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[El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
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[El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
Eso desean quienes viven estos tiempos, pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado.
Las palabras se arrastraban como sombras desde la memoria de Elarod para perseguirle aquella noche con su aliento. Según los relatos de su maestro Arlinnon, conocedor de las leyendas, habían sido pronunciadas por Mithrandir al Portador tiempo antes de que sus cuerpos fueran consumidos por el Fuego y la Sombra. El consejo de aquel Istar se transformaba en las amplias salas de su recuerdo, se desprendía de sus nombres originales y adquiría nuevos significados. Elarod se arrebujó en su capa mirando a sus compañeros.
El Bosque Viejo les acogía aquella noche de Luna húmeda y oscura. A lo lejos, allá por los poblados de los medianos, Elarod había reconocido las señales de las partidas y eso les había hecho desviarse del camino para evitar desencuentros. Habían seguido el Tornasauce durante un trecho cruzándolo para despistar los rastros, y aquella noche pernoctarían entre los árboles, tras haber rogado a los espíritus del bosque que respetaran su descanso. No era necesario hacer fuego alguno, pues Wulja provenía de las tierras del Norte y las capas de los elfos les protegían del frío.
Qué hacer con el tiempo que se nos ha dado. O cómo hacer si lo único dado es tiempo. Como llamas titilantes ante una noche ventosa, habían pasado ya los inviernos y las Lunas desde que cada una de las esperanzas de esta Tierra se apagaran lentamente o se consumieran en los mares rumbo a Valinor. Elarod había viajado por los pueblos de Eriador y había observado los ojos de sus habitantes. Poblando los Gamos, Gondor o las ruinas de Imladris, desde hacía años, los que quedaban morando en estas tierras no eran más que prisioneros.
El elfo encendió su pipa. Aquella noche no se escucharía la música de su maestro Arlinnon ni la fuerte respiración de Wulja mientras dormía. Un par de bocanadas de humo ascendieron entre las ramas y se desvanecieron en el cielo oscuro de la foresta. Aquella noche tampoco habría espacio para un largo relato, para una leyenda de tiempos antiguos o para planificar la siguiente parada en su ruta hacia Fornost, donde moraba aquella elfa que se había levantado ante el Señor Oscuro.
Elarod se acurrucó contra el tronco del árbol. Hoy esperaban visita.
Elarod- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/12/2012
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
Había cosas más sigilosas que los elfos en el Bosque Viejo y una de ellas los observaba desde lo alto de un árbol cercano. No los había seguido, no los había acechado, simplemente había observado como las tres figuras se detenían y acampaban allí, cerca de donde el bosque había dejado de estar verde y vivo.
Elfos, pudo reconocer. Al menos dos de ellos, la tercera figura parecía una mujer, pero a esa distancia no podría asegurarlo. Elfos y su magnífico oído.
Arlinnon fue el primero en percibirlo, se puso en pie y se acercó a Elarod, entonces el elfo pudo escucharlo también, algo se acercaba sigiloso hacia ellos, algo se arrastraba entre las hojas secas. La mujer percibió el movimiento de sus compañeros y se puso en pie.
Arriba, a cubierto por la oscuridad de las hojas, la sombra era completamente indistinguible aún para la portentosa vista élfica.
En la oscuridad de la noche, era difícil distinguirlas entre los arbustos, pero los elfos pudieron ver como las arañas, tan altas como un perro, se acercaban a ellos.
Elfos, pudo reconocer. Al menos dos de ellos, la tercera figura parecía una mujer, pero a esa distancia no podría asegurarlo. Elfos y su magnífico oído.
Arlinnon fue el primero en percibirlo, se puso en pie y se acercó a Elarod, entonces el elfo pudo escucharlo también, algo se acercaba sigiloso hacia ellos, algo se arrastraba entre las hojas secas. La mujer percibió el movimiento de sus compañeros y se puso en pie.
Arriba, a cubierto por la oscuridad de las hojas, la sombra era completamente indistinguible aún para la portentosa vista élfica.
En la oscuridad de la noche, era difícil distinguirlas entre los arbustos, pero los elfos pudieron ver como las arañas, tan altas como un perro, se acercaban a ellos.
Manwë- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 25/12/2012
Edad : 38
Localización : Valinor
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
Algo rondaba el espíritu de Elarod como el rumor de una tormenta que ocultamos cerrando las ventanas del hogar. Habían sentido la primera señal de aquello hacía una semana al sur de las colinas del Crepúsculo, un grupo de pájaros volando hacia el Norte. Interpretaron el presagio y decidieron seguir el curso del río Baranduin hacia el sur. Algo iba a ocurrir en el Bosque Viejo. En estos tiempos probablemente fuera una partida de orcos desviada, el rapto de un hobbit, la violación de una muchacha. Elarod engrosaba sus mejillas con el humo de la pipa mientras aguardaba. Se encontraban a la espera, justo en el lugar, y sin embargo aquel murmullo en su conciencia iba creciendo como un torrente en primavera.
- No era un muerto. – la voz de Arlinnon interrumpió los pensamientos de Elarod. Su maestro había detenido sus tareas como ante una revelación, como si estuviera atacado por las mismas dudas y se hubieran despejado de golpe. Dirigía su mirada hacia abajo buscando a Wulja – Nos hemos equivocado. No sentimos una muerte. Sentimos algo p…
Con los sentidos en alarma, los dos escucharon el carcomoso patear de las arañas sobre los troncos de los árboles. – Al claro de la Hoguera si pasa algo. – susurró Elarod aun fingiendo estar calmado, aquel lugar había sido despejado desde hace años y se encontraba en el corazón del Bosque, donde ningún Mal acechaba desde hacía siglos. Por oscura que fuera la noche, aquel claro era de los pocos espacios donde podrían contar con la luz de la Luna como aliada. De pronto y como un estallido, los dos elfos reaccionaron.
Elarod se alzó sobre su rama haciéndose con el carcaj mientras Arlinnon se descolgaba hacia Wulja. - ¡Arañas! – gritó el anciando elfo lanzándole el hacha a la mujer, mientras Elarod recogía hojas secas y las introducía en la pipa para avivar el pequeño fuego.
Colocó el instrumento en el corazón resinoso del árbol, y mientras comenzaba a arder, recogió su vaina. Arlinnon ya había disparado, y Wulja se lanzaba desde los árboles hacia dos peludos insectos que ascendían por el tronco. El elfo de pelo cobrizo desenvainó su espada y agachó levemente su cuerpo ante una araña que se alzaba sobre sus patas traseras desde un árbol vecino.
