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Vuelta abierta (1 de Mayo)
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Vuelta abierta (1 de Mayo)
1022 HORAS
El viaje estaba siendo largo y tedioso. Le habían dicho poca cosa sobre su cliente, al parecer un psiquiatra de prestigio especializado en disolución de paranoias colectivas mediante terapias farmacológicas. Ése era el tipo de expertos que acudirían a la cumbre médica que se celebraría mañana en Filadelfia con motivo del extraño brote de enfermedad que se extendía ahora por el Viejo Mundo.
Normalmente, Amanda habría sido destinada primero a Japón, país originario de su cliente, y después habría viajado en jet privado hasta aquí... pero las líneas aéreas no querían sobrevolar Luxemburgo o sus proximidades, así que aquella iba a ser una tarea imposible.
Wallace se encontraba en la sala de espera del consulado. El Sr. Ueda, estaba reunido con el cónsul Morikawa, hablando algún tema de estado... por lo que tardaban. El constante repicar del reloj empezaba a impacientarla y sólo una música distante resonaba desde un teléfono sin dueño.
Lecherita
¿Dónde vas?
A por leche, a por pan.
¿Tienes novio?
Ya lo creo
¿En Ibiza, o en Marbella?
¿Dónde vas?
A por leche, a por pan.
¿Tienes novio?
Ya lo creo
¿En Ibiza, o en Marbella?
Justo cuando el hombre dueño del teléfono se acercó a responder, la puerta del despacho del cónsul se abrió.
-Siempre es un placer tratar con usted, Sr. Ueda.- dijo Morikawa en un perfecto japonés. Acto seguido se inclinó ligeramente lo que, sorprendentemente, el psiquiatra ignoró.
-Supongo que es usted la intérprete.- dijo en un tono seco el experto. Amanda no era una de las intérpretes más importantes de Reino Unido por nada; pudo reconocer el acento de Osaka en la cuasi perfecta dicción del médico. -Me gustaría aclarar una serie de cosas antes de comenzar.
Se hizo entonces un silencio incómodo mientras Ueda recalculaba la distancia a la que Amanda y él se encontraban.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Estaba agotada por el viaje. La organización del vuelo no había sido la esperada y debía viajar hasta Filadelfia sin haber tenido contacto alguno con su cliente. Amanda se cuestionaba la razón por la cual el Dr. Ueda, un importante psiquiatra, demandaba sus servicios de intérprete sin facilitarle ninguna información al respecto sobre la cumbre médica que tendría lugar en su destino de viaje.
—Psiquiatras... —murmuró por lo bajo para sí misma, costumbre que tenía cuando algo no le gustaba. Le hubiera gustado volver a ver Japón. Solo había estado una vez y no tuvo mucho tiempo de hacer turismo. Deseaba haber podido salir a explorar con su cámara las costumbres tradicionales del país del Sol Naciente.
A pesar de ello, le emocionaba conocer Filadelfia. Pronto se encontraría cara a cara con un pedazo de la historia de los Estados Unidos y esta vez esperaba poder dedicarle un rato a su pasión prohibida.
Su llegada a Filadelfia no fue mucho menos tediosa que el comienzo de su viaje. La epidemia que estaba asolando gran parte de Europa tenía la culpa de que en el aeropuerto tuviera que pasar por un breve chequeo médico. Un acto fútil y poco profesional por parte de unos “médicos” que ignoraban todos los volantes clínicos que Amanda llevaba de una revisión médica hecha un día antes en una clínica privada.
—Estúpida burocracia… —volvió a mascullar en voz baja mientras salía del aeropuerto, arrastrando sus dos maletas. Por suerte sabía que la esperaba un chófer que la llevaría a su hotel y luego al consulado donde la esperaba el Dr. Ueda, por lo que no perdería más tiempo, del que le habían quitado en el absurdo chequeo, buscando un taxi.
—¡Disfrute las hermosas vistas de Filadelfia, señorita! —exclamó el chófer amablemente— ¿Quiere que demos un pequeño rodeo?
—No, por favor, ya llego un poco tarde a mi citación, pero se lo agradezco —dijo resentida por no poder aprovechar la invitación del chófer—. Igualmente me alegraré la vista con lo que vea de camino —Amanda miró su reloj, ya programado con el horario de Filadelfia, para comprobar que debía haber llegado a su hotel hacía cinco minutos—. Cinco minutos tarde y contando…
Amanda Wallace era una chica con suerte, o eso creía ella. El Dr. Ueda estaba reunido con el cónsul Morikawa y su retraso había quedado en un mal rato, aunque difícilmente se olvidaría de la inspección en el aeropuerto.
La espera se hizo demasiado larga, aunque los temas de estado siempre tenían ese factor, alargarse de forma excesiva. Además, el sonido del reloj de la sala de espera era, cuanto menos, desagradable e intensificaba la impaciencia de Amanda. Por si fuera poco, a ello se le sumó el sonido de una canción de un teléfono abandonado en la sala, del que Amanda no se había percatado hasta que comenzó a sonar.
Quedó perpleja durante unos segundos ante la canción que acababa de escuchar. Nunca habría imaginado oír algo así en un consulado. No pudo reprimir tener pensamientos prejuiciosos contra el dueño del aparato, pues le parecía bastante vulgar e inapropiado.
Justo cuando el propietario de télefono fue a atender la llamada, la puerta del despacho del cónsul se abrió. Amanda se puso en pie, esperando a que los dos hombres terminasen de despedirse.
Tras ello, el Dr. Ueda se dirigió hacia ella y simplemente quiso comprobar si se trataba de la intérprete. Ni un saludo o un gesto de mano, claramente no eran formas a las que Amanda estuviera acostumbrada. Su tono era seco y pudo apreciar en su pronunciación el acento de Osaka. La primera impresión había resultado completamente desagradable.
—Efectivamente soy la intérprete, me llamo Amanda Wallace. Es un placer conocerle Dr. Ueda —Amanda iba a acompañar a su saludo de una leve inclinación, pero el psiquiatra no le dio tiempo a ello, pues el hombre saltó a otro tema y de pronto se hizo un silencio incómodo entre los dos. Ueda se quedó mirándola.
Amanda se preguntaba qué era lo que estudiaba el médico de ella. Tal vez no era el tipo de intérprete que él se esperaba y se sentía decepcionado, aunque por la expresión de su rostro no es que se pudiera entrever ninguna emoción negativa. No más que la seca expresión de su recibimiento.
—¿De qué se trata, Dr. Ueda? Me refiero a las aclaraciones que me ha mencionado —dijo, rompiendo el silencio. Amanda tenía la certeza de que ese hombre iba a ser complicado de tratar. Parecía bastante arisco y no creía que fuera a ponerle las cosas fáciles.
A veces la suerte de Amanda se diluía muy rápido...
—Psiquiatras... —murmuró por lo bajo para sí misma, costumbre que tenía cuando algo no le gustaba. Le hubiera gustado volver a ver Japón. Solo había estado una vez y no tuvo mucho tiempo de hacer turismo. Deseaba haber podido salir a explorar con su cámara las costumbres tradicionales del país del Sol Naciente.
A pesar de ello, le emocionaba conocer Filadelfia. Pronto se encontraría cara a cara con un pedazo de la historia de los Estados Unidos y esta vez esperaba poder dedicarle un rato a su pasión prohibida.
Su llegada a Filadelfia no fue mucho menos tediosa que el comienzo de su viaje. La epidemia que estaba asolando gran parte de Europa tenía la culpa de que en el aeropuerto tuviera que pasar por un breve chequeo médico. Un acto fútil y poco profesional por parte de unos “médicos” que ignoraban todos los volantes clínicos que Amanda llevaba de una revisión médica hecha un día antes en una clínica privada.
—Estúpida burocracia… —volvió a mascullar en voz baja mientras salía del aeropuerto, arrastrando sus dos maletas. Por suerte sabía que la esperaba un chófer que la llevaría a su hotel y luego al consulado donde la esperaba el Dr. Ueda, por lo que no perdería más tiempo, del que le habían quitado en el absurdo chequeo, buscando un taxi.
—¡Disfrute las hermosas vistas de Filadelfia, señorita! —exclamó el chófer amablemente— ¿Quiere que demos un pequeño rodeo?
—No, por favor, ya llego un poco tarde a mi citación, pero se lo agradezco —dijo resentida por no poder aprovechar la invitación del chófer—. Igualmente me alegraré la vista con lo que vea de camino —Amanda miró su reloj, ya programado con el horario de Filadelfia, para comprobar que debía haber llegado a su hotel hacía cinco minutos—. Cinco minutos tarde y contando…
Amanda Wallace era una chica con suerte, o eso creía ella. El Dr. Ueda estaba reunido con el cónsul Morikawa y su retraso había quedado en un mal rato, aunque difícilmente se olvidaría de la inspección en el aeropuerto.
La espera se hizo demasiado larga, aunque los temas de estado siempre tenían ese factor, alargarse de forma excesiva. Además, el sonido del reloj de la sala de espera era, cuanto menos, desagradable e intensificaba la impaciencia de Amanda. Por si fuera poco, a ello se le sumó el sonido de una canción de un teléfono abandonado en la sala, del que Amanda no se había percatado hasta que comenzó a sonar.
Quedó perpleja durante unos segundos ante la canción que acababa de escuchar. Nunca habría imaginado oír algo así en un consulado. No pudo reprimir tener pensamientos prejuiciosos contra el dueño del aparato, pues le parecía bastante vulgar e inapropiado.
Justo cuando el propietario de télefono fue a atender la llamada, la puerta del despacho del cónsul se abrió. Amanda se puso en pie, esperando a que los dos hombres terminasen de despedirse.
Tras ello, el Dr. Ueda se dirigió hacia ella y simplemente quiso comprobar si se trataba de la intérprete. Ni un saludo o un gesto de mano, claramente no eran formas a las que Amanda estuviera acostumbrada. Su tono era seco y pudo apreciar en su pronunciación el acento de Osaka. La primera impresión había resultado completamente desagradable.
—Efectivamente soy la intérprete, me llamo Amanda Wallace. Es un placer conocerle Dr. Ueda —Amanda iba a acompañar a su saludo de una leve inclinación, pero el psiquiatra no le dio tiempo a ello, pues el hombre saltó a otro tema y de pronto se hizo un silencio incómodo entre los dos. Ueda se quedó mirándola.
Amanda se preguntaba qué era lo que estudiaba el médico de ella. Tal vez no era el tipo de intérprete que él se esperaba y se sentía decepcionado, aunque por la expresión de su rostro no es que se pudiera entrever ninguna emoción negativa. No más que la seca expresión de su recibimiento.
—¿De qué se trata, Dr. Ueda? Me refiero a las aclaraciones que me ha mencionado —dijo, rompiendo el silencio. Amanda tenía la certeza de que ese hombre iba a ser complicado de tratar. Parecía bastante arisco y no creía que fuera a ponerle las cosas fáciles.
A veces la suerte de Amanda se diluía muy rápido...
Última edición por Amanda Wallace el Jue Jul 09, 2015 11:46 pm, editado 1 vez
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Ueda la observó de arriba a abajo y frunció el ceño.
-Para empezar, no intentará adularme. Soy viejo pero no estúpido.- el hombre comenzó a andar, asumiendo que Amanda lo seguiría. -Mi horario de comidas es inquebrantable, por lo que si hubiera de acudir a algún evento durante las mismas usted lo hará por mí.- hablaba a una velocidad pausada. Su japonés era bastante peculiar, daba la sensación de que aquel hombre no viajaba demasiado.
-Mi labor aquí es la de mero asesor, al menos por el momento. Mientras la OMS no diga lo contrario, este concilio será poco más que un patio de vecinas con demasiados doctorados y demasiados pocos amigos. Así que, mientras esperamos a que la cúpula se pronuncie preferiría pasar por un turista más con la tranquilidad que eso conlleva. ¿He hablado claro?- miró entonces hacia Amanda. Ambos se encontraban frente al ascensor que les llevaría a la planta baja. Pareció entonces recordar sus malos modales y sonrió de forma cortés.
-Mi sobrino se ha encargado ya de mi seguridad, un país tan conflictivo como Estados Unidos es un lugar idóneo para asaltar a buenas personas como los japoneses. Conocerá a mi guardaespaldas y tratará con él todo lo que yo no quiera tratar.- el "clin" del ascensor indicó que ya podían entrar.
-Las damas primero...- dijo indicando al interior.
