[Sur de Fornost] Flechas en la niebla [4 de octubre]

La mañana se había levantado húmeda y fría, la niebla era tan espesa que incluso se plantearon la posibilidad de permanecer ocultos hasta que se disipase. Finalmente, se había hecho menos densa y Dalrod había ordenado emprender la marcha, era mejor no perder el tiempo, pues no sabían nada de Alden y Estian desde que se había separado de ellos, ni tenían la mínima pista del paradero de Haleth, ni del destino que había corrido.

Evitaban los caminos y preferían los bosques y formaciones rocosas que les ofrecieran cierto refugio frente a las miradas de ojos poco amistosos. Iban en busca de aliados, pero en aquellos tiempos, lo más sencillo era encontrar enemigos.

Brad y Hamar abrían la marcha, el grupo se había adentrado en un frondoso Bosque a menos de una jornada de Fornost. Aquel era un buen lugar para ocultarse del enemigo, pero también lo era para que fuese el enemigo quien se escondiera, por lo que avanzaban con cautela y con las armas prestas. Dalrod y Theobald se movían sigilosos junto a Aldebran, ambos mantenían sus lanzas bajas pero bien aferradas, Brad y Hamar empuñaban sus arcos y sendas flechas reposaban en sus cuerdas.

— Este será un buen lugar para descansar — dijo entonces Dalrod en un leve susurro que solo Aldebrán y Theobald pudieron escuchar — Avanzaremos un poco más y pararemos para comer.

La calma siguió unos pocos minutos, pero los planes del líder del grupo se quebraron con el crujido del primer arco al tensarse.

Brad y Hamar reaccionaron apuntando con los suyos hacia donde había venido el sonido, pero pronto vieron al menos una docena de figuras encapuchadas surgiendo de entre los arbustos. Cada uno sujetaba un arco y sus flechas apuntaban sin vacilar hacia todos los miembros del grupo.

— Soltad vuestras armas y os permitiremos hablar — dijo una voz que la niebla hizo rebotar impidiendo así saber de quién provenía.

Petición:

El Matalobos estaba disponiéndose a ir a revisar el origen del sonido tras los arbustos, cuando se vio sorpresivamente frente a una figura encapuchada. Sin siquiera dudarlo, se lanzó al suelo y rodó hacia el árbol a su lado, cubriéndose de sea lo que fuese que había aparecido. A los pocos segundos se dio cuenta que se había caído sobre una piedra con la rodilla, y estaba levemente herido. Una mueca en su rostro denotó ello.

Miró en derredor preocupado, pues no esperaba una emboscada, y vio con pavor que había por lo menos el doble de figuras encapuchadas que de hombres bajo su mando.

"Mierda y más mierda", pensó con impotencia, "¿Quiénes son ellos, que no pude sentir sus movimientos? Nunca me había enfrentado a algo así..."

Respiró profundamente, y vio que sus hombres no sabían que hacer y se miraban entre sí. Recuperando su temple, Aldebrán se puso de pie dejando ver su gran espada y su rostro, y se puso entre sus hombres y los encapuchados. Sabía que la causa estaba perdida si intentaban hacer frente, mas confiaba en que ya no volverían a sorprenderlo. Dejó caer su arma esperando que los demás hicieran lo mismo.

- Si sois sirvientes de Sauron, al menos dejadnos morir en combate limpio -dijo Aldebrán intentando ganar tiempo, mientras sentía la hoja de su daga rozar impaciente su pierna izquierda, esperando actuar tan pronto fuera posible.

¡Perdón por la demora!: