[Gabilgathol] Hablando del desastre (3 de Octubre)

No todas las razas de la tierra sabían encontrar las puertas de Gabilgathol, solo el pueblo enano y el que supiera sobre él.

Las puertas eran magestuosas, como todo trabajo enano, pero también discretas, para poder pasar desapercibidos al ojo enemigo. En la entrada había unos pocos guardias, los cuales, al ver a Thráin y los suyos, que ya eran más que conocidos en esas puertas, les dejaron pasar sin pensarselo dos veces.

El interior, a simple vista desde la entrada, era de ambiente un tanto movido. Lleno de polvo de piedra, algunos recogiendo cosas del suelo y correteando de un lado a otro. No estaban tranquilo, eso se veía, pero sabían que no estaban a salvo del todo.

Thráin, muy raudo, se dirigió a la camara del señor de Gabilgathol. Tenía dudas, preguntas, estaba sucio, casi hambriento y un tanto cansado de los 3 dias de marcha sin descansar, y algunos compañeros suyos necesitaban descansar más que él mismo.

Cuando por fin le dejaron entrar en la sala, se quitó el yelmo y apoyando el mando del hacha en el suelo, saludó a su señor Zhor. -Mi señor. -dijo medio mirando al suelo. -Encontré a un grupo de camino a Gudubaraz. Tras oir la noticia parti rapido sin descanso hasta llegar aqui a prestar mis servicios. ¿Es cierto lo del demonio, el mal de Durin VI? -estaba algo nervioso, titubeaba. Todo era ahora demasiado complicado, y no sabía que hacer.

Zhor parecía medio siglo más viejo que la última vez que Thráin lo había visto. Cuando entró en la cámara, el señor de Gabilgathol permanecía sentado en el trono de piedra, con el viejo Dwannor a su lado.

— Me temo que así es, Thráin hijo de Thróun — asintió Zhor alzando la cabeza solo entonces.

— Un Balrog de Morgoth — intervino Dwannor — Pero dudo mucho que sea el Daño de Durin, muchacho. El Daño de Durin estaba atrapado en Khazad Dum — dejó el amplio tomo que portaba bajo el brazo en una amplia mesa de piedra y volvió a mirar al recién llegado — Incluso hay quien dice que fue derrotado y ejecutado por Tharkún.

— Me tiene sin cuidado que sea el Daño de Durin o uno de sus hermanos, Dwannor — replicó Zhor con la edad reflejada en la voz — No supone la menor diferencia para aquellos que han muerto bajo su fuego.

Dwannor contempló largamente a su señor con el ceño fruncido. Zhor estaba cansado, viejo y cansado. Los largos años desde el redescubrimento de Gabilgathol le habían pasado factura, repentinamente podría parecer.

— El señor te agradece el esfuerzo realizado, Thráin hijo de Thráun — Dwannor se acercó a Thráin — Ahora necesita descansar. Ayuda a este viejo enano, muchacho — añadió señalando la puerta por la que acababa de entrar — Disculpa el recibimiento, muchacho -- añadió en un susurro que solo Thráin pudo escuchar — Zhor ha estado realmente agotado desde el ataque.

Todos estaban cansados, Zhor, Dwannor y el propio Thráin. En tres dias habían ocurrido muchas cosas y todos necesitaban descansar. Por lo tanto, dejó a su señor Zhor descansar y acompañó al sabio Dwannor.

-El recibimiento es lo de menos, sabio Dwannor. Nuestro señor Zhor es un gran lider, que piensa en su pueblo y lo defendería con su vida. Pero un Balrog supera cuelquier espectativa. ¿Como hacer frente a un servidor de Morgoth? El pueblo de Durin siempre ha vivido solo, muchas veces ajeno al resto de la Tierra Media. ¿Creeis que esta vez podremos salir de esta? -en sus palabras no le faltaba razón. El pueblo enano muchas veces tendía a ocultarse del mundo, guardarse sus secretos, y a veces sus secretos eran su perdición.

-En el camino hacia aquí también hubo problemas. En el cauce del rio Lhûn nos atacaron una partida de jinetes huargo. Muy pequeña la partida, de tres jinetes, supongo que estarían vigilando el camino entre puente y puente, los cuales deben de estar llenos de escoria de Mordor. Temo que se estén acercando a nuestro hogar. Ahora, si pudieran muy hombres curarse y comer algo os lo agradeceria maese Dwannor. -esperaba ver si aquel sabio tenía las respuesta a sus preguntas. Bien era sabido que Dwannor era un erudiro en la lectura y en el saber.

