[Hobbiton] La tan esperada carta (3 de Octubre)

El sol de la mañana entraba a raudales a través de las cortinas azules, que brillaban iluminadas. Amy dormía plácidamente en su alcoba de paredes redondeadas acurrucada bajo las mantas y el cobertor con un diseño de hojas que tejió su abuela cuando su vista aún era buena.

- Amy, Amy ¡despierta! - dijo Perla sacudiendo enérgicamente a su amiga por los hombros que aún estaba en la cama y en camisón. Amelia no respondía pues su sueño era profundo y solo alcanzaba a musitar algo como "madre, déjame" , Perla la observó con los puños en las caderas y una mirada de determinación y entonces la sacudió nuevamente.

-Amelia Bolger ¡Despierta! - ordenó y siguió traqueteando a la pobre hasta que abrió los ojos y le dirigió una mirada desenfocada. - Espabílate rápido porque tienes una cosa que ver.

Amy le dirigió una mirada interrogante, como si se preguntara qué hacía su amiga en su cuarto a esas horas.

- Tu madre me ha dejado pasar.- explicó y sin más le lanzó encima un sobre lacrado con un sello blanco irisado. - Ahí tienes, ha llegado hace unos minutos.

Amelia todavía tardó un rato en entender lo que su amiga le decía.

- ¿Mi... mi madre te ha dejado pasar? -preguntó desorientada.- ¿Por qué...? -pero calló. Desde luego, su madre era alguien capaz de hacer ese tipo de cosas como dejar pasar a la amiga de su hija cuando su hija seguía en camisón y dormida en la cama. ¡No tenía remedio!

Mientras se exasperaba por el comportamiento de su madre, cosa que ya era una costumbre, la mirada de Amy recayó por fin en el sobre que Perla le había tirado.

- Esto... esto... ¡esto es...! ¡Es una carta... una carta de...! ¡Una carta de Zarquino! ¿Es para mí? -dijo emocionada y, sin llegar a mirar a quién estaba dirigida, abrió el sobre.

El sobre contenía una tarjeta elegantemente escrita en tinta color violeta.

Estimada hobbit,

Tengo el placer de invitarla en nombre del Sr. Zarquino a La fiesta de las Muchachas celebrada en honor de las hobbits de La Comarca y su diligente trabajo. Somos conscientes del esfuerzo que las hobbits realizáis a diario en favor de la paz. Será una ocasión donde compartir experiencias con otras jóvenes para trabajar juntas en la prosperidad de vuestra comunidad.

Sinceros saludos,

Hildifons Matoso en representación de
Zarquino, señor de La Comarca

5 de Octubre
Posada El Dragón Verde
Delagua

Perla escuchó mientras Amy leía la carta en voz alta y arrugó la nariz. Eso sonaba muy mal. ¿Desde cuándo Zarquino ofrecía fiestas? Eso era más propio del alcalde de Hobbiton.

- Es mía, pero no pienso ir. -dijo cruzándose de brazos. - Te la he traído porque pensé que te haría ilusión. Haz lo que quieras con ella. Es más, ve tú.

La emoción de Amelia se fue igual de rápido que había venido cuando escuchó que la carta no era para ella. Estuvo tentada a aceptar la invitación de su amiga. Pero eso no estaba bien.

- No, no puedo ir yo... Es tuya. ¡Y es un honor! ¡No entiendo por qué no quieres ir! No puedo ir por ti, te han invitado a ti y no a mí. Si fuera yo... bueno, alguien podría ofenderse. No. Hay que hacer las cosas bien... -dijo Amy apesadumbrada. En realidad, se moría de ganas de ir a la fiesta. Pero no le gustaba saltarse las normas.- Pero no lo entiendo... ¿Por qué a mí no me han invitado y a ti sí? ¿Es que he hecho algo mal?

A veces la hobbit era exasperante, bien lo sabía Perla Manoverde. Reprimió el impulso de tirarse de los rizos al oír la respuesta.