-Para empezar, no intentará adularme. Soy viejo pero no estúpido.- el hombre comenzó a andar, asumiendo que Amanda lo seguiría. -Mi horario de comidas es inquebrantable, por lo que si hubiera de acudir a algún evento durante las mismas usted lo hará por mí.- hablaba a una velocidad pausada. Su japonés era bastante peculiar, daba la sensación de que aquel hombre no viajaba demasiado.
-Mi labor aquí es la de mero asesor, al menos por el momento. Mientras la OMS no diga lo contrario, este concilio será poco más que un patio de vecinas con demasiados doctorados y demasiados pocos amigos. Así que, mientras esperamos a que la cúpula se pronuncie preferiría pasar por un turista más con la tranquilidad que eso conlleva. ¿He hablado claro?- miró entonces hacia Amanda. Ambos se encontraban frente al ascensor que les llevaría a la planta baja. Pareció entonces recordar sus malos modales y sonrió de forma cortés.
-Mi sobrino se ha encargado ya de mi seguridad, un país tan conflictivo como Estados Unidos es un lugar idóneo para asaltar a buenas personas como los japoneses. Conocerá a mi guardaespaldas y tratará con él todo lo que yo no quiera tratar.- el "clin" del ascensor indicó que ya podían entrar.
-Las damas primero...- dijo indicando al interior.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
«¿Adularle? ¿Este tipo va en serio?»
Parecía que aquel día Amanda no saldría de su perplejidad. No necesitaba camelarse a nadie, era una buenísima intérprete y ya tenía el trabajo, adular al Dr. Udea solo sería malgastar saliva y no era su estilo. Estaba claro que el psiquiatra no conocía cómo era ella. No le gustaba perder el tiempo con actos fútiles, únicamente ser eficiente en su trabajo.
Amanda siguió a su cliente mientras éste le relataba sus aclaraciones. Por suerte la norma inflexible sobre los horarios de comida le pareció razonable. Ella debía ser testigo de todos los acontecimientos que se dieran en la cumbre médica y transmitirselos a Ueda. El hecho de que su cliente no estuviera en una vista era, en ocasiones, irrelevante, solamente implicaba que Ueda se quedaría sin voz en el diálogo entre las eminencias médicas.
Ante el resto de puntualizaciones del médico Amanda no tuvo ninguna objeción. Estaba claro que el hombre no quería que se le molestara por cualquier nimiedad.
—Sí, Dr. Ueda. Me limitaré a seguir sus aclaraciones cuando me necesite y a cumplir los horarios de las vistas —aclaró Amanda, mientras los dos se paraban delante del ascensor—. Le molestaré lo menos posible.
De pronto se vio sorprendida por una sonrisa del psiquiatra, que le pareció bastante sincera. Amanda hizo lo mismo y sonrió a Ueda.
«¿Será una treta de psiquiatra? No se… me parece que su gesto es sincero. Puede que solo haya tenido una mañana dura y después de todo sea bastante simpático»
El Dr. Ueda no tardó mucho más en explicarle quién sería su enlace directo con él: un guardaespaldas que había contratado su sobrino. Amanda solo esperaba que el escolta del médico fuera eficiente y que sus servicios de protección no llegaran a ser necesarios, pero ciertamente el doctor le recordó que se encontraban en Estados Unidos, el país en el que los niños nacen junto a una pistola.
El ascensor llegó y, al abrir sus puertas, Ueda le cedió el paso a Amanda, la cual aceptó con gusto. Le gustaba que los hombres fueran verdaderos caballeros y tuvieran esa muestra de respeto.
—Dr. Ueda, con su permiso, me gustaría pedirle que me hiciera entrega de toda la información pertinente que pueda necesitar durante la cumbre médica —comentó Amanda mientras bajan en el ascensor. Esperaba que al psiquiatra no le molestase aquella petición, era parte de su trabajo pedir la información necesaria para poder prestar su servicio a su cliente—. Me sería de gran ayuda —añadió.
Parecía que aquel día Amanda no saldría de su perplejidad. No necesitaba camelarse a nadie, era una buenísima intérprete y ya tenía el trabajo, adular al Dr. Udea solo sería malgastar saliva y no era su estilo. Estaba claro que el psiquiatra no conocía cómo era ella. No le gustaba perder el tiempo con actos fútiles, únicamente ser eficiente en su trabajo.
Amanda siguió a su cliente mientras éste le relataba sus aclaraciones. Por suerte la norma inflexible sobre los horarios de comida le pareció razonable. Ella debía ser testigo de todos los acontecimientos que se dieran en la cumbre médica y transmitirselos a Ueda. El hecho de que su cliente no estuviera en una vista era, en ocasiones, irrelevante, solamente implicaba que Ueda se quedaría sin voz en el diálogo entre las eminencias médicas.
Ante el resto de puntualizaciones del médico Amanda no tuvo ninguna objeción. Estaba claro que el hombre no quería que se le molestara por cualquier nimiedad.
—Sí, Dr. Ueda. Me limitaré a seguir sus aclaraciones cuando me necesite y a cumplir los horarios de las vistas —aclaró Amanda, mientras los dos se paraban delante del ascensor—. Le molestaré lo menos posible.
De pronto se vio sorprendida por una sonrisa del psiquiatra, que le pareció bastante sincera. Amanda hizo lo mismo y sonrió a Ueda.
«¿Será una treta de psiquiatra? No se… me parece que su gesto es sincero. Puede que solo haya tenido una mañana dura y después de todo sea bastante simpático»
El Dr. Ueda no tardó mucho más en explicarle quién sería su enlace directo con él: un guardaespaldas que había contratado su sobrino. Amanda solo esperaba que el escolta del médico fuera eficiente y que sus servicios de protección no llegaran a ser necesarios, pero ciertamente el doctor le recordó que se encontraban en Estados Unidos, el país en el que los niños nacen junto a una pistola.
El ascensor llegó y, al abrir sus puertas, Ueda le cedió el paso a Amanda, la cual aceptó con gusto. Le gustaba que los hombres fueran verdaderos caballeros y tuvieran esa muestra de respeto.
—Dr. Ueda, con su permiso, me gustaría pedirle que me hiciera entrega de toda la información pertinente que pueda necesitar durante la cumbre médica —comentó Amanda mientras bajan en el ascensor. Esperaba que al psiquiatra no le molestase aquella petición, era parte de su trabajo pedir la información necesaria para poder prestar su servicio a su cliente—. Me sería de gran ayuda —añadió.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
El hombre se quedó en silencio durante largo rato. Las palabras de Amanda parecían haber caído en saco roto mientras él contemplaba el techo del ascensor, de un gris metálico y sin demasiada decoración a excepción de un par de marcas de antiguas reparaciones. Cuando la particular pareja se hubo encontrado en la planta baja, Ueda salió del ascensor y entonces comenzó a hablar.
-Hablaré con mi asistente para que le haga llegar la información pertinente. Pero por favor, no me atosigue más.- el hombre parecía bastante molesto.
-Necesito descansar.- no se molestaba lo más mínimo en mirar a Amanda mientras caminaba, como si aquellas palabras fueran más para sí mismo que para los demás. Aunque hablaba en japonés, por lo que no muchas más personas podrían entenderle.
-Ahí está Mason...- Ueda comenzó a caminar hacia un hombre que se encontraba sentado en un sofá de la recepción. No parecía agobiado exactamente...
-¿Está listo mi coche?- dijo Ueda en un inglés bastante rudimentario.
-Así es, Sr. Ueda.- dijo el hombre incorporándose.
Ueda comenzó a abrocharse la chaqueta mientras tendía al joven su maletín. Éste lo agarró con diligencia.
-Esta es la Señora... Señorita...- miró a Amanda y se encogió de hombros. -Me trae sin cuidado. Es la intérprete... ¿No hace mucho frío en este sitio?- Ueda buscó su bufanda y se arrebujó en su interior. El chico comenzó a mirar a Amanda con gesto de disculpa, como si fuera responsabilidad suya lo que hiciera el nipón.
-He de asearme.- dijo en japonés mientras caminaba hacia el baño más cercano.
-¿Y ahora dónde va?- dijo el tal Mason con exasperación. Miró entonces de reojo a Amanda y sonrió mostrando todos los dientes. -Soy Daniel, encantado.- y tendió la mano amistoso.
-Hablaré con mi asistente para que le haga llegar la información pertinente. Pero por favor, no me atosigue más.- el hombre parecía bastante molesto.
-Necesito descansar.- no se molestaba lo más mínimo en mirar a Amanda mientras caminaba, como si aquellas palabras fueran más para sí mismo que para los demás. Aunque hablaba en japonés, por lo que no muchas más personas podrían entenderle.
-Ahí está Mason...- Ueda comenzó a caminar hacia un hombre que se encontraba sentado en un sofá de la recepción. No parecía agobiado exactamente...
-¿Está listo mi coche?- dijo Ueda en un inglés bastante rudimentario.
-Así es, Sr. Ueda.- dijo el hombre incorporándose.
Ueda comenzó a abrocharse la chaqueta mientras tendía al joven su maletín. Éste lo agarró con diligencia.
-Esta es la Señora... Señorita...- miró a Amanda y se encogió de hombros. -Me trae sin cuidado. Es la intérprete... ¿No hace mucho frío en este sitio?- Ueda buscó su bufanda y se arrebujó en su interior. El chico comenzó a mirar a Amanda con gesto de disculpa, como si fuera responsabilidad suya lo que hiciera el nipón.
-He de asearme.- dijo en japonés mientras caminaba hacia el baño más cercano.
-¿Y ahora dónde va?- dijo el tal Mason con exasperación. Miró entonces de reojo a Amanda y sonrió mostrando todos los dientes. -Soy Daniel, encantado.- y tendió la mano amistoso.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
El viaje en ascensor resultó ser de lo más incómodo. El Dr. Ueda la había ignorado por completo y andaba entretenido mirando el techo del elevador. Disimuladamente, Amanda miró de reojo al techo para comprobar que efectivamente el psiquiatra estaba absorto en cualquier otra cosa y no había prestado atención a lo que le había dicho.
«¿Me está ignorando a propósito?»
Por segundos pensó que podría tratarse de una prueba psicológica del doctor para comprobar donde estaba su límite de paciencia, pero desechó la idea, pues no pensaba que el hombre fuera tan retorcido.
Finalmente llegaron a la planta baja, donde Ueda se adelantó en salir primero del ascensor. Parecía que los modales que Amanda había presenciado pisos arriba solo habían sido una efímera ilusión de un hombre que realmente carecía de ellos.
Irónicamente, el Dr. Ueda sí la había escuchado y pronto le haría llegar los documentos que necesitaba. De nuevo Amanda quedó perpleja a la vez que avergonzada por su pensamientos prejuiciosos hacia el doctor, aunque en ningún momento los exteriorizó.
«Psiquiatras...»
Amanda quiso responder al doctor, pero no quería importunarle más de lo que, al parecer, ya había hecho. Tenía la sensación de que aquel hombre no estaba bien. Seguramente el cansancio o el cambio de ambientes en los Estados Unidos estaban haciendo mella en el doctor.
«Espero que cuando termine de descansar esté más simpático»
Siguió a Ueda hasta un hombre que se encontraba sentado en un sofá en el hall principal. El doctor se había adelantado para hablar con el desconocido. Nuevamente el psiquiatra omitió el saludo, parecía que era algo sobrevalorado para el médico.
Cuando Amanda se acercó del todo, pudo observar bien al guardaespaldas de Ueda. La primera impresión que tuvo es que se trataba de un hombre bastante atractivo, lo cual la sorprendió, ya que esperaba el típico cliché de escolta gorila, gigante y con cara de pocos amigos. Desgraciadamente los comentarios de Ueda la devolvieron a la realidad.
«¿¡Cómo que le trae sin cuidado?! ¿¡Es que escucha lo que le da la gana!?»
Mason, que así era como se había referido Ueda a su guardaespaldas, debió notar cómo Amanda fruncía el ceño cuando el psiquiatra le faltó el respeto e hizo un gesto de disculpa.
—No pasa nada —dijo mientras el psiquiatra huía en dirección a un baño—. Increíble… —murmuró con resentimiento cuando Ueda desapareció entre los pasillos—. Va a buscar un baño, al parecer necesita asearse —dijo Amanda respondiendo a la pregunta de Mason.
El hombre se giró hacia ella y la saludó sonriendo, tendiendole la mano. Le resultó toda una sorpresa que alguien no solo la saludara, si no que además lo hiciera de forma amena.
