La serpiente y el carnero [S14 M2 // Palacio de Cristal]

Era una mañana de Défteros como cualquier otra. Aries veía pasar borroso el microcosmos que era Isoka según avanzaba en su moto a la cita en el Palacio de Cristal con Ofiuco. En el nivel de los Discos Residenciales todo era armonioso, ordenado. Los residentes iban y venían por las calles de la ciudad. Él los veía como pequeños puntos en la lejanía desde lo alto de la autovía por la que circulaba a toda velocidad. Un vehículo volador cruzó por encima suya, atravesando la autovía, en dirección a la Ciudadela. Algún ciudadano volviendo de atender sus asuntos en Los Discos. Observó cómo la aeronave se introducía en la etérea cúpula protectora de la Ciudadela mientras ésta lamía cada arista del transporte conforme lo atravesaba. Pensó que, desde su isla, ni siquiera ellos se salvarían de lo que estaba por venir. Aceleró.

Paró junto a la marmólea escalinata que conducía a la entrada del Palacio, y en seguida el replicante que se encargaba de aparcar los vehículos se acercó a saludarle. Aries desmontó y le lanzó las llaves al aparcacoches, ascendió por las escaleras y penetró en el lujoso edificio. Todo en él era ostentoso, auque de buen gusto. Fuera quien fuese Ofiuco estaba asquerosamente forrado de créditos, y sin duda su decorador no se cortaba a la hora de dar rienda suelta a su imaginación.

Pasó junto a un par de sirvientes ocupados en la limpieza de un gran jarrón, que le saludaron nada más verle.

- El señor le espera en la sala de pantallas.

Asintió y se encaminó a ella. La sala de pantallas era una habitación con una gran mesa de roble en su centro, rodeada de doce sólidos asientos de madera. Frente a ellos había sendas pantallas, que no holopantallas, en las que la información fluía de modo que sólo pudiese verlo el usuario. Cuando uno de los miembros faltaba a la reunión, la pantalla podía girarse hacia el interior de la mesa de modo que todos pudiesen ver al ausente por videoconferencia. En el centro de la gran mesa, ésta vez si, había un holoproyector en el que la imagen de Ofiuco, y todo lo que les quisiese mostrar, aparecía ante los presentes. Para acompañarlo todo, las luces siempre permanecían débilmente encendidas, de modo que la sala estuviese casi en penumbra.

Cuando penetró en la sala ésta aún estaba vacía y oscura.

-Hay mucho que comentar y muy poco tiempo, así que te sugiero que seas concreto y conciso o nos pasaremos aquí mucho más tiempo del necesario.- la voz de Ofiuco sonaba grave y con cierta tensión. Normalmente Ofiuco no se entrevistaba con nadie en concreto pero, lo cierto era que el Palacio últimamente estaba bastante vacío, quizás fuera por eso por lo que Ofiuco tenía tiempo de hablar personalmente con él.

- Yo también lo haré.- una serpiente voladora destacaba a la espalda de Ofiuco. Comenzó a moverse a su alrededor, cruzándose a veces entre Aries y su líder. -Háblame de esa amenaza biológica y de todo lo demás, después comenzaré yo.

De modo que en verdad le estaba esperando. Nada más entrar el holoproyector de la mesa se iluminó proyectando a Ofiuco. Aries se sentó en su luagar habitual mientras encendía la pantalla y atendía a lo que le decían. La sala solamente estaba iluminada por el brillo del holo y el de su pantalla. Las paredes eran oscuras y vacías de toda decoración, únicamente unas pocas columnas cercanas a las paredes llenaban la sala, a parte de la mesa y los asientos.

- Se te ve ocupado. Seré breve, pues. Un agente patógeno umbrío ha penetrado en Isoka. Desconozco sus síntomas, pero si que se cómo termina todo. El infectado acaba prácticamente reventando, de dentro a fuera, y sus extremidades quedan destrozadas por las convulsiones. -

Mientras hablaba buscaba en la Red las imágenes del "suicidio" de los Discos Residenciales. Encontró una fotografía del cadáver obtenida con el comlog de algún residente. La guardó en la memoria del aparato, pues no tardaría en desaparecer para siempre de la Red, censurada por la SCAR o la Tribuna. Seleccionó su hallazgo en pantalla completa y giró ésta para que Ofiuco pudiese verla.

