La Cosecha Distrito 10

Llevo esperando esto mucho tiempo, un año para que se cumpla mi deseo, para que se cumpla mi venganza. Tandra y yo descansaríamos en paz, juntas.

Tandra no tuvo posibilidades, era una niña pequeña rodeada de salvajes. No tuvieron ni un ápice de compasión por ella. A la más mínima la degollaron, no sin antes clavarle un cuchillo en la pierna para que no escapara.

Las reses estaban colocadas y preparadas ordenadas esperando a que las matasen. Al igual que yo, esperando a que toda la ceremonia empezase. Lo que no sabían ellas que este año no tendrían que pasar por el desfiladero, esta vez sería yo la que caminase camino al despieze, hacia la muerte.  

Tormento, estaba atormenta al no haberla salvado cuando pude. La indecisión de no haberme presentado cuando salió elegida….

- ¡ NACIÓN DE PANEM! - un grito me despertó.


Me había perdido el discurso del alcalde, estaba demasiado concentrada en mis pensamientos. Lo siguiente fue la recolectora, en ese momento no sabía su nombre. Tan solo la recordaba por haberla visto otros años. Tampoco estaba muy segura de quién era, todos los Capitolinos me parecían iguales.

Sentía que se aproximaba el momento.

- Y que la ssssuerte essssté ssssiemprè de vuesssstra mano. - dijo la mujer de pelo blanco con un acento muy marcado Capitolino.

¡¡Vamos, vamos!! Quería que pasase todo aquello y que escogiesen a la tributo para salir ella voluntaria.

- ¡Sssseñoritasssss!- dijo la mujer pestañeando a cámara. La sin orejas metió la mano en la urna y empezó a revolver, se me hizo eterno.

La peliblanco sacó la papeleta y leyó el contenido.

- ¡Gendra…Dale! - Menos mal que mi nombre no tenía Ssssses, me estaban taladrando la cabeza.

- ¿Qué? - dije en alto, incrédula. Me acababan de robar la oportunidad de ser algo así como una heroína. Lo había deseado demasiado. Era demasiada casualidad.

Da igual me dije, el caso es que iba a tener mi venganza. Me habían robado una victoria, pero no la guerra. Se acordarían de mi...

Subí hacia mi destino (el estrado). Aunque quería negarlo era otro cordero más camino al matadero, tan solo seguía por donde me marcaban. Ya empezaba a oler la sangre de mis compañeros caídos, sabía que me dirigía a un destino fatal pero podía volver atrás, no me dejaban las vallas.

Era hora, Tandra, juntas.

Mientras me colocaba junto a la recolectora la mujer ya estaba cogiendo la papeleta del tributo masculino.

- ¡Even Whitecrow! - dijo con alegría. Di gracias porque su nombre tampoco contenía Sssssssssssssessss.