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Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
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Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
El escritorio del Dux se encontraba en el centro de la sala, rodeado de estanterías con libros y pergaminos antiguos. Aquel no era un despacho común, era el lugar de trabajo del Dogo de Venecia, ahora solitario desde hacía días. Frente al escritorio tres grandes butacas donde sus consejeros se asentaban durante largas reuniones para debatir el bienestar de la ciudad.
Marietta rodeaba lentamente el escritorio de su padre, antes ocupado por los Fortuna y mucho antes por los Loredan. Con su mano acariciaba pensativa el borde de madera que comenzaba a acumular algo de polvo por el desuso. Ya hacían días que su padre estaba indispuesto para desempeñar su cargo.
La puerta se abrió tras un par de repiqueteos. La atención de Marietta se centró entonces en Beppe, trabajador del palacio Ducal, un hombre mayor que había dedicado su vida a la recepción de visitas en el palacio y a sus respectivas ubicaciones. Su voz era ronca y desgastada, pero nadie mejor que él, conocía el procedimiento de protocolo de palacio.
- Disculpad vuestra alteza, la visita que esperabais acaba de llegar. - El hombre hablaba con un tono educado y siempre mirando al suelo con las manos a la espalda. - Si lo deseáis, haré pasar a vuestra invitada.
- Adelante Beppo, no hagáis esperar más. - Marietta se alejó del escritorio sacudiéndose las manos. En su actitud se podía denotar nerviosismo. A pesar de ser consejera desde hacía unos meses, la falta de su padre le hacía sentir insegura.
La puerta quedó entreabierta hasta que por su umbral apareció Eurydice Diomedes. Su armadura impresionaba, al igual que su talante.
- Adelante vuestra señoría, os espera la consejera del Dux. - Marietta indicó con la mano en un movimiento continuo el centro de la habitación invitándola a pasar. Beppo cerró la puerta tras ella con la cabeza gacha.
- Gracias por venir. No estaba segura de vuestra asistencia con tan temprano aviso. Pero la situación requería de vuestra presencia. Como veis, mi padre ha sido trasladado a Ca Dario, su situación es… complicada. – Frunció el ceño. Procuró retirarlo de su rostro y continuar hablando mientras cruzaba sus manos en su regazo.- Es por ello que ahora, temo por la seguridad…. Aunque disculpad, por favor. – Sus mejillas se tornaron rosadas y negó con la cabeza. - ¿Cómo se encuentra vuestro hermano? Rezo a Dios por su pronta recuperación. Mi corazón al igual que el de todos los Dario esta con vuestra familia.
Marietta rodeaba lentamente el escritorio de su padre, antes ocupado por los Fortuna y mucho antes por los Loredan. Con su mano acariciaba pensativa el borde de madera que comenzaba a acumular algo de polvo por el desuso. Ya hacían días que su padre estaba indispuesto para desempeñar su cargo.
La puerta se abrió tras un par de repiqueteos. La atención de Marietta se centró entonces en Beppe, trabajador del palacio Ducal, un hombre mayor que había dedicado su vida a la recepción de visitas en el palacio y a sus respectivas ubicaciones. Su voz era ronca y desgastada, pero nadie mejor que él, conocía el procedimiento de protocolo de palacio.
- Disculpad vuestra alteza, la visita que esperabais acaba de llegar. - El hombre hablaba con un tono educado y siempre mirando al suelo con las manos a la espalda. - Si lo deseáis, haré pasar a vuestra invitada.
- Adelante Beppo, no hagáis esperar más. - Marietta se alejó del escritorio sacudiéndose las manos. En su actitud se podía denotar nerviosismo. A pesar de ser consejera desde hacía unos meses, la falta de su padre le hacía sentir insegura.
La puerta quedó entreabierta hasta que por su umbral apareció Eurydice Diomedes. Su armadura impresionaba, al igual que su talante.
- Adelante vuestra señoría, os espera la consejera del Dux. - Marietta indicó con la mano en un movimiento continuo el centro de la habitación invitándola a pasar. Beppo cerró la puerta tras ella con la cabeza gacha.