—Amanda Wallace, un placer —dijo tendiendole la mano y devolviendo la sonrisa—. Es toda una sorpresa ver a alguien que por fin saluda, parece que las buenas costumbres aún no se han perdido del todo —comentó en tono divertido—. Efectivamente soy la intérprete del Dr. Ueda, pero prefiero que me llamen por mi nombre —Amanda se le quedó mirando un par de segundos—. Dígame Sr. Mason, ¿es siempre así el Dr. Ueda?
«¿Me está ignorando a propósito?»
Por segundos pensó que podría tratarse de una prueba psicológica del doctor para comprobar donde estaba su límite de paciencia, pero desechó la idea, pues no pensaba que el hombre fuera tan retorcido.
Finalmente llegaron a la planta baja, donde Ueda se adelantó en salir primero del ascensor. Parecía que los modales que Amanda había presenciado pisos arriba solo habían sido una efímera ilusión de un hombre que realmente carecía de ellos.
Irónicamente, el Dr. Ueda sí la había escuchado y pronto le haría llegar los documentos que necesitaba. De nuevo Amanda quedó perpleja a la vez que avergonzada por su pensamientos prejuiciosos hacia el doctor, aunque en ningún momento los exteriorizó.
«Psiquiatras...»
Amanda quiso responder al doctor, pero no quería importunarle más de lo que, al parecer, ya había hecho. Tenía la sensación de que aquel hombre no estaba bien. Seguramente el cansancio o el cambio de ambientes en los Estados Unidos estaban haciendo mella en el doctor.
«Espero que cuando termine de descansar esté más simpático»
Siguió a Ueda hasta un hombre que se encontraba sentado en un sofá en el hall principal. El doctor se había adelantado para hablar con el desconocido. Nuevamente el psiquiatra omitió el saludo, parecía que era algo sobrevalorado para el médico.
Cuando Amanda se acercó del todo, pudo observar bien al guardaespaldas de Ueda. La primera impresión que tuvo es que se trataba de un hombre bastante atractivo, lo cual la sorprendió, ya que esperaba el típico cliché de escolta gorila, gigante y con cara de pocos amigos. Desgraciadamente los comentarios de Ueda la devolvieron a la realidad.
«¿¡Cómo que le trae sin cuidado?! ¿¡Es que escucha lo que le da la gana!?»
Mason, que así era como se había referido Ueda a su guardaespaldas, debió notar cómo Amanda fruncía el ceño cuando el psiquiatra le faltó el respeto e hizo un gesto de disculpa.
—No pasa nada —dijo mientras el psiquiatra huía en dirección a un baño—. Increíble… —murmuró con resentimiento cuando Ueda desapareció entre los pasillos—. Va a buscar un baño, al parecer necesita asearse —dijo Amanda respondiendo a la pregunta de Mason.
El hombre se giró hacia ella y la saludó sonriendo, tendiendole la mano. Le resultó toda una sorpresa que alguien no solo la saludara, si no que además lo hiciera de forma amena.
—Amanda Wallace, un placer —dijo tendiendole la mano y devolviendo la sonrisa—. Es toda una sorpresa ver a alguien que por fin saluda, parece que las buenas costumbres aún no se han perdido del todo —comentó en tono divertido—. Efectivamente soy la intérprete del Dr. Ueda, pero prefiero que me llamen por mi nombre —Amanda se le quedó mirando un par de segundos—. Dígame Sr. Mason, ¿es siempre así el Dr. Ueda?
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Bueno... es algo difícil de decir.- el hombre sonrió mientras estrechaba la mano de Amanda.
Mason parecía el típico hombre neoyorkino que había decidido salir a ver mundo. Tiene una estatura imponente en comparación con Ueda o la propia Amanda y su físico se presumía trabajado. Al fin y al cabo ése era su trabajo.
-La verdad es que no llevo tanto tiempo trabajando con él, el señor Tenbou, el sobrino del Dr. Ueda, me encargó su protección hace una semana.- miró entonces hacia el baño. -Es la primera vez que trabajo con un magnate asiático... Espero que no todos parezcan igual de lunáticos.- se echó a reír de su propio comentario y después miró hacia Amanda. Corrigió drásticamente su actitud y carraspeó frunciendo el ceño.
-Supongo que estoy hablando demasiado. ¿Y usted Srta. Wallace? ¿Ha viajado mucho a este lado del charco? Su acento suena demasiado correcto como para ser norteamericano...- sonrió de forma cómplice.
A su alrededor todo parecía funcionar con normalidad. La tensión por lo ocurrido en Luxemburgo parecía mucho más diluída aquí que en Reino Unido; era comprensible. Sobretodo teniendo en cuenta que los yankis tenían la protección del omnipotente Tío Sam... eso y que en general se creían indestructibles.
Mason parecía el típico hombre neoyorkino que había decidido salir a ver mundo. Tiene una estatura imponente en comparación con Ueda o la propia Amanda y su físico se presumía trabajado. Al fin y al cabo ése era su trabajo.
-La verdad es que no llevo tanto tiempo trabajando con él, el señor Tenbou, el sobrino del Dr. Ueda, me encargó su protección hace una semana.- miró entonces hacia el baño. -Es la primera vez que trabajo con un magnate asiático... Espero que no todos parezcan igual de lunáticos.- se echó a reír de su propio comentario y después miró hacia Amanda. Corrigió drásticamente su actitud y carraspeó frunciendo el ceño.
-Supongo que estoy hablando demasiado. ¿Y usted Srta. Wallace? ¿Ha viajado mucho a este lado del charco? Su acento suena demasiado correcto como para ser norteamericano...- sonrió de forma cómplice.
A su alrededor todo parecía funcionar con normalidad. La tensión por lo ocurrido en Luxemburgo parecía mucho más diluída aquí que en Reino Unido; era comprensible. Sobretodo teniendo en cuenta que los yankis tenían la protección del omnipotente Tío Sam... eso y que en general se creían indestructibles.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Amanda no pudo evitar reírse con el comentario de Mason. Sabía la fama que tenían los nipones a lo ancho del mundo, principalmente con sus excentricidades y costumbres, por no hablar de sus modas y lo peculiar que era la sociedad japonesa en si misma. Había estudiado bastante la cultura de Japón, al igual que había hecho con otras de la cuales se había formado en sus idiomas, para tener conocimiento sobre cómo era el mundo japonés, pero a Ueda, de momento, no sabía clasificarlo más allá de tener costumbres que resultaban completamente raras en occidente. Le llamaba especialmente la atención el hecho de que hubiera sido bastante irrespetuoso con ella, cuando era muy arraigado en el país del Sol Naciente el respeto y la educación, algo que Ueda no había demostrado en ningún momento.
Mason recuperó las formas, ya que, seguramente, pensó que su comentario había estado fuera de lugar, una actitud típica a la que Amanda estaba muy acostumbrada cuando una persona hacía un comentario prejuicioso a nivel cultural. La situación la ayudó a relajarse, pues el comportamiento de Mason le resultaba bastante divertido, en especial cuando se interesó por ella.
«¡Qué mono es!»
—Se nota mucho que no soy de por aquí, ¿verdad? —comentó sonriendo. La situación le recordó a su etapa en la universidad, donde los estudiantes se reunían a jugar a Yo Nunca o Verdad o Mentira e intentaban adivinar sus procedencias en base al acento de cada uno, aunque claramente la función del pasatiempo no era otro que ir a conocer gente y ligar—. Supongo que se imaginará que soy británica —observó el rostro de Mason para fijarse si su expresión cambiaba al decirle que era británica, aunque lo único que veía era la sonrisa perfecta del guardaespaldas—. La verdad es que he estado en varias ocasiones en los Estados Unidos, pero esta es mi primera vez en Filadelfia. Si tengo suerte podré de disponer de un poco de tiempo libre durante la cumbre médica e ir a hacer turismo por la ciudad —Amanda se quedó mirando de nuevo a Mason, que seguía dedicándole su sonrisa. Un poco avergonzada, desvió la mirada en la dirección en la que había desaparecido Ueda, luego volvió a Mason, que continuaba sonriendo—. ¿Y usted Sr. Mason? ¿Es de Filadelfia? Porque no me vendría mal que me indicase referencias turísticas más allá de las que se indican en las guías de turismo.
A pesar de la animada charla que mantenía con Mason, Amanda se preguntaba la razón por la cual el Dr. Ueda tardaba en regresar. Lo más probable sería que estuviera lavando las manos tantas veces que terminaría perdiendo las huellas dactilares.
Mason recuperó las formas, ya que, seguramente, pensó que su comentario había estado fuera de lugar, una actitud típica a la que Amanda estaba muy acostumbrada cuando una persona hacía un comentario prejuicioso a nivel cultural. La situación la ayudó a relajarse, pues el comportamiento de Mason le resultaba bastante divertido, en especial cuando se interesó por ella.
«¡Qué mono es!»
—Se nota mucho que no soy de por aquí, ¿verdad? —comentó sonriendo. La situación le recordó a su etapa en la universidad, donde los estudiantes se reunían a jugar a Yo Nunca o Verdad o Mentira e intentaban adivinar sus procedencias en base al acento de cada uno, aunque claramente la función del pasatiempo no era otro que ir a conocer gente y ligar—. Supongo que se imaginará que soy británica —observó el rostro de Mason para fijarse si su expresión cambiaba al decirle que era británica, aunque lo único que veía era la sonrisa perfecta del guardaespaldas—. La verdad es que he estado en varias ocasiones en los Estados Unidos, pero esta es mi primera vez en Filadelfia. Si tengo suerte podré de disponer de un poco de tiempo libre durante la cumbre médica e ir a hacer turismo por la ciudad —Amanda se quedó mirando de nuevo a Mason, que seguía dedicándole su sonrisa. Un poco avergonzada, desvió la mirada en la dirección en la que había desaparecido Ueda, luego volvió a Mason, que continuaba sonriendo—. ¿Y usted Sr. Mason? ¿Es de Filadelfia? Porque no me vendría mal que me indicase referencias turísticas más allá de las que se indican en las guías de turismo.
A pesar de la animada charla que mantenía con Mason, Amanda se preguntaba la razón por la cual el Dr. Ueda tardaba en regresar. Lo más probable sería que estuviera lavando las manos tantas veces que terminaría perdiendo las huellas dactilares.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Mason no pareció esbozar ningún gesto de desagrado cuando escuchó que Amanda era británica. Nada más lejos de la realidad. El hombre la miraba como si la conociera de toda la vida, con cierta ternura en la mirada que Amanda sólo había percibido de algún otro hombre a lo largo de toda su vida.
-Digamos que soy un ciudadano del mundo. A veces por aquí, a veces por allí... conozco muchos sitios pero nací en Melbourne.- concluyó. A Amanda le sorprendió escuchar aquello, los australianos tenían un acento muy característico; no hacía falta ser ningún experto en lenguas para identificarlo. Sin embargo ella lo era y no se había dado cuenta de ningún deje en su forma de hablar.
-Filadelfia es un lugar entrañable. La gente es muy agradable, mucho más que en ciudades sobresaturadas como Nueva York o Hong Kong. Y por supuesto los Donuts son un reclamo perfecto para quedarse una temporada...- sonrió dando un paso hacia la intérprete. Parecía un paso involuntario de alguna forma. Fue entonces cuando, del baño, salió disparado un chorro de agua que abrió la puerta de par en par con violencia.
Si no fuera por la rápida actuación de Mason, el chorro habría dado de lleno sobre el rostro de Amanda provocándole algo más que un susto. Por suerte para todos, una espalda no es tan sensible a la presión como una cara.
-¿Estás bien?- dijo Daniel, quien había agarrado a Wallace para apartarla de la trayectoria del agua. Acto seguido y casi sin esperar respuesta, Mason corrió hacia el interior del baño en busca de su protegido.
-¡Sr.Ueda! ¡Sr.Ueda responda!- la voz de Mason resonaba desde el interior mientras toda la gente de la embajada parecía correr de un lado para otro alterada.
-¡No me toques, maldita sea!- escuchó Amanda decir en un perfecto japonés.
-¿Eh?- Mason parecía no entender. -Sr.Ueda, ¿qué ha ocurrido?- dijo Mason mientras él y el japonés aparecían bajo el umbral de la puerta totalmente empapados.
-Digamos que soy un ciudadano del mundo. A veces por aquí, a veces por allí... conozco muchos sitios pero nací en Melbourne.- concluyó. A Amanda le sorprendió escuchar aquello, los australianos tenían un acento muy característico; no hacía falta ser ningún experto en lenguas para identificarlo. Sin embargo ella lo era y no se había dado cuenta de ningún deje en su forma de hablar.
