Un hombre de verdad (1 de Mayo)

El incesante teclear acompañaba perfectamente a tan dulce melodía. Era la una de la mañana. El londinense de a pie hacía mucho que había dejado de contar ovejitas para sumergirse de forma irremediable en el más profundo de los sueños. Pero él no era un londinense de a pie.

"Tu_reina_negra" está escribiendo...

Ésa era una de las frases más excitantes para Phill. Desde hacía varias semanas, la muchacha que se escondía tras aquel sugerente pseudónimo había logrado despertar en él impulsos básicos, casi primitivos. Carcajadas, ternura y alguna que otra lágrima eran las culpables de que en el corazón de McLyon se hubiera instalado aquel rostro angelical que apenas contaba 15 primaveras y que, aún así, demostraba cada día ser mucho más mujer que tantas otras.


-Hoy te noto más callado Phill.- dijo en un perfecto inglés. La muchacha demostraba gran soltura para comunicarse de aquella forma. Phill aún recordaba la primera vez que escuchó su voz al otro lado de la línea. Los vellos del brazo se le erizaban con cada golpe de aire a través de sus carnosos labios. Cualquiera que creyera en la magia, deduciría que todo se trataba de un hechizo. - ¿Es por algo que he dicho? Perdóname, ya sabes que yo sólo quiero verte sonreír.

Las aspas del ventilador resonaban de fondo en la habitación de la muchacha. Guatemala quedaba muy lejos y el calor parecía no querer abandonar nunca sus selvas. Aunque, ¿quién podría culpar al calor de no querer abandonar a semejantes ninfas? Si tan sólo una gota de su sudor pudiera caer sobre los labios correctos...

"Tu_reina_negra" está escribiendo...

El corazón le dio un pequeño vuelco, fruto de la sorpresa y la impaciencia. Una carita sonriente, o el emoticono de los besitos, no hacía falta escribir una sola palabra a modo de saludo.

"TheGentleBear" ha recibido una invitación para iniciar chat de voz....

Clickeó sobre el botón (Aceptar) cinco veces más de las necesarias. Escuchar su voz, tras un par de días ausente que para él habían significado décadas de espera, le llenó de una extraña sensación de tranquilidad. Como si todo volviera a su sitio, y los engranajes del reloj volvieran a funcionar sin problemas. Sus risitas le hacían sonreír como un estúpido a la pantalla del ordenador, sin dejar de poder observar la pequeña imagen de ella, sonriente y pícara, de su avatar.

La canción, cuyo estribillo no tenía ni idea de qué significaba realmente, se había abierto paso en su cabeza como un taladro y no dejaba de dar vueltas por ella como si se tratara de uno de aquellos viejos tocadiscos que tenía su madre en casa, cuando era niño. Un tocadiscos por el que habían pasado temas de The Beatles y de Dusty Springfield, y cuyo recuerdo ahora tenía que conformarse con Lecherita. Lecherita. La única palabra en español que era capaz de reconocer en ella.

- N-no, por favor Martina, como puedes pensar eso. - Sospechaba, o más bien sabía con seguridad, que Martina no era su verdadero nombre. Pocas veces uno usaba su nombre real, aunque él había quedado tan fascinado por aquella exótica joven que había "bajado la guardia", como se decía a veces. A pesar de llevar tanto tiempo hablando con ella, aún se ponía nervioso buscando las palabras adecuadas e intentando hacer sonar su voz mejor de lo que era. Había incluso practicado delante del espejo, la última vez que se había mirado en él. - Eres de lo poco que me hace sonreír ahora mismo, no podría enfadarme contigo, jeje. - Soltó una risa queda, con aquella monótona dicción suya. - Es solo que hace poco fue el cumpleaños de mi hija mayor,  y no me ha respondido al email que le envié. Tal vez no lo haya leído, estará muy ocupada estudiando... Es por eso que estoy un poco triste. Un poco "depre"    , jeje.

Sí, le había hablado de su ex-mujer y de sus hijas, aunque no había usado sus nombres. Ella también le había contado problemas suyos muy importantes, como el bajón que sufrieron sus notas el último trimestre y cómo sus padres le habían amenazado con prohibirle conectarse al ordenador, o el casi acoso que estaba recibiendo por parte de un chico de su clase, perdidamente enamorado de ella. No culpaba a aquel crío. Martina tenía sus problemas y no dudaba en contárselos todos, a él, su amigo y mejor confidente... ¿Por qué no podía él hacer lo mismo? Si Claire no quería responderle al email pues bueno, lo aceptaría. Pero no podría perdonarse que Martina pensara mal de él.

- Te he echado de menos, el chat no ha sido lo mismo estos días sin tí...

¿Ah, sí?- la sonrisa pícara de la muchacha se congeló durante unos instantes en la pantalla. Errores así eran cada vez más comunes en sus conversaciones, lo que solía acabar con la paciencia de Martina fácilmente. Seguro que se lo dices a todas...- dijo en un tono sugerente.

