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Máscaras: El Solícito
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Ethos :: :: Drama y comedia :: San Polo
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Máscaras: El Solícito
No hacía demasiada calor aunque el sol se encontrase alto en el cielo. Sobre Venecia no existía el castigo de esa sensación que convertía a la ciudad en un asadero muy particular. Al menos no ese día en el que Leonardo Loredan caminaba por entre los tenderetes del Mercato di Sol acompañado de un par de jóvenes que se afanaban por no quedarse atrás de la figura del veneciano.- Para una fiesta son necesarias muchas cosas...son necesarias las invitaciones...- Comenzó a enumerar alzando uno de sus dedos de la mano derecha y entonces uno de los niños dirigió su mirada a un papel que llevaba entre las manos, asegurándose de que ese tema ya estaba hecho.- ...la comida...¡Pietro!- El niño que iba a su izquierda, despistado, vuelto a observar el culo de una mujer que había pasado de largo, se volvió con rapidez a escuchar su nombre de boca de Leonardo. El Loredan comenzó a mover el dedo índice de su mano derecha repetidamente, arriba y abajo.- ...quiero frutas, muchas frutas, y frescas. Como me traigan fruta podrida te la daré a comer hasta que la vomites, y luego te haré comer más así que asegúrate de que es fresca de verdad. ¡Y corre! Tu padre no me paga tanto como para esperarte más de una hora...- Se había volteado para ver al joven pero ahora parecía haberlo ignorado una vez dada la orden. Siguió caminando.
- Ya tenemos el vino, es bueno, de la Provenza. Y también un poco de esa cerveza que llama la atención a algunos hombres. Y bebidas más fuertes, claro, claro...- Quedó quieto, pensativo, con una de sus manos en el rostro, con el muchacho tras de si.- Pero quizás estuviese bien traer más licores. De albaricoque, y de manzana, claro, apúntalo Lorenzo.. Al escuchar el carboncillo en el papel se tranquilizó, dejándole aquello el volver a caminar por entre los tenderetes de cien colores y uno más. Y aún con tanto color nada le trajo la atención excepto...- ¡Quiero esos pájaros!- Leonardo se encaminó con rapidez hasta el tenderete de telas grises pero con decenas de pájaros de distintos colores que se movían aquí y allá, que piaban y que cantaban.- El rojo y el verde...¡Oh! Y ese azul también Lorenzo...- Apenas dio tiempo a que el muchacho se quedase con los pájaros en su memoria antes de seguir caminando. Quedaban muchas cosas por hacer.- Y por supuesto, lo que no puede faltar son...
- Putas mi señor Loredan. Putas.- Lorenzo abrió el pico y se arrepintió en el instante en el que vio la espalda del hombre quedar quieta, como todo su cuerpo. ¿Qué iría a reprocharle? ¿Qué iría a decirle ahora ese hombre que pareciese un loco en aquel mercado?.- ¡Exacto Lorenzo! ¡Y es por eso, porque lo sabes, que no estás buscando fruta en un mercado, yendo de allí hacia aquí como un loco! Chico listo...- En medio del gentío, en medio de Venetia, un hombre buscaba satisfacer a otro. La recompensa era el oro. Y el prestigio.
- Ya tenemos el vino, es bueno, de la Provenza. Y también un poco de esa cerveza que llama la atención a algunos hombres. Y bebidas más fuertes, claro, claro...- Quedó quieto, pensativo, con una de sus manos en el rostro, con el muchacho tras de si.- Pero quizás estuviese bien traer más licores. De albaricoque, y de manzana, claro, apúntalo Lorenzo.. Al escuchar el carboncillo en el papel se tranquilizó, dejándole aquello el volver a caminar por entre los tenderetes de cien colores y uno más. Y aún con tanto color nada le trajo la atención excepto...- ¡Quiero esos pájaros!- Leonardo se encaminó con rapidez hasta el tenderete de telas grises pero con decenas de pájaros de distintos colores que se movían aquí y allá, que piaban y que cantaban.- El rojo y el verde...¡Oh! Y ese azul también Lorenzo...- Apenas dio tiempo a que el muchacho se quedase con los pájaros en su memoria antes de seguir caminando. Quedaban muchas cosas por hacer.- Y por supuesto, lo que no puede faltar son...
- Putas mi señor Loredan. Putas.- Lorenzo abrió el pico y se arrepintió en el instante en el que vio la espalda del hombre quedar quieta, como todo su cuerpo. ¿Qué iría a reprocharle? ¿Qué iría a decirle ahora ese hombre que pareciese un loco en aquel mercado?.- ¡Exacto Lorenzo! ¡Y es por eso, porque lo sabes, que no estás buscando fruta en un mercado, yendo de allí hacia aquí como un loco! Chico listo...- En medio del gentío, en medio de Venetia, un hombre buscaba satisfacer a otro. La recompensa era el oro. Y el prestigio.