- Ésto de aquí no ha sido un accidente ni un suicidio. El asesino ha sido la corrompida Umbra y sus degenerados hijos microscópicos. Estamos jodidos, muy jodidos. No se le conoce cura, no se sabe cómo se propaga...sólo sabemos que viene de fuera. Hace una semana, según creo, una caravana de la Lux fue atacada. La compañía y la SCAR ocultaron el hecho. Encontraron a un tipo con el mismo aspecto que el "suicida" de los Discos y lo trajeron a Isoka. Ahí empezó todo. Una semana y estás muerto.

Ahora bien, ¿quién era ese tipo y qué relación tenía con la caravana o las chicas del Wolf? Según tenía entendido, eran ellas quienes custodiaban el cadáver de la Lux. De cualquier forma, esa información deseaba guardársela para si mismo. Ya le había contado suficiente a Ofiuco, quizás demasiado para su propia seguridad. ¿Quién sabía si en realidad esa sombra del holoproyector estaba metido en el asunto y deseaba silenciarle por saber demasiado?
En cualquier caso, era hora de formular su pregunta.

- Así que mi pregunta es ésta. De entre todos los archivos que manejas, informes de expediciones y demás, ¿hay algo mínimamente parecido a ésto? Quizás los ajenos hayan elaborado alguna cura, o al menos sepan cómo se contagia o bajo qué condiciones. Como ves no te molesto en vano.

Giró de nuevo su pantalla y cerró la desagradable imagen. Aunque su superior no tuviese información, lo cierto era que Aries no había presentado ningún informe de su reciente salida; no quería. Tenía que darle algo a Ofiuco para archivar y ésto era algo más que suficiente. Recordó entonces la estatuilla encontrada y se preguntó si no sería esa una pieza importante en la resolución de todo éste embrollo.

La imagen de Ofiuco pareció congelarse durante unos instantes, tan largo fue que Aries creyó haber perdido la conexión con su superior. Finalmente, la capucha se agitó de nuevo y Ofiuco comenzó a hablar con su particular voz modulada.

-Tengo constancia de al menos dos casos más así.- sentenció. - Personas de los suburbios que aparecieron muertas de esta guisa en sus apartamentos. Hasta ahora había estado pensando en algún tipo de asesino en serie pero esto... esto es muy diferente. La alerta debe estar en máximo nivel más ahora que ...- Ofiuco calló durante unos momentos y volvió a hablar.

-Piscis ha muerto. O al menos eso nos indica su ID. Perdimos la conexión días después de que hallara la Aguja de Hielo y, para colmo, Sagitario aún no ha aparecido. Lo más seguro es que también haya muerto.- la voz de Ofiuco carraspeó y trató de recuperar la fuerza, la serenidad y la neutralidad con la que recibió a Aries y continuó hablando.

-Por lo que se ve, la enfermedad debe extenderse mediante contacto físico o respiratorio. Así que debemos extremar las precauciones antes de que sepamos más. Lo mejor sería hablar con la Tribuna de Cultura para intentar acceder a su base de datos. Intentaré mover mis hilos para que se te facilite el acceso a esa información. Acuario se encargará de la destrucción de los focos infecciosos. No debemos perder la calma pero una cosa debe quedar clara, la supervivencia de Isoka es primordial. Aunque muchas vidas sean sesgadas de este telar, Isoka debe prevalecer o la propia humanidad encontrará la extinción.

Escuchó seriamente las noticias que Ofiuco le traía. Lo de Piscis y Sagitario fue un duro golpe. No es que fueran los mejores amigos, pero perder a un camarada de la Liga siempre era una mala noticia, y más aún ahora que habían encontrado algo tan relevante como la Aguja de Hielo. Si, en su mente aún veía claramente las imágenes que Acuario le mostrara hace unos días en el holo de su apartamento en los Suburbios. Cerró los ojos para evocar de nuevo la imagen, pero los volvió a abrir nuevamente cuando a través del altavoz del holoproyector central la voz de Ofiuco le dio nuevas directrices. No había tiempo para pensar en sus investigaciones; había muchas cosas que hacer dentro de la crisálida.

