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Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
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Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
El alba de febrero despertaba tan brumoso en Venecia como el futuro de la Serenissima, pero a ambas cosas, tal vez, estaban acostumbradas las gentes que poblaban la ciudad. Las mercancías seguían entrando en la ciudad, los impuestos seguían cobrándose, y los lupanares recibiendo a sus clientes – aunque tal vez, estos últimos, en ninguna República dejaron nunca de funcionar.
Como no podía ser menos, Ca Dario, el palacio de la familia que ahora gobernaba la ciudad, también había desperezado sus angustiados sueños y comenzaba el día con la habitual actividad. Los siervos preparaban el desayuno en el salón, los guardias se relevaban unos a otros, y los miembros de la familia dejaban su vida privada en la alcoba para mostrarse al mundo no solo apuestos y elegantes, sino justos, rectos como el remo de una góndola.
Aquel día en especial esperaban en Ca Dario la visita de toda la familia, al menos tras el mediodía, para celebrar en un gran banquete el cumpleaños de la primogénita, la pequeña y responsable Marietta. Las cocinas olían a pescado frito, cítricos y carne estofada, pero sobre todo a masa de harina, frutas y azúcar, pues toda familia noble se caracterizaba por la importancia de sus postres, y los regentes de Venecia debían estar a la altura de las circunstancias.
Desde que Giovanni cayese enfermo, los Dario del Dux se había trasladado al palacio familiar, y solo se desplazaban al Palacio Ducal para realizar las tareas de gobierno y recibir las embajadas. Eso había supuesto que ahora casi todo el linaje viviera en el mismo edificio, exceptuando a Paola, que vivía con su marido en Canareggio; y a Carola, enclaustrada en el convento de San Zacarías. La mayoría de los miembros de la familia Dario tenía numerosas responsabilidades, pero aquel día, de seguro, encontrarían tiempo libre para su heredera. ¿No era así?
Unos nudillos nerviosos golpearon la puerta de los aposentos de Marietta.
- Pequeña, ¿estáis ahí? – era la voz de Matteo, aquel hombre taciturno que se preocupaba por todos. Parecía algo turbado. – Marietta, tenéis que salir un momento.
Como no podía ser menos, Ca Dario, el palacio de la familia que ahora gobernaba la ciudad, también había desperezado sus angustiados sueños y comenzaba el día con la habitual actividad. Los siervos preparaban el desayuno en el salón, los guardias se relevaban unos a otros, y los miembros de la familia dejaban su vida privada en la alcoba para mostrarse al mundo no solo apuestos y elegantes, sino justos, rectos como el remo de una góndola.
Aquel día en especial esperaban en Ca Dario la visita de toda la familia, al menos tras el mediodía, para celebrar en un gran banquete el cumpleaños de la primogénita, la pequeña y responsable Marietta. Las cocinas olían a pescado frito, cítricos y carne estofada, pero sobre todo a masa de harina, frutas y azúcar, pues toda familia noble se caracterizaba por la importancia de sus postres, y los regentes de Venecia debían estar a la altura de las circunstancias.
Desde que Giovanni cayese enfermo, los Dario del Dux se había trasladado al palacio familiar, y solo se desplazaban al Palacio Ducal para realizar las tareas de gobierno y recibir las embajadas. Eso había supuesto que ahora casi todo el linaje viviera en el mismo edificio, exceptuando a Paola, que vivía con su marido en Canareggio; y a Carola, enclaustrada en el convento de San Zacarías. La mayoría de los miembros de la familia Dario tenía numerosas responsabilidades, pero aquel día, de seguro, encontrarían tiempo libre para su heredera. ¿No era así?
Unos nudillos nerviosos golpearon la puerta de los aposentos de Marietta.
- Pequeña, ¿estáis ahí? – era la voz de Matteo, aquel hombre taciturno que se preocupaba por todos. Parecía algo turbado. – Marietta, tenéis que salir un momento.
Última edición por Fortuna el Vie Jun 07, 2013 1:43 am, editado 2 veces
Fortuna- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 27/03/2013
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
La claridad del alba atravesaba los ventanales de su alcoba, abiertos de par en par pese al frío. Aquella mañana despertó antes de que ni tan siquiera, el servicio lo hiciese. Aquel no era un día normal. Y desde luego, no era un día feliz.
Se mantenía quieta, frente a las vistas que su mirador le mostraba. Una Venecia sumida en la niebla, una niebla que abarcaba tantos sentidos figurados como tangibles. Su mirada estaba pérdida entre los callejones de marea y piedra. Mientras con una mano acariciaba el áureo cabello que cubría el bordado del vestido sobre su pecho, con la otra, repiqueteaba sobre la fría piedra del alfeizar una melodía repetitiva.
Aspiró profundamente el olor proveniente del exterior, tan característico de los canales de la ciudad. Olor que se mezclaba con el aroma de las cocinas que inundaba el palacio por completo. Todo por ella, cómo cada dos de febrero. Siempre le resultó curioso tanto revuelo aquel día, cuando realmente no era un día de celebración, sino de recuerdo. Aquel año, aun empeoraba al tener a padre enfermo. Su mirada entristecida cayó al suelo tan solo recordar.
Los insistentes golpes en la puerta devolvieron su mente a la realidad.
- Un momento por favor. - Cerró los ventanales a la vez que respondía con voz suave.
Se alisó el vestido perfectamente estirado con las manos, y se atuso los rizos de su melena. Reconoció la voz de Matteo, su primo, aquel por el que sentía un gran cariño desde niña. De forma delicada, abrió la puerta con una cálida sonrisa en su rostro.
- ¿Qué ocurre? – Su sonrisa menguaba al ver el gesto de Matteo. La imagen de su padre fue lo primero que vino a su memoria. Su rostro se apenaba paulatinamente. - ¿Es padre? Matteo, decidme que no es él…
Se mantenía quieta, frente a las vistas que su mirador le mostraba. Una Venecia sumida en la niebla, una niebla que abarcaba tantos sentidos figurados como tangibles. Su mirada estaba pérdida entre los callejones de marea y piedra. Mientras con una mano acariciaba el áureo cabello que cubría el bordado del vestido sobre su pecho, con la otra, repiqueteaba sobre la fría piedra del alfeizar una melodía repetitiva.
Aspiró profundamente el olor proveniente del exterior, tan característico de los canales de la ciudad. Olor que se mezclaba con el aroma de las cocinas que inundaba el palacio por completo. Todo por ella, cómo cada dos de febrero. Siempre le resultó curioso tanto revuelo aquel día, cuando realmente no era un día de celebración, sino de recuerdo. Aquel año, aun empeoraba al tener a padre enfermo. Su mirada entristecida cayó al suelo tan solo recordar.
Los insistentes golpes en la puerta devolvieron su mente a la realidad.
- Un momento por favor. - Cerró los ventanales a la vez que respondía con voz suave.
Se alisó el vestido perfectamente estirado con las manos, y se atuso los rizos de su melena. Reconoció la voz de Matteo, su primo, aquel por el que sentía un gran cariño desde niña. De forma delicada, abrió la puerta con una cálida sonrisa en su rostro.
- ¿Qué ocurre? – Su sonrisa menguaba al ver el gesto de Matteo. La imagen de su padre fue lo primero que vino a su memoria. Su rostro se apenaba paulatinamente. - ¿Es padre? Matteo, decidme que no es él…
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
La estampa que contempló Marietta fue extraña. Matteo se encontraba justo frente a la puerta, en medio del pasillo. Sostenía el sombrero de tela entre las manos, la mirada baja y las cejas con gesto preocupación. A su lado, un médico con nariz de judío contemplaba a Marietta con mirada clínica, una mirada profesional que no dejaba traslucir demasiado, acostumbrada a las malas noticias y a los llantos desconsolados.
Pero lo más extraño de todo era ver a su tío abuelo, Francesco Dario, junto a los tres. No salía mucho de su habitación, y cuando lo hacía solía escuchársele con sus gruñidos o sus divagaciones. Sus risas y a veces llantos. Pero ahora el viejo solo se encontraba parado a la diestra de Matteo, y miraba alternativamente a los dos primos como si fuera cómplice de un pacto de secretos que nadie puede desvelar. Su cuerpo entero, encogido, demostraba que alguien le había hecho guardar silencio, y que se lo tomaba como un juego. El hecho que terminaba de desmontar la escena era el pastel que sostenía entre las manos, una especie de presente de cumpleaños para Marietta, al que por cierto, ya había pegado bocado.
- Marietta, yo… - Matteo hizo ademan de entrar en la alcoba de la mujer, luego se detuvo. Era su primo mayor, el mayor de los primos, pero desde la muerte de su mujer su relación con las damas se había enrarecido. Se sentía como expulsado de su mundo, y actuaba con extrema cortesía, en ocasiones demasiada. Cogió las manos de su prima antes de decir nada, la intimidad la proporcionarían los gestos. - Lo siento mucho.
