Correrías por Venecia [Día 1 de Febrero / Plaza de San Marcos]

Los versos fluyeron de los labios de Iulio Barbarigo, mientras se incorporaba poniéndose al lado de Regina. Acelero el paso para colocarse a su lado.

- Escuchad, Regina, los que vuestra musa me ha inspirado. Mi corazón anhela vehementemente que mi .buen primo se canse de vos para corráis rauda a mis brazos. - los otros hombres que servían de escolta de Gianlucca rieron con ganas, Iulio era un tipo ingenioso, eso lo había convertido en uno de los miembros del gremio de dársenas y uno de los principales puntales del poder Barbarigo. - Pero mientras, satisfaced a mi primo, según cuentan las leyendas, ninguna mujer lo ha conseguido sola, hicieron falta tres a la vez para conseguirlo por primera vez y aún así una de ellas desfalleció por el cansancio.

Soltó una carcajada y varios le siguieron mientras disimuladamente se colocaban en una posición que les permitiría proteger al lider de la familia. Iulio estaba a la izquierda mientras que Tornatore uno de los mejores amigos de Gianlucca y uno de los maestros también del gremio de dársenas se colocaba a la derecha.

- Déjate de boberías, Iulio, vamos a lo que importa ¿cómo ha ido ahí dentro? ¿Has conseguido lo que buscabas? - Tornatore era práctico y decidido actuaba con rapidez pero con eficacia, de ahí su papel de tesorero. A pesar de ello la amistad que le unía con el Barbarigo era más grande que sus responsabilidades y prefería pasar la mañana escoltando a su amigo que rodeado de burocracia. Además siempre podrían encontrar una buena pelea.

- Si fuérais la mitad de inteligente que de ingenioso, mi buen Iulio, le habríais arrebatado el puesto a Pellegrino tiempo ha. - Había soltado un suspiro, mientras negaba con la cabeza y mantenía aquella media sonrisa. Acercó un poco más con su brazo a Regina, en un infantil y a drede intento de alejarla de su amigo. - Y aún así, no sois tan ingenioso como pensáis. Y desde luego no tan inteligente.

Gianlucca volvía a portar su gorro verdoso, y cruzaba la plaza en un paso lento pero seguro junto a sus compañeros. Se encontraban realmente cerca de la sede de los Barbaro, y aunque en este lugar no solían haber problemas, tal vez sus pasos le acercaran más de lo que requería la lógica y encontrarse solo no facilitaría su victoria. ¡Pero hoy no era día de eso! Hoy era un día dedicado a su familia.

- Bueno, he conseguido un nuevo cocinero. - Se quedó callado y miró a su alrededor, todos le observaban extrañados y sin decir una sola palabra. Tras unos instantes, Gianlucca comenzó a reír sonoramente, y fue acompañado por ellos. - Se ha hecho lo que se tenía que hacer, ahora pienso volver al Palazzo y olvidarme de todo. De la familia, de los Barbaro, del Dogo, de Ca Dario, ¡lugar por cierto al que tal vez debería acudir, pero antes preferiría ir al matadero! No, de tí por supuesto que no me olvido, Regina.

¡Menudo momento había elegido el Dogo para morirse! A un día de una celebración más que interesante, al menos para alegrar la vista y el corazón de todo hombre que sepa apreciar la belleza de una flor aún por florecer, y que de seguro se vería manchado por la lúgubre solemnidad que requería la muerte de tan ilustre personaje. ¿Cómo iban a transparentarse los dulces y tiernos pechos de las muchachas en negras y tristes sedas de luto?

Iulio rió carcajadas mientras ponía un paso de distancia con Regina. Observó alrededor de la plaza cruzando la mirada con todos aquellos que pasaban cerca. Era tradición de buen patricio no bajar los ojos ante ningún igual o inferior, además debía estar atento ante cualquier peligro, por lo cual su mano no se separaba de la empuñadura de su acero.

