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(Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
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(Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
La búsqueda de la pequeña hobbit, una más que desaparecía en extrañas circunstancias, se prolongó durante 7 días por parte de las autoridades de Hobbiton, pero solo su madre la buscaba ya por campos y colinas, pozos y henares, sin descanso. Muchos vecinos se habían unido a las batidas durante las primeras horas y muchas las vecinas que habían dado su apoyo a Malva Arenas, con abrazos y guisos caseros. Malva aceptaba unos y agradecía otros aunque apenas podía comer debido a la angustia que sufría.
Cada día salía al amanecer y volvía al atardecer, hablando con todos los hobbits y hombres que encontraba a su paso. Carteros, granjeros, costureras y pastoras le dijeron que lo sentían pero no tenían ninguna pista que ofrecerle. Empezaba a perder la esperanza. Ojalá alguien llamara a su puerta con una oferta de ayuda. Ojalá fuera la misma Poppy, su niña, la que volviera a casa.
Pensaba esto mientras agotada se ponía el gorro de dormir, resignada a pasar otra noche más de insomnio y pesadillas, pues parecía que ya no era capaz de conciliar el sueño apenas, y cuando lo lograba soñaba con muerte y desgracias.
Cada día salía al amanecer y volvía al atardecer, hablando con todos los hobbits y hombres que encontraba a su paso. Carteros, granjeros, costureras y pastoras le dijeron que lo sentían pero no tenían ninguna pista que ofrecerle. Empezaba a perder la esperanza. Ojalá alguien llamara a su puerta con una oferta de ayuda. Ojalá fuera la misma Poppy, su niña, la que volviera a casa.
Pensaba esto mientras agotada se ponía el gorro de dormir, resignada a pasar otra noche más de insomnio y pesadillas, pues parecía que ya no era capaz de conciliar el sueño apenas, y cuando lo lograba soñaba con muerte y desgracias.
Re: (Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
La consciencia pesa. Pesa como las piedras, y se adhiren en el alma tan rápido como se hunden las primeras en el agua. Así pasaron los días para Beere, con las ideas jadeantes, fragmentadas, escurridizas en su mente. Cazando una ardilla, nadando en el río, corriendo por el bosque en busca de las plantas que su madre necesitara, Beere veía las sombras misteriosas, los pájaros oscuros, la tragedia de haber perdido 6 hermanos, la niña que había desaparecido… su mente la tenía atrapada en el mundo de las ideas sin respuesta. Su madre se había pronunciado y sus palabras resoplaban su cabeza:
-No digas nada Beere, ¡nada! De lo que hoy hayas visto. Estos acontecimientos no son buenos, pero nada podemos hacer para impedirlos. Así es como hemos sobrevivido, y seguiremos sobreviviendo-.
Por supuesto, Beere no tenía intención de desobedecer una vez más a su madre. Que la encontrarán medio ebria en la cúspide de un árbol a altas horas de la madrugada, no había sido su momento para conquistar la gloria contradiciendo a su progenitora. La anciana podía ser testaruda y regañona, pero sus palabras siempre escondían verdad.
Sin embargo, Beere seguía sintiendo como si la comida entrara de manera equivocada. Al revés, hacia los lados, bailaba en sus intestinos y volvía devolverse. Incluso su sagrada cerveza hacia estos absurdos recorridos. Sabía que debía hacer algo de inmediato o la ansiedad acabaría con su juicio y fue así como resolvió ir a visitar a la pobre madre de la niña desaparecida: la Sra. Malva Arenas. Claro, su madre se opondría, pero sentía esa necesidad absurda de al menos mover un dedo por esa niña y por su madre. Movilizarse a Hobbiton le representaba una prueba de espionaje bastante complicada para cualquier hobbit, que como ella, escapan de los capataces que quieren recluirlos en campos tabaqueros: se trata de escabullirse de la vigilancia del Señor de los Gamos, luego de los malandros en los terrenos del Thain para finalmente llegar a la central de producción de tabaco, donde se encontraba el hogar de los Arenas. Sin embargo, para Beere eso era un juego de niños. Con los ojos cerrados haría este recorrido y nadie notaría su presencia. Tantos años entre árboles, ríos, animales, le habían enseñado la habilidad del sigilo a un nivel elevado.