- No creo que pase de hoy, mi señora – el médico judío habló con la frialdad de una lanceta.
- Tenemos que avisar a los demás. – Matteo alzó la mirada y la posó sobre Marietta. Sus ojos cargaban pesar, pero también responsabilidad, y toda ella fluía hacia el pequeño cuerpo de la primogénita. - Llamar a Riccardi, avisar a mis padres y a los Cantieri. Mandar traer a Carola…
Matteo bajó la mirada negando con la cabeza como si lamentara. Después quedó unos instantes quieto, y finalmente, miró a la muchacha y besó su mano de forma repentina, con más delicadeza que cariño. El médico judío inclinó la cabeza y, de pronto, el gesto cariñoso de su primo cobró para Marietta el significado que en realidad transmitía. Matteo, aquel hombre taciturno, aquel hombre paciente y bondadoso, era el primero en inclinar la rodilla. – Los Dario tenemos que estar unidos ahora. – soltó sus manos y trató de transmitirle fortaleza con unas palabras. - Vos los necesitáis, y Venecia os necesita a vos.
Francesco sonreía con la boca desdentada. Su mano estaba cogiendo otro trozo de pastel.
Pero lo más extraño de todo era ver a su tío abuelo, Francesco Dario, junto a los tres. No salía mucho de su habitación, y cuando lo hacía solía escuchársele con sus gruñidos o sus divagaciones. Sus risas y a veces llantos. Pero ahora el viejo solo se encontraba parado a la diestra de Matteo, y miraba alternativamente a los dos primos como si fuera cómplice de un pacto de secretos que nadie puede desvelar. Su cuerpo entero, encogido, demostraba que alguien le había hecho guardar silencio, y que se lo tomaba como un juego. El hecho que terminaba de desmontar la escena era el pastel que sostenía entre las manos, una especie de presente de cumpleaños para Marietta, al que por cierto, ya había pegado bocado.
- Marietta, yo… - Matteo hizo ademan de entrar en la alcoba de la mujer, luego se detuvo. Era su primo mayor, el mayor de los primos, pero desde la muerte de su mujer su relación con las damas se había enrarecido. Se sentía como expulsado de su mundo, y actuaba con extrema cortesía, en ocasiones demasiada. Cogió las manos de su prima antes de decir nada, la intimidad la proporcionarían los gestos. - Lo siento mucho.
- No creo que pase de hoy, mi señora – el médico judío habló con la frialdad de una lanceta.
- Tenemos que avisar a los demás. – Matteo alzó la mirada y la posó sobre Marietta. Sus ojos cargaban pesar, pero también responsabilidad, y toda ella fluía hacia el pequeño cuerpo de la primogénita. - Llamar a Riccardi, avisar a mis padres y a los Cantieri. Mandar traer a Carola…
Matteo bajó la mirada negando con la cabeza como si lamentara. Después quedó unos instantes quieto, y finalmente, miró a la muchacha y besó su mano de forma repentina, con más delicadeza que cariño. El médico judío inclinó la cabeza y, de pronto, el gesto cariñoso de su primo cobró para Marietta el significado que en realidad transmitía. Matteo, aquel hombre taciturno, aquel hombre paciente y bondadoso, era el primero en inclinar la rodilla. – Los Dario tenemos que estar unidos ahora. – soltó sus manos y trató de transmitirle fortaleza con unas palabras. - Vos los necesitáis, y Venecia os necesita a vos.
Francesco sonreía con la boca desdentada. Su mano estaba cogiendo otro trozo de pastel.
Fortuna- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 27/03/2013
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
No necesitó más. Al abrir la puerta, al ver a Matteo en aquella tesitura, al percatarse de sus gestos, de su desánimo, al simplemente, sentirlo. Sus propias palabras no eran más que una negación para sí misma, evidentemente que se trataba de padre. Miró a los tres presentes, uno tras otro, buscando quien de ellos sería el primero en hablar.
La voz de su primo irguió el vello de sus brazos, y un escalofrío recorrió su espalda hasta llegar a su nuca. Sus palabras atravesaron su corazón como puñales helados. Contuvo la respiración un instante. Era la noticia que jamás hubiera querido oir, la esperanza la mantenía fuerte y esa fuerza ahora, parecia derrumbarse de un solo golpe. Desvió la mirada muy despacio hasta sus manos que su primo sostenía, pero no miraba, sus ojos estaban perdidos en un mar de sentimientos.
Bajo el marco de la puerta, la belleza de Marietta contrastaba con la tristeza que mostraba su rostro, los rayos de sol iluminaban al fondo su alcoba a traves de su ventana, aquella escena parecía sacada de la madonna de un pintor de época.
El médico habló, pero la pequeña Dario fue incapaz de articular palabra. Asintió a las palabras de Matteo, mirándole con gesto comprensivo. Tan difícil era recibir la noticia como darla para él. Esbozó una tenue sonrisa de agradecimiento que no tardó en desvanecer. Sus ojos se tornaron vidriosos.
- Mandad aviso a todos los Dario. - Su voz apenas podía oírse, estaba rota por la emoción. - Que Forlan se ocupe de ello, que traiga a mi tía Carola lo más rápido posible, la necesitamos aquí. Ella podrá encargarse de... todo lo demás. - Tragó saliva, intentó erguir su espalda y tomar aire. Sus ojos continuaban vidriosos, y sus lágrimas a punto de caer, pero no, no lo harían, no podían hacerlo.
- Informad a mi marido y a su familia, del resto... - Necesitó de varios segundos para continuar hablando sin derrumbarse. - Nos ocuparemos más tarde.
Desde muy pequeña había sido instruida para momentos difíciles, momentos en los que la entereza de los Dario debería mostrarse con honor. Pero nunca pensó, que enfrentarse sería tan difícil. Solo quería que su padre, estuviera orgulloso de ella.
No lloraría, no, no podía hacerlo. Sus manos temblaban, tanto que Matteo pudo sentirlo antes de soltarlas. Su entereza, despues de todo, no podía esconder la niña asustada que albergaba su interior.
- Marietta, yo… Lo siento mucho.
La voz de su primo irguió el vello de sus brazos, y un escalofrío recorrió su espalda hasta llegar a su nuca. Sus palabras atravesaron su corazón como puñales helados. Contuvo la respiración un instante. Era la noticia que jamás hubiera querido oir, la esperanza la mantenía fuerte y esa fuerza ahora, parecia derrumbarse de un solo golpe. Desvió la mirada muy despacio hasta sus manos que su primo sostenía, pero no miraba, sus ojos estaban perdidos en un mar de sentimientos.
Bajo el marco de la puerta, la belleza de Marietta contrastaba con la tristeza que mostraba su rostro, los rayos de sol iluminaban al fondo su alcoba a traves de su ventana, aquella escena parecía sacada de la madonna de un pintor de época.
El médico habló, pero la pequeña Dario fue incapaz de articular palabra. Asintió a las palabras de Matteo, mirándole con gesto comprensivo. Tan difícil era recibir la noticia como darla para él. Esbozó una tenue sonrisa de agradecimiento que no tardó en desvanecer. Sus ojos se tornaron vidriosos.
- Mandad aviso a todos los Dario. - Su voz apenas podía oírse, estaba rota por la emoción. - Que Forlan se ocupe de ello, que traiga a mi tía Carola lo más rápido posible, la necesitamos aquí. Ella podrá encargarse de... todo lo demás. - Tragó saliva, intentó erguir su espalda y tomar aire. Sus ojos continuaban vidriosos, y sus lágrimas a punto de caer, pero no, no lo harían, no podían hacerlo.
- Informad a mi marido y a su familia, del resto... - Necesitó de varios segundos para continuar hablando sin derrumbarse. - Nos ocuparemos más tarde.
Desde muy pequeña había sido instruida para momentos difíciles, momentos en los que la entereza de los Dario debería mostrarse con honor. Pero nunca pensó, que enfrentarse sería tan difícil. Solo quería que su padre, estuviera orgulloso de ella.
No lloraría, no, no podía hacerlo. Sus manos temblaban, tanto que Matteo pudo sentirlo antes de soltarlas. Su entereza, despues de todo, no podía esconder la niña asustada que albergaba su interior.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
- ¿Dónde está mi tío? – Paola entró como un huracán en la casa, seguida de Marco Pietro y los niños. Atravesó la Sala principal donde estaban reunidos el resto de los Dario y subió las escaleras directa a la habitación de Giovanni. Marco Pietro saludó con la cabeza a los presentes con las manos a la espalda, como acostumbraba a hacer para ocultar sus mutiladas manos. – Lo siento… - los niños recién llegaban de la calle. Contemplaron la escena.