- Gracias por venir. No estaba segura de vuestra asistencia con tan temprano aviso. Pero la situación requería de vuestra presencia. Como veis, mi padre ha sido trasladado a Ca Dario, su situación es… complicada. – Frunció el ceño. Procuró retirarlo de su rostro y continuar hablando mientras cruzaba sus manos en su regazo.- Es por ello que ahora, temo por la seguridad…. Aunque disculpad, por favor. – Sus mejillas se tornaron rosadas y negó con la cabeza. - ¿Cómo se encuentra vuestro hermano? Rezo a Dios por su pronta recuperación. Mi corazón al igual que el de todos los Dario esta con vuestra familia.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
Un repiqueteo de metal contra metal creó un eco en la habitación, absorbido al instante por las paredes y permitiendo apenas un leve sonido de un acero que entrechocaba entre si. Cuando entró a la sala, la fuente de aquel estridente ruido se mostró ante Marietta, aunque aquella no fuera la primera vez que la viera. Eurydice parecía embutida en una armadura que cubría su torso con una larga cota de malla bajo una coraza de placas. Las hombreras que se unían a la coraza poseían unos grabados que embellecían aquella plana indumentaria, igual que los brazaletes que terminaban en guantes de malla. Solo los pantalones y las botas de cuero desentonaban entre tanto brillo de metal, volviendo de nuevo a la visión de lo cotidiano con unas grebas que cubrían las pantorrillas.
La entrada a la habitación fue decidida, con unas largas y seguras zancadas con las que se acercó a la Dario. Su pose recordaba a la soldadesca más que a una consejera política, con la mano diestra descansando apoyada en el mango de la espada envainada como muestra de respeto. Hizo una leve inclinación de cabeza ante su agradecimiento y esperó.
- Agradezco su cordialidad y su consuelo. Ningún pronóstico ha calmado la aflicción sufrida por nuestra familia, más no hemos de desesperar. Al igual que vos, signora, poseo la firmeza de que la calidez de la familia sanará a nuestro hermano, tanto como lo deseo para vuestro padre. - Sabía que debían de sentir lo mismo ante la situación de la enfermedad de un familiar, y compartir dolencias la acercaba a Marietta. Aun así, su rostro y voz no mostraba ningún sentimiento, solo cortesía. - Pero, excúsame por cambiar el asunto de nuestra conversación. ¿Qué la consterna sobre la seguridad de Venecia? - Prefería no hablar más de algo tan personal e ir directamente al tema por el que la había convocado.
La entrada a la habitación fue decidida, con unas largas y seguras zancadas con las que se acercó a la Dario. Su pose recordaba a la soldadesca más que a una consejera política, con la mano diestra descansando apoyada en el mango de la espada envainada como muestra de respeto. Hizo una leve inclinación de cabeza ante su agradecimiento y esperó.
- Agradezco su cordialidad y su consuelo. Ningún pronóstico ha calmado la aflicción sufrida por nuestra familia, más no hemos de desesperar. Al igual que vos, signora, poseo la firmeza de que la calidez de la familia sanará a nuestro hermano, tanto como lo deseo para vuestro padre. - Sabía que debían de sentir lo mismo ante la situación de la enfermedad de un familiar, y compartir dolencias la acercaba a Marietta. Aun así, su rostro y voz no mostraba ningún sentimiento, solo cortesía. - Pero, excúsame por cambiar el asunto de nuestra conversación. ¿Qué la consterna sobre la seguridad de Venecia? - Prefería no hablar más de algo tan personal e ir directamente al tema por el que la había convocado.
Eurydice Diomedes- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 27/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
Marietta sonrió con cierta amargura. No era de su agrado tener que compartir experiencias como esa. Tener a un familiar enfermo sin saber de qué modo curarle, era cuanto menos angustioso. Sin embargo, la Consejera Militar no parecía estar muy afectada, al menos de cara al exterior. Decía el Cardenal Paolo muy sabiamente, que la procesión se lleva por dentro.