- Siento lo de Sagitario y Piscis, será difícil reemplazarlos. De cualquier forma, hasta que se encuentren sus cuerpos no hay nada seguro, quizás se hayan visto obligados a dejar atrás sus equipos. Habrá tiempo para buscarles cuando se solucione este problema.

- "Si es que se soluciona" -pensó mientras hacía una pausa.

- Conozco a alguien de la Tribuna, un tal Darío. Te será más fácil mover los hilos que penden a su alrededor.

En eso no se arrepentía de haber bajado al O2 hace dos noches. Su encuentro con Darío, Apolo y Urian habían resultado enriquecedores para sus propósitos, además de haberle brindado toda la información que ahora exhibía ante su superior.

- Hasta entonces, me dedicaré a mis propios asuntos. Por favor, contacta conmigo por intercom cuando tengas algo sobre la Tribuna.

Ofiuco le había hablado sobre dos muertes más en los Suburbios y el papel de Acuario en todo esto. Su siguiente paso sería informar de ello a Urian. Acuario estaría al tanto como "limpiadora". Sólo podía esperar, hablar con sus padres y quizás adquirir un buen respirador con filtro biológico.
Esperó respuesta de Ofiuco. Al fin y al cabo, irse sin su permiso estaría mal visto, hubiese la prisa que hubiese.

Para sorpresa de Aries, la respuesta a sus últimos comentarios por parte de Ofiuco fue una delicada carcajada. La mano del dirigente de la Liga se cruzó frente a sus labios, ocultos por la oscuridad de la capucha y después recuperó la compostura.

-Veo que al final no tuvisteis mucho tiempo de hablar, pero no te preocupes ya había previsto este pequeño incidente.- Ofiuco se giró en la imagen, dando la espalda a Aries y accionando algún tipo de interfono en aquella habitación desde la que dirigía los movimientos de la organización. Aries estaba muy confuso y no acababa de captar de qué cojones hablaba Ofiuco, finalmente, su líder volvió a girarse y señaló hacia una puerta desde la imagen.

-Adelante.

La puerta se deslizó entonces y apareció una especie de monje medieval. Su capucha caía sobre su rostro y la basta tela de colores marrones se deslizaba sobre el suelo acariciando las escasas rendijas del mármol. La figura llegó hasta la imagen e hizo una reverencia.

-He considerado que ya iba siendo hora de haceros a ambos más partícipes en la organización. Al fin y al cabo sólo sois cuatro los que paseáis por esas zonas de la ciudad. Aries, te presento a Virgo.

La figura se descubrió y la cara de Aries fue entonces un poema. No se podría decir que Virgo mirara a Aries ya que, al fin y al cabo, era ciego.

-Me alegro de poder reencontrarte, Aries.- Darío sonrió plácidamente con su particular aura de serenidad. La sonrisa de Ofiuco, aunque invisible, podía sobreentenderse por le vaivén de su capucha. En ese momento, una luz a la espalda de Ofiuco se encendió y la voz de un hombre resonó a través de la grabación

-Lo hemos encontrado.- Ofiuco se giró y volvió a dar la espalda a la recién encontrada pareja. Tras unos instantes, su voz se hizo audible mientras su mano se dirigía hacia el botón de apagado.

-Os dejo solos... tenéis mucho de lo que hablar.- y se hizo la oscuridad. Darío esperaba en silencio a que Aries le concediera finalmente su reacción pero, por si las moscas, le esperaría una sonrisa.

¿Por qué sería que en esta puta ciudad todo el mundo andaba un par de pasos por delante suya? Incluso los ciegos parecían ver las cosas más claramente que él.
Se giró en su asiento hacia el recién llegado. El leve frufrú del movimiento atrajo la mirada del miembro de la Tribuna hacia su dirección. Aunque ciego, mostraba tener muy buenos sentidos, tanto que durante su primer encuentro en el club O2 Aries no consiguió intuir la discapacidad de Darío. O mejor dicho, Virgo. La única luz que iluminaba ahora la sala de pantallas provenía del comlog frente al asiento de Aries. Aún en la penumbra, la débil claridad que arrojaba el monitor hacía brillar con un azul celeste los ojos del ciego, clavados extrañamente en él. No pudo evitar sentir un escalofrío, que sustituyó por un momento a la sensación de frustración que le causara el haber sido el último en conocer la identidad del monje.