Matteo había recomendado descanso a Marietta en una mesa camilla colocada en uno de los extremos de la sala. Él se había marchado a las cocinas y hacía poco que había vuelto, seguido de un criado con una bandeja de plata, varias tazas y una tetera. - – He hervido unas amapolas y algo de tilo. Te vendrá bien. – el hombre sirvió las dos tazas. Miró alrededor viendo si alguien más podía necesitar. - – Creo que he escuchado a la tía llegar… - sirvió prudentemente otra más
- ¡Esa niña ya ha vuelto, y ya veréis como enseguida nos pone a barrer y a fundir pendientes y cuchillos! ¡Y querrá que nos pongamos todos a venderlos como judíos! – Armando estaba sentado en un largo banco de madera cerca de la mesa donde se celebraban los banquetes. Vestía un jubón largo y delante de él tenía una jarra de madera medio vacía de vino, así como un vaso pequeño que ya había realizado varios viajes. - ¡qué bajo hemos caído! – Armando vivía en Ca Dario, igual que Francesco y Giovanni. La casa era suficientemente amplia para todos, y solo Paola, Claudia y Carola la habían abandonada siguiendo respectivamente a aquellos con quien habían decidido pasar el resto de su vida. Todos intuían que Marietta fuera a hacer lo mismo con Vincenzo, hasta ahora. – ¡más vino! – alzó la jarra a los criados, y estos se acercaron corriendo.
- Padre, no debéis. Pronto llegarán las familias venecianas…- Matteo trató de frenar a su padre. No era un hombre dado a los excesos. Durante toda su vida había seguido la senda del honor, y se le había conocido como uno de los condottieros más respetables de toda Italia. Sin embargo, y desde hacía unas semanas, solo murmuraba y gruñía y bebía cualquier frasca de vino que quedara descuidada. Los dos criados se detuvieron.
- Que alguien le diga al cabestro de mi hijo que calle la boca… - la voz de Armando era como el piafar de un caballo, y puso a los dos criados de nuevo en marcha. Francesco reía de fondo, sentado en el otro extremo del banco y agarrado a su garrota.
- Como un toro castrado, este niño, siempre dando órdenes y nunca viéndolas cumplir... je, je, je. – Francesco reía con la boca desdentada, delante de aquel plato vacío donde había visto acabar todo el pastel de Marietta. Gemma Trovatelli le limpiaba los restos de comida de la camisola - Quien bajo faldas se queda meado amanece, je, je, je
Matteo negó con la cabeza mientras bebía algo del té y se sentó junto a Marietta. Era un hombre acostumbrado a los insultos, y acostumbrado a sus propios silencios. Solía decir de sí mismo que después de haber sobrevivido a la muerte de su esposa nada podía con él. No se sabía cómo se había sobrepuesto un hombre de tan poca autoestima a la pérdida de alguien tan importante, pero todos intuían que tenía que ver con su último y largo viaje.
- ¡¡ Si al menos te hubiera mandado un poco antes a la m….!!
- ¿Pero qué demonios pasa aquí? – la voz de Paola interrumpió la escena. – El tío aún convalece y vamos a empezar a pelearnos, ¿qué somos, genoveses? – Paola tenía los brazos en jarras y su mirada echaba chispas. – Marco, sienta a los niños y quítate esa capa, por el amor de Dios. – se acercó a su padre y le quitó la jarra de vino. No dejó de hablar.- He hablado con Riccardi antes de venir, está trayendo a la tía Carola. Espero que las hermanas la dejen salir. - Suspiró. Paola acostumbraba a explotar y a apagarse, a encenderse y a desfallecer. Era como un fuelle de una fundición, como un fuego mal encendido.
- Mañana es dos de febrero. No sé qué vamos a hacer. - Paola se sirvió a si misma un vaso de vino y continuó. - Giovanni debería presidir la ceremonia, y el resto de nosotros acompañar el paseo o al menos hacer acto de presencia en los palcos.
Matteo miró a Marietta. -– Tal vez podríamos aplazar la ceremonia. Un edicto ducal, los heraldos aún están a tiempo.
Paola frunció el ceño y miró a Marietta sin responder. Su cabeza tenía más preguntas, más asuntos que resolver. - ¿No han llegado los Cantieri? ¿Qué se cree Claudia, que por vivir con un panadero ya no tiene responsabilidades? – miró a Armando y después a Francesco. Miró a Trovatelli y después a su hermano. Miró a su marido y a sus niños. – Tenemos que arreglar esto enseguida, pronto correrá la noticia y comenzarán a llegar las familias. No quiero que ningún Barbarigo pueda reírse de los Dario en un día como éste.
- No creo que nadie vaya a reírse de nadie en un día como éste. – la voz de Marco Pietro templó la de su mujer. Era un hombre cuya familia había sufrido desgracias mayores, y en eso podía acompañar a su esposa. Además, el peligro de muerte de Giovanni no olía bien para nadie. Todos deseaban, después de esos años convulsos, algo de paz y tranquilidad.
- No conoces a los Barbarigo. Y los Michelli querrán vernos rezando a sus santos, y los Diomedes vendrán vendiendo pescado, ignorantes como son de todo lo que no tenga que ver con su lengua de moluscos. – Paola centró ahora toda la presión de su mirada sobre Marietta, y lanzó su estocada. – Tú eres ahora la mujer de esta casa – chasqueó los dedos un par de veces. – no sé que haces ahí parada. Hace falta comida como si fuera tres veces tu cumpleaños, y tenemos que despejar esta sala, abrir las ventanas y traer más sillas. – señaló a Matteo. - ¿la guardia? ¿Alguien sabe dónde está nuestra milicia? ¿Habéis hablado con Riccardi para que traiga a los muchachos, no?
Paola se pasó la mano por el pelo como si le faltaran fuerzas. - Señor, danos fuerzas. - Pareció vérsela abatida y se apoyó en la mesa. Se sirvió otro vaso de vino y lo bebió de un trago. Volvió a la acción - ¿y los Barbaro? ¿Dónde está Vinzenzo? ¿Dónde diantres se esconde el pelahuevos de tu marido?
Matteo había recomendado descanso a Marietta en una mesa camilla colocada en uno de los extremos de la sala. Él se había marchado a las cocinas y hacía poco que había vuelto, seguido de un criado con una bandeja de plata, varias tazas y una tetera. - – He hervido unas amapolas y algo de tilo. Te vendrá bien. – el hombre sirvió las dos tazas. Miró alrededor viendo si alguien más podía necesitar. - – Creo que he escuchado a la tía llegar… - sirvió prudentemente otra más
- ¡Esa niña ya ha vuelto, y ya veréis como enseguida nos pone a barrer y a fundir pendientes y cuchillos! ¡Y querrá que nos pongamos todos a venderlos como judíos! – Armando estaba sentado en un largo banco de madera cerca de la mesa donde se celebraban los banquetes. Vestía un jubón largo y delante de él tenía una jarra de madera medio vacía de vino, así como un vaso pequeño que ya había realizado varios viajes. - ¡qué bajo hemos caído! – Armando vivía en Ca Dario, igual que Francesco y Giovanni. La casa era suficientemente amplia para todos, y solo Paola, Claudia y Carola la habían abandonada siguiendo respectivamente a aquellos con quien habían decidido pasar el resto de su vida. Todos intuían que Marietta fuera a hacer lo mismo con Vincenzo, hasta ahora. – ¡más vino! – alzó la jarra a los criados, y estos se acercaron corriendo.
- Padre, no debéis. Pronto llegarán las familias venecianas…- Matteo trató de frenar a su padre. No era un hombre dado a los excesos. Durante toda su vida había seguido la senda del honor, y se le había conocido como uno de los condottieros más respetables de toda Italia. Sin embargo, y desde hacía unas semanas, solo murmuraba y gruñía y bebía cualquier frasca de vino que quedara descuidada. Los dos criados se detuvieron.
- Que alguien le diga al cabestro de mi hijo que calle la boca… - la voz de Armando era como el piafar de un caballo, y puso a los dos criados de nuevo en marcha. Francesco reía de fondo, sentado en el otro extremo del banco y agarrado a su garrota.
- Como un toro castrado, este niño, siempre dando órdenes y nunca viéndolas cumplir... je, je, je. – Francesco reía con la boca desdentada, delante de aquel plato vacío donde había visto acabar todo el pastel de Marietta. Gemma Trovatelli le limpiaba los restos de comida de la camisola - Quien bajo faldas se queda meado amanece, je, je, je
Matteo negó con la cabeza mientras bebía algo del té y se sentó junto a Marietta. Era un hombre acostumbrado a los insultos, y acostumbrado a sus propios silencios. Solía decir de sí mismo que después de haber sobrevivido a la muerte de su esposa nada podía con él. No se sabía cómo se había sobrepuesto un hombre de tan poca autoestima a la pérdida de alguien tan importante, pero todos intuían que tenía que ver con su último y largo viaje.
- ¡¡ Si al menos te hubiera mandado un poco antes a la m….!!
