(Hobbiton) Semillas [1 octubre, hora de la cena] (Mandrake)

Reconvertir los huertos en jardines era en estos tiempos una necesidad si querías comer. Muchos vecinos de Hobbiton se vieron obligados a arrancar rosales y arbustos de lavanda para sembrar patatas y judías pues los antiguos sembrados estaban ahora dedicados en exclusiva a la producción de hierba. La hierba de la Comarca estaba de moda entre la élite de Saruman y nada quedaba para los hobbits. Oficialmente, claro. No eran pocos los que cultivaban entre las lechugas una o dos plantas de hierba. Y huerto de Mandrake Bolger no era una excepción, para vergüenza de su hija Amelia.

Casi anochecía cuando un hobbit entrado en años, un Manoverde de nombre Ponto, se acercaba por el camino hasta el agujero de los Bolger, que deberían estar cenando por el humo y los olores que salían de la chimenea. Al cruzar el huerto se detuvo para examinar los pimientos. El anciano, antaño grueso y sonrosado, frotó uno que estaba casi maduro y dio su aprobación con un asentimiento. Oliendo el característico aroma que había quedado en sus dedos, llamó a la puerta.

- ¡Champiñones! ¡Aquí hay champiñones! - Gritó la anciana Mentha Tallabuena. Era la abuela de Mandrágora, y por tanto la bisabuela de Amy. Antes vivían todos juntos pero los años pasaban y la gente iba muriendo. Los padres de Mandrágora estaban muertos, al igual que los de Gunholer, su marido, la abuela Mentha era la única con más edad que quedaba en la familia (directa) de los Brandigamo-Bolger.

- No, abuela, no ha habido champiñones en esta casa desde hace mucho tiempo. Tanto que ya no recuerdo ni a qué saben.- La última vez que ella recuerda haber comido champiñones fue el año que nació Amelia, aquel otoño salieron por casi toda la Comarca.

- ¿Qué son champiñones? - El pequeño Lundabar, que no había visto nunca y probado los champiñones tenía una curiosidad innata por saber qué eran.

- ¡A mi no me engañáis! Seré ciega, pero tengo olfato. Los huelo. - La abuela parecía empecinda a creer que le estaban escondiendo aquellas setas. Y no era raro, su olfato le había dicho que allí había susodicho alimento, y su nariz era, a diferencia de su vista, perfecta y superdesarrolladamente certera.

- Ya le he dicho que no hay champiñones abuela, ¿Por qué no me cree?.- Mandrágora seguía moviendo el puchero al tiempo que se desesperaba con la anciana.

- ¿Pero qué son? - Ahora era Petunia, hija pequeña de los Bolger, la cual al principio no tenía interés alguno por saber qué eran.

- ¡Por que os los queréis comer todos! Seguramente habéis pensado:

"La abuela está vieja y ciega, ¿Por qué no le damos esta insulsa sopa de verduras mientras nosotros nos comemos todos los champiñones?No le decimos nada y así tocamos a más, no se enterará de nada..."

>>¡Pues mala suerte, me he enterado!, y quiero mis champiñones.

- No hay abuela, no se lo repito más veces. Tómese la sopa.- Era lo único que podía tomar la señora con los dientes que le quedaban.

- ¡La Sopa, La sopa!.- dijo la anciana haciendo con el cucharón los pocos aspavientos que su movilidad le permitía - Ni tu padre me hacía esto, Mandrágora Brandigamo. Engañar a una pobre vieja moribunda dándole sopa mientras coméis delante de ella para regocijaros y recrearos unos tiernos y suculentos champiñones. ¿Y yo qué tengo eh? ¡Apios y Zanahorias! .... pobre vieja... me tenía que haber ido con mi Holdavar que en paz descanse. - con tanto movimiento la manta de cuadros marrones que le cubría se le cayó.-
>> Eso es, dejad que esta veja carga se muera de hambre a base de sopa mientras os atiborráis con manjares delante de sus narices. ¡¡Qué os aprovechen y que se os atraganten!!!!.- La pequeña Petunia le recogió la manta y se la puso de nuevo.- Gracias hija.

- Abuela ¿Qué son los champiñones? - preguntó la niña.

- Eso, ¿Qué son? - añadió su hermano.

- Setas, son setas.- dijo Gunholer, el padre y marido de Mandrágora, cansado ya de todo aquel asunto de las setas.

- ¡¿Setas?! ¿Dónde? - Jerbadas, el cual estaba medio dormido por toda la jornada de trabajo se despertó al oír lo de las setas.

- El que faltaba- Jerbadas, el hermano mayor era un devorador de setas, era su plato favorito.- Hijo no hay setas.

- ¡Mentira! - saltó nuevamente la vieja.

- Ya está bien, me he cansado, el próximo que diga algo de setas o de champiñones se va derecho a la cama sin cenar. Va especialmente por usted abuela.- Mandrágora sonrió a su marido y afirmó con la cabeza. Menos mal. A él por lo menos le hacían caso.

- Hay que ver....- dijo en alto. Luego por lo bajo comenzó a refunfuñar cosas que no son apropiadas para niños ni para decirlas aquí.

