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La fea, la monja y la bastarda [Leonardo, Dante]

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Mensaje por Fortuna Mar Jun 18, 2013 12:20 am

Bernardina presidía la reunión desde la silla donde siempre se había sentado Leonardo, padre de todos los hijos Loredan que quedaban vivos.  Era una mujer rodeada de hombres, muchos de ellos temidos,  pero no por ello parecía necesitar ser protegida.  La madre y madrastra de los Loredan acariciaba la cabeza de un gran danés color ceniza que mordisqueaba un hueso a su lado.  Los criados de la casa murmuraban que era la única manera de tener a los muchachos bajo control, y por esos murmullos más de uno había sido expulsado del servicio.

Habían acudido a aquel encuentro citados por Bernardina desde hacía una semana.  Ahí estaba Dante, el mayor de los hermanos, seguido por Gionatta, que compartía algo más que olor a sal con su hermanastro. A pesar de enarbolar una bandera diferente,  el León y el pirata habían combatido navío con navío en las últimas batallas.  Pareciera que por muchos barcos entre los que hubieran repartido la derrota, seguía escociendo lo mismo. Tal vez por eso Gionatta se había centrado más en su plato que en la conversación, y por el momento, no había montado ninguna escena.

Emiliana y Marco Pietro eran los elegidos para ocupar el otro lado de la mesa.  Los dos comían con prudencia, como si intuyeran por convivir más con su madre lo que se avecinaba. Habían dejado a Leonardo, la Máscara de Venecia,  cerrar la mesa en el asiento que tradicionalmente correspondiera a la matrona. Ni el Foscari,  ni Paola ni  Adriana estaban invitados, pero sobre todo, sorprendía la ausencia de Romeo. Nadie había preguntado por el momento

Ya estaban en los postres.  Era la primera vez en mucho tiempo que todos los Loredan se reunían de nuevo, y los relatos sobre los viajes y las aventuras habían ocupado la mayor parte de la conversación. Bernardina se había interesado por el estado y las vivencias de cada uno. Había comido atenta a sus modales y reprendido con palabras algodonadas a los que según ella hozaban  más que comían, entre los cuales se encontraba Emiliana. Después de todo, y habiendo recomendado que pasaran menos tiempo en aquellas posadas que degradaban sus modales y su carácter, Bernardina había sustituido el vino de la mesa por un licor de hierbas.  Había organizado personalmente la disposición de los postres, y esperado pacientemente a que todos hubieran bebido al menos un pequeño vaso del digestivo.

- No os preguntaréis por qué os he reunido. – comenzó a hablar entonces. La voz de la mujer era suave y cansada, pero sus ojos se clavaban sin vacilar en cada uno de los muchachos. – y no porque lo sepáis, desgraciadamente, sino porque preferís dedicar vuestros pensamientos al delito y la bribonería. – la dama no había probado el alcohol, y en vez de ello, había ordenado una infusión de hierbabuena y manzanilla. – A pesar de ello, no suelo reuniros mucho. Suficiente me cuesta encontrar las galeras de Gionatta,  obligar a Emiliana a envainar la espada o conseguir que los criados que envío a por Leonardo no vuelvan ebrios, sin mi hijo, y con los pantalones mal abrochados.

Los mencionados bajaron la cabeza. Marco Pietro miró para otro lado y los ojos de la matrona acabaron clavándose en Dante. – Creo sin embargo que no estaba en mis manos elegir o no haceros llamar a todos en esta ocasión. –  la mujer hizo aparecer sobre la mesa un pergamino enrollado y lo abrió, haciendo ver que el lacre ya estaba roto desde hacía algún tiempo. – bien sabéis que soy la albacea de vuestro padre, y que está en mis manos hacer cumplir su voluntad. – la mujer hizo una pasada por los rostros de todos, y de forma casi dramática, guardó aún unos segundos antes de continuar. – en las vuestras está dejar de traer oprobio a esta familia.

