Fraterna [15 de Enero]

*** Esta acción transcurre un par de semanas antes de la visita a Ca'Dario , cuando aun no se conoce la gravedad de la situación del Dogo. Cantieri se dirige al monasterio a visitar a su hermana. ***

---

Roberto no pudo evitar un bostezo mientras aguardaba a la puerta de San Zacarías, la noche anterior se había dejado arrastrar por su amigo Arthur y ahora acusaba la falta de sueño. A esta hora tan temprana el sol empezaba a iluminar los muros del convento, pero sabía que las monjas ya debían llevar tiempo levantadas.

Apoyado en el umbral, meditó sobre como sería una vida así de recluida, lejos de toda intriga o inquietud. Las horas perfectamente definidas, tareas sencillas y ninguna sorpresa buena o mala. No se creía capaz de aguantar algo así mucho tiempo, pero quizás era una vida adecuada para otros caracteres.

Se incorporó cuando una madera se deslizó en la puerta, permitiendo a quien estuviera tras ella contemplar al visitante. Pocos eran los hombres que accedían a San Zacarías y ninguno sin una buena razón. Con tono educado, se presentó y solicitó la presencia de su joven hermana. Después aguardó, sabía que en este lugar nada era apresurado.

Laudes
El cántico de Zacarías se apagaba en el monasterio del mismo nombre

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo

Las monjas se dirigían de nuevo al trabajo. Tal como prescribe la Regla, la ociosidad es enemiga del alma, cada grupo de monjas atendería por orden los quehaceres del monasterio hasta  la hora Tercia.
Fue una de las hermanas de mayor edad, que dirigía al grupo de novicias hasta el huerto, la que oyó llamar a la puerta y se apresuró, al oír la petición, en avisar tanto a la hermana portera como a la abadesa.
Roberto Cantieri debió así de esperar ante el monasterio hasta que la hermana destinada a tal tarea tuviera a bien, una vez recibido el consiguiente permiso, abrir el regio portón que cerraba los muros de San Zacarías.
En silencio, realizó una leve reverencia al visitante y le cedió el paso, para cerrar de nuevo, calmosamente, tras él. Una vez finalizado lo que bien podría tildarse de ritual en el pórtico, saludó con un “Buenos días le de Dios; acompañame, si tiene la amabilidad, joven, le conduciré al locutorio” y se dispuso a guiarle hasta la salita en la que, a través de una ventanita debidamente protegida por una bella e intrínseca celosía, podría conversar con su hermana, tal como solia ser en estos casos, a no ser que el visitante (siempre un pariente cercano) solicitara explícitamente lo contrario, y siempre con el permiso de la abadesa.
De haber trascurrido menos tiempo desde la última vez que Roberto viera propiamente a su hermana, hubiera podido distinguir a la joven entre el grupo de novicias en el huerto, camino del edificio conventual. O quizás hubiera visto como una de las monjas ordenadas, de hábito oscuro, frente al blanco de las novicias, se acercaba a susurrar al oído de una de las jóvenes.
Virginia dirigió una sorprendida mirada a la hermana que le susurraba; se quitó con premura el delantal, y acudió a la fuente de inmediato, para lavarse la cara y las manos. En un gesto de pequeña coquetería, que denotaba la emoción que le causaba la visita, aseguró los cabellos bajo la toca, contrayendo ligeramente los labios. A menudo pensaba en el momento en que debiera pronunciar sus votos, y le cortaran el cabello, la única vanidad que se permitía.
Unos minutos más tarde se sentaba tras la celosía y, en tono trémulo, pronunciaba el nombre de su hermano
-Roberto

Buenos días, Gini *saludó a su hermana recurriendo al apelativo con que la llamaba de pequeña* tendría que haber venido antes a verte, pero madre opinaba que no teníamos que distraerte demasiado. - observó a su hermana a través de la celosía - Ya no eres esa chiquilla que rondaba a mi alrededor todo el tiempo, intentando participar en mis juegos. Ahora tengo ante mi a una hermosa y recatada jovencita.

Roberto permitió que una sonrisa distendiera sus labios - pero no me engañas, sigues teniendo esa mirada de diablillo travieso. ¿Como haces para entretenerte aquí dentro?

Mientras hablaba, sacó un pañuelo y lo sostuvo en su mano mientras abria sus pliegues, revelando en el interior la razón por la que habia madrugado tanto ese día antes de ir a ver a Virginia. En el centro del pañuelo, relucientes como joyas por la cobertura de azucar, habia varios fritelle, los deliciosos buñuelos venecianos. Roberto acercó los buñuelos a la celosia, para que su hermana pudiera cogerlos - Gini, he venido sin que lo sepan nuestros padres... me gustaría que hablaramos sobre tu futuro.

