Escena B (Juaniyo y Leo)

Aunque limpiar la zona de los escalones pereciera la tarea más sencilla, no lo es para nada, eso está lleno de todo tipo de desperdicios, botellas, vasas, chicles, pipas, pañuelos de papel, condones... De todo. Además el monitor ha especificado que se necesita profundad lo que supone un trabajo extra. Los pobre Juaniyo, Leo y Yolanda van a tener mucho que hacer.

- ¡Noooooo ve', ande vaaaaaa'! - Fue lo primero que dijo Juaniyo al observar lo enormemente gigantesco que era el parque. La verdad es que nunca había estado allí, o al menos, no se acordaba. - ¡Si esto e' má' grande quer' Nou Cam!

Estaba en lo alto de los escalones, donde estaban las hileras de árboles, y la hilera de MIERDA. Pero mierda, mierda. Es decir, después de los botellones había más mierda, pero aquí no se quedaban cortos. Palopincho en una mano, y escoba de cerdas en la otra, dio un salto del último escalón al siguiente. Parecía un monillo con dos palos.

- Güeno, se me ha ocurrío' una coza. - Ojeó el suelo, mientras bajaba saltito a saltito hasta abajo, donde estaba la laguna o más bien el agua radiactiva. Fijó su visión en una botella de 1,5 litros de Cruzcampo. - Como esto no se pué' pinshá, po.... - Miró a Leo y a la chavalilla esa. - ¿Ustede' creéi' que esto flota?

Disimuladamente, con el palo de escoba, le dio un golpe seco a la botella y la lanzó al agua. Aguardó unos segundos, expectante...

- Mierda, po' zi que flota. - Dijo, al ver como aparecía de nuevo la botella, a tres o cuatro metros de donde estaban. Hizo un vago intento por llegar con el palopincho, pero ni de coña. - Pfff, no vea'. Po' ná. Que sirva de bolla o sarvavida pa' lo' del kayá eze.

Se empezó a reír por lo bajo y, tendiéndole la escoba a la muchacha, empezó a pinchar porquerías con el palito. Pero llevaba ya demasiado quieto callado... y sin hacer nada. Disimuladamente, pasó por detrás del chaval de las gafas y le pinchó en el culo. Nada, poca cosa, no quería hacerle daño. Solo molestar. En cuánto el otro pegase el salto, se reiría y saltaría al escalón de arriba, o al siguiente... porque con esa estupidez se entretenía Juaniyo.

La inmensidad de aquel parque y el cúmulo de desperdicios que poblaba la zona que les había tocado en suerte para limpiar, produjeron que Leo soltara un suspiro mientras contemplaba los asquerosos escalones. El fingido optimismo que le había caracterizado mientras estaba en el aula se había desvanecido al comprender lo que le esperaba por delante. Además, una especie de justicia poética había consentido en que su compañero de penurias fuese el tal Juan José, del cual había hecho una burla sin demasiado éxito y luego había intentado disculparse de forma penosa. También estaba aquella chica que había llegado a última hora y que por el momento apenas había hablado. Conectó el i-pod que llevaba en uno de los bolsillos del mono y se colocó los auriculares.

Desganado utilizó el pincho asignado y ensartó un par de bolsas de algún industrial snack de color anaranjado. Parece que el andaluz murmuraba alguna nueva tontería para reclamar la atención y Leo se quitó los auriculares. Después de un rato con él, el oído parecía acostumbrarse al cerrado acento de Juaniyo y lo desentrañaba como si uno llevase incorporado un traductor simultáneo.

Sonrió levemente ante el intento de Juaniyo por deshacerse de la botella de cerveza, pues todavía intentaba congraciarse con él después del comentario sarcástico que le había lanzado en un principio.

- Las botellas no tienen por costumbre flotar… - dijo e intentó al momento enmendarse por si aquello podía ofender – Supongo que por eso las usan para meter mensajes dentro, jejeje… Pero buen golpe, sí, se nota que eres deportista, ¿no?

Concentrado de nuevo en su fastidiosa tarea, Leo se abstrajo del mundo a través de sus auriculares. Estaba escuchando el último single de un grupo llamado “Tibieza”, una banda local que se estaba ganando una reputación dentro de la música indie y que, por tanto, era de necesario conocimiento para alguien como él. El tema se llamaba “La emboscada de las mariposas” y decía algo así:

Nubes del silencio que la inmensidad susurra
El paso del tiempo nos gana y nos pierde, siempre, siempre…
Callada reza la terca mirada de la mística cerradura de mi alma…
Y cuando me vuelvo a buscar tus ojos solo encuentro mariposas…
Emboscada de mariposas…
Que me sublima y languidece en un segundo…

En aquel mismo segundo un puntazo sacó a Leo del éxtasis modernillo en el que se había sumido. El karma le devolvía el comentario sarcástico sobre el dibujo de Juaniyo en forma de pinchazo en el culo. El susto le provocó una caída entre los escalones mientras de fondo se oían las carcajadas del andaluz.