- ¿Pero qué demonios pasa aquí? – la voz de Paola interrumpió la escena. – El tío aún convalece y vamos a empezar a pelearnos, ¿qué somos, genoveses? – Paola tenía los brazos en jarras y su mirada echaba chispas. – Marco, sienta a los niños y quítate esa capa, por el amor de Dios. – se acercó a su padre y le quitó la jarra de vino. No dejó de hablar.- He hablado con Riccardi antes de venir, está trayendo a la tía Carola. Espero que las hermanas la dejen salir. - Suspiró. Paola acostumbraba a explotar y a apagarse, a encenderse y a desfallecer. Era como un fuelle de una fundición, como un fuego mal encendido.
- Mañana es dos de febrero. No sé qué vamos a hacer. - Paola se sirvió a si misma un vaso de vino y continuó. - Giovanni debería presidir la ceremonia, y el resto de nosotros acompañar el paseo o al menos hacer acto de presencia en los palcos.
Matteo miró a Marietta. -– Tal vez podríamos aplazar la ceremonia. Un edicto ducal, los heraldos aún están a tiempo.
Paola frunció el ceño y miró a Marietta sin responder. Su cabeza tenía más preguntas, más asuntos que resolver. - ¿No han llegado los Cantieri? ¿Qué se cree Claudia, que por vivir con un panadero ya no tiene responsabilidades? – miró a Armando y después a Francesco. Miró a Trovatelli y después a su hermano. Miró a su marido y a sus niños. – Tenemos que arreglar esto enseguida, pronto correrá la noticia y comenzarán a llegar las familias. No quiero que ningún Barbarigo pueda reírse de los Dario en un día como éste.
- No creo que nadie vaya a reírse de nadie en un día como éste. – la voz de Marco Pietro templó la de su mujer. Era un hombre cuya familia había sufrido desgracias mayores, y en eso podía acompañar a su esposa. Además, el peligro de muerte de Giovanni no olía bien para nadie. Todos deseaban, después de esos años convulsos, algo de paz y tranquilidad.
- No conoces a los Barbarigo. Y los Michelli querrán vernos rezando a sus santos, y los Diomedes vendrán vendiendo pescado, ignorantes como son de todo lo que no tenga que ver con su lengua de moluscos. – Paola centró ahora toda la presión de su mirada sobre Marietta, y lanzó su estocada. – Tú eres ahora la mujer de esta casa – chasqueó los dedos un par de veces. – no sé que haces ahí parada. Hace falta comida como si fuera tres veces tu cumpleaños, y tenemos que despejar esta sala, abrir las ventanas y traer más sillas. – señaló a Matteo. - ¿la guardia? ¿Alguien sabe dónde está nuestra milicia? ¿Habéis hablado con Riccardi para que traiga a los muchachos, no?
Paola se pasó la mano por el pelo como si le faltaran fuerzas. - Señor, danos fuerzas. - Pareció vérsela abatida y se apoyó en la mesa. Se sirvió otro vaso de vino y lo bebió de un trago. Volvió a la acción - ¿y los Barbaro? ¿Dónde está Vinzenzo? ¿Dónde diantres se esconde el pelahuevos de tu marido?
Fortuna- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 27/03/2013
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
Desde su posición, en aquella butaca apartada en la sala, sentía ser la espectadora de una obra de teatro en la que ella no actuaba. Se sentía ajena, y no entendía cómo nadie en aquella sala, mantenía un ápice de esperanza. Todos daban por hecho la muerte de Giovanni cuando aún el Señor no se lo había llevado consigo.
El revuelo de Paola no hizo sino crispar más sus nervios y su paciencia. Sin embargo se mantuvo callada. Arrugaba la falda sobre su regazo con ambas manos hasta que Matteo le ofreció la infusión. Era de entre todos sus primos, con el que mayor complicidad compartía. El sentimiento de protección era mutuo, su primo era un gran hombre, un hombre bueno al que Dios puso en su camino un amargo destino.
- Gracias...- Su voz sonaba tenue y dulce.
Desvió la vista hasta su tío Armando y su abuelo, sentados en la banca de madera donde tantas reuniones organizó su padre poco tiempo atrás. Su voz parecía resonar en la sala aun. Tomó aire buscando calma, paciencia y aliento.
Matteo se sentó a su lado, y Marietta tomó su mano sobre la mesa atrapándola con las suyas, transmitiéndole apoyo frente a las palabras del abuelo Dario. Odiaba aquellas disputas familiares, nunca entendió aquel afán de pelea sin sentido siempre en contra del más débil.
Paola revolucionó de nuevo la sala con su fuerte carácter. La pequeña Dario se limitó a apretar sus manos entorno a la de Matteo. Sin embargo, fue el comentario acerca del 2 de febrero que le hizo saltar.
- Si mi padre muere, la única barca que verá la familia Dario será la fúnebre que le acompañe hasta el cementerio, y los únicos palcos que ocuparemos serán los de la iglesia en su santa misa. - Su voz ya no sonaba tan dulce ni tan comedida. Las preocupaciones de Paola no eran las suyas en aquel momento, posiblemente, en cualquier otro tampoco.
Paola continuó parloteando y justo en el momento que se dispuso a levantarse para enfrentarse a ella, la voz de Marco templó su acto así como el de su prima. Tomó aire de nuevo, intentando mantener la calma. El ambiente no era el propicio y la situación era difícil para todos, el pilar principal de los Dario se derrumbaba y sin él, la familia debía mantener sus cimientos fuertes.
- Nadie faltará al respeto de la familia Dario en un día como este, ni tan siquiera los Barbarigo. Rezaremos por mi padre como debe ser, unidos como la familia que somos, y honraremos su nombre en el mismo momento en el que falte. Y por supuesto, agradeceremos a cada miembro de cada familia noble que se presente en Ca Dario, sus condolencias y su presencia en un momento tan difícil como la muerte del Dux de Venecia. - El carácter de Marietta salió desde lo más profundo, pese al dolor que sentía, no se dejaría avasallar por nadie en aquel momento. Fue entonces cuando se levantó para dar respuesta a la última flecha de su prima.
- Efectivamente Paola, ya que soy ahora la mujer de esta casa, déjame a mi organizar todo lo que deba organizar. Los Barbaro están de camino, y Matteo se ha ocupado del aviso al resto. La guardia Turquesa tanto como la personal están al corriente de lo acontecido. - Sus palabras contundentes terminaron aquí, continuar aquella conversación sería entrar de nuevo en disputa. Se alisó la falda que momentos antes arrugó, y se dirigió a la puerta de la sala. - Necesito tomar algo de aire fresco.
El revuelo de Paola no hizo sino crispar más sus nervios y su paciencia. Sin embargo se mantuvo callada. Arrugaba la falda sobre su regazo con ambas manos hasta que Matteo le ofreció la infusión. Era de entre todos sus primos, con el que mayor complicidad compartía. El sentimiento de protección era mutuo, su primo era un gran hombre, un hombre bueno al que Dios puso en su camino un amargo destino.
- Gracias...- Su voz sonaba tenue y dulce.
Desvió la vista hasta su tío Armando y su abuelo, sentados en la banca de madera donde tantas reuniones organizó su padre poco tiempo atrás. Su voz parecía resonar en la sala aun. Tomó aire buscando calma, paciencia y aliento.
Matteo se sentó a su lado, y Marietta tomó su mano sobre la mesa atrapándola con las suyas, transmitiéndole apoyo frente a las palabras del abuelo Dario. Odiaba aquellas disputas familiares, nunca entendió aquel afán de pelea sin sentido siempre en contra del más débil.
Paola revolucionó de nuevo la sala con su fuerte carácter. La pequeña Dario se limitó a apretar sus manos entorno a la de Matteo. Sin embargo, fue el comentario acerca del 2 de febrero que le hizo saltar.
- Si mi padre muere, la única barca que verá la familia Dario será la fúnebre que le acompañe hasta el cementerio, y los únicos palcos que ocuparemos serán los de la iglesia en su santa misa. - Su voz ya no sonaba tan dulce ni tan comedida. Las preocupaciones de Paola no eran las suyas en aquel momento, posiblemente, en cualquier otro tampoco.
Paola continuó parloteando y justo en el momento que se dispuso a levantarse para enfrentarse a ella, la voz de Marco templó su acto así como el de su prima. Tomó aire de nuevo, intentando mantener la calma. El ambiente no era el propicio y la situación era difícil para todos, el pilar principal de los Dario se derrumbaba y sin él, la familia debía mantener sus cimientos fuertes.
- Nadie faltará al respeto de la familia Dario en un día como este, ni tan siquiera los Barbarigo. Rezaremos por mi padre como debe ser, unidos como la familia que somos, y honraremos su nombre en el mismo momento en el que falte. Y por supuesto, agradeceremos a cada miembro de cada familia noble que se presente en Ca Dario, sus condolencias y su presencia en un momento tan difícil como la muerte del Dux de Venecia. - El carácter de Marietta salió desde lo más profundo, pese al dolor que sentía, no se dejaría avasallar por nadie en aquel momento. Fue entonces cuando se levantó para dar respuesta a la última flecha de su prima.
