Benedicamus Domino [Capilla Michelli/ 1 de febrero]

Los primeros rayos de luz atravesaban las vidrieras de la capilla Michelli, iluminando con suma belleza de diferentes colores los marmóreos suelos. El cardenal oficiaba la primera misa del día junto a su familia, para dar gracias a Dios un día más por la buenaventura, la salud y la prosperidad, así como dedicar una oración a quienes en aquel momento más lo necesitaban.

Los rumores acerca de la salud del Dogo no eran indiferentes a la santa casa de Dios. Paolo sentía profunda tristeza por el malestar de su buen amigo, y rezaba con toda su fe para su pronta sanación.

- Isaías 41:10-13 . "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia … ".

Su voz solemne se hacía eco en la capilla. Austera, como debía ser. Libre de lujos y comodidades que alejaban a los fieles del camino correcto. La capilla no era de grandes dimensiones, apenas unas cinco bancas de oscura madera formaban el centro de la sala, unos candelabros forjados de gran altura para las esquinas, y un altar con un retablo obsequio de las buenas relaciones con Roma tiempo atrás.

Paolo se acercó hasta el centro de la capilla, besando el frio mármol del altar cubierto con un fino manto blanco bordado a mano.

- Dóminus vobíscum.
(El Señor esté con vosotros)
- Et cum spíritu tuo.- Murmullos en la sala.
(Y con tu espíritu.)
- Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et Fílius, et Spíritus Sanctus.
(La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros)
- Amen.- Murmullos en la sala.
(Amén)
- Ite, missa est.
(Podéis ir en paz)
- Deo grátias- Murmullos en la sala.
(Demos gracias a Dios.)

Los fieles se levantaron santiguándose. La misa diaria se ejercía a primera hora de la mañana, pues comenzar el día orando a nuestro Señor era una bendición de la que no todos podían disfrutar. En la sala se encontraba como siempre en primera fila su esposa Marta Fideli. Devota, fiel y madre ejemplar. Junto a ella el resto de sus hijos, esposos y parte de su sequito personal y confianza. Sin embargo, una gran falta se notaba en la sala, su querida blanca paloma se encontraba indispuesta. Eva era una de las grandes penas que había sufrido en su vida, ser testigo de su enfermedad y maldición apenaba su alma.

Caminó hasta las bancas acercándose a su esposa e hijas mientras el resto salía en silencio de la capilla dispuestos a comenzar un día más sus quehaceres.

- Hoy nuestros corazones acompañan a los Dario en estos momentos tan difíciles. Parece ser que la situación de Giovanni no mejora, mas mi preocupación se centra en su familia y en nuestro pueblo. Un rebaño sin pastor será un rebaño acechado por lobos. - Colocó su mano derecha sobre el hombro de Sara, mientras miraba con orgullo a María y Rebeca a su lado. - Confío en que vuestras oraciones serán escuchadas. Preparaos, pues es posible que en pocos días los Dario requieran de nuestra visita, nuestro apoyo y nuestra fuerza.

María avanzaba al paso de sus hermanas, aunque le costaba. Su pierna derecha era más corta que la izquierda, llevaba el zapato con un poco de alza pero este no hacia nada más que empeorar la situación. Suerte que los vestidos largos disimulaban más o menos una de sus taras. Cada defecto suyo era el amor de Dios, la ponía a prueba cada día, y su voluntad férrea la animaba a luchar.
En la miseria encontraría la gloria, en el dolor consuelo, en la soledad, compañía. Dios no la abandonaba, le sentía a su lado, haciéndola cada día más fuerte, más valiente y más humilde.

Pero igual María estaba pecando de más con el peor pecado de todos, el orgullo.

- Estamos en vuestras manos y en las del Señor para lo que dispongáis, padre.- dijo María- Si es necesario rezaremos noche y día.- Si era necesario sus propias manos sangrarían al pasar las cuentas de su rosario. Era un buen amigo de su padre y Dios proveería con su sabiduría infinita.

Había dejado a su esposo para acudir a la misa con su familia aquella mañana. Le gustaba compartir aquella ceremonia con ellos, compartir un momento de Fe y reflexión que a veces hasta le hacía olvidar en qué complicada situación se encontraba ella misma a los ojos del Santísimo...

