[Cabaña 9]Preguntando a expertos (S4 Mayo)

21 de Mayo - a 30 días del Solsticio

Llevaba unos días pensándolo, y al final se había decidido. A ella misma le sorprendía el hecho de haber tomado esa decisión, pero al mismo tiempo se daba cuenta de que lo había ido retrasando demasiado. La misma Hestia se le había aparecido un año atrás y le había dicho que se estaba forjando una guerra y que los que más en peligro estarían cuando empezara serían los semidioses. Y unos días antes había hecho una nueva idea que tenía ideas suicidas en la cabeza y que pretendía retar a los de Ares... Definitivamente, Alida necesitaba un arma. ¿Y quién mejor que los chicos de Hefesto para aconsejarle? Evidentemente, no iba a preguntar a los de Ares... demasiado la habían visto ya con Cora. Y la otra opción era la cabaña de Atenea, claro... Tal vez recurriera a ella si los de Hefesto no la convencían.

Al llegar a la puerta de la cabaña, Alida paró en seco. No era la primera vez que iba allí, pero sí la primera que iba sola o no se encontraba a nadie en la puerta. ¿Se le permitía entrar? Eso nunca lo tenía claro. Así que, aunque no le gustaba la idea, optó por asomarse a la puerta sin llegar a cruzar el umbral y gritar preguntando si había alguien, con la esperanza de que no estuvieran todos escondidos en la forja.

Lo habitual en la cabaña de Hefesto es que los chicos se mantuvieran ensimismados en sus tareas. Resultó ser una suerte que al menos uno de ellos no estuviera trabajando, dado que eso solía implicar llevar puestos los protectores para los oídos que les aislaban del ruido exterior. Raven, aun sobre la cama, escuchó la llamada y se acercó a ver.

- Hola - saludó el moreno al acercarse - ¿Querías algo o buscabas a alguien en concreto?

- Pues... buscaba... -Alida maldijo mentalmente. A la hora de la verdad nunca le venían las palabras a tiempo. La chica respiró hondo para relajarse antes de continuar.- He venido a ver si podíais ayudarme. Todo el mundo aquí lleva un arma. A mí no me gustan, pero en las últimas capturas de la bandera no lo he pasado demasiado bien... intento encontrar alguna que se adecue a mí, pero no sé mucho de ellas.

Raven dio palmaditas de alegría.

- ¡Un arma! Pues claro, has llegado al lugar indicado. Espera un momento y te traigo unas cuantas, no sea que papá se enfade por romper el protocolo. - le hizo una seña para que se quedara allí y volvió adentro.

Al cabo de un par de minutos, Alida escuchó una serie de ruidos metálicos y forcejeos desde el interior y después Raven se hizo paso con un arsenal de objetos hasta donde se encontraba.

- Mira, como entiendo que no tienes manejo de armas te presento unas cuantas sencillas para empezar. - destensó la tela que las envolvía y rebuscó entre el alijo - Este puñal pequeñito es muy útil como abrecartas y tiene una función para cerraduras básicas. Algunos de Hermes lo tienen y les va bien. Por supuesto sirve para el cuerpo a cuerpo, pero te recomiendo que lo uses cuando estés cerca del objetivo. - le pasó una daga de punta de acero y mango de madera, que a simple vista parecía el típico instrumento de excursionista - Y luego está una espada corta muy fina y ligera que la puedes llevar a la cintura y resulta muy rápida de desenvainar. Con una semana de entrenamiento te harás al uso. Garantizado.

Le tendió el arma con las dos manos con gesto ceremonial para que la pudiera tocar y comprobar por sí misma. La hoja desde luego era muy fina y brillaba con los reflejos del Sol.

- También tenemos la típica daga lujosa que les gusta a los chicos de Afrodita y sirve más que nada para aparentar. El mango es de plata, sí, nada de bañados. Plata auténtica. El problema es el óxido, tendrías que cuidarla y limpiarla para que siga bonita al cabo del tiempo. - la cogió con cuidado de un extremo y se la enseñó aunque no llegó a dejarle que la tocara - Viene con vaina con incrustaciones de gemas a juego pero la puedes comprar sin ella. Y por último tenemos... "esta". - sacó de entre el montón una especie de pistola y un par de cargadores. - Balas de bronce celestial, ideal para monstruos mitológicos del Tártaro. También equipada con cable kilométrico tan tenso que podrías bailar el Syrtaki sobre él sin caerte. Lleva un gancho en el extremo para servir de sujeción. - hizo una seña sobre la mirilla que contenía el cable, apuntó hacia un árbol cercano y disparó. El cable quedó sujeto enseguida y Raven provó la rigidez tocando con un dedo como si fuera un instrumento de cuerda. - Batman se nos adelantó en la ficción pero seguro que ni el ejército americano ha conseguido algo como esto aun. Eso sí, usar un arma así te exigirá más entrenamiento que con cualquiera de las anteriores. No es ningún juguete.