- Efectivamente Paola, ya que soy ahora la mujer de esta casa, déjame a mi organizar todo lo que deba organizar. Los Barbaro están de camino, y Matteo se ha ocupado del aviso al resto. La guardia Turquesa tanto como la personal están al corriente de lo acontecido. - Sus palabras contundentes terminaron aquí, continuar aquella conversación sería entrar de nuevo en disputa. Se alisó la falda que momentos antes arrugó, y se dirigió a la puerta de la sala. - Necesito tomar algo de aire fresco.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
Al principio, cuando Marietta decidió abandonar al resto de sus parientes, hubo silencio. El palazzo Dario poseía un pequeño jardín trasero cercado donde abundaba la vegetación y se ofrecía el descanso. La entrada principal del palacio solía ser la del canal, aunque ésta era utilizada en el caso de grandes multitudes siempre que los Dario decidieran despejar alguna aglomeración en los salones de entrada. El piar de los pajarillos y el ajetreo de las calles eran lo único que discordaba en el ambiente.
Sin embargo y al cabo de un tiempo, dos voces se alzaron en el interior de la casa en una discusión a pleno pulmón. Parecían ser un hombre y una mujer, de mediana edad ambos, pero el reverberar de las paredes silenciaba tanto sus nombres como el contenido de sus gritos.
Marietta no tuvo demasiado tiempo a reaccionar cuando al jardín salieron Matteo y Paola, cogiendo el primero del brazo a la segunda, como si la instara a acompañarle por motivos imperiosos. Matteo soltó a la mujer y ésta pareció terminar de zafarse, como si le incomodara el gesto. Esperaron unos instantes en silencio hasta que el hombre cabeceó, como invitando a Paola a hablar
- Ya me conoces, … - Matteo la interrumpió. Le dio un codazo e hizo un gesto de mantener las formas. – ya me conocéis, prima mía. Si hago esto, lo hago por nosotros. Por los Dario. Por mantener el honor que nos pertenece y que por fin en mucho tiempo hemos recobrado. hizo una pausa. - Pero reconozco que es tu … vuestro padre, mi tío, quien lo ha conseguido, quien lo carga sobre sus espaldas. Es gracias a él que estamos aquí. Y vos no solo sois su hija, sino su mano derecha. Os ha elegido como secretaria.
La familia… - Paola parecía dudar. – bueno, yo no sé quién es ahora nuestro cabeza de familia, pero vos sois ahora la heredera conforme a las leyes, la secretaria en funciones, y la persona que debe gestionar esta casa… - miró a Matteo, que asintió con aprobación. En vista del estado de Francesco y Armando, él era el único que podía levantar una nota discordante en Ca Dario. – me disculpo, me disculpo por mis palabras y quiero que sepas que tienes mi apoyo. Yo… Yo solo quiero que Giovanni vuelta con nosotros, y que salgamos de ésta – su rostro se entristeció bruscamente, casi pidiendo el consuelo de Marietta. Sacó un pañuelo.
- Tenéis que disculpar a mi hermana, pero la situación le ha superado. – Matteo hablaba con más calma. Había mostrado entereza en la muerte de su hermano mayor, y la muerte de su esposa le había hecho superar el resto de las pruebas. – Giovanni ha sido para nosotros lo que Fabrizio fue durante muchos años… - no dijo más. Para todos era conocido lo mucho que afectó la muerte de Fabrizio a Paola. Ella misma recibió las palabras con dolor, y se sentó en un banco de piedra con el corazón a flor de piel, apenada.
- pero Paola tiene razón en algo. Vos, Marietta, sois secretaria de la Signoría. El mismo Palazzo Ducal no puede aguantar demasiado sin colapsar si no comenzáis a actuar pronto. A solucionar los problemas de nuestras gentes, a aplicar la ley, y a representar a nuestra ciudad frente al pueblo. – durante estos días, el Tesorero se había encargado de la mayoría de los asuntos más urgentes, aplazando algunos y delegando los que menos en Marietta. Giovanni en sus momentos de lucidez, había también abordado lo que podía. Pero la situación era complicada. - No solo sois miembro de los Dario, no solo sois mujer, no solo hija de alguien que sufre. Vuestro dolor está permitido, pero al servicio de las funciones de vuestro cargo. – Matteo había sido embajador en España durante algunos años, parecía hablar desde un tono realista que no ocultaba su desacuerdo. – La Signoría, el papel que ocupamos hoy en nuestra República, implica una gran responsabilidad. Hoy descansa en vuestros hombros, Marietta, y ninguno de nosotros puede hacer sino apoyaros en vuestras decisiones, que no pueden dejar de ser tomadas.
Paola pareció volver a la conversación. Se había recompuesto como un hierro candente después de recibir agua. Habló con vehemencia. – Giovanni solo lleva un mes en el cargo. Lo que ocurre hoy no solo nos exige presencia, mantener nuestra cabeza alta, sino acciones. No sé quién ha podido actuar, pero es demasiada coincidencia. Las funciones de un Dux pueden esperar, no solo se gobierna Venecia desde el Palacio Ducal, pero no pueden esperar la injusticia o el crimen. Ni siquiera estoy segura de nuestra seguridad si Giovanni nos deja. Y tampoco es casualidad que los Cantieri no hayan llegado todavía. – miró a Matteo. - ¿no hay otro médico? ¿Nadie puede salvarle?
- No te precipites, hermana. No creo que sea el momento de acusar a nadie. No tenemos ni pruebas ni la mente fría. – volvió a Marietta. – pero sí que tenemos que tomar precauciones para cuando estemos preparados. Y comenzar a investigar, inmediatamente. Quienes quieren a Giovanni muerto quieren el mal para Venecia. Somos lo único que queda entre ellos y su objetivo.
Sin embargo y al cabo de un tiempo, dos voces se alzaron en el interior de la casa en una discusión a pleno pulmón. Parecían ser un hombre y una mujer, de mediana edad ambos, pero el reverberar de las paredes silenciaba tanto sus nombres como el contenido de sus gritos.
Marietta no tuvo demasiado tiempo a reaccionar cuando al jardín salieron Matteo y Paola, cogiendo el primero del brazo a la segunda, como si la instara a acompañarle por motivos imperiosos. Matteo soltó a la mujer y ésta pareció terminar de zafarse, como si le incomodara el gesto. Esperaron unos instantes en silencio hasta que el hombre cabeceó, como invitando a Paola a hablar
- Ya me conoces, … - Matteo la interrumpió. Le dio un codazo e hizo un gesto de mantener las formas. – ya me conocéis, prima mía. Si hago esto, lo hago por nosotros. Por los Dario. Por mantener el honor que nos pertenece y que por fin en mucho tiempo hemos recobrado. hizo una pausa. - Pero reconozco que es tu … vuestro padre, mi tío, quien lo ha conseguido, quien lo carga sobre sus espaldas. Es gracias a él que estamos aquí. Y vos no solo sois su hija, sino su mano derecha. Os ha elegido como secretaria.
La familia… - Paola parecía dudar. – bueno, yo no sé quién es ahora nuestro cabeza de familia, pero vos sois ahora la heredera conforme a las leyes, la secretaria en funciones, y la persona que debe gestionar esta casa… - miró a Matteo, que asintió con aprobación. En vista del estado de Francesco y Armando, él era el único que podía levantar una nota discordante en Ca Dario. – me disculpo, me disculpo por mis palabras y quiero que sepas que tienes mi apoyo. Yo… Yo solo quiero que Giovanni vuelta con nosotros, y que salgamos de ésta – su rostro se entristeció bruscamente, casi pidiendo el consuelo de Marietta. Sacó un pañuelo.
- Tenéis que disculpar a mi hermana, pero la situación le ha superado. – Matteo hablaba con más calma. Había mostrado entereza en la muerte de su hermano mayor, y la muerte de su esposa le había hecho superar el resto de las pruebas. – Giovanni ha sido para nosotros lo que Fabrizio fue durante muchos años… - no dijo más. Para todos era conocido lo mucho que afectó la muerte de Fabrizio a Paola. Ella misma recibió las palabras con dolor, y se sentó en un banco de piedra con el corazón a flor de piel, apenada.
- pero Paola tiene razón en algo. Vos, Marietta, sois secretaria de la Signoría. El mismo Palazzo Ducal no puede aguantar demasiado sin colapsar si no comenzáis a actuar pronto. A solucionar los problemas de nuestras gentes, a aplicar la ley, y a representar a nuestra ciudad frente al pueblo. – durante estos días, el Tesorero se había encargado de la mayoría de los asuntos más urgentes, aplazando algunos y delegando los que menos en Marietta. Giovanni en sus momentos de lucidez, había también abordado lo que podía. Pero la situación era complicada. - No solo sois miembro de los Dario, no solo sois mujer, no solo hija de alguien que sufre. Vuestro dolor está permitido, pero al servicio de las funciones de vuestro cargo. – Matteo había sido embajador en España durante algunos años, parecía hablar desde un tono realista que no ocultaba su desacuerdo. – La Signoría, el papel que ocupamos hoy en nuestra República, implica una gran responsabilidad. Hoy descansa en vuestros hombros, Marietta, y ninguno de nosotros puede hacer sino apoyaros en vuestras decisiones, que no pueden dejar de ser tomadas.
