[Quebradas del Norte] El encapuchado [1 de Octubre]

— Creo que es lo mejor, Elessar — dijo Erestor señalando el mapa — Es la ruta más segura.

Elessar observó la ruta que marcaba el elfo con el dedo mientras se acariciaba pensativo la barba. Tomó aire al cabo de un momento y lo soltó asintiendo con la cabeza.

— Creo que tienes razón — replicó — ¿Qué tal sigue la cosa por Bree, Dalamir?

El primo de Elessar estaba sentado frente a él, al otro lado de la mesa formada por un tablero y dos caballetes de madera, negó con la cabeza frunciendo los labios.

— No muy bien — replicó Dalamir — Ese Helechal sigue haciendo de las suyas, en un mes ha ejecutado a seis personas acusadas de ser rebeldes… Dos lo eran — frunció el ceño — Uno nos había sido de mucha utilidad en varias ocasiones, una pérdida importante. Era un buen hombre.

Erestor se irguió ligeramente de pronto y echó mano al mapa, enrollándolo lentamente.

— Haré los preparativos — dijo sin dejar de mirar la apertura de la tienda, donde acababa de aparecer la figura encapuchada.

— ¡Kuldaraugh! — exclamó Elessar poniéndose en pie — Sabia que interpretarías las señales correctamente, amigo mío. ¡Pasa, pasa!

Erestor saludó al encapuchado con un simple cabeceo y salió de la gran tienda. Dalamir giró la cabeza para observarlo e hizo un gesto con la mano a modo de saludo.

— Perdona que no me levante, Capucha Blanca — replicó Dalamir jocoso — Mi viaje ha sido agotador.

-Temo que los años no pasan en balde, buen amigo. Quizás sea buen momento de enfundar la espada.- replicó la figura hacia el buen Dalamir. Kuldaraugh dio unos pasos hacia los presentes y se inclinó con respeto ante Elessar. La vestimenta del encapuchado era sencilla y práctica; una sobrevesta de lino blanco con botas, cinturón y vainas de cuero duro y resistente. No había presencia de su preciado arco, sólo su espada pendía inerte de su cinto.

-Llegué tan rápido como pude, Elessar.- la cavernosa voz del hombre atravesaba la estancia con una fuerza impertérrita. -La presencia de criaturas oscuras es muy densa por aquí, debemos proceder con cautela.- un relincho agobiado hizo que Kuldar se girara, su bestia se impacientaba como siempre ocurría tras una larga galopada.

-¿Cuáles son las directrices a seguir? ¿Necesitáis un jinete, un guerrero o todo a la vez?- cruzó los brazos y su pecho se agitó, quizás estuviera riendo.

— Si Sauron viene aquí y me entrega ese preciado Anillo suyo, enfundaré mi espada — rió Valamir — Antes creo que no puedo permitírmelo. Además, ¿quién cuidaría de este descerebrado si lo hiciera?

Dalamir se puso en pie y sonrió a su primo.

— Prometí tomarme un pinta con mis hombres, así que os dejo solos, además… — se giro hacia Kuldaraugh y sonrió burlón — ha vuelto a soñar con “ella”, no quiero que siga contándome sus fantasías inalcanzadas.

Se llevó el puño al pecho y realizó una leve reverencia ante Elessar y, al pasar junto a Kuldaraugh se despidió con una palmada en la espalda.

— Si quieres una buena cerveza, ven luego — le dijo —, aunque puede que te resulte complicado beber con todo eso — añadió risueño.

Elessar observó como Dalamir se marchaba y luego miró a Kuldaraugh y le hizo un gesto invitándole a que se sentara.

— Hombres leales, amigo — replicó — Eso es lo que necesito. Un ejército de hombres como tú. Así marcharíamos contra Sauron, así habría esperanza… Erestor dice que soy la esperanza de los hombres del oeste, la esperanza de mi gente — negó con la cabeza — Soy una hormiga armada con un alfiler tratando de pinchar la bota de Sauron, Aparte de causarle molestias, cual es nuestra esperanza.

Elessar apartó la mirada y la dirigió hacia un rincón donde estaba el jergón que le servía de cama, sobre el cual reposaba Andúril, Llama del Oeste.

-Mi padre tenía un dicho: "Mientras hay vida, hay esperanza"- el guerrero se cruzó de brazos mientras se acomodaba junto a Elessar, en la mullida hierba. -Ahora entiendo a qué se refería. Y Dalamir parece haberlo entendido mucho antes que los demás, mucho antes que tú mismo.- extendió un brazo para señalar aquella reliquia del pasado, aquella espada cuyo simple nombre tenía un filo más devastador que todas las hachuelas orcas de Mordor.

-Que estés vivo y que tu linaje persista es sólo un indicativo más de que la guerra no está perdida. Muchos perdieron la esperanza en la batalla de la Puerta Negra. Nuestros abuelos y bisabuelos nos hablaron durante toda nuestra infancia sobre la pesada carga que los hombres portábamos desde entonces. La carga de terminar con Sauron, Elessar.- cruzó los dedos de sus manos y habló con una voz aún más profunda y solemne.

