[Cabaña 24] Justo a tiempo para la cena (hace un año)

Se acercaba el final del verano en Rhode Island, lo que implicaba tardes donde refrescaba antes, además de la proximidad de la marcha de muchos campistas para el nuevo curso.
El día anterior se había realizado una fiesta en honor a Perséfone, que marcharía en un par de días al Inframundo, alejándose de su madre y del Olimpo. Las celebraciones de las cosechas y el cambio de las estaciones eran tradición en el campamento y siempre se formaban convites muy agradables. Los chicos de la cabaña diecinueve eran muy sociables, casi tanto o más que los de la cuatro. Aunque nadie ganaba a los de la doce que, junto con los sátiros, eran los que más disfrutaban las celebraciones. Incluso al Señor D se le vio sonreír en alguna ocasión.

Pero la fiesta había terminado y con ello, muchos campistas andaban de resaca. Incluso después de la comida, reinaba la quietud en el campamento, rota por el cantar de los pájaros y el coro de Apolo, cuyas voces llegaban al recinto de las cabañas desde el anfiteatro. Lisa, su directora, nunca perdía un día de ensayo.
La diligencia de Lisa era equiparable a las ganas de explorar de los chicos de la once, cuyo líder, Tyger Ward, siempre había sido el campista más travieso y aventurero después de los hermanos Stole.

La cabaña de Hestia permanecía abierta todo el año y su fuego siempre encendido eran un reclamo para más de un campista que quisiera resguardarse del frío exterior. Existía el rumor de que si aquel fuego se apagaba, grandes desgracias depararían a los habitantes del Campamento Mestizo. Ni siquiera los de Hermes se habían atrevido a gastar una broma así.

Una de las chicas de Hécate, Alida , que ya hacía un año allí por aquellas fechas, era una habitual dentro de la cabaña. Aparte del fuego y la estatua de la diosa, la estancia no tenía nada más. Por no tener, no tenía ni sillas en las que sentarse, razón por la cual los campistas no la encontraban nada interesante. Pero la paz y la serenidad que emanaban de la estatua junto al fuego, lo convertían en el lugar preferido de la muchacha, además de su propia cabaña.
Aquel día, Alida se había refugiado dentro como tantas otras veces. Sus hermanos, Jack, Melinda y Tesse, intentaban boicotear un concurso de escupitajos organizado por los chicos de la doce. Roger había vuelto a desaparecer, aunque Alida estaba casi segura de que no andaba muy lejos del lago, pero sabía que prefería mantenerse solo así que no se molestó en buscarle. Mistral había sufrido bastante los estragos de la noche anterior y permanecía dentro de su cabaña, durmiendo.

Mientras mataba el tiempo como solía, a Alida le llegaron unas voces que se acercaban. Concretamente dos. Una de ellas hablaba en tono despreocupado.

- No hay problema. Tenemos la cabaña veinticuatro para nosotros solos...

Al principio le molestó que consideraran que la cabaña 24 era solo para ellos. Al fin y al cabo, la chica había comprobado que era quien más tiempo pasaba en ella con diferencia. Estuvo a punto de salir a decirles que de eso nada, que ella estaba en la cabaña y no pensaba irse. Sin embargo... no lo hizo. En lugar de eso se hizo invisible por si entraban mientras todavía buscaba un lugar donde esconderse y se situó en el sitio más discreto que encontró donde podía a la vez disfrutar del fuego y averiguar quién entraba en la cabaña.

Se trataba de una pareja. El chico venía acompañado de una muchacha rubia que Alida juraba haber visto alguna que otra vez pavoneándose por las mesas del comedor. Venían riéndose, una pestañeando como si coqueteara y el otro agarrándose el estómago y haciendo muecas.
Fue él quién le hizo recordar su nombre.

- Bueno, Susan, ¿qué es eso que te interesaba tanto contarme?

- Lo primero es lo primero. Me debes un beso.

- Lo dices como si no me gustara dártelos. - rió el otro, a quién Alida reconoció como Tyger.

Después de que la pareja se diera un beso interminable que Alida estaba segura de ser 100% babas, el chico se separó y esperó su noticia, sonriente. La otra se llevó el pelo a la nuca y comenzó a peinárselo con los dedos. El fuego se reflejaba en aquella melena despidiendo un brillo dorado que nada tenía que envidiar a la de las chicas de los anuncios de champú.

- Se trata de Clarisse.

- ¿Tú querida Clarisse? - Tyger se llevó las manos a las rodillas y aprovechó para balancearse.

