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Los sueños del semidiós
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Los sueños del semidiós
Cualquiera que sea semidiós sabrá que la hora del sueño dista mucho de ser un momento donde relajarse. La mayoría de las veces el pensamiento vaga entre acciones y advertencias futuras de los dioses, conflictos pasados de las divinidades y profecías.
Nunca se está seguro de qué puede soñarse ni cuanta verdad hay en los sueños. El enemigo aprovecha esos momentos de debilidad para invocar pesadillas o temores infundados con los que enloquecer a sus víctimas.
A través de este hilo, se expondrán los sueños de algunos chicos del campamento, sus temores y terrores nocturnos, así como las diversas advertencias que reciban y deban interpretar. Sin embargo, debéis saber que el resto de participantes puede que no lleguen a conocer lo que ocurre hasta que el personaje interesado se lo cuente. Es por eso que no debéis dar por hecho que sabéis todo lo que suceda en este hilo. Simplemente son el recurso narrativo con el que vislumbrar que los dioses y sus huestes no se quedan nunca quietos.
Nunca se está seguro de qué puede soñarse ni cuanta verdad hay en los sueños. El enemigo aprovecha esos momentos de debilidad para invocar pesadillas o temores infundados con los que enloquecer a sus víctimas.
A través de este hilo, se expondrán los sueños de algunos chicos del campamento, sus temores y terrores nocturnos, así como las diversas advertencias que reciban y deban interpretar. Sin embargo, debéis saber que el resto de participantes puede que no lleguen a conocer lo que ocurre hasta que el personaje interesado se lo cuente. Es por eso que no debéis dar por hecho que sabéis todo lo que suceda en este hilo. Simplemente son el recurso narrativo con el que vislumbrar que los dioses y sus huestes no se quedan nunca quietos.
Omega- Inmortales
- Mensajes : 167
Fecha de inscripción : 18/06/2012
El sueño de Hugo
El grifo jugueteaba en la sala bajo la atenta mirada de los sirvientes que sujetaban su soga. La mujer sentada en el trono no perdía detalle mientras era servida por sus doncellas. Se abrieron las puertas y tras ellas entró un hombre fornido sujetando su casco con uno de sus poderosos brazos. Tras hacer el saludo de rigor y observar unos segundos a la bestia, se volvió hacia la mujer.
- Es curiosa vuestra pasión por esos monstruos, Madre. Después de todo a vuestro hijo Hefesto le echasteis de casa por su fealdad.
La mujer no replicó. Se mantuvo sentada sobre el imponente trono de marfil adornado con el león y el toro contrapuestos en el respaldo. Lanzó una mirada desvaída hacia su hijo y centró de nuevo su atención en la criatura que jugaba más abajo.
- Cualquiera que viera esto, sospecharía del compromiso que os ata a ellos - insistió el hombre.
Aquellos ojos verdes parecieron salir de su letargo.
- Entiendo que has venido para consultar sobre algo menos vano que esto.
- Son monstruos, Madre.
- Y criaturas útiles, Ares. Eso es cuanto ha de saberse.
- Pero los demás...
- ¿Alguna vez me ha importado lo que otros opinen? - Ares se mordió la lengua y la mujer ignoró el gesto, negando con la cabeza - Si no te hubiera parido yo misma me cuestionaría de quien eres hijo.
- Como queráis, Madre. Me preocupo por vos, eso es todo.
- Lo sé.
Ares paseó entonces su mirada por la sala.
- ¡Salid todos! -ordenó sin preguntar a nadie. La mujer no replicó. Los sirvientes tardaron unos minutos en sacar al grifo de la sala y cerrar la inmensa puerta blanca tras ellos mientras el dios aprovechaba para sentarse y ponerse cómodo en otro asiento menos laborioso.
- He buscado colaboradores pero son terriblemente esquivos y evasivos. - dijo centrando sus iris rojizos en aquellos otros verdes.
- ¿Te sorprende? Hace años que supimos que la fecha se acercaba. Siempre caen los más débiles, tentados por esa codicia insaciable.
- Me importan un bledo sus motivos. Solo me preocupa que seamos tan pocos y estemos divididos.
- Entonces deberías hacer mejor tu tarea. ¿O acaso no depende de ti buscar nuevos aliados que luchen a nuestro lado? Cambiar de táctica haría a tu padre sospechar.
- No me malinterpreteis, Madre. No busco vuestra intervención en ese sentido. Pero queríais información y yo os la brindo.
- Está bien, entonces. ¿Algo más que deba saber? - inquirió ella. Por primera vez durante la conversación se mostraba con gesto complacido.