Alguien llamó a la puerta entonces y todos alegraron el ánimo. Era Amy ya podrían comer todos juntos.

Una norma obligatoria en Bolgerón Penetrante era la de comer juntos y en familia. Norma que rara vez se rompía y de la que tan sólo se salvaba Mentha, ya que tardaba una eternidad en comer. Muchas veces esperaban que llegara Amy, la cual se quedaba hasta el último minuto en el trabajo, así era ella, productiva, eficiente y responsable.

- ¡Biiieen! - La felicidad del niño era aplicable a la de todos, era la hora de la cena y tenían hambre.

- Ve a abrir a tu hermana cielo - dijo Mandrágora, la cual sacó los panecillos del horno recién hechos.- Menos mal que ha venido ahora, hoy podremos tomarlos calientes y recién hechos.

El pequeño voló hasta llegar a la puerta, quitó el pestillo y abrió la puerta.

- No es Amy madre. - dijo el pequeño al ver aquel hobbit que, claramente no era su hermana.

- ¿Qué? - Preguntó Mandrágora. "Visita... ¿A estas horas? ¿Quién será?." Mandrágora miró con tristeza a los panecillos y a la comida y se dirigió hacia la pequeña puerta redonda de la entrada.- Disculpe - dijo apartando al pequeño de la puerta.- ve a sentarte anda.- le dijo al pequeño.- Muy buenas noches.-

Ponto Manoverde se quitó la gorra al llamar la puerta. Le abrió un chiquillo que lo miró sorprendido y por suerte pronto vino su madre a hacerse cargo de la situación.

- Buenas noches, Señora Mandrake. - dijo el anciano. En realidad eran vecinos, él vivía con su esposa y su nieta Perla unos agujeros más abajo. - Espero no molestar a estas horas, pero son pocos los momentos que nos quedan libres en estos tiempos. ¿Cree que podríamos intercambiar unas palabras?

En otros tiempos el recibir visita y el ofrecimiento casero estaría más que garantizado como gesto de buena educación y de conducta Hobbit. Sin embargo, con los tiempos que corrían ahora visitar las casas a la hora de las comidas (cuando apenas podían comer como antaño) podía considerarse como un gesto de muy mal gusto por parte del visitante, aunque más mal educado sería por parte del anfitrión decirlo.

- Ciertamente - dijo en el umbral- Pero aquí en la puerta no, pase por favor.- aún les quedaba un poco de educación. - Estábamos esperando a Amy así ni que decir que no molesta.- Mandrágora miró de recelo a su hijo que había aprovechado la distracción de la visita y había cogido un pedazo de pan.- No comemos hasta que estamos todos. - dijo recalcando la última palabra dirigiendo su mirada hacia el mayor de los hijos.- Pero disculpe, ¿Qué desea?.- No tenía ni la más remota idea de qué querría su vecino.

- ¡Ponto Manoverde! - gritó entonces la abuela- ¡Buenas noches! Hacía mucho tiempo que no te veía. - De hecho era una de las pocas personas que había visto con sus ojos antes de que la vista le empeorara.- Mejor dicho que te oía. ¿Quieres unirte a la cena? Tienen champiñones pero no me los quieren dar.- La anciana miró desafiante al marido de Mandrágora, sabía que no le diría nada delante de la visita.

- No es cierto, se piensa que nos los vamos a comer pero como puede usted comprobar no hay ningún champiñón ni seta que se le asemeje.- añadió Mandrágora al instante.

Ponto siguió con los hombros caídos a la señora de la casa hasta donde se reunía el resto de la familia.

- Buenas noches a todos, disculpen la intromisión. - dijo en general. - Y buenas noches tenga usted, señora Mentha. Es muy amable pero mi esposa me ha preparado la cena y me espera junto a mi nieta, Perla. Por eso he de rehusar. - añadió sin hacer comentarios sobre los champiñones. Parecía ser un tema delicado en esa familia y no quería empeorar la situación. Se dirigió a Mandrágora en voz baja.

- Verá, mi buena señora, me presento a estas horas intempestivas por un asunto importante. - se disculpó el hombre. - Mi confianza en la honradez de su familia y sobretodo en su discreción, son las que me impelen a hablarle de este tema. Como sabrá, mi nieta Perla desea contraer nupcias la próxima primavera. Es un gasto grande, como se imaginará, pero ¿qué no haríamos por la felicidad de nuestros vástagos? - horrorizado al darse cuenta de que parecía que estaba a punto de pedir dinero se apresuró a corregir la impresión. - ¡No vengo a pedir dinero prestado! ¡No piense eso, Mandrágora! El caso es que he recibido una... generosa oferta de parte de un caballero. Pero no puedo cumplir con ella yo solo, es imposible. Y he pensado, que siendo vecinos, habiéndonos ayudado usted tantas veces y con tan buena gana, siendo tan generosa como es con mi nieta, era lo mínimo hacerla partícipe en este negocio, no se si me entiende.

Esperó la reacción de la hobbit. Si ésta parecía escandalizarse ante lo misterioso de la propuesta, se disculparía y buscaría socios en otra parte. Pero la buena relación vecinal obligaba a que si se había de preguntar, fuera primero en este agujero hobbit y no en otro.