Asintió a sus palabras de forma educada, mientras iba rodeando la silla frente al escritorio del Dux, donde tantas veces tomó asiento como secretaria política. Indicó con la mano la butaca a su lado, correspondiente al puesto de Eurydice, ocupado por ella desde años atrás.
- Sentaos por favor, esta conversación va para largo me temo. Quiero estar segura de que nada en Venecia puede ir mal a causa del malestar de mi padre. - Marietta tomó asiento finalmente, y bajó el tono de voz. Las paredes hablaban, era algo que aprendió hacía tiempo ya, no se atrevería a hablar nada comprometido ni tan siquiera en el Palacio Ducal.
- Como sabéis, mi padre esta indispuesto para ocupar el lugar que le corresponde. No se por cuánto tiempo nos encontraremos en esta situación, pero temo, que esto no sea más que el comienzo de una serie de sucesos... Vos sabéis mejor que nadie, hasta qué punto puede llegar un grupo de personas plenamente convencidas de sus actos... - Sus ojos reflejaban tristeza y preocupación, sus manos, arrugaban la falda en su regazo en un gesto de nerviosismo. Sin embrago, Marietta no apartaba la mirada de los fríos ojos de Eurydice.
Conocía a aquella mujer desde hacía muy poco. Apenas los dos meses en los que su padre había ocupado el puesto de Dogo. No le resultaba una dama común, ni siquiera, una dama propiamente dicha. Su actitud y su aspecto se acercaban más al de un noble caballero que al de una dama de buena cuna.
- Temo por el pueblo, temo, que esta situación pueda causar inseguridad en las calles, y que Venecia se revolucione ante el Consejo. ¿Comprendéis mi situación? Mientras mi padre este convaleciente, yo seré responsable de lo que ocurra... -
Asintió a sus palabras de forma educada, mientras iba rodeando la silla frente al escritorio del Dux, donde tantas veces tomó asiento como secretaria política. Indicó con la mano la butaca a su lado, correspondiente al puesto de Eurydice, ocupado por ella desde años atrás.
- Sentaos por favor, esta conversación va para largo me temo. Quiero estar segura de que nada en Venecia puede ir mal a causa del malestar de mi padre. - Marietta tomó asiento finalmente, y bajó el tono de voz. Las paredes hablaban, era algo que aprendió hacía tiempo ya, no se atrevería a hablar nada comprometido ni tan siquiera en el Palacio Ducal.
- Como sabéis, mi padre esta indispuesto para ocupar el lugar que le corresponde. No se por cuánto tiempo nos encontraremos en esta situación, pero temo, que esto no sea más que el comienzo de una serie de sucesos... Vos sabéis mejor que nadie, hasta qué punto puede llegar un grupo de personas plenamente convencidas de sus actos... - Sus ojos reflejaban tristeza y preocupación, sus manos, arrugaban la falda en su regazo en un gesto de nerviosismo. Sin embrago, Marietta no apartaba la mirada de los fríos ojos de Eurydice.
Conocía a aquella mujer desde hacía muy poco. Apenas los dos meses en los que su padre había ocupado el puesto de Dogo. No le resultaba una dama común, ni siquiera, una dama propiamente dicha. Su actitud y su aspecto se acercaban más al de un noble caballero que al de una dama de buena cuna.
- Temo por el pueblo, temo, que esta situación pueda causar inseguridad en las calles, y que Venecia se revolucione ante el Consejo. ¿Comprendéis mi situación? Mientras mi padre este convaleciente, yo seré responsable de lo que ocurra... -
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
Los ojos de Eurydice se mantuvieron fijos sobre Marietta mientras ésta dibujaba un arco en torno a la mesa. Su mirada se dirigió entonces al suelo y las placas de metal parecieron abrirse bajo la fuerza de su pecho, la Dama de Bronce suspiraba. Manteniendo aquel gesto firme y hermético, Eurydice habló respetuosamente, como si tratara con un superior.
