The Mad King [S20-N3]

[...]

El edificio estaba irreconocible. Si ya de por sí él lo había encontrado derruido y abandonado, ahora parecía como si una fuerte tormenta invernal lo hubiera barrido. No solo podía ver los destrozos ocasionados por las explosiones que él mismo había provocado en su escamaruza contra las Tríadas, si no que además alguien se había esmerado en hacer aquello inhabitable para cualquier humano. Las esperanzas de Hank de recuperar algo se vinieron abajo enseguida. Efectivamente poco quedaba allí para él, pues ya se habían encargado de saquear aquel sitio los carroñeros que, al parecer, comenzaban a abundar por toda la zona de los Discos. Aquello casi le hacía sentir como en casa. Cuando rebuscaba entre los escombros, casi estuvo a punto de gritar de alegría al ver la culata de su ballesta de mano. No estaba en buen estado, y aparte de cambiar el cable tendría que trabajar en repararla, pero era todo un logro. Con frustración, suspiró al ver que lo único que pudo recuperar al final de su búsqueda fue la susodicha arma, varios cargadores encontrados por ahí de diferentes tipos de armas, la hoja arrancada del mango de uno de sus machetes y partes sueltas y componentes de diferentes explosivos, con los que tal vez podría preparar algo improvisado hasta su llegada al Happy Town, si era necesario.

También fue capaz de recuperar algo de ropa, una tela que utilizaba a modo de poncho o bufanda ancha, aparte de protectores de kevlar para uno de los antebrazos, un hombro y la espinilla derecha. Qué irónico, ya no lo necesitaba. Tirándola a un lado, se colocó tristemente lo que poco que pudo recuperar y, improvisando con tela y celo un mango para la hoja del machete, dejó atrás el edificio. No tenía manera de contactar con Dania, por lo que tendría que hacerlo cuando llegase al sector de Rourk si quería dar señales de vida y que todo no se fuera al traste. Era de suponer que, en cierto modo, había sido una desgracia perder todo aquello por culpa de la persecución y el haberse visto envuelto en ella. También, visto así, habían sido aquellos críos los que le habían salvado la vida y colocado la prótesis en la pierna. Estaba seguro de que en algún momento volvería a encontrarse con aquellos mocosos.


[...]


Volver al Happytown era... en realidad, no sabía como definirlo. Seguramente, no tan diferente a lo que había encontrado en los Discos, no al menos tanto como esperaba. Pareciese como si los Suburbios estuvieran poco a poco expandiéndose hacia arriba, por la ladera de la montaña. Era un buen ejemplo de lo que a ellos les gustaría conseguir. Un montón de mierda que sube y sube, y no deja de subir, y que al llegar a la cima, a la impecable Ciudadela, hiciera que todo estallase y la estatua de Amanda se partiera en miles de pedazos. Uno por cada persona que tendría que vivir el infierno del Vacío. Un bonito sueño que algún día tendría que verse cumplido.

Atravesó los vapores que subían desde las cañerías, con la mitad de la cara oculta por el poncho recuperado, y aunque intentó por todos los medios evitar sectores en conflicto, tuvo que pasar muy cerca de la zona de Sabra y de otros barones de los que, la verdad, ni siquiera recordaba el nombre. También tuvo que pasar por la misma pasarela que donde se encontraba el WOLF, invadiéndose su cabeza de recuerdos que debía dejar bajo llave hasta que tuviera en sus manos la sangre del Huérfano.


[...]



- ¿Y quién coño se supone que eres tú?

- El hijo de puta que os ha puesto esa metralleta en las manos, así que cierra la jodida boca y quítate de mi camino.

Los dos matones se miraron por unos momentos, confusos. Lo habían detenido al poco de entrar en el sector de Rourk, y portaban cada uno armas automáticas F-Reginald de bajo coste y fácil uso.

- ¿Qué? - Respondieron a la vez, tras unos segundos. Desde luego, muy inteligentes no eran.

- Que os quitéis de mi puto camino. ¿Sois nuevos o qué mierda os pasa? No he tenido que tragar mierda para que dos inútiles como vosotros me...