- No es mi querida de nada. - la rubia no parecía captar la broma lo que desencadenó una nueva carcajada en el otro. - Oye, si te ríes de mí no te lo cuento.

- Esta bien. Continúa.

- Lo que decía, se trata de Clarisse. Se ha separado de ese chico con el que salía, Chris Rodriguez.

- ¡Notición! ¡La golem y el panchito han roto! ¡Qué locura! Supongo que vuestra cabaña debe de estar haciendo chispas con tanto telegrama.

- ¿Telegrama? - Susan seguía sin captarlo - No sé de qué hablas.

- Es igual, cariño. Vale, han roto, ¿y qué? Seguramente el tal Chris se esté viendo con otra, ¿no? Me sorprende que Clarisse no le haya roto la nariz...

- Es que le ha dejado ella.

- ¡¿Qué?! - Susan se sintió halagada del efecto que había causado en el otro y aprovechó para hacerse un nuevo peinado. - ¿Le ha dejado ella? ¿Por qué? ¿Se ha dado cuenta de que quería reservar su virginidad para un nuevo bruto?

- A saber. - la muchacha se sentía en su salsa - Pero todo apunta a que es ella la que ha encontrado otra pareja.

- ¿Cómo quién? ¿Quién podría estar interesado en una tía que rompe narices y culos a punta de lanza?

La rubia se encogió de hombros. Desde su posición, a Alida le llegaba el aroma de su perfume. Una mezcla de coco, fresa y otro conjunto de esencias dulzonas que le provocaban picor de nariz. Tyger acercó las manos a la fogata para calentarse.

- Tiene que ser alguien del campamento, de eso estoy segura.

Alida se sentía de lo más incómoda. ¿Aquellos dos habían ido a la cabaña de Hestia a contarse cotilleos? Era toda una ofensa, así que la chica se mosqueó. Pero no digo nada ni se movió. Aún así, el perfume de Susan hacía que le picara la nariz. Tanto, que al final no pudo resistirlo y estornudó.

Automáticamente, Alida desapareció. Todavía no había aprendido a controlarlo, así que para poder oír lo que decía la pareja había tenido que hacerse visible y al estornudar el miedo a ser descubierta la había hecho desaparecer automáticamente. Y al desaparecer, había perdido el control.

El estornudó provocó que la pareja brincara de forma simultánea.

- ¡Anda, pues parece que no estamos solos! - exclamó Tyger cuando se recompuso del susto.

A Susan le costó un poco más. Se había llevado la mano al pecho y levantado de golpe, y ahora se estremecía de puro nervio.

- ¿Quién anda ahí? - gritó. Parecía que le increpara a la estatua, pero ésta seguía inmóvil mostrando su palma de marfil hacia el techo, con la misma expresión beata de siempre.

- No te apures. Seguro que ha sido algún petardo de mis hermanos, con alguna técnica de invisibilidad, para gastarnos la broma. ¡Eh, Connor, Dennis, salid, anda!

- Pues no tiene ni puta gracia. Me dijiste que este sitio estaba vacío... - protestó la rubia.

- Era lo que creía. ¿Tu viste a alguien al entrar? - pero aquello no convenció a Susan - Oye, te juro que no sabía nada.

- Te he contado lo de Clarisse pensando que estábamos solos...

- Yo también lo creía. Te lo he dicho. - le interrumpió Tyger empezando a exasperarse - Tienes que creerme...

- ¿También tengo que creer que me quieres?

- ¿Qué? ¿De qué cojones estás hablando?

- Es igual. ¿Sabes qué? ¡Vuélveme a hablar cuando sepas controlar a tus hermanos! Hasta entonces, adiós.

Susan salió de allí con paso rápido, dejando al chico, que parecía que le hubieran dado una bofetada, con su acompañante invisible. Tyger tardó unos segundos en reaccionar.

- Seas quien seas, déjate ver. Ya te has reído bastante de nosotros... - le increpó a la oscuridad de la cabaña con cierta furia.

- ...Ya te has reído bastante de nosotros...

La frase la volvió a la realidad y, con ello, volvió a ser visible sin poder evitarlo. No se atrevió a decir nada pero, sintiéndose descubierta, tampoco quiso volver a desaparecer. Su capacidad era todavía algo poco conocido en el campamento y quería que siguiera así.

Cuando sintió que no podía estar callada por más tiempo, reaccionó.

- No me estoy riendo de nadie... -dijo con un hilo de voz tan flojo que parecía imposible que Tyger hubiera escuchado.