- Y pensaba que lo peor iba a ser el trabajo… - murmuró Leo mientras intentaba incorporarse.

La chica se encontraba barriendo con bastante calma y miró a Juaniyo mientras este elucubraba sobre el nuevo trabajo. Lo entendía en partes, pero aún así el contexto ayudaba a entender que es lo que quería decir. Escuchó la conversación de los chicos y entonces se incorporó. Se acercó hasta una litrona, le quitó la tapa, la alzó sobre su cabeza y la lanzó contra el suelo. Le miró con una sonrisa y dijo con una sonrisa :

- Así no flota. – miró la bolla de Juaniyo – Lo que flote en el agua lo tienen que recoger ellos.

Acto seguido empezó a barrer echando los cristales rotos al estanque. Volvió a repetir la tarea una y otra vez los papeles los enganchaba con el pincho, pero las botellas de plástico las lanzaba con disimulo al agua y las de cristal las acumulaba y cuando tenia un grupo grande las rompía y las barría hacia el agua.

Entonces vio a Leo rodar por las escaleras y a Juaniyo reír, preocupada se acercó hasta él.

- ¿Estás bien?

Aunque le pesase admitirlo, Leo estaba bien, el golpe no había sido para tanto y probablemente sólo tendría algunos rasguños en codos o rodillas. La que había quedado realmente herida era su dignidad, si es que le quedaba alguna después de todo. Él no quería meterse en problemas, su pose y las tonterías que solía verter su boca eran sólo una manera de encajar, de parecer interesante. No era consciente de que no era la mejor manera y acababa de recibir una prueba de ello. Por lo menos, a pesar de la gansada de Juaniyo, parece que había conseguido una mínima atención por parte de aquella otra chica que no tenía rasgo alguno de delincuente.

- Sí… Sí… estoy bien… Estoy bien… Ha sido sólo… el susto…que… - trató de sonreír, aunque cada vez se le hacía más difícil – Podía haber sido peor, podía haberme caído en esos cristales de ahí – dijo señalando algunos restos de las botellas que Yolanda había estrellado en el suelo - Pero… espera… - se palpó el i-pod, que tenía guardado el bolsillo y comprendió que había corrido peor suerte que él - ¡Oh…oh, no! – mientras se sentaba en los escalones sacó el malogrado reproductor y comprobó como efectivamente había partido hacia el limbo digital, lo cual le hizo berrear irritado - ¡Genial! ¡Gracias, Juan José! ¿Ya te has vengado? ¿Ya estás contento?

Juaniyo le echó un vistazo al de las gafillas, que ni se acordaba de su nombre, mientras este berreaba. Aún seguía con una media sonrisilla, incluso momentos después de ver la maquinita esa rota.

- Ohtia tú, perdona. En verdá' no me quería cargá' tu Tamagochi o lo que sea eso. Te pinchao' floíto macho, lo que pasa que tu ha' pegao' er sarto ese a lo Yakichán. - Se acercó hasta él. Le había pinchado un poquito, ni siquiera lo suficiente para hacerle daño: además, como iba a ser él los daños colaterales que provocaría. Lo agarró del brazo y de un tirón poco cuidadoso hacia arriba lo levantó. - Enga anda, tira pa'rriba y vamo' a seguí', que yo no me lo quería cargá. ¡Huánhosé, dise er nota! Que yo soy er Juaniyo, na' má' que eso.

Volvió a saltarse los escalones, y observó que las recomendaciones de la chica pelirroja surtían efecto.

- Ere' una loca, tú. - Le dijo, riéndose mientras estrellaba una botella contra el suelo, y con el pie iba arrastrando los cristales hasta tirarlos al agua. Luego se giró a sus dos compañeros. - Po' mirá', hacemo' una cosa. Terminamo' rápido aquí, tiramo' al agua lo que tengamo' que tirá y que la foca esa, er pihito y lo' otro' tonto' limpien. Lo nuestro va a está' limpio asín que er gordo no no' va a podé' desí na'... ¿E' o no e'?

Yolanda agarró del brazo a Leo mientras ocultaba la cabeza entre los hombros y cerraba los ojos ante los gritos:

- No...

Vio como Juaniyo se acercaba y se apartó, parecía esperar una pelea pero finalmente respiró aliviada al ver que el otro le ponía de pie. Entonces escuchó la propuesta de Juaniyo.

- A mi... me parece bien. – sonrió, agarró otra botella y la estrello contra el suelo.

La inesperada reacción de Yolanda ante sus berridos hizo que Leo se callase al instante. ¿Había alguna razón especial por la que quisiese evitar el conflicto entre ellos o siempre reaccionaría así? En cualquier caso él se había quedado con ganas de montarle una escenita a Juaniyo, de hacer un drama de tres actos sobre el cacharro que se había roto. Sin embargo, la despreocupada respuesta del andaluz, que se dedicaba alegremente a quitarle hierro al asunto, no propició que la discusión fuese más lejos.