Uno de ellos alzó el fusil y le apuntó directamente al pecho, mientras el otro se echaba atrás varios pasos. La mirada que les lanzó Hank les habría cortado la garganta de estar verdaderamente afilada. Era cierto que Hank no se había implicado nunca en la jerarquización de aquel sitio, y que su nombre no era ni muchísimo menos tan reconocido como el de Rourk, Wobb, Lust o incluso Nenneke. Era prácticamente un desconocido, tanto él como su aspecto. Sabía que desde hacía algún tiempo se rumoreaba entre las tropas rasas del ejército que estaban reclutando que había un drogata psicótico en el círculo cercano de Rourk, que provenía también del Vacío y que se desquitaba de responsabilidades con ellos. Le gustaba que fuese así como era conocido. Pero aquello de poco le valía en aquel momento. Muy a su pesar, alzó ligeramente los brazos a ambos lados de su torso, sin sobrepasar sus propios hombros, haciéndoles ver que estaba completamente desarmado salvo por la ballesta rota y sin munición y la hoja de machete.

No dijo nada, simplemente dejó escapar el aire de sus pulmones por su afilada nariz. ¿Su verdadero deseo? Arrancarles las tripas a ambos.

-Parece que tienes algunos problemas...


La voz de la chica rompió por completo la tensión en la que los tres hombres estaban sumidos. Lynette avanzó hacia Hank e hizo un gesto a los dos hombres para que bajaran las armas.

-Hacía mucho que no te echaba el ojo, calvito.- la mirada de la chica escudriñó el cuerpo entero del mutante. Los niños habían hecho un trabajo mejor del que pensaba, ya que la chica no pareció percatarse del cambio habido en su pierna. - ¿Vienes de visita? Rourk no te espera, pero supongo que no tendrá inconveniente en recibirte...- acto seguido giró sobre sí misma y avanzó entre los dos hombres que protegían el camino.

Cuando Hank pasó a la altura de los guardias, éstos le dedicaron una mala mirada. No obstante, cuando la chica volvió a girar la cabeza los dos hombres fingieron estar ocupados oteando el infinito. Aquella reacción extrañó a Hank, ¿por qué temer a una simple fulana?

-Lust y su papi están dando buena cuenta de todos estos sectores. Esta zona de los suburbios siempre se había caracterizado por un maremágnum de barones de poca monta peleando por las migajas de poder que pudieran atesorar. La "Ciudad de las Ratas"...- la chica miró al mutante con gesto interesante. - Así se hacía llamar... ¿Qué te trae por aquí, guapo? Dime que no has venido sólo por otro polvo...

Le dedicó una mirada de casi condescendencia a Lynette, sin girar la cabeza, al tiempo que bajaba los brazos y sus "captores" hacían lo propio con sus armas.

- Más le vale, fue él quién me pidió que me encargase de nuestros asuntos allí arriba. - Sacudió uno de sus brazos, abriendo y cerrando el puño derecho con fuerza, como intentándole hacer saber que no necesitaría sufrir ningún tipo de descarga eléctrica por ahora. - Y si ese viejo cabrón tiene tiempo para jugar a los barones, tendrá tiempo también para lo que tengo que contarle.

Le devolvió la mala mirada a los tipos, fiero como un bruto y sin molestarse siquiera en volver a dirigirles la palabra, su gesto de desprecio hablaba por sí solo. Tras superarlos, caminó tras la prostituta, o mano derecha de Lust, o fuese lo que fuese aquella chica. Ciudad de las Ratas, un nombre muy apropiado.

- Y sin embargo ha perdido el C-5, prácticamente la segunda mejor posición que teníamos. - Lynette caminaba un poco por delante del mutante, así que no podía ver su rostro, tan solo su melena moviendose al ritmo de sus pasos. Se casi sonrió a sí mismo por las palabras, recordando que una vez estuvo a punto de matarla de una sobredosis. - ¿Por qué, te quedaste con esa espinita clavada? Me temo que no estoy de humor, ni siquiera para un polvo. Supongo que ya te habrás enterado de por qué me marché a los Discos, la muerte de Korki no sentó demasiado bien y se reclamaba derramamiento de sangre. La ha habido, y mucha. Tanto mía como de otros. Y sin embargo el verdadero culpable de su muerte aún campa por ahí, como un puto fantasma que no deja ni rastro. Y me temo... que eso es solo el principio. - Volvió a hundir la mitad inferior de su rostro bajo el cuello alto del poncho, y devolviendole la mirada a la chica se encogió de hombros. - Te sigo de cerca tu bonito trasero, tanto a tí como a Lust os interesará también lo que tengo que contar.