Leonardo Loredan- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 07/06/2013
Re: Máscaras: El Solícito
- Spoiler:
Repentinamente comenzóse a escuchar una hermosa música y un gran número de juglares y soldaderas comenzaron a danzar por entre las gentes del mercado. Los más sonrieron ante el comienzo del espectáculo, a pesar de que algún aojador tratara de estropear el festejo. Los hombres y mujeres parecían salidos de la Squola Grande di San Marco, versados en las artes y, según decían las malas lenguas, también en las libertades.
Las mujeres danzaban con monedas cosidas a sus faldas y unos velos sensuales que recordaban a lejanas tierras donde el color y la música jamás se apagaban. Los hombres lucían hermosos trajes de colores alegres con los que parecían querer cortejar a las bailarinas. Se formó un gran revuelo mientras se permitió que el espectáculo tomara la plaza mayor. Pétalos de flores, cintas de hermosa tela, instrumentos tañidos por las manos más expertas y la belleza de las intérpretes para culminar el cuadro.
Finalmente la música cesó y todo volvióse algarabía de aplausos y vítores.
-¡Leonardo!- el propio Máscara se giró para saber quién le hablaba, sin embargo, se dio cuenta de que no se referían a él. El famoso artista caminaba hacia la plaza con los dedos en el ceño fruncido y una hermosa chiquilla persiguiéndolo. La conocía, se trataba de Chiara Barbaro, una de las hijas de los famosos banqueros Barbaro. Por desgracia para ellos, desde la llegada de los judíos y altos burgueses su importancia económica había caído en picado por lo que se dedicaron principalmente a labores de embajada. La chica perseguía al hombre como si le hubiera robado un pedazo de su alma y él, sin embargo, no parecía muy dispuesto a compartir su tiempo con ella.
Deliciosa Chiara...- giróse para hablar con ella. -He pasado con vos prácticamente toda la mañana, tratando de haceros entender cuánto me pesa esta situación. ¿Cuánto tiempo más tendré que explicároslo?- la muchacha agachó la cabeza y, justo cuando iba a replicar, Da Vinci reparó en la presencia de Leonardo.
-¡Qué grata sorpresa!- apartó a la muchacha y se acercó curioso al Loredan. -¿No sois vos el famoso organizador de festejos? Vuestra fama os precede y hay una serie de tribulaciones que llevan un tiempo martilleando mi cabeza.- sonrió.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Máscaras: El Solícito
Leonardo quedo quieto, varado entre un mar de personas, cuando sus oídos fueron capaces de escuchar el contoneo de las moneditas, el sonido de las panderetas. Giró a la izquierda y a la derecha y sobre si mismo, mientras veía a las mujeres y hombres comenzar a danzar y recrear unas danzas de un lugar muy alejado de Venetia. Sonriente dio una palmada, siguiendo el ritmo de la música, y vitoreó a Lorenzo que se dirigiese con él, siguiendo a esas gentes divertidas. ¡Incluso se adentró en un baile con una de las damas, danzando alegremente, atrevido como pocos, o quizás ninguno de entre todos aquellos que no perteneciesen a la compañía! Al finalizar la actuación el Loredan sonreía y además reía y se despidió de la mujer con una reverencia que podría haber sido dada a cualquier dama de alta cuna si acaso.
Al observar a Lorenzo, un muchacho que ya tenía los diecisiete años, lo encontró sonriente ante su mentor. Aunque un tanto extravagante lo cierto es que Leonardo parecía ser un hombre muy lúcido, tan solo era una...máscara, tal como le conocían muchos, aquel mismo que dio una última palmada, despidiéndose del espectáculo.- ¡¿No es maravillosa Venecia?! ¿Quién pensaría encontrarse con esto en medio de una sucio mercado?- Alguno frunció el ceño al escuchar las palabras del noble, pero éste hizo caso omiso. le llamó más la atención la pareja que por allí pasase.
