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El Mal Menor (8 de Mayo)

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El Mal Menor (8 de Mayo) Empty El Mal Menor (8 de Mayo)

Mensaje por Maladie Jue Jul 02, 2015 2:10 am

856 HORAS

Casi 35 horas... Más de un día caminando para conseguir escapar de la sombra mortal que se cernía sobre nosotras desde Alemania. Habíamos visto varias veces la misma escena en el camino a la frontera: una pareja de ancianos tratando de no quedar rezagados en la que parecía ser una carrera por la supervivencia, algún que otro discapacitado, que caminaba en círculos con la única compañía de un  bocadillo a medio comer y la cruel certeza de la soledad de este mundo. ¿Dónde estaba la humanidad?
Los primeros en abandonar los pueblos fueron aquellos que contaban con coche propio. Les siguieron los que se agenciaron alguno por la vía legal o la menos lícita. Otros fueron rescatados por autobuses o incluso camiones que antes transportaban ganado. Y por último estábamos nosotros, los que apenas teníamos algo que llevarnos a la boca y mucho menos una compensación para que alguien nos llevara hasta la frontera.

-Los últimos serán los primeros... - no paraba de decir la abuela.

Lidia y yo nos mirábamos con cara de consternación. Parecía que su enfermedad avanzaba por momentos. Quizás el doctor tuviera razón y sacarla del hospital había sido un error tremendo. ¿Pero qué otra cosa podíamos hacer? Las noticias eran cada vez más pesimistas. Se hablaba de millones de muertos y los números no paraban de ascender...

-¡Olga, mira!- dijo mi hermana señalando hacia delante. Mis ojos se toparon con el peor de los panoramas que podría imaginar.

El Mal Menor (8 de Mayo) 1875434-1

El muro de coches apilados cortaba totalmente la carretera. Empujé la silla de ruedas de la abuela hasta que estuvimos a unos metros de la base del muro. Parecía mucho más grande desde ahí abajo.

-¿Qué hacemos ahora?- dijo Lidia totalmente descorazonada. Para tener sólo 24 años, la verdad es que no era muy luchadora. Nunca lo fue...
- Pues tendremos que ver qué hay al otro lado...- dije mirando hacia la cima del muro. Quizás podría escalarlo...
-¿Estás loca? No pienses que me voy a quedar yo sola con la abuela... ¿Y si te pasa algo?- Lidia tenía una gran capacidad para leer mis expresiones faciales. La miré entonces con una medio sonrisa y suspiré.
- Lo que no podemos hacer es quedarnos aquí paradas. La infección seguirá acercándose y ya has visto el caso que nos han hecho los coches estos dos días...- aunque viendo el muro, quizás hubiéramos tenido suerte y todo...
-Los últimos serán los primeros...

Se hizo entonces un silencio. Lidia y yo miramos hacia el muro y después hacia ambos lados del mismo. Los coches se perdían en la espesura del bosque. Quien fuera que había montado la barricada, se había esforzado mucho en hacerla infranqueable. Entonces lo escuché...

- ¿Oyes eso?- mi hermana me miró con cara de no entender. - Parecía un disparo... - dije más para mí que para ella.
- ¿Qué?- trató de averiguar Lidia.
-Nada, nada...- dije para evitar preocuparla. -Voy a subir a ver qué veo desde arriba.
¿Estás loca?- dijo Lidia, agarrándome del brazo con mucha más fuerza de la que me esperaba en ella.
Ya estamos en la frontera... no pienso caminar de nuevo hasta casa...- me remangué la maltratada camisa y besé en la mejilla a mi abuela, dispuesta a cruzar al otro lado fuera como fuera. Quedaos aquí mientras voy a echar un vistazo...
-¡OLGA...!
-¡LIDIA!- repliqué sin darle tiempo a continuar. - No es momento de llantos. Todo está sucediendo muy deprisa y nosotras tenemos que dar lo mejor de nosotras mismas... ¿o es que quieres acabar como David y Helga?- mi hermana miró hacia abajo, apesadumbrada. Mi hermana mayor y mi cuñado vivían en Luxemburgo, trabajaban en una importante sucursal de la Haya... No habían tenido ninguna oportunidad. -Deséame suerte...

Caminé hacia los coches y empecé a escalar. A mi espalda sólo había silencio. El olor de los coches aún no era muy fuerte, el óxido no había hecho mella en muchos de ellos por lo que no parecían llevar mucho tiempo allí. Una pared de coches no parecía el lugar más adecuado para iniciarse en la escalada, pero lo cierto es que había multitud de recovecos donde una mujer enjuta como yo podía colarse para descansar. En varias ocasiones reconocí un par de coches del pueblo. Un nudo se me hizo en el estómago al ver las primeras manchas de sangre en los asientos delanteros. Agujeros de bala, restos de quemazones o coches literalmente aplastados. ¿Qué estaba ocurriendo?

Entonces, empecé a comprenderlo...

Logré alcanzar la cima a tiempo para contemplar lo que ocurría. Montones de cadáveres, cientos de ellos, miles... amontonados los unos sobre los otros al otro lado del muro de hierro. Los soldados rusos caminaban de un lado para otro cargando a mi pueblo en carretas, como ya había ocurrido hacía 70 años...

El Mal Menor (8 de Mayo) Hitchcock-y-el-Holocausto_noticia_main_landscape-e1389378675805

Las imágenes comenzaron a sucederse en mi cabeza...

El Mal Menor (8 de Mayo) Buchenwald_Corpses_60633

Sentí el vómito agolparse contra mi garganta y tuve que dejarme caer sobre el capó del último coche. El repentino movimiento provocó que el coche sobre el que me encontraba se deslizara ligeramente, haciendo chirriar la carrocería de los automóviles vecinos. El olor de la sangre y la gasolina impregnaba completamente el aire. La primera salva de disparos cayó sobre mí...

-¡OLGA!- escuchaba gritar a mi hermana desde el otro lado.

Una nueva salva de disparos. Podía sentir cómo los soldados se arremolinaban en torno al muro. ¿Por qué? ¿Por qué masacrarnos?

-¡OLGA VUELVE POR FAVOR!

Poco podía hacer... traté de arrastrarme hacia atrás, y vi a mi hermana agarrada a la silla de la abuela bajo la sombra de un árbol.

-¡MARCHAOS!- pude gritar. De nuevo una salva de disparos. Los rusos empezaron a gritar órdenes. Debía marcharme de allí. Empecé a descender a toda velocidad por donde había venido, pero el nerviosismo me hizo resbalar varias veces. El tiempo apremiaba y Lidia gritaba sin parar. Entonces sentí un dolor punzante en la palma de mi mano. Vi, aterrada, cómo mi mano estaba atravesada por los restos de una ventanilla. El dolor era insoportable. Solo podía pensar en dejarme caer y acabar con todo... No hizo falta...

Una fuerte sacudida contra el muro me hizo perder el equilibrio. Caí al vacío desde lo alto del muro. El crujido de mis huesos contra la fría tierra fue lo último que escuché. Bueno, lo penúltimo...

-Los últimos serán los primeros...
Maladie
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