Escena B (Ibai)

Aquello estaba desierto. Primero entró en un aula, se sentó y miró por la ventana, pero apenas se veía nada, sin la perspectiva que ofrece la altura. Así que se encendió el porro y salió al pasillo, cogiendo las primeras escaleras que encontró para subir a las plantas superiores y alejarse de Ramiro.

Le gustó recorrer los pasillos vacíos y en silencio, solamente roto por los pequeños crujidos de sus zapatillas deportivas al resbalar con las baldosas. Caminó despacio, dando pequeñas caladas de vez en cuando. Aunque en aquel momento se sentía bien, sabía que ya había empezado a cagarla. Había dejado plantada a su primera compañera de tareas, el primer día. Que la Lady no será la mujer perfecta en algunos (o en ninguno?) aspectos, pero al menos había intentado ser amable joder. Demasiado amable, para Ibai.

Porque claro, tú le haces caso, te vas a su casa, folláis y eso, seguro que puedes olvidarte de la cara de loca que gasta la tía, centrarte en las tetas y tal. Hostias, más que tetas la Lady parece que llevaba allí dentro un par de balones de balonmano. Y tampoco te creas que mola tanto eso. Que las tetas pequeñas son unas incomprendidas para algunos tíos. Pero tú sabes que son un concepto interesante.

Interesante pero accesorio, porque el problema no está en las tetas, sino en la Lady en su conjunto, que dos opciones posibles puede haber: o te odia y te ignora durante el resto del verano, o ve toda vuestra conversación como una especie de rechazo y se empeña en que cambies de opinión. El acoso suena fatal, pero la otra opción te va a hacer sentir mal de cojones, para variar.

Que no que no, que estás de puta madre. Un poco mareado, tal vez. Pero este paseo te sienta de vicio. Y caminando sin rumbo te has trincado el porro sin darte cuenta. No has desayunado una mierda, con las prisas, y te está dando un colocón de primera. Esa manera de relacionar ideas no es normal, no me jodas ¿Y en qué estabas pensando? Ah sí, en tetas, claro. Que molan, aunque sean pequeñas.

Emily Carteret no tenía las tetas gordas, y pese a eso Edward Glyver estaba loco por ella. ¡Mierda, el libro!

Ibai se paró y se giró sobre sí mismo. El pasillo estaba vació, salvo por una leve nube de humo blanco y aromático que se dispersaba lentamente tras su paso. No tenía ni idea de por dónde había pasado. Tampoco recordaba haberse parado, ni haber leído una sola palabra en toda la mañana. Salvo alguno de aquellos carteles que anunciaba cursos del tipo tai-chi para jubiladas. Aquellas viejas eran geniales, ya te digo. Pese al sentido del ridículo hiperdesarrollado de Ibai, verlas en acción le había resultado...enternecedor, superado el primer momento de shock. Parecían contentas, cosa que seguramente nadie diría de él. Aunque al menos estaba tranquilo. Oh sí, relajado estaba un rato. Confió en que el libro apareciese como se había esfumado. La mejor forma de encontrarlo sería seguir adelante, y el pasillo volvería a llevarle hasta donde lo había dejado.

Para buscar algo lo mejor era siempre la perspectiva, y para tenerla tenía que seguir subiendo. Dudó un momento, mientras intentaba recordar si esa idea acababa de ocurrírsele o simplemente la recordaba de una reflexión anterior; en todo caso tomó el primer tramo de escaleras que encontró y subió hasta la siguiente planta. Aquella debía ser la cuarta, porque las escaleras terminaban allí. El porro se había acabado en algún momento que no recordaba. ¿Dónde estaba el puto libro? Se acercó a una ventana del pasillo. Tenía una vista similar a la que había visto al llegar al aula aquella mañana. El parque, con el lago, los árboles y unos puntitos amarillos rondando por allí. Muchos puntitos, así que debían haberse juntado todos. La Lady haciendo amigos. La moco-pandilla en acción, con barca y todo. No me jodas. Limpiad, limpiad malditos.

Ibai escucha un fuerte trueno que hace vibrar los cristales, al mirar fuera ve una serie de rayos color morado saltando de una nube a otra, de repente uno de ellos cae a toda velocidad sin darle tiempo a reaccionar con el cristal haciéndole saltar por los aires quedando aturdido en el suelo. Al incorporarse sobre si mismo ve otros rayos caer en el parque y de repente una granizo del tamaño de una furgoneta de policía choca contra la pared del centro cívico haciéndose añicos, destrozando trozos de pared y creando una tormenta de hielo y arcilla que obliga al vasco a recogerse sobre si mismo. Los granizos empiezan a golpear todo el edificio haciendo que caigan trozos de techo y casi todas las ventanas sean destrozadas.

- Ven aquí, ven aquí. – gritó una voz y tras una puerta de una sala apareció Rob. – ¡Corre!

Un trozo de granizo como una pelota del fútbol se estrelló al lado de Ibai.

Estaba disfrutando de las vistas, y podía ver como sus compañeros se acaloraban en una discusión entre el grupo de la barca y la gente de la orilla. Y el ambiente se caldeaba. O podían ser imaginaciones suyas, simplemente. Entonces empezaron los truenos, y el cielo, que ya estaba cargado y plomizo de manera extraña para la hora y las fechas en que estaban, se había vuelto...¿morado? Los rayos eran de ese color al menos. No me jodas.

Pero estaba bastante jodido. Porque antes de darse cuenta Ibai se encontró tendido en el suelo, cubierto de cristales de la ventana que había estallado cuando el rayo lo alcanzó. Pero si había sido un rayo no debería estar bastante jodido. Debería estar muerto, coño.

Pero allí estaba, y por el hueco de la ventana podía ver más de aquellos rayos cayendo. Rayos morados. La hostia. Pero todo pasa rápido, y el joven no tiene tiempo para deleitarse con el espectáculo, ni ganas. ¿Que acaba de golpearlo un rayo, joder! Si eso puede parecer poca cosa, lo siguiente fueron bloques de hielo del tamaño de un coche impactando contra la fachada y el tejado. Ahora la ventana había desaparecido y el techo se desprendía sobre Ibai.

Se hizo un ovillo instintivamente, pero pronto comprendió que aquello le iba a servir de poco. El tejado se venía abajo. Pensó en buscar las escaleras y bajar, buscando protección. Desde luego ya no estaba fumado, pero sí lo estaba al llegar, así que estaba haciéndose una composición del lugar para salir corriendo en la dirección correcta cuando un tipo lo llamó.

¿Ese estaba en el grupo también? Eso importaba más bien poco, en cambio que estuviera en una zona que parecía más protegida sí era buena señal, así que arrastrándose al principio y corriendo y resbalando después, Ibai llegó hasta la puerta y entró.

- Menuda puta mierda hay ahí fuera tío. ¿Tú has visto eso? - joder, aquello no era granizo, eran putos bloques de hielo del tamañno de su apartamento, cayendo con muy mala hostia. Joder, la gente del parque las podía estar pasando muy putas. - ¿Sabes si ha vuelto el resto? ¿Los del parque?

Empezó a sudar como un perro. Puro estrés. Se bajó la cremallera del mono casi hasta la cintura, intentando refrescarse, mientras con la otra mano buscaba a tientas un cigarro en el bolsillo. Al tocar el pecho se paró y fijó la vista allí. No notó nada extraño, pero aquel rayo...que va, eso habría sido la fuerza de la ventana al reventar que lo había tirado al suelo. Lo que quería era salir de allí, cuanto antes. Bajar, eso le pedía el instinto, tal vez porque el tejado se iba a desplomar en cualquier momento.