Quieto, cual estatua de mármol, Leonardo cerró sus ojos un poco, observando todo y calculando, reconociendo quienes eran esas dos personas capaces de tornar lo divertido en una escena un tanto...un tanto innecesaria. Eso hasta que el mismo hombre, Leonardo Da Vinci, se dirigió a él. Antes de responder miró a la muchacha que iba tras el artista y volvió su mirada castaña a él.- Necesitáis ayuda...- Y rió antes de prestársela.- Leonardo Loredan, para serviros, artista.- Solícito como él solo el hombre.- Quizás entonces podríamos charlar acerca de esas tribulaciones en..."La Vechia", aquí al lado y...Y Lorenzo, encargaos de llevar a la dama de los Barbaro a su casa y eso...- Con un movimiento de su mano quitó importancia a la mujer antes de verse acompañado por la figura del artista, el cual parecía alegre de haberse quitado de encima a aquella mujer. ¡Ja! No muchos pensarían así de la presencia de una mujer de los Barbaro. Ya le gustaba.
La Vechia no era una taberna de andrajosos, ni mucho menos. No es que allí se encontrase los más galantes hombres y mujeres de Venetia, pero mantenían cierto nivel de prestigio, como todo en aquella ciudad, su ciudad, la que más gustaba de portar máscaras, caretas con las que disfrazarse de todo y de todos. Sentó junto a una ventana que daba a las calles iluminadas. Y cuando lo hizo observó frente a si la figura del artista más reconocido de toda Italia.- Mucho se habla del conocido Leonardo Da Vinci...¡Y yo lo tengo frente a mi!- Sonriente alzó la mano, esperando a que una mujercita se acercase hasta ellos.- ¡Pedid, Leonardo! En la bebida está el comienzo de toda amistad.
Al observar a Lorenzo, un muchacho que ya tenía los diecisiete años, lo encontró sonriente ante su mentor. Aunque un tanto extravagante lo cierto es que Leonardo parecía ser un hombre muy lúcido, tan solo era una...máscara, tal como le conocían muchos, aquel mismo que dio una última palmada, despidiéndose del espectáculo.- ¡¿No es maravillosa Venecia?! ¿Quién pensaría encontrarse con esto en medio de una sucio mercado?- Alguno frunció el ceño al escuchar las palabras del noble, pero éste hizo caso omiso. le llamó más la atención la pareja que por allí pasase.
Quieto, cual estatua de mármol, Leonardo cerró sus ojos un poco, observando todo y calculando, reconociendo quienes eran esas dos personas capaces de tornar lo divertido en una escena un tanto...un tanto innecesaria. Eso hasta que el mismo hombre, Leonardo Da Vinci, se dirigió a él. Antes de responder miró a la muchacha que iba tras el artista y volvió su mirada castaña a él.- Necesitáis ayuda...- Y rió antes de prestársela.- Leonardo Loredan, para serviros, artista.- Solícito como él solo el hombre.- Quizás entonces podríamos charlar acerca de esas tribulaciones en..."La Vechia", aquí al lado y...Y Lorenzo, encargaos de llevar a la dama de los Barbaro a su casa y eso...- Con un movimiento de su mano quitó importancia a la mujer antes de verse acompañado por la figura del artista, el cual parecía alegre de haberse quitado de encima a aquella mujer. ¡Ja! No muchos pensarían así de la presencia de una mujer de los Barbaro. Ya le gustaba.
La Vechia no era una taberna de andrajosos, ni mucho menos. No es que allí se encontrase los más galantes hombres y mujeres de Venetia, pero mantenían cierto nivel de prestigio, como todo en aquella ciudad, su ciudad, la que más gustaba de portar máscaras, caretas con las que disfrazarse de todo y de todos. Sentó junto a una ventana que daba a las calles iluminadas. Y cuando lo hizo observó frente a si la figura del artista más reconocido de toda Italia.- Mucho se habla del conocido Leonardo Da Vinci...¡Y yo lo tengo frente a mi!- Sonriente alzó la mano, esperando a que una mujercita se acercase hasta ellos.- ¡Pedid, Leonardo! En la bebida está el comienzo de toda amistad.
Leonardo Loredan- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 07/06/2013
Re: Máscaras: El Solícito
Leonardo fingió un pesar mientras contemplaba cómo los hombres del Loredan se llevaban a la deliciosa criatura de los Barbaro. Chiara era una muchacha bonita y delicada, mas cuando se trataba de perseverancia tampoco se quedaba atrás. Había pasado toda la mañana con ella, dialogando y disertando acerca de las diferentes formas del arte, pero la muchacha jamás se sentía saciada. Leonardo no podía culparla, ¿quién, en toda Venecia, podría desprenderse del devoto sentimiento del arte? Sin embargo, en lo más profundo de sus entrañas, Da Vinci sentía que no era su pincel lo que quitaba el sueño a la chiquilla.
