En busca de consejo [D1, S14 // Discos residenciales]

El despertador sonó haciéndome enderezarme de golpe sobre la cama. Abri los ojos automáticamente y traté de reconocer el entorno donde me encontraba. Si, era mi habitación.
Miré la hora. Si, había olvidado quitarlo o al menos, modificarlo. Ojeé rápidamente el lugar…medias en el suelo, junto con un vestido granate, un zapato en un lado, el otro en otro. ¡Mierda!¡No lo había soñado!
El dolor de cabeza que sentía no hizo más que confirmarlo. Mierda, mierda mierda…

Tomé mi Comlog: 0 mensajes. Este cretino no había sido capaz de contestarme. ¡Le odiaría por el resto de mi vida! O no…o quizás estaba en algún problema…o muerto, ó…

Me levanté de golpe como queriendo hacer algo y sin hacerlo. Mi imagen se reflejó en el enorme espejo de mi habitación. Estaba horrible. El maquillaje del día anterior había coloreado mis mejillas de un negro sucio, el pintalabios ya no existía, pero se había encargado de dejarme el contorno de la boca de un color rojo que me asemejaba más a un payaso que a cualquier intento de mujer guapa y joven que se niega a reconocer que los treinta están a la vuelta de la esquina.

Respiré profundamente. Debía centrarme, si, dejar de maldecir, de odiar, de ponerme en los peor, vamos…de comportarme como una idiota y razonar, para variar. Claro, q si pensaba en ayer…
Me metí en la ducha consciente de que esto era probablemente el único pensamiento inteligente que había tenido esta mañana. El siguiente serían las tres tazas de café bien negro y bien cargado seguido de una pastilla para el dolor de cabeza, al que pensaba someter mi cuerpo.
Afortunadamente, el espejo de la entrada me devolvió una imagen mucho más acorde a lo que esperaba mostrar. Le sonreí a mi reflejo… En marcha.
Me metí en el coche y sin pensarlo, tomé el rumbo hacia los discos residenciales no sin antes escribir a uno de mis ayudantes de laboratorio: “No me esperéis. Iré por la tarde”. Era una de las pequeñas ventajas de ser la jefa…

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La casa de mis abuelos se encontraba en un barrio bastante traquilo y ordenado, aunque suficientemente distinto de la Ciudadela como para que me sintiera mucho más a gusto. Este lugar me encantaba. Eran dos jubilados que habían conseguido suficiente con su trabajo como para vivir en paz el resto de sus días. Los pasaban de hecho bastante tranquilos con su pequeña rutina, sus quejas, sus compras y disfrutando de la compañía de los que estaban en la misma situación. Cuando sabían que venía su nieta, olvidaban cualquier otro compromiso, eso lo sabía, pero hoy los necesitaba de verdad.

Llamé al timbre. La puerta se abrió al instante, como si me hubieran estado espiando desde la ventana. Les abracé.
- ¡No sabeis las ganas que tenía de venir! Mmmm…y como siempre, aquí huele de maravilla. – Si, me esperarían siete horas de digestión interminable, como si fueramos veinte para comer, pero no me importaba. – ¿Cómo estais? Espero que no os venga mal mi visita! ¡Sé que no me esperabaís hoy!

Kirill y Ebba eran, lo que se llamaba, un par de tortolitos. Ella era una mujer sencilla que se había ganado la vida en las cocinas de muchos restaurantes "gourmet" que no aceptaban los platos prefabricados del resto de la ciudad. Era tal su habilidad que, antes de cumplir los veinticinco años, ya regía un restaurante en la parte baja de la Ciudadela. Pronto el "Delicatessen" fue famoso en todo el distrito y las puertas del restaurante no paraban de abrirse. Finalmente, su fama alcanzó cotas muy altas y Ebba fue la elegida para ser el catering de una gran ceremonia de graduación de las grandes mentes universitarias que terminaban de formarse, Kirill Grishenko era una de ellas.
Mientras Ebba era una mujer sencilla aunque de armas tomar, Kirill era muy diferente. Misterioso y seductor, el ingeniero técnico cosechaba suspiros por todas partes dejando a prácticamente cualquiera con la palabra en la boca tras una réplica mordaz.

El enfrentamiento entre ambas personalidades tenía que ocurrir y, como tantas y tantas veces la pareja recordaría posteriormente, la "civilizada" conversación terminó con el rostro del galán totalmente cubierto de crema pastelera y el estómago de Sarah dolorido de tanto reír.

-¡Cómo puede ser que, después de tantos años, esta criaja siga diciendo esas estupideces por la boca!