Paola pareció volver a la conversación. Se había recompuesto como un hierro candente después de recibir agua. Habló con vehemencia. – Giovanni solo lleva un mes en el cargo. Lo que ocurre hoy no solo nos exige presencia, mantener nuestra cabeza alta, sino acciones. No sé quién ha podido actuar, pero es demasiada coincidencia. Las funciones de un Dux pueden esperar, no solo se gobierna Venecia desde el Palacio Ducal, pero no pueden esperar la injusticia o el crimen. Ni siquiera estoy segura de nuestra seguridad si Giovanni nos deja. Y tampoco es casualidad que los Cantieri no hayan llegado todavía. – miró a Matteo. - ¿no hay otro médico? ¿Nadie puede salvarle?
- No te precipites, hermana. No creo que sea el momento de acusar a nadie. No tenemos ni pruebas ni la mente fría. – volvió a Marietta. – pero sí que tenemos que tomar precauciones para cuando estemos preparados. Y comenzar a investigar, inmediatamente. Quienes quieren a Giovanni muerto quieren el mal para Venecia. Somos lo único que queda entre ellos y su objetivo.
Fortuna- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 27/03/2013
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
-No parece que mi esposa esté disfrutando demasiado con la conversación...- la viril y educada voz de Vincenzo resonó en los jardines del palacio. Sus botas se aproximaron hacia ellos mientras su presencia parecía generar distancias entre los dos hermanos y Marietta. El hombre se acercó hasta situarse junto a su esposa y le concedió un tierno beso en la sien. Acto seguido alzó la mirada hacia Paola y Matteo y frunció ligeramente el ceño.
-Me gustaría conversar a solas con mi esposa, según he oído hay un gran alboroto en el gran salón... ¿Por qué no vais a ver que ocurre?- la mirada del hombre se volvió paulatinamente más amable y su hermosa sonrisa puso el punto y final a aquella tensa situación. Paola y Matteo no le eran desagradables, pero Vincenzo se había prometido hacer de la vida de Marietta un vergel radiante, y no podría conseguirlo con aquellos dos agoreros.
-Me gustaría decirte lo preciosa que estás, pero esos labios alicaídos no le hacen justicia a tu belleza...- Vincenzo y su aura de calor trajeron a Marietta unos segundos de respiro. A pesar de estar prometidos desde niños, no habían compartido muchas vivencias juntos. No obstante, él era un embajador... un diplomático y era muy docto en las labores del habla.
Tras el sencillo piropo, los ojos de Vincenzo se dirigieron a la tierra y sus cejas se encogieron en un gesto de cariño y cuidado, su mano acarició con delicadeza las mejillas de ella... parecían a punto de convertirse en hermosos saltos de agua.
-¿Cómo se encuentra? He llegado lo más rápido que he podido, mi amor.
-Me gustaría conversar a solas con mi esposa, según he oído hay un gran alboroto en el gran salón... ¿Por qué no vais a ver que ocurre?- la mirada del hombre se volvió paulatinamente más amable y su hermosa sonrisa puso el punto y final a aquella tensa situación. Paola y Matteo no le eran desagradables, pero Vincenzo se había prometido hacer de la vida de Marietta un vergel radiante, y no podría conseguirlo con aquellos dos agoreros.
-Me gustaría decirte lo preciosa que estás, pero esos labios alicaídos no le hacen justicia a tu belleza...- Vincenzo y su aura de calor trajeron a Marietta unos segundos de respiro. A pesar de estar prometidos desde niños, no habían compartido muchas vivencias juntos. No obstante, él era un embajador... un diplomático y era muy docto en las labores del habla.
Tras el sencillo piropo, los ojos de Vincenzo se dirigieron a la tierra y sus cejas se encogieron en un gesto de cariño y cuidado, su mano acarició con delicadeza las mejillas de ella... parecían a punto de convertirse en hermosos saltos de agua.
-¿Cómo se encuentra? He llegado lo más rápido que he podido, mi amor.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
Aire fresco. Era todo cuanto necesitaba en aquel instante. La situación la superaba por completo. En cuestión de dos semanas, estaba perdiendo al único miembro de su familia, y ahora además, parecía que de la noche a la mañana todo el peso de Venecia y su familia caía sobre sus hombros. Tragó saliva, respiró hondo, necesitaba que Dios en aquel momento la ayudase.
No quedó sola el tiempo que al menos necesitaba. Matteo y Paola se acercaron a ella. Asintió sincera a las palabas de su prima, ciertamente en ocasiones le perdían las formas, pero sabía que en el fondo solo buscaba el bien familiar. Miraba alternativamente a uno y otro en sus discursos. No le gustaba lo que oía, se negaba a si misma aquella posibilidad tanto como la posibilidad de perder a su padre pese a lo que los maestres y galenos augurasen. Ella, no estaba preparada para todo lo que se le venía encima.
Demasiada información, demasiados reproches, demasiadas responsabilidades... Los nervios volvían a poseer su razón. Sentía la boca seca, sentía que el aire del patio exterior era insuficiente, que el corazón latía con tanta fuerza que sus propio latidos ensordecían las palabras de sus primos. Solo quería gritar y llorar, romper con aquella tensión que la carcomía.
Fue la voz de Vincenzo quien ancló su razón al suelo. Agarró su fornido brazo con la intención de no desvanecerse. Entornó los ojos al tacto del suave beso, gesto que agradeció con fervor en aquel momento. La templanza volvió a su piel, y una delicada sonrisa se dibujó en sus labios mientras le miraba.
- Me alegro tanto de verte. - Y así era, demasiado tiempo sin observar su enigmática mirada. Era afortunada sin duda y así lo sentía. Tenía a su lado a un hombre bueno, noble y valiente. ¿Qué más podía pedir?.
Miró a Matteo con gesto cómplice a modo de despedida. Sabía que aquella conversación volvería tarde o temprano, pero en otro momento y lugar. Escuchó entonces a su marido, siempre poseia las palabras adecuadas para cada ocasión.
- El medico dice... que de hoy... - Frunció el ceño, bajó la mirada hasta los bordes de su falda. Apretó la mano con la que se había agarrado a su brazo y pensó para sí misma, que dar crédito a eso, era aceptar una realidad que no quería ver. - Albergo la esperanza Vincenzo de que padre aun pueda recuperarse. - Repetir esas palabras servirían para creerlas un poco más.
- La situación en Ca Dario es difícil. No puedo soportar tanto peso sobre mis hombros, no estoy preparada para esto. - Mantenía la mirada perdida, por alguna razón las lágrimas no fluían de sus ojos.- Necesito tiempo, todo está pasando muy deprisa. - Alzó ahora la mirada hasta sus ojos, tomó aire y sonrió para él. - Gracias por venir, no sé qué haría sin ti a mi lado. Por favor mi amor, quédate. Quédate conmigo hasta que todo esto pase...
No quedó sola el tiempo que al menos necesitaba. Matteo y Paola se acercaron a ella. Asintió sincera a las palabas de su prima, ciertamente en ocasiones le perdían las formas, pero sabía que en el fondo solo buscaba el bien familiar. Miraba alternativamente a uno y otro en sus discursos. No le gustaba lo que oía, se negaba a si misma aquella posibilidad tanto como la posibilidad de perder a su padre pese a lo que los maestres y galenos augurasen. Ella, no estaba preparada para todo lo que se le venía encima.
Demasiada información, demasiados reproches, demasiadas responsabilidades... Los nervios volvían a poseer su razón. Sentía la boca seca, sentía que el aire del patio exterior era insuficiente, que el corazón latía con tanta fuerza que sus propio latidos ensordecían las palabras de sus primos. Solo quería gritar y llorar, romper con aquella tensión que la carcomía.
Fue la voz de Vincenzo quien ancló su razón al suelo. Agarró su fornido brazo con la intención de no desvanecerse. Entornó los ojos al tacto del suave beso, gesto que agradeció con fervor en aquel momento. La templanza volvió a su piel, y una delicada sonrisa se dibujó en sus labios mientras le miraba.
- Me alegro tanto de verte. - Y así era, demasiado tiempo sin observar su enigmática mirada. Era afortunada sin duda y así lo sentía. Tenía a su lado a un hombre bueno, noble y valiente. ¿Qué más podía pedir?.
Miró a Matteo con gesto cómplice a modo de despedida. Sabía que aquella conversación volvería tarde o temprano, pero en otro momento y lugar. Escuchó entonces a su marido, siempre poseia las palabras adecuadas para cada ocasión.
- El medico dice... que de hoy... - Frunció el ceño, bajó la mirada hasta los bordes de su falda. Apretó la mano con la que se había agarrado a su brazo y pensó para sí misma, que dar crédito a eso, era aceptar una realidad que no quería ver. - Albergo la esperanza Vincenzo de que padre aun pueda recuperarse. - Repetir esas palabras servirían para creerlas un poco más.