Bernardina cruzó las manos y esperó a que sus hijos hablaran. Algún vaso golpeó la mesa bruscamente, y muchos de los ojos se encendieron con ardor y conatos de enfado.  La mujer podía haber errado en su educación, pero conocía bien cómo eran todos.  Lo único que se preguntaba era cuál sería el primer bravucón en responder a la reprimenda.
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La fea, la monja y la bastarda [Leonardo, Dante] Empty Re: La fea, la monja y la bastarda [Leonardo, Dante]

Mensaje por Dante Loredan Mar Jun 18, 2013 2:11 am

El primer impulso que nació en sus entrañas, fué el de mandar a la vieja al carajo. Cuando recordó que estaba en tierra firme, y que el castigo propio de la marinería le sería completamente desconocido, meneó la cabeza. Ciertamente había pasado mucho tiempo entre extranjeros. La importancia, poder y sacra imagen que una madre ostentaba en una familia véneta, le refrescaron la memoria justo a tiempo. Lo otro que había olvidado, era que a falta de Sebastiano, era él el mayor. La costumbre por un instante, le había arrastrado a esperar la voz de su hermano abriendo un discurso con una carcajada. Sin embargo, las cosas habían cambiado.

- Gracias Señora Bernardina. Buenas y centradas palabras- Levanto la copa hacia la mujer, envolviendola con una mano en claro gesto opositor al de los hombres nobles de tierra, que las sujetaban con dos dedos.- Aunque encuentro.....extraño, como menos, que menciones a nuestro padre y a la palabra oprobio de forma tan.. cercana.

Miró a su alrededor con semblante serio, dirigido a reprimir las risitas que seguramente empezarían a gestarse ante la clara alusión a la fama del gran "Loredano". Cuando hubo terminado de inspeccionar a sus hermanos, púsose de pié acariciando el mentón, como si intentase ordenar los acontecimientos mas para si mismo, que para el resto.

- Como sabeis todos, he vuelto a Venessia hace un par de días. El Turco nos ha bajado los humos y devuelto a casa con el rabo entre las patas. Quizás lo único bueno que hicimos, fué el darles la oportunidad de medirse con nosotros a fines del buen tiempo para la navegación. De haber sido a principios de verano...- Llevó un dedo a la garganta, cruzandola de un extremo a otro- Hemos perdido a Sebastiano, que a pesar de su mal genio, era un verdadero ícono para la Armada. Tenemos gran parte de nuestra fortuna en este momento criando cangrejos en el fondo del mar. La República esta mas indefensa que doncella casta en los lupanares del Califa, Señores parientes. Incluso un zeneize de mal nombre Colombo, ha descubierto una alternativa a la ruta de las especias bajo el auspicio de los castellanos. Si, ni siquiera aragoneses, a quienes uno puede incluso tenerles respeto en el mar y comercio. Por la Virgen, hasta los franceses acumulan navios sin ser molestados en sus astilleros.- Levantó repentínamente la vista, como quien se percata de que no está solo en sus reflexiones. Luego de recorrer los rostros, levantó los puños formando sendos racimos, solicitando la asistencia de los familiares a las dudas- ¿Y que hace la Serenísima República, que contrae nupcias con el mar anualmente, que se llama a si misma Señora del Adriático, cuyas galeras son capaces de cubrir las aguas a varias leguas? ¿Que hace Venessia mientras esos marineros de agua dulce de Genoa, esos comepiedras de castellanos, los embrutecidos francos ávidos de poder o los infieles hijos del Turco se atreven a lanzarse a las aguas, atreviéndose a medirse con Nos?

Finalmente enderezó su estampa y sonrió, como si repentinamente hubiese encontrado la respuesta clarificatoria por sí mismo.

- ¡Ya lo sé! El Carnaval, traer mas putanas, buscar maridos, organizar banquetes e investir cardenales.... ¿Como  pude olvidarlo? Y lo mejor de todo esto, es que los Loredani somos el corazón de Venecia. Somos los mayores protagonistas de estas importantísimas ocupaciones ¿Verdad?.

Finalmente volvió a su sitio y se recostó en el asiento, con la copa aún en la mano. Sonrió teatralmente y dió un golpe de mentón dirigiendose a la Madre.

-Puedes guardar ese papel, Señora. Aquí nadie se atreverá a disputártelo.