Espero la reacción de ella ante la oferta.

- Vaya... no me esperaba tanta variedad. Yo... bueno. Me ha gustado el puñal pequeño, que se puede esconder. Pero estoy segura de que no podría con un combate cuerpo a cuerpo. Necesito algo discreto... fácil de manejar y que sirva para atacar a distancia, o a media distancia. Y... que sea menos sofisticado que la pistola. Aunque debo admitir que es una gran arma... -dijo Alida, algo cohibida con tanta cosa.

- ¡Ahhhh! Armas de media distancia. Vale, tenemos algo de eso.

El moreno volvió a meterse en la cabaña y salió con otro saco más abultado que el anterior. Lo abrió y empezó a mostrar su contenido.

- Tenemos ballestas, medios arcos, pistolas de corto alcance, rifles con varias mirillas intercambiables... - fue sacando cada uno y enseñándoselo a la muchacha - La mayoría de estas cosas van para los de Apolo y las cazadoras. Les gustan este tipo de armas. Mira, una ballesta en miniatura. Se recarga muy facilmente y es ideal para puntas envenenadas. Lo puedes armar en tu brazo usándolo de trípode. Pero no tiene mucho alcance. Y este arco... - sacó un arco que medía casi como su brazo con una cuerda dorada - dicen que está bendecido por el dios Helios. También le gustaba disparar flechas de fuego. Cuando disparas una flecha, deja una estela de luz. A las cazadoras no les gusta porque dicen que se puede rastrear el disparo. La verdad es que es muy vistoso pero también es un rato cantoso. - parecía que había terminado la muestra cuando Raven recayó en un último objeto sobre el suelo - ¡Ah! La vieja cerbatana de Trofonio. Ni idea de que hace aquí. Pensaba que estaba con las reliquias de la Casa Grande. Se ha debido de traspapelar.

La cerbatana era en realidad un viejo junco hueco que a pesar del tiempo no se veía podrido ni descascarillado. Raven la desechó sin preguntar y la colocó en el montón de armas que no servían.

- ¡Espera! No la guardes... me gusta la cerbatana. ¿De Trofinio, has dicho que es? ¿Por qué la apartas, no funciona? ¿No tienes algo... similar? No se me dan bien los arcos y las ballestas, pero me da la impresión de que con una cerbatana podría defenderme bastante bien...

- Trofonio - repitió Raven - ¿Te interesa una cerbatana? No sé, no es el arma que acostumbramos a fabricar. De hecho, es la única que tenemos y nunca la hemos usado. Dicen que está maldita. - el chico colocó el junco tallado en las manos de Alida - Trofonio mató a su hermano por codicia, para conseguir el tesoro del rey de Lebadea. Era un constructor muy hábil pero su ambición no conocía límites. Los cultos a Trofonio casi siempre solían acabar mal. - miró con recelo el arma que había cedido a la chica - ¿Estas segura de que la quieres?

Alida examinó el arma a conciencia. Sí, definitivamente ése era el tipo de arma que necesitaba.

- Quiero una cerbatana. Si no me quedo con esta... ¿tenéis otra? -sin esperar a que contestara, Alida aclaró.- Si no tenéis otra, me quedaré con ésta. Funciona, ¿no? -Alida volvió a observar el arma con atención.- Tendrás que explicarme cómo...

Raven se rascó la cabeza en un evidente gesto de nerviosismo.

- Pues... Es que nosotros no fabricamos cerbatanas. No es nuestro estilo... - se encogió de hombros - Tal vez los chicos de Apolo fabriquen alguna. Funcionar funciona, claro. - cogió el arma y se la llevó a los labios pero antes de soplar se dio cuenta de que faltaba algo - Vamos a necesitar dardos. Sí, mejor vamos a la cabaña siete. Tienen que haber alguien que pueda ayudarnos.

Sin esperar a que Alida asintiera, le hizo una seña para que le siguiera dos cabañas atrás.

