Mascletá sevillana (8 de Mayo)

-Ozú, qué caló...

Me desperté completamente empapado en mi propio sudor. Al parecer la casa estaba vacía. Los chavales habrían salido a comprar cualquier tontá y habían decidido dejar al Killo durmiendo la mona en el sofá. Pensé en abrir las ventanas y ventilar un poco, pero el olorcillo a maría era un regalo de Dios cuando uno se despertaba.

-¿Qué pasa chaval?- dije mientras acariciaba a mi perrillo, contento ahora que me había despertado. -No te pongas tan contento, churrina, que no te toca salir hasta después de comer.- el jodío bien que lo entendió. Me miró con la misma cara que una gitana a la que le has enseñado un billete y no ha podido ni olerlo. Con toda la dignidad de un chucho callejero se alejó hasta su manta y volvió a repanchingarse. Solté una carcajada mientras caminaba hacia el baño.

El dichoso espejito justo enfrente del váter volvió a ser cruel conmigo, recordándome que, un día más, el menda se había vuelto a casa sin mojar el churro. Aunque a juzgar por la meada parecía que hubiera estado toda la noche que pim que pam. El chapoteo del agua, de repente, quedó a un segundo plano cuando escuché un vocerío en la calle.

-Coño, ¿han alargado la feria y nadie ha dicho ná?- volví al salón y miré por la ventana. No se veía nada raro, pero juraría que había escuchado gritos.

Sin más me senté en el sofá que tanto restregón me había dado aquella noche y me di cuenta de que aún me quedaba un porrillo sobre la mesilla, cortesía del Gaditano. Se me aceleró el corazón y encendí la tele para, después, colocarme el porrillo en los labios y saborear las primeras caladas... ¿dónde andaría el hijo puta del mechero?

-... la concentración en Sevilla continúa siendo el centro de atención de los medios nacionales. La líder de la oposición se ha trasladado hasta el centro de la ciudad para lanzar un claro mensaje a la cúpula presidencial. "No a la guerra"


Se me agarrotaron las pelotas. El mundo se estaba yendo al carajo y yo ahí, emporrado y rascándome los huevos a la una de la tarde. Miré hacia la ventana y pude sentir a todas aquellas miles de personas caminar al unísono frente a la Torre del Oro, enfrentándose a los gigantes empresariales que quería dirigir nuestras vidas en su...

¡KABOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!

La casa entera tembló. Killito se levantó como un resorte y miró hacia el exterior con un ladrido lastimero, totalmente acojonado. Me levanté escopetado y miré hacia la poderosa columna de fuego que se levantaba en dirección al casco antiguo.

¿Qué cojones está pasando?- de repente, sentí el desayuno que no había tomado agolparse contra mi garganta. Un terror irracional se apoderó de mí y sentí la necesidad de llamar a mi má y de abrazarla y de besarla.

Información de última hora. Un individuo cargado con explosivos ha irrumpido en mitad de la conferencia que estaba teniendo lugar en el Barrio del Arenal, en Sevilla. La explosión ha tenido un radio de unos cinco metros y aún se desconoce el número de víctimas del atentado. La gente ha comenzado una estampida y nada se sabe de la líder política...

Apagué la tele. Mis vaqueros raídos hacían un ruido atroz con el vaivén de mis rodillas. El olor de la maría ya no me resultaba tan placentero, como si de repente tuviera un matiz que no acababa de gustarme. Busqué con la mirada mi camiseta y la descubrí en el montículo de mantas sobre las que el perro había estado durmiendo. Tenía que salir de allí.

El teléfono sonó. Fui corriendo a cogerlo para leer las decenas de mensajes que se habían empezado a disparar en todos los círculos, en todas las conversaciones. Unos preguntaban que si estábamos los demás bien, que si alguien estaba en el Arenal, que si era verdad lo de la tele. El griterío se hizo ahora ensordecedor. La estampida desde el lugar del atentado había convertido Sevilla en un hormiguero lleno de gente desesperada luchando por su vida. Era demasiado para mí.

Escuché la puerta de casa cerrarse.

-¡Hostias chavales, menos mal que estáis bien!- recogí el porrillo y el mechero de la mesilla y volví a colocármelo en los labios. Abrí la puerta hacia el rellano... pero no había nadie. ¿Hola?- nadie respondió.
-¿Chicos, estáis aquí?- silencio. -Me cago en la puta de oros...- fui corriendo al salón, me puse la camiseta llena de pelos y pasé de calzarme.


Albita por fin daba señales de vida...


Y otra vez silencio. Los hijos de puta tardaban en contestar, no quería salir sin saber pa dónde tirar... Demasiada tensión... comencé a sentir un pinchazo en el pecho. Agarré el mechero y encendí el porrillo. La bocanada de fuego me hizo darme cuenta, aunque tarde, de que no había sólo maría en el ambiente.