- Luz.

Dijo en tono alto y firme mientras se levantaba de su asiento. Al instante la computadora que gobernaba el edificio encendió gradualmente las luces de la sala, deshaciendo el hechizo de la celeste mirada de Darío.

- Es curioso como los caminos se cruzan, ¿cierto? Aunque en mi caso me siento como un carnero al que su pastor marca la ruta. Pero por favor, toma asiento, creo que el tuyo es este de aquí. Las presentaciones ya fueron hechas y quisiera despachar el asunto cuanto antes, Virgo. ¿O prefieres Darío?

En sus maneras se podía entrever cierta crispación. La epidemia, la doble vida de Acuario y ahora descubrir que, lo que creía que era un nuevo contacto obtenido por sus propios medios, no era más que un juego de Ofiuco para juntar a sus peones. Todo eso no hacía si no incrementar su frustración. Y para colmo de males las cicatrices comenzaban a dolerle.

Siento que tengas que enterarte de esta forma Aries. Mi objetivo era hablar contigo en el O2 y decirte quién soy, pero ... bueno, ya sabes lo que ocurrió, no tuve tiempo de explicártelo. Después, cuando salimos, empezaste a pelearte con ese hombre... Definitivamente no era un buen día para hablar. Pero hoy sí, ¿no?- sonrió y tomó asiento, justo donde Aries había indicado.

Darío echó hacia atrás su capucha que chocó contra el respaldo del asiento. Apoyó las manos sobre sus muslos y se inclinó ligeramente hacia donde suponía que estaría Aries. Suspiró y continuó hablando.

-Yo puedo ser el hilo del que tires para acceder a la información de la Tribuna, aunque antes debería hablarte de ellos. La Tribuna de Cultura es una organización de mujeres y hombres, ya ancianos, que se consideran los poseedores del conocimiento de la humanidad. Cada año elaboran un documento, llamado la Enciclopedia, en donde se van englobando todos los conocimientos y saberes que el ser humano ha desarrollado desde el origen de la vida. Pues bien, eso es lo que se sabe públicamente de ellos. Yocasta Raines, la Tribuna Prima, es una mujer ambiciosa que ha financiado multitud de escuelas y hermandades por todo Isoka para encontrar mentes pensantes capaces de sustituirla a ella y a los suyos en su tarea primordial, la censura.- Darío tomó aire al fin y al cabo tenía mucho que contar.

-La Tribuna selecciona toda la información y va permitiendo al dominio público que tome sólo una parte de ella. Al parecer, detrás de todo esto está Ione Namori. Desde que ascendió al poder la libertad de prensa y la censura han sido mucho más restrictivos por una simple razón: evitar la rebelión. Ione afirma que la tarea principal del Gran Consejo, así como de la Tribuna de Cultura, es evitar una rebelión del pueblo que ocasionaría daños no sólo en el centro de poder de Isoka sino, posiblemente, en su propia infraestructura. Conocer la historia del mundo, los diferentes hilos del pensamiento, los filósofos antiguos o incluso determinadas novelas sólo induciría a la gente a pensar por sí misma hacia una dirección equivocada que termina con la derrocación del PEH y, por ende, la destrucción de Isoka y su "orden celestial".- Darío negó con la cabeza.

-Es cierto que nuestro objetivo primero, incluído el de la Liga de Exploradores, es hacer prevalecer a Isoka, pero ello no implica que debamos mantener un velo de oscuridad frente a los ojos del pueblo. Serían como simples... ovejas, obedeciendo a su pastor.- Darío fue consciente de lo desacertado que fue su comentario y sonrió quitándole peso a sus palabras.

-La Tribuna de Cultura se sirve de nosotros, los ciegos, para llevar a cabo las tareas de copistería. Nosotros escribimos la Enciclopedia pero sólo se nos dan 1 de cada 10 hojas, de tal forma que es imposible seguir el hilo de nada y lo que conocemos es algo meramente anecdótico. Pero... sí que conozco las instalaciones... y ahí es donde entras tú.- Darío sonrió y entrelazó sus dedos.

