[Casa Grande]Encuentro fortuito (S5 Mayo)

29 de Mayo - a 22 días del Solsticio

- Vale, y con esto terminamos por hoy -dijo Camille mientras contaba las cajas que sus hermanos habían llevado hasta el pequeño habitáculo que usaban como almacén improvisado durante la época de la recogida.- Y además... parece que esta vez no se han perdido demasiadas fresas por el camino -añadió suspicaz, y se escucharon algunas risas. Las fresas tenían tanto éxito entre los campistas que había ocasiones en que las cajas y cestas que usaban para llevarlas del campo de fresas a allí, acababan medio vacíos.- Está bien, buen trabajo. Os espero mañana al amanecer en el campo. Con un poco de suerte habremos acabado para la captura de la bandera -dijo con una sonrisa amable.

Cuando todos hubieron salido de la habitación, Camille se quedó revisando las cajas y asegurándose de que todo estaba en orden antes de salir. Lo hizo con mucha tranquilidad. Camille pocas veces hacías las cosas con prisas. Cuando se hubo cerciorado de que todo estaba en orden marcó en su libreta que ahí terminaba su trabajo diario y la guardó en una pequeña bandolera que llevaba.

Salió de la habitación y cerró la puerta, todo sin prisas. La habitación que usaban como almacén era una de las que tenían acceso a la entrada de la Casa Grande y estaba en desuso. La habían elegido por su accesibilidad, aunque la contrapartida era que debían asegurarse de que quedaba completamente cerrada si querían conservar fresas para vender después en el pueblo. Si alguien dejaba la puerta abierta lo más probable era que al día siguiente no hubiera fresas que vender. Por ello, Camille se aseguraba de ser siempe la última que salía de la habitación y de ser ella misma quien cerraba el candado que habían añadido como seguridad adicional.

Camille cerró la puerta con llave, añadió el candado, y cuando fue a salir de la Casa Grande vio pasar a Hécate. La recordaba del día de su llegada, y por lo que tenía entendido aún no la habían reconocido. Camille recordaba bien lo difíciles que eran los principios en el Campamento Mestizo, así que se interesó por ella.

- Buenos días -saludó con una sonrisa al acercarse a ella.- ¿Qué tal por aquí? ¿Ya tienes menos ganas de irte?

Llevaba ya una semana en el campamento y se conocía la mitad como la palma de su mano, más que nada porque se turnaba entre el lago y el mar para ir a nadar. Sin embargo, desde las cabañas hacía la otra parte no había vuelto desde que llegó, se acordaba bien de los campos de fresas y el agua donde se había despertado.

No tenía nada que hacer aquél día, salvo esperar que alguno de todos los dioses la reconociera al fin como su hija... Así que pensó en ir a ver el pino de Thalia, no sabía exactamente si tenía alguna relación con la musa a parte del significado de su nombre; le habían dicho que era enorme así que se encaminó hacia allí dando un paseo.
Había unas pistas de volleyball donde algunos campistas estaban jugando un partido,¿pero cuánta gente habría en ese campamento?. Fuera a donde fuera siempre parecía haber gente, en cuanto tuviera una cabaña le preguntaría al responsable de su grupo el número total de jóvenes; estaba claro que a los dioses le gustaban los mortales...

Se dirigió hacia los campos de fresas donde un grupo de chicos cargaba las cestas repletas de fruta hacia la Casa Grande; al menos aquella debía ser la Casa Grande según le habían comentado. Empezó a caminar hacia la Casa, la verdad es que no entendía por qué a ella aún no le habían mandado coger fresas; pero entendía menos aún que siempre fueran los mismos los que la recogían porque aquellas caras le sonaban. Vió a la chica tan antipática de su primer día allí saliendo de la casa junto a otros chicos, parecían muy ocupados hablando y comiéndose las fresas que uno de ellos había sacado del bolsillo como para verla; algo que Hécate agradeció.