-Gracias, buen hombre... aunque la verdad es que no soy muy dado al "delectare" de la rima. Confío en vuestra decisión para imitaros y congraciarme con vos.- Leonardo sonrió ante la presencia del hombre y, poco a poco, mientras alzábase la voz por encima del bullicio, el artista comenzó a acomodarse en tan peculiar lugar. A través de la ventana podían divisarse las bulliciosas calles venecianas con el Puente de Rialto enmarcando la estampa. Las góndolas y barcazas de mercancías atravesaban el Gran Canal y la magia bullía a través de las máscaras de los actores y otros artistas que presagiaban la llegada del carnaval. Todo en Venecia era arte; el amor era arte, el comercio era arte, incluso la muerte tenía una impronta característica entre sus canales.
Los dedos de Leonardo tamborilearon durante unos instantes mientras contemplaban Venecia a través de los ojos de sus habitantes y, finalmente, salió de su ensimismamiento.
-He oído hablar grandes bondades de vos, mi buen señor. Incluso he llegado a oír que gozáis de un sobrenombre singular, Máscara. Pues bien, resulta que un servidor es un enamorado de éstas y, dado que sois vos el encargado de organizar los grandes festejos que están por venir, me preguntaba si podríais darme algún adelanto para saciar la curiosidad.- sonrió mientras desenguantaba sus manos. -Al fin y al cabo, ¿qué sería del artista si no fuera curioso?
-Gracias, buen hombre... aunque la verdad es que no soy muy dado al "delectare" de la rima. Confío en vuestra decisión para imitaros y congraciarme con vos.- Leonardo sonrió ante la presencia del hombre y, poco a poco, mientras alzábase la voz por encima del bullicio, el artista comenzó a acomodarse en tan peculiar lugar. A través de la ventana podían divisarse las bulliciosas calles venecianas con el Puente de Rialto enmarcando la estampa. Las góndolas y barcazas de mercancías atravesaban el Gran Canal y la magia bullía a través de las máscaras de los actores y otros artistas que presagiaban la llegada del carnaval. Todo en Venecia era arte; el amor era arte, el comercio era arte, incluso la muerte tenía una impronta característica entre sus canales.
Los dedos de Leonardo tamborilearon durante unos instantes mientras contemplaban Venecia a través de los ojos de sus habitantes y, finalmente, salió de su ensimismamiento.
-He oído hablar grandes bondades de vos, mi buen señor. Incluso he llegado a oír que gozáis de un sobrenombre singular, Máscara. Pues bien, resulta que un servidor es un enamorado de éstas y, dado que sois vos el encargado de organizar los grandes festejos que están por venir, me preguntaba si podríais darme algún adelanto para saciar la curiosidad.- sonrió mientras desenguantaba sus manos. -Al fin y al cabo, ¿qué sería del artista si no fuera curioso?
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Máscaras: El Solícito
- ¿Habéis oído hablar de mi? ¿De verdad? ¡Oh! Es un honor saber eso de vos, artista.- No utilizaba ese adjetivo de forma despectiva, o al menos no él pues una gran mayoría de hombres, aquellos que eran fieles a la fe y a la iglesia, creían que éstos traían el oprobio a su paso. Pero el, demasiado libertino como para pensar eso, se atrevía a utilizar el mismo modo de distinta forma, como si de un reto quizás se tratase.- ¿Curiosidad, eh? ¡Es lo mejor que pueda tener el ser humano!- Sus manos trataron de abarcar todo alrededor mientras la sonrisa se ensanchaba en sus labios.- Soy un fiel defensor de ella, a ultranza. Creedme.- Dio un par de palmaditas cuando la mujer llegó con dos copas de cristal opaco cargadas con vino fuerte. También traía agua por si alguno quería rebajar el sabor de éste. Pero al menos Leonardo prefería tomar el vino como fuese, sin rebajarlo, llenarse de su sabor.
- Peeeeeero...- Apuntó alzando un dedo ante su puntualización.- La verdad es que no me gusta que se escape tan rápido de la gente que la tiene como compañera.- Su rostro cambió a uno más pícaro, como el de un pequeño travieso, a la vez que se llevaba la copa a los labios para beber la primera vez.- ¡Sois el Gran Leonardo! ¿Qué podría hacer yo solo con palabras? Siempre es mejor demostrar nuestro arte, Da Vinci, y para mi seria un auténtico honor contar con vuestra presencia en una de esas reuniones de las que habláis. ¡Es más, hoy preparaba una de ellas para esta noche.- Se inclinó sobre la mesa para acercarse a él, en tono confidencial.- ¡Un hombre joven y guapo se casa con una de esas mujeres ya entradas en edad y...bueno...no tan agraciada como el querría, supongo.- Una risilla se le escapó al decir eso último.- Y quiere pasárselo bien antes de que todo termine...o empiece...- Se dejó caer sobre el respaldo de su silla mientras observaba el rostro del reconocido artista.- ¿Vendréis? ¿Seréis mi invitado de honor, Leonardo?