Al entrar Ibai pudo comprobar que se encontraba en un cuarto de las escobas, el techo había dejado de existir, pero sobre la cabeza de ellos había un granizo gigante a modo de techo que parecía haberse asentado sobre dos de las paredes que formaba el habitáculo.

- Menuda movida, tronco, yo estoy flipando, un rayo ha destrozado el techo y me ha tumbado. Flipo mazo.

El chico lo miró fijamente, a diferencia de Ibai no llevaba el mono sino que vestía con una camiseta del disco Fear on the Dark y unos pantalones vaqueros de corte pesquero. En su muñeca llevaba una pulsera con una especie de símbolo extraño que para Ibai era imposible reconocer. De repente un golpe fuerte hizo temblar las paredes y una lluvia de escarcha cayó sobre los dos. Al mirar hacia arriba ambos vieron como el techo empezaba a partirse.

- Joder, tronco...

Ibai creyó que lo habrían dirigido a alguna habitación segura o hacia una salida hacia las plantas más bajas. Pero aquel tío debía ser idiota, porque optaba por meterse en un armario con un iceberg por techo. ¿Qué hacía allí dentro aquel tipo? Podía estar limpiando o algo así, pero Ibai estaba casi seguro de que cualquiera que trabajase allí, cobrando o no, llevaría algún tipo de uniforme. Y aquel solo parecía un jeviata del montón. Aunque se suponía que le había ayudado, Ibai tomó nota mental de no dar la espalda al "amigo".

La lógica implacable de la fuerza de gravedad empezó a darle la razón: había que bajar, antes de que el techo, las paredes y todo el edificio se desmoronasen poco a poco. Así que su propia respuesta le pareció absurda, por lo obvia.

- Hay que bajar cuanto antes, todo se nos viene encima!

No esperó ninguna confirmación: tiró del picaporte y salió al pasillo nuevamente. Ahora sí, estaba orientado, y reconoció el aula donde se había juntado todo el grupo pocas horas antes. Pensó en el monitor gordo y en su alter ego dibujado en la pizarra por el andaluz. Seguiría allí todavía? Menudo mamón, seguro que la tormenta o lo que fuese aquella mierda le había pillado abusando de alguna manera del pobre perro. No tenía que tener traumas ni nada, el bicho. Y el perro también.

Volvió la cabeza hacia las escaleras que estaban más o menos enfrente de la puerta del Aula Cuatro Catorce y hechó a correr hacia ellas. Antes de poner el pie en el primer peldaño se giró comprobando que el pasmado le seguía, y le dejó pasar. No quería que se le cayese encima y rodar por las escaleras por su culpa. Mientras pasaba a su lado, Ibai gritó.

- ¿Queda alguien por aquí arriba? - si no había una respuesta inmediata iba a salir por patas de allí pero a toda leche. Aquel rayo y todo ese hielo sobre su cabeza no le estaban gustando nada. Cada vez menos.

Robb siguió corriendo a Ibai y no dudo en pasar por delante de él escaleras abajo parecía verdaderamente asustado.

- Vuestro profe y la de física o química bajaron hace un rato, iban al despacho del profe.

Corría con bastante torpeza, estuvo a punto de tropezar varias veces pero parecía dispuesto a salir de allí lo antes posible. Al llegar a la última planta encontraron al conserje tumbado en el suelo con una brecha en la cabeza y gimiendo de dolor, a su alrededor había decenas de trozos de hielo que habían roto uno de los ventanales de la fachada. En el suelo a la derecha del conserje a hay un chico con el pelo cortado al uno y vestido con el mono de los servicios comunitarios. Parece completamente inconsciente.

En el exterior parece que la tormenta ha parado.

Ibai, pese a las prisas se paró en seco un segundo, durante el descenso, al oír al chico que corría torpemente ante él llamar "vuestro profe" al puto gordo. ¿Qué cojones iba a enseñar un tipo como aquel? Y qué dice este de física y química? Es que iban a dar clases?No le importaría pasarse el verano haciendo un par de cutre-experimentos. Lo de mezclar componentes y ver las reacciones no se le daba mal, de hecho era algo con lo que había "jugado" bastante con sus amigos de Pamplona. Era curioso que, sabiendo utilizarlos adecuadamente, simples productos de uso corriente mejoraran tanto la efectividad de...pero igual no era el momento de repasar aquellos conocimientos, y sí de correr.