Así fue como, luego de la cena, se encaminó hacia el agujero de los Arenas. Tardó alrededor de 5 horas en llegar, pero logró su cometido. Allí estaba, al frente del umbral dispuesta a anunciarse, pero la timidez o la conciencia la detuvo. ¿Qué le diría a esa señora? No podía contar lo que ese día había visto, ni siquiera decir cuánto sentía la perdida de la niña, cuando se trataba de alguien que no había conocido; lo encontraba inapropiado.
Tal vez tardó minutos u horas allí parada, cuando por uno de los ventanales observó el rostro de quien parecía ser la señora de la casa. Su palidez, sus lágrimas, la angustia en su mirada y esa tristeza que ella muy bien conocía, le hicieron recordar a su madre y las 6 veces en que con esa mirada había penetrado el corazón de Beere. No era posible que una vez más estuviera viendo ese sufrimiento; y lo entendía pues era un dolor cercano a su corazón. Cuando se fijó ya estaba dando pasos en retirada pero pensó:
-Debo ir, hablar, ofrecer mi ayuda- y su mente respondió: – y, ¿qué puedes hacer tú? ¿Decir lo que sabes? Los hobbits en el Bosque Viejo no pueden sobrevivir.
- pero yo sí podría, conozco ese bosque, he vivido en él. Al menos sabría librarme de algunos problemas, aunque más allá en la espesura necesitaré ayuda.
- No podrás sola.
- Pero tengo que intentarlo… por que mi gente no aguanta más esclavitud, por que los bosques no aguantan más fuego e industria, por que ¡no quiero volver a ver esa mirada en mi vida!
Sus pies des andaron el camino hacia casa. Su madre y su hermano dormían plácidamente en sus habitaciones. Con cautela, tomó 2 cervezas, pan, una torta recién horneada, y los empacó en un rústico maletín de viaje. Se sentía valiente, dispuesta a emprender su viaje y descubrir en qué parte del Bosque Viejo se encontraba la pequeña; ella era la heroína de su historia, por primera vez defendería su hogar como antaño lo hicieron sus predecesores. Finalmente, agarró su capa, su bastón y un pequeño cuchillo de cocina –por si acaso, pensó- y con resolución salió de su hogar, del calor de los seres que la querían, para adentrarse en la oscuridad.
-De seguro seré declarada desaparecida.
Miró por última vez su hogar y dijo:
-Perdóname madre pero quiero que mi vida tenga un sentido más fuerte que simplemente sobrevivir. Es mi momento de poner en práctica todo lo que me has enseñado y de sentir que hubo una razón importante por la cual existo. Mi corazón me dice que debo seguir las señales que vi.
A lo cual su mente alocada, una vez más respondió:
-Esta empresa es para mi, aunque muero de susto. Pero si no sigo este camino enloqueceré.
Y agregó:
-Debí traer más cerveza para calmarme, pero ¿por qué será que ésta se acaba cuando más se le necesita?
-No digas nada Beere, ¡nada! De lo que hoy hayas visto. Estos acontecimientos no son buenos, pero nada podemos hacer para impedirlos. Así es como hemos sobrevivido, y seguiremos sobreviviendo-.
Por supuesto, Beere no tenía intención de desobedecer una vez más a su madre. Que la encontrarán medio ebria en la cúspide de un árbol a altas horas de la madrugada, no había sido su momento para conquistar la gloria contradiciendo a su progenitora. La anciana podía ser testaruda y regañona, pero sus palabras siempre escondían verdad.