-Es comprensible que las dudas se instalen en vuestra mente, su señoría. Pero dudo mucho que Venecia se rebele contra la mano que le da de comer, no en estos momentos, no durante el Carnaval.- la mujer frunció ligeramente el ceño. -La Guardia Turquesa podrá proteger férreamente el Palacio Ducal y sus alrededores, me gustaría poder brindar mayores servicios pero la guerra con Milán ha mermado nuestras fuerzas.- Eurydice carraspeó durante unos instantes.
Era una estupidez, pero le costaba respirar. Algunas veces olvidaba que tenía una piel debajo de toda aquella amalgama de hierro y cuero. Echaba de menos a Andreas, él siempre había demostrado grandes dotes de orador y líder natural. Ella prefería la honestidad de la espada, la timidez del escudo. Y sin embargo, allí estaba, plantada frente a una verdadera mujer de la corte veneciana sin comentario más locuaz que un "La protegeré".
-El General D'Alviano contaba con muchos de mis hombres, su señoría. Sería una gran ayuda para la Sereníssima recuperar a tan noble guerrero y, de paso, a las espadas que lo acompañan.- se percató entonces de que, sin quererlo, había esquivado una de las insinuaciones que Marietta le había dado. ¿Sospechaba acaso de que alguien había intentado asesinar a su padre?
-Mi espada es pronta y mi lengua queda, pero mis oídos son fieles y mi mente serena. Puede confesarme sus sospechas, señoría, haré cuanto esté en mi mano por esclarecer tan obscuros sucesos en torno a su padre.
-Es comprensible que las dudas se instalen en vuestra mente, su señoría. Pero dudo mucho que Venecia se rebele contra la mano que le da de comer, no en estos momentos, no durante el Carnaval.- la mujer frunció ligeramente el ceño. -La Guardia Turquesa podrá proteger férreamente el Palacio Ducal y sus alrededores, me gustaría poder brindar mayores servicios pero la guerra con Milán ha mermado nuestras fuerzas.- Eurydice carraspeó durante unos instantes.
Era una estupidez, pero le costaba respirar. Algunas veces olvidaba que tenía una piel debajo de toda aquella amalgama de hierro y cuero. Echaba de menos a Andreas, él siempre había demostrado grandes dotes de orador y líder natural. Ella prefería la honestidad de la espada, la timidez del escudo. Y sin embargo, allí estaba, plantada frente a una verdadera mujer de la corte veneciana sin comentario más locuaz que un "La protegeré".
-El General D'Alviano contaba con muchos de mis hombres, su señoría. Sería una gran ayuda para la Sereníssima recuperar a tan noble guerrero y, de paso, a las espadas que lo acompañan.- se percató entonces de que, sin quererlo, había esquivado una de las insinuaciones que Marietta le había dado. ¿Sospechaba acaso de que alguien había intentado asesinar a su padre?
-Mi espada es pronta y mi lengua queda, pero mis oídos son fieles y mi mente serena. Puede confesarme sus sospechas, señoría, haré cuanto esté en mi mano por esclarecer tan obscuros sucesos en torno a su padre.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
Marietta miró a la Capitana desde su butaca, idéntica a las otras dos correspondientes a los consejeros. La mujer hizo caso omiso a su invitación para acompañarla, así que simplemente cruzó las manos sobre su regazo mientras la miraba con cierta curiosidad. Aquella mujer no debía ser mucho mayor que ella, y sin embargo, parecía tener el talante de quien se curte con el largo paso de los años.
- Comprendo. Sé que nos encontramos en una situación difícil, que nuestra ciudad tiene frentes más importantes que afrontar. Si lo más apropiado es recuperar al General, que así sea. Venecia no puede permitirse el lujo de mermar sus filas. Vos conocéis mejor que nadie la estrategia militar, confío en vuestra decisión para acatar este problema.
Poco o nada conocía Marietta acerca de estos temas. Su educación siempre se centró en la cultura y la política. Confiaba en que la consejera militar era más que capaz para hacer frente. Sin embargo, a falta de su padre, alguien debía tener la última palabra. Notó como el peso de su responsabilidad comenzaba a dejarla sin aire. Suspiró profundo, volviendo a su máxima preocupación.
