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Mensaje por Virginia Cantieri Mar Jul 02, 2013 3:08 pm

El alba despuntaba, y los primeros rayos de sol apenas llegaban a competir con la luz de las velas encendidas en la capilla, cuando las matinas tocaban a su fin.
La suave voz de Virginia llegaba a oírse con dificultad entre las de sus compañeras, pues la muchacha, según su costumbre, parecía murmurar más que recitar sus oraciones a la Santa Madonna.
Ave María,
gratia plena,
Dominus tecum,
benedicta tu in muliéribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
Sancta Maria, Mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc et in ora mortis nostrae.
Amen.

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Había despertado en diversas ocasiones, aquella noche, además de las vigilias impuestas por la Liturgia de las Horas; (cuan difícil fue acostumbrar el cuerpo y el espíritu a la continua interrupción del sueño los primeros años dentro de los muros de San Zacarías...y cuan difícil era ahora conciliar el sueño sin interrupción, las contadas ocasiones en que las hermanas ordenadas no estaban junto a ella para despertarla). Sentía inquieto el espíritu desde la última visita de su madre, y las noticias que de su tío, el Dogo, le había traido. Los recuerdos que acudían a su mente, más que del egregio signore, eran los concernientes a su prima, Marietta, que en tantas ocasiones tuvo la amabilidad de entretenerse en juegos infantiles con ella, los años perdidos de su dulce infancia.
Apresuró el paso hacia el refrectorio al finalizar el oficio, avanzándose a las demás novicias, para caminar junto a su tía y, en un acopio de valentía, alzó la voz junto a ella, las manos unidas ante sí, a la altura del pecho, sobre el hábito blanco.
-Hermana Ángela-musitó- tía…tía querida-se corrigió, acto seguido- ¿No sería sumamente descortés por mi parte ignorar los males que aquejan a su Ilustrísima, el Dogo?¿No debiera hacer, en este caso, una excepción y visitar a nuestra familia, para interesarme por su estado y ofrecer mi modesta ayuda en aquello que pudiera ser necesario?
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Mensaje por Maladie Miér Jul 03, 2013 11:22 pm

Las hermanas caminaban en procesión por los pasillos del convento de San Zacarías, aquel que fuera incendiado tantos años atrás y que, por ventura divina, o quizás morbo veneciano, se convirtió en el favorito de todas las jóvenes doncellas que deseaban tomar el hábito.
La mayor parte de las novicias tenían sangre Barbarigo por sus venas, no era de extrañar pues fue la propia familia de nobles comerciantes quien puso la mayor parte del dinero para su reconstrucción. Los murmullos de las jóvenes novicias resonaba por todo el pasillo como si de un corral se tratara, a lo que Sor Ángela respondió con una grave mirada y una reprimenda silenciosa.

Virginia llegó entonces con aquel aura de pureza y bondad. Carola, la mujer detrás de aquel hábito, había descubierto en su sobrina una de las criaturas más hermosas por dentro y por fuera, que no dicen que el rostro es el espejo del alma por nada. No obstante, y a pesar de los esfuerzos, la rectitud de la madre superiora obligaba a la mujer a reprender cualquier gesto incorrecto a ojos del Señor.

"Quien vitupera una cosa que manda la ley, se hace reo en adelante; pero quien respeta el precepto...- miró con seriedad ora a la muchacha ora a la senecta monja que se marchaba de allí. -...vivirá en paz.- perdióse la madre superiora por entre los pasillos del austero convento y entonces, como actriz de respetable espectáculo, Sor Ángela cambió su gesto. -Mi querida niña... ¿cuántas veces he de decirte que no debes hablar frente al resto de hermanas? Aquí, en San Zacarías, alzamos las voces únicamente para ensalzar al Altísimo.- tía y sobrina caminaron juntas hasta un pequeño patio en el centro del convento. Entonces, con solemnidad, la mujer indicó a la chiquilla que se sentase y después la acompañó con una sonrisa.