Sin embargo, Beere seguía sintiendo como si la comida entrara de manera equivocada. Al revés, hacia los lados, bailaba en sus intestinos y volvía devolverse. Incluso su sagrada cerveza hacia estos absurdos recorridos. Sabía que debía hacer algo de inmediato o la ansiedad acabaría con su juicio y fue así como resolvió ir a visitar a la pobre madre de la niña desaparecida: la Sra. Malva Arenas. Claro, su madre se opondría, pero sentía esa necesidad absurda de al menos mover un dedo por esa niña y por su madre. Movilizarse a Hobbiton le representaba una prueba de espionaje bastante complicada para cualquier hobbit, que como ella, escapan de los capataces que quieren recluirlos en campos tabaqueros: se trata de escabullirse de la vigilancia del Señor de los Gamos, luego de los malandros en los terrenos del Thain para finalmente llegar a la central de producción de tabaco, donde se encontraba el hogar de los Arenas. Sin embargo, para Beere eso era un juego de niños. Con los ojos cerrados haría este recorrido y nadie notaría su presencia. Tantos años entre árboles, ríos, animales, le habían enseñado la habilidad del sigilo a un nivel elevado.
Así fue como, luego de la cena, se encaminó hacia el agujero de los Arenas. Tardó alrededor de 5 horas en llegar, pero logró su cometido. Allí estaba, al frente del umbral dispuesta a anunciarse, pero la timidez o la conciencia la detuvo. ¿Qué le diría a esa señora? No podía contar lo que ese día había visto, ni siquiera decir cuánto sentía la perdida de la niña, cuando se trataba de alguien que no había conocido; lo encontraba inapropiado.
Tal vez tardó minutos u horas allí parada, cuando por uno de los ventanales observó el rostro de quien parecía ser la señora de la casa. Su palidez, sus lágrimas, la angustia en su mirada y esa tristeza que ella muy bien conocía, le hicieron recordar a su madre y las 6 veces en que con esa mirada había penetrado el corazón de Beere. No era posible que una vez más estuviera viendo ese sufrimiento; y lo entendía pues era un dolor cercano a su corazón. Cuando se fijó ya estaba dando pasos en retirada pero pensó:
-Debo ir, hablar, ofrecer mi ayuda- y su mente respondió: – y, ¿qué puedes hacer tú? ¿Decir lo que sabes? Los hobbits en el Bosque Viejo no pueden sobrevivir.
- pero yo sí podría, conozco ese bosque, he vivido en él. Al menos sabría librarme de algunos problemas, aunque más allá en la espesura necesitaré ayuda.
- No podrás sola.
- Pero tengo que intentarlo… por que mi gente no aguanta más esclavitud, por que los bosques no aguantan más fuego e industria, por que ¡no quiero volver a ver esa mirada en mi vida!
Sus pies des andaron el camino hacia casa. Su madre y su hermano dormían plácidamente en sus habitaciones. Con cautela, tomó 2 cervezas, pan, una torta recién horneada, y los empacó en un rústico maletín de viaje. Se sentía valiente, dispuesta a emprender su viaje y descubrir en qué parte del Bosque Viejo se encontraba la pequeña; ella era la heroína de su historia, por primera vez defendería su hogar como antaño lo hicieron sus predecesores. Finalmente, agarró su capa, su bastón y un pequeño cuchillo de cocina –por si acaso, pensó- y con resolución salió de su hogar, del calor de los seres que la querían, para adentrarse en la oscuridad.
-De seguro seré declarada desaparecida.
Miró por última vez su hogar y dijo:
-Perdóname madre pero quiero que mi vida tenga un sentido más fuerte que simplemente sobrevivir. Es mi momento de poner en práctica todo lo que me has enseñado y de sentir que hubo una razón importante por la cual existo. Mi corazón me dice que debo seguir las señales que vi.
A lo cual su mente alocada, una vez más respondió:
-Esta empresa es para mi, aunque muero de susto. Pero si no sigo este camino enloqueceré.
Y agregó:
-Debí traer más cerveza para calmarme, pero ¿por qué será que ésta se acaba cuando más se le necesita?
Beere- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Re: (Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
La valiente Beere ya marchaba hacia el corazón de bosque. Quizá pesarosa por la familia que dejaba atrás pero decidida a nunca más permanecer indiferente ante una injusticia.
Llegaba ya la mañana y el Bosque Viejo había despertado, llenándose con el canto de las aves que saltaban de rama en rama en busca de alimento. Conforme la hobbit se adentraba, más verde y hermosa era la naturaleza que la rodeaba. A su paso oía escabullirse pequeños animales, ratoncillos y culebras que sostenían el equilibro de la naturaleza.