Estaba inmersa en una conversación con el maestro herrero cuando le llegó la noticia de que habían llegado viajeros. Dio por hecho que eran enanos, pues nadie más podía encontrar las puertas de Gabilgathol. De despidió del artesano acordando que en unos días recogería el encargo y se dirigió al salón donde su padre recibía en audiencia a los recién llegados. Se alegró de llevar lo que consideraba su uniforme de Dama de Gabilgathol, que incluía peinado y ropas adecuadas a su rango. Cuando por fin llegó reconoció a Thrain y a sus enanos que hablaban con Dwannor. Alcanzó a oír la petición última del guerrero y sonrió para si con amargura. Parecía que en los últimos años solo servía para eso, para curar y alimentar, y sus dedos echaron de menos el peso de un hacha en la mano. Compuso ahora una sonrisa que no llegaba a sus ojos y saludó al grupo.

- Bienvenidos seáis, guerreros, a los salones de Gabilgathol. - dijo formalmente. - Permitidme que me ocupe de vuestras heridas y vuestros estómagos, debéis necesitarlo tras el viaje. Si me acompañáis...

Completó su ofrecimiento con un movimiento del brazo que señalaba el corredor que los llevaría hasta la sala de curación.

- Dwannor, ¿nos acompañarás y comerás con nosotros o tienes quehaceres? - preguntó al consejero.

Dwannor sopesó las preguntas del joven enano, frunciendo el ceño pensativo.

— No siempre, mi joven Thrain — replicó al cabo — Hubo tiempos en que manteníamos una estrecha relación con hombres y elfos, si también con ellos — añadió — Pero el pueblo de Durin es un pueblo orgulloso y no han sido muchas las ofensas que hemos visto en el pueblo de Gondolin, no todas fundadas, debería añadir.

Vio venir entonces a Zhura y sonrió.

— El pueblo de Durin se ha forjado de sangre y acero, no es el primer gran enemigo al que se enfrenta — dijo antes de que la enana llegara hasta ellos — De momento el peligro ha sido bloqueado tras millas de roca. Algunos pueden decir que la aparición del Balrog es una señal, un toque de atención para que el pueblo de Durin se muestre y busque aliados… — el anciano se detuvo y miró a Thrain fijamente — Y yo digo ¿qué más da que sea una señal o no? ¿No nos hemos ocultado ya suficiente? Nuestro pueblo es escaso y el enemigo es numeroso… el sabio trataría de equilibrar la balanza.

— Por supuesto, niña — aceptó Dwannor sonriendo — El viejo Dwannor jamás desprecia un buen manjar.

Escuchó atentamente las palabras del sabio al que tanto beneraba. No eran muchos los enanos que se dedicaban al saber y a los libros. Thráin sabía hablar el khuzdul y la lengua común, como muchos enanos, aunque le costaba algo escribirlo y leerlo.

Dwannor había vivido más tiempo que Thráin. El joven enano nació ya en la Desolación de Sauron, lo "mucho" que sabe de su pueblo fue gracias a canciones e historia que le contaron en su clan. Muchas veces estaban mitificadas, otras exageradas. Todos esos factores fueron los que crearon en la mente de Thráin una visión exagerada de la historia de su gente. -Puede que tengais razón, vos habeis vivido más la historia de nuestro pueblo que yo. Nací en tiempos oscuros, pero vos los vivisteis nacer. -siguió caminando con el anciano enano hasta encontrarse con Zhura, la hija del señor Zhor.

-Mi señora. -dijo inclinandose torpemente ante ella. -Me alegra veros bien y a salvo ante el desastre que ha ocurrido. -costaba encontrar palabras educadas y formales para la hija del señor de Gabilgathol. Aunque compartieran la sangre de Durin, Thráin siempre sería de una rama adyacente a la principal, a la de Durin. Por eso, se tenía que presentar como uno más. -Sois muy amable, mi señora, de atendernos. Llevamos días sin descanso y nos hemos enfrentado a una partida de jinetes huargos, que aunque los abatimos, a causado alguna herida en alguno de mis valerosos compañeros. -siguió caminando mientras ayudaba al anciano a desplazarse.