-Debería decirte que ya no son tu familia, pues tu única familia es Dios y nosotras, tus hermanas. Mas no sería justo para ti...- agachó la cabeza y también su voz. -Ni tampoco para mí, Virginia. Comprendo lo que padeces, tesoro. Y por supuesto que podremos ir a ver a mi querido Giovanni.

Hace días que no hablamos largo y tendido, chiquilla, ¿qué nuevas te trajo tu madre? Desde entonces te percibo mala cara y no es el disimulo una de tus manías.
- posó su mano sobre la de ella y, con destreza, enlazó ambas con un rosario.
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Mensaje por Virginia Cantieri Jue Jul 04, 2013 1:16 am

Virginia hubiera reprimido una sonrisa al oír el murmuro mal disimulado de sus compañeras; muchas de ellas, nobles doncellas venecianas, sabían que no llegarían a pronunciar sus votos, de modo que la aplicación de la Regla de San Benito era, en ocasiones, discretamente más permisiva con ellas.  
Pero también sabía de sobras que su tía tenía razón, así que, consternada y avergonzada por su poca disposición, bajó la mirada al suelo, y musitó un aún menos perceptible de lo acostumbrado “sí, Sor Ángela, discúlpeme”, tras el que la siguió sin rechistar, perdiendo en el trayecto al patio aquel valor del que se había armado, y dejando atrás a cada paso que daba un trocito de la esperanza con la que se había revestido.
Se sentó, cruzando las manos bajo el inmaculado escapulario, y perdió, en devolverle la sonrisa a la religiosa, el último atisbo de aspiración con respecto a la posibilidad de ver a su familia.
“Debería decirte que ya no son tu familia, pues tu única familia es Dios y nosotras, tus Hermanas”
El asentimiento debido a esa frase llevó a la joven a desviar la mirada al suelo, encogiéndose sobre sí misma.
Y la siguiente frase de su tía, de Carola, que no de sor Ángela, le llenó el pecho de recobrada ilusión
“Podremos ir”
Estas dos palabras, y tan solo estas dos, la llenaron de alegría. Inconscientemente, sacó las manos de bajo el escapulario, posándolas en las rodillas de su tía, mientras se sentaba a sus pies, mirándola con devoción. El rosario enlazó las manos de la novicia y la hermana, y Virginia se aferró a ese sutil contacto con la única dama Darío que siempre había estado a su lado.
-Mi madre, tía, suele ser escueta al hablarme de cuanto acontece fuera de San Zacarías, como bien sabéis; es justamente por eso  que el hecho de que dedicara la última visita exclusivamente a relatarme la enfermedad del Dogo, la gravedad de su estado y el enorme vacío que la ciudad siente estos días, acusando su falta, me ha consternado. ¿Qué enfermedad es la que le atormenta, tía, vos lo sabéis?. Me inquieta, cara zía, además el desorden que su ausencia pueda causar en el seno de nuestra familia. Quiera Dios que se recupere cuanto antes-pues, aunque educada por monjas, la joven no era tonta, y pocas luces hacían falta para imaginar que hechos como estos podían ocasionar incómodas disputas incluso en la mejor de las familias, como sin duda era la que ambas compartian.
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Mensaje por Maladie Jue Jul 04, 2013 11:10 pm

Ángela suspiró y miró al fragmento de cielo que los árboles y las paredes del convento le permitían ver desde allí. Sus manos fueron pasando cada poco tiempo una de las cuentas del rosario como si estuviera rezando para sus adentros. Con el paso de los años en aquel convento, Carola había descubierto que aquella era una de las pocas formas en que se podía gozar de intimidad entre los cuatro muros; pues hay pocos agravios más severos y descarados que acechar a una devota durante sus liturgias. De aquesta forma, y no de otra, sus palabras atravesaron quedamente el umbral de sus labios llegando sólo a oídos de su sobrina.

-Yo también rezo, Virginia, dedico cada pensamiento y cada oración a que Dios se apiade de mi hermano y lo mantenga con nosotros el máximo tiempo posible. Mas no debemos llorar aún si su decisión es la de llevárselo; pues es egoísmo y no amor el origen de tal llanto y debemos evitarlo.- miró entonces a la chiquilla y, a pesar de su discurso, una lágrima traicionera amenazó con despeñarse de sus ojos. La mano de Ángela soltó el rosario unos instantes sobre su hábito y se dirigió al rostro de la joven para acariciarlo.