Quizá pronto fuera el momento de hacer un parada para tomar el desayuno y aquel claro parecía perfecto para ello. Un gran nogal había dejado caer sus frutos por todo el claro, invitando a las ardillas a un festín de nueces. Sus raíces parecían el perfecto escondrijo para el botín de los roedores. El sol brillaba con destellos multicolor entre un helecho, como el reflejo de una joya hermosa. Cerca, una bota hobbit descansaba abandonada y desteñida por las lluvias y el tiempo, pues su dueño yacía entre aquellos helechos. Envuelto en unas extrañas telas pegajosas como mortaja yacían los restos, mirando a los pájaros sobrevolar los árboles a través de sus cuencas ya vacías.
Llegaba ya la mañana y el Bosque Viejo había despertado, llenándose con el canto de las aves que saltaban de rama en rama en busca de alimento. Conforme la hobbit se adentraba, más verde y hermosa era la naturaleza que la rodeaba. A su paso oía escabullirse pequeños animales, ratoncillos y culebras que sostenían el equilibro de la naturaleza.
Quizá pronto fuera el momento de hacer un parada para tomar el desayuno y aquel claro parecía perfecto para ello. Un gran nogal había dejado caer sus frutos por todo el claro, invitando a las ardillas a un festín de nueces. Sus raíces parecían el perfecto escondrijo para el botín de los roedores. El sol brillaba con destellos multicolor entre un helecho, como el reflejo de una joya hermosa. Cerca, una bota hobbit descansaba abandonada y desteñida por las lluvias y el tiempo, pues su dueño yacía entre aquellos helechos. Envuelto en unas extrañas telas pegajosas como mortaja yacían los restos, mirando a los pájaros sobrevolar los árboles a través de sus cuencas ya vacías.
Re: (Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la pequeña hobbit. A este individuo nadie hizo el intento de ayudarlo, y sin embargo allí estaban sus restos… lo que quedó de él en este mundo.
-Esto está mal. No puedo seguir adelante o terminaré así, tan sola. El destino me muestra mi futuro si continúo. ¡No quiero morir aquí!- pensó.
Sin embargo, la imagen de esa madre que en Hobbiton llora a su hija perdida, volvió a su mente como una ráfaga de luz. Se recriminó por su cobardía, tomó dos veces de su cerveza, y una vez más se obligó a observar el macabro hallazgo, con ojos más rigurosos y críticos, evitando el asco y el olor que empezaba a nublarle la cabeza.
-Sin duda, esto fue obra de las arañas- balbuceo entre dientes para sí misma y continuó:
-Pero, ¿cómo llegó hasta acá este hobbit? Es imposible reconocer de quién se trata. Sin embargo, estas telas… estas telas… que horrible se adhieren a mi ropa…
En el afán por quitárselas, el asco y su nerviosismo, Beere tiró y tiró las lianas pegadizas hasta que el frío cadáver se unió a ella en un abrazo fraternal que poco faltó para quitarle el aliento: ¡su supuesto muerto pareció resucitar!
Las fuerzas que hasta hacía unos segundos la habían abandonado, resurgieron con violencia explosiva; corrió, corrió sin pensar que mientras huía de este paraje no se daba cuenta de la dirección en que se movía. Primero izquierda, luego derecha, vuelta a la izquierda -el sudor corría por su cara-, derecha y ahora derecho -su respiración se torna fatagosa. Sólo quería escapar, alejarse de esa tumba.
-¡Ahhhhh! ¡Ahhhh!-gritaba en un principio con fuerza, con el alma en la garganta como si de ello dependiera su existencia. Luego sus gritos fueron in cadencia.
Finalmente, cuando la adrenalina terminó de recorrer su cuerpo, paró en seco. Qué idiota había sido: había gritado, quizá llamando la atención de seres peligrosos; estaba totalmente desubicada y, lo peor: había olvidado su maleta con todas las provisiones y su cerveza. Sólo pensar en esta última le arrancaba lágrimas de ira y frustración.
-Soy una idiota, ahora sí moriré…¡Moriré! ¡Moriré!.