Llegados abajo lo que vio no le gustó nada. La sangre siempre le había echado para atrás, y el bueno del conserje sangraba de cojones, como casi siempre pasaba con las heridas de la cabeza. Por suerte, Ibai sabía que, casi siempre también, eran más aparatosas que otra cosa. En cambio el otro chaval, fuera quien fuese, estaba seco. Inconsciente, y con el puto mono amarillo. Bienvenido colega.

Ibai se acercó al joven, intentando, sin moverlo demasiado, ver donde se había llevado la hostia que lo había dejado así. Probablemente tendría una herida mayor que la del conserje, o al menos debería tener alguna señal. No sabía como actuar en una situación así, y por no parecer completamente gilipollas dio un par de palmaditas en la mejilla del chico mientras le gritaba, bajito "¡Eh!, ¡Eh!". Mirando a Rob, le señaló al conserje, para que se acercara a él y lo tranquilizara al menos, e intentase cerrarle la herida por la que sangraba. Así se mantenía él mismo lo más alejado posible de la sangre, por el momento, y daba algo que hacer al chico, que definitivamente parecía algo lento.

Si el chico no despertaba, Ibai pensó que lo mejor sería llamar a Emergencias. De todas formas, aquellos dos iban a necesitar ayuda, y a saber como estaban los demás, a los que "aquello" los había pillado fuera. Sacó el móvil y marcó el 112, mientras hacía gestos a Rob para que evitara los gritos y las quejas del conserje. "Putos viejos, siempre encantados de poder quejarse" pensó mientras esperaba la línea.

El chico tarda bastante en despertarse, pero justo cuando estas llamando a Emergencias y este avisa que todas las líneas están saturadas. Ves como el consejo parece estar relativamente bien y el chico le mira aturdido:

- ¿Qué coño ha pasado? – grita enfurecido.

Pero antes de que de tiempo a que respondas se oye la voz profunda del monitor.

- Pues han caído granizos del tamaño de un coche y debes haberte caído uno cerca.

Al mirarlo ves como agarrada de su brazo hay una chica mas o menos de tu edad que no para de mirarle fijamente a los ojos con una sonrisa bobalicona, la chica te suena de algo.

- Apártate de mi, ¿quieres? Das puto calor. – dice el chico haciéndose a un lado e incorporándose con agilidad.

La verdad es que notas bastante calor a tu alrededor, es casi como si el aire se hubiera vuelto mas denso y cargado de humedad.

- Vaquero, deja de gritar, vete a tu casa y vuelve mañana. Ya hablaremos con calma. – dijo con sequedad el monitor – Tú, cara pato deberías haberte marchado hace como una hora. Pringado de mierda. Piérdete. – finalmente clavo sus ojos en ti – Chulito, tú será mejor que te vayas a descansar enviaré un mensaje al resto para que se vayan a sus putas casas y me dejen en paz. Yo me encargo de Román.

Añadió deshaciéndose del brazo de la chica y caminando hacia el conserje. Los otros dos te miran y finalmente el chico nuevo sale por la puerta mientras el otro te espera.

Ni que fuera Nochevieja. Las líneas están saturadas, y no es posible hacer la llamada. Si lo hubiera pensado un minuto Ibai hubiera llegado a la conclusión de que no era extraño que los aparatos electrónicos dieran problemas, con la cantidad de rayos que habían caído en la zona hacía pocos minutos. Pero no tenía tiempo de pensar en esas cosas, porque el chico herido empezó a despertar. Y no parecía ni muy herido ni demasiado contento. Daba la impresión de haberse despertado de una mala siesta, más que de haber recuperado recientemente la consciencia.