Finalmente, buscó rellenar la copa que tanto le había dado que pensar, con aire de desaliento.
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Mensaje por Leonardo Loredan Dom Jun 23, 2013 3:44 pm

- ¡Carnaval!- Leonardo había permanecido callado, tranquilo. No se había dado por aludido. El era un Loredan, estaba allí, si, pero no le importaba mucho lo que tenía por delante, y eso era sus propios hermanos.- La verdad es que en lo de traer putas y hacer celebraciones si que somos el corazón de Venetia.- Lo dijo sin ningún tipo de reparo.- Al menos, a decir verdad, somos el corazón de Venetia en algo.- Un golpe a todos los presentes.- Supongo que he de decir: de nada.- Su rostro se inclinó, quizás en burla, o quizás en serio. Leonardo, el único que compartía el nombre de su padre, podía ser muy exasperante a veces. Poder...¿Quería poder? No tenían ni idea del que tenía él, Leonardo, solo que era distinto al que parecían querer, aquel que se esfumase hacía años ya. Entendía las similitudes, claro, por supuesto, incluso el nombre parecía ser una advertencia de un funesto destino, pero Leonardo no era un guerrero, ni un almirante, ni un político. Era lo que era y más le valía aceptarlo cuanto antes.

- Y...¡Oh!- Ni se había acordado.- ¿Sebastiano ya murió? Creo que uno de los Foscari ganó la apuesta...- Con esto consiguió el interés de todos.- Si, esa en la que se apostaban en que batalla sería cuando muriese.- Se encogió de hombros.- Todos sabíamos que tarde o temprano...- Otro golpe, aunque este de realidad. Su mirada se dirigió a Dante.- Yo no aposté. Me parecía una falta de respeto total.- Otra vez igual. ¿Hablaba en serio o quizás era un chiste de aquellos que dejase ir de su boca deslenguada?

El hombre cruzó sus manos y apoyó los codos en la mesa, dirigiendo la vista a quien tenía en frente, su madre, aquella que era la cabeza de aquella institución más que familia.- Su voluntad. Venga.- La apremió con un movimiento de su cabeza.- Quiero saber cual era la voluntad de nuestro padre.- Quizás, así, descubriesen todos la hipocresía de Leonardo de forma clara y sincera después de llenar Venetia de las putas de las que él, ahora, era casi señor.
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Mensaje por Gionata Loredan Miér Jun 26, 2013 3:06 pm

Gionata observó a sus hermanos en silencio, estaba en su posición de atención habitual, ligeramente inclinado sobre la mesa, con el codo derecho sobre ella y la barbilla apoyada en el codo. Sonreía de medio lado con una ceja alzada ante la perorata de su hermano mayor. ¡Qué exagerado era Dante! Dios sabía que la prosperidad de Venecia era única en el mundo, y Gionata entendía como normal el que tuviera altibajos. El problema de los venecianos es que estaban acostumbrados a vivir desde lo alto del palo mayor  y mirar el barco desde las gavias les hacía creer que tarde o temprano se acabarían mojando. Pero mucho faltaba para que eso se diera, para que Venecia hiciese aguas se necesitaba mucho más.

Leonardo tenía razón, las putas y las celebraciones podían traer prestigio a la familia y en los últimos tiempos era el único prestigio de la familia. En el mar llevaban una racha... no del todo buena. Él era partidario de combinar ambas cosas. Cortesanas, celebraciones y barcos, eso debían ser los Loredan.

Pero de repente algo que dijo su hermano activó una chispa en su mente, dudó un momento mientras él terminaba. Entonces sin aviso previo golpeó con el talón la pata de la silla de Leonardo, para sorpresa de todos, la madera se quebró provocando que el asiento se inclinara y obligando a su hermano a perder la compostura. Justo en el ese momento lanzó su mano hacia las greñas de su hermano y tiro lo suficiente para que se notara la tensión pero no hiciera daño.  

- Con calma hermanito. - tiró un poco del pelo mientras sonreía amablemente - A tus inferiores trátalos como quieras, pero a los muertos de la familia los respetas. Aunque sea delante nuestra. Recuerda que tu padre y tu hermano han muerto para que tú puedas seguir metiéndola en caliente y no sea un turco el que te penetre hasta que te desangres.

Dicho esto le soltó su pelo y miró hacia la matriarca.