-Respecto a mi padre. - Clavó su mirada entonces en el suelo, perdiendo durante un atisbo de tiempo su percepción de la realidad. Habló de nuevo sin retirar la mirada del punto perdido alzando las cejas. - ¿Creéis en las casualidades? Decidme, ¿Creéis que todo lo ocurrido es una coincidencia? Desde lo más profundo de mi corazón, sé que no. Me niego a pensar que la enfermedad de mi padre sea fortuita, repentina y sin precedente alguno... Justo ahora. - Parpadeó lento volviendo en sí, y devolvió la mirada a los ojos de la Capitana, manteniendo su pose serena.
- ¿No creéis?
- Comprendo. Sé que nos encontramos en una situación difícil, que nuestra ciudad tiene frentes más importantes que afrontar. Si lo más apropiado es recuperar al General, que así sea. Venecia no puede permitirse el lujo de mermar sus filas. Vos conocéis mejor que nadie la estrategia militar, confío en vuestra decisión para acatar este problema.
Poco o nada conocía Marietta acerca de estos temas. Su educación siempre se centró en la cultura y la política. Confiaba en que la consejera militar era más que capaz para hacer frente. Sin embargo, a falta de su padre, alguien debía tener la última palabra. Notó como el peso de su responsabilidad comenzaba a dejarla sin aire. Suspiró profundo, volviendo a su máxima preocupación.
-Respecto a mi padre. - Clavó su mirada entonces en el suelo, perdiendo durante un atisbo de tiempo su percepción de la realidad. Habló de nuevo sin retirar la mirada del punto perdido alzando las cejas. - ¿Creéis en las casualidades? Decidme, ¿Creéis que todo lo ocurrido es una coincidencia? Desde lo más profundo de mi corazón, sé que no. Me niego a pensar que la enfermedad de mi padre sea fortuita, repentina y sin precedente alguno... Justo ahora. - Parpadeó lento volviendo en sí, y devolvió la mirada a los ojos de la Capitana, manteniendo su pose serena.
- ¿No creéis?
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
-Creo en las coincidencias, señoría...- desde muy pequeña Eurydice aprendió el valor de las formas. Andreas grabó una serie de preceptos en su mente y lo hizo con fuego y sangre. Muchos llegaron a pensar que era un amor impuro y primitivo el que impulsaba a la chica a buscar siempre a su hermano; era algo mucho más poderoso, la devoción. Andreas era el héroe clásico del que hablaban las historias; era Aquiles y también Perseo, en ocasiones Hércules y muchas de las veces el sagaz Ulises. Lo era todo para ella y su ausencia no hacía sino sumirla en la más densa oscuridad.
-... pero también creo en la avaricia, la ira y el odio. La elección de su familia como ostentadores del trono ducal fue muy importante. Aparentemente todas las familias del Alto Consejo estaban de acuerdo con la decisión pero, si vuestra duda no es infundada, es posible que fuera sólo una mentira.- dio un paso hacia delante y fijó la mirada en la de Marietta, agachando ligeramente el rostro de tal forma que una sombra se posó sobre sus ojos. A través de un mechón rebelde que se interpuso entre ambas mujeres, Eurydice habló.
-[color=#33cccc]¿De quién sospecha, señoría? Dígame el nombre y mi brazo hará el resto...[/color ]
... si ése es su deseo y el de Dios.
"Hay dos formas de hacer las cosas en esta vida, Eurydice. Se puede obrar con respeto; honrando así la sangre e imponiendo la voluntad de manera justa y cristalina. O se puede obrar sin él; trayendo la vergüenza a la sangre y creyendo ser vencedor cuando sólo la ilusión de la victoria se posee."
-... pero también creo en la avaricia, la ira y el odio. La elección de su familia como ostentadores del trono ducal fue muy importante. Aparentemente todas las familias del Alto Consejo estaban de acuerdo con la decisión pero, si vuestra duda no es infundada, es posible que fuera sólo una mentira.- dio un paso hacia delante y fijó la mirada en la de Marietta, agachando ligeramente el rostro de tal forma que una sombra se posó sobre sus ojos. A través de un mechón rebelde que se interpuso entre ambas mujeres, Eurydice habló.