La cabaña siete lucía una fachada adornada con un graffiti en el que una serpiente se enroscaba sobre un bastón. Había dos chicos tomando el sol en el porche y Raven se dirigió a ellos, buscando su ayuda. Uno de ellos les remitió a un compañero que estaba dentro y salió afuera cuando le llamaron.
El desconocido se presentó como Francis y estrechó la mano de Alida de quién aseguraba conocerla de vista.

- ¿Te desapareciste una tarde delante de todo el comedor, no? - Francis le guiñó un ojo - Los de Hermes no daban crédito y estuvieron corriendo el rumor de que un fantasma se había instalado en la mesa durante días. Si quieres aprender a usar la cerbatana yo puedo ayudarte. Mi especialidad son las armas a distancia - dijo sin ningún atisbo de orgullo - Y tengo algún dardo que he fabricado para probar, aunque prefiero usar la fuerza de las manos para apuntar y disparar. ¿De qué me suena esta...?

Examinó el arma. El junco ya estaba seco y amarillento. Se veía resistente pero había perdido su flexibilidad. Era tan grande como la palma de su mano y tenía un agujero en el que podía caber su dedo meñique.

- Trofonio - contestó Raven escueto.

- ¡Oh! Vale, pues... - Francis intentó no demostrar preocupación en su voz aunque sus gestos le delataban un poco - Tal vez sea un poco más complicada de usar al principio pero te harás a ella. ¿Cuándo quieres empezar a practicar?

- Sí, esa fui yo... -dijo refiriéndose a lo acontecido en el comedor dos años antes, enrojeciendo un poco.

Alida estuvo callada mientras el chico de Apolo observaba el arma y no pasó desapercibido el cariz preocupado que tomó todo cuando supo a quién había pertenecido la cerbatana. Sin embargo, no dio muestras de haberlo notado.

- Pues la verdad es que si por mí fuera empezaba a practicar ya mismo. Me gustaría aprender a usarla pronto, y si dices que con esta es más difícil aprender... Pero no tengo dardos, y Raven dice que hacen falta. ¿Sabes dónde puedo hacerme con ellos?

- En mi cabaña además de pinturas e instrumentos tenemos todo tipo de proyectiles. - anunció Francis - Puedo dejarte algunos para que practiques pero ten cuidado, los dardos son más fáciles de perder que las flechas. Aunque también puedes aprender a fabricarlos y así no tendrías que preocuparte tanto por ellos.

Francis le devolvió la cerbatana y fue a por el material que necesitaban para empezar. Tras despedirse de Raven, Alida siguió ahora al chico de la siete hacia la sección de puntería. Bajó una rama gruesa de un árbol estaban colgadas unas dianas. Francis le indicó donde debía colocarse y se le enseñó el dardo que iban a usar para practicar.

- La habilidad de puntería requiere mucha destreza y concentración, como todas las artes físicas. Lo primero es encontrar la postura de disparo. Esta varía según el tipo de arma. El arco y la ballesta necesitan inmovilidad y concentración en el blanco. Una cerbatana puede dispararse en movimiento y dar en su objetivo tres cuartas partes de las veces. Tienes que contar con que a diferencia de estas dianas, los objetivos estarán en movimiento casi siempre y esperar a que se queden quietos no siempre es posible. Pero no te agobies, vamos a empezar con lo más sencillo, habituarte al disparo. Introduce el dardo en la cerbatana - le indicó como debía hacerse - El disparo se hace con un soplido corto y fuerte desde dentro hacia fuera. La lengua debe quedarse en el paladar inferior, sin intervenir. Así - imitó el soplido con sus labios.

- Oh. Me encantaría aprender a fabricarlos. ¿Sabes tú hacerlo? ¿Me enseñarás? -preguntó Alida cuando hablaron de los dardos.

El resto del tiempo estuvo atenta a la clase y siguió las indicaciones del chico. Las primeras veces apenas fue capaz de lanzar el dardo y no acertó a la diana, a pesar de que estuviera quieta, pero ya al tercer intento el dardo se clavó en ella y Alida sintió una gran satisfacción: podía hacerlo.

Cuando ya llevaban un rato practicando y estuvo segura de que podría hacerse con la cerbatana, Alida se decidió a preguntar lo que le preocupaba.

- ¿Qué pasa con esta cerbatana? Raven quería convencerme de que no la cogiera porque estaba maldita. Y tú también te has puesto un poco nervioso cuando te han dicho de quién era. ¿De verdad tengo que preocuparme? No quiero morir envenenada por mi propia cerbatana. Si ese es el caso puedo construirme mi propia arma...