Cuando llegó frente a la casa se dió cuenta de que su nombre lo decía todo, puesto que no parecía tener nada en especial a parte de su tamaño. Comenzó a caminar para darle la vuelta, quizá se estaba perdiendo algo, cual alguien la llamó. En un principio no reconoció su voz pero en cuanto se giró y la vió supo en seguida quien - Hola Camille - le sonrió acercándose a ella, aún recordaba lo amable que había sido con ella cuando tan perdida se encontraba. Sonrió un poco más ante su pregunta e hizo un par de gestos negativos con la diestra - Ya tengo menos ganas de irme sí, aunque realmente no tengo muchas ganas de quedarme... - Había algo que le rondaba por la cabeza, entonces recordó que Camille era jefa de cabaña, quizá no era mala idea preguntarle - Aquí estoy bien, una vez que he hablado con mi madre y todo eso, ya sabes... Pero aún no sé quién es mi padre y según me dijeron lo normal es enterarse en dos o tres días... - Y yo llevo aquí más tiempo...
Sabía que no era un error, le habían dicho cientos de veces que si no era hija de un dios era imposible entrar en el campamento, pero aún así no entendía del todo por qué aún no sabía a quién tenía que "agradecerle" estar allí.

- Ya... -Camille sonrió. Era una sonrisa sincera acompañada de una mirada que sólo denotaba comprensión.- No te preocupes, al principio nos cuesta a todos. Cuando llegamos aquí tenemos muchas cosas que asimilar... Empezando por... ¡dioses! ¿Todavía hay gente que cree en ellos? -Camille rió, como intentando quitarle hierro al asunto.- Poco a poco te irás haciendo al campamento, ya verás. Al final sentirás que estás en tu casa. En cuanto te reconozcan y encuentres tu sitio en tu cabaña todo irá sobre ruedas... Es más fácil cuando sabes ya quiénes son tus hermanos.

Ante la preocupación de Hécate por saber quién era su padre Camille se turbó un poco.

- Sí, ya me he enterado de que están tardando en reconocerte... Y no sólo a ti, últimamente está pasando algunos de los nuevos. Una diría que los dioses habían superado esa etapa... pero parece que hemos vuelto a pasar al segundo plano. No te preocupes, probablemente tu padre piense que tiene cosas mucho más importantes que hacer como salvar el mundo o evitar que los mortales destrocen el planeta... o destruirlo. Todo depende de quién sea. En todo caso, seguro que piensa que su cometido actual es mucho más importante y que una hija semidiosa puede esperar. Aunque intentamos que entiendan nuestra preocupación... bueno, no lo hacen. Y son dioses, tampoco se les puede pedir mucho más... -Camille parecía bastante resignada con el tema.- Espero que por lo menos estés bien en la cabaña de Hermes... Si te desaparecen muchas cosas dímelo y hablaré con Tyger.

Camille seguía intentando que todo fuera más fácil para ella, se notaba que era una persona agradable. Aún así parecía pensar todo lo que le decía, no estaba diciéndole todo eso simplemente para animarla, así que Hécate la creyó y se sintió un poco más tranquila. Probablemente fuera cierto, todo sería más fácil cuando supiera quienes eran sus "hermanos"; curiosa palabra que le costaría utilizar con gente a la que no conocía de nada...
- Seguro que tienes razón, supongo que en un par de semanas todo esto me parecerá... - Iba a decir normal, pero no sabía si esa palabra podría encajar ahí - Bueno, que me habré acostumbrado a la rutina y será todo más fácil -

Sin embargo la chica pareció vacilar un poco ante sus preocupaciones sobre cuánto debería esperar hasta que su divino padre la reconociera. No le ayudó mucho lo que le dijo, a pesar de ser la hija de un dios de repente se sintió pequeña e insignificante...
- Ya... Supongo que no somos muy importantes para ellos, es triste pero es una de las pocas cosas que he sacado en claro del poco tiempo que estoy aquí. - parecía bastante convencida de aquello - En la cabaña de Hermes estoy bien, no te preocupes porque no hay nada que robar, prácticamente sólo tengo esta ropa - se encogió de hombros, no llevaba mucho más que la ropa cuando se tiró al río y ahora ni siquiera la necesitaba puesto que tenía la del campamento...