-Vaya, espero que sepas estar a la altura de las expectativas Hank, estás colocando muy alto el listón.- la voz de la chica sonaba entre sensual y divertida. Caminaron por una serie de calles oscuras, apelmazadas contra un gran muro de contención que parecía albergar un complejo militar o algo similar.

-El C-5 no es cosa nuestra, Nenneke fue quien lo perdió pero tampoco la culpo. Al parecer entró en conflicto con el hijo de puta de Sabra y éste fue a reclamar lo que era suyo. - llegaron hasta un gran portón metálico y Lyn presionó un botón que comenzó a bombear presión al sistema hidráulico necesario para abrir aquel armatoste.

-Rourk dice que seguramente Sabra sea uno de los vasallos del Huérfano así que, como siempre, todo queda en casa.- se cruzó entonces de brazos y contempló cómo las puertas se abrían y dejaban escapar un haz de luz. En el interior de aquel particular búnker había toda una ciudad. Edificios construidos sobre los techos de otros edificios, hombres y mujeres armados hasta los dientes deambulando sobre las pasarelas que hacían las veces de adarve, como el de las antiguas murallas. El sonido que más predominaba era el de motores en pleno rendimiento; una fundición, varios talleres de aeromecánica y decenas de vehículos que buscaban su puesta a punto.

-Bienvenido, hijo pródigo...- Lynnete caminó hacia el interior del particular asentamiento y fue señalando, una a una, las grandes virtudes de aquel lugar. Estaba muy bien montado, eso desde luego, pero Hank no podía evitar pensar que quizás todo aquello no fuera más que un palacio de cristal.

- Si es cosa de Nenneke es cosa nuestra. Y si las cosas han cambiado tanto como para que no sea así, entonces... que a Korki le atravesaran la cabeza con una bala debería ser la menor de las preocupaciones de Rourk. Más le vale que no sea así. - Su tono fue amenazante, desde luego podía percibirse que el mutante no estaba para muchas bromas ni tampoco parecía dispuesto a entretenerse más de lo necesario. La noticia de que Sabra estuviera bajo la bandera del Huérfano le sorprendió, pero tratándose de una teoría de Rourk, aquello perdía credibilidad. Lo de aquel hombre parecía estar convirtiéndose en una obsesión, y Hank no estaba dispuesto a ver los mismos fantasmas que él.

Cuando el enorme portón se abrió, pudo comprobar lo que aquellos muros de contención guardaban. Aquello si se parecía más a un ejército, mucho más que cuando él se marchó. Parecían numerosos y contaban con diversidad de armas y vehículos que, aunque anticuados en comparación a otros modelos vistos aquí dentro, cumplían perfectamente su función. Si el sueño de Rourk era la destrucción de Isoka, esto demostraba que estaba marchando por el buen camino.

- Sorprendente. Sobre todo para un atajo de mutantes sin cerebro. ¿no te parece? - Su expresión no era de sorpresa, ni de fascinación, sino como el que admite encontrar una pequeña mierda en algo que pensaba sería una gran mierda. Escuchaba las indicaciones que le hacía la mujer, de un lado a otro, explicando las fortalezas de aquel lugar y de los planes a largo plazo que había sobre la mesa. - Un castillito muy apropiado, pero... ¿Donde está el rey loco que maneja todo este cotarro? - Un rápido vistazo a su alrededor le bastó para observar como, en unas plantas altas aún dentro del enorme barracón, había un piso completo con una gran cristalera que daba directamente hacia  la totalidad del recinto. Perfecto para la supervisión de un soberano. - Ah, olvida lo que he dicho. El lugar perfecto para colocar un trono.

Así, se dirijieron directamente hacia el elevador, aún con hombres, mujeres y máquinas trabajando a su alrededor. El rey loco necesitaba su reporte.

Lyn guardó silencio mientras escuchaba a Hank. Era un tipo listo, no hacía falta indicarle obviedades así que sabía a dónde se dirigían. No obstante, quizás sí que hubiera olvidado un par de cosas.