El animal saltó mientras Elarod anticipaba el trazo de su espada. Respiró concentrado. Por primera vez, sus ojos comenzaron a brillar con el fuego intenso del combate.
- No era un muerto. – la voz de Arlinnon interrumpió los pensamientos de Elarod. Su maestro había detenido sus tareas como ante una revelación, como si estuviera atacado por las mismas dudas y se hubieran despejado de golpe. Dirigía su mirada hacia abajo buscando a Wulja – Nos hemos equivocado. No sentimos una muerte. Sentimos algo p…
Con los sentidos en alarma, los dos escucharon el carcomoso patear de las arañas sobre los troncos de los árboles. – Al claro de la Hoguera si pasa algo. – susurró Elarod aun fingiendo estar calmado, aquel lugar había sido despejado desde hace años y se encontraba en el corazón del Bosque, donde ningún Mal acechaba desde hacía siglos. Por oscura que fuera la noche, aquel claro era de los pocos espacios donde podrían contar con la luz de la Luna como aliada. De pronto y como un estallido, los dos elfos reaccionaron.
Elarod se alzó sobre su rama haciéndose con el carcaj mientras Arlinnon se descolgaba hacia Wulja. - ¡Arañas! – gritó el anciando elfo lanzándole el hacha a la mujer, mientras Elarod recogía hojas secas y las introducía en la pipa para avivar el pequeño fuego.
Colocó el instrumento en el corazón resinoso del árbol, y mientras comenzaba a arder, recogió su vaina. Arlinnon ya había disparado, y Wulja se lanzaba desde los árboles hacia dos peludos insectos que ascendían por el tronco. El elfo de pelo cobrizo desenvainó su espada y agachó levemente su cuerpo ante una araña que se alzaba sobre sus patas traseras desde un árbol vecino.
El animal saltó mientras Elarod anticipaba el trazo de su espada. Respiró concentrado. Por primera vez, sus ojos comenzaron a brillar con el fuego intenso del combate.
Elarod- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/12/2012
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
La araña vio el brillante filo demasiado tarde y, en su caída, fue incapaz de cambiar de rumbo para evitarlo. La espada de Elarod la cortó por la mitad y cayó todavía agonizante al suelo desprendiendo un humor oscuro maloliente.
Las flechas de Arlinnon eran aun más precisas. La primera de las arañas necesitó cuatro flechas para detener su avance, pero el elfo comprendió rápido donde concentrar sus proyectiles y las siguientes cayeron con apenas una o dos flechas.
Wulja por su parte se ocupaba de las arañas con menos elegancia y eficiencia, precisaba más ataques para acabar con ellas.
Aquellos tres viajeros eran una presa más complicada de lo que a primera vista habían parecido, por lo que pronto muchas de las arañas daban la vuelta y volvían a ocultarse en el bosque. Una de ellas, sin embargo, se lanzó con el aguijón presto sobre Elarod por la espalda desde lo alto de un árbol. El elfo no tuvo tiempo a interponer la espada y se preparó para el ataque.
La araña cayó sobre él, pero en lugar de atraparlo entre sus patas como el elfo había esperado, cayó inerte al suelo tras impactar contra su hombro. Fue entonces cuando Elarod distinguió la corta flecha que surgía del cráneo peludo del grotesco animal.
Ninguna de las arañas hizo intento de regresar, fue otra cosa lo que vio Arlinnon. El viejo elfo arqueó las cejas de pura sorpresa al ver la pequeña figura que los observaba a pocos metros.
El recién llegado los observaba con ojos brillantes desde debajo de la capucha de una larga y raída capa que, con la escasa luz del fuego, parecía marrón. Mantenía bajo un pequeño arco, con una flecha igual que la que había matado a la araña preparada en él.
— Este lugar ya no es seguro — dijo desde el interior de la capucha — No desde hace años.
Fue entonces cuando Elarod se fijó en los pies del pequeño encapuchado, unos pies enormes y peludos.
Las flechas de Arlinnon eran aun más precisas. La primera de las arañas necesitó cuatro flechas para detener su avance, pero el elfo comprendió rápido donde concentrar sus proyectiles y las siguientes cayeron con apenas una o dos flechas.
Wulja por su parte se ocupaba de las arañas con menos elegancia y eficiencia, precisaba más ataques para acabar con ellas.
Aquellos tres viajeros eran una presa más complicada de lo que a primera vista habían parecido, por lo que pronto muchas de las arañas daban la vuelta y volvían a ocultarse en el bosque. Una de ellas, sin embargo, se lanzó con el aguijón presto sobre Elarod por la espalda desde lo alto de un árbol. El elfo no tuvo tiempo a interponer la espada y se preparó para el ataque.
La araña cayó sobre él, pero en lugar de atraparlo entre sus patas como el elfo había esperado, cayó inerte al suelo tras impactar contra su hombro. Fue entonces cuando Elarod distinguió la corta flecha que surgía del cráneo peludo del grotesco animal.
Ninguna de las arañas hizo intento de regresar, fue otra cosa lo que vio Arlinnon. El viejo elfo arqueó las cejas de pura sorpresa al ver la pequeña figura que los observaba a pocos metros.
El recién llegado los observaba con ojos brillantes desde debajo de la capucha de una larga y raída capa que, con la escasa luz del fuego, parecía marrón. Mantenía bajo un pequeño arco, con una flecha igual que la que había matado a la araña preparada en él.
— Este lugar ya no es seguro — dijo desde el interior de la capucha — No desde hace años.
Fue entonces cuando Elarod se fijó en los pies del pequeño encapuchado, unos pies enormes y peludos.
Manwë- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 25/12/2012
Edad : 38
Localización : Valinor
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
- ¿Esto es un hobbit? – dijo la muchacha pelirroja con acento del norte, aun con la respiración agitada por el violento pulso del combate. Elarod recogía su pipa abrasada y la sacudía contra el tronco principal del viejo pino, descendiendo después hacia el resto.
Arlinnon sonreía colgándose el arco a la espalda y observando a la muchacha. Poco a poco, el grupo iba recuperando la serenidad que los había acompañado el resto del día a pesar de las oscuras formas que se alzaban a su alrededor, dibujando grotescas figuras y dando la sensación de manipular el propio paisaje del bosque.