-[color=#33cccc]¿De quién sospecha, señoría? Dígame el nombre y mi brazo hará el resto...[/color ]
"...honrando así la sangre e imponiendo la voluntad de manera justa y cristalina...
... si ése es su deseo y el de Dios.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
- De quién no, es la pregunta.
Se levantó de la butaca, quedando de pié frente a la mujer de hierro. Sus cabellos áureos, su vestido de seda dorado y sus mejillas siempre sonrojadas hacían un gran contraste con la mujer con la que se reflejaba en aquel instante. Miró con curiosidad su atuendo, su armadura de carácter brillante y su férreo gesto.
- Agradezco vuestra lealtad, pero la desoladora realidad es que no sabría ni tan siquiera por dónde empezar. Cualquiera con afán de poder podría tener motivos para ... para eliminar obstáculos del camino. Mi padre es honrado, es un hombre de palabra y busca el bienestar de la ciudad. Cualquiera que no esté de acuerdo con eso, es que debe tener su corazón y su alma carcomidos por la avaricia. - Suspiró profundo, sin retirar la mirada de los ojos de la Capitana.
- Ninguna noble familia está fuera de sospecha, pues ningún apellido da la virtud de la fama que le precede. Sin embargo, si mi padre no es Dogo, ¿Quién ocuparía su lugar? ¿Qué interés hay tras el siguiente sustituto? Quizá mi padre hurgara en asuntos peligrosos pero, ambas lo conoceríamos. Sabemos tanto del Dogo y sus decisiones como él mismo. - Volvió a suspirar, esta vez retirando su mirada hacía otro lugar en la sala.
- Ni siquiera sé si es real, si realmente quiero pensar que hay un culpable tras todo esto. - Sus ojos entristecían a cada palabra y su gesto parecía desmoronarse. Irguió sus hombros evitando la debilidad y retomó de nuevo las riendas de la conversación. - Sea como sea, os necesito a mi lado. No quiero estar rodeada de quien no merece mi respeto y mi lealtad. Venecia os debe mucho, y mi padre, también. Necesito que me ayudéis a esclarecer la verdad…
Se levantó de la butaca, quedando de pié frente a la mujer de hierro. Sus cabellos áureos, su vestido de seda dorado y sus mejillas siempre sonrojadas hacían un gran contraste con la mujer con la que se reflejaba en aquel instante. Miró con curiosidad su atuendo, su armadura de carácter brillante y su férreo gesto.
- Agradezco vuestra lealtad, pero la desoladora realidad es que no sabría ni tan siquiera por dónde empezar. Cualquiera con afán de poder podría tener motivos para ... para eliminar obstáculos del camino. Mi padre es honrado, es un hombre de palabra y busca el bienestar de la ciudad. Cualquiera que no esté de acuerdo con eso, es que debe tener su corazón y su alma carcomidos por la avaricia. - Suspiró profundo, sin retirar la mirada de los ojos de la Capitana.
- Ninguna noble familia está fuera de sospecha, pues ningún apellido da la virtud de la fama que le precede. Sin embargo, si mi padre no es Dogo, ¿Quién ocuparía su lugar? ¿Qué interés hay tras el siguiente sustituto? Quizá mi padre hurgara en asuntos peligrosos pero, ambas lo conoceríamos. Sabemos tanto del Dogo y sus decisiones como él mismo. - Volvió a suspirar, esta vez retirando su mirada hacía otro lugar en la sala.