-Tienes buen ojo, cariño, pero deberías recordar que en todo esto siempre ha habido dos reyes locos...- la chica señaló hacia el centro del complejo.



La voz de Wobb se hizo más fuerte al pronunciar aquella última palabra. Un mar de voces se alzaron tras la suya, vitoreándolo y reclamando la venganza de la que hablaba. Wobb siempre tuvo esa capacidad de persuasión.


El estruendo fue impactante. A los miles de voces se unieron también un sinfín de balas desperdiciadas contra el propio techo. Hank pudo ver millones de discos de metal alojados sobre sus cabezas. Wobb continuó dando gritos de ánimo, o demencia quizás, y todo un ejército respondió al unísono.

- Bonito espectáculo, ¿eh?- Lyn sonrió y dio media vuelta justo antes de que las puertas automáticas se abrieran. Aquella habitación que se encontraba sobre las cabezas del resto, parecía por dentro un despacho empresarial. Un hombre que no le era desconocido esperaba a la particular pareja con los brazos cruzados y observando, a través del cristal, cómo su pueblo lo aclamaba.

-Llegas tarde, chico.


-Cuéntame qué has estado haciendo...- el hombre comenzó a toser violentamente. Lynnete casi saltó sobre él y comenzó a golpear ligeramente su espalda. La sangre que manaba de sus labios no era un buen indicativo para su salud. -No te oigo, Hank.

- No sabría decir cuál de los dos más...

Observó con resignación a Wobb sobre aquella estructura, lanzando a gritos aquella arenga que tanto se parecía a lo que él había escuchado una y otra vez fuera de estas paredes, alrededor de un fuego, medio muertos de hambre y frío. Hijos del Vacío. Tenía que reconocer que era un nombre más que apropiado. El rugido enfurecido de las masas a su alrededor creó en él un estado de nerviosismo que había logrado mantener a raya durante todo el camino, pero que ahora volvía a enturbiarle la mente. Llevaba demasiado sin consumir drogas, y aunque había mantenido media receta de la medicación en su estancia con aquellos misteriosos críos, no era suficiente para controlar el mono. No solo su mano, todo su antebrazo comenzó a convulsionar casi violentamente por unos instantes, por lo que no dudó en agarrarlo con fuerza y forzarse a mitigarlos, todo lo disimuladamente posible ante la cercana presencia de Lynn. Esquivamente, igual de furtivo que resultaba siempre, siguió su recorrido entre los improvisados y enfervorecidos soldados, y se internó junto a la muchacha en el elevador.

- Deberías de haberlo visto cuando iba en taparrabos y bañado en sangre. - Le respondió simplemente, todavía mirando al hombre gritar sobre la estructura. No le fue desapercibida la mirada de incredulidad de la mujer, a lo que él respondió con una media sonrisa, con la vista aún fija en las puertas mecanizadas. Finalmente, estas se abrieron y le permitieron reunirse con aquel al que tantas cosas debía. Con el centro sobre el que había girado siempre su vida.

Le observó con el detenimiento que le permitió su estado de nerviosismo e impaciencia. Estaba deteriorado, muy deteriorado, con respecto a la última vez que lo vió. Había perdido más pelo, posiblemente también peso, y su tez mostraba un color aún menos sano que de costumbre. Aún con esas, seguía siendo el gigante que había sido siempre, y su presencia seguía siendo igual de intimidadora. Podría asegurar, casi sin equivocarse, que en realidad seguía igual de fuerte que siempre.

¿Tarde?

- Tal vez sea a tí al que se le está haciendo tarde. - Escupió las palabras casi con desprecio, casi rabioso por la pregunta del mutante. Ni siquiera se había parado a pensar lo que estaba diciendo. Obviamente, ambos clavaron sus miradas en él, en una mezcla de sorpresa y molestia. Hank dejó escapar el aire de sus pulmones por su ligeramente congestionada nariz, observando la sangre. Su mono se hizo patente en su movimiento hacia la mesa del despacho, tras la cuál estaba Rourk, y se apoyó en ella ligeramente mientras su mirada recorría toda la sala en busca de algo. Algo que no encontraba. - N-Necesito las pastillas del doctor.