El hombre abrió la puerta con su particular camisa de tonos grises, color que más le identificaba según sus propias palabras, y cerró tras permitir entrar a su nieta. A pesar de vivir en los discos residenciales, el trabajo de Kirill y los restaurantes de Ebba les habían proporcionado unos ingresos suficientemente interesantes como para poder vivir más que cómodamente. Él continuaba con sus desvaríos y sus ideas extrañas sobre ufos que atacaron la tierra y teorías estrambóticas sobre que Isoka, realmente, no se encuentra en el planeta Tierra, sino en otro planeta del sistema Solar.

-Por algún lado tenía que despuntar tu genética, Kirill.- Ebba emergió de la cocina con una bandeja repleta de dulces recién horneados que iba a dejar enfriar sobre la misma mesa.


-Bienvenida, cariño.- Ebba dejó sobre la mesa los dulces y abrazó y besó a su nieta. Desde que naciera, Dana había sido lo más importante para Ebba que no escatimaba en gastos para agasajar a su dulce princesa. Kirill, por su parte, siempre racaneaba un par de besos o dos, aguantando después la broma que su mujer hacía insinuando que los besos de su nieta eran lo más cercano que iba a experimentar a sus correrías con las jóvenes ingenuas que caían en sus redes.

-Bienvenida Mizahar.- Kirill había llamado así a Dana desde el día en que recibió su primera mirada, desde entonces el hombre se declaró perdidamente enamorado de la joven aunque, a medida que pasaron los años, la afirmación fue tomando matices más incómodos.

-Ven, siéntate y cuéntame qué tal te están yendo las cosas. ¿Has oído lo de la fiesta de Namori? ¡Qué terrible! Un asesinato tan a la ligera... ya no estamos seguros en ningún sitio.- Ebba parecía realmente turbada por lo ocurrido mientras que su marido parecía bastante ausente jugueteando con uno de sus cachivaches que tenía sobre la mesa.

Como siempre, en cuanto los ví, sentí una sensación de bienestar apoderarse de mi. Si, venir aquí era lo mejor que había podido hacer. Me sentía más cómoda en esta casa que en la mía, o quizás era porque me sentía protegida...

Al ver los dulces que había preparado mi abuela, caí completamente rendida ante la evidencia que, en el fondo, me encantaba que me cebaran. Tomé sin rechistar uno de ellos, y me dediqué a saborearlo mientras escuchaba las divertidas riñas de mis abuelos. Algo interrumpió ese placer...


- ¿Asesinato? ¿De qué me estaís hablando? - fruncí el ceño. Definitivamente la noche de ayer había sido completita. - Yo estuve en esa cena ayer, me fui antes del baile pero...pero al menos hasta antes de marcharme no había ocurrido nada. - me detuve...bueno, para mi si había ocurrido, pero desde luego, no parecía ser lo más importante aunque a mi me estuviera atormentando. - Pero...¿Que diablos pasó ayer? ¡Es que todo se confabulo para ser la peor noche del siglo?...

A ver, Dana...por partes. Se suponía que aquí te ibas a relajar y a centrar...deja de divagar de una maldita vez. Piensa.

- ¿A quién mataron? - de repente me invadió el miedo. - ¿Malcolm está bien verdad?

Vale. Genial. Ahora acababas de contarle a tus abuelos que volvías a ver a Malcolm....ahora empearía la charla de si estaba de nuevo con él o no,...Y lo peor es que ni siquiera yo sabia que significaba ese hombre para mi. y a todo esto...si hablaban de ese asesinato es que...¡Iuliana estaba viva! ¿o no? ...A ver Dana...céntrate...

¡Esta chica sigue borracha!- el hombre se llevó la mano a la frente en señal de desesperanza religiosa mientras su mujer le chistaba con una mala cara y tomaba las manos de su nieta.

-Tranquila, Dana... de momento, que yo sepa, sólo ha muerto una mujer.- Ebba miró a su marido que regresaba a sus trabajos manuales. Ella daba gracias a Amanda cada mañana porque aquel zopenco hubiera nacido con inquietudes manuales.

-Ahora mismo no recuerdo el nombre... espera...- agarró su comlog y se introdujo en la sección de prensa, allí donde se almacenaban todos los periódicos con fecha de aquí a un año que ella había pagado. -A ver... hmm... Charleen Fux. Es la actriz esta que es un poco feucha.- Ebba se puso el dedo índice junto a su nariz y lo estiró imitando a otra de gran tamaño.