-Quizás no posea un ejército para ayudarte en esta gesta, pero que los ojos sigan la misma suerte que mi rostro si en algún momento fallo a tu lealtad.- Kuldar evitaba mirar a nadie mientras hablaba. Con el paso de los años había descubierto que los daños de su rostro lo hacían parecer una alimaña más que un ser humano. Es por eso por lo que evitaba todo contacto. Es por eso por lo que nadie jamás volvería a verle la cara.

-Además, siempre puedes salvarle la vida a otros 10.000 hombres.- rió sonora y cavernosamente. -Conmigo funcionó.- los hombres rieron fuera y Kuldar se sobresaltó. No estaba acostumbrado a ese sonido y aún lo pillaba desprevenido cuando ocurría.

-Así que has vuelto a soñar con tu deliciosa ninfa...- habló con socarronería y entonces miró hacia Elessar con su rostro vacío. -Cualquiera diría que estás perdiendo el juicio...

— Puede que tengas razón, amigo mio… —replicó Elessar, sombrío — Pero temo que no soy capaz de verla entre tanta oscuridad.

Escuchó las palabras de Kuldaraugh en silencio, sintiendo cierto orgullo en ellas, pero no era capaz de creer en ellas, no después de todo lo que había visto.

— Necesito tus ojos, Kuldaraugh — contestó con media sonrisa — y tus oídos. Aquel troll estuvo a punto de aplastarte, pero tal vez fueran los valar los que guiaron mi flecha, no me des más merito del que tengo. Tú habrías hecho lo mismo por mi — sus ojos se ensombrecieron, recordando.

Hojas negras y risas crueles, era todo lo que podía recordar, y el encapuchado blanco que lo salvó. Kuldaraugh había despertado su simpatía desde el principio, tal vez porque le recordaba a aquel que le salvó cuando no era más que un niño.

No pretendía llevar la conversación hacia “ella”, pero cuando Kuldaraugh la nombró no pudo evitar rememorarla. Rememorar su brillante piel, mojada por el agua del lago, su precioso y cobrizo cabello, pero sobre todo, la simple sensación que sintió al verla, mucho más allá de la atracción física.

— Puede que quien lo dijera tuviera razón… — susurró — Mi mente no es capaz de completar su rostro. Cada vez que la recuerdo me maldigo por haberme marchado tan rápido, cada vez que cierro los ojos… — los cerró y esbozó una sonrisa —, la veo, devolviéndome la mirada, pero con su húmedo cabello ocultando medio rostro…

-Si no te conociera pensaría que hablas de ensoñaciones, Elessar...- Kuldar regresó a su mundo interior durante unos instantes, apoyando los codos sobre sus rodillas y cavilando acerca de sus próximas palabras.

-Deberías comenzar a tomar el control sobre el rumbo de tu vida, tal y como se te ha escogido para que guíes la de todos nosotros. En primer lugar, deberías acercarte a esa ninfa y hablarle, preguntarle quién es y con qué derecho te ha robado el sueño.- habló entre risas aunque, a pesar de todo, había algo de seriedad en lo que decía.

-¿Dónde la viste por última vez? Quizás yo pueda traértela...- la mirada vacía de su rostro se dirigió hacia la espada. Ambos conocían el poder de aquella hoja y no eran los únicos. En aquel vasto mundo el sólo mencionar aquel nombre provocaría terror y alegría a partes iguales. Sí, con su ayuda derrocar al Enemigo sería posible.

Las palabras de su amigo le hicieron negar con la cabeza, pero cuando la nombró, su mirada se dirigió al oscuro interior de su capucha, donde apenas un par de brillantes reflejos delataban la presencia de un rostro.

— ¿Y cómo quieres que haga eso? — preguntó sonriendo — Ella ni siquiera debe saber de mi existencia, además… — negó con la cabeza de nuevo y dejó escapar un leve soplido sin que la sonrisa desapareciera de sus labios — Te acabo de hablar de la esperanza para los hombres… que esperanza habría para este hombre. Ella es una elfa, Kuldaraugh, yo soy mortal… Que Luthien se enamorase de Beren no quiere decir que ella fuese a sentir el más mínimo afecto por mí.

Miró largamente a su amigo y, tras un largo silencio, dejo escapar una sincera risotada.

— Los valar nos castigarán por esto — rió — Muy bien, muy bien — se puso serio entonces — La última vez que la vi estaba en el lago Evendim, preciosa y brillante como la mismísima Elbereth, pero… — sonrió — No fui capaz de acercarme. Estaba desnuda, ¿qué iba a decirle? Así que tras contemplarla un instante me marché — negó por tercera vez con la cabeza — Ahora me parece lo más estúpido que he hecho en la vida.