[Gabilgathol] Corredores derrumbados (3 Octubre)

Estaba siendo un día muy ajetreado, pero la enana lo agradecía pues así no era necesario dedicar tiempo a pensar en su propia tristeza. Por desgracia, mientras se ocupaba del bienestar de los refugiados tuvo que vivir de cerca tristezas de otros, pues muchos enanos en Gabilgathol lloraban a los desaparecidos. Tuvo que consolar y dar palabras de ánimo, así como organizar la distribución de ropas y otros enseres pues los que llegaron hacia dos días pidiendo refugio no se habían entretenido, como era lógico, en hacer el equipaje. Ahora, ya avanzada la tarde, debía acudir al salón de curación, donde estaría Thráin con sus hombres, pues durante la comida habían pedido examinar el túnel derrumbado que los separaba del Balrog. Zhura no tuvo más remedio que ofrecerse a hacer de guía, aunque no era una tarea que la desagradara, pues quería verlo por ella misma. Había dejado a Zhror con otras enanas y Dis la acompañaba, como había hecho toda la tarde.

La enana de rubios cabellos que ya encanecían no demostraba el cansancio que debía sentir, por lo que la más joven la admiraba. Qué digna hija de Durin era Dis, pensó. Sonrió a la enana que al entrar en la sala de curación se acercó a visitar a algunos que allí reposaban. En muchas ocasiones, también se utilizaban los lechos para que viajeros de otros asentamientos descansaran antes de continuar con sus quehaceres.

- Buenas tardes.- dijo en voz baja a Kóna, la encargada de atender a los heridos, una enana vigorosa de sonrisa fácil que amputaba un brazo aplastado o acunaba a un recién nacido con el mismo entusiasmo. Esa tarde parecía algo agobiada, pero no perdía el ritmo atendiendo a unos y a otros.

El silencio del salón solo se veía interrumpido por el llanto de algún niño o los ronquidos de algún enano.

Al fondo de la sala estaba Thráin, el enano solitario de cabellos rojizos. Sonrió formalmente al acercarse a él y saludó con un gesto de la cabeza.

- Espero que hayáis tenido un buen descanso. Si os place os acompañaré ahora a visitar el túnel. -pensó entonces en el guerrero herido por una flecha orca y se esforzó en recordar su nombre. - ¿Se encuentra mejor... Thrólin? Estoy segura de que Kóna lo ha atendido de la mejor de las maneras, es una sanadora competente.

Y ahí estaba Thráin, fumando los restos del tabaco que se guardó en el rio Lhûn antes de notar los temblores. Por fin encontraba un respido para poder sumergirse en sus pensamientos y en el calido humo de esa deliciosa hierba que tanto amaba fumar.

Y estaba ahí, absorto en su mente, descansando junto a sus camaradas, que estaban recuperandose del fatigoso viaje. Y fue en ese mismo momento cuando oyó la voz de Zhura, con quien hace poco acababa de comer. Fue tal la salida de sus pensamientos, que el enano se atragantó con el humo del tabaco. Se levantó de su sitió y se quedó bastante rato tosiendo mientras se pegaba a si mismo golpes el el pecho. Notaba como su cabeza se ponía caliente y roja mientras seguía tosiendo. Cuando por fin terminó de toser, se intento despejar la gargante haciendo un sonido con esta y se quedó mirando a la enana. -Por el amor del Hacedor, hasta el mas innofensivo humo puede matarte. Disculpe este momento mi señora, me habeis sorprendido cuando estaba absorto en mis pensamientos.

Se fijó que entonces ella miraba a Thrólin, su compañero herido de levedad en el rio. Miró primero a él y luego a la señora de Gabilgathol. -Thrólin es fuerte, al igual que el resto del grupo. Llevamos a nuestras espaldas muchos años recorriendo los caminos para alejar a nuestros enemigos de las montañas, y hasta ahora, lo estamos cumpliendo. El enemigo nos llama los Huerfanos, y no olvidan el nombre.-dijo mientras esbozaba una sonrisa hacia sus compañeros.

Tras esperar un momento, volvió a mirar a Zhura y se dirigió a ella. -Tengo entendido que venís a guiarme hasta el tunel donde está el derrumbe no?