-Tu madre te quiere y desea protegerte de los males de este mundo, incluso si ello implica mantenerte sumida en la más oscura de las ignorancias. - un carraspeo distante señaló a Carola que podrían estar observándola, apartó entonces la mano y sus cejas se arquearon en señal de hastío. Pronto rectificó su gesto y miró con una sonrisa fingida a la chiquilla.

-No llores más por tu tío, chiquilla, Dios nos ama y nos conserva por medio de la fe a pesar de que ahora tengamos que atravesar pasiones y dificultades. Es esta una prueba a nuestra fe, Virginia. "Y sometida a prueba vuestra fe, más preciosa que el oro que, aunque perece, se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo"
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Mensaje por Virginia Cantieri Vie Jul 05, 2013 12:42 am

-“Son inescrutables los caminos del Señor; en su Palabra y en su Misterio, se encierra la esencia de su misericordia, Y porque sólo en su ausencia física, se reafirma el lugar que ocupa en nuestras almas”-recitó, atenta la mirada al gesto de su tía, conmovida la muchacha primero por el paso de las cuentas, que acompañó con una silenciosa plegaria, y por la inesperada caricia después, que la llevaba a comprender o quizás a querer imaginar el debate interior de su tía, por ser esa sensación de desasosiego y lucha interna tan habitual en ella.
Oh, ciertamente en Dios hayamos respuesta a todo cuanto acontece, y a su infinita bondad debemos confiar nuestro destino y el de nuestros seres queridos.
Hubiera querido consolarla, encontrar no solo la palabra adecuada, sino también el valor para pronunciarla, pues en efecto el hombre que se debatía entre la vida y la muerte era el hermano de la mujer que tenía ante ella, y esos vínculos de sangre se le antojaban a ella, que tanto los añoraba, inquebrantables por muchos votos que pudiera una proferir.
Pero la sonrisa de la hermana Ángela la devolvió a la realidad.
Dirigió una mirada entorno, al patio en el que se encontraban, y se alzó, cuidadosamente, tomando asiento de nuevo al lado de la religiosa.
-Se, cara zía, cuanto me ama mi madre, y con cuanto acierto me ha traído a este bendito lugar- las palabras de la muchacha sonaron vacías, pues ciertamente no era el disimulo una de sus manías- y agradezco tanto la formación que las hermanas me han dado y me dan, que se me haya indicado el camino que nos lleva hasta nuestro Creador y se me permita venerarle con fervor y devoción-se detuvo un instante, bajando la mirada al suelo y en aquel preciso instante sus pensamientos evocaron cada una de las palabras que su hermano había proferido al visitarla. La mano de Virginia se apoyó sobre el pecho de la joven, como si le faltara el aire, antes de continuar- mas no puedo evitar encontrar comoditá en esa visita, pues siento que para quienes no soy de ayuda, en el lecho de enfermedad, es justamente para aquellos a los que más me debiera, y si muriera sin haber tenido la oportunidad de ofrecer el poco consuelo que en mi hallaran, me dolería el alma.
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Mensaje por Maladie Sáb Jul 06, 2013 10:50 am

-Pues sosiégate, cariño. Iremos a ver a la familia el primer día de Febrero. He parlamentado con la madre superiora que nos permita marchar para la Festividad de la Purificación, con ese pretexto podremos ir a ver a la familia.- sonrió mientras recogía de nuevo su rosario y después suspiró. Se permitió el lujo de recostarse ligeramente sobre su propia espalda, descansando de aquella rígida postura con la que había acostumbrádose a vivir.

Repentinamente, una idea atravesó su mente cual estrella fugaz cruza el cielo. La astucia y picardía que no solía dejar emerger tomaron entonces el control de su rostro y Ángela observó a Virginia con socarronería.