- Peeeeeero...- Apuntó alzando un dedo ante su puntualización.- La verdad es que no me gusta que se escape tan rápido de la gente que la tiene como compañera.- Su rostro cambió a uno más pícaro, como el de un pequeño travieso, a la vez que se llevaba la copa a los labios para beber la primera vez.- ¡Sois el Gran Leonardo! ¿Qué podría hacer yo solo con palabras? Siempre es mejor demostrar nuestro arte, Da Vinci, y para mi seria un auténtico honor contar con vuestra presencia en una de esas reuniones de las que habláis. ¡Es más, hoy preparaba una de ellas para esta noche.- Se inclinó sobre la mesa para acercarse a él, en tono confidencial.- ¡Un hombre joven y guapo se casa con una de esas mujeres ya entradas en edad y...bueno...no tan agraciada como el querría, supongo.- Una risilla se le escapó al decir eso último.- Y quiere pasárselo bien antes de que todo termine...o empiece...- Se dejó caer sobre el respaldo de su silla mientras observaba el rostro del reconocido artista.- ¿Vendréis? ¿Seréis mi invitado de honor, Leonardo?
Leonardo Loredan- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 07/06/2013
Re: Máscaras: El Solícito
Observó Leonardo a su tocayo durante toda su intervención con un gesto cambiante. Cada vez que el misterioso Loredan se inclinaba hacia él parecía que el nerviosismo invadía al aún joven artista. Su sonrisa afloraba cada vez más frecuentemente y miradas furtivas dedicaba a sendos lados como si esperara, de alguna forma, que alguien los estuviera vigilando. No obstante, instantes más tarde el ambiente se declaró oficialmente relajado y el artista se permitió respirar más profundamente.
-Es sugerente la propuesta, no puedo negarlo. Mas ¿estáis seguro de que no habrá inconveniente en que un desconocido irrumpa de esa forma en una celebración privada? Os mentiría si os dijera que desconozco mi fama, pero no puedo evitar barruntarme si seré bien recibido en todas partes.- sonrió y volvió a tamborilear.
Contempló entonces el vino. La copa parecía de una excelsa calidad, cristal templado en los hornos de Murano... sin duda alguna no estaba ante cualquier embaucador. Máscara era un hombre de gusto exquisito y cartera repleta, sólo una mirada bastó para asegurarse.
-Con vuestro permiso, buen amigo...- la mano de Leonardo descendió hacia la copa y la alzó frente a sus ojos. La luz de las velas atravesó el elixir de su interior y creó reflejos carmesíes sobre su rostro. El olor incitaba a lamer hasta la última gota de vino y el calor que desprendía sólo podría igualarse al de una conquista que esperaba deseosa bajo las sábanas. Finalmente bebió y sus cinco sentidos se expandieron. Un fogonazo de intenso placer invadió su ser y, cuando abrió los ojos, descubrió a un hombre nuevo frente a sí.
-He cambiado de opinión. Me encantará acompañarlo esta noche, mi señor. Siempre y cuando me prometáis que encontraré joyas comparables a ésta por allí. No es oro todo lo que reluce, pero sí lo que se muerde y quebra un par de dientes.- sonrió divertido y volvió a beber de la copa.
-Es sugerente la propuesta, no puedo negarlo. Mas ¿estáis seguro de que no habrá inconveniente en que un desconocido irrumpa de esa forma en una celebración privada? Os mentiría si os dijera que desconozco mi fama, pero no puedo evitar barruntarme si seré bien recibido en todas partes.- sonrió y volvió a tamborilear.
Contempló entonces el vino. La copa parecía de una excelsa calidad, cristal templado en los hornos de Murano... sin duda alguna no estaba ante cualquier embaucador. Máscara era un hombre de gusto exquisito y cartera repleta, sólo una mirada bastó para asegurarse.
-Con vuestro permiso, buen amigo...- la mano de Leonardo descendió hacia la copa y la alzó frente a sus ojos. La luz de las velas atravesó el elixir de su interior y creó reflejos carmesíes sobre su rostro. El olor incitaba a lamer hasta la última gota de vino y el calor que desprendía sólo podría igualarse al de una conquista que esperaba deseosa bajo las sábanas. Finalmente bebió y sus cinco sentidos se expandieron. Un fogonazo de intenso placer invadió su ser y, cuando abrió los ojos, descubrió a un hombre nuevo frente a sí.