- Ni siquiera sé si es real, si realmente quiero pensar que hay un culpable tras todo esto. - Sus ojos entristecían a cada palabra y su gesto parecía desmoronarse. Irguió sus hombros evitando la debilidad y retomó de nuevo las riendas de la conversación. - Sea como sea, os necesito a mi lado. No quiero estar rodeada de quien no merece mi respeto y mi lealtad. Venecia os debe mucho, y mi padre, también. Necesito que me ayudéis a esclarecer la verdad…
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
El gesto de Eurydice no cambió durante todo el soliloquio de Marietta. En su cabeza bullían las ideas como si de un gran caldero sobre las llamas se tratara. Intentaba poner en orden todos los rostros que conocía, intentar pensar quién ganaría más con aquella situación. Sin embargo, se le antojaba imposible debido a exactamente lo que Marietta había dicho. Nadie estaba libre de sospecha y eso hacía imposible la decisión.
-Tendremos que investigar más a fondo la información de la que disponemos. Quizás deberíamos contactar con los cristaleros, ellos podrían saber algo. Mientras tanto no se preocupe, señoría, la seguridad de su familia y la suya está garantizada.- observó a Marietta obligándose a sonreír de manera tranquilizadora, sin embargo, sus labios no se movieron un ápice.
-Si no necesita nada más, tengo algunos quehaceres que merecen mi atención...- sabía que aquello no era del todo cortés, pero las conversaciones sin final no eran su estilo. Eurydice era una mujer ocupada y, por lo tanto, que valoraba sobremanera su tiempo y el de los demás. Juntó las manos a su espalda esperando alguna indicación y, mientras tanto, comenzaba a pensar en todo lo que la hija del Dogo le había dicho.
-Tendremos que investigar más a fondo la información de la que disponemos. Quizás deberíamos contactar con los cristaleros, ellos podrían saber algo. Mientras tanto no se preocupe, señoría, la seguridad de su familia y la suya está garantizada.- observó a Marietta obligándose a sonreír de manera tranquilizadora, sin embargo, sus labios no se movieron un ápice.
-Si no necesita nada más, tengo algunos quehaceres que merecen mi atención...- sabía que aquello no era del todo cortés, pero las conversaciones sin final no eran su estilo. Eurydice era una mujer ocupada y, por lo tanto, que valoraba sobremanera su tiempo y el de los demás. Juntó las manos a su espalda esperando alguna indicación y, mientras tanto, comenzaba a pensar en todo lo que la hija del Dogo le había dicho.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Dos de Tres [Palacio Ducal - 31 de Enero]
Asintió a sus palabras. Se dirigió hacia la puerta quedando justo al otro lado del pomo, dando la espalda a la pared. Sus pasos eran lentos, meditando. Miró a la férrea mujer y sonrió como gesto de cordialidad.
- Vuestras palabras me tranquilizan. La seguridad de mi familia prima sobre cualquier problema. Y si, ciertamente debemos comenzar por algún lado, aunque me encargaré personalmente de ello. Muchas gracias, sé que vuestro tiempo es preciado y ya os he entretenido lo suficiente.
Abrió la puerta observando de reojo el pasillo aparentemente despejado. El Palacio Ducal solía estar transitado, aunque aquella sala se encontraba en una de las zonas más alejadas de la entrada.
- Si supierais algo... - susurró.- Os agradecería fervientemente que me lo comunicaseis con la máxima brevedad posible.
Volvió a sonreír, esta vez con más veracidad. El apoyo de aquella mujer era indispensable, así como su favor frente al resto de Venecia. Había comenzado una batalla personal, contra un enemigo aún desconocido.
- Vuestras palabras me tranquilizan. La seguridad de mi familia prima sobre cualquier problema. Y si, ciertamente debemos comenzar por algún lado, aunque me encargaré personalmente de ello. Muchas gracias, sé que vuestro tiempo es preciado y ya os he entretenido lo suficiente.
Abrió la puerta observando de reojo el pasillo aparentemente despejado. El Palacio Ducal solía estar transitado, aunque aquella sala se encontraba en una de las zonas más alejadas de la entrada.
- Si supierais algo... - susurró.- Os agradecería fervientemente que me lo comunicaseis con la máxima brevedad posible.
Volvió a sonreír, esta vez con más veracidad. El apoyo de aquella mujer era indispensable, así como su favor frente al resto de Venecia. Había comenzado una batalla personal, contra un enemigo aún desconocido.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
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