-Esto está mal. No puedo seguir adelante o terminaré así, tan sola. El destino me muestra mi futuro si continúo. ¡No quiero morir aquí!- pensó.
Sin embargo, la imagen de esa madre que en Hobbiton llora a su hija perdida, volvió a su mente como una ráfaga de luz. Se recriminó por su cobardía, tomó dos veces de su cerveza, y una vez más se obligó a observar el macabro hallazgo, con ojos más rigurosos y críticos, evitando el asco y el olor que empezaba a nublarle la cabeza.
-Sin duda, esto fue obra de las arañas- balbuceo entre dientes para sí misma y continuó:
-Pero, ¿cómo llegó hasta acá este hobbit? Es imposible reconocer de quién se trata. Sin embargo, estas telas… estas telas… que horrible se adhieren a mi ropa…
En el afán por quitárselas, el asco y su nerviosismo, Beere tiró y tiró las lianas pegadizas hasta que el frío cadáver se unió a ella en un abrazo fraternal que poco faltó para quitarle el aliento: ¡su supuesto muerto pareció resucitar!
Las fuerzas que hasta hacía unos segundos la habían abandonado, resurgieron con violencia explosiva; corrió, corrió sin pensar que mientras huía de este paraje no se daba cuenta de la dirección en que se movía. Primero izquierda, luego derecha, vuelta a la izquierda -el sudor corría por su cara-, derecha y ahora derecho -su respiración se torna fatagosa. Sólo quería escapar, alejarse de esa tumba.
-¡Ahhhhh! ¡Ahhhh!-gritaba en un principio con fuerza, con el alma en la garganta como si de ello dependiera su existencia. Luego sus gritos fueron in cadencia.
Finalmente, cuando la adrenalina terminó de recorrer su cuerpo, paró en seco. Qué idiota había sido: había gritado, quizá llamando la atención de seres peligrosos; estaba totalmente desubicada y, lo peor: había olvidado su maleta con todas las provisiones y su cerveza. Sólo pensar en esta última le arrancaba lágrimas de ira y frustración.
-Soy una idiota, ahora sí moriré…¡Moriré! ¡Moriré!.
Beere- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Re: (Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
Y tenía mucha razón la hobbit, pues con sus gritos y su carrera alocada había llegado a una parte del bosque más oscura y densa de vegetación dónde las telarañas abandonadas colgaban de los árboles. Frente a ella se abría un sendero medio cubierto de maleza, que se adentraba en lo más oscuro. Detrás de ella la posibilidad de desandar sus pasos y volver si podía a recuperar sus cosas. Era una decisión que tomar, pero la criatura que acechaba en las copas de los árboles la tomó por ella.
La araña la olió y la odió. Una hobbit, apestosa, maligna, asesina de hermanas. Se lanzó sobre Beere y la derribó al suelo, furiosa. La mediana sintió su aliento escapar al golpear el suelo con la espalda. Su mano palpó una piedra afilada que le cortó el dorso de la mano al caer. La araña abrió sus fauces siseando de júbilo y se alzó triunfal antes se asestar el golpe definitivo que acabaría con la aventura de Beere.
La araña la olió y la odió. Una hobbit, apestosa, maligna, asesina de hermanas. Se lanzó sobre Beere y la derribó al suelo, furiosa. La mediana sintió su aliento escapar al golpear el suelo con la espalda. Su mano palpó una piedra afilada que le cortó el dorso de la mano al caer. La araña abrió sus fauces siseando de júbilo y se alzó triunfal antes se asestar el golpe definitivo que acabaría con la aventura de Beere.
Re: (Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
El tiempo se detuvo. Beere respiró, una exhalación que pareció durar toda una vida. Por reflejo, con gran agilidad practicada, tomó la piedra ensangrentada y la arrojó certera a la cabeza del despreciable animal. Aunque la bestia gigante profirió un terrible rugido, lleno de furia y de dolor, el golpe sólo hizo crecer el odio que esa débil criatura le generaba. En su cabeza la hobbit sólo podía estar entregada al único impulso que le quedaba: sobrevivir como fuera. El hilo de sangre espesa que desplegó la araña calló sutilmente en la capa de la pequeña heroína, mientras ésta se incorporaba para huir a toda prisa de su atacante. Ambas sabían que no había dónde correr, donde esconderse, y el destino en ese sentido estaba sellado.