-He cambiado de opinión. Me encantará acompañarlo esta noche, mi señor. Siempre y cuando me prometáis que encontraré joyas comparables a ésta por allí. No es oro todo lo que reluce, pero sí lo que se muerde y quebra un par de dientes.- sonrió divertido y volvió a beber de la copa.
Maladie- Mensajes : 143
Fecha de inscripción : 26/12/2012
Re: Máscaras: El Solícito
Un artista era alguien muy parecido a él, o al menos tenía aquellas habilidades que le gustaban. Un artista comía, bebía y en definitiva, vivía, gracias a la persuasión que pudiese llevar a cabo ante su presa, normalmente los mecenas que cedían una habitación y su oro para tenerlos junto a si. Era una forma de embaucar...y él era eso, un embaucador. Por eso la respuesta positiva de Leonardo le hizo sonreír y dar un golpetazo en la madera de la mesa.
- No podía esperar menos del famoso Da Vinci, no señor.- Asintió seguro antes de beber de u copa de igual forma, de una vez.- Debéis saber, artista, que al ser mi fiesta tengo el paso permitido siempre que lo desee. El mio y el de quien yo quiera y hoy...- Se levantó y se encaminó hasta la espalda del artista, apostando sus manos sobre sus hombros y apretando levemente.- ...hoy seréis mi invitado. Recordad, cuando el reloj de San Marco de las nueve de la noche aprestaros a llegar a tal edificio. Os estaré esperando y recordad...- Dio apenas dos palmaditas sobre los hombros.- Haced honor a mi nombre y llevad una de ellas en el rostro.- Leonardo, en sus manos...El Loredan se despidió de él no sin antes pagarle un par de copas de vino más. Tenía trabajo, mucho trabajo, y esa noche podría explayarse a gusto.
Allí, hasta donde el largo Río Nilo llegase, quedaba la figura enmascarada de Leonardo Loredan, dispuesto su rostro bajo una careta de un color blanco y azul dividida en cuatro. Normal, mundana, totalmente distinto a lo que, en muchos momentos de su vida, Leonardo quisiese. Escuchó como el reloj hacía saber a la ciudad la hora, las nueve en una ciudad que parecía comenzar a dormirse o, al menos, a acallarse cuando el sol desapareciese.
Las llamas de los candiles se comenzaban a encender para mantener la seguridad de las calles cuando el Loredan dirigió su vita alrededor, buscando la figura del artista, buscando a aquel que, si bien pudiese, trataría de atrapar aquella noche en una red de la que siempre se hubiese sentido orgulloso. Y cuando lo observó, pues enmascarado igualmente fuese, no pudo más que dejar ir una sonrisa bajo la máscara. Da Vinci se dispuso a hablar pero ante ello lo acalló y con un gesto de su cabeza lo instó a seguirle hasta una cercana góndola en la que montar.
Las aguas de los canales parecían estar en cierta calma ahora, contrastando con el día pletórico de la urbe. ¿Cuántos canales tomaron? Muchos. Adentrándose en la ciudad poco a poco hasta que la góndola buscó asueto en un pequeño muelle en el que amarrar. El Palacio, apenas iluminado, contaba con tres plantas, y hasta que Leo no traspasó su umbral no soltó ni una palabra.- ¡Ah! ¡Por fin! ¿Sabéis? Es una de las tradiciones. No hablar, no abrir los labios hasta que entráis en el lugar donde se dará...todo- Se quitó la máscara entonces.- Ni hablar ni hacer saber quien sois, claro.- Cuando Da Vinci hizo lo propio el Loredan lo acogió entre sus brazos cual amigo de infancia fuese.- Pues habéis de saber, artista, que si os encontráis aquí es porque deberéis callar ante todo aquel que os pregunte quien estuvo aquí y a quien visteis. Aunque bien podríais contar la calidad de todo aquello que vivisteis.- Rió ante su propio comentario antes de ser recibidos por un par de copas de vino de color ónice que apostaron casi en sus manos para poder beber de ellas.- Me alegro de que la curiosidad os pudiera, Da Vinci. Prefiero contestaros a la pregunta de este día de esta manera...directamente.- Se relamió y entonces bebió del vino.- ¿Cuál es vuestra estancia aquí, en Venetia, artista?- Quizás no se encontrase todo lo a gusto que pudiese estar en la ciudad.