Ellos sabían perfectamente a qué se refería con aquello, era un nombre usual que utilizaban para las Fortis y otras drogas cuando no quería llamarla por su nombre. Además, independientemente de eso, el estado de Hank evidenciaba qué era lo que necesitaba exactamente. Su mirada se detuvo en algo que, si bien no eran drogas, le ayudaría en cierta manera a sobrepasar aquella pequeña crisis. Simplemente bebió largos tragos del dispensador, notando como el alcohol ardía dentro de él.

- He estado haciendo simplemente lo que me pediste. - Depositó sonoramente el dispensador en la mesa, casi fatigado. Su aspecto tampoco era de envidiar. Su barba había crecido, así como también el pelo de la cabeza, si bien aún mantenía ese aspecto corto y descuidado. Su ropa y equipo eran un desastre, y el mono le hacía mostrar unas ojeras oscuras en contraste a la pálida y sudorosa piel. Y por si eso fuera poco, alguien que le hubiera observado con detenimiento habría notado una leve y casi imperceptible cojera. - No con el éxito que esperaba, pero tampoco en balde. El Huérfano no es alguien que simplemente se esconda en un lugar que se pueda asaltar. No he podido darle cazar. Allí arriba hay una maldita guerra y, al contrario de lo que se pudiera esperar, ese caos no ayuda. He conseguido algunas victorias, pero probablemente solo haya conseguido cabrearlo aún más con nosotros. - No sonrió, pero todos sabían que eso no era algo que le preocupara. Simplemente, era un hecho. En otras circunstancias se lo habrían tomado incluso con sorna.

- Y también he conseguido algún que otro avance con el que no contábamos. - Desvió su mirada por unos momentos hacia la gran cristalera, hacia las tropas, hacia todo lo que había bajo ellos. Su voz había sonado áspera y casi sin vida durante toda la introducción. - Espero que te hayan gustado las nuevas armas y vehículos.

-No tenía ni idea de por qué esos mocosos nos venían con tanto regalo... me tranquiliza que sea cosa tuya.- un gran estruendo sonó en algún lugar de la particular ciudad. No obstante, Rourk parecía muy acostumbrado a ese tipo de cosas, porque siguió hablando como si nada hubiera ocurrido.

-Esos críos son unos tocapelotas. Aparecen por todas partes, bien armados y con conocimientos de la zona. Les hemos visto exterminar hordas enteras de esos chinos endemoniados, todo con guerra de guerrillas. Pero...- un segundo estruendo volvió a emerger de algún lugar y entonces Rourk sí que se giró para observar qué ocurría. Jamás habría pensado que algo así iba a pasar.


-¡¿Qué cojones?!- Rourk tosió enérgicamente y salpicó de sangre todo el cristal. Lynnete, por su parte, observaba con el rostro desencajado cómo un grupo armado invadía su hogar. -¡No te quedes ahí parada! Avisa al resto de células, tenemos que retrasar su avance. ¡QUE NO LLEGUEN AL ALMACÉN!- Lyn salió escopetada de allí agarrando su pistola y lanzando disparos nada más abandonar la habitación. Rourk dio media vuelta y se dirigió a una de las paredes cercanas. Presionó un botón y todo un arsenal se abrió ante sus ojos.

-Toma lo necesario...- dijo mientras se aferraba a una Cárnifex-Y4. Cargó la escopeta y colocó un visor de mejora óptica sobre sus ojos. -Esos hijos de puta no me quitarán lo que es mío...

Dirigió su mirada a la cristalera tras el primer estruendo, pero ante la poca importancia que le dieron todos, no hizo ningún comentario. Siguió sumido en aquel estado de extraña intranquilidad, ya su mano no temblaba, pero podía notar como sus dedos cosquilleaban.

- Precisamente ese es su punto fuerte. - Le respondió, volviendo a tomar otro trago directamente del dispensador. - Conocen bien este sitio, posiblemente mucho mejor de lo que jamás lo haremos ninguno de nosotros. Y los hay que provienen también de fuera, del Vacío. Si lo que quieres es adoctrinarlos, como los de ahí fuera, dile a Wobb que puede intentarlo. Pero a pesar de ser una panda de mocosos, yo no los despreciaría como aliados. No se mucho de...