– Permite que nos presentemos. – habló Elarod, señalando con la mano hacia su maestro. – Él es Olvert – el elfo vestía un manto oscuro de tela fina que cubría su cuerpo y su cabeza. – ella es Wulja. – la mujer pelirroja vestía ropas más abrigadas cosidas a base de pieles de diversos animales. – Mi nombre es Brander – había perdido desde hace tiempo la costumbre de hacer referencia a su linaje en los primeros encuentros. Las expresiones del camino, las palabras de amabilidad y las fórmulas de cortesía cada vez escaseaban más, y resultaban un lujo del que muchos habían prescindido. Llevando a dos elfos en su grupo a través de territorio ocupado, él no iba a arriesgarlos a todos más de lo que ya lo estaba haciendo. – estábamos de paso en el Bosque Viejo, conocemos sus senderos, pero desconocíamos que las arañas se hubieran extendido desde los robledales del sur.
Y era cierto. Habían sentido un Mal mayor del que habían sido capaces de interpretar. Ahora que se encontraban fuera de peligro, Elarod fue capaz de enfrentarse con mayor lucidez a su error. El tiempo de los elfos ya se había agotado para aquellos que deseaban proteger con sus actos la Tierra Media, y ahora, comenzaba también a agotarse para aquellos que traban de interpretar los signos de su caída.
Arlinnon sonreía colgándose el arco a la espalda y observando a la muchacha. Poco a poco, el grupo iba recuperando la serenidad que los había acompañado el resto del día a pesar de las oscuras formas que se alzaban a su alrededor, dibujando grotescas figuras y dando la sensación de manipular el propio paisaje del bosque.
– Permite que nos presentemos. – habló Elarod, señalando con la mano hacia su maestro. – Él es Olvert – el elfo vestía un manto oscuro de tela fina que cubría su cuerpo y su cabeza. – ella es Wulja. – la mujer pelirroja vestía ropas más abrigadas cosidas a base de pieles de diversos animales. – Mi nombre es Brander – había perdido desde hace tiempo la costumbre de hacer referencia a su linaje en los primeros encuentros. Las expresiones del camino, las palabras de amabilidad y las fórmulas de cortesía cada vez escaseaban más, y resultaban un lujo del que muchos habían prescindido. Llevando a dos elfos en su grupo a través de territorio ocupado, él no iba a arriesgarlos a todos más de lo que ya lo estaba haciendo. – estábamos de paso en el Bosque Viejo, conocemos sus senderos, pero desconocíamos que las arañas se hubieran extendido desde los robledales del sur.
Y era cierto. Habían sentido un Mal mayor del que habían sido capaces de interpretar. Ahora que se encontraban fuera de peligro, Elarod fue capaz de enfrentarse con mayor lucidez a su error. El tiempo de los elfos ya se había agotado para aquellos que deseaban proteger con sus actos la Tierra Media, y ahora, comenzaba también a agotarse para aquellos que traban de interpretar los signos de su caída.
Elarod- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/12/2012
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
El encapuchado hobbit lanzó una larga mirada a la humana pelirroja. Cuando Elarod habló, sus ojos se dirigieron a él y al otro elfo. Al ver que todos relajaban sus músculos y guardaban sus armas, colocó la pequeña flecha en su carcaj y se acercó a Elarod.
— Las arañas llevan aquí largos años — dijo arrancando la flecha que había matado a la ultima con cuidado de no tocar el liquido ponzoñoso que surgía de la alimaña — desde antes de mi nacimiento. ¿Cómo podrías conocer los senderos del bosque sin saber de ellas? — hundió la flecha en la tierra y después la limpió con un poco que musgo que crecía en la corteza del árbol más cercano.
La devolvió a su carcaj y se alejó unos metros de ellos para volver a observarlos, después comenzó a examinar uno a uno los cadáveres de las arañas, con sumo cuidado y fijándose especialmente en sus mandíbulas y sus aguijones.
— Poco queda de las historias del Bosque Viejo que podéis haber escuchado — dijo, distraído, como hablando consigo mismo más que con ellos — Mi padre me las contaba cuando era un crio. Arboles altos como montañas, con raíces capaces de moverse. Arboles que podían hablar entre ellos e incluso caminar — Wulja debía esforzarse para escuchar sus palabras, solo el agudo oído de los elfos les permitía seguirlas con mayor facilidad — Esto nunca lo creí, pero si la parte del bosque verde y lleno de vida… — alzó la mirada y clavó sus almendrados ojos en ellos — Poco queda de eso. Tan solo el linde occidental, el resto del bosque está muerto… Ocupado por los tristes y retorcidos esqueletos de lo que antaño fueron magníficos arboles, arañas y cosas todavía peores… Es un lugar peligroso… para aquel que no lo conoce — se dio la vuelta y se dispuso a marcharse — Alejaos o pronto tendréis que volver a pelear.
— Las arañas llevan aquí largos años — dijo arrancando la flecha que había matado a la ultima con cuidado de no tocar el liquido ponzoñoso que surgía de la alimaña — desde antes de mi nacimiento. ¿Cómo podrías conocer los senderos del bosque sin saber de ellas? — hundió la flecha en la tierra y después la limpió con un poco que musgo que crecía en la corteza del árbol más cercano.
La devolvió a su carcaj y se alejó unos metros de ellos para volver a observarlos, después comenzó a examinar uno a uno los cadáveres de las arañas, con sumo cuidado y fijándose especialmente en sus mandíbulas y sus aguijones.
— Poco queda de las historias del Bosque Viejo que podéis haber escuchado — dijo, distraído, como hablando consigo mismo más que con ellos — Mi padre me las contaba cuando era un crio. Arboles altos como montañas, con raíces capaces de moverse. Arboles que podían hablar entre ellos e incluso caminar — Wulja debía esforzarse para escuchar sus palabras, solo el agudo oído de los elfos les permitía seguirlas con mayor facilidad — Esto nunca lo creí, pero si la parte del bosque verde y lleno de vida… — alzó la mirada y clavó sus almendrados ojos en ellos — Poco queda de eso. Tan solo el linde occidental, el resto del bosque está muerto… Ocupado por los tristes y retorcidos esqueletos de lo que antaño fueron magníficos arboles, arañas y cosas todavía peores… Es un lugar peligroso… para aquel que no lo conoce — se dio la vuelta y se dispuso a marcharse — Alejaos o pronto tendréis que volver a pelear.
Manwë- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 25/12/2012
Edad : 38
Localización : Valinor
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
Cuál es el lugar para los hombres rectos en este mundo que se muere. Qué lugar habitarán los sabios, aquellos que trabajan con su esfuerzo la dura tierra, o esos otros que contemplan con admiración las creaciones de Eru. Qué condena espera a las razas y pueblos libres de la Tierra Media, que como este hombre, se observan entre ellos con desconfianza.