- ¿No te han dicho que está feo eso de escuchar cosas que no te incumben? - le recriminó Tyger tras recuperarse de un nuevo susto tras verla aparecer. - Oye... ¿Tú no eres de mi cabaña, no? No... no me suena tu cara.

Intentaba verle mejor el rostro pero Alida tenía una mirada muy huidiza y el pelo cubriéndole gran parte de ésta no ayudaba.

- No estaba escuchando... por gusto. ...Sois vosotros los que habéis irrumpido donde yo estaba... -dijo Alida, seguía con la cabeza gacha huyendo de la mirada de Tyger.- Soy de la cabaña de Hécate... -añadió, como respuesta a su pregunta.

- ¡Ah, Hécate! Eso responde muchas cosas. - Tyger había terminado por adoptar una sonrisa cordial. - De todas formas, si ya estabas aquí, ¿por qué eras invisible? Yo no recuerdo haber visto a nadie aquí antes de entrar. ¿De quién te escondías?

El chico se sacó una bolsa de fritos de uno de los bolsillos de su pantalón de chandal y la abrió. Lo primero que hizo fue ofrecerle.

- A todo esto, yo soy Tyger, de la cabaña de Hermes. Conozco a varios de tu cabaña, concretamente a Jack y Mistral. A la última porque es vuestra supergenerala, ¿no? - rió - He tenido que hacer tratos con ella más de una vez. Y Jack... Bueno, es un tío guay. ¿No te apetece una patata? En el envoltorio dicen que saben a recién hechas. - dijo refiriéndose a la bolsa que le ofrecía.

- Yo no era... -empezó Alida, pero se cortó. Era inútil negarlo.- Me escondía de... no sé. Os oí llegar y me asusté. Y al asustarme pues... dejasteis de poder verme. No sé, me pasa a veces.

Alida miró con desconfianza la bolsa de patatas.

- No... gracias... -dijo cortésmente al ofrecimiento de Tyger.- Mistral es nuestra jefa de cabaña, sí... ¿de qué conoces a Jack?

Alida se preguntó si estaría hablando de más. A lo mejor lo más apropiado era... simplemente irse.

Tyger le dirigió una mirada interesada.

- Nosotros no comemos a nadie. Bueno, yo estoy seguro por mí, no pondría la mano en el fuego por Susan, no sea que me la queme pero, en general, por mucho que la oigas ladrar, solo hace eso, protestar. No tienes nada que temer. Además, nadie en su sano juicio se le ocurriría liarla dentro de esta cabaña. Hestia es muy... sensible. Se toma muy mal las bromas de ningún tipo.

Por el tono que empleó para decir aquello parecía como si lamentara la decisión de la diosa.

- Jack me ha ayudado más de una vez a recuperar ciertos... objetos. - el secretismo era uno de los quebraderos de cabeza constantes de los chicos de Hermes, de eso no había duda - Y a guardar otros tantos. Le tengo mucho cariño. Y además, es de Nueva Inglaterra y seguidor de los Celtics.

La sonrisa del chico era absolutamente franca y reconfortaba, de algún modo. Incluso aunque la chica supiera que permanecer a escondidas escuchando conversaciones de otros estaba mal, la expresión del otro le hacía ver que no pasaba nada, que los malentendidos existían y no había por qué tomárselo a pecho.

- Así que tú eres su compañera de cabaña. Me pregunto como es que todavía no sé tu nombre. Porque desde luego no eres Melinda, Tesse ni Mistral. Acostumbro a saberme los de todo el mundo. - confesó Tyger tras realizar una mueca - Todos vosotros habéis pasado por la cabaña de Hermes en algún momento, hemos compartido cuarto y confidencias. Es raro que no fuera capaz de ubicarte antes. ¿Cuánto llevas en el campamento?

Se llevó unas cuantas patatas a la boca y masticó con pasión, haciéndolas crujir entre los dientes.

Alida seguía mirando desconfiada al chico, pero sabía que era un feo muy grande irse sin contestar.

- Llevo aquí un año -por el tono de voz, Alida estaba más tranquila.- Entero -especificó, para que no le preguntara por su familia fuera del campamento.- Cuando llegué no pasé por tu cabaña, por eso no te acuerdas de mí -acabó, escuentamente.

- Vaya... Aun más curioso. Que yo recuerde, Hécate se suele tomar su tiempo antes de reconocer a sus retoños. Siéntete afortunada. - le elogió Tyger haciendo una pausa al masticar.

Se oyó un chasquido fuera de la cabaña y el chico se asomó a ver. Tras decidir que no se trataba de nada importante, se volvió de nuevo hacia Alida.

- Bueno, ¿y qué buscabas de la cabaña de Hestia?