Sus ojos siguieron los de Rourk en el segundo estruendo, comprendiendo que aquello ya comenzaba a ser algo más anormal. Su reacción le dio la razón, así como el sonido de los disparos. Casi se precipitó por encima de la mesa para obsevar también que ocurría. Sus ojos, ávidos de información, como locos girando de un lado a otro sumado a los síntomas que estaba sufriendo en ese instante, parecían solo querer seguir el movimiento de cada bala. Su mano se movió instintivamente para agarrar su arma, pero poco podía hacer con una ballesta de mano sin cuerda y una hoja de machete.

- ¿Quiénes son? - Preguntaba al tiempo que alzaba ante él e inspeccionaba rápidamente una pistola de alto calibre, tras seguir sus pasos. - ¿Y qué cojones es eso? No había visto nunca un vehículo parecido, ni siquiera parece tripulado. Y está armado hasta los jodidos dientes.

Sus dientes crujian y rasgaban mientras la mandíbula inferior forzaba una y otra vez un movimiento rápido, no de pánico, más bien de impaciencia. Había vivido lo suficiente para saber una cosa: su estado no era el apropiado para entablar una pelea direct, pero seamos realistas, se había visto en ese estado allí afuera y, por alguna razón, seguía vivo. No era adecuado, claro que no... pero se podía. Oh, claro que se podía. Aquellos tipos, ya fuesen de Sabra o de su puta madre, no iban a salir de aquel sitio vivo.

- A ver que hacen esos soldaduchos que has reunido. - Le dijo a Rourk, mientras se echaba a la funda la pistola y agarraba por su parte un rifle también de alto calibre, de disparo semiautomático. No había visto una munición tan buena nunca, no al menos en sus manos. Aquellas armas y balas no las sacaban de Isoka, jamás habían llegado al Vacío. Tal vez precisamente temieran que pudieran ser saqueadas por los mutantes y volverlos el triple de peligrosos. Se echó el rifle al hombro, pesado, tras introducir la munición y cargarlo sonoramente. - Vete a proteger lo tuyo, te cubro desde aquí. No voy a dejar que ninguno llegue hasta el almacén.

Antes de que el enorme hombre pudiera replicarle, disparó contra el ventanal y los gruesos cristales estallaron en cuchillas de gran tamaño que se desparramaron sobre el suelo del despacho y al gran abismo que le separaba del resto de la nave.

Hank había vuelto, para bien o para mal.

En escasos instantes, una batalla campal comenzó frente a la analítica mirada del mutante. La posición de aquel despacho le proporcionaba una perspectiva privilegiada desde la cual tenía un ángulo de visión perfecto hacia la entrada del complejo. Tras aquel armatoste, un gran despliegue de hombres ataviados con armaduras de combate pesadas cubrió el paisaje. Los hombres de Rourk habían sido sorprendidos en el momento álgido de su particular reunión, y eso le costaría la vida a un buen puñado de ellos.

Wobb comenzó a lanzar ráfagas en dirección de la poderosa máquina mientras ésta, fijaba los pilares de las estructuras más altas del complejo y los volaba por los aires con armas de gran potencia. Mientras tanto, armas secundarias se encargaban de despejar el camino a su alrededor y una pequeña comitiva que rodeaba al gólem despachaba a los que se acercaban.

- ¡REPLEGAOS!- gritaba Rourk desde una de las pasarelas. -¡BUSCAD EL HUECO Y ATACAD!- dijo mientras degollaba a uno de los asaltantes. En aquel momento, con el pecho henchido y el rostro empañado en sangre, Rourk volvió a parecer el lobo alfa de la manada. Hank recordó la primera vez que lo vio, en aquella misma posición y fijando con su machete la garganta del propio chico.

- ¡FIJAD AL MONSTRUO!- gritó Wobb mientras hincaba la rodilla en lo alto de la plataforma y comenzaba a cargar un proyectil en el lanzamisiles. Hank podía ver cómo un grupo de tres individuos trataban de abatirlo, pero el negro se cubrió a tiempo. Comenzaron a escalar como alimañas. Si nadie lo evitaba, Wobb sería pasto de los Gusanos.