- Claro. Los cazadores debemos ayudarnos unos a otros. - le sonrió confidente. - Y si alguna vez quieres hacer también flechas y practicar con el arco, no dudes en acudir a mí.

Francis se sentó en una rama baja.

- Trofonio era un hijo de Apolo. Tenía un hermanastro, Agamedes. Los dos se consideraban grandes constructores. El Oráculo de Delfos es su mayor creación. También idearon una Cámara del Tesoro para el Rey de Beocia al estilo de las pirámides de Egipto, con muchas trampas y acertijos para disuadir a los ladrones. Pero su avaricia quiso que le robaran al propio Rey y en su huida, Agamedes quedó atrapado. Prácticamente era imposible salir de allí con vida sin que los guardias les encontraran antes. Como Trofonio no quería que el Rey supiera quienes habían sido los ladrones, mató a su hermano cortándole la cabeza y se la llevó con él. El Rey encontró el cuerpo pero no supo a quién pertenecía y no tuvo a quién culpar. Apolo maldijo a su hijo y le condenó a ver la cabeza de su hermano en sus sueños. Trofonio enloqueció y se ocultó en una cueva que años después de su muerte encontraron los lebadeos (habitantes de Lebadea). Se dice que quien usa esta arma, ve al fantasma de Agamedes vagar buscando su cabeza. - Francis arrancó una ramita cercana y empezó a quitarle las hojas - La verdad es que nadie que conozcamos lo ha asegurado. Tal vez todo sea una fábula.

- Vaya, qué historia más triste... Aunque si Agamedes quedó atrapado Trofonio tampoco tenía muchas más alternativas. No creo que para él fuera agradable tener que matar a su hermano... ¿tú crees que sí?

Alida estuvo callada un rato, mirando la cerbatana y pensando en lo que le había dicho Francis sobre el fantasma.

- Bueno, lo cierto es que no tengo nada en contra de los fantasmas. En mi cabaña aparecen y desaparecen cosas por doquier y también parece que haya fantasmas... y a mí me confundieron con uno una vez.

Al decir eso, Alida cayó en la cuenta de las posibilidades que tenía eso de aparecer transparente ante los demás y apuntó que mientras siguiera en el "equipo" de Cora y sus "geniales" ideas le iba a venir bien aprender a hacerlo a voluntad.

La chica se dio cuenta de que se había vuelto a quedar callada y reaccionó sonriendo a Francis.

- Supongo que si me han confundido con uno no debería tener miedo de otro, ¿no crees? Y si aparece... siempre puedo intentar ayudarle a encontrar su cabeza. ¿No hay ninguna leyenda que diga dónde está? ¿O hay que meterse en la cabeza de Trofonio para recuperarla? -Alida sonrió al decir lo que pretendía ser una broma, aunque las bromas de Alida siempre tenían cierta connotación real.

- No lo sé. Creo que de todas formas, Trofonio habría podido pedir misericordia al Rey y tal vez les hubiera perdonado si hubieran devuelto lo que robaron. Pero antepuso su vanidad a su amor por su hermano. Creo que fue eso lo que hizo enfadar a los dioses y por eso le castigaron.

Francis se bajó de la rama y desechó el palo con el que había estado jugando, ahora sin brotes. La estaca cayó inerte a la hierba alta.

- Pues mejor si no les tienes miedo. En general no suelen hacer daño. La gente se asusta por cualquier cosa. Como mucho, sirven para advertir a los mortales de lo que nos puede pasar si cometemos sus mismos errores. - inconscientemente, Francis atrapó a una mosca que revoloteaba a su alrededor y le estaba molestando, la dejó atrapada en su puño unos segundos y después la volvió a soltar. El animal, desorientado y asustado, se alejó dando eses con un zumbido entrecortado - De todas formas, los fantasmas van y vienen desde el Inframundo. No pueden quedarse tanto como quisieran. Éste ya no es su mundo.

El joven cazador miró brevemente a su compañera a los ojos, intentando asegurarse de si le estaba tomando el pelo.

- No estoy seguro de que sea posible encontrarla. Bueno, tanto si está donde murió Trofonio como si no, ya se habrá descompuesto. - El chico cogió uno de los dardos que tenía en su riñonera y empezó a juguetear con él. - Creo que simplemente es una maldición eterna, como la de Tántalo.

Un par de chicos con arcos se acercaron a las dianas y se pusieron a practicar. Francis decidió alejarse para evitar que pudieran darles por error.

- Si no me equivoco eres de la cabaña 21, ¿no? Creo haberte visto junto a Mistral y el chico ese silencioso...