-Voy a ayudarte a entrar en la Catedral de los Pensamientos. Allí encontrarás la información que necesitamos.

Según iba escuchando a Darío fue haciéndose consciente de la poca utilidad que tenía el enfadarse con aquél hombre, y su odio fue canalizándose por momentos hacia Namori y la Tribuna Prima.

- Gente como esa no debería existir. ¡Par de arpías! ¿Quiénes se han creído que son para ocultarnos la verdad? Es...es...¡es una mierda!

Buscador de la verdad y amante de la historia como era, no podía dejar de enojarse por tal afrenta hacia ellas. Su pataleta le había llevado a levantarse de su asiento casi sin darse cuenta. En vista de ello, paseó por la estancia mientras meditaba su próximo movimiento.

- ¿Y cómo piensas meterme en esa institución sin levantar sospechas? Acaso allá donde me llevas son todos de tu condición? Sin ofender.

Sin duda aquello no iba a resultar por la fuerza. O quizás si. No obstante conocer los planes que tenía Darío para introducirle allí era primordial para ordenar su agenda. Quizás mamá y papá tendrían que esperar sentados a la mesa mientras resolvía ese asunto.

Según lo que pude notar la otra noche tu cuerpo está sobremusculado...- Darío sonrió y se permitió el lujo de un par de risitas nerviosas. -Así que infiltrarte como un transcriptor está descartado. Sin embargo...- Darío entrelazó sus manos y las apoyó sobre su rodilla.

-Últimamente el área de reabastecimiento eléctrico funciona de pena. He estado quejándome formal e informalmente durante mucho tiempo acerca de la precaria situación en la que tenemos que trabajar y, finalmente, la Tribuna ha decidido escuchar mis súplicas, so pena de hacer noticia de todo aquello. Yocasta no soporta la mala publicidad, sobretodo si nace de un sentimiento real y tangible. Ahí entras tú Aries. Te facilitaré un mapa de las instalaciones y te daré todo lo necesario para llevar a cabo la treta. Ofiuco es generoso y quiere que todo esto salga bien. El único problema es que los datos de la Tribuna están muy bien ordenados y el área de mantenimiento está algo alejado de la sección de medicina. Mucho me temo que, una vez dentro de la "Estación de Conocimientos" no podré ayudarte.- Darío tomó aliento y se levantó de su asiento, extendió las manos hasta alcanzar el brazo de Aries y, poco a poco, su mano fue trepando hasta su hombro. Una mirada vacía enmarcaba el angelical rostro que rebuscaba entre los pliegues de su ropa.

-Ten, este pad contiene toda la información técnica que te hace falta. Aunque tengo que avisarte que todas las puertas a la estación tienen detectores tecnológicos, por si a alguno de nosotros le apetece poner en riesgo su trabajo y... qué demonios, su vida también. Tendrás que hacer el trabajo sin la ayuda de ningún juguete o arreglártelas para desmontar el aparato de detección. Es elección tuya. Y ahora llega la parte más peliaguda...- las manos de Darío alcanzaron el cuello de Aries y entonces se abrieron para acariciar su mandíbula.

-¿Tienes algún implante biotecnológico?- sus manos empezaron a brillar de una extraña forma y Aries sintió cómo un calor emanaba de ellas. Los ojos de Darío cambiaron a un color más parecido a la obsidiana que al marfil al que acostumbraban y, poco a poco, sus manos fueron recorriendo gran parte de su anatomía.

- ¡Derrúmbese Amanda si tú careces de ellos!
No se encontraba cómodo con los tocamientos de Darío, pero la emanación de sus manos le sobresaltó hasta el punto de lanzar aquella blasfemia. Los ojos del copista, negros pesadilla, traspasaron con su vacío la entereza del explorador. Aries no pudo más que sentarse al notar que sus piernas cedían y balbucear un casi inaudible - Mis...mis ojos...