-Filadelfia es un lugar entrañable. La gente es muy agradable, mucho más que en ciudades sobresaturadas como Nueva York o Hong Kong. Y por supuesto los Donuts son un reclamo perfecto para quedarse una temporada...- sonrió dando un paso hacia la intérprete. Parecía un paso involuntario de alguna forma. Fue entonces cuando, del baño, salió disparado un chorro de agua que abrió la puerta de par en par con violencia.
Si no fuera por la rápida actuación de Mason, el chorro habría dado de lleno sobre el rostro de Amanda provocándole algo más que un susto. Por suerte para todos, una espalda no es tan sensible a la presión como una cara.
-¿Estás bien?- dijo Daniel, quien había agarrado a Wallace para apartarla de la trayectoria del agua. Acto seguido y casi sin esperar respuesta, Mason corrió hacia el interior del baño en busca de su protegido.
-¡Sr.Ueda! ¡Sr.Ueda responda!- la voz de Mason resonaba desde el interior mientras toda la gente de la embajada parecía correr de un lado para otro alterada.
-¡No me toques, maldita sea!- escuchó Amanda decir en un perfecto japonés.
-¿Eh?- Mason parecía no entender. -Sr.Ueda, ¿qué ha ocurrido?- dijo Mason mientras él y el japonés aparecían bajo el umbral de la puerta totalmente empapados.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
«Es australiano… No lo había notado»
Amanda se sorprendió al saberlo y se sentía avergonzada de no haber sido capaz de percibirlo, aunque ciertamente Mason no tenía un acento característico en el habla, seguramente debido a ser un hombre de mundo, como había dicho. Ciertamente existían personas así, sin ningún tipo de deje nativo característico, por lo que no siempre podía saber con claridad el origen de dicha gente. Ello le molestaba, pues sabía que si fuera más eficiente podría notar algún rasgo, por mínimo que fuera, y no quedar como una idiota, aunque por suerte Mason la seguía mirando exactamente igual: con una sonrisa radiante y una mirada que conseguía que todos sus pensamientos embarazosos se diluyeran.
Mason explicaba lo diferente que era Filadelfia del resto de las grandes ciudades. Parecía hablaba de la ciudad con cariño, incluso mencionó los característicos Donuts, cosa que hizo que Amanda sonriera un poco más, algo que probablemente notaría Mason. Para ella, los Donuts resultaban un verdadero manjar y siempre que tenía oportunidad desayunaba uno antes de ir a trabajar, aunque luego su hermana le recordaba que tenía que “perderlo” si quería mantener la figura.
«No me importaría comerme uno ahora mismo, necesito una alegría»
El guardaespaldas avanzó un paso hacia ella y de pronto la agarró, sintiendo un impulso que chocaba directamente con el cuerpo de Mason y de él hacia ella, quedando, justamente después, una sensación húmeda. Amanda quiso gritar, pero se encontraba tan confusa con la situación que únicamente su rostro se tiñó de incredulidad al ver que tanto Mason como ella estaban empapados, sobre todo él, y que el suelo, en dirección al baño, se encontraba cubierto de agua.
«¿Qué ha pasado?»
Mason entró inmediatamente al aseo en busca Ueda. Amanda vio cómo la gente de la embajada corría de un lado para otro mientras recuperaba la compostura. Escuchó como en el interior del baño el psiquiatra gritaba en japonés a Mason y se acercó para interceder entre los dos hombres.
—Dr. Ueda, ¿está usted bien? —dijo en japonés— ¿Qué ha sucedido? —Amanda iba a acosar al médico con otras tres preguntas más, pero se calló al recordar que su cliente no era un hombre fácil de tratar y que era mejor que las cosas fueran con calma.
Amanda se sorprendió al saberlo y se sentía avergonzada de no haber sido capaz de percibirlo, aunque ciertamente Mason no tenía un acento característico en el habla, seguramente debido a ser un hombre de mundo, como había dicho. Ciertamente existían personas así, sin ningún tipo de deje nativo característico, por lo que no siempre podía saber con claridad el origen de dicha gente. Ello le molestaba, pues sabía que si fuera más eficiente podría notar algún rasgo, por mínimo que fuera, y no quedar como una idiota, aunque por suerte Mason la seguía mirando exactamente igual: con una sonrisa radiante y una mirada que conseguía que todos sus pensamientos embarazosos se diluyeran.
Mason explicaba lo diferente que era Filadelfia del resto de las grandes ciudades. Parecía hablaba de la ciudad con cariño, incluso mencionó los característicos Donuts, cosa que hizo que Amanda sonriera un poco más, algo que probablemente notaría Mason. Para ella, los Donuts resultaban un verdadero manjar y siempre que tenía oportunidad desayunaba uno antes de ir a trabajar, aunque luego su hermana le recordaba que tenía que “perderlo” si quería mantener la figura.
«No me importaría comerme uno ahora mismo, necesito una alegría»
El guardaespaldas avanzó un paso hacia ella y de pronto la agarró, sintiendo un impulso que chocaba directamente con el cuerpo de Mason y de él hacia ella, quedando, justamente después, una sensación húmeda. Amanda quiso gritar, pero se encontraba tan confusa con la situación que únicamente su rostro se tiñó de incredulidad al ver que tanto Mason como ella estaban empapados, sobre todo él, y que el suelo, en dirección al baño, se encontraba cubierto de agua.
«¿Qué ha pasado?»
Mason entró inmediatamente al aseo en busca Ueda. Amanda vio cómo la gente de la embajada corría de un lado para otro mientras recuperaba la compostura. Escuchó como en el interior del baño el psiquiatra gritaba en japonés a Mason y se acercó para interceder entre los dos hombres.
—Dr. Ueda, ¿está usted bien? —dijo en japonés— ¿Qué ha sucedido? —Amanda iba a acosar al médico con otras tres preguntas más, pero se calló al recordar que su cliente no era un hombre fácil de tratar y que era mejor que las cosas fueran con calma.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
¡Apártense de mí!- gritó Ueda en su inglés mejor pronunciado. En ese mismo instante, Daniel se apartó de él sin parar de echar vistazos hacia el interior del baño.
Se hizo entonces el silencio, al menos el silencio que podía haber tras el reventón de una tubería. Desde donde Amanda se encontraba, podía ver cómo el agua se había abierto paso a través de los azulejos rompiendo varios de ellos en el acto. El suelo estaba lleno de agua y de cierta suciedad; como arena o algo similar. Rápidamente un grupo de mantenimiento entró en el baño mientras la voz del embajador Morikawa se acercaba de forma atropellada.
-¡Me marcho de aquí!- espetó Ueda antes de que el embajador pudiera siquiera acercarse. Mason miró a Amanda con un gesto de preocupación y después trotó hasta alcanzar al japonés.
-Doctor, el coche está en la otra puerta.- informaba Mason con tensión.
-¿Y a qué estás esperando?- respondió Ueda sin mirarlo.
Daniel se paró en seco y negó con la cabeza desde su espalda.
-No tardaré...- dijo a Amanda mientras se quitaba la chaqueta y empezaba a escurrirla a la carrera.
En el exterior todo parecía seguir con normalidad. El tráfico se mantenía constante y daba la sensación de que no había habido repercusiones en la fachada del edificio. Quizás ni siquiera se escuchara el estruendo... Ueda no paraba de mirar el móvil como estupefacto.
Algo en la mirada del doctor ponía nerviosa a Amanda. Daba la sensación de que acababa de leer la peor noticia de su vida; algo le había asustado, eso estaba claro. ¿Pero el qué?
Las corrientes de aire, aunque escasas, eran reconfortantes. No obstante, empapados como estaban, el más mínimo roce con el viento hacía sentir escalofríos.
Se hizo entonces el silencio, al menos el silencio que podía haber tras el reventón de una tubería. Desde donde Amanda se encontraba, podía ver cómo el agua se había abierto paso a través de los azulejos rompiendo varios de ellos en el acto. El suelo estaba lleno de agua y de cierta suciedad; como arena o algo similar. Rápidamente un grupo de mantenimiento entró en el baño mientras la voz del embajador Morikawa se acercaba de forma atropellada.
-¡Me marcho de aquí!- espetó Ueda antes de que el embajador pudiera siquiera acercarse. Mason miró a Amanda con un gesto de preocupación y después trotó hasta alcanzar al japonés.
-Doctor, el coche está en la otra puerta.- informaba Mason con tensión.
-¿Y a qué estás esperando?- respondió Ueda sin mirarlo.
Daniel se paró en seco y negó con la cabeza desde su espalda.
-No tardaré...- dijo a Amanda mientras se quitaba la chaqueta y empezaba a escurrirla a la carrera.
En el exterior todo parecía seguir con normalidad. El tráfico se mantenía constante y daba la sensación de que no había habido repercusiones en la fachada del edificio. Quizás ni siquiera se escuchara el estruendo... Ueda no paraba de mirar el móvil como estupefacto.
Algo en la mirada del doctor ponía nerviosa a Amanda. Daba la sensación de que acababa de leer la peor noticia de su vida; algo le había asustado, eso estaba claro. ¿Pero el qué?
Las corrientes de aire, aunque escasas, eran reconfortantes. No obstante, empapados como estaban, el más mínimo roce con el viento hacía sentir escalofríos.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Amanda estaba completamente sorprendida por la visión del aseo. Un tubería reventada había sido la causante de aquel estropicio, arrasando con toda su sujección de golpe, y de la cual seguía emanando un leve chorro de agua de su interior que continuaba inundando el suelo del baño. Amanda no era un experta en temas de fontanería, si tenía alguna incidencia se limitaba a llamar a un técnico para que fuera a su hogar y solventase la avería, pero la forma en la que había estallado la cañería no le parecía normal.
Observó a Mason inspeccionando el servicio. Amanda lo imitó no pudiendo evitar la curiosidad de saber si había alguien más en el interior del aseo, pero no parecía que hubiera nadie más que ellos tres, por lo que seguramente Ueda era el origen del destrozo, aunque le seguía pareciendo raro.
«¿Cómo lo habrá hecho?»
De pronto un grupo de personas, que parecía ser de mantenimiento, entraron en el baño. Amanda reconoció la voz del embajador Morikawa en la lejanía, aproximándose hacia el servicio. Ueda también pareció reconocerla y, queriendo evitar más atosigamientos, salió disparado ignorando al embajador. Mason y Amanda fueron tras él, aunque la intérprete se rezagó unos segundos para pedirle disculpas a Morikawa por el comportamiento de su cliente.
Ueda parecía estar al borde de un ataque de nervios y su falta de modales crecía con cada frase que alguien le lanzaba. Amanda no entendía cómo podía ser tan desconsiderado con dos personas que estaban a su servicio y pretendían ayudarle. Tenía claro que pediría un expediente psicológico de su próximo cliente para evitar sorpresas tan desagradables. Por suerte Mason era amable y los minutos que había estado en la embajada no se habían convertido en una situación verdaderamente incómoda gracias a él. Eso sin contar el incidente del baño, aunque nuevamente Mason había salvado el día evitando que el chorro de agua le golpease en la cara.
—Te esperaré... quiero decir, el Dr. Ueda y yo te esperaremos en la otra salida —dijo Amanda mientras Mason se alejaba en busca del coche. Seguidamente Amanda apuró a Ueda, que ya había salido al exterior de la embajada—. Dr. Ueda, por favor dígame qué le… —Amanda se calló de pronto al ver la expresión de Ueda. Éste miraba el móvil alarmado, incluso parecía que no se inmutaba ante el frío que debía de sentir al estar totalmente empapado mientras era azotado por pequeñas brisas de aire. Amanda sí era consciente de ello y se abrazó para intentar mantener el calor hasta que llegara Mason—. Dr. Ueda, ¿está usted bien? ¿Qué sucede? —seguramente el psiquiatra no la escucharía o se sentiría de nuevo acosado por las preguntas de Amanda.
Observó a Mason inspeccionando el servicio. Amanda lo imitó no pudiendo evitar la curiosidad de saber si había alguien más en el interior del aseo, pero no parecía que hubiera nadie más que ellos tres, por lo que seguramente Ueda era el origen del destrozo, aunque le seguía pareciendo raro.
«¿Cómo lo habrá hecho?»
De pronto un grupo de personas, que parecía ser de mantenimiento, entraron en el baño. Amanda reconoció la voz del embajador Morikawa en la lejanía, aproximándose hacia el servicio. Ueda también pareció reconocerla y, queriendo evitar más atosigamientos, salió disparado ignorando al embajador. Mason y Amanda fueron tras él, aunque la intérprete se rezagó unos segundos para pedirle disculpas a Morikawa por el comportamiento de su cliente.
Ueda parecía estar al borde de un ataque de nervios y su falta de modales crecía con cada frase que alguien le lanzaba. Amanda no entendía cómo podía ser tan desconsiderado con dos personas que estaban a su servicio y pretendían ayudarle. Tenía claro que pediría un expediente psicológico de su próximo cliente para evitar sorpresas tan desagradables. Por suerte Mason era amable y los minutos que había estado en la embajada no se habían convertido en una situación verdaderamente incómoda gracias a él. Eso sin contar el incidente del baño, aunque nuevamente Mason había salvado el día evitando que el chorro de agua le golpease en la cara.
—Te esperaré... quiero decir, el Dr. Ueda y yo te esperaremos en la otra salida —dijo Amanda mientras Mason se alejaba en busca del coche. Seguidamente Amanda apuró a Ueda, que ya había salido al exterior de la embajada—. Dr. Ueda, por favor dígame qué le… —Amanda se calló de pronto al ver la expresión de Ueda. Éste miraba el móvil alarmado, incluso parecía que no se inmutaba ante el frío que debía de sentir al estar totalmente empapado mientras era azotado por pequeñas brisas de aire. Amanda sí era consciente de ello y se abrazó para intentar mantener el calor hasta que llegara Mason—. Dr. Ueda, ¿está usted bien? ¿Qué sucede? —seguramente el psiquiatra no la escucharía o se sentiría de nuevo acosado por las preguntas de Amanda.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
El tiempo pareció ralentizarse mientras la particular pareja esperaba a la llegada de Mason. Ueda se encontraba mirando su teléfono móvil, sin mover un sólo músculo. Por lo que Amanda pudo ver, el doctor se encontraba mirando una fotografía en la que aparecían dos personas. Desde su ángulo no pudo identificar de quiénes se trataban, pero parecían un hombre y una chica japoneses, ambos de pelo negro.
Cuando Amanda se percató, Ueda se encontraba mirándola completamente ojiplático. Cierto tono blanquecino se había instalado sobre sus mejillas dotándolo de un aire enfermizo y siniestro.
-Hoy... justo hoy hace una semana...- Ueda comenzó a hablar. Se encontraba con el rostro desencajado como si, de alguna forma, se hubiera percatado de un gran dolor que cargaba a sus espaldas. -Llevo siete días malviviendo en este mundo sin ella... y a mi sobrino parece no importarle lo más mínimo.- Ueda hablaba más para sí que para nadie más.
El frenazo del coche hizo que el doctor despertara de su ensimismamiento. Mason frenó justo en frente de ellos y el psiquiatra entró en la parte de atrás mientras Mason salía para abrirle la puerta. Tras su gesto innecesario, volvió al interior del vehículo y, una vez Amanda se encontraba con ellos, puso rumbo al hotel.
-¿Alguna vez ha perdido usted a alguien importante, señorita Wallace? ¿Una persona que despertara lo mejor que había en usted? ¿Alguien cuyo bienestar podía asegurar el suyo propio?
Mason miraba hacia Amanda, sin comprender qué decía Ueda. Se puso las gafas de sol y fingió no estar allí.
Cuando Amanda se percató, Ueda se encontraba mirándola completamente ojiplático. Cierto tono blanquecino se había instalado sobre sus mejillas dotándolo de un aire enfermizo y siniestro.
-Hoy... justo hoy hace una semana...- Ueda comenzó a hablar. Se encontraba con el rostro desencajado como si, de alguna forma, se hubiera percatado de un gran dolor que cargaba a sus espaldas. -Llevo siete días malviviendo en este mundo sin ella... y a mi sobrino parece no importarle lo más mínimo.- Ueda hablaba más para sí que para nadie más.
El frenazo del coche hizo que el doctor despertara de su ensimismamiento. Mason frenó justo en frente de ellos y el psiquiatra entró en la parte de atrás mientras Mason salía para abrirle la puerta. Tras su gesto innecesario, volvió al interior del vehículo y, una vez Amanda se encontraba con ellos, puso rumbo al hotel.
-¿Alguna vez ha perdido usted a alguien importante, señorita Wallace? ¿Una persona que despertara lo mejor que había en usted? ¿Alguien cuyo bienestar podía asegurar el suyo propio?
Mason miraba hacia Amanda, sin comprender qué decía Ueda. Se puso las gafas de sol y fingió no estar allí.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Nuevamente Ueda la ignoraba. Aquella situación estaba empezando a molestar a Amanda, pero en ese preciso momento estaba más preocupada por poder quitarse la ropa y secarse, en la tranquilidad de su habitación del hotel, que en el hecho de que su cliente la escuchase.
Pese a ello, le preocupaba el psiquiatra, sobre todo por la peculiar situación que había vivido momentos antes en el baño de la embajada. Amanda miró entonces lo que Ueda observaba con tanta atención en la pantalla de su móvil y, aunque no podía verlo del todo bien, logró distinguir a un hombre y a una mujer japoneses.
«Seguramente sean familia… ¿Habrá pasado algo?»
Amanda volvió la vista al frente para buscar el coche de Mason, pero en pocos segundos se percató de que no sabía cómo era el coche. No sería complicado para Mason reconocer a la única pareja compuesta por un japonés y una británica pasados por agua en toda la calle de la embajada, pero igualmente Amanda quería estar segura de que los reconocería.
—Dr. Ueda, por un casual no sabrá cómo es el coche… —instintivamente Amanda retrocedió un paso hacia atrás y contuvo las ganas de pegar un grito. Ueda la observaba con los ojos abiertos de par en par, completamente pálido y con un gesto espeluznante en su cara. Le recordaba a esas películas de terror que tanto odiaba donde la criatura antagonista era de aspecto humano y japonés, con la piel completamente blanca y los ojos oscuros como la pez.
El médico comenzó a balbucear algo que Amanda no entendió del todo bien. Parecía perdido y desorientado.
El frenazo de un coche los devolvió a ambos a la realidad. Se relajó al comprobar que era Mason y que por suerte ya iban a dejar atrás todo el incidente de la embajada.
Amanda subió al coche después de que lo hiciera Ueda, sentándose en el asiento de copiloto, pues seguramente el psiquiatra querría estar solo y tranquilo tras todo lo ocurrido, aunque en esta ocasión fue el doctor quien buscó charlar con su intérprete. Su voz parecía triste y lejana. Amanda se tomó un tiempo para responder, las preguntas la habían pillado por sorpresa.
—He perdido varias personas a lo largo de mi vida, Dr. Ueda, aunque por desgracia no me he sentido con ninguna como usted describe. Existían lazos importantes con ellas y lamento mucho su pérdida, pero nunca a ese nivel —Amanda miró por la ventana del coche, aunque no para observar Filadelfia, sino para evitar que ninguno de los dos hombres la viera lagrimear. Ella era una profesional y llorar en su trabajo no lo era, pero acordarse de su tía Isabelle la ponía siempre triste, pues había sido como una madre para ella y con tan solo ocho años la vio morir por culpa de un cáncer. Amanda no sabía decir si la relación con su tía había llegado al nivel del que hablaba Ueda, pero si estaba segura de que había sido la muerte que más le había afectado—. Dr. Ueda, lo siento… si quiere hablar, aquí me tiene.
Pese a ello, le preocupaba el psiquiatra, sobre todo por la peculiar situación que había vivido momentos antes en el baño de la embajada. Amanda miró entonces lo que Ueda observaba con tanta atención en la pantalla de su móvil y, aunque no podía verlo del todo bien, logró distinguir a un hombre y a una mujer japoneses.
«Seguramente sean familia… ¿Habrá pasado algo?»
Amanda volvió la vista al frente para buscar el coche de Mason, pero en pocos segundos se percató de que no sabía cómo era el coche. No sería complicado para Mason reconocer a la única pareja compuesta por un japonés y una británica pasados por agua en toda la calle de la embajada, pero igualmente Amanda quería estar segura de que los reconocería.
—Dr. Ueda, por un casual no sabrá cómo es el coche… —instintivamente Amanda retrocedió un paso hacia atrás y contuvo las ganas de pegar un grito. Ueda la observaba con los ojos abiertos de par en par, completamente pálido y con un gesto espeluznante en su cara. Le recordaba a esas películas de terror que tanto odiaba donde la criatura antagonista era de aspecto humano y japonés, con la piel completamente blanca y los ojos oscuros como la pez.
El médico comenzó a balbucear algo que Amanda no entendió del todo bien. Parecía perdido y desorientado.
El frenazo de un coche los devolvió a ambos a la realidad. Se relajó al comprobar que era Mason y que por suerte ya iban a dejar atrás todo el incidente de la embajada.
Amanda subió al coche después de que lo hiciera Ueda, sentándose en el asiento de copiloto, pues seguramente el psiquiatra querría estar solo y tranquilo tras todo lo ocurrido, aunque en esta ocasión fue el doctor quien buscó charlar con su intérprete. Su voz parecía triste y lejana. Amanda se tomó un tiempo para responder, las preguntas la habían pillado por sorpresa.
—He perdido varias personas a lo largo de mi vida, Dr. Ueda, aunque por desgracia no me he sentido con ninguna como usted describe. Existían lazos importantes con ellas y lamento mucho su pérdida, pero nunca a ese nivel —Amanda miró por la ventana del coche, aunque no para observar Filadelfia, sino para evitar que ninguno de los dos hombres la viera lagrimear. Ella era una profesional y llorar en su trabajo no lo era, pero acordarse de su tía Isabelle la ponía siempre triste, pues había sido como una madre para ella y con tan solo ocho años la vio morir por culpa de un cáncer. Amanda no sabía decir si la relación con su tía había llegado al nivel del que hablaba Ueda, pero si estaba segura de que había sido la muerte que más le había afectado—. Dr. Ueda, lo siento… si quiere hablar, aquí me tiene.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Se lo agradezco...- dijo Ueda en un tono delicado. El hombre se arrebujó en su bufanda y pareció desconectar de la realidad durante un largo rato.
Amanda comprobó la profesionalidad de Mason. Conducía sin apartar la mirada de la carretera y su gesto, y las gafas de sol, proporcionaban toda la intimidad necesaria al resto de ocupantes del vehículo. Amanda sentía una sensación extraña, como una opresión en el pecho... como un gran pesar. Poco a poco, por suerte, todo fue diluyéndose en el silencio del viaje.
Llegaron al hotel que la agencia les había procurado y psiquiatra e intérprete bajaron del vehículo mientras Mason hablaba con el encargado del parking. Ueda caminó hacia la entrada donde un pequeño grupo de personas esperaban para recibirlo. Ueda atravesó al pequeño grupo de gente sin apenas intercambiar palabras a excepción de "Apártense" o "Déjenme en paz". Antes de que Amanda pudiera darse cuenta, Mason le puso su chaqueta por encima y sonrió cálidamente.
-Vamos Amanda... tenemos un loco al que cuidar.
La cena había sido deliciosa, el hotel Palomar parecía contar con todo lujo de detalles, mucho más cuando corrían a cuenta de la empresa. Su cliente debía ser un hombre muy importante, de lo contrario no estarían deshaciéndose tanto en regalos. La habitación de Ueda se encontraba al final del pasillo; el hombre se había empeñado en estar lejos de los ascensores por el infernal ruido que éstos hacían.
La suite "luxury queen" que ella ocupaba se encontraba en el centro del pasillo. No obstante, el pobre Mason no tenía una habitación. Por petición de su cliente, Daniel hacía guardia frente a su puerta sentado en una butaca.
Wallace podía sentir la crispación aumentar en el hombre pero ella también tenía mucho trabajo por hacer aquella noche...
Amanda comprobó la profesionalidad de Mason. Conducía sin apartar la mirada de la carretera y su gesto, y las gafas de sol, proporcionaban toda la intimidad necesaria al resto de ocupantes del vehículo. Amanda sentía una sensación extraña, como una opresión en el pecho... como un gran pesar. Poco a poco, por suerte, todo fue diluyéndose en el silencio del viaje.
Llegaron al hotel que la agencia les había procurado y psiquiatra e intérprete bajaron del vehículo mientras Mason hablaba con el encargado del parking. Ueda caminó hacia la entrada donde un pequeño grupo de personas esperaban para recibirlo. Ueda atravesó al pequeño grupo de gente sin apenas intercambiar palabras a excepción de "Apártense" o "Déjenme en paz". Antes de que Amanda pudiera darse cuenta, Mason le puso su chaqueta por encima y sonrió cálidamente.
-Vamos Amanda... tenemos un loco al que cuidar.
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La cena había sido deliciosa, el hotel Palomar parecía contar con todo lujo de detalles, mucho más cuando corrían a cuenta de la empresa. Su cliente debía ser un hombre muy importante, de lo contrario no estarían deshaciéndose tanto en regalos. La habitación de Ueda se encontraba al final del pasillo; el hombre se había empeñado en estar lejos de los ascensores por el infernal ruido que éstos hacían.
La suite "luxury queen" que ella ocupaba se encontraba en el centro del pasillo. No obstante, el pobre Mason no tenía una habitación. Por petición de su cliente, Daniel hacía guardia frente a su puerta sentado en una butaca.
Wallace podía sentir la crispación aumentar en el hombre pero ella también tenía mucho trabajo por hacer aquella noche...
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Aquel momento de sinceridad había dejado a Amanda completamente vulnerable. No lograba comprender por qué había hablado de su tía a unos desconocidos que apenas la conocían de nada. Pasó por su mente que todo lo que había sucedido aquel día fuera una prueba del psiquiatra y que ese momento de debilidad era causa de ello, pero le pareció tan surrealista que rápidamente lo descartó.
«Simplemente, a veces, una se deja llevar», pensó Amanda recordando una frase que usaba mucho su madre.
Miró a Mason, que conducía en silencio, esperando alguna reacción por parte del guardaespaldas, pero en aquel momento parecía estar concentrado en la carretera y los ánimos no estaban para conversaciones animadas. Amanda se acurrucó en su asiento intentando no perder mucho calor, pues aún estaba húmeda, y se dedicó a contemplar por la ventana la visión de Filadelfia a medida que el sol caía.
«Hola, Filadelfia. Precioso comienzo, ¿verdad?»
La ciudad se había convertido en un carrusel de luces, escaparates y gentío que Amanda observaba sin prestar atención a nada en particular hasta que la imagen paró delante del hotel en el que se hospedaba. Ueda fue el más raudo en bajarse del coche y antes de que diera tiempo a decirle algo, desapareció entre la gente que lo recibía. Amanda iba a seguir sus pasos cuando notó como alguien la arropaba con una chaqueta. Al volverse se encontró con Mason, que la sonreía como había hecho momentos antes en el consulado.
—Gracias Daniel —dijo agradecida, devolviendole la sonrisa—. Sí, vamos antes de que estropee otro baño —añadió riéndose, a pesar de todavía le resultaba desconcertante lo acontecido en el consulado.
Cuando a Amanda le dijeron en la agencia que su cliente era un psiquiatra importante no entendía a qué nivel de importancia se referían. El Dr. Ueda resultó ser una eminencia y el trato en el hotel era verdaderamente de lujo.
La cena fue toda una grata sorpresa después de un día tan complicado y extraño. La intérprete decidió pasar por alto su norma de no cenar abundantemente y ponerse las botas un poco más que de costumbre. Seguramente su hermana le diría algo como “Amanda, deberías medir las calorías” o “Eso te pasará factura e irá a las cartucheras, ¿es lo quieres?”, pero esa noche le daba completamente igual, se lo había ganado. Además tenía trabajo que hacer esa noche y necesitaba fuerzas.
Su habitación tampoco se quedaba atrás en derroche. La suite “luxury queen” parecía un sueño que solo existía en los blockbusters americanos del estilo de Pretty Woman.
«No soy precisamente Julia Roberts, pero podría acostumbrarme a esto»
Amanda decidió darse un baño relajante antes de ponerse a trabajar en los documentos de la cumbre. El agua caliente y las sales perfumadas relajaron su cuerpo y los nervios desaparecieron, dejando solo lugar para la tranquilidad y el placer del baño.
«Sí, definitivamente podría acostumbrarme a esto siempre»
Tras ponerse un pijama y secarse el pelo, observó los documentos que tenía que estudiar y los extendió por la cama. Se sentó cruzada de piernas y comenzó a leer. La mayoría de los archivos trataban sobre jerga médica: vacunas, epidemias, controles bacterianos, tratamientos medicinales, casos que se expondrían en la cumbre… Material necesario para dar apoyo a su cliente como intérprete, pero que apenas entendía en profundidad.
—Decían del vocabulario jurídico en la universidad, pero el técnico científico es también complicado… para esto no te preparan en la facultad —Amanda se tumbó en la cama, pensando en el día de locos que había tenido y recordó que el pobre Mason estaba solo en el pasillo, custodiando la puerta del Dr. Ueda. Amanda se preguntó si el psiquiatra tendría enemigos para necesitar a alguien vigilando todo el tiempo su puerta.
«Bueno, por ir a hacerle compañía un rato no pasa nada»
Amanda enfundó sus pies en las zapatillas del hotel y salió al pasillo. A pesar de la hora, el guardaespaldas seguía allí, sentado, guardando la puerta. Amanda se acercó titubeante, pues no estaba segura de si Mason querría compañía a esas horas y que le dejaran hacer su trabajo en paz.
—Hola de nuevo, Mason. ¿Se ha dormido ya? —dijo señalando a la puerta— He pensado que ya que no puedo dormir y la jerga médica me tiene algo mareada… ¿te apetece charlar un rato?
«Simplemente, a veces, una se deja llevar», pensó Amanda recordando una frase que usaba mucho su madre.
Miró a Mason, que conducía en silencio, esperando alguna reacción por parte del guardaespaldas, pero en aquel momento parecía estar concentrado en la carretera y los ánimos no estaban para conversaciones animadas. Amanda se acurrucó en su asiento intentando no perder mucho calor, pues aún estaba húmeda, y se dedicó a contemplar por la ventana la visión de Filadelfia a medida que el sol caía.
«Hola, Filadelfia. Precioso comienzo, ¿verdad?»
La ciudad se había convertido en un carrusel de luces, escaparates y gentío que Amanda observaba sin prestar atención a nada en particular hasta que la imagen paró delante del hotel en el que se hospedaba. Ueda fue el más raudo en bajarse del coche y antes de que diera tiempo a decirle algo, desapareció entre la gente que lo recibía. Amanda iba a seguir sus pasos cuando notó como alguien la arropaba con una chaqueta. Al volverse se encontró con Mason, que la sonreía como había hecho momentos antes en el consulado.
—Gracias Daniel —dijo agradecida, devolviendole la sonrisa—. Sí, vamos antes de que estropee otro baño —añadió riéndose, a pesar de todavía le resultaba desconcertante lo acontecido en el consulado.
************************************************************************
Cuando a Amanda le dijeron en la agencia que su cliente era un psiquiatra importante no entendía a qué nivel de importancia se referían. El Dr. Ueda resultó ser una eminencia y el trato en el hotel era verdaderamente de lujo.
La cena fue toda una grata sorpresa después de un día tan complicado y extraño. La intérprete decidió pasar por alto su norma de no cenar abundantemente y ponerse las botas un poco más que de costumbre. Seguramente su hermana le diría algo como “Amanda, deberías medir las calorías” o “Eso te pasará factura e irá a las cartucheras, ¿es lo quieres?”, pero esa noche le daba completamente igual, se lo había ganado. Además tenía trabajo que hacer esa noche y necesitaba fuerzas.
Su habitación tampoco se quedaba atrás en derroche. La suite “luxury queen” parecía un sueño que solo existía en los blockbusters americanos del estilo de Pretty Woman.
«No soy precisamente Julia Roberts, pero podría acostumbrarme a esto»
Amanda decidió darse un baño relajante antes de ponerse a trabajar en los documentos de la cumbre. El agua caliente y las sales perfumadas relajaron su cuerpo y los nervios desaparecieron, dejando solo lugar para la tranquilidad y el placer del baño.
«Sí, definitivamente podría acostumbrarme a esto siempre»
Tras ponerse un pijama y secarse el pelo, observó los documentos que tenía que estudiar y los extendió por la cama. Se sentó cruzada de piernas y comenzó a leer. La mayoría de los archivos trataban sobre jerga médica: vacunas, epidemias, controles bacterianos, tratamientos medicinales, casos que se expondrían en la cumbre… Material necesario para dar apoyo a su cliente como intérprete, pero que apenas entendía en profundidad.
—Decían del vocabulario jurídico en la universidad, pero el técnico científico es también complicado… para esto no te preparan en la facultad —Amanda se tumbó en la cama, pensando en el día de locos que había tenido y recordó que el pobre Mason estaba solo en el pasillo, custodiando la puerta del Dr. Ueda. Amanda se preguntó si el psiquiatra tendría enemigos para necesitar a alguien vigilando todo el tiempo su puerta.
«Bueno, por ir a hacerle compañía un rato no pasa nada»
Amanda enfundó sus pies en las zapatillas del hotel y salió al pasillo. A pesar de la hora, el guardaespaldas seguía allí, sentado, guardando la puerta. Amanda se acercó titubeante, pues no estaba segura de si Mason querría compañía a esas horas y que le dejaran hacer su trabajo en paz.
—Hola de nuevo, Mason. ¿Se ha dormido ya? —dijo señalando a la puerta— He pensado que ya que no puedo dormir y la jerga médica me tiene algo mareada… ¿te apetece charlar un rato?
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Daniel sonrió al ver aparecer a Amanda y, como un resorte, se levantó de la cómoda silla que se encontraba junto a la puerta número 44.
-Siempre me apetece charlar contigo, Amanda.- sonrió más ampliamente y le cedió el asiento a su compañera. Se apoyó entonces en el marco de la puerta y se llevó el dedo índice hacia los labios. -Aunque mejor que hablemos más bajito, nuestro bebé hace ya rato que no hace ningún ruido.- y señaló con el pulgar al interior de la habitación.
- La verdad es que el hotel es bastante impresionante. El interior de esta suite es más grande que mi piso entero.- se encogió de hombros y se cruzó de brazos después. -¿Tú vives sola o... con tu chico? ¡O chica! Que hoy en día nunca se sabe, jejeje
En aquel preciso instante en el que la queda risita de Daniel resonó en su garganta, alguien echó el pestillo en el interior de la habitación. Mason se apartó de la puerta y se golpeó varias veces la frente con gesto de desesperación. No obstante, ninguno de los dos se esperaba lo que ocurrió después.
La música del koto sonaba desde el interior de la habitación. El sonido no era muy fuerte, pero aún así, parecía proceder de un instrumento real y no de ningún aparato.
-Y ahora también toca... - sus ojos se cerraron y volvió a apoyarse en la pared mirando hacia el cielo.
-Siempre me apetece charlar contigo, Amanda.- sonrió más ampliamente y le cedió el asiento a su compañera. Se apoyó entonces en el marco de la puerta y se llevó el dedo índice hacia los labios. -Aunque mejor que hablemos más bajito, nuestro bebé hace ya rato que no hace ningún ruido.- y señaló con el pulgar al interior de la habitación.
- La verdad es que el hotel es bastante impresionante. El interior de esta suite es más grande que mi piso entero.- se encogió de hombros y se cruzó de brazos después. -¿Tú vives sola o... con tu chico? ¡O chica! Que hoy en día nunca se sabe, jejeje
En aquel preciso instante en el que la queda risita de Daniel resonó en su garganta, alguien echó el pestillo en el interior de la habitación. Mason se apartó de la puerta y se golpeó varias veces la frente con gesto de desesperación. No obstante, ninguno de los dos se esperaba lo que ocurrió después.
La música del koto sonaba desde el interior de la habitación. El sonido no era muy fuerte, pero aún así, parecía proceder de un instrumento real y no de ningún aparato.
-Y ahora también toca... - sus ojos se cerraron y volvió a apoyarse en la pared mirando hacia el cielo.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Amanda retrocedió un paso al escuchar el pestillo de la habitación de Ueda. No esperaba que el psiquiatra estuviera despierto y, mucho menos todavía, que se pusiese a tocar un instrumento a aquellas horas, aunque por suerte la melodía que procedía del koto era suave y no molestaría a ninguno de los residentes del hotel.
—Eso que suena es... un koto —Amanda tardó un poco recordar el nombre del instrumento—. Está claro que el Dr. Ueda es un hombre arraigado a las tradiciones clásicas —añadió.
Aceptando el ofrecimiento de Mason, Amanda se sentó en la silla que éste le había ofrecido y le dedicó una sonrisa a su compañero.
