Prólogo: Viento del oeste

El hombre permanecía con las manos apoyadas sobre el tablero que hacía las veces de mesa con la mirada fija en el interior del largo y estrecho cofre. Tras un momento alzó la cabeza y contemplo al elfo que había frente a él.

— ¿Qué diferencia supondría? — dijo negando con la cabeza — No es más que una reliquia sin poder.

— Esperanza — replicó el elfo, contemplando al hombre, que recorría lentament e el discreto pabellón de tela de arpillera.

— ¿Esperanza? — una sonrisa se dibujo en el rostro del hombre curtido por los años y el clima, una sonrisa mas melancólica que alegre — La supervivencia es la única esperanza que nos queda, Erestor. Tu propio pueblo vive arrinconado, defendiéndose del Enemigo como un gato acorralado, el mío… — detuvo su vaivén por la tienda y bajó la mirada a la suave hierba que hacía las veces de alfombra natural — el mío es su esclavo o peor… su títere.

— Sauron cayó una vez — replicó Erestor —, puede volver a hacerlo.

El hombre miró de nuevo al elfo, su mirada albergaba la duda.

— Tu mismo lo viste — continuó el elfo, señalando otro cofre que reposaba en una esquina del pabellón, más pequeño, cubico y de metal — Te teme, Elessar, te reconoció y te teme. Tú eres la esperanza de tu pueblo — el elfo se plantó frente a él y le puso una mano en el hombro — No eres solo un hombre, Elessar… ¡Eres un símbolo! — la sonrisa del elfo reflejó toda la amistad que habían compartido durante largos años — Y eso no es solo una espada.

Elessar volvió lentamente a mirar la caja que reposaba todavía sobre la mesa y contempló el brillante filo de Anduril.