Los ojos de Elarod se dirigieron del pequeño hobbit al suelo, y sin saber que la misma suerte corrían los de su maestro, apagaron su luz en un apresurado duelo por los muertos ucornos del Bosque Viejo.
- ¿y por qué sigues tú aquí? – se aventuró Wulja, que no percibía el ánimo de sus compañeros, y demostraba además estar movida por fuerzas diferentes. – Tienes buena puntería pero no tanta como para dormir sin miedo, ni tener una familia, ni conocer la paz si es cierto que ya no existe vida en las ramas y raíces de este bosque. – La mujer echó mano a su morral y buscó algo dentro. Los elfos observaron como despertando de un suave letargo – Ni siquiera parece que tengas mucha caza para hacerte una capa nueva. Nosotros traemos provisiones, compártelas con nosotros y tal vez después también te ayudemos. – Extrajo unos frutos frescos y los ofreció, apoyando la otra mano sobre el hacha que pendía de su cinto. - Debe de quedar algo de esperanza sobre esos pies peludos.
Los ojos de Elarod se dirigieron del pequeño hobbit al suelo, y sin saber que la misma suerte corrían los de su maestro, apagaron su luz en un apresurado duelo por los muertos ucornos del Bosque Viejo.
- ¿y por qué sigues tú aquí? – se aventuró Wulja, que no percibía el ánimo de sus compañeros, y demostraba además estar movida por fuerzas diferentes. – Tienes buena puntería pero no tanta como para dormir sin miedo, ni tener una familia, ni conocer la paz si es cierto que ya no existe vida en las ramas y raíces de este bosque. – La mujer echó mano a su morral y buscó algo dentro. Los elfos observaron como despertando de un suave letargo – Ni siquiera parece que tengas mucha caza para hacerte una capa nueva. Nosotros traemos provisiones, compártelas con nosotros y tal vez después también te ayudemos. – Extrajo unos frutos frescos y los ofreció, apoyando la otra mano sobre el hacha que pendía de su cinto. - Debe de quedar algo de esperanza sobre esos pies peludos.
Última edición por Elarod el Miér Ene 23, 2013 5:05 pm, editado 1 vez
Elarod- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/12/2012
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
El hobbit se detuvo y se giró para mirar a la mujer. Tardó un momento en hablar, como si no supiera la respuesta.
— La Comarca es mi hogar… — dijo por fin, como si eso explicase su presencia allí — No quise alejarme más y me refugié en el bosque. Desde aquí todavía puedo escuchar el Brandivino y de vez en cuando me llega el aroma de los cultivos de hierba.
Se acercó a la mujer y observó los frutos que le tendía.
— Se cuidarme solo — replicó alzando la mirada hasta sus ojos — Llevo más de cuarenta años en el bosque, no necesito ayuda.
— La Comarca es mi hogar… — dijo por fin, como si eso explicase su presencia allí — No quise alejarme más y me refugié en el bosque. Desde aquí todavía puedo escuchar el Brandivino y de vez en cuando me llega el aroma de los cultivos de hierba.
Se acercó a la mujer y observó los frutos que le tendía.
— Se cuidarme solo — replicó alzando la mirada hasta sus ojos — Llevo más de cuarenta años en el bosque, no necesito ayuda.
Manwë- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 25/12/2012
Edad : 38
Localización : Valinor
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
- La Comarca es mi hogar – repitió Elarod, sonriendo con cierto desdén al abrigo del manto que cubría su rostro. – No quise alejarme más. – siguió, como si aquellas dos frases trajeran a sus labios un sabor antiguo y amargo. - Esas palabras ya han sido pronunciadas antes, y ya recibieron su respuesta. – a su mente venían los miedos del Portador y su grupo de compañeros hobbits. Él había formado parte de la Compañía que escoltara a su hermano Gildor y a aquellos que decidieron abandonar la Tierra Media en los albores de la Gran Guerra del Anillo. Elfos marchitos, cuerpos consumidos por sus espíritus atormentados y el peso de la memoria de los años, pesares que los volvían casi translúcidos, sombras de un tiempo que ya no existía. - Todo a vuestro alrededor se extiende el ancho mundo. Podéis encerraros pero no lo mantendréis siempre fuera – recitó Elarod, reproduciendo la respuesta del elfo Gildor al Portador. Miraba atento al hobbit de capa raída. Su forma de actuar le había parecido impropia de los de su raza, y le recordaba al soberbio carácter de los hombres.
- Tal vez su boca diga unas cosas, pero no son más que la coraza de un hobbit que lucha por sobrevivir. – Wulja sonreía ofreciendo los frutos, observando los ojos deseosos del mediano. – mis amigos han conocido demasiadas desgracias y sus corazones se apenan de conocer la suerte de este Bosque. Son montaraces, habitantes de los caminos que han visto más de lo que recuerdan, pero al fin y al cabo buena gente.
- Podemos caminar hasta el Claro de la Hoguera y compartir nuestra cena ahí. - señaló Elarod. Tenía algunas preguntas. El elfo observaba la pequeña figura con curiosidad, tratando de formarse una opinión sobre los motivos que guiaban sus acciones.
- Marchad donde el hobbit disponga. – los ojos pesados de Arlinnon se posaron en Elarod. Los elfos parecieron comunicarse con la mirada, pues su compañero asintió. – Yo me reuniré con vosotros más tarde.
- Tal vez su boca diga unas cosas, pero no son más que la coraza de un hobbit que lucha por sobrevivir. – Wulja sonreía ofreciendo los frutos, observando los ojos deseosos del mediano. – mis amigos han conocido demasiadas desgracias y sus corazones se apenan de conocer la suerte de este Bosque. Son montaraces, habitantes de los caminos que han visto más de lo que recuerdan, pero al fin y al cabo buena gente.
- Podemos caminar hasta el Claro de la Hoguera y compartir nuestra cena ahí. - señaló Elarod. Tenía algunas preguntas. El elfo observaba la pequeña figura con curiosidad, tratando de formarse una opinión sobre los motivos que guiaban sus acciones.
- Marchad donde el hobbit disponga. – los ojos pesados de Arlinnon se posaron en Elarod. Los elfos parecieron comunicarse con la mirada, pues su compañero asintió. – Yo me reuniré con vosotros más tarde.
Elarod- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/12/2012
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
El hobbit miró a Elarod sin comprender sus palabras.
— No está fuera… — dijo con un tono extraño — Hace mucho que no lo está.
Miró a Wulja y escuchó sus palabras, estudió despues a los montaraces. Incluso la gente de su ralea era realmente extraña en el bosque durante esta edad.
— No es un lugar seguro — añadió, volviendo a mirar a Elarod — No quedan lugares seguros en este bosque, menos aun de noche — negó con la cabeza y bajó la mirada al suelo — Cerca del camino es donde podremos albergar cierta calma, rara vez se acercan allí, pero… — alzó la mirada hacia el cielo y estrechó los parpados ligeramente — La luna se oculta tras las nubes… pocos se aventurarían a viajar esta noche… Si, podemos ir allí y compartir la cena.
El hobbit se llevó una mano bajo la capa y sacó una pequeña bolsa que colgaba de su hombro de un cordel.
— No está fuera… — dijo con un tono extraño — Hace mucho que no lo está.
Miró a Wulja y escuchó sus palabras, estudió despues a los montaraces. Incluso la gente de su ralea era realmente extraña en el bosque durante esta edad.
— No es un lugar seguro — añadió, volviendo a mirar a Elarod — No quedan lugares seguros en este bosque, menos aun de noche — negó con la cabeza y bajó la mirada al suelo — Cerca del camino es donde podremos albergar cierta calma, rara vez se acercan allí, pero… — alzó la mirada hacia el cielo y estrechó los parpados ligeramente — La luna se oculta tras las nubes… pocos se aventurarían a viajar esta noche… Si, podemos ir allí y compartir la cena.
El hobbit se llevó una mano bajo la capa y sacó una pequeña bolsa que colgaba de su hombro de un cordel.
Manwë- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 25/12/2012
Edad : 38
Localización : Valinor
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
El grupo se puso en marcha hacia el Camino del Este mientras Arlinnon se desvanecía entre las sombras dirigiéndose hacia lo más profundo del Bosque Viejo. Wulja y el elfo siguieron al hobbit por los senderos quebradizos entre los árboles. Elarod recordaba los viejos ucornos que, furiosos con quienes violaban su descanso, trataban de perderlos a las órdenes del viejo Hombre-Sauce. Los dos compañeros dejaron que el mediano liderara la marcha, siguiéndole acompañados de los fardos que cargaban, sumidos en sus recuerdos o las añoranzas de un tiempo que no llegaba. A pesar de ello, Elarod dirigía de vez en cuando miradas hacia el pequeño ser de capa parda. Algo había en los ojos y gestos de aquella criatura distinto de lo habitual en la raza que poblaba la Comarca. Las señales perturbaron su corazón, pero a pesar de ellas decidió guardar silencio por el momento.
– Aún no nos has dicho tu nombre. – Dijo Wulja conforme entraban en la parte aún viva del bosque. En cuanto el suelo se había alfombrado de agujas otoñales, la mujer del Norte le había entregado uno de los fardos a Elarod y comenzado a recoger piñas del suelo. – supongo que los hobbits también toman nombres; y digo yo que los recuerdan por mucho que se hayan escondido durante años en un bosque, una cueva, o donde sea. - Elarod lanzó una mirada furtiva hacia la mujer de cabellos cobrizos. Siguieron caminando.
Los caminos de árboles secos dieron paso, lentamente, al musgo sobre las rocas y los linderos llenos de arbustos. Llegaban ya al Camino del Este cuando Elarod dio el alto. Les condujo a un rincón apartado y refugiado gracias a unas rocas altas. Tras ellas, los viajeros pronto comenzaron la tarea. Elarod prendía una hoguera mientras la norteña sacó algunas verduras de uno de sus fardos. – aún quedan piezas frescas de la última cosecha en los mercados. – puso una olla con agua y comenzó a pelar unas cebollas. - ¿cómo te alimentas tú? ¿Qué es lo que comes? - Wulja siguió preparando el guiso con algunas preguntas de cortesía mientras Elarod se apartaba, tal vez oteando los alrededores. Al rato volvió y se sentó cerca del fuego, recuperando la pipa maltrecha de su morral y observando el daño que las llamas habían hecho sobre ella. – tal vez si conoces algún artesano para la pipa de mi amigo podemos pagarte la información, y con el precio que obtengas tú puedes hacerte con algunas provisiones.
Cuando terminó de cocinar, y tras corregir la sal, la mujer sirvió para los tres y los invitó a reunirse entorno al fuego con un par de odres, varias piezas de pan esponjoso , y algo de queso y frutas. – Buen provecho. – inauguró ella probando el guiso, y pidió al elfo uno de los odres en particular mientras observaba al hobbit. - ¿Qué pasó entonces en el bosque? Ni siquiera el Claro de la Hoguera del que habló mi amigo es seguro, ¿qué pasó para que los árboles murieran y llegaran las arañas?
Abrió el odre y bebió un poco. Por los labios de la mujer goteó un líquido que a la luz del fuego parecía bien distinto del agua, dorado como el ámbar que se encuentra entre las rocas. Ella ofreció después al hobbit. – toma si quieres. El sabor es muy fresco, como si fuera miel helada, y suele reconfortar el cuerpo después de un día duro.
- Puedes contarnos lo que ocurrió aquí, o si lo prefieres también puedes hablar de lo que te pasó a ti, hobbit. – interrumpió Elarod, que en vez de servirse del guiso de Wulja se había conformado con una pieza de fruta y algo de queso. - Tal vez el mal del Bosque Viejo se encuentre ya dentro de él, igual que el mal de la Comarca, pero tú sigues encerrado aquí respecto del tuyo. – el elfo observó al mediano con gesto comprensivo. Antes había hablado con la lengua queda y el espíritu en guardia, pero en sus ojos se adivinaban señales de soledad, algo que hasta entonces Elarod nunca había descubierto como una necesidad para la raza hobbit - Dices que te marchaste de tu hogar .Habitas la frontera, ni dentro ni fuera del sitio al que perteneces. Te muestras en los días oscuros sin Luna como un maldito. - señaló, haciendo referencia a su comentario anterior. - Todos nosotros cargamos también con penas y pesares a nuestras espaldas. – sus ojos buscaron a Wulja, y después se perdieron en la espesura del Bosque Viejo. - Tal vez alguna vez llegue el momento de afrontarlo, muchacho, o al menos de compartirlo.