- Aún así, Leo tiene razón, madre. No nos hagáis esperar, leednos la voluntad de padre. Aunque a Dante le dé igual, los demás estamos deseosos de saber.
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Mensaje por Fortuna Miér Jun 26, 2013 5:47 pm

El ladrido del gran danés no hizo sino violentar aún más los postres cuando Gionatta lanzó su zarpa hacia Leonardo.  En ese momento la mesa pareció dividirse como una casa que se derrumba por el centro, y mientras Dante y Emiliana se contenían ante el enorme animal dispuesto a morder, el cuerpo de Marco Pietro entraba en tensión ante la amenaza de Gionatta. Solo la sonrisa de su hermano mayor y la mano de Bernardina deteniendo al perro atenuaron la tensión y permitieron al resto volver a descansar sobre sus asientos.   Las palabras del llamado pirata parecieron además satisfacer en algún modo a la madre de los Loredan, quien acariciando la cabeza del sabueso le hizo sentarse y después recostarse de nuevo sobre su hueso.

La sonrisa de Bernardina era difícil de interpretar después de todo aquello. – Queridos míos, sabéis que os quiero a todos por igual, y que el amor de vuestro padre ha cobrado a través de mí la fuerza que su cuerpo tenía en vida. – las palabras de Bernardina parecían siempre enhebrarse sobre sus hijos con la lentitud de una tejedora trabajando sobre un telar, y sobre ellos extendía un manto de palabras en frases largas y pausadas. –  tal vez eso es lo que me permite conoceros como solo el Señor lo haría, y comprender así que vuestras almas son también prestas a cultivar la virtud por mucho pecado que frecuenten. - su diestra rodeaba la taza de la infusión como si de ella extrajera una cierta paz de espíritu, permitiéndole hablar desde la serenidad y la calma.

- Supongo que es eso, mis pequeños, lo que me permite toleraros cuando ante la última voluntad escrita de vuestro padre las primeras palabras que escucho me mencionan como contendiente en una  disputa. – miró con gesto reprobante hacia Dante. – Yo os quiero a todos por igual, y por llevar la sangre que corre por vuestras venas haré como el hombre con el que me casé. Por mucho que vuestro padre me falte, y siempre que la Fortuna ruede a nuestro favor,  yo os daré la mejor vida que pueda en este valle de lágrimas.

Bernardina apartó su zurda del animal y su diestra de la taza, que como símbolos de poder en un lienzo la asistían en su labor de madre, y con sus dedos ya arrugados por la edad desplegó el pergamino del testamento. -  Por todo lo anterior espero por vuestra parte también la mejor de las actitudes.  Debéis, por el apellido que ostentáis, estar a la altura de las circunstancias. Solo aquellos que lo estén comprenderán mi decepción por veros a punto de apuñalaros como ratas de puerto. – miro a Gionatta cerrando los labios y arrugando las cejas. Después prosiguió. –  o por veros insultando la memoria de uno de vuestros hermanos.

Sin embargo, vuestro padre no era tan flexible como yo. – .  Sin el animal y la taza, los ojos de Bernadrina demostraban que algo la inquietaba. Su tono de voz seguía sin sobresaltos, pero sus palabras y su gesto se afilaban lentamente - Para él, la palabra oprobio pronunciada frente a vosotros no dejaría de maquillar vuestro comportamiento. Ahora mismo somos un extraño retablo pintado por un artista de segunda.  Sobre mi espalda descansa el peso de unos hijos que ni siquiera son capaces de pronunciar bien el nombre de la ciudad que os vio nacer – la mano de Bernardina se cerró como si fuera el propio Leonardo quien reprendiera desde la tumba. - Por y eso, y en nombre de vuestro padre, cesad inmediatamente de usar bajo este techo esos acentos de bárbaro. No hacéis sino ensuciar la memoria de mi marido.

Los hombros de la señora cayeron entonces como si se hubiera librado de un mal extraño, y su rostro recobró la tranquilidad. – Mis niños.  Ninguno de nosotros en esta casa va a disputar una herencia que os corresponde a todos por igual. El testamento de vuestro padre, por el contrario, de lo que habla es de la tarea que os ha sido encomendada.  Bien sabéis que todos sus esfuerzos en vida se dirigieron a recuperar el honor que la desdicha y nuestros enemigos arrebataron a esta familia.  Y si de entre todos sus actos hubo un error o un paso en falso,  ése fue el de concentrar todo el trabajo sobre el mayor de vuestros hermanos. – alzó la mirada y los miró a todos esperando encontrar, ahora sí, el respeto que la muerte merecía. –  La pérdida de Sebastiano quebró todos sus planes, y nuestro nieto es una maldición que ninguno merecemos. Pero vuestro padre era un hombre sabio y reaccionó ante aquella prueba de Dios a tiempo.  