-Dicen que la dicha es mayor cuando dos se encuentran tras largo tiempo separados. Yo soy una mujer de familia, a pesar del hábito, así que no suelo dejar que pase mucho tiempo sin ver a mis hermanos o a mis sobrinos.- sonrió e inclinose sobre Virginia. -¿Y tú pequeña? ¿Hallarás la misma dicha en reencontrarte con Marietta que en poder hablar con ... no sé... tu hermano? - las paredes tenían ojos y oídos y, evidentemente, mucho más aún dentro del convento. No eran muchos los eventos que podían sacar de su rutina a las hermanas, así que la llegada del apuesto y gallardo Roberto Cantieri no pasó desapercibida. Habría que señalar que aquel nombre no suscitaba el mismo gesto entre las hermanas, dependía grandemente de su edad y su estatus dentro del convento; mientras las novicias suspiraban y se miraban entre risitas las unas a las otras; la madre superiora y sus subalternas negaban con la cabeza y rezaban entre dientes. ¡Sólo Dios sabe qué atrocidades sugerirían para sus adentros! Carola prefería no saberlo, al fin y al cabo Roberto era su sobrino y haría mucho más que darse un golpe en el pecho por él.
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Mensaje por Virginia Cantieri Sáb Jul 06, 2013 8:00 pm

L a dulce sonrisa que esbozara ante el anuncio del día en que le estaría permitido visitar a su familia, más la seguridad que le aportaba el saber que lo haría en compañía de su tía, quedó troncada en una infantil mueca de sobresalto, incrementada al percibir como Carola se aproximaba a ella, inclinándose.  Mantúvose quieta, bajando la mirada al suelo, encogiéndose ligeramente, como niña regañada por una travesura.
-¿Roberto?-exclamó, delatando un  repentino nerviosismo.-¡Oh, por supuesto que hallaré la misma dicha en el reencuentro con Marietta!.  En alguna ocasión… no muchas, pero sí en algunas, me ha visitado en estos años,  acompañando a mi madre, zía. Hace ahora algún tiempo que sus quehaceres no deben haberle permitido venir-o quizás ya me ha olvidado-, y apenas pude conversar con ella en la última Cena di Natale. Comprendo que sus deberes para con su padre y su esposo han de ocupar su tiempo por completo. Pero son tantos los recuerdos de la niñez, que el cariño que por ella siento no se ha apagado en absoluto.
Como bien decís, cara zía, la dicha es mayor cuando el reencuentro transcurre tras una larga separación, y son en buena parte ella y la estima de la que me es merecedora causantes de mi deseo de visitar al dogo en tan delicado momento.
Alzó entonces la mirada, expectante ante la ironía con que Sor Ángela la observaba.
-Zía, ¿no debió pareceros inoportuna la visita de mi hermano?-aventuró.- Vino pronto, cosa harto loable en él, sin duda con la intención de no interrumpir más de lo estrictamente necesario las tareas que me fueran conferidas para aquella jornada.
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Mensaje por Maladie Mar Jul 09, 2013 10:36 am

Carola sonrió observando a Virginia y después dejó reposar sus manos sobre las rodillas.

-Roberto lo hizo correctamente, Virginia, por suerte tu hermano no es un joven descocado y sin conocimiento de causa como otros...- Carola miró hacia un lado con el rostro compungido por el rencor. Virginia era consciente de que Carola no le pasaba ni una a Vincenzo, el esposo de Marietta, quizás aquella conversación le había traído algún amargo recuerdo.

-Sabina Barbarigo, la novicia,- aclaró -hizo bastante ruido en el patio tras su llegada. Debo decirte que honrasteis a la familia en todo, formas y tiempos. Habría que dar una azotaina a esa muchacha y sus primas por dejarse llevar de aquella forma por las pasiones viscerales, parecían más bien cortesanas deleitándose con tu hermano.- negó con la cabeza.

Un carraspeo distante le recordó que habían pasado demasiado tiempo allí, la madre superiora podría comenzar a regañar. Con éstas se levantó y ayudó a Virginia a hacer lo mismo, ocultó sus manos dentro de las mangas y comenzó a caminar hacia los soportales.