-Un poco feucha dice... tendría que haber un índice genético sólo para ella.- mascullaba sus macabras bromas acerca de insultar muertos mientras ajustaba un tornillo de su nuevo aparatito que volaba y lanzaba lucecitas, o así lo describía su mujer.

-El caso, Wisdom dice que la mujer cayó fulminada o algo así durante el baile después de la cena. Por eso, imagino, que no te enteraste de nada. Lo que me sorprende es que no lo hayas oído por ahí, en la HTV no paran de hablar de ello. Te leo.- la mujer carraspeó.


¿Qué te parece, cariño? ¡Es escalofriante! Una nunca está preparada para estas cosas.

-Propondré en las próximas elecciones que hagan una asignatura que se llame: "Actitud post-mortem". Ya sabes que todo cuanto me pidas es poco, mi vida.- Kirill lanzó un beso a su mujer, la cual se echó a reír embobada con las genialidades de su marido. Era evidente que se trataba de un mecanismo de defensa; o reía o tendría que estrangularlo. El problema de la segunda opción es que no había estudiado "Actitud post-mortem" así que se alteraría.

Se hizo entonces el silencio y la pareja se miró mutuamente, las sonrisas y aspecto bromista de Kirill desaparecieron mientras se deslizaba hasta el sofá que ocupaban ya las dos mujeres. Dana, flanqueada por sus dos abuelos, podía sentir cómo el martillo de la familia iba a golpear el yunque de su intimidad.

-¿Envenenada? ¿Crimen fallido? ¿Ningún muerto más? ¿Elecciones?- el tono de Vito fue alzándose cada vez más, dando progresiva fuerza a sus golpes de voz. -¿Qué ha pasado Mizahar? Estás más nerviosa de lo que nunca te he visto y no creo que tenga que ver con tu trabajo.

-Sí, cariño, estás muy rara. ¿Qué ha pasado? Ya sabes que a nosotros nos puedes contar cualquier cosa. Te prometí que intentaríamos dejarte tu intimidad intacta.

-¿Que hiciste QUÉ?- Kirill interrumpió a su mujer con una cara de total desacuerdo teatralizado. Su mujer agitó la mano frente a su cara en un ademán de desgana que indicaba que ese no era el momento.

-He visto fotos tuyas de la fiesta de Namori, puedo entender que estés muy afectada por lo ocurrido. ¿Pero qué sabes para que tu primera sospecha hable de un asesinato? Charleen Fux era una drogadicta y a saber qué otras cosas. Habla por esa boquita...

Los dos padres postizos observaron a la chica con seriedad y preocupación, no había escapatoria.

Lo que yo entiendo de todo esto es que tienes demasiado tiempo libre, chica. Si estuvieras en tu laboratorio no te pasarían todas esas cosas...- Kirill bromeaba, como siempre, aunque toda broma guarda en su interior una parte de verdad. Ebba negó ligeramente con la cabeza y acarició las manos de su nieta que ahora reposaban sobre su regazo.

-Entiendo que estés tan afectada, cariño. Lo que te ha pasado no es algo que suceda todos los días. Lo que es vergonzoso es que hoy en día, en la única ciudad que sigue en pie de toda la Tierra las autoridades permitan sucesos como éste. ¿Pero de qué me estás hablando? ¿Política? ¿Liga por la igualdad? ¿O2?

-¿Todo te parece sorprendente, cariño? Madre mía... ¡cómo pesan los años!

-¡Cállate Vito y deja hablar a la niña!- Ebba se enfurruñó durante unos instantes para, después, volver a mostrar su amable sonrisa a la chica.

-Cuéntame el resto, mi amor, quiero escucharlo.

- Grigorov, se llamaba Grigorov. Esa fue la única palabra que pronunció, o bueno..a menos de manera que todos pudieran oirlo. Luego me habló...solo a mi... "mi pequeña criatura"... - Me quedé con la mirada perdida en el vacío. ¿Me hablo solo a mi? Si abuelos, ahora llega el momento en el que me teneís que poner la camisa de fuerza y llevarme directa al manicomio. Porque vamos, Dana, se coherente, te habló solo a ti mientras estabas sentada en la mesa, y también te hizo un dibujo no? Para que te lo llevaras de recuerdo, y todo, mientras los demás seguían comiendo y sonriendo a nuestro lado.

Volví a mirar a mis abuelos. Céntrate.
- No se que pasó, una alucinación o...mucho alcohol. No se...quizás me estoy volviendo loca. Ese hombre me dió tanto miedo...como si yo fuera una niña pequeña y el el hombre malo que viene a hacerme daño. - Sonreí con los ojos llorosos. - ¡Es que no se lo que me pasa! Tienes razón... - miré a mi abuelo, ese que siempre siempre me iba a proteger y nunca me iba a dejar sola.- Voy a meterme en ese laboratorio y no salir nunca...¡Nunca!