– Aún no nos has dicho tu nombre. – Dijo Wulja conforme entraban en la parte aún viva del bosque. En cuanto el suelo se había alfombrado de agujas otoñales, la mujer del Norte le había entregado uno de los fardos a Elarod y comenzado a recoger piñas del suelo. – supongo que los hobbits también toman nombres; y digo yo que los recuerdan por mucho que se hayan escondido durante años en un bosque, una cueva, o donde sea. - Elarod lanzó una mirada furtiva hacia la mujer de cabellos cobrizos. Siguieron caminando.
Los caminos de árboles secos dieron paso, lentamente, al musgo sobre las rocas y los linderos llenos de arbustos. Llegaban ya al Camino del Este cuando Elarod dio el alto. Les condujo a un rincón apartado y refugiado gracias a unas rocas altas. Tras ellas, los viajeros pronto comenzaron la tarea. Elarod prendía una hoguera mientras la norteña sacó algunas verduras de uno de sus fardos. – aún quedan piezas frescas de la última cosecha en los mercados. – puso una olla con agua y comenzó a pelar unas cebollas. - ¿cómo te alimentas tú? ¿Qué es lo que comes? - Wulja siguió preparando el guiso con algunas preguntas de cortesía mientras Elarod se apartaba, tal vez oteando los alrededores. Al rato volvió y se sentó cerca del fuego, recuperando la pipa maltrecha de su morral y observando el daño que las llamas habían hecho sobre ella. – tal vez si conoces algún artesano para la pipa de mi amigo podemos pagarte la información, y con el precio que obtengas tú puedes hacerte con algunas provisiones.
Cuando terminó de cocinar, y tras corregir la sal, la mujer sirvió para los tres y los invitó a reunirse entorno al fuego con un par de odres, varias piezas de pan esponjoso , y algo de queso y frutas. – Buen provecho. – inauguró ella probando el guiso, y pidió al elfo uno de los odres en particular mientras observaba al hobbit. - ¿Qué pasó entonces en el bosque? Ni siquiera el Claro de la Hoguera del que habló mi amigo es seguro, ¿qué pasó para que los árboles murieran y llegaran las arañas?
Abrió el odre y bebió un poco. Por los labios de la mujer goteó un líquido que a la luz del fuego parecía bien distinto del agua, dorado como el ámbar que se encuentra entre las rocas. Ella ofreció después al hobbit. – toma si quieres. El sabor es muy fresco, como si fuera miel helada, y suele reconfortar el cuerpo después de un día duro.
- Puedes contarnos lo que ocurrió aquí, o si lo prefieres también puedes hablar de lo que te pasó a ti, hobbit. – interrumpió Elarod, que en vez de servirse del guiso de Wulja se había conformado con una pieza de fruta y algo de queso. - Tal vez el mal del Bosque Viejo se encuentre ya dentro de él, igual que el mal de la Comarca, pero tú sigues encerrado aquí respecto del tuyo. – el elfo observó al mediano con gesto comprensivo. Antes había hablado con la lengua queda y el espíritu en guardia, pero en sus ojos se adivinaban señales de soledad, algo que hasta entonces Elarod nunca había descubierto como una necesidad para la raza hobbit - Dices que te marchaste de tu hogar .Habitas la frontera, ni dentro ni fuera del sitio al que perteneces. Te muestras en los días oscuros sin Luna como un maldito. - señaló, haciendo referencia a su comentario anterior. - Todos nosotros cargamos también con penas y pesares a nuestras espaldas. – sus ojos buscaron a Wulja, y después se perdieron en la espesura del Bosque Viejo. - Tal vez alguna vez llegue el momento de afrontarlo, muchacho, o al menos de compartirlo.
Elarod- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/12/2012
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
El pequeño hobbit observó como uno de los montaraces se alejaba al interior del bosque, aquello no era buena idea, pero no entendía los motivos que lo impulsaban, por lo que calló. Caminó en silencio, observando a su alrededor y volviendo la mirada hacia atrás varias veces para asegurarse de que ninguna araña los seguía. La pregunta de la norteña lo sacó de sus cavilaciones e hizo que la mirase.
— Mi nombre… — realmente hacía tiempo que no le decía su nombre a nadie — es Friom — frunció el ceño entonces y dejó de mirarla para volver a caminar.
Cuando Elarod los guió hasta rincón apartado, Friom dio un pequeño rodeo para asegurarse de que era un lugar seguro, finalmente se acercó y observó con curiosidad las acciones de Wulja.
— Todavía quedan buenas bayas si sabes dónde buscar — contestó a la pregunta de la mujer volviendo a extraer su saquillo — Y en la parte occidental del bosque todavía pueden encontrarse conejos y algunas gallinas extraviadas de Gamoburgo — miró la pipa de Elarod cuando Wulja le hizo referencia. Le recordó a la que tenía su padre — En la comarca hay buenos artesanos, pero no creo que sea buena idea entrar allí para vosotros. Ademas, el mago controla el suministro de hierba, si alguien buscara un artesano para hacer una pipa se enteraría.
Alargó la mano con cierta duda ante el cuenco de guiso que le ofrecia Wulja. Lo probó con la cuchara que le dio la mujer y, algo muy similar a una sonrisa apareció en su rostro. La cuchara viajaba cada vez más rápido entre el cuenco y su boca.
— Mi padre me… — tragó la cucharada que acababa de meterse en la boca — contó que el Bosque fue lo único que se salvó ante la desolación del mago. Pero mucho tiempo después comenzaron a verse arañas enormes en el lindero este, cerca de las Quebradas de los Túmulos — el guiso parecía haberle soltado la lengua — Me contó que no avanzaban hacia el oeste y que muchas huían hacia el este, hacia las montañas… pero un día, lo que fuera que las asustaba, desapareció y el bosque comenzó a morir. Solo esto y el lindero oeste mantienen algo de lo que fue el Bosque Viejo, el resto… — clavó la mirada en el poco guiso que le quedaba — grotescos esqueletos de lo que antaño fueron majestuosos arboles, oscuros y retorcido, hogar de arañas y cosas oscuras.
Tomó el odre que le ofrecía Wulja y, tras dejar el cuenco vacio a su lado, olisqueó el contenido.
— Ni dentro ni fuera — repitió Friom con la voz cargada de melancolía — Amo demasiado la Comarca, no fui capaz de alejarme más cuando… — calló un momento y después dio un trago al odre — Los hombres de mago solian dar lecciones de vez en cuando para evitar alzamientos, mi familia vivía en paz y cumplía todos los deseos del mago y sus esbirros, aun así llevaba una carga de la que no era capaz de desprenderse… — alzó entonces la mirada y los observó con sus grandes ojos verdosos — Me llamo Friom… Gamyi y ese apellido es la carga que hizo que mi familia sirviese de ejemplo para los demás.