- Estuve un día sin cabaña antes de que me reconociera -aclaró Alida por impulso. Para ella había sido mucho tiempo.

Al oír el chasquido, Alida dio un salto. En el tiempo que Tyger tardó en salir y volver se hizo invisible y se volvió visible otra vez del susto.

Soledad habría querido contestar. Pero no podía, estaba mal decir esas cosas, era como echar a la gente. Alida lo había aprendido bien.

- Silencio, tranquilidad... y el fuego -decidió contar solo parte de la verdad.- Me hace sentir... -acompañada, pero tampoco era la palabra adecuada- ...bien -dijo al final.

- ¡Qué curioso! - sonrió Tyger cómplice - Nosotros buscábamos lo mismo. Reconozco que no es algo habitual, la mayoría de los campistas se olvidan de la pobre Hestia. ¡Cómo ella no es de esas infelices que se pasan día sí y día también dando caña a los demás...! El otro día la vi cerca de la Casa Grande. - informó casual. Se había sentado en el suelo y jugueteaba con un fleco de su chaqueta de verano, acercándolo y alejándolo de las llamas - Suele venir varias veces a lo largo del año y no tiene ningún problema en charlar con nosotros.

Comenzó a silbar entre dientes una canción que a Alida le resultó familiar. De hecho, le recordó a la tonadilla que Herbert, el sátiro, tocaba con su flauta dulce mucho antes de que la llevara al campamento. Por aquel entonces ella lo desconocía todo de allí.

- Me acabo de dar cuenta de que no sé tu nombre. - cayó entonces el chico. Volvía a mirarle en los ojos, interesado por saber más de ella - ¿Eres tan esquiva con todo el campamento o solo con los desconocidos?

- ¡No soy...! -dijo Alida a la defensiva. Pero calló. Evidentemente lo era.- No me gusta la gente -admitió.- Y los desconocidos menos... -la chica suspiró antes de seguir.- Pero supongo que después del rato que llevamos hablando deberías dejar de ser un desconocido... Me llamo Alida.

Al decirlo, Alida tendió la mano al chico.

- ¿Suele venir Hestia al campamento? -preguntó con curiosidad. Aquéllo le había gustado. ¡Ojalá se cruzara con ella!

El hijo de Hermes le estrechó la mano con entusiasmo.

- No pasa nada. No tienes de qué avergonzarte. - aclaró Tyger manteniendo aquella sonrisa amistosa - No es una ofensa que a alguien no le guste relacionarse con los demás. Bueno, es raro, sí, socialmente no está muy bien visto pero, no sé, para mí no es un problema. Aunque te vendría bien no decir estas cosas cerca de los chicos de Afrodita. - le confirió.

Llevaba el pelo revuelto y vestía como esos chicos adolescentes tan preocupados por entrar en el perfil de gente abierta y buen rollera.

- Así que Alida, la chica de Hécate. Suena bien. Mi madre me puso el nombre de Tyger porque le gusta mucho el golf y un golfista en particular. - se encogió de hombros - A todos les parece un nombre guay. En el insti no paran de hacer bromas sobre Tyger Woods, sobretodo después de que reconociera su ninfomanía. La mayoría no tienen ni gracia pero no les culpo, la chispa de mi padre o de el Señor D es un don a la altura de muy pocos.

Parecía dado a sonreír a la menor ocasión, incluso cuando relataba algo pudoroso. Y no se trataba de una sonrisa falsa, ni mucho menos.

- Sí, nunca falta al inicio y final del campamento de verano. - dijo refiriéndose a Hestia - No te has fijado en ella? No destaca mucho entre la multitud pero casi siempre está cerca de la hoguera de las cabañas y suele ir vestida de blanco. Si necesitas consejo, te lo ofrece sin reservas aunque te advierto que, siendo una diosa, sus pistas no son mucho mejores que las del Señor D o cualquiera de los otros. A todos ellos les encantan los galimatías. - bufó con fastidio.

- No conozco a Tyger Woods... -dijo algo incómoda.- Y tampoco me he fijado nunca en Hestia cuando ha venido al campamento. No sabía que lo hiciera... Pero sí que me gustaría hablar con ella si es que vuelve -Alida miró la estatua mientras hablaba.- Creo... no sé, paso tanto tiempo aquí con ella como única compañía que siento que debería darle las gracias... ¿Tú llevas mucho tiempo aquí, Tyger?

Tyger sonrió.