- Todos vosotros habéis emprendido caminos diferentes, y en vuestras vidas ha regido la ley del libre albedrío. Algunos a vuestra manera habéis salvado el camino – miró a Marco Pietro y a Emiliana. – pero otros habéis naufragado estrepitosamente, sea en el océano o en los canales.  La muerte de Sebastiano trae para vosotros no solo desconsuelo sino un fin a esta vida de vicio que habéis tomado.  Si vosotros no sois capaces de traer a esta casa algo de virtud y decencia, que sean los mejores apellidos de Venecia los que os contagien algo de respeto.

Os casaréis. – Bernardina miró a  Dante. – Tú, tu hermano Gionatta, y Leonardo. Y sin embargo no nos quedan muchas mujeres capaces con su apellido de limpiar este nombre.  La vuestra es la elección entre la monja, la fea o la bastarda. Si el Señor os reserva una enseñanza, ésa es la de que en el futuro prevengáis el error antes de pagar el precio por cometerlo. – la mujer entrelazó las manos sobre su viente y se recostó en el asiento. – Aun así queda algo por concretar, está claro.  Los nombres y la correspondencia.  Virgina Cantieri es la más bella de ellas, y una novicia a punto de entrar en el convento; su apellido está muy relacionado con los Dario, y quien se case con ella traerá riqueza aparte de honra a esta familia.  María Michelli es un castigo de Dios, pero su familia está bendecida por obra y gracia de nuestra Iglesia.  Quien decida escoger esa penitencia se verá recompensado con  la seguridad que disfrutan los miembros del rebaño de Paolo. Supongo que Ariadna la Milagrosa es la apuesta más difícil de todas. Es bastarda no reconocida de Giovanni Dario. Mujer inteligente y con un cuerpo agraciado, imagino que hace las delicias de muchos hombres, pero el que la elija deberá pelear por la legitimidad de su apellido. De todas nuestras opciones es la más arriesgada.

Te corresponde a ti, Dante, por tu edad elegir primero. Tus palabras además están cargadas de razón. Basta de derrotas, de mujeres licenciosas y de carnavales que no festejan sino nuestra derrota y decadencia.  – Bernardina acercó su mano a la del León y la cogió con suavidad. -  Venecia necesita celebrar verdaderos matrimonios que la devuelvan al lugar que merecemos. No una, sino tres bodas, que afiancen las alianzas que la República necesita para recobrar el vigor que ahora ha perdido. – Emiliana y Marco Pietro miraban sorprendidos. Ninguno de ellos había esperado algo así, y sus gestos parecían preguntarse si su madre no cargaría ahora contra ellos. Aún quedaba algo más.

- Si de todo esto algo queda a mi albur, eso es la dote que presentaremos ante estas familias. Algún precio, supongo, deberemos pagar por redimir vuestros pecados. Lo tengo claro.  Los tres viajaréis a Forli y traeréis de vuelta a Bartolomé D’Alviano.  Cuando amarréis vuestros barcos en el muelle y traigáis junto a vosotros al Capitán General de nuestros ejércitos, entonces prepararemos los enlaces. – Bernardina soltó a Dante. – por el momento, quiero veros elegir.

Finalmente Bernardina se levantó y caminó hacia la ventana, dejando el testamento y el peso de la decisión sobre la mesa ante los ojos de Dante, el mayor de los hermanos. Todos los hijos que quisieron pudieron levantarse, o esperar su turno en la lectura, o escuchar de la voz que quisiera recitar la voluntad escrita en puño y letra de su padre.  Mientras la madre Loredan abría una de las ventanas del Palacio y tomaba aire, todos los vástagos de Leonardo pudieron saciar su curiosidad y verificar las palabras de su madre.  