Sin saberlo, en esos pocos minutos Beere pondría a prueba lo aprendido toda una vida al lado de su madre, entre bosques y animales. Las arañas habían sido uno de los temas en estas largas instrucciones, aburridas para la cabeza de la perezosa estudiante, pero importantes para la anciana “cara de enano”.
-Nunca olvides estas palabras Beere- le repetía su madre una y otra vez -cuando se trata de arañas, las hormigas verdes Dante Phisalys pueden ser de gran ayuda. Su sabor es un manjar para las laboradoras verdes. Pero ten cuidado: terminada su cena, podrían querer de postre un hobbit.
En medio de la desesperanza, la mirada de la pequeña se posó rápidamente sobre un hormiguero, enorme y oscuro. ¿Vivirían allí las hormigas que ella necesitaba? Ya no importaba mucho pensarlo, era una cuestión de vivir o morir en el intento. De un golpe rasgó su capa y corrió con todas las energías que tenía. Los nervios eran descontrolados, pero eso sólo alimentaba su resolución y elasticidad. Las pisadas retumbantes de su contrincante se sentían distanciarse, aunque la seguían fijas y resueltas. Frenó en seco frente al volcán de tierra y envolviendo su mano en la capa ensangrentada, la introdujo en el agujero, el cual de inmediato empezó a resoplar. En cuestión de segundos, con presteza y agilidad sacó su mano, desenvolvió la capa y con ella limpió su herida. Pero de un golpe la araña volvió a arrojar a Beere; se preparaba para engullir a su víctima de un solo bocado.
Fue entonces cuando millones de puntos verdes surgieron del orificio volcánico. Ojos rojos, piel escamosa y tremendamente diminutas, las hormigas se encaminaron directamente hacia su más preciada comida. Beere aprovechó la desconcentración de su adversaria para arrojarle en la cara su capa, bañada con la sangre de ella y de la araña. No correría el riesgo de huir de este sitio con ella. Sus últimas fuerzas se concentraron en huir, sin mirar atrás, sólo huir y alejarse de la araña que moribunda no podría resistirse a su destino.
En su carrera, la hobbit sólo podía repetir:
-Una pequeña criatura, nada podrá hacer contra una que le supera en tamaño, agilidad y fiereza; pero muchas pequeñas, fácilmente dominarán a su único enemigo por grande que éste sea
-Gracias madre. Tus gruñidos diarios acaban de salvarme la vida- rezó la pequeña a la sombra de un pino, sintiéndose a salvo.
Sin saberlo, en esos pocos minutos Beere pondría a prueba lo aprendido toda una vida al lado de su madre, entre bosques y animales. Las arañas habían sido uno de los temas en estas largas instrucciones, aburridas para la cabeza de la perezosa estudiante, pero importantes para la anciana “cara de enano”.
-Nunca olvides estas palabras Beere- le repetía su madre una y otra vez -cuando se trata de arañas, las hormigas verdes Dante Phisalys pueden ser de gran ayuda. Su sabor es un manjar para las laboradoras verdes. Pero ten cuidado: terminada su cena, podrían querer de postre un hobbit.
En medio de la desesperanza, la mirada de la pequeña se posó rápidamente sobre un hormiguero, enorme y oscuro. ¿Vivirían allí las hormigas que ella necesitaba? Ya no importaba mucho pensarlo, era una cuestión de vivir o morir en el intento. De un golpe rasgó su capa y corrió con todas las energías que tenía. Los nervios eran descontrolados, pero eso sólo alimentaba su resolución y elasticidad. Las pisadas retumbantes de su contrincante se sentían distanciarse, aunque la seguían fijas y resueltas. Frenó en seco frente al volcán de tierra y envolviendo su mano en la capa ensangrentada, la introdujo en el agujero, el cual de inmediato empezó a resoplar. En cuestión de segundos, con presteza y agilidad sacó su mano, desenvolvió la capa y con ella limpió su herida. Pero de un golpe la araña volvió a arrojar a Beere; se preparaba para engullir a su víctima de un solo bocado.