Si, bueno...era igual de absurdo que cuando me metía debajo e las sábanas convencida de que ahí nadie podría hacerme daño y estaba protegida de todo. Dana...a ver si creces de una vez. ¡Y maduras, pequeña estúpida!

Mi abuela me miraba ansiosa asi que más me valía terminar el relato.

- Me fuí de ahí. Estaba asustada y no se que más pasó. Solo sé que mientras me alejaba sentía la sonrisa triunfante de ese Grigorov. Me fui a los suburbios, al concierto de Iuliana, convencida que eso si me haría olvidarme de todo. Iba a pasar la noche con Urian, en un sitio donde nadie me conocería, donde no hablaría de este momento, y donde la música me haría olvidar todo. Y me lo hizo olvidar...tanto que en un momento toda la masa de gente perdió el control y ya no sabíamos si era espectáculo o realidad. Hirieron a Iuliana aunque nunca supe si fue verdad...el gentío se volvió loco...salimos todos corriendo, el O2 se colapsó...pensé que hasta ahí había llegado todo...pero no...un hombre que parecía de la SCAR o no sé, me sacó...y.... - Respiré como si recordar me agotara.- Aquí estoy. Amanecí en mi casa esta mañana y vine directamente aquí...Y ya no se ni porqué accedí a que me pasara todo esto...si yo...yo no quiero nada, solo tranquilidad, mi trabajo...y...¿Me he vuelto loca abuelos?

Cuando Dana dejó de hablar lo único que obtuvo fue silencio. Los abuelos se miraron fijamente, ella no fue consciente desde hacía cuánto se miraban. Parecían ajenos, absortos en sus pensamientos; unos pensamientos que, por otro lado, parecían poder compartir de forma precisa.

-Me... Menuda nochecita más agitada, Mizahar.- mientras Vito hablaba no dejaba de mirar a su esposa. El ojo clínico de Dana pudo apreciar una ligera negación de su cabeza, un gesto que parecía querer pasar desapercibido para ella. Cuando Ebba se giró hacia Dana y empezó a hablar, los ojos de Vito se pusieron en blanco y éste se llevó una mano a la cara, ocultándola con aprensión.

-Dana, cariño, no quiero que te acerques más a ese hombre...

-Sarah...

-Kirill...- la abuela desafió con la mirada a su marido y éste se levantó con el ánimo agitado, saliendo pronto de la habitación. Solas y en mayor intimidad, la abuela y la nieta se miraron de nuevo. -Cuando tuvisteis aquel horrible accidente, pequeña, nosotros tuvimos unos cuantos problemas legales y sobretodo económicos. No podíamos pagarte un buen médico y tenías un estado... horrible. Ese hombre, Grigorov, se ofreció a ayudarnos. Él fue quien te salvó la vida aquella noche.- la mujer se agarró la falda con nerviosismo y posó entonces su mano sobre la de ella.

-Meses más tarde supimos que era un amigo de tus padres y que habían tenido una gran discusión en los últimos tiempos. Creemos... creemos que él fue el responsable de vuestro accidente.- Sarah dejó de hablar y agachó la mirada. Aquel tema era un tema tabú entre los Grishenko, ella lo sabía, pero su nieta se merecía saber la verdad.

-No te acerques a ese hombre, Dana. Por favor.

¿Que estaba pasando aquí? Miraba a mis abuelos como si entre ellos se estuviera estableciendo una conversación a través de los pensamientos. ¿Sería cosa del amor que podían hablarse solo con los ojos? O ya habían decidido ellos también hacerme sentir que me había vuelto loca…

Sarah…Kirill… Les miraba mientras ellos se nombraban. Muy bien, os sabeis los nombres …¿y? ¿Os habeís fijado que da la casualidad que somos tres? Y no, no, estoy algo tarada pero aún no leo mentes…
¿Kirill? ¿A donde te vas ahora? Pero…
Mi abuela empezó a hablar haciendo que palideciera aún más.

- Pero… - Esto era mucho más de lo que había esperado escuchar, y muchísimo más de lo que me sentía capaz de soportar después de todo. – ¿Como puede ser? – pregunta imbécil Dana, prueba otra vez.- Quiero decir, ¿Cómo que sospechaís que asesinó a Papá y a Mamá? Eso fue un accidente…fue un accidente. – Repetí tajante. Por el bien de mi cordura, era un accidente y no aceptaba nada más. – Y ¿Por qué me curó él? ¿Desde cuando teneís problemas económicos? Mis padres tenían suficiente como para pagar lo necesario…no era necesario acudir a nadie tan…tan…siniestro.