Sus plegarías y oraciones solían centrarse siempre en lo mismo y cada día, sin falta, ella rezaba fervientemente: por su familia y sus seres queridos, porque su vientre diera por fin un fruto sano y porque Dios la perdonara cuando llegara su hora.
Sin embargo aquél día el Dogo se había sumado a esta pequeña e íntima lista puesto que Giovanni seguía muy enfermo y a todas luces parecía que su recuperación era poco probable.
El cabeza de la familia Dario siempre había tenido una muy buena relación con su padre, y por tanto con su familia, relación que había hecho que las dos casas prosperaran en Venezia.
No hacía falta ser muy listo para saber que la muerte del Dogo traería una época de cambios que quizá no fueran favorables para su familia y, más concretamente para ella, ¿qué pasaría si finalmente Giovanni se saliera con la suya y su hija heredara?... Dios mio  con el corazón en un puño pensó en Vincenzo y rezó por él, como cada día, como siempre.


Una vez hubo terminado la eucaristía su padre se dirigió hacia donde estaban ella, su madre y sus hermanas. Paolo se refirió justamente a lo que ella estaba pensando, a lo que seguramente todas ellas tenían en mente. Mientras colocaba su mano sobre la de su padre asintió a las palabras de María, que se mostraba tan solícita como siempre

- Así es padre, rezaremos noche y día por el alma del Dogo y toda su familia. También rezaré por ti, para que seas el pastor que guíe al rebaño en estos tiempos de cambios e incertidumbre. No podría pensar en alguien mejor para mantenernos al amparo de Dios en momentos como este -

Le sonrió con cariño; de verdad confiaba en que su padre pudiera ser la luz que guiara a los descarriados en momentos así y no en vano su familia era, prácticamente, el símbolo de la Fe en Venezia.

Miró a sus hijas con sumo orgullo. La capilla poco a poco se despejaba entre el murmullo de pasos silenciosos. Miró a su esposa y asintió con la cabeza. Ella en un gesto amable se acercó hasta el altar apoyando una rodilla en el suelo y santiguándose, saliendo de la capilla acompañada de la menor de las Michelli, Rebeca.
 
Retiró la mano del hombro de Sara, entrelazándola a la altura de su abdomen, en la misma pose que adoptaba en actos oficiales.
 
- Mis luceros, agradezco cada amanecer a Nuestro Señor la dicha de tener la mejor familia que podría desear. Y estoy seguro que los Dario agradecerán también vuestro apoyo y vuestra Fe. 
 
Su gesto se volvió algo más serio, miró a Sara para hacer un pequeño reproche, la misa regada de los primeros rayos de sol era para él la más importante. No soportaba ni la holgazanería ni la vagueza, ni las excusas para no asistir. La bendición era el alimento del alma.
 
- ¿Cuál es el motivo por el que no nos acompaña hoy tu amado marido? La primera misa del día es la que nos da fuerza para afrontar las desavenencias del camino. Ya sabes hija mía, que no hay que descuidar nunca la Fe. Comprendo la situación de los Barbarigo en un día como este, pero considero que hay asuntos que pueden esperar.
 
Desvió entonces sus ojos a María.
 
- Y tu María, mi mayor esperanza. Hoy visitaremos a la familia Dario para dar nuestro más sentido apoyo. Será una ocasión especial para que puedas transmitir toda tu Fe y tu devoción a la hermana Ángela, allí presente por el estado de su hermano Giovanni. Quiero que pienses bien hija, el camino que deseas tomar. Nada me hará más feliz que ver cómo consagras tu vida a Dios, pero la última palabra mi lucero, es tuya.

- Por supuesto padre. Todavía el señor no ha dispuesto en mi su voluntad pero en la hora que llame a mi puerta se la abriré y me dedicaré en cuerpo y alma a él - "Tan solo espero a su llamada." ¿Se creía Santa quizás?. ¿Esperaba una anunciación? ¿Un misterio?- Tan solo pido paciencia, el resquemor de la incertidumbre y duda confrontan mis sentimientos y las hacen más grandes.

No era pecado la duda, si dudaba es que tenía fe y miedo de Dios. Entregarse a ciegas al Señor no era una prueba de fe, era fe ciega, y la fe ciega llevaba a actos que no eran de fe. La verdadera fe se demostraba día día, y la meditación era otra forma de llegar al Señor. ¿Realmente era por esto o por puro egoísmo, María?.

No lo sé Señor. ¿Qué quieres que haga? ¿Que me entregue?