Fue entonces cuando millones de puntos verdes surgieron del orificio volcánico. Ojos rojos, piel escamosa y tremendamente diminutas, las hormigas se encaminaron directamente hacia su más preciada comida. Beere aprovechó la desconcentración de su adversaria para arrojarle en la cara su capa, bañada con la sangre de ella y de la araña. No correría el riesgo de huir de este sitio con ella. Sus últimas fuerzas se concentraron en huir, sin mirar atrás, sólo huir y alejarse de la araña que moribunda no podría resistirse a su destino.
En su carrera, la hobbit sólo podía repetir:
-Una pequeña criatura, nada podrá hacer contra una que le supera en tamaño, agilidad y fiereza; pero muchas pequeñas, fácilmente dominarán a su único enemigo por grande que éste sea
-Gracias madre. Tus gruñidos diarios acaban de salvarme la vida- rezó la pequeña a la sombra de un pino, sintiéndose a salvo.
Beere- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 08/01/2013
Re: (Hobbiton) Buscando a Poppy [1 octubre] (Beere)
La araña retrocedió al sentir el impacto de la piedra de bordes afilados a un lado de la cabeza. Esa fue la oportunidad de la hobbit para hacer lo más sensato: huir. Pero la bestia se recuperó pronto, y aunque los pies de la mediana eran ligeros no tardó en darle alcance y arrojarse de nuevo sobre su víctima. Aunque su víctima parecía dispuesta a vender cara su piel y reaccionó de forma inesperada, pues antes de que la gran araña fuera consciente de qué sucedía, sintió por todo su cuerpo las mordeduras de cientos de hormigas y emitió un escalofriante alarido de furia, sorpresa y dolor. Sin embargo, un ser tan corrupto no podía se derrotado tan fácilmente, pues su cuerpo estaba inundado de la ponzoña más espantosa y pronto el pequeño ejército de hormigas comenzó a caer muerto a su alrededor. La araña parecía ahora cubierta de diminutas esmeraldas, pues allí donde las hormigas la habían mordido manaba una gota de sangre verde, brillante y venenosa.
Emitió de nuevo el terrible alarido. Llamaba a sus hermanas. No permitirían que Beere escapara.
Entre tanto, la hobbit escapaba corriendo veloz hasta que se sintió a salvo, a la sombra de un alto pino. A pocos metros descansaba su propia mochila abandonada, pues en su carrera alocada y guiada por el pánico había vuelto al claro donde descubrió el esqueleto del el hobbit que una vez se atrevió a pisar esa zona del Bosque Viejo.
Las hermanas de la araña ya se reunían y avanzaban siguiendo el rastro que tanto, tanto odiaban; el olor a hobbit. Sigilosas y mortíferas treparon a los árboles del claro, sin que Beere, que se daba cuenta de dónde estaba mientras intentaba calmar su respiración agitada por el combate y la carrera, se diera cuenta. Cuando cayeron sobre ella, solo tuvo tiempo de sentir un doloroso picotazo en la pantorrilla antes de que todo se tornara en sombras.
"Ya es nuestra..." pensaron las arañas.
Emitió de nuevo el terrible alarido. Llamaba a sus hermanas. No permitirían que Beere escapara.
Entre tanto, la hobbit escapaba corriendo veloz hasta que se sintió a salvo, a la sombra de un alto pino. A pocos metros descansaba su propia mochila abandonada, pues en su carrera alocada y guiada por el pánico había vuelto al claro donde descubrió el esqueleto del el hobbit que una vez se atrevió a pisar esa zona del Bosque Viejo.
Las hermanas de la araña ya se reunían y avanzaban siguiendo el rastro que tanto, tanto odiaban; el olor a hobbit. Sigilosas y mortíferas treparon a los árboles del claro, sin que Beere, que se daba cuenta de dónde estaba mientras intentaba calmar su respiración agitada por el combate y la carrera, se diera cuenta. Cuando cayeron sobre ella, solo tuvo tiempo de sentir un doloroso picotazo en la pantorrilla antes de que todo se tornara en sombras.
"Ya es nuestra..." pensaron las arañas.
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