- No es nadie especial, a menos que te guste mucho el golf como a mi madre. - comentó el chico despreocupado - En cuanto a lo de Hestia, es normal. Como dije, pasa bastante desapercibida. Creo que incluso dentro de su familia pasa igual. Pero nunca la he visto quejarse de ello, ¿sabes? Siempre ha podido tener cuanto deseara. Podría haber sido reina si no hubiera renunciado en favor de ser sacerdotisa. La mayoría de sus elecciones son bastante peculiares. El resto de sus hermanos ansiaban el poder y ella se desvinculó de todo eso. Siempre que surgen enfrentamientos entre ellos, ella es la primera en dar la mano e intentar unirles de nuevo. No es que siempre lo consiga pero, dice mucho en favor de ella, supongo.

Tyger siguió hablando, entusiasmado, hasta que fue consciente de que lo mismo estaba aburriendo a su interlocutor.

- Lo siento. No pretendía soltarte una chapa, simplemente admiro a las personas que, aun pasando desapercibidas, hacen más por su medio que cualquiera que se jacte de ello. Creo que son las que realmente merecen ser valoradas.

Centró de nuevo su atención en las patatas de la bolsa que había metido en el bolsillo de su chaqueta y mordisqueó un par de ellas, pensativo.

- Llevo cinco años. Llegué un poco antes de que comenzara la batalla contra Cronos, en cuanto los bichos del Tártaro me dejaron claro que jamás haría una vida normal. Mi padre me facilitó una carta y un sátiro que me guió hasta aquí. - fue la primera vez durante la conversación en que Alida pudo notarle apesadumbrado. Pero enseguida intentó recomponerse esbozando una nueva sonrisa - Ya no recuerdo si me dijiste cuanto tiempo llevas aquí... Perdona, a veces soy un poco despistado y olvido las cosas. Es por la hiperactividad, que me hace ir por delante de lo que esté haciendo. - se disculpó.

- Yo llevo aquí un año... Y llegué huyendo del sátiro que pretendía traerme para dejarme a salvo... -confesó algo avergonzada.- ¿Tu padre te mandó una carta? ¿Te reconoció antes de que llegaras al campamento? ¡Qué suerte! ¡Y yo pensando que me habían reconocido pronto! -dijo Alida, alegrándose sinceramente.- Llegarías aquí sabiendo ya de qué iba todo, ¿no? Yo estuve todo un día dando tumbos por el campamento sin que nadie me viera...

- Sí y no. Mi padre me envió una carta pero no sabía quién era hasta que llegué aquí. Se había hecho pasar por un cartero corriente, no podía saber que se trataba de Hermes. El comienzo no fue fácil, de todas formas. Nadie me había dicho nada, no sabía por qué me perseguían los monstruos y casi me dio un ataque cuando me di cuenta de que mi guía era un sátiro. Me costó adaptarme un tiempo. Son muchas cosas que asimilar - reconoció Tyger engullendo la última patata que quedaba en la bolsa - Por suerte mis hermanos son la mar de simpáticos. Creo que fue todo un acierto hacerme miembro de la cabaña once.

Se llevó las manos a la cabeza y se despeinó el pelo ya de por sí revuelto.

- Ahora que lo dices... Creo recordar que desapareciste en mitad del comedor hace un año, ¿no? Connor te vio aparecer. ¿O fue Travis? Da igual, aun hoy me cuesta averiguar quién es quién. Recuerdo que mis hermanos salieron en desbandada pensando que eras un fantasma... Como si los fantasmas fueran lo más peligroso del mundo, hoy por hoy, ¿no te parece? - rió el joven - Nos enseñan como enfrentarnos a una mantícora o una jauría de perros del infierno ¿y nos entra el pánico si vemos un fantasma? ¡De locos!

- Es difícil adaptarse a esto. A todos nos cuesta -dijo Alida comprensivamente.

La mención del fantasma la hizo sentir incómoda.

- No soy un fantasma -dijo molesta.- No controlaba mi capacidad de hacerme invisible, ¿sabes? Y... todo fue tan raro. La gente me miraba con una cara, que... bueno, quise desaparecer. Pero sabía que no debía hacerlo y... es lo que pasa cuando algo no lo controlas y quieres dos cosas a la vez, que te quedas a mitad camino. Y me confundieron con un fantasma -aquello la había hecho sentir tan incómoda que todavía se entristecía al recordarlo.- Y... casi quise serlo. Pensaba que lo mejor era que me tragara la tierra... Por eso me alegré de no tener que pisar la cabaña de Hermes. No habría podido soportar que me llamaran la chica fantasma. Y tengo entendido que en vuestra cabaña ese tipo de bromas están a la orden del día.