-Sabio Dwannor, ¿a qué busqueda de aliados os referís? los hombres se han vuento corruptos y no están unidos. Los dirigen, por lo que tengo entendido, escoria de hombres, servidores del señor de Mordor. Con los elfos nunca hemos tenido trato, ¡y Durin me lleve si lo permitimos!, no hemos tenido más que problemas con los oreja picudas. -se fijó que Zhura estaba delante de él y reaccionó. -Oh, disculparme mi señora por mis rudos modales. Aun así, no se si los elfos querrán ayudarnos, un balrog solo está al alcance de unos pocos.

El debate entre los dos enanos era interesante y Zhura escuchó en silencio las palabras de uno y otro hasta que llegaron aun salón ocupado por largas mesas. Una de ellas estaba vacía.

- Tomad asiento.- dijo en su deber de anfitriona. - Pronto nos servirán un buen almuerzo. Atenderemos después las heridas. Unos tragos de licor de roca ayudarán sin duda a que las heridas parezcan rasguños.

Y así fue. Tras intercambiar unas palabras con una enana pelirroja tomó asiento junto al consejero. Sentía gran simpatía hacia el anciano y respetaba su sabiduría, pero sus palabras la habían inquietado. Llegaron enseguida bandejas de carnero asado con verduras y especias, cuencos de frutas y abundante pan. También jarras de cerveza para bajarlo todo.

Zhura dispuso en su plato una pequeña loncha de carne al horno con patatas.

- No todos los hombres serán corruptos, primo Thráin. -dijo Zhura, aludiendo a la relación lejana con el enano a modo de cortesía. - Es bien sabido que son débiles pero hubo en tiempos hombres nobles y valientes. Dudo que todos hayan perecido. Sin embargo, los elfos no me inspiran confianza. Aunque en tus palabras hay verdad, Dwannor. Si queda alguno, seguramente se hayan dedicado a sus propios asuntos igual que nosotros. Por eso dudo que les interese hacer algo contra el enemigo. De todas formas me divertiría ver la cara de uno de esos supuestos primeros hijos al invitarlos amablemente a solucionar el problema de nuestro vecino. Sinceramente, preferiría aliarme con los medianos.

Tras la perorata, pues era enana de pocas palabras y no estaba acostumbrada a expresar sus opiniones tan siceramente, comió un poco.

— Parece que no solo es hermosa, también es lista — le dijo Dwannor a Thráin señalando a Zhura — Todavía hay hombres que se oponen a Sauron, aunque pocos saben dónde y en cuanto a los elfos… La mayoría ha abandonado la Tierra Media a su suerte y ha partido hacia el oeste, pero también es sabido que algunos se quedaron. ¿Por qúe? Os pregunto — miró a ambos enanos alternativamente — Tal vez algunos sigan preocupados por la suerte de esta tierra y eso, jóvenes enanos, a pesar de todas nuestras diferencias y todas nuestras desconfianzas — mostró una sonrisa ante la evidencia que estaba a punto de decir —, los convierte en nuestros aliados.

Dwannor alargó la mano hasta la pierna de carnero que tenia en su plato y la agarró por el hueso llevándosela a la boca y arrancando un generoso bocado de carne.

— Se dice “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” — dijo sin haber tragado el bocado todavía — y no hay verdad mas grande. Los medianos no tienen la fuerza de tienen los orejas picudas, muchacha… Aunque en el momento oportuno también pueden ser de gran utilidad.

Alargó la otra mano y, sin soltar el muslo, bebió un largo trago de cerveza. Dwannor era el enano más viejo de las tres fortalezas pero comía como un guerrero joven, su abundante barriga daba fe de ello.

Escuchó atento a ambos atentamente. Pero entonces, ¿qué debía hacer?, ¿buscar a los elfos o a los medianos? Demasiadas razas para la mente guerrera del enano. -Maese Dwannor, veo sabias vuestras palabras, y las de mi señora también, pero como vos decís, quedan unos pocos que hacen frente a Sauron, y tal vez necesiten nuestra ayuda. ¿Pero por donde empezar? ¿Acaso sabemos donde están los elfos? ¿No creeis que es peligroso aun ir al reino de los hombres? Estas tierras son seguras gracias a valerosos enanos como mi compañía. El enemigo nos teme y nos odia, pero más allá solo sabemos lo que las aves y algunas boces nos dicen. -hizo una pequeña pausa y se dirigió ahora hacia Dwannor en lo relativo a los medianos. -Es bien sabido maese, que un mediano es un ser de gran corazón y pies silenciosos. Y si no digaselo a los 13 valientes enanos, que junto a Tharkûn y el mediado de Bolsón Cerrado, Bilbo Bolsón, se aventuraron hacia Erebor.