-Podremos acudir muy pronto el 1 de Febrero, para que cuando lleguen las grandes familias nosotras ya estemos acomodadas en la casa, ¿te parece?
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Mensaje por Virginia Cantieri Mar Jul 09, 2013 4:29 pm

Las mejillas de Virginia se sonrojaron levemente, escuchando la reflexión que sobre el comportamiento de la Barbaringo hizo su tía. No había sido consciente del revuelo que pudiera causar entre las novicias la presencia de su hermano, absorta en la actitud de las hermanas ordenadas con respecto a la visita recibida.
Era lo tratado en ella, y el deseo de no haber sido escuchada, pues temía disgustar a Carola, o a su madre antes de tiempo, lo único que a su pensamiento había acudido, de modo que tales anhelos entorno a Roberto, le habían pasado desapercibidos.
Esperó de corazón que también para él, no fuera a creer Betto que se comportaba ella así también; vaya imagen habrían dado sus compañeras, de no pasar desapercibidas al Cantieri.
Se levantó, presta, recogiendo las manos bajo el escapulario, dispuesta a seguir a la hermana Ángela.
-Me parece prudente y adecuado, zía; prefiero llegar en silencio, que haber de lidiar con el bullicio que se llegue a producir, nada más salir de San Zacarías. Me indicaréis, entonces, cuando estar dispuesta-avanzó unos pasos, y se detuvo al poco.-zía, ¿puedo regresar a mis tareas?.-pues sabia que, en la sala capitular, se reunian ya las jóvenes para la lectura.
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Mensaje por Maladie Mar Jul 09, 2013 10:55 pm

-No te preocupes por nada, tesoro, yo me encargaré de todo.- sonrió y acarició la cabeza de la chiquilla. -Anda ve, que no se diga de Virginia Cantieri que peca de indolente.- con un gesto de la mano invitó a la chiquilla a marcharse. Mientras la veía caminar hacia el habitáculo en el que realizarían sus lecturas, Carola sintió una punzada en el corazón. Aquella era una de las criaturas más puras que habían sobre la Tierra... ¿Por qué azaroso destino tuvo que nacer en Venecia?

Carola se santiguó implorando al señor que le deparara mejor fortuna que al resto de sus familiares pues Venecia resultaba muchas veces un crisol artístico que ofrecía distintas tonalidades de crueldad y traición.

"¿Con qué podré yo limpiar tu corazón, dice el Señor Dios, haciendo tú todas estas cosas propias de una mujer ramera y descarada? Porque en cada encrucijada de camino o calle fabricaste tu burdel, y en toda plaza te hiciste un altar profano; y no fuiste como ramera que con el desdén aumenta el precio; sino como una mujer adúltera, que en vez del propio marido, convida a los extraños.  A todas las otras rameras se les da paga; mas tú la has dado a todos tus amantes, y les hacías regalos, para que de todas partes viniesen a pecar contigo."

Aquesta era Venecia, la ciudad de las artes, la cuna de los mejores hombres, el origen de toda riqueza... la prostituta de Europa. Con estos pensamientos, Carola frunció el ceño y dio paso a Sor Ángela, quien la relevó en sus quehaceres y lo hizo con buena voluntad. Mas no podía perder ningún detalle, tenía mucho que hacer en muy poco tiempo...

Regresó entonces a su celda y se preparó para continuar con sus labores, tomando entonces la cesta que había dejado al alba sobre su mesa. Se percató entonces de algo peculiar, sobre su cesta alguien había dejado un presente. Parecía un fragmento de papel plegado varias veces y lacrado con cera blanca, sin sellar. Extrañada, Sor Ángela abrió el papel que resultó medir poco más de dos pulgadas. Sus ojos se deslizaron rápidamente sobre las escasas líneas... el papel cayó al suelo y Sor Ángela dirigió su mirada al cielo a través de los barrotes de su celda. Desde allí, el Sol, como si del omnipotente Dios se tratase, la miró con complicidad, invitándola a compartir sus pensamientos. Sólo una palabra salió de sus labios, sólo tres sílabas lograron escapar del nudo que atenazaba su garganta...

Cantieri...
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