... Lo siento entonces...- repentinamente un chispazo salió de las manos de Darío y Aries sintió una poderosa descarga neural. De repente, el efectivo implante pareció chamuscarse totalmente y Aries, por unos instantes, pareció perder toda capacidad de mantenerse en pie. Su cuerpo se desplomó ligeramente, y Darío intentó agarrarlo. No obstante, la musculatura de Aries y la inexistente de Darío propiciaron que éste cayera encima del titán. Darío se incorporó tan rápido como pudo y preguntó algo más agitado.

-¿Estás bien? Siento todo esto Aries, pero los implantes están prohibidos en la Catedral... lo siento.- Darío no sabía dónde mirar, desde luego no podría ayudarle si estaba herido tras el golpe. Sin embargo, Aries tampoco se encontraba en una mejor posición.

Cualquier luz representaba un fogonazo para él que prácticamente lo cegaba de una forma brusca y abrasiva. Tardó un par de minutos en recuperar cierto control sobre sus ojos y en acostumbrarse a la total oscuridad de la sala salvo por el holograma central.

No se esperaba lo que le sobrevino a continuación. La manos de Darío emanaban una luz cálida mientras recorrían su fosionomía, tanto es así que por un momento sintió cierta paz, pero al pasar sobre sus ojos comenzaron a brillar como luz de Amanda y a abrasar como llamas del averno. Aries no llevaba sus gafas en ese momento, no las necesitaba en la oscura habitación; la llamarada fué en un principio la causante de su dolor, que le hizo caer de espaldas, pero transcurridos unos segundos pudo notar otro matiz diferente en el dolor. Darío se disculpaba, pero por mucho que lo hiciese no podría reparar el daño que le había causado.
- ¡No, no veo nada!¡Me has dejado ciego, cabrón!
Y por un momento creyó que esto era verdad. Hasta hace unos instantes sus implantes oculares le permitían ver perfectamente en la oscuridad de la sala. Ahora no veía nada, nada salvo...¿El holocom?¿Y acaso esa sombra era Darío? Se incorporó dolorido, sus heridas aún recientes quemándole la piel. Localizó a Darío y se abalanzó contra él, cogiéndole del cuello de la túnica y zarandeándole mientras gritaba.
- ¡Eres un capullo!¡Me has jodido los ojos!¡Los putos ojos!¿Qué cojones pretendías, eh?

¡Nadie dijo que esto sería fácil!¡Nadie!- Darío hablaba con dificultad, agitado como estaba al encontrarse desprotegido ante un hombre que le aventajaba en poderío físico y que, a diferencia de él, al menos veía sombras.

-El futuro de Isoka, de la raza humana entera, puede depender de lo que encuentres en esos archivos, Aries... ¿Crees que podemos poner en peligro una misión tan alta por un simple implante ocular? ¡NO PODEMOS!- Darío hablaba hacia el techo, incapaz como se sabía de mirar a los ojos de alguien. Sus manos se aferraban al brazo de Aries tratando de imprimir fuerza para que éste le soltara, no obstante era en vano.

-Cuando todo esto acabe volveremos a instalar los implantes, sé que es doloroso... pero no tenemos tiempo que perder...- Darío dejó que el silencio se apoderara de la habitación mientras la oscuridad volvía a envolver a su compañero. Instantes más tarde, sus ojos parecían haberse acostumbrado a su nueva circunstancia

Dejó de zarandearle y soltó a Darío sobre una silla. Era cierto que se le había dicho que las puertas de la Estación de Conocimientos tenían detectores tecnológicos, pero estaba casi seguro de haberlos poder burlado con el material adecuado. Al parecer el ciego no había confiado tanto en su talento. Ésta se la guardaría, sus implantes habían costado una importante cantidad de dinero, además de casi un mes entero de postoperatorio sin poder usar sus ojos más que en la penumbra. Se sentó en un asiento frente al copista y respiró hondo mientras se pasaba las manos por las sienes.
- No vuelvas a joderme, Darío.
Dijo en tono amenazante. Intentaba tranquilizarse, pero si no fuera porque tenía que trabajar con el tipo ese ahora mismo estaría partiéndole los huesos.
- Ninguna sorpresa más a partir de ahora, o te juro por Amanda que no me sabré contener la siguiente vez que me des por culo. Puede que seas Virgo, de la Liga de Exploradores, pero no consiento que me la jueguen así.
Siguió respirando hondo otra fracción de grado hasta que sus pulsaciones se calmaron. En realidad él no era mal tipo, pero tenía muy mal pronto. Cuando se sintió más sereno continuó hablando. Decidió que la violencia no era el camino adecuado...En este caso.
- Bien. Supongo que no me tendrás en cuenta esto. Al fin y al cabo soy Fuego, impetuoso, indómito...La Tierra como tú suele tener la cabeza más en su sitio. Si consideras que debías eliminar mis implantes, es que era lo adecuado. Pero... - y esto último lo dijo en tono más grave - la próxima vez consúltalo conmigo.
Sacó sus gafas protectoras de uno de sus muchos bolsillos y comenzó a ajustárselas con cuidado de no tocar ninguna zona sensible de sus doloridos ojos.
- Supongo que tu plan incluirá un mono de mantenimiento y varios esquemas de las instalaciones. Hablemos de ello, así como del momento en el que piensas introducirme allí. También quiero saber qué puedo meter y qué no.