Eso deberás decidirlo tú, hija mía.

Pero no sé, Padre. Muéstrame el camino que debo seguir.

El camino tan solo lo hallarás en ti María.

Incertidumbre es el único camino que hallo.

Mi hijo tuvo sus dudas también una vez, recuérdalo María.

El Señor no le aclaraba nada, y ella tampoco. Su padre solo insistía en una cosa, quizás debía hacerle caso, el Señor hablaba a través de él ¿No era suficientemente aviso del Señor?.

"Ayy María... Ayy María, estás más perdida que Moisés en el desierto"

Tenía mucho que agradecerle al Señor, eso era algo que tenía muy presente:cada vez que su padre la miraba con esa mezcla de orgullo y amor, cada vez que María parecía aún más segura de conmemorar su vida a Dios y cada vez que las miradas de sus padres se cruzaban con amor ella sólo podía sentir felicidad.

Desgraciadamente no era una felicidad plena y Paolo, ignorante e inocentemente, se lo recordó preguntándole por su marido.
Sara dejó salir un suspiro de sus labios mientras parecía que todo el peso de la realidad había conseguido traspasar los hermosos muros de la capilla, rompiendo la paz que le había dado centrarse únicamente en Nuestro Señor.
- Debo decirte padre que en esta ocasión ni le ofrecí venir puesto que sé que tenía asuntos que atender con su familia... Ya sabes que no todos los hombres encuentran la Fe por los mismos caminos y si bien mi esposo es un hombre temeroso de Dios ahora cree fervientemente que tiene un deber para con Él y Venezia y ese deber le obliga a estar en otro sitio.-
Se encogió de hombros, un gesto que sólo se permitía hacer en compañía de sus más allegados
-Me temo que hoy será un día duro, padre, pero no imagino mejor forma de sosegar mi alma en estos tiempos que celebrar contigo y con mi María que Dios vela por nosotros -

En ese momento miró a su hermana con cariño y la tomó de la mano; había muchas cosas que quería decirle sobre dedicar su vida enteramente al Señor pero éste no era el momento ni el lugar.
- Sé que el Santísimo te guiará para que tomes la decisión correcta María, como siempre haces - le sonrió mientras asentía con la cabeza y, manteniendo aún su mano en la suya, se dirigió de nuevo a Paolo
- A los Dario les haría bien tu visita padre, estoy segura de que te lo agradecerán muchísimo y quizá podamos rezar allí todos juntos por el alma del Dogo. -

Obviamente a ella también le haría mucho bien la visita de su familia a Ca Dario, no iba a ser una situación agradable y la presencia de su seres queridos podía significar un gran alivio para ella.

Paolo mantuvo sus manos cruzadas y su mirada fija sobre María. Sus palabras no agradaban sus oídos, pero respetaba la decisión de su hija, como así lo hacía con el resto de sus hijos. Sobre ella recaía aún más responsabilidad, pues Dios todopoderoso no repartió en su lucero la gracia de la belleza. Suspiró pensando sus palabras en respuesta.

- Y Jesús dijo... , un aldeano tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, mas no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Cortadla. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: -Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y abonaré su tierra, a ver si da fruto. Si no, la cortaré- Acarició el pelo de María tras la parábola. - Hija mía, piensa y tómate tu tiempo, se paciente y constante. El sendero de Dios no se moverá, mas tu camino aún puede tomar diferentes direcciones.  - Sonrió y miró entonces a Sara, aquella parábola también era para ella, solo que en otro sentido muy diferente.

Se giró hacía el altar mientras Sara hablaba de su marido. Ninguna tarea era justificación para no asistir a la primera misa del día. Ese detalle desde luego no era del agrado de Paolo. Caminó varios pasos hasta el centro de la sala y miró de nuevo a sus luceros.

- Entonces mi pequeña, si tu marido no camina hacia la Fe, que la Fe camine hacia él. Acompáñale en un día como hoy, y transmítele la bendición de la oración. Hoy acompañarás a la familia Barbarigo como buena esposa, nosotros acudiremos a Ca Dario y allí juntos, procuraremos que Dios oiga nuestras plegarias. - Alzó la vista hacía las cristaleras por las que los rayos de luz indician sobre ellas proyectando destellos de colores cada vez más perpendiculares al suelo. - El día avanza y la mañana comienza a caer. Id a preparaos, el día será largo. Pronto partiremos.