— Mi nombre… — realmente hacía tiempo que no le decía su nombre a nadie — es Friom — frunció el ceño entonces y dejó de mirarla para volver a caminar.
Cuando Elarod los guió hasta rincón apartado, Friom dio un pequeño rodeo para asegurarse de que era un lugar seguro, finalmente se acercó y observó con curiosidad las acciones de Wulja.
— Todavía quedan buenas bayas si sabes dónde buscar — contestó a la pregunta de la mujer volviendo a extraer su saquillo — Y en la parte occidental del bosque todavía pueden encontrarse conejos y algunas gallinas extraviadas de Gamoburgo — miró la pipa de Elarod cuando Wulja le hizo referencia. Le recordó a la que tenía su padre — En la comarca hay buenos artesanos, pero no creo que sea buena idea entrar allí para vosotros. Ademas, el mago controla el suministro de hierba, si alguien buscara un artesano para hacer una pipa se enteraría.
Alargó la mano con cierta duda ante el cuenco de guiso que le ofrecia Wulja. Lo probó con la cuchara que le dio la mujer y, algo muy similar a una sonrisa apareció en su rostro. La cuchara viajaba cada vez más rápido entre el cuenco y su boca.
— Mi padre me… — tragó la cucharada que acababa de meterse en la boca — contó que el Bosque fue lo único que se salvó ante la desolación del mago. Pero mucho tiempo después comenzaron a verse arañas enormes en el lindero este, cerca de las Quebradas de los Túmulos — el guiso parecía haberle soltado la lengua — Me contó que no avanzaban hacia el oeste y que muchas huían hacia el este, hacia las montañas… pero un día, lo que fuera que las asustaba, desapareció y el bosque comenzó a morir. Solo esto y el lindero oeste mantienen algo de lo que fue el Bosque Viejo, el resto… — clavó la mirada en el poco guiso que le quedaba — grotescos esqueletos de lo que antaño fueron majestuosos arboles, oscuros y retorcido, hogar de arañas y cosas oscuras.
Tomó el odre que le ofrecía Wulja y, tras dejar el cuenco vacio a su lado, olisqueó el contenido.
— Ni dentro ni fuera — repitió Friom con la voz cargada de melancolía — Amo demasiado la Comarca, no fui capaz de alejarme más cuando… — calló un momento y después dio un trago al odre — Los hombres de mago solian dar lecciones de vez en cuando para evitar alzamientos, mi familia vivía en paz y cumplía todos los deseos del mago y sus esbirros, aun así llevaba una carga de la que no era capaz de desprenderse… — alzó entonces la mirada y los observó con sus grandes ojos verdosos — Me llamo Friom… Gamyi y ese apellido es la carga que hizo que mi familia sirviese de ejemplo para los demás.
Manwë- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 25/12/2012
Edad : 38
Localización : Valinor
Re: [El Bosque Viejo] Tu justa esperanza [noche del 1 de octubre]
- Gamyi… - los labios de Elarod apenas pronunciaron aquel apellido, sin emitir sonido alguno, pues el elfo no se comunicaba sino con sus propios recuerdos. Los pendones de Rohan y Gondor aún ondeaban en su memoria, orgullosos en su última cabalgada hacia la Puerta Negra, crepusculares como los linajes que gobernaban sus tierras desde hacía ya varias décadas. Dos razas de hombres que dieron a varias de sus generaciones por los apellidos Gamyi y Bolsón con aquella fe ciega de los que siguen a los profetas y los reyes. No los comprendía.
Por aquel entonces, muchos de entre los elfos habían alzado su voz contra aquel inútil sacrificio. Recordaba Elarod las voces de algunos de entre ellos, alzadas no tanto por dejar de marchar a la batalla sino por hacerlo oportunamente. Templar la ira y la impaciencia en los Altos Hornos de Erebor, volver a forjar las viejas alianzas en Imladris, reunir de nuevo a las tres razas bajo el estandarte de Elendil y golpear al Enemigo cuando estuvieran preparados.
Todos se habían negado. ¿Por qué?
¿Qué había en aquel Rey que le moviera a confiar tanto en los pequeños seres? ¿Acaso fueron las palabras de Mithrandir, el último de los Istar en perder la cordura? ¿Fueron las barbas de aquel anciano vuelto de la muerte las que enredaron el coraje de Aragorn, Rey entre los Hombres? Elarod no había conseguido resolver aquellos engimas, aquellos acertijos que los Hados habían tejido en el confuso telar del tiempo, el significado de aquellos gestos que significaron el renacer del Anillo. Y tampoco ninguno de los suyos había conseguido interpretar las señales de Elbereth, la que antaño guiara su camino y los colocara al frente de cada una de las batallas.
Los elfos, todos los elfos que poblaban esta tierra, habían adormecido su carácter y vendado sus ojos bajo las fronteras de los Bosques y las sedantes artes de la sanación. Los Primeros Nacidos, por obra de Elrond y Galadriel, dirigieron cada uno de sus actos hacia la más vacía de las derrotas: aquella que desde las cómodas estancias de sus refugios confiaba el destino de la Tierra Media en dos hobbits y una criatura torturada. Elarod miraba a Friom mientras recordaba los últimos concilios de los eldar. Con la débil determinación de un sabueso viejo y desdentado, Lórien e Imladris habían mordisqueado un juguete dejando escapar a su verdadera presa. Y de aquella manera, el tímido apoyo que los elfos prestaran al resto de los Pueblos Libres había condenado a los habitantes de la Tierra Media a la destrucción del Fuego y la Sombra, convirtiendo a sus señores en directos responsables de la derrota.
Por todo aquello y a pesar de las muertes que cargaban sobre la pobre y quebrada espalda de Samsagaz, a pesar de los bosques y ciudades que habían sido destruidas por culpa de la debilidad de Frodo Bolsón, a pesar de ello, Elarod no les culpaba. Sólo eran medianos, la Gente Pequeña, seres destinados a la paz y el sosiego amenazados por un riesgo a la servidumbre que Curunír había aprovechado. Lúcida era la mente que había pedido a los Gamyi y los Bolsón que rompieran, en el transcurso de doscientos años, con sus vidas mortales, toda la historia de una raza. Lúcida y cruel como un capataz Uruk azotando a sus esclavos. Los pobres medianos eran a su modo héroes, pequeños luceros en una noche fría de invierno, incapaces de calentar las manos de toda una Compañía pero firmes de intenciones. No podía pedirse de ellos que brillaran contra toda su raza y eclipsaran así su propia naturaleza.