Entonces se le ocurrió algo, ella era una de las jefas de cabaña así que quizá pudiera ayudarla - Aunque sinceramente no me importaría que eso pudiera cambiar, ¿sabes dónde podría conseguir una guitarra aquí?. En todos los campamentos hay una y en este, a pesar de ser tan extraño, seguro que alguien debe amenizar las veladas con música - Hécate sonrió ante aquella posibilidad; el simple hecho de poder conseguir una simple guitarra le haría todo aquello mucho más llevadero. La guitarra, el mar y el lago, ¿quién necesitaba más?.

- ¿Una guitarra? Pues claro -dijo Camille sonriendo.- Seguro que tienen alguna en la cabaña de Apolo. Ven, te acompañaré.

Camille hizo una seña a Hécate para que la siguiera y fue hacia la zona de cabañas. Una vez allí, eligió la que tenía el número siete. Sorprendentemente, el coro de niños que solía haber en el porche no estaba. En su lugar, un joven que debía ser de los mayores del campamento estaba sentado acompañado de un sátiro. Estaban haciendo un dúo de flauta de pan que las chicas habían podido oír mientras se acercaban y que sonaba extrañamente bien.

- ¡Hola Camille! -dijo el chico parando la melodía en seco y ganándose al mismo tiempo una mirada furiosa del sátiro.- ¿Qué te trae por la cabaña siete? No sueles venir mucho por aquí... ¡No me digas que te ha animado a acercarte nuestra melodía!

- Siento decepcionarte, Mark, pero vengo con Hécate -hizo una seña a la chica tras ella.- Busca una guitarra.

- ¿Hija de Apolo? -preguntó el chico extrañado, prácticamente nadie pedía instrumentos si no eran hijos de Apolo.

Lo había preguntado a Hécate, pero fue Camille quien contestó.

- Ni idea, está en la cabaña de Hermes. ¿Tenéis guitarras o no?

-Supongo, aquí hay de todo -dijo Mark encogiéndose de hombros, pero no se movió.

Camille, a quien le costaba perder la paciencia, miró al chico a la espera de que dijera algo más.

- Lo siento, Camille, no puedo ayudarte. El otro día Lisa se enfadó porque dijo que le habían desaparecido los instrumentos que iba a usar para la próxima función de teatro. Ya sabes que tiene un temperamento muy fuerte y... bueno, en realidad nos costó poco volverlos a hacer, pero para que no volviera a pasar ahora Dean y ella los guardan bajo llave. Es lo único para lo que se ponen de acuerdo. He tenido que construir estas dos flautas de pan para poder pasar el rato.

- ¿Bajo... llave? -Camille no daba crédito a lo que oía.- ¿Entonces... no podéis coger los instrumentos simplemente, como antes?

- Sí bueno, normalmente sí. Si Lisa o Dean están en la cabaña suelen dejar la puerta abierta y estar pendientes. Pero resulta que no están. Y no tengo ni idea de dónde...

- Lisa anda ensayando en el atrio de la Sala de Ocio. Creo que está preparando algo para el solsticio -intervino el sátiro. Ante la mirada atónita de Mark añadió.- Antes de venir a aburrirme contigo fui a la Sala de Ocio a ver la tele. Por lo visto molestaba.

Camille asintió y miró a Hécate algo incómoda.

- No puedo acompañarte. Se me ha hecho un poco tarde y todavía tengo que darle al Señor D el parte de las fresas que hemos recogido hoy... ¿crees que podrás ir sola o prefieres que busquemos a Dean o Lisa otro día?