- Bueno, aunque no sea su mundo por mí pueden pasearse por aquí tanto como quieran. No me molestan -dijo Alida. Y era cierto. Se había acostumbrado tanto desde pequeña a vivir entre cosas sobrenaturales que nadie más veía, que un fantasma más o menos no marcaba la diferencia. De hecho, eran de lo que menos le molestaba puesto que se veía a la legua no podían hacerle daño.- Una pena lo de no poder encontrar la cabeza...

Cuando se alejaron de los chicos con los arcos, Alida respondió a Francis.

- Sí, soy de la cabaña 21 como Mistral y Roger. Por eso lo de las cosas que aparecen y desaparecen. Y lo cierto es que es bastante útil eso de la magia... de hecho, yo pensaba que nunca iba a hacerme falta un arma. Pero bueno... nunca se sabe. Es mejor prevenir...

- Visto así... - Al muchacho no le daban especialmente miedo los fantasmas pero prefería mezclarse con ellos lo necesario. Al iniciar el camino de regreso a las cabañas, Francis se echó el arco al hombro y le tendió el dardo con el que había estado jugando - Te lo regalo. Toma.

Decidió seguir el tema que él mismo había iniciado.

- Al principio de venir aquí, Mistral me daba algo de miedo - reconoció tras soltar una risita nerviosa - Suele ser muy seria al conocerte. Entonces creía que le caía mal o algo. Luego entendí que es parte de su carácter. Melinda también me cae muy bien. Con ella hice migas enseguida. Me ayudó junto a unos tarados a recuperar nuestra bandera la primera vez que jugué. También está en tu cabaña, ¿no?

- ¡Gracias! -dijo Alida mientras cogía el dardo y lo guardaba. Decidió que ese no lo usaría si no era estrictamente necesario, de algún modo era un regalo.- A mí Mistral me ayudó mucho cuando llegué, fue la primera que me explicó de qué iba todo esto... pero es cierto que tiene un carácter que puede dar miedo a veces. Y Melinda es muy buena chica, es cierto. Y sí, está en mi cabaña. Ella, Tesse, Jack, Roger, Mistral y yo. No somos muchos... ¿Qué os pasó con la bandera? Me sorprende que "los tarados" fueran quienes te ayudaran a recuperarla y no quienes te la robaron... -dijo sonriendo.

- Bueno, no tenían mucho espíritu de combate y su conocimiento de las formaciones era nulo. Estorbaban más que otra cosa - aclaró Francis que por alguna razón parecía incómodo - Luego me di cuenta de que lo que les faltaba era un líder. Melinda lo hizo muy bien. Asustó al ejército enemigo con sus poderes y yo pude hacerme con la bandera. El resto se había subido a los árboles y tiraban piedras desde ahí. Si hubieran estado las cazadoras, hubieran caído como moscas, pero al no ser así, a los de Ares con aquella armadura les costaba mucho trepar por los árboles y, aunque las piedras no les hacían daño ya que llevaban los cascos, les desorientaban y aturdían. Había un rubio de la cabaña 21 que tenía muy buena puntería. No recuerdo su nombre...

El cazador espantó automáticamente a los insectos voladores que le salían al paso, atrapando de un manotazo una mosca especialmente molesta.

- ¿Tu has participado en alguna de las capturas de la bandera? No recuerdo haberte visto en mi equipo pero juraría que los chicos de Hécate han estado junto a los de Apolo en dos o tres ocasiones...

- Sí, en alguna he participado... no es fácil escapar de ella -dijo Alida con un poco de pesadez.

En los dos años que llevaba en el campamento había tenido que participar en la captura de la bandera, aunque no recordaba mucho de ella. El primer año se había sentido tan incómoda entre tanta gente dispuesta a hacerse año que había desaparecido sin darse cuenta y no había vuelto a ser consciente de su alrededor hasta que Roger la había encontrado algunas horas después de la captura. La segunda vez había hecho todo lo posible por no perder la noción de la realidad, pero tampoco había sido de gran ayuda en la actividad aunque había conseguido enterarse un poco más de qué iba. En cierto modo agradecía que no se acordaran de ella si habían estado en el mismo equipo, así podía fingir que había hecho algo más aparte de observar y quedarse quieta.

- Me resulta fácil pasar desapercibida. La gente no suele fijarse en mí así que es posible que estuviéramos en el mismo equipo y no nos diéramos cuenta... Yo tampoco presto mucha atención a mi alrededor. Aunque espero que eso cambie este año.