza oscura y grotesca como la que había tomado el Bosque Negro, sino una naturaleza tan hermosa como salvaje.

La elfa sintió algo en el aire que la reconfortó, a pesar de la pena que sentía, algo que , sin duda, mantenía alejados a los siervos de la oscuridad pero, a pesar de ello, Rivendel ya no era un lugar seguro.