Darío no dijo nada más, no contestó ante ninguno de los comentarios hostiles que Aries le dedicaba y tampoco tenía por qué hacerlo. Sabía que aquello sería un mal trago para él pero Aries olvidaba algo. Ofiuco y el resto de integrantes de la Cámara Interior ya habían pensado en todo lo ocurrido y en cómo deberían sucederse los acontecimientos. Si ellos mismos eran incapaces de burlar los dispositivos de Yocasta Aries tampoco podría. No estaban hablando de cualquier lugar, la Catedral de los Pensamientos era la cuna del conocimiento de la humanidad. Era muy probable que Raines y los suyos contaran con tecnología más avanzada de la que ellos mismos poseían. Pero no era momento de romper la burbuja.

-Ahora deberías acostumbrarte de nuevo a tus ojos, Aries, no sobrefuerces demasiado la vista.- Darío, más calmado, volvió a colocarse la capucha sobre la cabeza.

-Las instalaciones no son muy complicadas, esa parte no será la que nos dé problemas. No obstante, nadie ha podido esbozar un plano del interior de la cámara. Cada tres días la disposición de los estantes cambia en una misma sección y los centinelas recorren pasillos a tiempos diferentes. Mucho me temo que tendrás que enfrentarte a todo ello tú sólo. Pero confiamos en ti. Tu objetivo es simple, aunque no por ello fácil de alcanzar. Consigue algún escrito que podamos utilizar en la lucha contra la epidemia. Yocasta no es estúpida e imagino que ya habrán consultado algo al respecto por lo que los documentos que buscamos deberían estar en secciones recientes de las consultas, podrás servirte de las terminales privadas para guiarte dentro de la cámara.- Darío suspiró.

-No tengo mucho más que decirte y tampoco tiempo que perder. Ahora te harán entrega del equipo necesario.- se acercó tanteando el aire y puso una mano sobre el hombro de Aries. -Mucha suerte.- sonrió.

- Ya, parce que la necesitaré.
Comenzó a apagar su logcom y a preguntarse cómo demonios iba a burlar la seguridad de la zona y encontrar una aguja de información en medio de un inmenso pajar de datos.
- Oye, Darío, ¿Me vas a compañar o se supone que tengo que llegar hasta allí yo solito?
Lo cierto es que nunca se había molestado en averiguar dónde se encontraba la Catedral del Pensamiento, aunque por el nombrecito tenía pinta de encontrarse en uno de esos bosquecillos de lo alto de la montaña, donde lni siquiera los V pueden entrar. Al menos él la pondría allí...o bajo la montaña, esa era otra opción.

-Esperaremos hasta mañana para ver si ya te has hecho a tu nueva situación y entonces te informaré de todo.- Darío se levantó de forma ceremoniosa y apoyó la mano directamente sobre la mejilla de Aries.

-Muchas vidas dependen de ti. Contamos contigo.- sus ojos vacíos y blanquecinos le hacían parecer algo similar a una estatua del hiperrealismo. Aries se dio cuenta entonces de que Darío se daba un aire, en algunos aspectos, a la propia Amanda. ¿Quién sabe de dónde demonios habrá sacado Ofiuco a ese tipo?