Repentinamente, un haz de luz cayó sobre el rostro de la chica la cual miró hacia su derecha. Phill pudo observar el gesto de temor de Martina. Un hombre le espetó un par de frases en español a lo que su reina negra respondió con una súplica que no pudo entender. Tan pronto como vino, la figura desapareció. Martina miró hacia la puerta con desdén durante unos instantes para, después, sonreír y mirar hacia la cámara.

-Mi padre Phill... ya sabes.- la chica había hablado varias veces de sus padres. Ambos llevaban a cabo varios negocios de compra-venta, aunque el negocio familiar oficial era un bar de copas a las afueras de la capital. Necesito cumplir mis quince para que me vean de una vez por todas como una mujer...- miró entonces hacia Phill y agarró la parte baja de su camiseta mordiéndose el labio inferior. Poco a poco, la tela se deslizó por encima de su piel hasta que la base de sus pechos quedó al descubierto. Con el registro más sensual que la joven poseía, preguntó en un quedo susurro:

¿A que tú me ves como una mujer?

Philip se rió un poco, tímidamente. No porque a Martina le gustasen los chicos tímidos, sino porque era su reacción natural ante cualquier broma o comentario halagador o no de la chiquilla.

- Claro que no, tú sabes que eres especial...  - Añadió el icono al chat, que se solía llenar de estos monigotes en sus conversaciones por voz.

Cuando vio el haz el luz y apareció el padre de la muchacha, alargó la mano y giró un poco su cámara web, para sacarlo de plano. Con Martina no importaba enseñar su cara, habían pasado por mucho juntos y, en aquel tipo de relaciones virtuales, siempre se acababan enseñando su físico el uno al otro. Pero si podía ahorrarse el ser observado por un tipo que de seguro le juzgaría y en absoluto para bien, sobre todo teniendo en cuenta los lugares que frecuentaba su hija por Internet, mejor. Esperó pacientemente hasta que el adulto desapareció, y en apenas un momento su rostro volvía a ocupar gran parte de la pantalla. Tenía la cámara web colocada de manera que no pareciese tan gordo, e incluso había encontrado la manera de ajustarla con un filtro de color cálido para que no apareciese tan demacrado. Joder, si incluso estaba peinado, o al menos no le caían los largos mechones por la frente. Normalmente esto no le preocupaba en absoluto, incluso al compartir conversaciones de voz y vídeo con otras usuarias, pero con Martina... con Martina podía permitirse ser un poco coqueto. Quería, de hecho.

- No hay problema. - Respondió distraído, a sabiendas de que las conversaciones que mantenía con él y con otros usuarios (aunque no le gustaba pensar en esto último, era de imbéciles creer que solo le dedicaba tiempo a él) las mantenía en total secreto. Como seguramente el 90% de los usuarios de ese tipo de chats.

Entonces Martina lo miró a través de la pantalla, con aquellos arrebatadores ojos negros, y el corazón de Philip dio un pequeño vuelco. Cómo pronunció aquellas palabras, sus labios deslizándose lentamente al mordérselos con sus impecables dientes, la curva de sus oscuras caderas al levantarse la camiseta, con aquel bonito vientre y su ombligo, a modo de guinda de pastel. La base de sus pequeños pero firmes pechos, acentuados cuando, involuntariamente o no, apretó contra ellos las manos que agarraban su camiseta...

Oh, cuánto la había echado de menos...

- Sabes que sí... - Susurró él a su vez, aunque con la voz un poco cascada y poco acostumbrada a intentar sonar lo más sugerente posible. Se había quedado sin aliento por unos instantes, e incluso le costó tragar saliva. Notaba como su cuerpo respondía automáticamente a lo que se le mostraba en la pantalla, y casi sin darse cuenta ya se había rozado con sus dedos a través del tejido del pantalón; eso era algo que no podía observarse en el encuadre de la cámara, ni siquiera ser intuído. Pero se detuvo, haciendo acoplo de su más que escasa fuerza de voluntad. - ¿Y tú? ¿Me sigues viendo como tu osito?

Philip no sabía por qué una chica como ella gastaba su tiempo con tipos como él, cuando podía tener a cualquier adolescente con las hormonas como meteoritos comiendo de su propia mano. Pero Philip no se quejaba de ello, no podía. Si algo le había enseñado todo aquel tiempo que pasaba en aquellas webs es que las personas, independientemente de como fuesen, podían tener los más extraños gustos.

- O como me dijiste la última vez... un hombre de verdad...

No, en su pantalla no se podía intuir qué ocurría fuera de encuadre.

Phill pudo escuchar la risa de Martina al otro lado de la pantalla. Ahora mismo, sólo su pecho y parte de su abdomen podía verse en la imagen, pero eso cambió drásticamente cuando la muchacha agarró la cámara y la llevó consigo hasta la cama.

-¿Tú crees que dejo a todos los hombres ver esto?- la niña alzó la cámara y Phill pudo ver cómo su reina negra se encontraba tumbada sobre unas sábanas de color rosado. La imagen fue deslizándose hacia abajo, como si de sus propios ojos se tratara, parándose en las partes en las que la hombría de Phill parecía mostrar más interés.
Martina comentaba de vez en cuando con voz sugerente, queriendo saber si Mclyon disfrutaba con las vistas. Pero lo cierto es que su voz había quedado a un segundo, o incluso a un tercer plano.