—Sobre lo que me has preguntado antes… bueno, vivo sola —dijo mientras se acomodaba en la silla—, pero como tu curiosidad va un poco más allá, te diré que no tengo novio y novia no creo que vaya a tener nunca —contuvo una risa para no importunar más a su cliente—. Estuve a punto de irme a vivir con una amiga tras terminar la carrera, pero hacia final de curso se echó novio e irme a vivir con ellos habría sido… raro, seguramente incómodo, al menos para mi. Cuando tuve la oportunidad me fui a vivir sola a un piso y hasta ahora no puedo quejarme, ser completamente independiente tiene sus ventajas.
Mientras hablaban, el sonido del koto seguía acompañándoles. Parecía que Ueda tenía un gran repertorio del instrumento.
—¿Qué me dices de tí, Daniel? ¿Hay alguien en tu vida o el viajar por el mundo ocupa todo tu tiempo? —preguntó Amanda con interés— Supongo que con un trabajo como el tuyo se conoce a mucha gente fascinante.
—Eso que suena es... un koto —Amanda tardó un poco recordar el nombre del instrumento—. Está claro que el Dr. Ueda es un hombre arraigado a las tradiciones clásicas —añadió.
Aceptando el ofrecimiento de Mason, Amanda se sentó en la silla que éste le había ofrecido y le dedicó una sonrisa a su compañero.
—Sobre lo que me has preguntado antes… bueno, vivo sola —dijo mientras se acomodaba en la silla—, pero como tu curiosidad va un poco más allá, te diré que no tengo novio y novia no creo que vaya a tener nunca —contuvo una risa para no importunar más a su cliente—. Estuve a punto de irme a vivir con una amiga tras terminar la carrera, pero hacia final de curso se echó novio e irme a vivir con ellos habría sido… raro, seguramente incómodo, al menos para mi. Cuando tuve la oportunidad me fui a vivir sola a un piso y hasta ahora no puedo quejarme, ser completamente independiente tiene sus ventajas.
Mientras hablaban, el sonido del koto seguía acompañándoles. Parecía que Ueda tenía un gran repertorio del instrumento.
—¿Qué me dices de tí, Daniel? ¿Hay alguien en tu vida o el viajar por el mundo ocupa todo tu tiempo? —preguntó Amanda con interés— Supongo que con un trabajo como el tuyo se conoce a mucha gente fascinante.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
-Lo cierto es que no me puedo quejar...- Daniel se rascó el mentón, pensativo, haciendo memoria de los diferentes clientes a los que había servido. Había unas cuantas historias divertidas, pero dudaba que fueran una buena carta de presentación para una persona tan inocente como Amanda.
-Trabajé durante mucho tiempo acompañando a una pareja de músicos por Europa. Eran bastante excéntricos y tenían costumbres muy desagradables. Pero lo peor era comprobar lo falsos que eran con sus fans.- Daniel se encogió de hombros.
En ese instante la intensidad del koto pareció incrementarse, a lo que Mason respondió con una mueca de molestia y unas cuantas miradas nerviosas a su alrededor.
-Conseguirá que nos echen...- dijo en un tono cansado. -En fin, yo nunca he sido mucho de idolatrar a nadie así que no sé cómo de intenso puede ser ese sentimiento. Pero esas personas recorrían kilómetros y kilómetros para verlos actuar y apenas los saludaban un par de segundos.- Daniel negó con la cabeza.
-Aunque mi independencia comenzó mucho antes.- se echó a reír. -Me crié en un orfanato y, en cuanto tuve tiempo, empecé a hacer trabajos para unos y para otros. Nunca pude estudiar, pero algo en mi cabeza me decía que ése no era mi destino.- en ese momento la mirada de Mason se clavó en la de Amanda.
-Mi destino es proteger a otras personas.
-Trabajé durante mucho tiempo acompañando a una pareja de músicos por Europa. Eran bastante excéntricos y tenían costumbres muy desagradables. Pero lo peor era comprobar lo falsos que eran con sus fans.- Daniel se encogió de hombros.
En ese instante la intensidad del koto pareció incrementarse, a lo que Mason respondió con una mueca de molestia y unas cuantas miradas nerviosas a su alrededor.
-Conseguirá que nos echen...- dijo en un tono cansado. -En fin, yo nunca he sido mucho de idolatrar a nadie así que no sé cómo de intenso puede ser ese sentimiento. Pero esas personas recorrían kilómetros y kilómetros para verlos actuar y apenas los saludaban un par de segundos.- Daniel negó con la cabeza.
-Aunque mi independencia comenzó mucho antes.- se echó a reír. -Me crié en un orfanato y, en cuanto tuve tiempo, empecé a hacer trabajos para unos y para otros. Nunca pude estudiar, pero algo en mi cabeza me decía que ése no era mi destino.- en ese momento la mirada de Mason se clavó en la de Amanda.
-Mi destino es proteger a otras personas.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
—Vaya… —dijo Amanda sorprendida ante la respuesta de Mason—. Siempre he dado por hecho que el destino de las personas es alcanzar la felicidad o la manera de encauzar la vida hacia la misma —Amanda hizo una pausa y se quedó mirando a Mason a los ojos—. Supongo que mi filosofía de la vida es algo más simple que la de alguien que ha tratado con todo tipo de personas y se ha enfrentado al mundo… diría que eres un justiciero, Daniel —comentó con una pequeña risa—, aunque será bastante duro estar protegiendo siempre a otras personas.
Amanda miró en dirección a la puerta de la habitación de Ueda. Si todos los clientes de Mason eran como el psiquiatra, seguramente el guardaespaldas no tendría nunca tiempo para sí mismo ni para vivir la vida. Al menos el estilo de vida en el que creía Amanda. Seguramente Mason no encontraba muchas personas agradables en su trabajo y por ello se portaba tan bien con ella.
«Apoyaré a Daniel en todo lo que pueda, es lo menos que puedo hacer»
—La verdad es que somos muy diferentes. Precisamente siempre he creído en que todo paso que doy en la vida lo hago para ser feliz. Mi trabajo, mis amigos, mi familia… nunca me he planteado pensar en que son mi destino, si no parte del mismo —comentó mientras volvía a acomodarse en la silla para cambiar a otra postura que no la tuviera fatigada—. Eres realmente interesante, Daniel. No pensé que trabajando de intérprete me encontraría con alguien como tú —añadió, sonriendo a su compañero—. Me alegro de poder trabajar contigo, aunque es una lástima que no te puedas separar nunca del Dr. Ueda… estaría bien que pudiéramos salir un día de turismo por Filadelfia, me muero por conocer la ciudad, y que menos que ir bien acompañada, si quieres claro.
Amanda miró en dirección a la puerta de la habitación de Ueda. Si todos los clientes de Mason eran como el psiquiatra, seguramente el guardaespaldas no tendría nunca tiempo para sí mismo ni para vivir la vida. Al menos el estilo de vida en el que creía Amanda. Seguramente Mason no encontraba muchas personas agradables en su trabajo y por ello se portaba tan bien con ella.
«Apoyaré a Daniel en todo lo que pueda, es lo menos que puedo hacer»
—La verdad es que somos muy diferentes. Precisamente siempre he creído en que todo paso que doy en la vida lo hago para ser feliz. Mi trabajo, mis amigos, mi familia… nunca me he planteado pensar en que son mi destino, si no parte del mismo —comentó mientras volvía a acomodarse en la silla para cambiar a otra postura que no la tuviera fatigada—. Eres realmente interesante, Daniel. No pensé que trabajando de intérprete me encontraría con alguien como tú —añadió, sonriendo a su compañero—. Me alegro de poder trabajar contigo, aunque es una lástima que no te puedas separar nunca del Dr. Ueda… estaría bien que pudiéramos salir un día de turismo por Filadelfia, me muero por conocer la ciudad, y que menos que ir bien acompañada, si quieres claro.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Daniel sonrió a Amanda y se irguió por completo. Extendió el brazo para estrechar la mano de la mujer y arqueó las cejas en gesto divertido.
-Trabajaré con Ueda hasta que termine la cumbre médica, así que prometo tomarme unos días de descanso después y me encantaría compartir unos cuantos contigo. ¿Qué me dices? ¿Trato hecho?- el hombre volvió a sonreír.
En ese preciso instante, un fuerte golpe sobresaltó a la pareja. Miraron en dirección al pasillo y vieron a un hombre con rasgos de europa del este caminar descalzo y vestido únicamente con una bata hacia ellos.
El hombre comenzó a despotricar en un alemán vertiginoso, apartó a ambos con las manos y golpeó fuertemente la puerta 44. Mason entonces hizo retroceder al hombre con un empujón el cual hizo que el cliente del hotel terminara en el suelo, mostrando sus flácidas carnes al público y varias otras zonas de su cuerpo también flácidas.
-¡Esto es vergonzoso! ¡Uno paga un dineral para pasar los días en hoteles de lujo y tiene que aguantar que lo despierten con estruendos y lo maltraten de esta manera!- el hombre blasfemaba a todo volumen y, poco a poco, varias personas empezaron a asomarse al pasillo. Comenzó a levantarse con dificultad mientras Mason, que parecía bastante tenso, negaba con la cabeza y golpeaba con el dorso de la mano la puerta de su cliente.
-¡Señor Ueda, por favor, deje el concierto para otro día!- pero nadie respondió. La música del koto continuaba sonando.
-Trabajaré con Ueda hasta que termine la cumbre médica, así que prometo tomarme unos días de descanso después y me encantaría compartir unos cuantos contigo. ¿Qué me dices? ¿Trato hecho?- el hombre volvió a sonreír.
En ese preciso instante, un fuerte golpe sobresaltó a la pareja. Miraron en dirección al pasillo y vieron a un hombre con rasgos de europa del este caminar descalzo y vestido únicamente con una bata hacia ellos.
El hombre comenzó a despotricar en un alemán vertiginoso, apartó a ambos con las manos y golpeó fuertemente la puerta 44. Mason entonces hizo retroceder al hombre con un empujón el cual hizo que el cliente del hotel terminara en el suelo, mostrando sus flácidas carnes al público y varias otras zonas de su cuerpo también flácidas.
-¡Esto es vergonzoso! ¡Uno paga un dineral para pasar los días en hoteles de lujo y tiene que aguantar que lo despierten con estruendos y lo maltraten de esta manera!- el hombre blasfemaba a todo volumen y, poco a poco, varias personas empezaron a asomarse al pasillo. Comenzó a levantarse con dificultad mientras Mason, que parecía bastante tenso, negaba con la cabeza y golpeaba con el dorso de la mano la puerta de su cliente.
-¡Señor Ueda, por favor, deje el concierto para otro día!- pero nadie respondió. La música del koto continuaba sonando.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Amanda se levantó de la silla, extendió su mano y aceptó la de Mason mientras sonreía.
—Trato hecho, Daniel. Nos lo pasaremos bien —añadió con otra pequeña risa.
Aquel momento tan agradable se vio interrumpido de pronto por un fuerte golpe. El sobresalto hizo que Amanda retrocediera un par de pasos y se le acelerara aún más el corazón.
A mitad del pasillo avanzaba un hombre en su dirección, gritando una verborrea en alemán que a Amanda le costó entender por la cantidad de groserías que expulsaba por segundo. El desconocido sin parar de blasfemar los apartó y comenzó a aporrear la puerta de Ueda.
—Señor, por favor, va a molestar a más personas —dijo Amanda en alemán—. Nosotros nos encarga…
Amanda no pudo terminar su frase debido a la rápida actuación de Mason, que separó al alemán de la puerta y lo tiró contra el suelo. El empujón permitió, fugazmente, que al hombre se le vieran carnes y partes poco agradables antes de que se levantara.
—Oh, dios… —dijo Amanda conmocionada, apartando la mirada—. Señor, le pido disculpas, intentaremos solucionar esto lo antes posible —Amanda esperaba que el hombre se tranquilizara, pero el problema no quedaba ahí, pues la gente empezaba a salir de sus habitaciones a causa del escándalo—. Disculpen las molestias, tenemos un pequeño problema que intentaremos solucionar rápido —dijo en un inglés neutral para que todo el mundo entendiera lo que decía.
Mason intentaba comunicarse con Ueda, pero al otro lado de la puerta solo se escuchaba la música del koto. Amanda imitó a su compañero, pero esta vez en japonés.
—Dr. Ueda, por favor, abra la puerta. Está molestando al resto de clientes. Por favor, abra —seguía sin haber respuesta del psiquiatra— Daniel… ¿y si le ha ocurrido algo? —Amanda empezaba a preocuparse. Una cosa es que Ueda fuera alguien excéntrico y otra muy distinta es que fuera a un hotel a saltarse las normas y enfurecer a los otros residentes por tocar música a altas horas de la noche— ¿Tienes una copia de la llave de la habitación?