- Debéis hablar con ella cuanto antes. - dijo Ares evitando mencionar un nombre concreto - Mal que me pese, es la única con el carisma necesario para unirles. Dijisteis que podíais tocar el botón adecuado para convencerla. Que conocíais sus puntos débiles. Creo que ha llegado el momento.
- No es ni el momento ni el lugar para tratar este tema. No seas impaciente.
- ¿Por qué? - pregunto el dios sin entender pero ella no respondió.- detesto todos esos enigmas...
- Son necesarios. Nuestros parientes tienen oídos hasta en el Tártaro. No voy a arriesgar el plan por tu inseguridad.
- Si hablarais tendríamos el plan bien atado y yo dejaría de lado esa inseguridad. - respondió el otro, terco.
- A su debido tiempo. Ya puedes marcharte, querido. Sé que tienes otros asuntos que atender.
El dios se levantó de golpe, con la sangre golpeándole en las mejillas y el orgullo ligeramente herido.
- El Tiempo nunca ha estado de nuestro lado, Madre. - le advirtió el dios antes de abandonar la estancia.
- Es curiosa vuestra pasión por esos monstruos, Madre. Después de todo a vuestro hijo Hefesto le echasteis de casa por su fealdad.
La mujer no replicó. Se mantuvo sentada sobre el imponente trono de marfil adornado con el león y el toro contrapuestos en el respaldo. Lanzó una mirada desvaída hacia su hijo y centró de nuevo su atención en la criatura que jugaba más abajo.
- Cualquiera que viera esto, sospecharía del compromiso que os ata a ellos - insistió el hombre.
Aquellos ojos verdes parecieron salir de su letargo.
- Entiendo que has venido para consultar sobre algo menos vano que esto.
- Son monstruos, Madre.
- Y criaturas útiles, Ares. Eso es cuanto ha de saberse.
- Pero los demás...
- ¿Alguna vez me ha importado lo que otros opinen? - Ares se mordió la lengua y la mujer ignoró el gesto, negando con la cabeza - Si no te hubiera parido yo misma me cuestionaría de quien eres hijo.
- Como queráis, Madre. Me preocupo por vos, eso es todo.
- Lo sé.
Ares paseó entonces su mirada por la sala.
- ¡Salid todos! -ordenó sin preguntar a nadie. La mujer no replicó. Los sirvientes tardaron unos minutos en sacar al grifo de la sala y cerrar la inmensa puerta blanca tras ellos mientras el dios aprovechaba para sentarse y ponerse cómodo en otro asiento menos laborioso.
- He buscado colaboradores pero son terriblemente esquivos y evasivos. - dijo centrando sus iris rojizos en aquellos otros verdes.
- ¿Te sorprende? Hace años que supimos que la fecha se acercaba. Siempre caen los más débiles, tentados por esa codicia insaciable.
- Me importan un bledo sus motivos. Solo me preocupa que seamos tan pocos y estemos divididos.
- Entonces deberías hacer mejor tu tarea. ¿O acaso no depende de ti buscar nuevos aliados que luchen a nuestro lado? Cambiar de táctica haría a tu padre sospechar.
- No me malinterpreteis, Madre. No busco vuestra intervención en ese sentido. Pero queríais información y yo os la brindo.
- Está bien, entonces. ¿Algo más que deba saber? - inquirió ella. Por primera vez durante la conversación se mostraba con gesto complacido.
- Debéis hablar con ella cuanto antes. - dijo Ares evitando mencionar un nombre concreto - Mal que me pese, es la única con el carisma necesario para unirles. Dijisteis que podíais tocar el botón adecuado para convencerla. Que conocíais sus puntos débiles. Creo que ha llegado el momento.
- No es ni el momento ni el lugar para tratar este tema. No seas impaciente.
- ¿Por qué? - pregunto el dios sin entender pero ella no respondió.- detesto todos esos enigmas...
- Son necesarios. Nuestros parientes tienen oídos hasta en el Tártaro. No voy a arriesgar el plan por tu inseguridad.
- Si hablarais tendríamos el plan bien atado y yo dejaría de lado esa inseguridad. - respondió el otro, terco.
- A su debido tiempo. Ya puedes marcharte, querido. Sé que tienes otros asuntos que atender.
El dios se levantó de golpe, con la sangre golpeándole en las mejillas y el orgullo ligeramente herido.
- El Tiempo nunca ha estado de nuestro lado, Madre. - le advirtió el dios antes de abandonar la estancia.
Omega- Inmortales
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