[Montpelier] Tic-tac

A 38 días del Solsticio...

La aurora se anunciaba perezosa en el cielo vespertino sobre el Estado de Vermont. Iba a ser un día cálido y agradable, visiblemente primaveral, sin rastro ni amenaza de lluvia. Lejos quedaban las tormentosas jornadas de Abril.
El canto de los pájaros era alegre, igual que su vuelo. Era temporada de cría. Quedaban cinco minutos para que el despertador de Lena comenzara a sonar. Dentro de medio hora tendría que estar desayunada, arreglada y esperando al autobús en su parada habitual.

A las siete menos cuarto la radio se puso en marcha.

"... la previsión del tiempo. Adelante, Bill... Gracias, Rose. Durante todo el día se prevé cielo soleado en la mayor parte de la costa este y el noeste del país, con amenaza de tormenta ya bien entrada la tarde. Si habrá creciente nubosidad en el estado de Washington que posiblemente se extiendan hacia Montana, los estados de Dakota y Minnesota. En California y Nuevo México se esperan altas temperaturas..."

La radio se apagó cuando los dedos torpes de la joven dieron con el botón negro. Ahora el reloj marcaba las siete menos viente.


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Mientras, a veinticinco minutos de la casa de Lena, un hombre de considerable papada y mirada huraña observaba la licencia de un rubiales bien plantado en el umbral de su oficina. El extraño, que se había personado para la entrevista a primera hora, no paraba de sonreírle mostrando sus dientes inmaculados.

- No estoy seguro de que todo esto signifique que los papeles están en regla.

- Con el debido respeto, señor Donovan. - dijo el rubiales fijándose en la identificación que colgaba de la pechera del hombre - No me gusta lo que insinúa.

- ¿Lo que insinúo? - repitió el encargado sin entender. - ¿Qué insinuo? Yo no insinúo nada. Le estoy diciendo que esta licencia no me sirve.

- Tengo recomendaciones, experiencia y números de referencia. Solo tiene que hacer un par de llamadas.

- Ya. A... ¿A una empresa de telecomunicaciones que se declaró en quiebra el mes pasado? - el hombre frunció el ceño mientras toqueteaba nervioso el papel que le había dado el rubiales - ¿A J Services Ontime? ¿Qué es eso? ¿Una empresa de reparto? Señor Jules, nuestro trabajo dista mucho de ser ese. Aquí no vamos a la carrera repartiendo niños. No es nuestro cometido...

- Imagino. Si no sí que sería un problema.

- ¿Se está riendo de mí?

- Ni hablar, señor Donovan. Solo constataba un hecho - la sonrisa deslumbrante del joven aplacaron en parte a James Donovan. - Considero a su empresa una entidad muy seria y profesional.

- Bien. Entonces entenderá que no está en mi mano contratarle hasta que no se aclare que... - le era imposible fruncir más el ceño y aun así, Donovan lo intentó otro tanto - ¿qué dice aquí? ¿Licencia de armas?

- ¡Nah! No, imposible. Soy un boy scout. O sea, fuí. - rió el rubiales - La única arma que he llevado en mi vida ha sido un encendedor, y porque nunca fui capaz de hacer fuego con dos piedras. Entonces me daba miedo reconocerlo pero... ¡Qué tiempos aquellos! ¡Ojalá pudiera volver atrás! ¿Sabe, señor Donovan? Este trabajo me inspira la nostalgia que necesito.

- ¿La nostalgia que necesita? - debía de estar hablando con un chalado, pensó Donovan. Uno de esos vegetarianos que solo bebe zumo de remolacha y come espinacas estofadas. Tanta vitamina B12 le ha alterado el sentido común.

- Sí, ya sabe, recordar esos viejos tiempos, ver a la juventud pasear por aquí y allá...

- Pero, ¿exactamente cuantos años tiene, Señor Jules? No se aclara en la fotocopia. Si las cosas estuvieran bien hechas, el texto debería ser mínimamente legible. Una fotocopia de una fotocopia es cuanto menos...

- ¿Qué le puedo decir? Todas las impresoras se estropean a mi paso, tengo ese don.

- Mire, lo cierto es que no acostumbro a hacer entrevistas a primera hora de la mañana. He pasado una noche horrible, prácticamente no he dormido. Si viene mañana con todos los datos que necesito podría hacerle la ficha y el contrato esa misma tarde. Pero tiene que prometerme que...

Por una vez, el rubiales reflejó impaciencia tras sus gafas Ray-Ban último modelo. ¿Cuánto más debía intentarlo?

- No dispongo de un mañana, señor Donovan. Tiene que ser hoy mismo, ahora.

- ¿Ahora? Perdone, señor Jules pero eso no es posible. Yo no puedo contratarle si no me trae un permiso que justifique que... - pero ¿qué narices? Que eran las siete de la mañana. Ni siquiera había desayunado - No es posible. No es posible. Aquí no hacemos las cosas así.