La imagen continuó su vertiginoso descenso hasta llegar a unas braguitas de encaje de color azul marino. Sólo un diminuto lazo parecía proteger tan suculento tesoro. La espalda de Phill dio un respingo cuando observó la delicada mano de Martina irrumpir en el interior de su ropa interior.

-¿Te gusta lo que ves, osito?

En ese momento, volvió a iluminarse la habitación.
La voz del hombre era esta vez mucho más agresiva y la niña comenzó a chillar aterrada. La cámara cayó sobre la cama en un ángulo fortuito que permitió a Phill observar el devenir de los acontecimientos. Un hombre de entre treinta y cuarenta años, agarró a Martina por el pelo y la lanzó contra el suelo. No paraba de gritar y maldecir aparentemente, señalando hacia la cámara y después hacia el ordenador.
Martina se hizo un ovillo y puso la espalda contra un armario empotrado forrado con pósters de artistas adolescentes internacionales. Su llanto destacaba por encima de todo lo demás.

El hombre continuó gritando y señalándola. Ella dijo algo en un quedo susurro, y sin mediar palabra, el hombre volvió a agarrarla y la alzó para después abofetearla varias veces. Los chillidos de la niña se clavaron en el cerebro de Phill. Martina avanzó entonces hacia la cámara y, durante unos instantes, pareció aferrarse a la misma. Acto seguido la videollamada se canceló.

Philip no respondió, sabía bien la respuesta pero el simple hecho de pronunciarlas le dolería mucho. Se limitó a asentir como un bobo y disfrutar de lo que le ofrecía la muchacha, de manera tan desinteresada y complaciente. La curva de sus caderas daba paso a unos muslos tersos y firmes, que bastaba solo echarles una ojeada para afirmar con total certidumbre que aquella piel era la más suave que jamás podría acariciar. Aquellas braguitas azules escondían aquel tesoro de ébano, y el mero hecho de imaginar la calidez del interior de sus piernas le sirvió para...

Todo pasó muy rápido. Philip brincó de su sillón y se lanzó casi encima del teclado, alargando el brazo hacia la pantalla. El hombre gritaba a Martina, su Martina, y aunque estaba casi seguro de que había llegado a verlo al menos un poco en la pantalla, hizo caer su cámara web detrás del escritorio. Y observó, aún con un amano dentro de su pantalón y la otra sobre el ratón. No dijo absolutamente nada, como mudo testigo de aquella inesperada "corrección" paternal, y aunque una parte de él quería intentar ayudar a la niña otra lo obligaba a mantenerse totalmente al margen. Cada bofetada era como si se la diesen a él, pero no porque le doliera lo que veía, sino porque parecían devolverlo a la realidad. Una realidad que estaba más allá de aquel monitor.

Los ojos llorosos de Martina se quedaron en la retina de Philip momentos antes de que la videollamada se cortase. Se quedó tal y como se había quedado, con la vista fija en la ventana, ahora en negro, y con un ligero temblor de labios. ¿Qué podía hacer, realmente? Ni siquiera sabía con seguridad si Martina era su verdadero nombre, el nombre de una niñita que jugaba a ponérsela dura a desgraciados como él, a miles y miles de kilómetros de distancia. No podía llamar a la policía ni denunciar un maltrato, no sin explicar todo esto. La simple idea le hizo reírse de sí mismo, soltando una queda risita en la soledad de la habitación, iluminada ahora solo por la pantalla del ordenador.

Pulsó X. Usó la ruedecilla del ratón para descender. Click. Doble click. Clickeó luego en la ventana emergente, y una media sonrisa apareció en su rostro aún a pesar de que el labio le seguía temblando ligeramente. Acercó el teclado hasta el borde de la mesa, y sus rollizos dedos se movieron con cierta soltura de tecla en tecla.

- Holaaa ¡No esperaba verte conectada a estas horas! ¿Has conseguido encender el router a escondidas aún pasado el toque de queda? Jeje... - Pulsó Enter. Apenas el mensaje se había enviado, el sonido del teclear envolvió la oscura habitación. - ¿Me ayudas con una cosita?   Se que tu siempre te apuntas a todo, jeje... - Volvió a pulsar Enter, y el mensaje se sumó justo debajo del que ya había enviado. Algo le dijo que no sería suficiente, a pesar de que ya conocía a la receptora de sus palabras. Pero él contaba con artillería pesada. - Adjunto imágenes del encuentro con CanDy_Swallow.

Cruzó las manos delante de su nariz, con los codos apoyados en la mesa y la vista fija en el monitor. Y esperó. Pasaron unos doce segundos.

"L4DY_S3X_4DD7CT3D" está escribiendo...

"TheGentleBear" ha recibido una invitación para iniciar videollamada....

El sonidito que le advirtió de la invitación hizo que la presión en el pantalón del pijama aumentara. Clickéo sobre el botón (Aceptar) cinco veces más de las necesarias, otra vez.

Ya se había olvidado de Martina.