- La situación en Ca Dario es difícil. No puedo soportar tanto peso sobre mis hombros, no estoy preparada para esto. - Mantenía la mirada perdida, por alguna razón las lágrimas no fluían de sus ojos.- Necesito tiempo, todo está pasando muy deprisa. - Alzó ahora la mirada hasta sus ojos, tomó aire y sonrió para él. - Gracias por venir, no sé qué haría sin ti a mi lado. Por favor mi amor, quédate. Quédate conmigo hasta que todo esto pase...
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
Antes de que Marietta pudiera seguir con su discurso, Vincenzo comenzó a desanudar el cordón de su camisa con una sonrisa muy segura de sí misma. Antes incluso de que el corazón de Marietta se disparara, sus ojos pudieron vislumbrar el pecho tostado de su esposo. Cuando Vincenzo se abrió la camisa, Marietta no pudo evitar apartar la mirada con cierto pudor. Él entonces rió y la hizo mirar con un gesto delicado de la mano.
-Esto me lo hizo un bandido aragonés con el mosquete más traicionero de cuantos he tenido el placer de conocer...- los dedos de Marietta, ayudados por los de él, acariciaron una cicatriz de bala situada por debajo de su clavícula. -Estuve horas inconsciente y cuando desperté ya todos me habían dado la extremaunción. Escribí una nota de despedida para mi madre y dispusimos todo lo necesario para mi partida... pero parece ser que la Parca manteníase ociosa aquel día... y al siguiente y al siguiente...- sonrió mientras volvía a cubrirse.
-Jamás obedezcas palabra alguna que contraríe a tu corazón. Nadie conoce lo que está escrito, sólo Dios. Y por mucho que la familia comente, nadie ha levantado el vaso para comprobar el resultado de los dados.- sonrió y besó su frente con la mayor ternura.
-Siento interrumpir...- la seria voz de Delko emergió desde la puerta.
-Madre te está buscando.- informó con rectitud. Su mirada se dirigía en exclusiva a la de su hermano. Delko era un hombre muy particular, poco hablador y muy recto en sus formas. Su mirada tenía una mezcla de furia y tristeza que hacía que la mayoría de las damas lanzaran suspiros al aire en su presencia. No obstante, él no era un galán, no daba oídos a esas palabras.
-Esto me lo hizo un bandido aragonés con el mosquete más traicionero de cuantos he tenido el placer de conocer...- los dedos de Marietta, ayudados por los de él, acariciaron una cicatriz de bala situada por debajo de su clavícula. -Estuve horas inconsciente y cuando desperté ya todos me habían dado la extremaunción. Escribí una nota de despedida para mi madre y dispusimos todo lo necesario para mi partida... pero parece ser que la Parca manteníase ociosa aquel día... y al siguiente y al siguiente...- sonrió mientras volvía a cubrirse.
-Jamás obedezcas palabra alguna que contraríe a tu corazón. Nadie conoce lo que está escrito, sólo Dios. Y por mucho que la familia comente, nadie ha levantado el vaso para comprobar el resultado de los dados.- sonrió y besó su frente con la mayor ternura.
-Siento interrumpir...- la seria voz de Delko emergió desde la puerta.
-Madre te está buscando.- informó con rectitud. Su mirada se dirigía en exclusiva a la de su hermano. Delko era un hombre muy particular, poco hablador y muy recto en sus formas. Su mirada tenía una mezcla de furia y tristeza que hacía que la mayoría de las damas lanzaran suspiros al aire en su presencia. No obstante, él no era un galán, no daba oídos a esas palabras.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
A pesar de ser su marido, aquellas situaciones no dejaban de ruborizarla. Cualquiera podría estar mirándoles desde los ventanales de Ca Dario, y aquel lugar no era propio para ello. Guió su mano hasta su pecho mientras con un gesto de negación bajó la mirada hasta el mismo suelo. Alzó la vista hasta su cicatriz a medida que contaba la historia. No era la primera vez que la veía, sin embargo, en ese momento tomó un significado diferente.
- Bendigo la buenaventura que te devolvió a la vida, y bendigo a Dios, pues por él y su gracia hoy estas a mi lado. Se que debo ser fuerte, y que no debo perder esperanza alguna. - Notó su beso en la frente y de nuevo una fraternal sonrisa se dibujó en su rostro. - Sabes que padre es fuerte, le conoces bien, pero amor mío, tengo miedo. Miedo de que no sea su destino quien depara su muerte sino la voluntad de otro. Y de ser así, buscaré bajo tierra y mar. - Miró a los ojos de su estimado marido con un gesto mucho más seguro del que había mostrado hasta el momento.
La voz de Delko hizo que ambos mirasen a la puerta. Su presencia imponía respeto. Por alguna razón, ella y Delko nunca habían llegado a entablar relación alguna. El carácter del muchacho y su tarea habitual distaban mucho de la monotonía de Marietta. Diferente era la relación con su madre, Eloisa , con quien entablar lazos familiares siempre fue agradable y cercano.
- Parece que la gente comienza a llegar... - Tomó aire de nuevo, dispuesta a enfrentarse con el mayor valor posible a la comprometida situación. Aparentar de nuevo detrás del dolor, lo que Venecia esperaba de los Dario. - Tened cuidado con los Barbarigo, no quisiera que cualquier provocación o problema pudiera desencadenarse hoy. Ya sabes como son. - Acarició su cara con la palma de su mano, como quien amansa a una fiera.- Aunque sinceramente... no creo que aparezcan todos.
Se refería por supuesto a alguien en particular, conocía la opinión de su marido al respecto, pero ella a pesar de todo, no echaría tierra encima de nadie. Aun merecía el respeto que antaño le tuvo, incluso el cariño que antaño se ganó.
- Bendigo la buenaventura que te devolvió a la vida, y bendigo a Dios, pues por él y su gracia hoy estas a mi lado. Se que debo ser fuerte, y que no debo perder esperanza alguna. - Notó su beso en la frente y de nuevo una fraternal sonrisa se dibujó en su rostro. - Sabes que padre es fuerte, le conoces bien, pero amor mío, tengo miedo. Miedo de que no sea su destino quien depara su muerte sino la voluntad de otro. Y de ser así, buscaré bajo tierra y mar. - Miró a los ojos de su estimado marido con un gesto mucho más seguro del que había mostrado hasta el momento.
La voz de Delko hizo que ambos mirasen a la puerta. Su presencia imponía respeto. Por alguna razón, ella y Delko nunca habían llegado a entablar relación alguna. El carácter del muchacho y su tarea habitual distaban mucho de la monotonía de Marietta. Diferente era la relación con su madre, Eloisa , con quien entablar lazos familiares siempre fue agradable y cercano.
- Parece que la gente comienza a llegar... - Tomó aire de nuevo, dispuesta a enfrentarse con el mayor valor posible a la comprometida situación. Aparentar de nuevo detrás del dolor, lo que Venecia esperaba de los Dario. - Tened cuidado con los Barbarigo, no quisiera que cualquier provocación o problema pudiera desencadenarse hoy. Ya sabes como son. - Acarició su cara con la palma de su mano, como quien amansa a una fiera.- Aunque sinceramente... no creo que aparezcan todos.
Se refería por supuesto a alguien en particular, conocía la opinión de su marido al respecto, pero ella a pesar de todo, no echaría tierra encima de nadie. Aun merecía el respeto que antaño le tuvo, incluso el cariño que antaño se ganó.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
Vincenzo hizo un gesto con la mano para que hermano los dejara a solas. Delko, con disciplina, hizo una ligera reverencia con la cabeza y regresó al interior de la casona. La referencia de Marietta hacia los Barbarigo alteró el ritmo cardíaco de Vincenzo; siempre había sabido de su buena relación con esa panda de delincuentes y malhechores. Sin embargo, no se acababa de acostumbrar a la impronta que el cerdo de Gianlucca había dejado en su esposa. Le hacía sentir castrado... menos hombre.
-Descuida, Marietta, no seré yo quien levante el hacha de guerra. Estamos aquí para recordarle a tu familia cuánto pensamos en tu padre, y cuánto sentimos su situación, no para reavivar una disputa más antigua que la sangre.- trató de sonreír para confortarla y acarició el cabello que nacía en su nuca. Poco a poco comenzaron a caminar hacia el interior del palacio.
-Cuando he llegado parecías enfrascada en una conversación muy intensa... ¿Ha ocurrido algo?- dirigió la mirada hacia el interior y comprobó cómo Paola continuaba caminando de un lado para otro, dando órdenes aquí y allá y haciendo que su marido pareciera parte del mobiliario ahí parado enfrente de todos. Vincenzo rió por lo bajo y negó con la cabeza.
