Reparaciones S.A. [S18-D1]

Polvo y escombros adornaban los pasillos de un edificio que consideró su casa y de la que solo quedaban recuerdos. Recuerdos de una vida pasada sin ningún tipo de contratiempos, más allá de los que Val o ella buscaban conscientemente, o incluso inconscientemente. Aunque si estaba segura de una cosa, era de que la nostalgia siempre daba más valor a los momentos pasados, limpiándolos de impurezas y proporcionándoles más belleza de la que en realidad tuvieron. Pero eso al fin y al cabo eran solo pensamientos, pues la realidad es que le resultaba imposible evitar el sentir tristeza por todo lo que había perdido para nunca volver.

Saltó la puerta rota que se encontraba aun en el suelo y entró a lo que anteriormente era un pequeño salón, aunque con la reestructuración de toda la planta había ganado muchos más metros. Caminó sobre cristales rotos y madera astillada y observó detenidamente todas las esquinas, esperando encontrar a alguien. Al comprobar que estaba sola, siguió a lo suyo, acercándose al agujero de la pared donde aun colgaban varios cables y del que sobresalía la mitad de la baliza que guardaba una parte de su información.

Dejó la mochila en el suelo y abrió la cremallera, sacando un portátil de aspecto antiguo aunque decorado completamente con pegatinas y dibujos hechos a mano. Pulsó un botón y la pantalla se encendió al instante, mostrando un fondo de una chica de aspecto gótico junto a unas letras del mismo estilo. Lo posó en el suelo y sacó una especie de caja rectangular con luces de neón de color verde y azul en su superficie, con varios cables colgando desde sus extremos. La dejó cuidadosamente al lado del agujero y metió la cabeza en él.

Volvió a salir y pulsó un botón en su comlog, apareciendo una luz azul que iluminaba toda la estancia del mismo color que el cielo de Isoka. Se puso de rodillas, cogió el aparato que había dejado junto a ella y metió de nuevo la cabeza en el agujero, pudiendo ver esta vez lo dañado que se encontraba todo el mecanismo. Por suerte, había traído todo lo necesario para repararlo, aunque le fuera a llevar más tiempo del que imaginaba.

Atravesó el umbral del edificio y ya desde las escaleras podía oír trastear en los pisos superiores. No podía identificar cuántos eran, ni qué era lo que estaban haciendo, pero a medida que se acercaba sigilosamente y con el arma desenfundada, se iba dando cuenta de que todo el ruido provenía directamente del piso que usaba como refugio. Cuando se asomó por el marco, silencioso como un gato, soltó el aire de sus pulmones aliviado de ver el culo en pompa de aquella muchacha.

Sin molestarse por no hacer ruido, entró en el apartamento tirando sobre el sofá roto parte del equipo que llevaba.

- ¿Qué haces aquí? - Preguntó, notando como el trasero al que le hablaba se alzaba por unos instantes por el sobresalto. - Avísame cuando vayas a aparecer por aquí, ¿me oyes? Si tú has sido capaz de entrar aquí también es capaz de hacerlo alguno de esas Tríadas, como la última vez, o cualquiera. Eres una hacker, y tienes mi frecuencia de comlog, no debería de costarte mucho, ¿no?

Escuchaba las respuestas de la muchacha mientras se ponía cómodo, alzando ante su rostro el aparato que había saqueado de una de las motos voladoras con las que se había cruzado. Parecía algún tipo de dispositivo parecido a un ordenador, o comlog, así que lo mismo podía sacar información de ahí. La voz femenina llegaba a sus oídos amortiguada por la pared.

La sorpresa por la inesperada voz masculina consiguió que todo su cuerpo diera un pequeño respingo. Un sonido similar a "clonk" hizo eco desde el agujero, acompañando un gritito que se asemejaba más a un maullido de gato que a una voz humana. Algo similar a una maldición, o a una complicada palabra en ruso, se unió a la extraña situación, si ya de por si no era suficiente ver a una chica con medio cuerpo dentro de una pared.

Salió del hueco y masajeó su cabeza con una mano, dándose la vuelta al mismo tiempo para enfocar la procedencia de aquella voz. Al ver a Hank, su cejo se frunció y volvió otra vez al trabajo que necesitaba terminar en aquel edificio, entrando de nuevo en el boquete del que había sido responsable la misma persona que casi logra sumar otro desperfecto gracias a su coronilla.

- ¿Avisarte yo? Te recuerdo que esta es mi casa, aunque la redecoración apocalíptica te haya hecho pensar que la he abandonado. -  Arrancó lo que quedaba de la baliza anterior y la dejó fuera, esperando poder salvar algo de lo que tenía allí guardado. - Además, si no fueras destrozando mobiliario ajeno no tendría que estar en este hoyo de mierda, rezando a Amanda para que no me aparezca ninguna cucaracha. ¿No te enseñaron a no tocar las cosas de los demás? - Acercó la nueva caja que haría las funciones de baliza y comenzó a hacer una especie de empalme con el otro cableado, para así poder aprovechar la electricidad del edificio y no tener que cambiar las baterías de vez en cuando.

Puso los ojos en blanco al tiempo que terminaba de quitarse el equipo, encogiéndose también de hombros ante la realidad de lo que había dicho. Aún así, bien podría haberle pegado un tiro por error o algo parecido. Aquel sitio ahora le pertenecía a él, y si no se andaba con ojo, no solo ella podía correr riesgo. Podían seguirla, si de verdad estaba siendo perseguida, y descubrirían también su escondite.

- No, me enseñaron a matarles antes de quitárselas. - Su voz sonó casi tétrica, y era precisamente lo que buscaba. Que ella se tomase en serio o no lo que decía ya no dependía de él, pero le resultaba en cierto modo divertido mantenerla intimidada. - ¿Podrías salir de ahí, para que pueda dejar de hablar con tu culo? Es bonito, pero tengo algo aquí que puede que te interese.

Llevó el aparato hasta donde se encontraba ella, arrastrando una caja por el suelo y colocándolo sobre ella. Se arrodilló a su lado, esperando a que le prestase atención.