La sonrisa de Virginia se agrandó, iluminandole el rostro, tan pronto como escuchó el apelativo familiar; esos pequeños detalles que la llevaban a recordar que aun formaba parte de la familia, que no estaba (aún) completamente excluida del siglo; y llegó a hacer tintinear con infantil entusiasmo su mirada ante los fritelle.
La ventanita inferior recortada en la celosía se abrió, y Virginia recogío los pasteles, escondiendolos bajo su hábito como quien oculta un tesoro.
-¡Oh, que delicia!¡ Gracias, Roberto!-bajó el tono tan pronto como se dió cuenta de que se la oía sin dificultad...-los compartiré con las demás novicias, con Francesca (aquella con quien habia compartido susurros y anhelos estos años). ¿A que dedico mi tiempo?...- ante todo, la cortesía de la respuesta, aunque fuera la última frase de su hermano la que mereciera toda su atención- a la oración, el canto, la música, la lectura, el trabajo en la huerta, la costura, y, ante todo, a la meditación; ¿que otra cosa podría hacer?. Rezo por vosotros a la Vergine Santísima cada día y cada noche-se detuvo, para inspirar profundamente, y acercar el rostro a la celosía- más...carísimo Roberto, ¿sobre qué, concerniente a mi futuro, deseas hablarme?

La luz matutina llenaba de claridad el locutorio, iluminando las hermosas tallas de la celosía. Pero mas allá las sombras aun dominaban los pasillos que llevaban al interior. Todo en este lugar invitaba a la calma, al recato y la introspección. Roberto se tomo unos instantes para meditar antes de responder a su hermana.

Aquí tienes una buena vida... refugio, tranquilidad.... pero no puedo evitar pensar que es un desperdicio. Eres una joven culta, bonita y de buena familia. Los nobles de Venecia debería estar haciendo cola para solicitar tu mano. Y en lugar de eso nuestra madre quiere que te cases con Dios... * negó un par de veces con la cabeza. Gini... nuestra familia está amenazada, Marietta es quien encabezará la familia según la ley impuesta por su padre, pero en realidad quien nos gobernará será su esposo. Y el buscará dañarla para someter su espíritu e imponer su voluntad.

Y si por alguna razón el consejo derogara esa ley, el cabeza de familia sera nuestro primo Guido... todos le tenemos aprecio, no tiene maldad, pero... no es más que un pobre retrasado, la presión será demasiada para él. Será una presa facil para cualquiera que quiera humillarnos

Por el bien de los Dario, soy yo quien tiene que cuidar a la familia, Gini, pero ni siquiera tengo el apellido... si quiero salvarlos.. salvarnos, necesitare de toda mi astucia y empeño. Y también necesitare aliados... *Se acerco a la celosía y apoyó la mano en el hueco que antes abriera su hermana para tomar los dulces* Hermana, tu ayuda me beneficiaria enormemente... muchos nobles me ofrecerán su apoyo a cambio de tu mano.. tendras pretendientes para elegir y decidir... yo me ocuparé de convencer a nuestros padres. * la mano se movió, extendiendo la palma, aguardando a que Virginia decidiera estrecharla* Pero esto solo se hará si tu lo aceptas así...

Hubiera jurado que el corazón dejaba de latirle.
Estaba segura de ello, el aire le faltaba y una punzada le oprimía el pecho.
Ah…¿hubiera venido a verme, de no necesitarme?
Pero el alma es voluble, incluso la suya, y los espíritus puros tienden a percibir en los demás aquello que resplandece, obviando las sombras.
“Para elegir y decidir”, dicen sus palabras; Viene a consultarme. “Sólo si tú lo aceptas”. Pudiera haber llegado la mañana en que la Madre Superiora viniera en mi busca, a mi celda, o incluso a medio oficio, como tantas otras veces ha ocurrido con otras, para indicarme que debía abandonar la seguridad de San Zacarías, que me aguardan en la puerta para devolverme al siglo, pues el matrimonio me espera.
Clavó la mirada unos instantes en la mano extendida de Roberto, antes de girar la vista tras ella y respirar profundamente, dejando que el silencio tranquilizara sus sentidos.
El corazón volvió a latir, con fuerza, apresuradamente
Sí, estaba segura de antes que se le había detenido, no cabia duda, pues ahora martilleaba con tal fuerza que parecía ir a salirse de su pecho.
Pálida, palidísima, posó la trémula mano sobre la de su hermano.

