Prólogo: El mensaje de Elbereth

El mundo había cambiado. Lo sabía el bosque, que lo había visto cambiar tantas veces. Lo sabía el mar, que en más de una ocasión lo había hecho cambiar. Lo sabían las impasibles montañas. Lo sabía el cielo cambiante del día y el estrellado de la noche.

Los elfos, que lo habían habitado antes que ninguno de los hijos de Ilúvatar. Los elfos, que en su tiempo habían sabido anticipar los cambios. Los elfos, que se vanagloriaban de saber leer las señales. Esos elfos, en cambio, lo habían olvidado.

Aquellos que se sirvieran de la noche para leer las estrellas y no para dormir preferían ahora emplearse en otros quehaceres. Aquellos que habían dedicado su vida a la Tierra Media preferían ahora dejarla a su suerte.

Pero ajeno a ellos, el mundo que había cambiado tantas veces necesitaba otro cambio. Las estrellas lo sabían y brillaban más que nunca. Pero los elfos estaban dormidos.

Por eso pasó mucho tiempo antes de que vieran el mensaje. Y mucho más antes de que recordaran cómo se leía.

Y, a través de las estrellas, Elbereth habló a los elfos.