Los ruidos emitidos por el enano atragantado llamaron de inmediato la atención de Kóna, que al advertir que no era grave continuó cambiando vendajes. Mientras Zhura se planteaba si sería conveniente intervenir o no y de qué modo, Thráin recuperó el aliento.

- Discúlpame a mi, Thráin. -dijo conteniendo una sonrisa, pues no quería ofender al enano.- No pretendía sobresaltarte con mi llegada.

Se acercó a Thrólin entonces mientras atendía a la explicación del jefe del grupo.

- Me alegra oír que tu herida mejora, mi buen guerrero. Espero que puedas recuperarte por completo antes de que el camino te reclame otra vez. - dijo palmeando al enano en el hombro compasivamente.

Comenzaba a estar cansada de intercambiar saludos y cortesías cuando lo que de verdad deseaba era visitar el derrumbe y examinarlo por si misma.

- Acompañadme pues. -dijo a todo el grupo y se puso en marcha, caminando deprisa, de manera que las trenzas de su recogido se agitaban tras ella siguiendo el vaivén de sus pasos. - El túnel que nos conectaba con Nogrod terminaba en el Salón Sur, como sabréis. Fueron muchos los refugiados que lograron llegar a Gabilgathol gracias al sacrificio de los guerreros que permanecieron para contener a la bestia, Mahal los acoja en sus salones. - su voz perdió la seguridad con la que se expresaba hasta convertirse en un susurro al final, como siempre que mencionaba a esos valientes, pues apenas podía creer que Rugit, su esposo, hubiera caído con ellos.

Recobró pronto la compostura perdida e imprimió un nuevo brío a sus andares, enfada consigo misma por ese momento de debilidad. Una hija de Durin no flaqueaba jamás.

Una vez llegaron al salón del túnel vieron cuadrillas de enanos con picos que entraban y salían del túnel, trabajando en el derrumbe que llegaría a sellar el túnel por completo.

- Mi señor padre ha ordenador que se derrumbe cada palmo del túnel hasta aquí mismo, de manera que queremos aislados del fuego de la bestia. Así Gabilgathol seguirá siendo un refugio seguro, aunque Nogrod haya caído. - explicó la dama. - En Salón Rojo pronto conocerán la noticia, pues enviamos un grupo como avanzadilla al saberse del desastre. -no explicó, sin embargo, que ese grupo pretendía ser la salvaguarda del futuro de la raza enana si todos perecían.

Observó el ajetreo y el ir y venir de enanos durante unos minutos, dando tiempo al grupo a que hiciera lo mismo. Se dio por satisfecha, parecían trabajar con esmero.

En el tunel se notaba un ambiente muy cálido, tal vez demasiado. Se acercó junto a Zhura y observó la gloriaosa galería que fue ese tunel. Un tunel de grandes alturas, de colores grisaceos y formando un robusto dintel, todo ello decorado con una delicadas pero robustas runas un unos lazos conectados entre si, todos ellos muy cuadrados, a la forma enana. Gloriosas eran, y así es como hay que calificarlar, porque ahora no existían. La felicidad de un puebl orgulloso se acababa en ese tunel, derrumbado por los mismo que lo construyenron, para retener al demonio.

Fue en ese mismo momento cuando se acercó a la zona del derrumbe y con su hacha le dio unos golpecitos en la roca, formando un eco del sonido del metal, el ruido del encierro. -Decidme Zhura, ¿cuándo nuestro pueblo, el orgulloso pueblo enano, sucumbió al afán de cavar hasta los extremos más reconditos de la tierra solo por riquezas y gloria? ¿Cuando se abandonó el espírito de nuestra comunidad? Yo no amo las riquezas y el poder de nuestras minas. Yo amo lo que fuimos, la gloria de Moria y Erebor, que el enemigo nos arrebató. Ese mismo afán por por cavar en sitios reconditos fue lo que despertó al Balrog de Khazad Dum y el que ha despertado a este. Sí, hemos bloqueado el puente, pero pensad en quienes no lograron llegar hasta aquí, quienes viven escondidos en Tumuzahar, con el Balrog acechando. -apoyó la mano en la pared, en un intento vano de oir al resto de sus camaradas pidiendo ayuda o algo. No oyó nada.

Entonces se fijó en la voz de su señora Zhura, la voz de la melancolía, la tristeza... Parecía que había perdido a alguien, una sensación que Thráin experimentaba todos los dias. -Parece que habeis perdido a alguien. Se como se siente, pero no dejeis que el dolor invada vuestro alma. Sed fuerte y soportar el dolor, ayuda a tus hermanos, da de comer al que lo necesite, recibir las flechas que van al cuerpo de otro. Hace decadas perdí a mi familia, pero mi familia ahora sois todos vosotros, en pueblo de Durin. -Agachó la cabeza y habló para el suelo. -Solo seré un enanó, pero mis ancestros me dan fuerzas. -dijo inchandose de orgullo. -Mi señora Zhura, tengo intención de ir a Tumuzahar

Spoiler:

Zhura tardó unos segundos en ser consciente de la gravedad de lo que Thráin estaba diciendo.

- ¿Escondidos? ¿Quieres decir que puede haber supervivientes? - preguntó Zhura. Se dio la vuelta y caminó unos pasos para ocultar su rostro.

Pensó en su hijo llorando desconsolado en sus brazos la pérdida de su padre. Pensó en las familias rotas, en los heridos, en los desaparecidos. En su propia culpa y en la culpa de su padre. Derrumbar el túnel había salvado a muchos, pero había condenado a otros. No era la primera vez que debían tomar decisiones por el bien común y las muertes que habían causado para garantizar otras vidas pesaban en su conciencia. Pero ahora podía expiar su culpa. Asumir su responsabilidad. La posibilidad de que fuera cierto la golpeó con la fuerza de un martillo. Se sintió mareada, como si la roca fuera a abrirse bajo sus pies.

Sus ojos castaños tenían el brillo de la esperanza cuando se dirigieron al enano, pero también estaban allí la rabia y la desesperación. Su mirada era intensa y decía mucho más que sus palabras.

- No lloro por mi. Ni por los caídos. - dijo.- Pero si es cierto que hay supervivientes es nuestro deber socorrerlos, rescatarlos y llevarlos a un lugar seguro.

Tras escuchar las palabras de la enana, si cara cambió de semblante , esbozando una gran sonrisa ante la aceptación que ha tenido la enana ante la idea de Thráin. Posó la mano en el hombro de ella, como señal de confianza ante ella, y le contestó.

-Me alegra que penseis lo mism mi señora. Partiremos en unos días, solo mis compañeros de los Huerfanos y yo. Si de verdad quereis uniros a mi compañía, sereis bienvenida. Además, si encontramos a los elfos, o vamos en su encuentro, sería bueno teneros entre nosotros. Yo... digamos... que no tendría paciencia para hablar o parlamentar con ellos. ¿creeis que es prudente ir a hablar con los elfos? ¿qué opinais? -se ajustó el cinturón y de forma mas despreocupada añadió. -No será una empresa fácil, por eso deberías pensarlo. Sabemos que la entrada a Tumuzahar permanece abierta, pero no sabemos que catastrofes ha provocado el Balrog, por lo que iremos a ciegas.

No sabía ni cual era la situaión de la ciudad, ni donde estaba exactamente el Balrog ni nada. Thráin no tenía miedo a esa bestia, pero tenía miedo a perder a los suyos, de eso no cabía duda.

El enano le ofrecía un lugar en su grupo, sin reparos ni consideraciones. Y es más, pensaba que sería una buena aportación. Jamás nadie le había dado antes la bienvenida en una aventura que implicara empuñar un hacha y sus dedos se estremecieron ansiosos. Sintió ganas de aceptar de inmediato, parlotear y reír como una chiquilla, abrazar al enano que la consideraba digna de luchar a su lado, pero se contuvo.

- Mi buen amigo. -dijo sin embargo, pues era una enana prudente. - No es una decisión que pueda tomar a la ligera, pues aquí tengo responsabilidades y obligaciones que cumplir. Te responderé pronto, pero creo que deberíamos hablar de esto tanto con Dwannor como con mi padre, por eso te propongo que mañana en el consejo tratemos esta empresa. Con ellos podremos trazar un plan, una estrategia que nos lleve al éxito en esta aventura, que es noble en su propósito. Mañana a la hora de consejo nos veremos. Hasta pronto Thráin.

Entonces la enana deshizo los pasos que la habían conducido hasta ese punto del corredor para dirigirse a su aposentos. Tenía mucho que considerar y muchas decisiones que tomar.