- Vamos, Donovan, no sea quisquilloso. Es solo un borroncito de nada. Su jefe Chris no se dará cuenta. Solo tiene que firmar en la línea de puntos y argumentar que todo está en su sitio. Pero si en gerencia jamás miran los papeles.

- ¿Cómo dice? ¿Chris que...? - ¿qué narices era aquel hombre? ¿Un inspector? No, imposible. ¿Un extorsionista? - No, mire, se equivoca de...

- ¿Me equivoco de qué? ¿De empresa? ¿Es que hay dos Donovans trabajando para Secure Century Transports en Montpelier con residencia en Court Street, dos hijos, un perro que acaba de ser despulgado y una mujer recién operada de vesícula?

La papada fue lo primero que palideció en el hombre. Había abierto exageradamente la boca y el dedo meñique de la mano izquierda sufría un severo tic.

- No me haga perder el tiempo, Donovan. Precisamente es algo muy precioso para mí. Y no se lo haga perder a usted. Nadie le dice que sea el más indicado para el puesto pero, aquí me tiene, dispuesto a cubrir la vacante. Es un caso excepcional, Gerard llamará dentro de dos minutos para decirle que el conductor del bus en turno de mañana que cubre la línea Memorial con Hubbard Park ha cogido la gripe y que necesita un sustituto antes de que los padres de alumnos comiencen a quejarse por los retrasos. Si no se da prisa, hasta podría tener que cubrir el puesto usted mismo.

- ¿Quién dice que...? ¿Cómo sabe...?

- Yo no digo. Gerard lo dice. - el teléfono de la oficina comenzó a sonar con sonido estridente. James Donovan no hubiera podido asustarse e impresionarse más en la vida. No estaba ante un vegetariano, no, sino ante un satánico. Un demonio de aura oscura que... - ¿No va a coger el teléfono?

- Ssss... Sí. - alargó la mano hacia el auricular y descolgó. - Gerard... Vaya... Sí... ¿Cómo? ¡Oh! ¡Qué mala suerte! ¿Justo ahora? No... Es un problema, la verdad. No dispongo de sustitutos. Michael y Francis se tomaron vacaciones y Allie sigue de baja. No sé... ¿Tan problemático sería que...? ¿En serio? ¿Solo por una línea? Es que estamos en cuadro y... - el rubiales extendió los pulgares hacia arriba y se caló la gorra - Bueno... no, claro. No quiero que el jefe comience a anunciar que rodarán cabezas. No es culpa mía. La gripe le puede tocar a cualquiera en cualquier época del año. Ya... Pero mira... - Donovan pensaba a toda velocidad, temiendo que el pronóstico del Señor Jules se cumpliera a la perfección. - No. No. Espera. Escúchame, Gerrard. Tengo un conocido. Aun le falta presentar los documentos del seguro médico pero la licencia parece estar en regla. Sí. O sea, no es que contara con que pudiera ponerse a trabajar hoy pero, como has dicho, se trata de un asunto de carácter urgente. Total, en gerencia rara vez miran a fondo los papeles. ¿Cuándo fue la última inspección? ¿El sábado pasado? Sería demasiada casualidad que también fueran a preguntar hoy. Es decir, sí... ¿Qué? ¡Ah! ¿Su nombre? Marvin Jules - escrutó el papel que aun mantenía sujeto en la mano con pulso tembloroso - Sí, sí. Está aquí. Sí, ahora mismo le estaba dando las últimas instrucciones para... Claro, no, si el resto de papeles están en regla, Gerard. Vale, pues... Te lo envío en un periquete. Claro, menos es nada, Gerrie. Todo por los compañeros.


Donovan colgó ligeramente aliviado. Aun no se le había pasado el susto repentino pero un sustituto salido de la nada siempre era mejor que una plaza sin ocupar. Bueno era su jefe cuando los engranajes fallaban. Tenía que haberse puesto malo Howard justo hoy. ¡Maldito Howard y maldita gripe! Cuando no eran las vacas, eran los patos. Al final siempre había una epidemia y pagaban todos. Recordó entonces que tenía que darle las llaves del autobús al tal Jules. Iba a decirle que había logrado lo que quería desde el principio cuando al levantar la vista vio que el rubiales ya no estaba. Y el busca pitó un segundo después. El autobús número siete se acababa de poner en marcha. Adoraba esa tecnología. Con un pitido y una señal de GPS podía localizar a todos los autobuses de la empresa. ¡Una verdadera gozada! Eso y las páginas de jovencitas practicando posturas de billar eran lo mejor que se había inventado durante el siglo pasado. Ni televisión ni leches. Internet.
Tan entusiasmado estaba regresando a sus pasiones, que no se dio cuenta de que el reloj volvía a marcar las siete. Desventajas del nuevo siglo, los relojes de pared ya no acostumbraban a indicar las horas con señales acústicas.