-La buena de Paola...- cómo le divertía aquella mujer. Era consciente de que muchas veces sacaba de quicio al más pintado, pero en general le parecía como una de aquellas enanas de la corte de los reyes que los entretenían con sus chanzas y tropiezos. Llegaron al interior del palacio y todo se encontraba en un estado de tensión. Eloisa esperaba sentada en un butacón de terciopelo carmesí, escoltada por el apuesto Delko quien no separaba la mirada del frente. El resto de familiares continuaban con su particular y animada algarabía; tanto que ninguno se percató de que la hija del Dogo estaba de nuevo allí.
-Descuida, Marietta, no seré yo quien levante el hacha de guerra. Estamos aquí para recordarle a tu familia cuánto pensamos en tu padre, y cuánto sentimos su situación, no para reavivar una disputa más antigua que la sangre.- trató de sonreír para confortarla y acarició el cabello que nacía en su nuca. Poco a poco comenzaron a caminar hacia el interior del palacio.
-Cuando he llegado parecías enfrascada en una conversación muy intensa... ¿Ha ocurrido algo?- dirigió la mirada hacia el interior y comprobó cómo Paola continuaba caminando de un lado para otro, dando órdenes aquí y allá y haciendo que su marido pareciera parte del mobiliario ahí parado enfrente de todos. Vincenzo rió por lo bajo y negó con la cabeza.
-La buena de Paola...- cómo le divertía aquella mujer. Era consciente de que muchas veces sacaba de quicio al más pintado, pero en general le parecía como una de aquellas enanas de la corte de los reyes que los entretenían con sus chanzas y tropiezos. Llegaron al interior del palacio y todo se encontraba en un estado de tensión. Eloisa esperaba sentada en un butacón de terciopelo carmesí, escoltada por el apuesto Delko quien no separaba la mirada del frente. El resto de familiares continuaban con su particular y animada algarabía; tanto que ninguno se percató de que la hija del Dogo estaba de nuevo allí.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
Agarró con suavidad el fuerte brazo de su marido y caminó junto a él, apoyando su cabeza en su hombro. Nadie diría que no eran una pareja de recién casados, dispuestos a comenzar una vida juntos. El calor que Vincenzo desprendía, le transmitía cierta tranquilidad y sosiego.
- No ocurre nada. Es solo que los ánimos están crispados. Ahora recae sobre mí el peso de la familia. Creo, que aún no soy consciente de ello. - Se abrazó más fuerte a su brazo. - Pero ellos se encargan a su manera, de hacer que no lo olvide. Y ya sabes cómo es Paola... es... Paola. - Sonrió, él sabía perfectamente lo que opinaba de ella.
No era el lugar apropiado, ni el momento, para comentar nada más acerca de lo que se habló. Se acercaban a los escalones de piedra que separaban el patio del gran salón. Las voces se volvían conocidas a medida que entraban en el palacio.
Su imposta y su pose se tornaron soberbios. Debía estar a la altura de las circunstancias, y lo intentaría con todo su ser. Dios le daría fuerzas para afrontar aquel capítulo de su vida.
Se acercó a Eloisa relajando el gesto, estimaba a esa mujer. Era el alma de los Barbaro y un ejemplo a seguir. Soltó el brazo de su marido para acercarse más a ella.
- Gracias por venir, vuestra compañía es reconfortante en estos momentos tan difíciles. - Miró de soslayo a Delko, se mantenía impasible en aquella situación, como si de una férrea estatua se tratase. - Espero que os estén atendiendo bien.
- No ocurre nada. Es solo que los ánimos están crispados. Ahora recae sobre mí el peso de la familia. Creo, que aún no soy consciente de ello. - Se abrazó más fuerte a su brazo. - Pero ellos se encargan a su manera, de hacer que no lo olvide. Y ya sabes cómo es Paola... es... Paola. - Sonrió, él sabía perfectamente lo que opinaba de ella.
No era el lugar apropiado, ni el momento, para comentar nada más acerca de lo que se habló. Se acercaban a los escalones de piedra que separaban el patio del gran salón. Las voces se volvían conocidas a medida que entraban en el palacio.
Su imposta y su pose se tornaron soberbios. Debía estar a la altura de las circunstancias, y lo intentaría con todo su ser. Dios le daría fuerzas para afrontar aquel capítulo de su vida.
Se acercó a Eloisa relajando el gesto, estimaba a esa mujer. Era el alma de los Barbaro y un ejemplo a seguir. Soltó el brazo de su marido para acercarse más a ella.
- Gracias por venir, vuestra compañía es reconfortante en estos momentos tan difíciles. - Miró de soslayo a Delko, se mantenía impasible en aquella situación, como si de una férrea estatua se tratase. - Espero que os estén atendiendo bien.
Marietta Dario- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 29/12/2012
Re: Dar y recibir [Ca Dario / 1 de febrero]
El ambiente general dentro de la sala había comenzado a decaer. Se acercó un criado a la siempre tan discreta Paola y le susurró una serie de cosas. Mientras tanto, Eloísa dedicó una mirada de afecto a la joven y se alzó sobre sus zapatos forrados en seda roja.
-El día en que, al despertar, mi Vincenzo no te recuerde lo preciosa que eres… házmelo saber, cariño.- sonrió apartando un mechón del rostro de la chica y mirando a Vincenzo con una sonrisa que fingía rencor. Eloísa, a pesar del paso del tiempo, se había mantenido como una de las mujeres más atractivas de toda Venecia. Muchos aseguraban que la muerte de su marido había ayudado en el proceso, dándole más tiempo para ella y menos en el sublime arte de la actuación marital. Calumnias por supuesto.
-Los Barbarigo están aquí.- informó el pequeño siervo, Marco. Vincenzo, quien sonreía divertido ante las ocurrencias de su madre, sufrió en su rostro súbito cambio. Tragó saliva y golpeteó con la yema de sus dedos la fina tela de su pantalón. Parecía que no sabía dónde meterse hasta que su madre, con apenas un gesto de sus manos, apaciguó su ánimo.
-No podemos permitirnos flaquear, Vincenzo. Ésta es tu casa, tu lugar está junto a tu esposa y ningún Barbarigo podrá cambiar eso por muchas cuartas de acero que te deseen entre las costillas.- fue tajante, quizás incluso fría, pero efectiva a una vez. Volvióse hacia la puerta y caminó hacia ella con Marietta del brazo. En el camino chasqueó los dedos para hacer reaccionar a su hijo menor y Delko, cual resorte, comenzó a caminar tras las faldas de su madre. Los cuatro dibujaban un cuadro encantador, rostros hermosos y corazones puros…
-Ánimo ahora, mi niña, estaremos esperándote en el gran salón mientras tú sales a recibir a tus nobles invitados. Ojalá su visita sea finalmente en balde, mis oraciones están con tu padre.- sonrió y le dio una palmadita en el trasero, invitándola a marchar.
Vincenzo y Delko se apostaron a ambos lados de su madre mientras ella mascullaba órdenes o, como gustaba de llamarlas, “sugerencias” para que sus hijos estuvieran espléndidos. Hasta ahora le había salido bastante bien.
-El día en que, al despertar, mi Vincenzo no te recuerde lo preciosa que eres… házmelo saber, cariño.- sonrió apartando un mechón del rostro de la chica y mirando a Vincenzo con una sonrisa que fingía rencor. Eloísa, a pesar del paso del tiempo, se había mantenido como una de las mujeres más atractivas de toda Venecia. Muchos aseguraban que la muerte de su marido había ayudado en el proceso, dándole más tiempo para ella y menos en el sublime arte de la actuación marital. Calumnias por supuesto.
-Los Barbarigo están aquí.- informó el pequeño siervo, Marco. Vincenzo, quien sonreía divertido ante las ocurrencias de su madre, sufrió en su rostro súbito cambio. Tragó saliva y golpeteó con la yema de sus dedos la fina tela de su pantalón. Parecía que no sabía dónde meterse hasta que su madre, con apenas un gesto de sus manos, apaciguó su ánimo.
-No podemos permitirnos flaquear, Vincenzo. Ésta es tu casa, tu lugar está junto a tu esposa y ningún Barbarigo podrá cambiar eso por muchas cuartas de acero que te deseen entre las costillas.- fue tajante, quizás incluso fría, pero efectiva a una vez. Volvióse hacia la puerta y caminó hacia ella con Marietta del brazo. En el camino chasqueó los dedos para hacer reaccionar a su hijo menor y Delko, cual resorte, comenzó a caminar tras las faldas de su madre. Los cuatro dibujaban un cuadro encantador, rostros hermosos y corazones puros…
-Ánimo ahora, mi niña, estaremos esperándote en el gran salón mientras tú sales a recibir a tus nobles invitados. Ojalá su visita sea finalmente en balde, mis oraciones están con tu padre.- sonrió y le dio una palmadita en el trasero, invitándola a marchar.
Vincenzo y Delko se apostaron a ambos lados de su madre mientras ella mascullaba órdenes o, como gustaba de llamarlas, “sugerencias” para que sus hijos estuvieran espléndidos. Hasta ahora le había salido bastante bien.
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Fecha de inscripción : 26/12/2012
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