Permaneció un rato sentado, comprobando los rasguños que se había hecho en las rodillas, leves rasponazos que no necesitaban cuidado alguno. Miró hacia el otro lado del lago, donde la choni chunga y el fumeta parecían congeniar mejor que ellos, aunque ignoraba que la situación de aquellos dos era bastante incómoda en ese momento. Se levantó y recogió de nuevo el pincho, para continuar la tediosa tarea. Estrelló una botella contra el suelo, con bastantes ganas. Habló a Juaniyo en un tono mucho más serio que el que había empleado hasta entonces.

- Juaniyo… A ti todo parece darte igual… ¿No te preocupa nada de lo que pasa a tu alrededor? – dejó pasar algunos segundos antes de volver a hablar - ¿Por qué estás aquí?

- Po' perfe. - Dijo, ante la respuesta de la chica y la no respuesta de Leo. Se dio la vuelta y empezó a echar de nuevo todas las piezas al agua, disimuladamente, como si fuera lo más normal del mundo. Lo mismo de tanta mierda salían de allí peces con tres ojos, como en Los Simpsons.

Cuando estaba apartando unos trocillos, se le acercó otra vez el pelmazo de antes para hacerle una pregunta que ni quería ni tenía que responder.

- ¿Y a tí qué ma' te da? Yo paso der tema, a mí mientra' no me rayéi' me da iguá' lo que hagai' to' lo' demá'. Si estoy aquí no va' a se' por habé' estudiao' mucho o habé' rescatao' a arguien, ¿O no? Po' ea, yo paso de contá' ná, y si no te pregunto e' porque a mí me importa un caraote el por qué está' tú aquí. - Miró a Yolanda, sabiendo que no era una conversación entre dos, si no de tres. - Y si no le pregunto a ella e' porque tampoco me importa. - Desvió su vista de nuevo a Leo, y después, siguió barriendo. - Metete en tu' cosa' y ponte a barré', que ar finá te vía meté una galleta.

Lo último lo dijo sonriendo, así que podía ser en serio o no. A saber.

A lo lejos, en las aguas verdosas, ya se podía ver a tres monos amarillos moviéndose sobre el agua en una barca que no inspiraba mucha confianza.
El chico remaba mientras las dos chicas iban recogiendo lo que encontraban en el estanque. Se les veía desganados, como a los demás, pero al menos iban haciendo poco a poco.

Yolanda les miró a los dos mientras volvían a hablar, paró de barrer y cuando Juaniyo la miró, agachó la cabeza volviendo a barrer. La chica parecía bastante nerviosa.

- Por favor, no os peleéis. – trago saliva y luego les miró de nuevo pero su voz sonó muy baja – Seamos amigos...

Efectivamente, a Juaniyo parecía importarle un carajo todo lo que sucedía a su alrededor y no pensaba por un instante en las consecuencias de sus acciones, tan sólo que se iba a reír una jartá a costa de otro pardillo. Esa podía ser indirectamente la causa de que se encontrase haciendo aquellos servicios comunitarios. En cualquier caso, Leo no quedó satisfecho con la vaga respuesta de su compañero y mucho menos con la amenaza encubierta de salero que le había dirigido. Bajo las enormes gafas un ceño se estaba frunciendo. Los nudillos de la mano que se cerraba entorno al i-pod roto se tornaban amarillos.

Escenita incoming… en uno… dos… y…

Yolanda se interpuso de nuevo y volvió a interceder entre ellos como si su vida fuese en ello. Estaba mostrando ser la más sensata del aquel variopinto trío y abogaba por cumplir con el trabajo sin más discusiones. El motivo de que llevase el mono amarillo sí que era una incógnita. Pero Leo seguía con ganas de llamar la atención, como un niño pequeño al que no consolaban cuando lloraba, y dejó caer el pincho al suelo

- ¡Muy bien! ¡Pues a mí también me da igual! ¡Paso de esta mierda! Y como me da tan igual y soy un tío tan superguay y tan… tan gracioso… y estoy por encima de todo esto… - dijo para criticar el carácter de Juaniyo en el tono más sarcástico que pudo conseguir - ¡Que le den a los servicios sociales! ¡Oh, sí, me rebota tooodo lo que digan! ¡Escudo para siempre! ¡Me rebota todo! – añadió burlonamente mientras ponía los brazos a modo de defensa y se alejaba de ellos unos cuantos pasos.

Se sentó de nuevo en los escalones y sacó el móvil, que iba empaquetado en su funda y que parecía no haber sufrido daños durante el golpe. Sumido en su propio mundo se dedicó a deslizar el dedo por la pantalla táctil en busca de alguna de esas aplicaciones que tanto le ayudaban a perder el tiempo.