Bebí un trago de un vaso que tenía delante. No sabía ni lo que era.

- Además … ¿Porqué me habeís ocultado esto? Se suponía que confiábamos todos en todos. YA bastantes secretos se han mantenido ocultos. ¿Cuándo se supone que me ibais a decir esto? Así como voy a estar protegida si me ocultais datos? Más o vale hablar…y ya. ¡Kirill! – Eso había querido sonar autoritario. A mi abuelo....Ja! – Contadme lo todo y ya. Además…ESE HOMBRE NO MATÓ A MIS PADRES. ¡¡FUE UN ACCIDENTE!!

Ahora ya sí gritaba. ¿Qué me alejara de él? Lastima abuelita, entonces tendrías que haberte callado. Aunque no deberías tampoco haberte callado. Vamos, que ahora ya, que se suponía que tenía que hacer, ¿Quedarme quietecita como una niña buena? A la mierda…

¡No lo entiendes! Nosotros no entendíamos nada de lo que estaba pasando...- la mujer pareció comenzar a sofocarse hasta que, repentinamente, pareció recordar algo. Se recompuso lo mejor que pudo y entonces posó la mano sobre la de Dana.

-No podíamos decírtelo. Eras muy pequeña y ... fue la última voluntad de tu madre.- Sarah no quiso hablar más del tema. Se levantó con la bandeja que había sobre la mesa y se dirigió directamente hacia la cocina. Entonces apareció de nuevo Kirill que llevaba un comlog en las manos y leía interesado el noticiario. Se sentó, como si nada, en su butaca favorita y pasó un par de hojas mientras se acomodaba. Conectó las ventanas para que una agradable puesta de sol aderezara la velada y silbó una feliz canción.

-¡La comida estará lista muy pronto!- la voz de la abuela Grishenka sonó desde la cocina. El abuelo Grishenko gesticuló con hastío y habló entre dientes.

-En esta casa se come tantas veces como una de esas criaturitas creadas por Tolkien... ¡Sí, cariño!- miró entonces a Dana con socarronería y dijo. -Será mejor hacerla caso o hasta Amanda se tapará los oídos de los chillidos que pegará.- comenzó a reír mientras, literalmente, huía hacia la cocina.

-¿Qué era muy pequeña? ¡Pero si fue hace 3 años!

Miraba a mi abuela sin entender. Era realmente tierno que aún me considerada su pequeña niña, si, era toda una dulzura, pero yo ahora mismo no necesitara precisamente que me siguieran manteniendo en mi burbujita feliz.

- Además…¿Cómo pudo decirte eso mamá? …- “si estaba muerta”, habría querido añadir, pero esas palabras no me salían con facilidad.

Mi abuela se alejaba ya hacia la cocina. Tema zanjado, ¿No? Pues nada…podían quedarse tranquilos, al fin de al cabo, era una mujer hecha y derecha, podía con esto perfectamente…

Me enderecé un poco para corroborar este buen pensamiento. Entró mi abuelo así que forcé una sonrisa mientras él hablaba como si lleváramos hablando del tiempo toda esta mañana.

- Claro…comamos. – Es justo para lo que he venido. Vamos, que mi visita no tenía nada que ver con que intentaraís ayudarme y aclararme, no, tranquilos. Yo solo vine a zampar. Y oye, si eso, ya me las arreglo luego yo solita.

Les fusilé con la mirada sin que me vieran. Actuaba con ellos exactamente igual que con mis padres cuando de pequeña no hacían lo que a mi se me antojaba. Conclusión, me trataban como una niña pequeña porque yo misma demostraba seguir siéndolo. Madura Dana.

Me forcé a calmarme. Habría un segundo asalto pero no sería hoy, En cierta medida, había obtenido más información de la que creía.

Me senté en la mesa, esperando que llegara el almuerzo, y sonreí, ahora ya si algo más tranquila.

- ¡Esto huele de maravilla! – Mi sonrisa dejaba claramente indicar que, por hoy, no les agobiaría más…pero volvería al tema, de eso podían estar seguros.- ¡Contadme que tal vosotros!

Comería y luego trataría de ver a Iuliana, y quizás al final, pisara el laboratorio. Si, de hecho, lo mejor que podía hacer era no salir durante un tiempo de ahí.