Vuelta abierta (1 de Mayo)

Gilles, el empleado de hotel, propuso una alternativa para acceder a la habitación del psiquiatra a través del sistema de escaleras de emergencia, accesible desde la suite 42. Amanda pudo sentir el aire frío de la noche entrar en la habitación cuando Gilles abrió de par en par la ventana de la misma. La intérprete observó la peligrosa caída que había desde el cuarto piso del hotel.

—No creo que sea el mejor momento para ir de gracioso —dijo Amanda, molesta ante la forma con la que Gilles había llamado a Mason.

Rápidamente apareció Daniel por la puerta de la habitación 42. En cuanto vio la distancia que había entre el cuarto piso y el suelo de la calle, puso negativas a la solución del empleado del hotel, el cual abandonó la habitación manteniendo su tono impertinente hacia Mason.

—Para ser un hotel de alta categoría, su personal no está demostrando estar a la altura… —comentó Amanda enojada por el comportamiento de Gilles. La mujer se asomó por la ventana para comprobar cómo eran las escaleras de emergencia: muy estrechas y aparentemente endebles—. Daniel...—Amanda dudó por unos instantes lo que iba a decir—. Lo mejor será que vaya yo. No creo que estas escaleras vayan a aguantar mucho peso y soy bastante más menuda. En cuanto llegue a la habitación de Ueda te abriré —dijo mientras salía por la ventana a las escaleras—. Espérame allí —Amanda no pudo ocultar en su última frase el miedo que sentía ante lo que iba a hacer, algo que seguramente Mason notaría.

Amanda recorrió con cuidado el trayecto de las escaleras de emergencia que comunicaba la suite 42, con la 43 y, al final del mismo, la 44. Avanzó lo más pegada a la pared, evitando mirar al suelo, agarrándose a las finas barandillas de seguridad de la escalinata.
Finalmente, tras varios minutos, que a Amanda se le hicieron desesperantes, la intérprete alcanzó la ventana de la habitación 44.

Daniel se negó en rotundo a que Amanda fuera la que pusiera en peligro su integridad, pero a la vista de su determinación y de que, para desgracia de Mason, lo que decía era muy coherente, Amanda avanzó por el exterior de la fachada hacia la ventana de la habitación 44.

Para ser un cuarto piso, lo cierto es que todo se veía mucho más lejos de lo que Amanda hubiera esperado. Y muchísimo más de lo que hubiera deseado. No obstante, su determinación gobernaba y nada le impidió llegar hasta la ventana. La música continuaba sonando de forma estridente y, a medida que se acercaba sonaba más y más fuerte. El espacio que Amanda tenía para poder mirar hacia el interior de la habitación no era demasiado y, para su desgracia, la ventana estaba cerrada desde dentro.

Los ojos de Amanda se deslizaron por el interior de la habitación, no comprendiendo lo que ocurría. En el interior, las luces estaban apagadas; sólamente la luz de la Luna penetraba tímidamente a través del cristal. En la oscuridad, Amanda no podía identificar prácticamente nada, pero lo que sí vio fue a Ueda. El doctor se encontraba en la cama... aparentemente dormido. Su rostro denotaba que tenía pesadillas y sus labios susurraban palabras.

Cuando Amanda se percató de aquello, no pudo evitar emitir un quedo hipido de sorpresa. En ese preciso instante, la puerta de la habitación se abrió de par en par y la luz del pasillo se derramó hacia el interior de la habitación. La música del koto cesó por completo y entonces Ueda se incorporó súbitamente. Amanda trastabilló debido a la sorpresa... un par de pasos hacia atrás bastaron para ponerla contra la barandilla de las escaleras de emergencia y un sudor frío recorrió por completo su espalda.


Gritó Ueda.


Repitió como si fuera una letanía.


Dijo entre llantos mientras hundía su rostro entre sus manos.

Todo sucedió muy deprisa. El rostro de Mason desde la habitación 42 estaba totalmente desencajado. Amanda perdió el pie a causa de la inercia y, atraída por la traicionera gravedad, se precipitó al vacío.
Vió el cielo nocturno de Filadelfia despedirse de ella con indiferencia, las luces de las calles y el ir y venir de los coches parecían totalmente ajenos a lo que estaba por ocurrir.

¡AMANDAAAAAAAAAAAA, NOOOOOOOOOOOO!

Fue lo último que escuchó.