- No podía esperar menos del famoso Da Vinci, no señor.- Asintió seguro antes de beber de u copa de igual forma, de una vez.- Debéis saber, artista, que al ser mi fiesta tengo el paso permitido siempre que lo desee. El mio y el de quien yo quiera y hoy...- Se levantó y se encaminó hasta la espalda del artista, apostando sus manos sobre sus hombros y apretando levemente.- ...hoy seréis mi invitado. Recordad, cuando el reloj de San Marco de las nueve de la noche aprestaros a llegar a tal edificio. Os estaré esperando y recordad...- Dio apenas dos palmaditas sobre los hombros.- Haced honor a mi nombre y llevad una de ellas en el rostro.- Leonardo, en sus manos...El Loredan se despidió de él no sin antes pagarle un par de copas de vino más. Tenía trabajo, mucho trabajo, y esa noche podría explayarse a gusto.
... ... ...
Allí, hasta donde el largo Río Nilo llegase, quedaba la figura enmascarada de Leonardo Loredan, dispuesto su rostro bajo una careta de un color blanco y azul dividida en cuatro. Normal, mundana, totalmente distinto a lo que, en muchos momentos de su vida, Leonardo quisiese. Escuchó como el reloj hacía saber a la ciudad la hora, las nueve en una ciudad que parecía comenzar a dormirse o, al menos, a acallarse cuando el sol desapareciese.
Las llamas de los candiles se comenzaban a encender para mantener la seguridad de las calles cuando el Loredan dirigió su vita alrededor, buscando la figura del artista, buscando a aquel que, si bien pudiese, trataría de atrapar aquella noche en una red de la que siempre se hubiese sentido orgulloso. Y cuando lo observó, pues enmascarado igualmente fuese, no pudo más que dejar ir una sonrisa bajo la máscara. Da Vinci se dispuso a hablar pero ante ello lo acalló y con un gesto de su cabeza lo instó a seguirle hasta una cercana góndola en la que montar.
Las aguas de los canales parecían estar en cierta calma ahora, contrastando con el día pletórico de la urbe. ¿Cuántos canales tomaron? Muchos. Adentrándose en la ciudad poco a poco hasta que la góndola buscó asueto en un pequeño muelle en el que amarrar. El Palacio, apenas iluminado, contaba con tres plantas, y hasta que Leo no traspasó su umbral no soltó ni una palabra.- ¡Ah! ¡Por fin! ¿Sabéis? Es una de las tradiciones. No hablar, no abrir los labios hasta que entráis en el lugar donde se dará...todo- Se quitó la máscara entonces.- Ni hablar ni hacer saber quien sois, claro.- Cuando Da Vinci hizo lo propio el Loredan lo acogió entre sus brazos cual amigo de infancia fuese.- Pues habéis de saber, artista, que si os encontráis aquí es porque deberéis callar ante todo aquel que os pregunte quien estuvo aquí y a quien visteis. Aunque bien podríais contar la calidad de todo aquello que vivisteis.- Rió ante su propio comentario antes de ser recibidos por un par de copas de vino de color ónice que apostaron casi en sus manos para poder beber de ellas.- Me alegro de que la curiosidad os pudiera, Da Vinci. Prefiero contestaros a la pregunta de este día de esta manera...directamente.- Se relamió y entonces bebió del vino.- ¿Cuál es vuestra estancia aquí, en Venetia, artista?- Quizás no se encontrase todo lo a gusto que pudiese estar en la ciudad.
Leonardo Loredan- Mensajes : 7
Fecha de inscripción : 07/06/2013
Re: Máscaras: El Solícito
Hubo aquella noche un Leonardo que demostró ser digno portador de su nombre, mas también se encontró en los canales venecianos,uno que hacíase llamar Leonardo y parecía portar la impronta de un perro, pues fue sumiso y excitable.
Da Vinci se deleitó, envuelto en el éxtasis en que el Loredan sabía introducirle, de todos y cada uno de los placeres de la noche veneciana; el misterio de las máscaras, el deleite de sus vinos, el delicioso discurso de sus oradores y la intimidad de la bruma sobre los canales. La góndola podría haberlo llevado ante las puertas del mismísimo diablo, que Leonardo no habría sino vitoreado su nombre. Desde su mente, las sombras se movían dibujando hermosas formas que le recordaban a tiempos pasados.
Los transeúntes ebrios y felices representaban en su realidad el torpe avance del hombre hacia la verdadera iluminación. Y era aquel otro hombre, un león criado en el agua, un habitante del Edén que, sin recelo alguno, le había invitado a compartir su disfrute.