Ibai pensaba tranquilizarlo, pero por allí apareció el monitor para dar por culo un poco, incluso entre aquel panorama. El chico levantó la cabeza mientras le oía explicar lo que todos habían podido ver: que caían granizos como camiones. Tal vez incluso alargó su explicación con algún detalle de su propia cosecha, pero Ibai no le hacía ni puto caso. Joder, esta es nueva. Donde había tenido guardada a esa chica aquel mamón? Llevaba el mono, como todos, así que debía ser una del grupo, pero no le había visto antes, eso fijo. O sí, porque aquella cara...le sonaba vagamente, o era imaginaciones suyas? De todas formas, la tía andaba con cara de idiota y colgada del brazo de aquel personaje, y eso le hacía perder muchos puntos. Y pese a todo, se salía de la tabla.

¿Calor? El chico se levantó a su lado, en apariencia sin problemas. Era cierto, una especie de bochorno húmedo y caliente se acumulaba en el recibidor. Ibai pensó que casi podía tocarlo. Pero de ahí a que el chico le echase la culpa a él...pues vale colega. De nada.

El puto gordo quería hacerse el gallito delante de la chica, a la que apartó, así que se puso a organizar un poco: todos a casa. Pues mira qué bien. Sin contestar a sus comentarios despectivos, el navarro se volvió hacia la zona de los vestuarios. Joder, imposible pasar. Al menos tenía la china, porque si tenía que pasearse por la ciudad con aquellas pintas de preso...iba a necesitar un porro pero ya.

El gilipollas que un momento antes estaba inconsciente salió por la puerta sin decir nada, pero Rob parecía esperarle, así que se le acercó, señalándole hacia la puerta y evitando mirar atrás. El conserje...bueno, allí seguía, pero no se iba a morir. Evitó cruzar la mirada de nuevo con el monitor, aunque eso significara no volverse a mirar a la chica, y centró su atención en Rob, que al fin y al cabo le había echado una mano.

Cuando estaban saliendo por la puerta le habló.

- Hostia, yo antes de irme a casa necesito un par de canutos, que ese tío me pone enfermo. Te apuntas? En el parque se estará bien, si no caen más cosas de esas al menos - en la calle los restos de los bloques de hielo y los destrozos causados por los impactos eran evidentes. Pero Ibai parecía habituado ya a la idea de que aquel suceso inexplicable había, sin embargo, ocurrido, y su sorpresa ya se había mitigado y aceptaba el hecho, aunque no sabía explicarlo ni quería volver a pasar por aquello. Solo quería tranquilidad, y un mai bien gordo, para abrir el apetito. Luego se le cambió el humor.

- Joder tronco, he perdido mi puto libro... - putos madrileños, había terminado por utilizar esas expresiones absurdas que les escuchaba a todas horas. Sacó el paquete de tabaco del interior del mono y se llevó uno a la boca, ofreciéndole el paquete a Rob, mientras se orientaba hacia alguna zona discreta donde liarse el peta. - Oye, tú parece que estás bien informado...me falta mucha gente del grupo por conocer? Quién era ese tío, el que estaba inconsciente? Menudo gilipollas. Y la chica?

Dio una calada y se decidió a avanzar un par de pasos fuera de la protección del edificio, en dirección al parque.

Rob asintió acompañando a Ibai por las calles de Orcasitas, cuando le preguntó él sonrió.

- Pues la chica es Camino Fernández, actúa en Física o Química, la serie de televisión. Dijeron en la tele que la detuvieron por acostarse con un viejo en un callejón o algo así.

Se quedó pensando un momento:

- El chico debe ser Mario Vaquero que es el otro que faltó en clase esta mañana. No es del barrio, o al menos no lo conozco.

Al llegar al parque ambos vieron a lo lejos al grupo en los escalones del estanque excepto Aixa que se encuentra en el templete chino.