El texto confirmaba la ordenanza.  Los tres se casarían si querían conservar herencia y apellido
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La fea, la monja y la bastarda [Leonardo, Dante] Empty Re: La fea, la monja y la bastarda [Leonardo, Dante]

Mensaje por Dante Loredan Vie Jun 28, 2013 11:52 pm

El acto de rellenar la copa no había llegado a su fin, cuando inmovilizó el gesto atento a las palabras de Leo. Meneó la cabeza y blanqueó los ojos, inmune a sus palabras cargadas de acidez. Ni siquiera la reacción de Gionata le sorprendió en lo mas mínimo. Dante se limitó a arrojar el néctar mas a omenos a la cara del muy cabrón, intentando calmarle como si fuese un vulgar remero.

Luego vino todo el espectáculo de la Señora Bernandina, de su perro y su larga, extensa, cansina y tediosa perorata.

No pudo mas que hacer oidos sordos cuando ésta lanzaba sus pullas. Debía de perdonarle, por su ascendencia de nuevo rico, la clara provocación de llamar al dialecto véneto como "bárbaro". A fín de cuentas, tanto Leonardo como el mismo, solo habían llamado a la ciudad de los venecianos en la lengua de los venecianos. Y no eran precisamente ellos, quienes tenían como mascota a ese extraño perro-caballo de los trogloditas nórdicos. Ni siquiera un buen mástin napolitano, que era el único tipo de fiel habitante que aquella región de ladrones sureños podía ofrecer.

Le dió igual, pasó de entrar en provocaciones vertidas por una anciana con lengua de serpiente, incluso divertido por las ocurrencias de la anciana matriarca. Lo que realmente le preocupaba, era el contenido de fondo, aquel que implicaba casamiento los hermanos y el complicado asunto de Forli. Se cruzó de brazos, mientras simulaba leer el testamento sin apenas tocarlo, mas bien hundido en sus pensamientos.

" Ciertamente son tres buenas opciones, que podrían generar dividendos a la Familia. El problema radica en dejar que el golfo y el pirata decidan por sí mismos. Y aunque todavía no tenga claro quien es el golfo, y quien el pirata, una cosa es cierta. Ambos son muy útiles y brillantes en lo suyo. Un navio de guerra no es bueno por que toda su tripulación sea guerrera, sinó por que sus componentes sean diversos"



Se removió incomodo y dubitativo en la decisión que ya había tomado. Tantas mareas como Almirante no pesaban en vano sobre sus hombros. Necesitaba decidir rápido, sin ceder fielmente a uno solo de los consejos que escuchaba y de una forma en que dejase a todos con el espíritu alto. Empezó a hablar mas como para sí mismo, aprovechando su poder de ser escuchado siempre que abriese la boca.

- Sea. Nos casaremos y seguiremos estas prerrogativas, pero nada de elegir, ni discutir cual es la mas guapa, ni alguna otra tontería de esas. Cristo, que no estámos en uno de esos bailes donde se recitan poesías al amor. Me casaré con Virgina Cantieri, por su relación con los Dario. Y como soy el mayor, decido lo siguiente:- Se incorporó y cruzó los brazos sobre su espalda, como quien distribuye raciones a la marinería- Para Ariadna Dario, pues a partir de ahora será llamada por Nos de esa forma, elijo a Leonardo. Se necesitara astucia y gracia en los salones para trabajar en ese tema de la legitimidad.- Miró a Leonardo, como para aumentar la carga que en ese momento se abatía sobre el, e inmediátamente se volvió hacia Gionata, ladeando la cabeza.- Venga, capullo. Te he visto tirarte a fulanas que elegirían a Maria Michelli como la reina de la belleza del carnaval. Y eso es precisamente lo que necesitarás, tirartela a menudo y cada vez que puedas. Gánate su amor y serás adorado por su familia. Piensa en los beneficios de un corsario protegido por la Iglesia...

Se giró nuevamente, zanjando el tema de improviso. Mantuvo un oido atento a lo que tendrían que decir los dos corderos sacrificados. Los dos eran muy astutos y desplegarían todas sus armas seguramente. Aunque por el, ya bien podrían chillar por la Virgen, estaba atento a otro asunto.

- ¡EMILIANAAAA!- Dió unos pasos hacia la misma ventana que ocupaba Bernardina, quedando a escasa distancia de ella. Al menos, todo lo que le permitía el bendito perro. Aunque su vista se fijo en la decrépita mujer, habló para su hermana, que ya andaría cerca de su espalda a juzgar por la torpeza de sus pasos.- Vas a acompañar a Leonardo a que presente respetos ante nuestras futuras esposas. No le dejarás...distraerse y le cubriras su elegante culo mientras recaba toda la información que pueda acerca de los pormernores y detalles. Gionata y yo iremos a por el asunto de Forli, de una forma encubierta y extraoficial.