Leonardo agarraba su máscara, más sudada de lo que le habría gustado admitir, por uno de los delicados cordeles que servían para ajustarla al rostro. Mojaba la nariz aquella máscara como pájaro que bebe, dejando tras de sí una estela en el agua que indicaba fugazmente su recorrido. Recostado como estaba sobre cómodos cojines bien dispuestos sobre la góndola, el agua de los canales y el murmullo distante de la celebración se combinaban de forma excelsa componiendo sin buscarlo una pieza de música maestra. Su mirada se fijó sobre el Loredan quien, tras tanto disfrutar, pareció poner el punto y seguido a su conversación.
-La maravilla, buen amigo. Maravillarme es cuanto he podido hacer desde que pisé este suelo bendito... desde el momento mismo en que bebí sus vinos...- bebió entonces de la copa que le habían ofrecido sin dejar de mirar a Leonardo. -Desde que mis ojos fueron testigo de su belleza.- sonrió y dejó la copa sobre la inestable madera. Estiró entonces los brazos y dibujó círculos en el agua con la nariz de su antiguo rostro.
-Buenos amigos y la propia vox populi me habían informado de que aquí encontraría inspiración. El misterio y la belleza son aquí intrínsecos y necesarios al propio acto de vivir. ¿Es para un veneciano tan importante respirar como participar de esta belleza? Así es según mi experiencia. He encontrado en Venecia la belleza más sublime de todas, el mayor ejemplo de sugerente simetría, la proporción hecha realidad...- Leonardo sonrió y entonces alzó los brazos dejando caer su máscara sobre su regazo que, poco a poco, comenzó a mojarse.
-¡Pero no sólo eso! He venido aquí para conocer, mi buen amigo... Descifrar los secretos de tan hermosa, y a la vez oscura ciudad.- cogió la máscara, aún húmeda, y la posó sobre su frente. Sus labios dibujaron una sonrisa pícara y misteriosa y sus ojos se cerraron durante un instante, acomodándose de nuevo en la barcaza.
Da Vinci se deleitó, envuelto en el éxtasis en que el Loredan sabía introducirle, de todos y cada uno de los placeres de la noche veneciana; el misterio de las máscaras, el deleite de sus vinos, el delicioso discurso de sus oradores y la intimidad de la bruma sobre los canales. La góndola podría haberlo llevado ante las puertas del mismísimo diablo, que Leonardo no habría sino vitoreado su nombre. Desde su mente, las sombras se movían dibujando hermosas formas que le recordaban a tiempos pasados.
Los transeúntes ebrios y felices representaban en su realidad el torpe avance del hombre hacia la verdadera iluminación. Y era aquel otro hombre, un león criado en el agua, un habitante del Edén que, sin recelo alguno, le había invitado a compartir su disfrute.
Leonardo agarraba su máscara, más sudada de lo que le habría gustado admitir, por uno de los delicados cordeles que servían para ajustarla al rostro. Mojaba la nariz aquella máscara como pájaro que bebe, dejando tras de sí una estela en el agua que indicaba fugazmente su recorrido. Recostado como estaba sobre cómodos cojines bien dispuestos sobre la góndola, el agua de los canales y el murmullo distante de la celebración se combinaban de forma excelsa componiendo sin buscarlo una pieza de música maestra. Su mirada se fijó sobre el Loredan quien, tras tanto disfrutar, pareció poner el punto y seguido a su conversación.
-La maravilla, buen amigo. Maravillarme es cuanto he podido hacer desde que pisé este suelo bendito... desde el momento mismo en que bebí sus vinos...- bebió entonces de la copa que le habían ofrecido sin dejar de mirar a Leonardo. -Desde que mis ojos fueron testigo de su belleza.- sonrió y dejó la copa sobre la inestable madera. Estiró entonces los brazos y dibujó círculos en el agua con la nariz de su antiguo rostro.
-Buenos amigos y la propia vox populi me habían informado de que aquí encontraría inspiración. El misterio y la belleza son aquí intrínsecos y necesarios al propio acto de vivir. ¿Es para un veneciano tan importante respirar como participar de esta belleza? Así es según mi experiencia. He encontrado en Venecia la belleza más sublime de todas, el mayor ejemplo de sugerente simetría, la proporción hecha realidad...- Leonardo sonrió y entonces alzó los brazos dejando caer su máscara sobre su regazo que, poco a poco, comenzó a mojarse.
-¡Pero no sólo eso! He venido aquí para conocer, mi buen amigo... Descifrar los secretos de tan hermosa, y a la vez oscura ciudad.- cogió la máscara, aún húmeda, y la posó sobre su frente. Sus labios dibujaron una sonrisa pícara y misteriosa y sus ojos se cerraron durante un instante, acomodándose de nuevo en la barcaza.
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