-Betto-murmuró, acercando el rostro a la celosía, temerosa de quien pudiera oír al imprudente de Roberto- ¿das por seguro que ese hombre, el esposo de Marietta, la dañaría? Pero mi queridísimo Betto, el tío Giovanni es el dogo, y nada dañará a los Dario mientras él vele por vosotros; ciertamente, son sorprendentes los designios del Señor-una larga pausa, acompañada del repentino gesto de estrechar la mano, sumió a la joven en el silencio- madre no te lo permitiría, Betto; ¿De quien me hablas?-pues la joven suponía que su hermano había escogido ya el apoyo que le convenía.

Roberto apretó en su mano la de su hermana. Era tan fina... le recordó que Virginia era aun una chiquilla, una niña que poco sabía del mundo exterior.

- Solo su apellido ya le ha provocado a Marietta la enemistad de los Barbarigo. Y cuando el dogo falte, sin un hombre al frente de la familia Dario ¿quien podrá administrar la vida de Marietta sino su marido? En cuanto haya conseguido un heredero de nuestra prima, ni siquiera necesitará ya fingir devoción o amor a su esposa.

Sus labios se distendieron en una sonrisa con la última pregunta de su hermana, adoptando el mismo gesto complice con el que en el pasado la involucraba en alguna travesura infantil.
- Siendo tan bonita y con tus modales, no te faltaran pretendientes, Gini. No te preocupes por madre, de eso me encargo yo. Yo te aconsejare y tu descartaras o elegirás a tu conveniencia. Pero hay uno que destaca entre todos, hay uno al que considero mas que digno de ti. Alguien que es para mi un buen amigo y que te tratara como mereces. Uno al que ni nuestra madre podria oponer reparo alguno.

Hizo una leve pausa, atento a la expresion de su hermana
- Arthur Tudor.

Virginia murmuró una escueta oración, escuchando a Roberto.
Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre
-Es el deber de Marietta darle un heredero a su esposo.
Efesios 5:24 dice “... como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.”; Betto, es natural que, llegado el momento, hubiera Marietta de actuar así. Mas debo creerte en cuanto de tal caballero me dices. - aguardó un instante, evocando el rostro del hombre; apenas lo recordaba, tan sólo le habia visto un instante- Me apena profundamente.-concluyó, pesumbrosa.
No habia acabado de proferir en susurros estas palabras, cuando prestaba ya atención a la segunda respuesta
Perpleja, sus ojos buscaron a través de la celosía los de su hermano, mientras estrechaba la mano de Roberto agora entre las suyas, las dos.
-Oh, caro Betto, ¿acaso te burlas de mí?. Los muros son tan altos como mi ignorancia, pero...Preguntaría de que modo pudiera ayudarte a velar por nuestra família el apoyo de un extrangero, aquí, en nuestra amada Venécia. Mas preguntaré antes...¿has olvidado que mi apellido es Cantieri?. Padre es burgués. Otras más nobles que yo revolotearán entorno a un..¿Tudor?. Te ayudaré gustosa a salvaguardar a nuestra família, pues nada es más fuerte que los lazos de la sangre, siquiera los votos proferidos, o aún por proferir. Y he de confesarte-susurró, aún el rostro apoyado en la celosía, mirando de reojo la puerta tras ella, temerosa de ser oída-que rezo cada día por ser la hija que nuestros padres desean, pero aun asi temo que no es a mí, sino a madre, a quien Nuestro Señor llamó a su lado. Y yo..no se si estoy a la altura para ocupar el puesto que para ella estaba reservado. Son en ocasiones incomprensibles los caminos que nos llevan a servir al Todopoderoso. Quizás se acomode más el mio a este otro que tu me indicas...pero te lo ruego, mide bien tus ambiciones, por honorable que sea su finalidad.

Roberto apretó los labios ante la advertencia de su hermana. - Se bien que mi apellido es Cantieri y no Dario, es algo que se me recuerda a menudo, hermana. Y por eso el camino es aun más duro para mi. - respondió con cierto tono de reproche.

- Sobre Marietta, cuando llegue el momento de favorecer a la familia Dario o a la familia Barbaro, ¿sobre que lado crees que caerá la balanza si quien debe juzgar como cabeza de familia es Vincenzo Barbaro?