Mantuvo la mirada sobre la madre, intentando en vano extraer algo mas de su semblante. Las ideas no eran malas, sin embargo habría apostado su nave insignia a que no las únicas que cruzaban la mente de la vieja. Sin embargo, dudaba en su capacidad de leer las intenciones a alguien que le sacaba décadas de ventaja.

- Gionata- giró levemente su cabeza sobre el hombro, hablando ma so menos donde calculaba que estaría Gio- Cuando termines de emborracharte, vete a buscar al cabrón de Stephanos Diomedes y arrástralo hacia aquí. Nos cobraremos aquel asunto nunca aclarado del botín de aquella galera turca. Nadie jamás pensará que navegaremos en su mierda de barquito.

Volvió la mirada a Bernardina, apenas sonriente , elevando las cejas y encogiendose de hombros. Si la conjunción de gestos tuviesen nombres, esta ciertamente se llamaría "Es lo que hay"
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La fea, la monja y la bastarda [Leonardo, Dante] Empty Re: La fea, la monja y la bastarda [Leonardo, Dante]

Mensaje por Leonardo Loredan Miér Jul 03, 2013 10:40 pm

Nos casaremos...

El rostro de Leonardo no es que cambiase mucho. Sus ojos se movieron hacia sus hermanos, ambos hermanos. Se encogió de hombros cuando ambos buscaron algún tipo de indicación del más libertino de los hermanos. La charla de su señora madre, arpía consagrada como dejaba ver ante todos, no le produjo una sorpresa enorme. Obviamente no se esperaba salir de allí con un matrimonio acordado, ni mucho menos. Pero aquello no era malo del todo. Tan solo un simple "Tsk" fue la contestación dada por el menor de los hermanos antes de seguir escuchando a Dante, el cual pareció tomar la situación como si la vida le fuese en ello.

¿Y qué más, hermano? ¿Decidirás también mi peinado en ese día?- Se levantó, encaminándose a echar un vistazo a ese papelito. Lo leyó y releyó y entonces, con un suspiro, habló.- ¡Tres bodas! ¡Me encargaré de ellas! ¿Sabéis la fiesta que podré realizar? Toda Venetia será invitada, todos nos verán a nosotros tres, los hermanos Loredan, llevarse a cada una de esas señoritas a su casa, a...bueno...a todo lo demás...- Con un gesto de su mano restó importancia a ello. Al parecer hacer caso omiso a la limpieza de su nombre le era algo más que natural.- Al menos has sido tan listo de darme lo más difícil a mi. Si lo consigo será un logro y...- Alzó la vista buscando a Dante.- ...y si no lo hago tendré una excusa más que convincente.- Una risilla asomó por entre sus labios. No, no iba a tener ninguna excusa y Dante había sido listo al darle el mayor reto a Leonardo el cual buscase siempre uno de éstos para pasar el rato. Ahora tardaría bastante en conseguir su objetivo con éste, lo intuía.

Ariadna...Ariadna...¿Cómo estaba tan loco de unir a la bastarda con el más denigrado de todos los Loredan? Conseguiría su apellido cuando el mundo se viniese abajo. Aquel pensamiento le hizo reír de pronto, sin nada que en principio propiciase tal alegría.- Y cuando me dirija a Ariadna...¿Ante quien pido la mano?- Hablaba más para si que para cualquier otro. Se encontraba de igual forma excitado por el comienzo del juego como un tanto apesadumbrado por lo que éste significaba.

- ¡Al menos tiene razón en eso! No debería viajar en barco. Me da...- Chasqueó los dedos.- ...mareo.- Por decir algo, mismamente. Cruzó sus brazos sobre su pecho y al alzar la vista encontró a Gionatta mirándole, con el recelo que siempre parecía merecerse el pequeño de los Loredan.- ¡La bastarda y el putero! Bien que te vas a poder reír con tus hombres, Gionatta.- Sonriente encontrose el hombre en aquel instante en el que, aquellos dos adjetivos, parecían ser los causantes de una extraña alegría en él.
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