- Pues descansa primo, porque creo que en poco tiempo no quedará sino batirse. - dejó el comentario en el aire el tiempo suficiente para que llamara la atención - Nos hemos enterado por Loretto que Delco Barbaro no quiere acabar el carnaval sin haber desvirgado a la anfitriona del carnaval. Si lo consigue, lo habrá hecho por cuarto año consecutivo. Esto es una humillación, sobre todo si tenemos en cuenta que dos de las otras tres habían sido patrocinadas por nuestra familia.

- Pero no has escuchado, Iulio, el bueno de Gianlucca no quiere escuchar sobre nada de esto. A veces tienes la cabeza más dura que la estatura de San Marcos. - le interpeló Tornatore agitando la mano con los dedos cerrados en un pico.

Iulio hizo un gesto de desprecio y entonces su mirada se clavó en el cocinero que acompañaba a su señor que no paraba de boquear como si fuera un pescado. Sacudió la cabeza:

- Habla maldito, si sigues abriendo y cerrando la boca, te trincharé como un pescado y te asaré para cenar.

Leptio se sobresaltó y enderezó su postura:

- Ha... Hace un par de noches escuché en las cocinas que Delco Barbaro estaba persiguiendo a una dama Foscari, Danae creo que es su nombre.

- Y posiblemente fuera verdad. Pero ese pastel no podrá llevárselo ni siquiera el guaperas de Delco, la dama está enamorada de un muerto. Deberá buscarse una víctima alternativa a la que partirle el corazón, quizás a la virago de Eurydice Diomedes, es la mejor amiga de Danae, pero según cuenta se hizo forjar una bragas de hierro para que ningún hombre pudiera metérsela jamás, pero oye ese bastardo ha conseguido hacer picar a peces más testarudos.

Una llama, la eterna e imperecedera llama de su interior, brotó tan fuerte y vivaz que Gianlucca bien podría haber recorrido Venecia de punta a punta. Y a nado. ¡Delko Barbaro, el segundón y rata a la sombra de su hermano! ¡Si poca sombra ejercía el primogénito, qué esperar del pequeño picanabos! Pero parecía que era oír al bueno de Tornatore para que se diera cuenta de lo mucho que necesitaba un baño. Se pasó dramáticamente dos dedos por la sien, fingiendo un repentino dolor de cabeza, al tiempo que levantaba la mano para que las palabras hicieran mella en Iulio.

- ¡Leptio, buen Leptio! - Casi se había olvidado de la presencia del cocinero allí. ¡Qué suerte tenía de que le vieran en plena plaza San Marcos acompañado a tan distinguido personaje como era él! - Si seguís así haremos buenas migas tú y yo. Así que una Foscari, antes prefiero verme colgando de una soga en Dorsoduro que dejar que ponga las manos encima a esa tal Donata.

- Danae. - Corrigió Regina.

- Como sea, los Barbarigo tienen buena relación con los Foscari, y a mí se me ha ocurrido la genial idea de estrechar aún más los lazos con esa familia. ¡Por favor, tan solo mirad al resto! Todos muertos de hambre, y los Diómedes, que empezaron el luto al Dogo con semanas de antelación. Los Foscari son la única familia nobelesca que merece la pena ser llamada hermana y amiga de los Barbarigo. Sin ofender a tu parte Fortuna, Michelleto, por muy lejos que te alcance de sangre. - Danae, ese nombre le recordaba a alguien... ¡Ah, sí! Aquella estirada y fría cuarentona que había venido del oeste, diciendo ser hermana de "no sabía quién" noble importante, que tenía el sobrenombre del "Rey Venado". A Gianlucca le hizo mucha gracia en su momento, imaginando la razón de por qué semejante nombre, por lo que lo recordaba bien aún a pesar de los años pasados. Y es que ni siquiera aquella estatua viviente se había resistido a poner el trasero en alto y...

- He oído hablar de la capitana Eurydice, dicen que es una auténtica mujer de hierro.

- Es el ser más abominable, férreo y aburrido que os podéis cruzar en esta ciudad. - Intervino Gianlucca. No había olvidado de que aquella mujer había sido la razón por la que fue expulsado de la Academia Militar, y no es que la afectase demasiado el hecho, fue más la vergüenza pasada. Y pesar que él una vez... - ¡Bendita sea Danae por amar a un muerto, y bendito sea ese muerto, se trate de quién se trate!