Roberto cerró los ojos un momento, su mano acarció las de su hermana, su tono se volvio más relajado aunque no menos ominoso
- Gini, se que te sorprende mi propuesta, pero Arthur Tudor tiene primos, sobrinos y tíos. Hombres importantes que nos permitirán contar con el apoyo de Inglaterra. Extranjeros, dices.. si, pero hay algo más que me preocupa que la suerte de la familia Dario. - se acercó cuanto pudo a la celosía para hablar en un susurro muy bajo - mi dulce Gini, temo que en estos tiempos el peligro sea para la misma Venecia. La Gran Francia, la olorosa Francia, la codiciosa Francia ha puesto sus ávidos ojos en las riquezas de nuestro hogar. Nos distraemos enfrentando a los turcos mientras ellos ya han conseguido sentar a un príncipe en nuestro consejo. Si nos quedamos de brazos cruzados pronto seremos una provincia más que pagará tributo, sangrará y morirá al capricho del rey francés.

Cuantos males conlleva la ambición de los hombres.
Como lobos hambrientos aguardan en las sombras, para caer sobre el rebaño. ¿Y que pueden las ovejas hacer, sino encomendarse a Su Pastor?.  
En el transcurso de estos años, había llegado a idealizar a su padre, de modo que, aunque entendía a que se refería, se le antojaba sumamemente inadecuado el reproche que su hermano le dirigía.
¿Cómo podía Roberto encontrar más fatigoso el camino, a causa de su apellido?.
Contrajo el gesto, sosegando el alma y el pulso, y habló con la misma dulzura que solía.
-Reflexionaré sobre lo que me dices durante las oraciones del día, las restantes, e intentaré comprender. No atraviesan los muros de San Zacarías tus vaticinios, no llegan a nuestros oídos tales sucesos, como bien sabes. Oh, no pienses ni por un instante que dudo de tu palabra; sé que eres hombre de buen corazón y mejores intenciones, y que allá en Ca’Dario y en nuestra propia casa, tú si lidias con los peligros terrenales. No dejan tus palabras de recordarme cuan insignificante soy. Está bien, Betto. Tienes mi confianza. No deseo que mis temores fueran razón para la desgracia, ni de aquellos a los que quiero, ni de la ciudad que me vio nacer.
Pero…se prudente, hermano, te imploro, y mide bien tus pasos, y también los míos, si es que has de guiarme.
Y sobre todo, permíteme advertirte de nuevo sobre madre y mi condición, su deseo para conmigo. -la curiosidad afloró a los labios de Virginia-¿Cuándo sabría yo, Betto, qué he de esperar respecto a mi futuro?.

- Me sorprendes gratamente, hermana,  a pesar de tu juventud tienes la mente clara y la prudencia de una gran dama - Roberto hablaba ahora pausado, en un tono admirativo -
No hay nada concretado aun, quería primero hablar contigo, conocer tu opinión y parecer en esto. En absoluto pienses que eres insignificante, Gini, eres mi hermana y deseo que seas feliz.

- Si quisieras permanecer entre estos muros yo lo respetaría. Mas que sea por tu voluntad y no por la de nuestra madre.

Roberto escuchó pasos acercándose, sin duda ya habían pasado mucho tiempo hablando y alguien venia a reclamar a su hermana para que volviera al recogimiento y a las labores propias de las novicias de san Zacarias. Soltó la mano de Virginia y dió un paso atrás.

- Haré como dices, seré prudente. Vendre a verte cuanto me sea posible y te informaré sobre nuestra situación.

Sonrió, afable, al alago de Roberto. Para nada se creía merecedora de ello, pero era cálida la sensación de sentirse valorada. No es que no la sintiera en otras ocasiones; la atención que a su formación ponía su tía, la hermana Ángela, también la reconfortaba, así como la aprobación de la hermana que se encargaba de instruir a las novicias en el arte de la música sacra, o en la oratoria, cuando declamaban los pasajes del evangelio.
-No sabes cuanto agradezco tus palabras, Roberto. Y que hayas encontrado tiempo para visitarme...e incluso tener en cuenta mi humilde opinión-no quiso añadir más, por prudencia. Se giró un instante, incorporándose, pues sonaban ya pasos tras la puerta del locutorio. Unos suaves golpecitos llamaron su atención, recordándole que debía dar por concluida la visita.
-Arrivederci, Betto, que Dios te guarde; seguirás presente en mis oraciones diarias, con más motivo ahora que se de tus temores y esperanzas. Y aguardaré paciente tu regreso.
Con una última sonrisa, que no sabía a ciencia cierta si podría Roberto distinguir desde el otro lado de la celosía; abrió la puerta tras ella, y entre susurros, murmuró algo a la hermana que la aguardaba. Giró la vista atrás una última vez, y se adentró en el convento.
Un instante más tarde la misma monja que acompañara a Roberto hasta el locutorio vino a guiarle hasta la puerta, y despedirle con un “buona giornata, signore”. Tan pronto el Cantieri salió, el pesado portón se cerró tras él, y el ruido seco de los cerrojos y la llave resonó por la Piazza.