Hizo una pausa para acomodarse mejor en la silla mientras bebía un trago de licor de roca, aquel licor que revitalizaba a cualquier enano. -¿Recomendais ir al encuentro de los elfos sabio Dwannor? Yo creo que el pueblo de Durin tiene que mostrar su cara. Seremos pocos, -dijo mientras se levantaba del sitio euforico. -¡PERO EL PUEBLO DE DURIN ES FUERTE Y DURO! -dijo terminando con un golpetazo en la mesa.

El anciano no dejaba de hablar con sentido, aunque Zhura no estaba ni mucho menos convencida.

- Si mi tío te oyera, sabio Dwannor, diría que chocheas.-dijo con un guiño. - ¿Unirnos a las otras razas? ¿Buscar a los elfos, a los medianos, y a los hombres que resisten la corrupción de Sauron? Parecen palabras de un loco. Pero sabio y loco a veces parecen la misma cosa. Quizá sea algo a considerar. ¿Puedo saber cuál es la opinión de mi padre en esto? Pues seguro lo habéis hablado.

Después habló Thráin, poniéndose en pie en un arrebato de euforia. Alzó su copa de licor ante sus palabras y la apuró de un trago.

— Es peligroso, sin duda — replicó Dwannor sin dar tregua a la pierna de carnero — Pero en los tiempos que corren, es peligroso hasta permanecer encerrados bajo tierra, joven Thrain.

Asintió ante el comentario de los hobbits y sonrió ante la efusividad del joven enano.

— Y muchos compartirían la opinión de Thrannor, joven dama — dijo asintiendo con la cabeza — aunque tu padre no creo que fuera uno de ellos… ¿Te ha contado alguna vez porque no siente la antipatía hacia los elfos que siente tu tio? Imagino que no, no le gusta hablar de ello…

Dwannor dejó el hueso pelado en el plato y, tras chuparse los dedos para eliminar la grasa, agarró la jarra de cerveza y dio un largo trago.

— ¿Habéis oído hablar de un elfo llamado Legolas? — soltó un eructo provocado por la cerveza, pero siguió hablando sin darle la menor importancia — Estoy seguro de que, aunque su nombre no os resulte familiar, habéis oído hablar de él. Fue integrante de la Compañía del Anillo y murió en la batalla de la Puerta Negra junto a Gimli, hijo de Gloin — de Gimli daba por hecho que habían oído hablar — incluso se dice que llegaron a trabar gran amistad. Ese elfo era hijo de Thranduil, rey de los elfos del Bosque Negro, y salvó a tu padre de ser devorado por las arañas cuando no era más que un zagal imberbe. No lo he hablado con tu padre, muchacha — admitió el anciano enano — pero creo que, aunque la idea no le hiciera demasiada ilusión, no se mostraría contrario a ella.

Escuchó atento las palabras de Dwannor y de la enana. La verdad que todo tenía sentido y tenían razón. Por mucho que sintiera algún rechazo hacia otras razas, la que más lo elfos, tampoco debía olvidar que también estuvieron unidos en el pasado.

-Tendreis razón maese, pero... ¿por donde empezamos? ¿por los elfos, los hobbits y los hombres? Nuestro pueblo es aun reducido como para separarse en busca de los otros pueblos. -se acomodó en la silla mientras ponía las manos sobre su tripa y apuraba el último trago de licor. -Aaaaah, delicioso. -concluyó.

Mientras escuchaba la historía que contaba Dwannor, Thráin pudo notar como la comida caía demasiado rapido por su estomago, provocando un sonoro ruido que se desplazaba desde la tripa hasta la zona posterior del cuerpo de enano. De repente, notaba como un repentino aire calido se expulsaba de ahí, en forma de flatulencia silenciosa. El enano, dandose cuenta de ello, y viendo que la dama de Gabilgathol estaba ante él, de forma disimulada empezó a airear con la mano esa forma, para que así, y con suerte, no se notara esa presencia, fruto de estar días comiendo carne en salazón y en mal estado durante mas de 3 días.