Elarod sonrió a Gamyi con una expresión amable y protectora, negando con la cabeza los dictados de la historia. Aquel pequeño ser, descendiente de Samsagaz, aún cargaba sobre sus espaldas una enorme roca: la cruel expectativa de los Pueblos Libres, que habían desplazado el peso de sus errores y vicios sobre la más inocente de las razas. Elarod sonrió y deseó que aquel menudo hobbit pudiera olvidarlo todo, recuperar el vigor que alguna vez deslumbraran los ojos de su tatarabuelo, arrebatado por la cobardía cruel y mezquina de quienes lo enviaron a una muerte segura.
Los pisotones de Wulja sobre los rescoldos del fuego le sacaron de sus pensamientos.
- Creo que es hora de dormir. – dijo levantándose. – haré guardia hasta el amanecer, no os preocupéis, supongo que Arlinnon volverá entonces. Mañana nos espera un largo día. – sus ojos se alzaron hacia las estrellas, buscando a Menelvagor, el Espadachín del Cielo, que aquella noche brillaba con fuerza en ausencia de la Luna. – algo me dice que nuestra compañía aún puede prolongarse.
El elfo abandonó el grupo buscando un árbol donde poder tener mejor visibilidad, su mente aún entumecida por la amargura del recuerdo. Escaló por su tronco y se asentó en el hueco entre dos ramas, observando al hobbit y recordando cada uno de los episodios que teñían su memoria de dolor. Lamentó no tener su pipa. El suave sabor de la hierba calmaba la memoria de los años, que cada estación pesaban más, pues Elarod había lanzado su desafío cuando el tiempo de su raza ya había terminado.
Por aquel entonces, muchos de entre los elfos habían alzado su voz contra aquel inútil sacrificio. Recordaba Elarod las voces de algunos de entre ellos, alzadas no tanto por dejar de marchar a la batalla sino por hacerlo oportunamente. Templar la ira y la impaciencia en los Altos Hornos de Erebor, volver a forjar las viejas alianzas en Imladris, reunir de nuevo a las tres razas bajo el estandarte de Elendil y golpear al Enemigo cuando estuvieran preparados.
Todos se habían negado. ¿Por qué?
¿Qué había en aquel Rey que le moviera a confiar tanto en los pequeños seres? ¿Acaso fueron las palabras de Mithrandir, el último de los Istar en perder la cordura? ¿Fueron las barbas de aquel anciano vuelto de la muerte las que enredaron el coraje de Aragorn, Rey entre los Hombres? Elarod no había conseguido resolver aquellos engimas, aquellos acertijos que los Hados habían tejido en el confuso telar del tiempo, el significado de aquellos gestos que significaron el renacer del Anillo. Y tampoco ninguno de los suyos había conseguido interpretar las señales de Elbereth, la que antaño guiara su camino y los colocara al frente de cada una de las batallas.
Los elfos, todos los elfos que poblaban esta tierra, habían adormecido su carácter y vendado sus ojos bajo las fronteras de los Bosques y las sedantes artes de la sanación. Los Primeros Nacidos, por obra de Elrond y Galadriel, dirigieron cada uno de sus actos hacia la más vacía de las derrotas: aquella que desde las cómodas estancias de sus refugios confiaba el destino de la Tierra Media en dos hobbits y una criatura torturada. Elarod miraba a Friom mientras recordaba los últimos concilios de los eldar. Con la débil determinación de un sabueso viejo y desdentado, Lórien e Imladris habían mordisqueado un juguete dejando escapar a su verdadera presa. Y de aquella manera, el tímido apoyo que los elfos prestaran al resto de los Pueblos Libres había condenado a los habitantes de la Tierra Media a la destrucción del Fuego y la Sombra, convirtiendo a sus señores en directos responsables de la derrota.
Por todo aquello y a pesar de las muertes que cargaban sobre la pobre y quebrada espalda de Samsagaz, a pesar de los bosques y ciudades que habían sido destruidas por culpa de la debilidad de Frodo Bolsón, a pesar de ello, Elarod no les culpaba. Sólo eran medianos, la Gente Pequeña, seres destinados a la paz y el sosiego amenazados por un riesgo a la servidumbre que Curunír había aprovechado. Lúcida era la mente que había pedido a los Gamyi y los Bolsón que rompieran, en el transcurso de doscientos años, con sus vidas mortales, toda la historia de una raza. Lúcida y cruel como un capataz Uruk azotando a sus esclavos. Los pobres medianos eran a su modo héroes, pequeños luceros en una noche fría de invierno, incapaces de calentar las manos de toda una Compañía pero firmes de intenciones. No podía pedirse de ellos que brillaran contra toda su raza y eclipsaran así su propia naturaleza.
Elarod sonrió a Gamyi con una expresión amable y protectora, negando con la cabeza los dictados de la historia. Aquel pequeño ser, descendiente de Samsagaz, aún cargaba sobre sus espaldas una enorme roca: la cruel expectativa de los Pueblos Libres, que habían desplazado el peso de sus errores y vicios sobre la más inocente de las razas. Elarod sonrió y deseó que aquel menudo hobbit pudiera olvidarlo todo, recuperar el vigor que alguna vez deslumbraran los ojos de su tatarabuelo, arrebatado por la cobardía cruel y mezquina de quienes lo enviaron a una muerte segura.
Los pisotones de Wulja sobre los rescoldos del fuego le sacaron de sus pensamientos.
- Creo que es hora de dormir. – dijo levantándose. – haré guardia hasta el amanecer, no os preocupéis, supongo que Arlinnon volverá entonces. Mañana nos espera un largo día. – sus ojos se alzaron hacia las estrellas, buscando a Menelvagor, el Espadachín del Cielo, que aquella noche brillaba con fuerza en ausencia de la Luna. – algo me dice que nuestra compañía aún puede prolongarse.
El elfo abandonó el grupo buscando un árbol donde poder tener mejor visibilidad, su mente aún entumecida por la amargura del recuerdo. Escaló por su tronco y se asentó en el hueco entre dos ramas, observando al hobbit y recordando cada uno de los episodios que teñían su memoria de dolor. Lamentó no tener su pipa. El suave sabor de la hierba calmaba la memoria de los años, que cada estación pesaban más, pues Elarod había lanzado su desafío cuando el tiempo de su raza ya había terminado.
Elarod- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/12/2012
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