- Ni lo se, ni me interesa.- dijo Perla con paciencia. - No pienso ir a no ser que me lleven en un saco. Haz lo que quieras, quédate la carta si te hace ilusión.

La hobbit se dirigió sobre sus pies peludos a la puerta. Antes de cruzarla decidió dirigirle una mirada apesadumbrada a su amiga. No sabía por qué la animaba a ir, cuando ella misma no quería y sospechaba que no sería nada bueno lo que allí sucedería. Aunque tampoco sería muy malo. No podías invitar a la mitad de las mozas de la comarca a un sitio y hacerles nada malo. De cierto modo pensaba que Amy necesitaba un dosis de realidad e intuía que esa fiesta sería realidad suficiente para hacerla despertar de la fantasía en la que vivía.

- Pero fíjate en que la invitación no va a nombre de nadie. Y notarán que falta una hobbit que no se ha presentado. Si alguien pregunta, juraré por mis antepasados que la carta es tuya. Que tengas un buen día.

Perla se alejó. Un problema menos.

Amy se quedó mirando la carta. Al final, la puso sobre la cómoda. No era suya, pero nada le impedía quedársela, ¿verdad? No tenía muy claro por qué la quería o por qué le hacía ilusión tenerla. Pero decidió no planteárselo.

La idea de ir a la fiesta era tentadora. Y estaría haciendo un favor a su amiga, que no pensaba presentarse y que podía estar en problemas si alguien se daba cuenta... ¿o no?

También podía pensárselo. A fin de cuentas, tenía tiempo de sobra. La fiesta no era hasta el día cinco. Pero, si decidía ir... ¿qué podía ponerse? ¡No tenía nada adecuado para una fiesta del Señor Zarquino!

No. Definitivamente no iría. No la habían invitado y era demasiada responsabilidad. Además no tenía nada que ponerse.

Mientras pensaba, Amelia se había vestido. Con el último pensamiento dejó de mirar la carta a la que no había dejado de dirigir miradas, salió de la habitación y cerró la puerta. Y luego corrió hasta la puerta de su casa esperando con todas sus fuerzas que Perla siguiera cerca.

- ¡Perla! ¡Espera! ¿Me ayudarás? ¡No tengo nada que ponerme para la fiesta! -gritó.

Perla, de espaldas, sonrió y con una sonrisa aún más grande se giró antes de cruzar la verja del agujero de su familia.

- ¡Claro que te ayudaré! ¡Ven a verme el día 4 y tendré algo preparado! -gritó a su amiga antes de despedirse agitando la mano y recorrer el camino hasta la puerta de su hogar.

Al final Amy había entrado en razón. Se sintió satisfecha de sí misma. No solo aprendería su amiga una lección muy necesaria, sino que además había logrado que por una vez se saltara las normas. Con una risita se puso el delantal de limpiar y en pocas horas dejó la cocina como una patena.

Amy, todavía nerviosa por la decisión que acababa de tomar, se sentó en la cocina a desayunar. Se había levantado tarde, demasiado, pero por suerte su madre le había dejado el desayuno preparado y con eso conseguiría recuperar parte del tiempo perdido. En ocasiones como esa era una suerte ser tantos en casa.

Aun así, Amy estaba preocupada. Llevaba varios días muy despistada. El día anterior se había dejado los papeles en casa y había tenido que volver desde los campos de cultivo para recogerlos. Y el anterior a ese se había entretenido demasiado volviendo a casa y había llegado tarde para la cena. ¡Imperdonable! Para colmo, esa misma mañana había tenido que ser Perla quien la despertara... No podía mantener esa situación o aquello podría acabar muy mal.

Muy mal... tanto como la sensación de desasosiego que le producía la decisión que acababa de tomar. Quería hacerlo. Ya había tomado la decisión y si algo era Amelia Bolger era consecuente con las decisiones que tomaba. Pero también sentía que aquello le traería muchos problemas...

Fiel a la costumbre de esa semana, Amy se perdió tanto en sus pensamientos mientras desayunaba que perdió la noción del tiempo.