-Eemmm, sí, la... oi la historia... la de Gimli y el elfo... Legolas, sí, Legolas... -decía entre nervioso y algo avergonzado.

La enana perdió el habitual control de sus emociones y la sorpresa se extendió por sus rasgos.

- ¿Que un elfo, hijo de Thranduil nada menos, salvó la vida a Zhor hijo de Zhror? - preguntó. - Me dejas sin palabras, Consejero. No cuestiono que un elfo sea capaz de una acción noble hacia un enano, pues ahí mismo tenemos la prueba.- dijo señalando la mesa como si su padre estuviera sentado en ella para demostrar que lo imposible era posible. - Pero de ahí a pensar que los elfos estarían dispuestos a aliarse con nosotros contra el enemigo... ¿por qué habrían de hacerlo, aún cuando nosotros les ofreciéramos nuestra amistad? Tu mismo has mencionado a Thranduil, que apresó a Thorin Escudo de roble y a su compañía.

Confiar de los elfos parecía una locura, pues pocas veces había dado buenos resultados. Quizá la naturaleza de ambos pueblos fuera incompatible. Sin embargo, pensar en Thranduil y en lo ocurrido siglos atrás hizo que dudara.

- Quizá tengas razón Dwannor. Repasamos a menudo las ofensas que el pueblo élfico nos ha causado, pero ¿cuántas veces recordamos las ocasiones en que nos unimos por el bien común? - dijo, pensativa.- Pensad en la Batalla de los cinco ejércitos. O en la Compañía del Anillo. Quizá, solo si el mal que debemos combatir es lo suficientemente grande seamos capaces de dejar de lado nuestras diferencias y luchar juntos.

— Y luego se alió con él y con los hombres para vencer a los ejércitos de trasgos y huargos en la batalla que tú mismo has mencionado — dijo Dwannor mirando a Zhura — Muchas son las diferencias que nos separan con los elfos y hombres, de hecho puede que ahora solo tengamos una cosa en común — se olvidó por un momento de la comida y adoptó un tono solemne — Sobrevivir… O vivir en paz, más bien. ¿Y qué hay más importante que eso?

Miró entonces su jarra de cerveza, con la misma mirada que si acabara de descubrirla, y alargó la mano para agarrarla y dar un largo trago que la dejó vacía.

— Los hombres y los medianos son los más fáciles de encontrar, ciertamente — replicó el anciano mirando ahora a Thráin — También son los menos fiables. El Señor Oscuro tiene muchos seguidores entre los hombres y los medianos están bajo la influencia de Saruman el multicolor. Sin embargo los elfos, igual que nosotros, han permanecido ocultos de la mirada del Gran Ojo, por lo que, de encontrarlos, podemos estar casi seguros de que no serán seguidores de Sauron.

Mientras escuchaba, Thráin bajó su mirada hasta la mesa, apoyando su barbilla en su pecho. Mientras pensaba en lo que decía Dwannor. Mientras escuchaba en lo que decía, empezóa a emitir un sonido de garganta, como un carraspeo constante pero d forma baja, sintoma de que pensaba en lo que decían ambos.

-Jum... entonces, sabio Dwannor, ¿recomendais ir en busca de los elfos? No son de mi gran gusto, pero como bien decís, están libres de la maldad del señor Oscuro. Tal vez puedan ayudarnos o conozcan la manera de vencer al Balrog. Nos pueden ayudar si de verdad comparten nuestra empresa para lograr la paz en la Tierra Media, y eso empieza por ayudarnos. -se irguió un poco en la silla y se inclinó un poco hacia delante. -Y esa empresa empieza en Tumuzahar, uno de los focos del mal. No conozco las malas artes de los elfos, pero tengo entendido que tienen poderes que no me gustaría ver.

Se sirvió otra copa de licor, bastante generosa y de un trago se la bebió. Una vez hecho esto, dió una sacudida de cabeza acompañado de un sonido de garganta, demostrando así los grados que tenía en licor. -Aun así, ellos están escondidos como nosotros, excepto los de los Puertos Grises, pero estan bajo asedio. ¿Quien debería aventurarse en tal empresa? Yo conozco los caminos y las montañas, pero no se si soy merecedor para aventurarme.