—Trato hecho, Daniel. Nos lo pasaremos bien —añadió con otra pequeña risa.
Aquel momento tan agradable se vio interrumpido de pronto por un fuerte golpe. El sobresalto hizo que Amanda retrocediera un par de pasos y se le acelerara aún más el corazón.
A mitad del pasillo avanzaba un hombre en su dirección, gritando una verborrea en alemán que a Amanda le costó entender por la cantidad de groserías que expulsaba por segundo. El desconocido sin parar de blasfemar los apartó y comenzó a aporrear la puerta de Ueda.
—Señor, por favor, va a molestar a más personas —dijo Amanda en alemán—. Nosotros nos encarga…
Amanda no pudo terminar su frase debido a la rápida actuación de Mason, que separó al alemán de la puerta y lo tiró contra el suelo. El empujón permitió, fugazmente, que al hombre se le vieran carnes y partes poco agradables antes de que se levantara.
—Oh, dios… —dijo Amanda conmocionada, apartando la mirada—. Señor, le pido disculpas, intentaremos solucionar esto lo antes posible —Amanda esperaba que el hombre se tranquilizara, pero el problema no quedaba ahí, pues la gente empezaba a salir de sus habitaciones a causa del escándalo—. Disculpen las molestias, tenemos un pequeño problema que intentaremos solucionar rápido —dijo en un inglés neutral para que todo el mundo entendiera lo que decía.
Mason intentaba comunicarse con Ueda, pero al otro lado de la puerta solo se escuchaba la música del koto. Amanda imitó a su compañero, pero esta vez en japonés.
—Dr. Ueda, por favor, abra la puerta. Está molestando al resto de clientes. Por favor, abra —seguía sin haber respuesta del psiquiatra— Daniel… ¿y si le ha ocurrido algo? —Amanda empezaba a preocuparse. Una cosa es que Ueda fuera alguien excéntrico y otra muy distinta es que fuera a un hotel a saltarse las normas y enfurecer a los otros residentes por tocar música a altas horas de la noche— ¿Tienes una copia de la llave de la habitación?
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
- Tengo una llave maestra...- dijo mientras sacaba un arma.
En el instante en el que Amanda vio el arma, su gesto de sorpresa advirtió al resto de huéspedes de lo que estaba ocurriendo.
-¡Tiene un arma!- gritó una mujer. Y repentinamente se creó un maremágnum de gritos y personas corriendo en dirección contraria. El hombre alemán levantó las manos atemorizado y empezó a arrastrarse hacia su habitación totalmente pálido por la actuación de Mason.
- ¡Ueda! ¡Responda por favor o tendré que derribar la puerta!- Daniel se esforzaba por superar el ruido de las voces y el sonido del propio koto. -Está bien...- Mason se apartó unos metros e indicó a Amanda que hiciera lo mismo. Apuntó hacia la cerradura y, en ese instante...
-¡ALTO! ¿Qué demonios se cree que hace?- la voz de un hombre ataviado con el uniforme del hotel sonó a la espalda de Daniel. Éste se giró y volvió a mirar hacia la puerta.
-Mi cliente es propenso a crisis de ansiedad y mi trabajo es mantenerlo con vida...- Mason amartilló el arma y se disponía a disparar cuando, fugazmente, el empleado del hotel puso la mano sobre el cañón.
-¿Y por esa razón tiene que destrozarme el hotel?- el hombre comenzó a farfullar en un francés de acento muy marcado mientras sacaba una llave que sí parecía maestra. La llave penetró y la cerradura cedió. -Et voilá...- el hombre se apartó y cedió el paso a Mason, el cual guardó el arma.
Daniel se acercó entonces a la puerta mientras la música de koto sonaba insistentemente. Giró el picaporte y tiró... pero la puerta no se abría.
-No la ha abierto...- masculló frunciendo el ceño.
-Tonterías...- el hombre se acercó y comprobó la cerradura. - La puerta está abierta.
-Acaba de ver que no se abre...- Daniel volvió a acercarse y empezó a hacer fuerza. El picaporte giraba a la perfección pero, cuando intentaba abrir la puerta, ésta no cedía lo más mínimo. El koto se volvió aún más estruendoso.
En el instante en el que Amanda vio el arma, su gesto de sorpresa advirtió al resto de huéspedes de lo que estaba ocurriendo.
-¡Tiene un arma!- gritó una mujer. Y repentinamente se creó un maremágnum de gritos y personas corriendo en dirección contraria. El hombre alemán levantó las manos atemorizado y empezó a arrastrarse hacia su habitación totalmente pálido por la actuación de Mason.
- ¡Ueda! ¡Responda por favor o tendré que derribar la puerta!- Daniel se esforzaba por superar el ruido de las voces y el sonido del propio koto. -Está bien...- Mason se apartó unos metros e indicó a Amanda que hiciera lo mismo. Apuntó hacia la cerradura y, en ese instante...
-¡ALTO! ¿Qué demonios se cree que hace?- la voz de un hombre ataviado con el uniforme del hotel sonó a la espalda de Daniel. Éste se giró y volvió a mirar hacia la puerta.
-Mi cliente es propenso a crisis de ansiedad y mi trabajo es mantenerlo con vida...- Mason amartilló el arma y se disponía a disparar cuando, fugazmente, el empleado del hotel puso la mano sobre el cañón.
-¿Y por esa razón tiene que destrozarme el hotel?- el hombre comenzó a farfullar en un francés de acento muy marcado mientras sacaba una llave que sí parecía maestra. La llave penetró y la cerradura cedió. -Et voilá...- el hombre se apartó y cedió el paso a Mason, el cual guardó el arma.
Daniel se acercó entonces a la puerta mientras la música de koto sonaba insistentemente. Giró el picaporte y tiró... pero la puerta no se abría.
-No la ha abierto...- masculló frunciendo el ceño.
-Tonterías...- el hombre se acercó y comprobó la cerradura. - La puerta está abierta.
-Acaba de ver que no se abre...- Daniel volvió a acercarse y empezó a hacer fuerza. El picaporte giraba a la perfección pero, cuando intentaba abrir la puerta, ésta no cedía lo más mínimo. El koto se volvió aún más estruendoso.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
Amanda intentó mantener la compostura al ver la pistola de Mason, pero no pudo ocultar su sorpresa y pronto el pasillo del hotel se convirtió en una marabunta de clientes huyendo lejos del guardaespaldas para salvar la vida.
—¡Tranquilos, por favor! Solo quiere abrir la puerta.... —dijo Amanda intentado calmar a la gente. Un acto inútil, pues en ese momento mandaba la pistola de Mason y cualquier cosa que dijera quedaba en saco roto.
Mientras la gente desaparecía del piso, Mason trataba de comunicarse con Ueda, nuevamente sin éxito. Amanda lo volvió a imitar, de nuevo en japonés, pero igualmente nadie respondía en el interior de la habitación y el sonido del koto persistía. Mason indicó a Amanda que se apartase de la puerta, listo para reventar la cerradura de un disparo, cuando un empleado del hotel intervino.
—¿Sufre ataques de ansiedad a menudo? —preguntó Amanda consternada ante el comentario de Mason— ¡Hay que abrir la puerta ya!
Sin verlo venir, el empleado se interpuso entre el arma y la puerta, enfrentándose a Mason. El hombre sacó una llave que abrió la habitación 44 y el guardaespaldas se dispuso a entrar, pero la puerta no cedió. El empleado del hotel comprobó que la puerta estaba abierta.
—¿Qué sucede, Daniel? —el sonido del koto cada vez era más insoportable y Amanda se unió a empujar la puerta— Dr. Ueda, por favor, ¿está ahí? Abra la puerta —empujar no servía de nada, la puerta no se movía ni un milímetro—. Disculpe, nuestro cliente ha bloqueado la puerta y tenemos que sacarle de ahí, por favor, ¿no hay otra manera de acceder a la habitación? —dijo, dirigiéndose al empleado.
—¡Tranquilos, por favor! Solo quiere abrir la puerta.... —dijo Amanda intentado calmar a la gente. Un acto inútil, pues en ese momento mandaba la pistola de Mason y cualquier cosa que dijera quedaba en saco roto.
Mientras la gente desaparecía del piso, Mason trataba de comunicarse con Ueda, nuevamente sin éxito. Amanda lo volvió a imitar, de nuevo en japonés, pero igualmente nadie respondía en el interior de la habitación y el sonido del koto persistía. Mason indicó a Amanda que se apartase de la puerta, listo para reventar la cerradura de un disparo, cuando un empleado del hotel intervino.
—¿Sufre ataques de ansiedad a menudo? —preguntó Amanda consternada ante el comentario de Mason— ¡Hay que abrir la puerta ya!
Sin verlo venir, el empleado se interpuso entre el arma y la puerta, enfrentándose a Mason. El hombre sacó una llave que abrió la habitación 44 y el guardaespaldas se dispuso a entrar, pero la puerta no cedió. El empleado del hotel comprobó que la puerta estaba abierta.
—¿Qué sucede, Daniel? —el sonido del koto cada vez era más insoportable y Amanda se unió a empujar la puerta— Dr. Ueda, por favor, ¿está ahí? Abra la puerta —empujar no servía de nada, la puerta no se movía ni un milímetro—. Disculpe, nuestro cliente ha bloqueado la puerta y tenemos que sacarle de ahí, por favor, ¿no hay otra manera de acceder a la habitación? —dijo, dirigiéndose al empleado.
Amanda Wallace- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 27/06/2015
Re: Vuelta abierta (1 de Mayo)
El empleado pareció dudar durante unos instantes para, alertado por un nuevo pico de intensidad en la melodía, miró a Amanda como si fuera la responsable de su epifanía.
Los clientes de esta habitación deberían haberse marchado hace un par de horas...- dijo caminando hacia la habitación 42, muy cercana a la de Ueda. -El problema es que la Suite Luxury King, la habitación de su cliente, se encuentra relativamente aislada del resto... con su propio sistema de escaleras de emergencia.- la puerta de la habitación 42 se abrió.
El servicio de habitaciones parecía ya haber pasado por allí. Todo estaba impecable y los jabones y toallas robados, repuestos. El empleado, en cuya placa rezaba "Gilles" caminó agitado hacia la ventana. La abrió y una fuerte bocanada de aire lo golpeó. Se encontraban en un 4º piso, pero aún así la caída sería mortal.
-¡Venga aquí, Men in Black!- gritó el empleado perdiendo totalmente la compostura. Miró entonces a Amanda y sonrió incómodamente.
Escasos instantes después, Daniel apareció bajo el umbral de la puerta.
-Si quiere llegar hasta su cliente este es el camino más corto sin destrozar mobiliario cuya reparación, le aseguro, correría de su bolsillo.- dijo en un tono seco.
-Por aquí me voy a abrir la cabeza...- dijo Mason mirando hacia el lejano suelo.
-Dos pájaros de un tiro...- dijo el empleado en un perfecto francés. Carraspeó entonces, como si se hubiera atragantado con la última palabra y entonces sonrió a la pareja. -Les dejaré solos.- caminó entonces hacia el exterior de la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Los clientes de esta habitación deberían haberse marchado hace un par de horas...- dijo caminando hacia la habitación 42, muy cercana a la de Ueda. -El problema es que la Suite Luxury King, la habitación de su cliente, se encuentra relativamente aislada del resto... con su propio sistema de escaleras de emergencia.- la puerta de la habitación 42 se abrió.
El servicio de habitaciones parecía ya haber pasado por allí. Todo estaba impecable y los jabones y toallas robados, repuestos. El empleado, en cuya placa rezaba "Gilles" caminó agitado hacia la ventana. La abrió y una fuerte bocanada de aire lo golpeó. Se encontraban en un 4º piso, pero aún así la caída sería mortal.
-¡Venga aquí, Men in Black!- gritó el empleado perdiendo totalmente la compostura. Miró entonces a Amanda y sonrió incómodamente.
Escasos instantes después, Daniel apareció bajo el umbral de la puerta.
-Si quiere llegar hasta su cliente este es el camino más corto sin destrozar mobiliario cuya reparación, le aseguro, correría de su bolsillo.- dijo en un tono seco.
-Por aquí me voy a abrir la cabeza...- dijo Mason mirando hacia el lejano suelo.
-Dos pájaros de un tiro...- dijo el empleado en un perfecto francés. Carraspeó entonces, como si se hubiera atragantado con la última palabra y entonces sonrió a la pareja. -Les dejaré solos.- caminó entonces hacia el exterior de la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
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